sábado, 25 de marzo de 2023

Los escollos de lo paranormal

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Aborto espontáneo provocado por el Espíritu

2.- En los escollos de lo paranormal

3.- Primero yo, después yo y finalmente yo.

4.- Quehaceres de los Espíritus

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ABORTO ESPONTÁNEO PROVOCADO POR EL ESPÍRITU

Más allá de los abortos espontáneos motivados por débitos kármicos del matrimonio, asociados a las deudas y desarmonías del Espíritu reencarnante, otros factores pueden ser causa de aborto no provocado por interferencia material.

Una de las causas que debe ser mencionada es la relacionada con la entidad reencarnante. Como nosotros, seres vivientes del planeta Tierra, tenemos muchas veces el temor a la muerte, los espíritus, en muchas circunstancias, temen abandonar una situación que se les figura estable, para sumergirse nuevamente en la materia, aprisionando o anestesiando sus conquistas del pasado. En otras palabras: miedo de nacer.

Espíritus que necesitan renacer con severas limitaciones físicas, fruto de alteraciones expresivas en su constitución periespiritual, se atemorizan ante una perspectiva que cuesta aceptar. A pesar de todo el trabajo de los mentores espirituales esclareciendo que la exteriorización deformante del cuerpo físico facilita la eliminación de las anomalías a nivel periespiritual, siempre que se acompañe de una postura mental saludable, los recelos y las reacciones muchas veces ocurren.

Otros, aunque nada tengan que temer en relación a deformidades físicas, traban una intensa lucha íntima, un conflicto entre la razón, que los hace renacer en aquel hogar y el sentimiento de antipatía con relación a algunos de los miembros del mismo.

Como sabemos, frecuentemente la ligación familiar es el escenario de los reajustes del pasado. Vínculos pasados de desafecto que necesitan perdonar, encuentran en la anestesia del pasado la condición predispuesta para la cirugía psíquica que eliminará el absceso del odio.

Aunque ocurran reencarnaciones compulsorias, necesarias para aquellos cuyo primitivismo psíquico no permite su participación en la elección de las pruebas o expiaciones en la nueva peregrinación física, normalmente el libre albedrío es preservado. Todos nosotros, seres humanos, tenemos la posibilidad de escoger, acertar, errar, avanzar o rechazar el progreso. La libertad que ya conquistamos en los millares de encarnaciones nos faculta la enseñanza de decidir. Decidir, aunque cargando con el peso de las consecuencias.

Hay espíritus que se posicionan mentalmente de una forma reiterada en rechazo psíquico para reencarnar. Acentúan esta posición a medida que se sienten retenidos en la malla fluídico-energética materna. En los casos donde la dificultad anterior de relación era justamente con la madre, la interpenetración energética entre ambos, puede exacerbar la predisposición contraria al renacimiento. Despiertan viejas emociones que dormían envueltas en la canción del olvido.

Lazos fluídicos que prendían las emanaciones energéticas del periespíritu de la entidad reencarnante al periespíritu materno o ya unidas al chakra genésico de la futura madre, pueden romperse. En los casos donde la gestación ya estaba en curso y el fluído vital del embrión en desarrollo se fundía con el cuerpo espiritual en proceso de miniaturización, la súbita e intensa revuelta del espíritu puede determinar la ruptura definitiva de las ligaciones, dejando al futuro feto sin el espíritu. Se inviabiliza la gestación por falta del modelo organizador biológico.

Ocurre el proceso del aborto tenido como espontáneo, aunque en realidad provocado por el rechazo sintomático, energético e inmaduro del espíritu. Él mismo, pierde así una gran oportunidad de superarse a sí mismo y avanzar rumbo a la felicidad.

-Ricardo di Bernardi- (Reencarnación: Sublime intercambio)

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LOS ESCOLLOS DE LO PARANORMAL


     En los medios espiritualistas de la videncia o de la New Age, existen efectos de moda que se suceden a partir de diferentes conceptos extraídos de antiguas creencias, y que acaban por confundir a todo el mundo. Y entre estas ideas que están en boga, recordemos una que es propagada por videntes, médiums o curanderos, la de una supuesta influencia de los Espíritus y que se resume más o menos así: “Ustedes están perturbados, deprimidos, tienen la piel enferma… Pues bien, son Espíritus parásitos que se pegan a ustedes y les sacan toda su energía”.

