domingo, 28 de junio de 2015

Salud y espiritualidad


                                           
       UN ENFOQUE SOBRE EL                        TRABAJO 
   


 “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” 
                                                     ( La Bíblia) 


    Esta alegoría bíblica que nos señala algo tan natural como lo el impulso y la necesidad del trabajo y del esfuerzo personal y colectivo para lograr metas cada vez mas altas de bienestar, pero cuya base elemental es la simple supervivencia, lo cual supone el esfuerzo añadido de la coexistencia y convivencia grupal, para formar el equipo que a veces solamente puede alcanzar sus metas de progreso gracias al esfuerzo compartido y repartido. 

     La citada frase bíblica suele ser interpretada comúnmente como un “castigo divino”. Nada más lejos de la realidad si consideramos al ser humano como una entidad espiritual en pleno proceso de perfección y evolución, y al trabajo como la palanca impulsora para llevar a cabo el esfuerzo necesario para este proceso. La evolución espiritual y humana es un proceso personal e intransferible, en el que nos podemos y debemos ayudar unos a otros, pero que en definitiva, nadie puede hacer por nosotros. 
Mirando el refranero español,- tan rico en sentencias-, encontramos “A Dios rogando pero con el mazo dando”. No basta solamente la fé y la plegaria,- por otra parte tan importantes y necesarios-; sino que debemos aplicar simultáneamente el trabajo y el esfuerzo, pues ellos nos llevan a crecer como personas y a evolucionar como espíritus que somos todos. Otro dice: “ Al que algo quiere, algo le cuesta”. O sea, que todo en la vida se logra en base a un trabajo y al sacrificio que conlleva muchas veces el mismo. 

      La mayoría de las personas trabajamos en principio, en base a un salario por la necesidad que todos tenemos del mismo para sobrevivir en medio de una sociedad de consumo de la cual formamos parte. Sin embargo cuando se comprende que este esfuerzo , además de proporcionarnos el nivel de bienestar social que necesitamos, es también útil y necesario para mantenernos en forma, física y mentalmente, las perspectivas cambian y junto a ellas, las motivaciones que nos llevan a ejecutar el esfuerzo y la energía psíquica y física que ponemos en ello. Por eso el trabajo no solamente es una obligación, sino que también es un derecho humano que ya muchas legislaciones y Constituciones reconocen. 

      A nivel popular se tiene la idea de que hay que disfrutar de la vida, pero se identifica este disfrute con la ociosidad. El trabajo se siente como una necesidad física y mental porque obedece a una ley natural, creada por Dios para nuestra evolución, por lo que como ya se puede apreciar, esto transciende sobre la simple motivación del salario o la ganancia económicas. ¿ Quién no ha experimentado alguna vez, como la ociosidad tras el trabajo, en principio y en su justa medida puede suponer un necesario descanso, pero cuando este se prolonga demasiado, resulta insoportable?. 

      “ Mente sana en cuerpo sano”; viene a significar: “ Mente activa en cuerpo activo”. La actividad es movimiento y el movimiento es vida; por el contrario la inactividad es lo inerte y la inercia supone ausencia de vida, o sea, la muerte. 

      Comúnmente se dice: “ trabajar para vivir; no vivir para trabajar”. Esta frase está referida a que hay que trabajar lo justo para subsistir y “ gozar de la vida” con el ocio. Los que piensan así, no pueden concebir la vida como una actividad y trabajo constantes, que no siempre tiene por qué ser remunerado. La vida activa; los logros y metas conquistadas por el trabajo y con la satisfacción del esfuerzo realizado, por sí mismos ya son en cierta medida una remuneración porque pueden llegar a ser un gozo que cuando se experimenta llega a convertirse en una necesidad. La propia actividad en sí misma del trabajo, puede ocasionar satisfacciones de tal modo que vienen a ser como un salario inmaterial. Esto es el vivir para trabajar que todos debemos experimentar y gozar con la experiencia de modo consciente. 
Muchos dirán que el trabajo cuando no gusta es como un castigo, o una esclavitud. Lo ideal es un trabajo cuya actividad sea un disfrute, pero muchas veces esto no es así. No es un castigo. Pensemos que si Dios en la vida de determinada persona le pone la circunstancia de una obligación o trabajo de una clase que no gusta, pero que se ve abocado a ejecutar necesariamente, es porque ello le supone una experiencia necesaria; un sacrificio al hacer una actividad que le desagrada, pero por la cual va a adquirir o a poder adquirir algún conocimiento o virtud necesarios de alcanzar en esta vida que es como un crisol en donde aprendemos y crecemos y a la que llegamos con el compromiso adquirido de realizar, desde antes de venir a este mundo de nuevo. Esta circunstancia del trabajo como simple obligación que se cumple pero que no agrada, viene a ser como la medicina amarga de tomar, pero saludable para nuestra salud. 

       Todo trabajo es digno, porque digno es todo esfuerzo por superarnos en nuestras capacidades, para bien de los demás y de nosotros mismos. No hay trabajos mejores ni peores. Los hay mejor o peor remunerados. Los hay mas o menos sacrificados o duros. Cada actividad y esfuerzo está en la medida de quien lo afronta. Pero por eso precisamente, la dignidad de todo trabajo sea de la clase que sea, está en el hecho de afrontarlo con dedicación y esfuerzo, y llevarlo a cabo con valor e ilusión, de la mejor forma que seamos capaces, por encima del mero interés financiero. 

     Por lo dicho, desde estas líneas invito a todos a que siempre, cada día que amanezca, tras agradecer al Padre por la nueva oportunidad que nos brinda, dediquemos nuestro mejor esfuerzo para realizar aquellos deberes profesionales que nos competan de la mejor forma que sepamos hacerlo; no como una esclavitud, sino como un servicio al entorno social que nos acoge, sabiendo que en ello no está simplemente la remuneración económica, sino nuestro personal crecimiento humano y espiritual, para nuestro propio bien y por ende, para el bien de la sociedad. 


José Luis Martín 

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LA CARIDAD

El anciano Turiri príncipe de Bagdad, era muy rico, muy sabio, y pasaba por eminentemente virtuoso. En su palacio, los mármoles y los metales preciosos imitaban con sus cincelados, los árboles y las flores.

Mantenía a hermosas mujeres, exigiéndoles tan solo que fueran bellas y estuviesen primorosamente ataviadas, y no se incomodaba con ellas aunque fuesen necias y caprichosas. Mantenía a varios poetas, pidiéndoles tan solo que escribiesen versos y canciones cuando les apeteciera, sin incomodarse con ellos cuando sus poesías no eran buenas. Mantenía a buen número de filósofos pidiéndoles tan solo que discurriesen con el sobre la naturaleza dé Dios y el origen del mundo, y no se incomodaba con ellos cuando por casualidad desatinaban.

Una mañana Turiri se paseaba por la calle principal de Bagdad.

Las pirámides naranjas y los montones de rosas, de que estaban atestados los puestos de los vendedores, el hormigueo de las chaquetillas y trajes azules, rojos y verdes se destacaban brillantemente sobre la blancura de la calle, perfumadas magnolias asomaban por encima de los muros de los patios, y el agua corría con grato murmullo en los pilones de las fuentes. Y las jóvenes parecían frescas flores que exhalaban sutilísimo aroma. Y a causa de aquellos perfumes, de aquellos colores y de aquella alegría penetrante, el sabio Turiri sentía remozarse su viejo cuerpo, recordaba con placer días pasados, no veía ninguna objeción grave a la existencia del mundo tal como es, y no estaba lejos de creer que la vida es buena.

Dijo en voz alta:

¡Que grato calor y que hermoso sol!

Encontró a una niña de cinco años, linda rubia y sonrosada, vestida con una camiseta. Muy seria y con el dedo en la boca, la niña lo miraba por entre los mechones de sus dorados cabellos, y parecía admirar mucho la gran barba de <Turiri, o tal vez las bestias misteriosas bordadas en su manto.

Y porque era bonita, Turiri se inclino hacia ella, la beso y puso en su mano una moneda de oro.

Luego encontró a un niño de unos diez años. El chico era feo, iba cubierto de andrajos, tenia el rostro lleno de pecas hasta la punta de su arremingada nariz, y sus ojos sin transparencia se asemejaban al agua sucia. Tendía la mano con voz chillona, como quien recita una lección penando en otra cosa, refería que su madre estaba en cama, que tenía siete hermanos y que hacía tres días que no había comido. Turiri frunció el ceño y le dio una moneda de oro.