Por supuesto, la información habrá sido dada por un vidente o médium patentado que no duda en afirmar a su consultor que está bajo la influencia de varios Espíritus perturbadores, por lo general en número de cuatro, cinco o seis. Eso significaría entonces en lenguaje espírita, que estas personas serían víctimas de la obsesión de muchas entidades, sin que se puedan determinar las razones. Nos sucede que encontramos a estas personas supuestamente víctimas de obsesiones plurales y después del análisis, a menudo comprobamos la existencia de desórdenes psíquicos, perfectamente identificables en cuanto se conoce bien la trayectoria de vida de la persona. Y fuera de verdaderas perturbaciones con efectos físicos (Poltergeist, raps o apariciones fantasmales) con la mayor frecuencia se ven verdaderos problemas psico-afectivos que se traducen en desagradables sensaciones o malestares físicos.

Sin contar con que el entusiasmo por lo paranormal puede inducir a las personas frágiles a imaginar que sufren de persecuciones espirituales, y condicionarse así a una forma inconsciente de autosugestión; lo cual puede conducir a sensaciones o visiones totalmente subjetivas. El papel del espírita “cazador de fantasmas” es entonces separar el desorden psíquico de la manifestación obsesiva, lo que a veces parece complejo en el primer intento. De todas maneras, el desconocimiento del sujeto dentro de la mala interpretación que se hace, conduce a muchos desórdenes psíquicos, donde se esperarían manifestaciones más objetivas.

No obstante, en algunos casos estas últimas existen, allí donde muy a menudo hay efectos físicos externos a la persona y que igualmente son comprobados por el entorno. Puede tratarse entonces de manifestaciones provocadas por el espíritu de un antiguo arrendatario o propietario, que no comprende o no soporta, la presencia de nuevos habitantes en los lugares a los cuales se ha quedado apegado y que sigue frecuentando. Ocurre igualmente, que los fenómenos se desencadenan después de una tentativa de comunicación con el más allá, que ha atraído a un espíritu perturbador. Y si a veces hay obsesión de una influencia que subyuga a la persona involucrada, eso se manifiesta por desórdenes de la personalidad y el comportamiento.

Cuando se trata de picor, hormigueo en todo el cuerpo, zumbidos y silbidos en los oídos o sentir como una presión sobre un lugar del cuerpo, una opresión, etc., es preciso ser más cauteloso en la medida en que por estos no son propiamente los signos distintivos de una obsesión. La mayoría de los testimonios toma en cuenta todos estos tipos de sensaciones que, en general, no son acompañados por desórdenes de la personalidad. Entonces el único inconveniente es el temor que engendra, luego de un condicionamiento auto sugestivo que puede provocar diversas sensaciones (subjetivas en cuanto a su origen).

Los malos consejeros

El problema en esta circunstancia, es que los llamados videntes o médiums, solicitados por las personas perturbadas, tienen para cada una el mismo discurso, para una conclusión fácil: “Si están perturbados, es porque son médiums y los Espíritus están pegados a ustedes”. Por supuesto, no se trata de una información recibida sino de una deducción apresurada que se acompaña de algunos consejos como las tradicionales protecciones con agua bendita, sal u otros amuletos. O bien otros consejos más turbadores:

Déjense ir a la escritura automática y pregunten al espíritu lo que quiere”. En cuyo caso, si la persona tiene cierta sensibilidad, se arriesga a abrir la puerta a una presencia importuna que ya estaba allí… o que no estaba. Y cuando se conoce la realidad de los Espíritus en turbación o mal intencionados, ellos son incapaces de la menor coherencia en sus palabras pudiendo arrastrar al intermediario humano a falsas interpretaciones.