Veinte pasos más allá vio a un viejo mendigo, con el espinazo doblado, sucio, harapiento y el aspecto de un perro apaleado. Su barba era amarilla, y sus ojos encarnados y sin pestañas se parecían a las grietas que abren en los higos maduros. Con voz ronca, lentamente, susurro: ¡Tened piedad de mí, un hombre que no puede trabajar! Y del fétido aliento se escapan vapores de bebidas fermentadas.

Turiri le alargo una moneda de plata, pero desde tan lejos que la moneda cayó al suelo, el viejo mendigo se arrodillo trabajosamente para recogerla.


Más adelante una mujer de la que no se podía decir si era joven o vieja, llevaba en los brazos a un recién nacido con la cabeza llena de salpullidos y de ulceras. Humilde como el polvo de los caminos, tan encorvada que no se le veían los ojos, le siguió murmurando con voz lánguida un ruego pertinaz.



No por dureza, sino por fastidio, Turiri apretó el paso, pero como aquella miseria y aquel lamento continuaban arrastrándose, detrás del, empezó a revolver en su cartera sin encontrar lo que buscaba. Al fin, arrojo a la mujer algunas monedas de cobre.

Entonces vio a treinta pasos más adelante un hombre sin brazos y sin piernas apoyado en la pared. El hombre con voz fuerte, triste y desafinada cantaba una canción de Isudusi, llena de luz, de pájaros y flores, la cual daba horror de oír.

Turiri se detuvo y como aquel al menos no podía seguirlo, hizo como que no lo veía y pasó al otro lado de la calle.

Siguió andando, pero ya no sentía alegría de vivir. Dijo en voz alta: ¡Este sol es insoportable! Y regreso a su casa.


Entonces habiendo reflexionado, llamo a su intendente y le dijo, ve a la calle principal, allí encontrarás aun mendigo y les darás unas monedas de oro; y enumerando a todos, le ordenó que a todos les diera dinero.

Desde aquel día, Turiri cuando salía de paseo, se hacía seguir por un siervo que iba repartiendo dinero a los pobres, ordenándoles que se quitaran del lugar para que Turiri no los viera. Así Turiri cada día se hizo más caritativo. Parecía que se había jurado a si mismo que en Bagdad no habría más pobres. Fundó un hospicio para los niños, uno para los viejos, uno para las madres y otro para los imposibilitados y enfermos.

Y cuando le referían que un fingido enfermo o un fingido indigente se había valido de su astucia para hacerse socorrer, decía: dejadme en paz. No tengo tiempo de buscar la verdad ni de distinguir lamentara.

De esta manera gasto más de la tercera parte de sus riquezas en ayudar a los pobres. Hasta llegó a reducir el tren de vida de su casa, conservando solo a la más joven de sus esposas, a los más jóvenes de sus poetas y a los menos afirmativos de sus filósofos.

Por lo demás seguía viviendo, con todo lujo rodeado de las más esplendidas obras de arte, de la industria y del genio y sabiduría de los hombres, y jamás visito los hospicios que había construido ni las salas donde se atendía a los pobres.
Un día que pasaba por la ciudad se vio rodeado por una multitud de pobres gentes. Todos juntos gritaban que le debían la vida, y muchos se arrodillaban y besaban sus manos. Peo se encolerizó como si aquellas muestras de gratitud lo ultrajasen o el hiciesen sufrir.

Y el pueblo le consideró como el hombre más venerable y de más acrisolada santidad que jamás hubiese vivido en Bagdad.

Cuando se sintió próximo a morir mando que retirasen a los poetas y los filósofos y solo hizo quedar a su cabecera a una hermosa niña de dieciséis años, a la cual le recomendó que no le dijese nada y no hiciese nada más que mirarle con sus dulces ojos de color azul zafiro.

Al morir, los pobres, los antiguos pobres de Bagdad, siguieron su entierro y muchos de ellos lloraban.
Más allá de los tiempos, más allá de las formas, más allá del espacio…
¿En donde fue?
No lo sabemos ni yo ni nadie.

El alma de Turiri compareció ante Ormuz para ser juzgado.

Ormuz le pregunto:

¿Qué has hecho en la tierra? ¿Cuáles son tus obras?