Además, no es tratando de comunicarse con un espíritu que se consigue su liberación, y no se hace sino atraerlo más sin saber qué hacer con él. Es obvio lo que ciertos videntes y médiums ignoran, incitando a los que consultan a lanzarse en la boca del lobo sin darles la solución, pero agravando el problema.

He aquí la situación para una persona sensible que realmente haya vivido los fenómenos o sufrido una obsesión. Y luego, hay los casos de personas cuyas perturbaciones son únicamente psicológicas, a quienes se les dice que tienen varios Espíritus pegados a ellas. Y este error de diagnóstico agrava aún más la situación, pues el miedo a los Espíritus conllevará una amplificación de los desórdenes psíquicos.

Detengámonos un instante en esta palabra “pegado” que se ha convertido en común. ¿Habría que imaginar entonces que los Espíritus, varios, estarían prendidos de alguna manera a una persona como sanguijuelas o vampiros que se nutren con la energía vital de su víctima? Con lo que se ha sugerido, uno se aproxima, con una imagen chocante que tiene con qué desestabilizar las personas frágiles, pues al oír la palabra “pegado”, la gente genera naturalmente una terrible angustia, igual que lo haría el anuncio de una enfermedad irremediable.

Sería pues deseable que los profesionales de la videncia asumieran sus responsabilidades a partir de un verdadero conocimiento de los principios espíritas. Y puesto que han aceptado un papel, que éste sea por lo menos el de tranquilizar antes que asustar, que sea una ayuda que ofrecer a las personas desamparadas y no decirles que son médiums perturbados por entidades, sino dando muestras de un espíritu de análisis, y luego hacerse cargo si realmente hay un problema.

Los escollos del elitismo

Dentro de la complejidad de estos asuntos, también se ha visto surgir otro tipo de problema. Personas atraídas por lo paranormal, o a quienes se les hecho creer en una sensibilidad mediúmnica, muy a menudo desean que las cosas no se detengan allí y que una perturbación pasajera pueda abrir otras posibilidades de contactos más tranquilos con los Espíritus. Y allí, nuestros consejos espíritas de prudencia son muy mal aceptados. Nuestro principio de precaución consiste en indicarles no intentar el contacto, o suspenderlo si ya se ha entablado. Se observa entonces una rebelión por parte de las personas que, persuadidas de su mediúmnidad, ante todo no quieren abandonarla, deseando sólo que se venga en su ayuda para quitarles los Espíritus que las perturban. Estas mediumnidades, reales o supuestas, son como regalos del cielo que habría que preservar a toda costa. Se ve entonces a personas “pegadas” (no ya en el sentido anterior) sino aferradas a lo que les daría una función particular, singularizándolas respecto a las demás. “Tener un don”, eso se convierte entonces en sentirse portador de una misión especial, eso se convierte en parte integrante de una nueva personalidad que se le da, es una aptitud que no puede ser abandonada. Y entonces, cuando aconsejamos detener todo, tenemos la impresión de que se despoja a la gente de lo que le es más precioso. Se entra allí en una fase psicológica que se explica muy simplemente: singularizarse por una facultad, es darse una personalidad diferente, es alcanzar lo que parecía transforma en complejo de superioridad, lo que más sencillamente se llama el orgullo del que finalmente puede decirse:

Pero existir como médium, es muy diferente, es la aceptación de lo bueno y de lo menos bueno, y es también una pesada carga que debe ser acompañada por otros y controlada en el seno de un grupo espírita. Ahora bien, los candidatos a médiums, a quienes algunos han hecho creer que tienen grandes posibilidades, mayormente no quieren ser objeto de análisis ni control dentro de un grupo, sino que quieren bastarse a sí mismos con la certeza de que, por sus propias sensaciones e intuiciones, la verdad se liberará por sí misma. Estamos frente a una desviación que, desde luego, no data de ayer sino que, a través de varios médiums o pseudo-médiums, ha dado lugar a toda una literatura en la que un espírita ya no puede reconocerse.