Turiri, muy tranquilo respecto a la próxima sentencia, contesto con humildad y modestia, ciertamente, no siendo más que un hombre, he sido débil. Me he deleitado con las hermosas líneas, con los colores esplendidos, con los sonidos, con los perfumes, con los contactos suaves y con los fútiles juegos de la palabra. Pero he fundado con mis riquezas cuatro hospitales, he dado a los pobres tres tercios de mi riqueza, no conservando nada más que para mí una parte.

En verdad, dijo Ormuz, no has sido un hombre malo, y en tus acciones muchas veces te ha guiado un Espíritu de Dulzura. Sin embargo, por esta vez, no entrarás en el paraíso. Pero tu alma volverá a encarnar en otro cuerpo, y vivirás otra nueva vida terrestre a fin de espiar y de aprender.

Turiri muy sorprendido, pregunto:

¿Y que es lo que tengo que expiar Señor?

Reflexiona, sobre ti mismo y conócete mejor. ¿Cuál era tu pensamiento cuando dabas a los pobres tus bienes? ¿El día que encontraste al viejo mendigo, a la mujer pálida con su hijo, y al hombre sin brazos y sin pernas? ¿Qué fue lo que sintió tu corazón?

Una inmensa piedad, por el dolor humano, respondió Turiri.

Mientes dijo Ormuz. La primera impresión que produjo tu vista fue una sorpresa desagradable. Te recordaba demasiado brutalmente el dolor y la miseria. Te sentías irritado contra ellos porque ofendían tu vista con su desaseo y fealdad. Te indignaba también su envilecimiento, la bajeza con que te imploraban y la porfía de sus cansadas suplicas. Les arrojabas la limosna con repugnancia, y tanto era el desprecio que te inspiraban los desgraciados que un día no pudiste soportar sus acciones de agradecimiento, pues la grosería de las efusiones te molestaban, y la delicadeza de tus nervios negó a aquellos infelices el derecho de probarte con su gratitud, que no eran indignos de tus beneficios. Te esforzaste en suprimir la miseria creyendo que es un baldón para el mundo y que deshonra la vida. Pero yo te lo digo, yo que penetro en las conciencias, había odio y repugnancia en tu caridad.

Turiri respondió: lo que yo aborrecía no eran a los miserables, era el padecimiento el mal, Ahriman, nuestro eterno enemigo.

Yo soy Ahriman, respondió Ormuz.

¿Vos Señor?

Soy Ahriman y soy Ormuz. El bien, no puede más que del mal, la virtud no puede salir más que del dolor.

¿Y es esto señor, lo que habéis podido hacer?

No blasfemes. El mal pasará. No existe nada más que para engendrar la felicidad y la virtud. Cuando la Tierra donde se sufre la prueba, haya desaparecido, cuando todas las almas de los justos estén conmigo, entonces será como si el mal no hubiese existido nunca.

Esto es precioso dijo Turiri, pero ¿Qué se debe inferir de ello respecto a mi caso? ¿Qué sentimiento podían inspirarme criaturas envilecidas y asquerosas? ¿Y que otra cosa les debía  más que aliviar sus miserias?

Para que lo aprendas es que te vuelvo a enviar a la Tierra.

Pero señor…

Turiri no pudo decir más… Ormuz desapareció… desapareció Turiri… solo el abismo…

Nada más sencillo y más triste que la vida de Turiri. Nació en Escub, hijo de artesanos muy pobres, sufrió hambre y malos tratos durante su infancia. Aprendió un oficio del cual vivió penosamente. Tenía virtudes de pobre hombre; era bastante honrado, bastante bueno y muy bien resignado, pero carecía de la dignidad y de la delicadeza que son el lujo del alma. Se casó para no estar solo. El trabajo le faltaba a menudo. Su mujer y sus dos hijos murieron de miseria. Un día cayó un andamio, y no habiendo tenido los cuidados necesario, quedo eternamente inútil de ambas piernas, con un brazo paralizado, y una llaga incurable en el otro.

Tuvo que mendigar. Al principio lo hizo mal, sintiéndose avergonzado, no se atrevía a insistir, y no le daban casi nada.

Poco a poco adquirió la costumbre de la mano tenazmente tendida como un instrumento de pesca, de los ademanes humildes, del ruego que persigue al transeúnte y que espera cansarle. Desde entonces recibió poco más o menos lo suficiente para no morirse de hambre.