En todo eso se han olvidado los principios básicos que fueron definidos por el fundador del espiritismo. Allan Kardec insistía en el conocimiento de la filosofía espírita antes de todo otro paso. Ponía el acento sobre la formación de los espíritas, significando con ello que se necesitaban espíritas instruidos, conscientes, reflexivos y comprometidos con una causa a ser defendida. Y si había mediúmnidad que desarrollar, era necesario de antemano que las personas involucradas fueran ya verdaderos espíritas. Y es allí donde duele, cuando nuestros contemporáneos desinformados se imaginan que primero hay que convertirse en médium para asegurar mejor su avance espiritual. He aquí todavía un concepto que desnaturaliza completamente el sentido de una verdadera espiritualidad. ¿Habría pues que ser médium para sentirse evolucionar? Por consiguiente, ¿habría entonces que suponer que si no se es médium, la evolución se nos escapa? Tenemos que descartar esta idea turbadora que revela insidiosamente una forma de elitismo espiritual a partir de facultades. Los principios espíritas son los mismos para todo el mundo, médium o no médium; son humildad, donde sí, compartir, sin que se tenga que venerar a un médium que desempeñaría el papel de guía de pensamiento. Las mediumnidades, en su diversidad, son particularidades inherentes a las sensibilidades humanas. Pueden corresponder a misiones elegidas antes de la encarnación pero, de todas maneras, deben inscribirse dentro de un marco colectivo adecuado, a saber, el marco espírita, no conocemos otro.

Por supuesto podemos excusar a las personas que, ingenuamente, imaginan que la mediúmnidad les haría hacer un gran bien en la evolución, en la medida en que eso se dice y se escribe en todas partes en palabras espiritualistas influenciadas por diferentes modelos: son las altas espiritualidades de la canalización, son las creencias en una evolución rápida y artificial para llegar más pronto a las puertas del Nirvana. No, la evolución no será el fruto de un método personal para llegar más rápido a la serenidad. Muy por el contrario (y, además, no se trata de serenidad) la ley de la evolución universal enseñada por el más allá, es el camino áspero y difícil de la lucha en la humanidad y por la humanidad. Es volver a poner los pies bien sobre la Tierra, aunque se mantenga la cabeza en las estrellas, a fin de participar en el avance de una idea esencial.

Hay allí un principio espírita de fondo que no tiene que ser pervertido por la influencia de espiritualidades elitistas y personales. Y para volver a los médiums, pero “los verdaderos”, evidentemente su función forma parte de su evolución, de su camino elegido en esta vida para esa función. Lo que no significa que eso sea la calle real para alcanzar el absoluto divino más pronto que los demás. No hay calle real para nadie, sino la de un progreso lento y difícil para todo el mundo, que se realiza de vida en vida. Realizarse en esta vida haciendo lo que se debe, es una etapa importante para el progreso de cada uno, pero esa no es la realización total y trascendente de la pureza del espíritu.

 Jacques Peccatte

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PRIMERO YO, DESPUÉS YO, Y FINALMENTE YO