Y no teniendo alegría en el mundo, cuando le quedaban algunas monedas se embriagaba con el licor fermentando del maíz.
Una joven muy pobre que habitaba en un cuarto antiguo, habiéndole visto varias veces, se compadeció de el. Todas las mañanas le curaba las llagas, le hacia la cama., le preparaba su pobre comida y le remendaba las ropas sin pedirle nada a cambio. Se llamaba Krika, y no era hermosa, pero había tanta bondad en sus ojos que daba gusto encontrar su mirada. Y sin saber por qué, Turiri acechaba todas las mañanas desde su miserable lecho el momento en que Krika al levantarse se asomaba a la ventana.

Un día un hombre rico, cuando Turiri mendigaba, le arrojo con repugnancia una moneda de oro. En aquel momento, Ormuz permitió que su alma recordara haber sido Turiri.

Y Turiri ver una expresión de odio en la mirada de aquel hombre rico que le daba la limosna. Y entonces comprendió el porque le había condenado Ormuz. Comprendió que también el en su vida anterior al mismo tiempo que socorría a los miserables, les había odiado por su envilecimiento y fealdad, por cosas de las que ellos no eran responsables. Al día siguiente cuando entro Krika a curarle la llaga la miro. Vio que desempeñaba su tarea sin repugnancia y que sus ojos continuaban dulces y serenos. Y entonces comprendió que aquella joven que le cuidaba y no se apartaba de el, aunque era horrible entre todos los miserables, era verdaderamente buena y verdaderamente santa.

Cuando terminó de curarlo le beso las manos silenciosamente y lloro. Y Ormuz le hizo la gracia de concederle aquella misma noche una muerte dulce.

¿Qué has comprendido Turiri? Le pregunto Ormuz.

Y Turiri le dijo emocionado: que se debe servir a los pobres pobremente, se debe penetrar en su alma de pobres y no despreciarles por su envilecimiento y disminución de alma ya que también nosotros hubiéramos podido vernos reducidos si nos hubieran agobiado las mismas necesidades. Amarles cuando menos por su resignación, a ellos que son la multitud y cuyas iras unidas barrerían a los ricos como briznas de paja; y por último, buscar si no subsiste aun en ellos algún vestigio de nobleza y dignidad. Y es menester servirles humildemente, es menester así como nos resignamos a nuestros propios padecimientos, resignarnos a la miseria de los demás aun cuando ofenda nuestras delicadezas; se debe al mismo tiempo que se les socorre, no indignarse contra esa miseria y aceptarla como se aceptan los misteriosos designios, de aquel que es el único que conoce la razón de las cosas. Porque el objeto del Universo no es la producción de la belleza plástica, sino de la bondad.

Ormuz emocionado, le llamo buen Servidor y le invito a entrar en su reino.

Así todos nosotros debemos procurar, obtener la disponibilidad, para poder entrar en el Reino de Dios, amando a todos nuestros hermanos, respetándoles sin censurar nunca posiciones que estamos muy lejos de comprender, por no estar en su misma situación, y si nos es posible tenderles una mano generosa, con un gesto de cariño, que le invite a confiar en nosotros, a poder asegurarse de nuestra parte el alivio y comprensión sin exigir nada a cambio, de su parte, pues hay que hacer el bien por el bien mismo.

Siempre es fácil observar el mal y reconocerlo. Más lo que Cristo espera de nosotros es el descubrimiento y el cultivo del bien, para que el Divino Amor sea glorificado.

La historia ha sido extraída del Libro de Amalia Domingo Soler (La luz de la Verdad)

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                         SALUD Y ESPIRITUALIDAD

          El despertar de una nueva conciencia
Hace mucho que se discute sobre la relación entre salud y espiritualidad, científicos investigan en diversas ciencias, como la "neuroteología" (1) y la "Psiconeuroinmunología"(2), con el intento de encontrar a través de enfoques místicos y espiritistas, acciones "Somatopsíquicas"(3) como causas fundamentales para la mayoría de las dolencias.


Profesionales de la salud con visión menos reduccionista y más integracionista, buscan unir el conocimiento científico y el conocimiento espiritual a fin de promover la cura en todos los niveles.
En Brasil podemos destacar artículos de investigación elaborados por profesionales conceptuados, como el Dr. Alexander Moreira-Almeida(4), Sergio Felipe(5), Adenáuer Novaes(6), Jorge Andrea(7), Julio Fernando Prieto Peres(8) y tantos otros abordando temáticas como mediumnidad, religiosidad y salud, EQM ( Experiencia casi muerte), el pase (magnetismo, fluidoterapia etc), abriendo nuevas perspectivas en cuanto al pensar y actuar de los profesionales de la salud.

"La ciencia médica avanza en los estudios acerca del funcionamiento de la epífisis(....). Creo que las visiones de EQM, como las transformaciones ocurridas con los experimentados, tienen participación directa de la glándula pinneal que, en las manifestaciones de EQM, tiene ascendencia sobre el lóbulo temporal y el sistema límbico. Es interesante resaltar que algunos investigadores encontraron sobrevivientes de EQM cuyos enredos, de otro lado, envolvieron una  retrospectiva de vidas pasadas. Muchos de esos sobrevivientes pasan a aceptar la reencarnación como un hecho normal en la vida(9).
  Hoy existen en Brasil cursos de especialización y/o, optativos en la graduación de medicina, abordando salud y espiritualidad, podemos citar como ejemplo a UFDE, UNIFESP, USP-SP. UFMG, UFRS, UFRN, UFJF, UFPA, UFAL, FCMMG. (10)
Kardec en la cuestión 370 del Libro de los Espíritus, ya cuestionaba sobre el enlace  del cerebro y el cuerpo, preguntando a los Espíritus:
¿"De la influencia de los órganos, se puede inferir la existencia de una relación entre el desenvolvimiento del cerebro y las facultades morales e intelectuales?"
Respuesta: "No confundais el efecto con la causa. El Espíritu dispone siempre de las facultades que le son propias. Pero no son los órganos los que le dan las facultades, y si son estas las que impulsan el desenvolvimiento de los órganos."
Podemos pensar que gran parte de las dolencias es frecuentemente un reflejo simbólico de nuestros estados internos de intranquilidad emocional y bloqueo espiritual, y que, por tanto la dolencia es el camino por el que el ser humano puede seguir el rumbo de la cura. Cuanto mayor sea nuestra comprensión, mayor es nuestro aprovechamiento de las cosas que nos rodean; sobre ese prisma, el médico no debe ser mas que un agente promotor de la cura y además un educador.
Sin embargo, el paciente es el principal responsable por  su cura, tenemos que prestar atención a que infelizmente es mucho más fácil tomar un comprimido que proporciones una rápida mejora del organismo, que la modificación de los hábitos potencialmente insalubres que puedan contribuir al problema de la salud.
  Los médicos despiertan así con la consciencia de que la prescripción de medicamentos de efecto rápido que alivien temporalmente los síntomas agudos de la dolencia, no es la solución ideal para aminorar los problemas del paciente, dentro de una perspectiva reencarnacionista.
 "El ser humano, limitado por la ignorancia a que todavía está sometido, se desconoce a sí mismo, a la naturaleza y a Dios. Buscando más lo externo que su admirable mundo interior, se aventura en la vida sin los debidos requisitos psíquicos que le puedan asegurar un conocimiento preciso de las cosas. Proyectando sus procesos inconscientes, cree que aquello que ve y percibe es la propia realidad" ;(...) Viviendo pasiones alucinantes, tratando de superar y compensar sus fragilidades internas, se pierde en una tela de complejas ideas y pensamientos, cuando no resbala por actitudes inconsecuentes contra sí mismo y contra el prójimo. Inevitablemente, en vista de tal desequilibrio y desorientación, surgen los transtornos psíquicos, generalmente acompañados de complicadas relaciones espirituales obsesivas. Los seres humanos resurgen en un nuevo cuerpo, neuróticos, psicóticos, esquizofrénicos o dolientes mentales. Sufren más de lo que hacen sufrir. Se lamentan más que crear los medios de suplantar sus deficiencias psicológicas, incapaces de encontrar salidas, por la propia naturaleza de sus dolencias"(11).
Diversos científicos en todo el mundo, buscan el hilo entre el Hombre y "lo divino", y de entre de los diversos investigadores, podemos citar al Dr. Suart Hamerroff y el físico británico Sir Roger Penrose,(12), que intentan explicar la teoría sacada en 1996 que intenta probar científicamente la existencia del alma, los científicos afirman  que dentro de las células cerebrales existe una estructura llamada por ellos como microtítulos que genera una gravedad cuántica, resultando en las experiencias de la consciencia. En la explicación dada en el Journal Daily Mail, el cerebro humano funciona como un comppujtador biológico de 100 billones de neuronas que actúan como redes de información. Ellos notaron en una EQM (Experiencia de Casi Muerte), los microtúbulos pierden su estado cuántico, pero la información contenida en ellos no es destruída. (13)
"Vamos a decir que el corazón pare de latir, la sangre pare de fluir, los microtúbulos pierdan s estado cuántico. La información cuántica dentro de los microtúbulos no es destruída; no puede ser destruída; simplemente es distribuída y disipada por el universo".
Con esa conclusión ellos afirman que el alma no muere, pero vuelve al universo.
Las indagaciones muestran la necesidad del Hombre de buscar el conocimiento sobre sí mismo y de las posibilidades que lo rodean sobre la vida, y entre ellas, la presencia de espíritus.
Debemos destacar que Kardec se hizo notable como codificador de la doctrina Espírita, debido a su buen sentido. En el estudio de los fenómenos mediúmnicos experimentó, observó, analizó, siempre de manera lógica y racional.
En toda la fenomenología espiritual, sabiamente colocaba al frente, la inteligencia y la lógica, elaboró sus teorías, hipótesis y tésis, hasta llegar al consenso que se traduce en la conclusión y la formación de los libros de la codificación.
Estudioso desapasionado, imprimió con total imparcialidad como investigador lúcido. Elaboró una secuencia lógica y racional que sedimentó el cuerpo doctrinario, preparándolo para la prospección filosófica amplia que la doctrina ofrece.
En momento alguno vimos a Kardec impregnado por la pasión sentimentalista ciega. Tampoco captamos en él una emotividad doctrinaria neurótica o abstraccionista. Mucho menos la idea presuntuosa de ser autor de verdad. Nunca cambio de forma de enseñar a quien quiera que fuese.
Sobre ese prisma terminamos este artículo con la frase del Dr. Urbano de Asís Xavier:
  "Si Kardec no hubiese fundado, desarrollado y propagado la Ciencia Espírita, por la cual dió su vida y su genio, nuestra cultura no pasaría de ser como un montón de gallinas rascándose  por la superficie de la Tierra. Nunca sabríamos a través de estudios psicológicos y físicos incesantemente repetidos, lo que somos, cual es nuestro destino y  que la muerte viene a ser la puesta de largo de la Humanidad. El agradeció a los más famosos científicos del siglo XIX, dejando de lado sus preocupaciones con la materia, para descubrir y probar la existencia del espíritu, como aconteció con William Crookes, Charles Richet, Alexander Aksakof, Ochorowicz, Friedrich Zöllner y tantos otros, a enfrentar fantasmas, como Edipo enfrentó a la Esfinge. En nuestro siglo forzó a Rhine y a McDougal a desarrollar en la Parapsicología sus pesquisas, hoy victoriosas en todoel mundo"(14)