     En el camino hacia nuestro crecimiento interior hay un obstáculo que nos hace tropezar una y otra vez en los mismos errores, y que además impide nuestro desarrollo y evolución en el ámbito de la conciencia y en el despertar ese Yo Superior que es nuestra autentica realidad. Ese obstáculo, que deberíamos detectar lo antes posible si de verdad estamos interesados en nuestro progreso, es el egoísmo, con su abanico de aliados que suelen ir aparejados a él, tales como la envidia y los celos, la pereza y comodidad, la inconsciencia, la avaricia y la violencia.
     Todo ello son tendencias perturbadoras y perniciosas que anidan en nosotros desde tiempos inmemoriales, y que suponen una fuerza ancestral; son un yugo que nos esclaviza y nos sumerge en los confines del materialismo ciego y embrutecedor, del ansia por poseer más y más, en razón de que, por mucho que poseamos, al no responder dichas pertenencias a la auténtica necesidad de nuestro espíritu, siempre nos harán falta más y más cosas.
     Sin la visión espiritual del qué somos y cómo estamos, no tenemos otra perspectiva que ir en busca del placer, que es un sucedáneo de la dicha, de la felicidad y la plenitud que sólo puede sentir nuestra conciencia espiritual, nuestro espíritu eterno e inmortal; lo demás son meras aproximaciones desdibujadas que sólo son reales en nuestra mente confusa, desconcertada y descontrolada.
     El yo superior, es decir uno mismo, se asemeja a un artista que, hasta que no ve acabada su obra, no la da por terminada, va elaborándola poco a poco; la ve plasmada en su mente, tiene los materiales a su alcance, las herramientas y entonces se dispone a ejecutarla, pero hasta que no la ve completa, con todos sus detalles, pulida, perfecta a sus ojos, fiel a su estilo y a lo que desea plasmar con ella, no la mostrará, seguirá trabajando en ella y perfeccionándola.
     Esto es muy similar al trabajo que hemos de realizar, como conciencia y entidad individualizada que somos, desde el mismo momento en que somos creados por esa fuente creadora que pobremente llamamos Dios. Cada nueva etapa que nos disponemos a realizar, cada reencarnación que la Ley de Evolución nos facilita, supone un reto, estando perfectamente planificada y estudiada en todos sus detalles. No existen el azar ni la casualidad, todo responde a diferentes factores, como son los méritos adquiridos, el deseo de progreso, el karma del que nuestra alma se tiene que liberar en esa nueva existencia, y los objetivos establecidos.
     Empezando por el cuerpo físico que como herramienta vamos a utilizar, pasando por la familia, el país donde renacemos, con las circunstancias y las posibilidades que este nos ofrece, toda esa amalgama de circunstancias y situaciones que habremos de vivir y experimentar, suponen los materiales con los que hemos de trabajar y desarrollarnos. Las herramientas son nuestras propias cualidades y capacidades, que estarán mas o menos perfeccionadas según el uso que hayamos hecho de ellas en el transcurso de la evolución, como consecuencia de nuestro pasado, más o menos remoto. En cada reencarnación recibimos aquellos frutos y circunstancias que son las que necesitamos para proseguir nuestro proceso de crecimiento interior. Como somos herederos de nuestro pasado, se nos presentarán pruebas y expiaciones acordes con todo aquello por lo que debamos responder.
     De ahí la importancia de la reencarnación, que responde por nuestras necesidades a fin de corregir y terminar las pruebas, retos y objetivos que quedaron incompletos o mal acabados. La ley de causa y efecto nos devuelve aquello que sembramos, que son el fruto de nuestras acciones, que son la consecuencia de los pensamientos y sentimientos con los que alimentamos nuestra mente. Las enfermedades, el sufrimiento, las carencias, las fobias y manías, los desequilibrios y las perturbaciones de toda clase, no son otra cosa que nuestras pertenencias como consecuencia del libre albedrío y de la respuesta que damos a todo aquello que la vida nos va presentando. La falta del equilibrio perdido, por no saber y no ser conscientes todavía de qué es lo que somos y del estado en el que nos encontramos, traen como resultado dichos problemas.
No entender que nuestra realidad es conciencia y espíritu, que no podemos escapar de la vida, porque la vida es sólo una, aunque podemos estar encarnados con materia, o desencarnados, sin materia, nos lleva a ir sin rumbo, dominados por los vicios y pasiones de este plano material en el que tanto predominan los bajos instintos sobre nosotros. Todo lo que no sea trabajo en pos del progreso, de la evolución y de la mejora interna es complicarnos la vida, el futuro, y tejer nuevas vidas de dificultades y dolor en próximas encarnaciones.
     Esa falta de comprensión del porqué y para qué estamos aquí, nos lleva a pensar exclusivamente mediante nuestro ego, ese ego inferior, que sólo piensa en sí, y que se aferra a las posesiones. Ese ego que mantiene un apego hacia lo material, porque es lo que ve y puede palpar; su conciencia no se ha ampliado hacia la realidad, que consiste en el ser, no en el poseer, de ahí que estemos toda la vida pensando en primero yo, después yo, y finalmente yo.
     Cuando somos conscientes de nuestra realidad, dejamos de buscar la felicidad fuera de nosotros, comenzamos a descubrir todo aquello que llevamos dentro, comenzamos a enriquecer nuestra alma con los valores y la ética, comenzamos a levantar los cimientos de nuestra personalidad, sabemos en qué nos queremos convertir, y en la medida que nos vamos desarrollando, aprendiendo de verdad lo que es la vida -que es eso, un continuo aprendizaje-, empezamos a sentir esa dicha y felicidad interior.
     Empezamos a comprendernos y a trabajar en aquello que nos interesa, el auto descubrimiento. Desde ese momento, si nos proponemos firmemente avanzar, reconocer nuestras limitaciones y aceptarnos como árbitros y dueños de nuestro destino, la vida nos parecerá otra cosa, será un trabajo en la búsqueda y el acercamiento hacia nuestra fuente original, esa energía cósmica, fuente de luz y amor y de abundancia, y dejaremos de culpar a los demás y a la sociedad de nuestros problemas y de la infelicidad que sentimos.
     El despertar del amor será una preferencia fundamental en nuestras vidas, el deseo de compartir, el deseo de mejora día a día, de luchar contra nuestras limitaciones e imperfecciones. No nos preocuparán las posesiones externas a nosotros, sino lo que llevamos dentro, que es lo único que nos pertenece, aquello con lo que nos vamos al otro mundo.
   
     Empezamos a comprender que el egoísmo nos endurece el corazón, nos aísla del resto de los seres humanos, nos entorpece y nos aleja de la ansiada perfección. Es entonces cuando se empieza a ir difuminando la filosofía del primero yo, después yo, y finalmente yo; que había sido nuestra forma de vida. El egoísmo en realidad es una enfermedad del alma. Si en los primeros estadios de la evolución el egoísmo puede tener algún sentido, debido a la dureza de las primeras etapas de nuestra evolución, a medida que se va avanzando ha de ir superándose, ya que el egoísmo es antagónico al amor, y junto con la ignorancia es el mayor obstáculo, no solo para el progreso espiritual, sino también para alcanzar la armonía en las relaciones humanas.

     El egoísta no sólo sufre porque no halla la felicidad que persigue, equivocadamente, en los placeres materiales y al pensar exclusivamente en el mismo, sino que también hace sufrir a los demás. Ningún egoísta puede jamás alcanzar la felicidad, porque nunca logra estar satisfecho consigo mismo, y mucho menos alcanza la alegría ni la felicidad en su entorno, porque el propio egoísmo hace que las personas se alejen de él, y aunque el egoísta no se da cuenta de su condición, con el tiempo, al ver todas sus ilusiones frustradas y verse rodeado de soledad, va cambiando y cediendo, ya que el ser humano está creado para vivir en sociedad y rodeado del cariño y el amor de sus semejantes, y eso es algo que nunca se logra a través del egoísmo.
     Todo en la Naturaleza es dar, nada nos pertenece. Dios es amor. En los planos espirituales superiores sólo se dedican a dar, a ofrecer, a ayudar, a contribuir en la obra universal, interpretando de manera justa y sabia las leyes espirituales. Hagamos nosotros igual, dejemos de pensar sólo en nosotros mismos, en nuestras condiciones e intereses; salgamos de la ignorancia y comencemos a practicar el bien, a darnos a los demás, a sustituir el yo para ver las necesidades de nuestra sociedad, de nuestros seres más allegados; así veremos cómo empezamos a sentir el modo en que vienen a nosotros una alegría y felicidad antes desconocidas. Esa es la fuerza que llega a todos de nuestro Padre, pero que si no estamos en buena actitud y predisposición no somos capaces de retenerla.

 Fermín Hernández Hernández
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   QUEHACERES  DE  LOS ESPÍRITUS

   ¿Tienen los Espíritus otra cosa que hacer, fuera de adelantar personalmente?
- Cooperan a la armonía del Universo al ejecutar las órdenes de Dios, cuyos ministros son. La vida espírita es una ocupación constante, pero que no tiene nada de penoso, como la de la Tierra, porque no hay en ella ni fatiga corporal ni las angustias de la necesidad.

EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
ALLAN KARDEC
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