[1] Objetivos de la Neuroteologia : Investigar/Explicar la base neurológica subyaciente a las experiencias espirituales / místicas - a su relación con patrones de actividad del cerebro - a su evolución en el ser humano.
[2] Objetivos de la Psiconeuroimunologia (PSI): Investigar las intenciones  direccionales entre si   de los sistemas nervioso, endocrino y mental.
[3] Relativo o pertencente simultaneamente al cuerpo y a la mente.
[4] Almeida es miembro del Núcleo de Estudios de Problemas Espirituales y Religiosos (Neper) del Instituto de Psiquiatria del  Hospital de las Clínicas de FMUSP. El núcleo tiene como objetivo estudiar las cuestiones religiosas y espirituales segun el enfoque científico, sin vínculo con ninguma corriente filosófica o religiosa.
[5]  Psiquiatra y Neurocientifico/investigador.
[6] Adenáuer Marcos Ferraz Novaes - Psicólogo y autor de diversos libros.
[7] Jorge Andrea dos Santos - En mas de medio siglo cruzó el país de Norte a Sur, dando conferencias, divulgando el espiritismo en su aspecto cientifico.
[8] Julio Fernando Prieto Peres – Psicólogo clínico, doctor en Neurociencias y Comportamiento – Instituto de Psicologia USP.
[9] OLIVEIRA, Sérgio Felipe de. Glândula Pineal: Ciencia e Mito. Boletin Médico-Espírita 11. AME-SP, 1997.
[10] Lucchetti G, Granero AL, Bassi RM e col. Espiritualidad  en la prática clínica: lo que el clínico debe saber? Rev Bras Clin Med 2010;8(2):154-8
[11] NOVAES, Adenáuer Marcos Ferraz. Filosofia e Espiritualidad – un abordaje psicológico, Cap. Mensagem , p. 238 Ed. Fundación  Harmonia; Salvador/BA 2004
[12] La  teoria de Hamerroff y Penrose llegó a girar  um documentário que recebió el nombre de “Through the Wormhole” (A través de Buraco de Minhoca).
[13] El programa fue narrado por Morgan Freeman y salió  recientemente por el  Science Channel, en los Estados Unidos.
[14] Palabras del  Dr. Urbano de Assis Xavier, en a apertura del  I Congresso Espírita de Alta Paulista, en Marília, en mayo de 1946.

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EXAMINEMONOS A NOSOTROS MISMOS

Waldo Vieira / André Luiz

- ¿Cual es el medio practico y más eficaz para mejorarse en esta vida, y resistir a los embates del mal?

- Un sabio de la antigüedad os dice: Conócete a ti mismo
(Cuestión Nº 919 de “El Libro de los Espíritus”)


El deber del espirita cristiano es tornarse progresivamente mejor.

Es útil, así, verificar de cuando en cuando, con riguroso examen personal, nuestra verdadera situación intima.

El espirita que no progresa durante tres años sucesivos permanece estacionario.

Pregunta a la propia paciencia: ¿Estas más calmo, afable y comprensivo?

Observa tus relaciones en la experiencia domestica: ¿Conquistaste un más alto clima de paz dentro de casa?

Investiga las actividades que te competen en el templo doctrinario: - ¿Colaboras con más euforia en la siembra del Señor?

Obsérvate en las manifestaciones ante los amigos: - ¿Tienes el Evangelio más vivo en tus actitudes?

Reflexiona en tu capacidad de sacrificio: - ¿Notas en ti mismo más amplia disposición de servir voluntariamente?

Investiga el propio desapego: - ¿Andas un poco más libre del deseo de influencias y posesiones terrestres?

Usas más intensamente los `pronombres “nosotros”, y “nuestra” y menos los determinativos “yo”, “mío” y “mía”?

Tus instantes de tristeza o de cólera sorda, a veces conocidos tan solamente por ti, han disminuido?

¿Disminuyeron los pequeños remordimientos ocultos en el receso del alma?

¿Disipaste antiguos desafectos y aversiones?

¿Superaste los lapsos crónicos de desatención y negligencia?

¿Estudias más profundamente la Doctrina que profesas?

¿Entiendes mejor la función de dolor?

¿Aun cultivas alguna discreta desavenencia?

¿Auxilias a los necesitados con más abnegación?

¿Has orado realmente?

¿Tus ideas evolucionaron?

¿Tu fe razonada se consolido con más seguridad?

¿Tienes el verbo más indulgente, los brazos más activos y las manos más bendecidas?

El Evangelio es alegría en el corazón: ¿Estas de hecho más alegre y feliz íntimamente, en estos tres últimos años?

¡Todo camina! ¡Todo evoluciona! ¡Confiamos nuestro rendimiento individual con Cristo!

Sopesa la existencia hoy, espontáneamente, en régimen de paz, para que no te veas en la obligación de sopesarla mañana bajo el impacto del dolor.

¡No te eludas! Un día que se fue es  una cuota de responsabilidad, es un paso rumbo a la Vida Espiritual, una oportunidad más, valorada o perdida.

Interroga a la conciencia en cuanto a la utilidad que vienes dando al tiempo, a la salud y a los deseos de hacer el bien que disfrutas en la vida diaria.

Haz eso ahora, mientras te vales del cuerpo humano, con la posibilidad de reconsiderar directrices y deshacer engaños fácilmente, pues, cuando pases al otro lado de la vida, muchas veces, ya será más difícil…

Traducido por: M. C. R

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