viernes, 24 de marzo de 2023

En las fronteras de la epilepsia

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Espíritus glóbulos

2.- Al principio era el Verbo

3.- En las fronteras de la epilepsia

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ESPIRITUS GLOBULOS
108. Añadiremos a las condiciones precedentes el examen de algunos efectos de óptica que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus glóbulos.
El aire no tiene siempre una limpieza absoluta y hay circunstancias en que las corrientes de las moléculas aeriformes y su agitación producida por el calor se hacen perfectamente visibles. Algunas personas han tomado esto por masas de Espíritus agitándose en el espacio; basta indicar esta opinión para refutarla. Pero he aquí otro género de ilusión no menos extravagante contra la cual conviene estar prevenido.
El humor acuoso del ojo ofrece puntos apenas perceptibles que han perdido su transparencia. Estos puntos son como cuerpos opacos suspendidos en el líquido cuyos movimientos siguen. Estos producen en el aire ambiente y a distancia, por efecto del aumento y de la refracción, la apariencia de pequeños discos, variando de uno a diez milímetros de diámetro, y parecen mecerse en la atmósfera. Hemos visto personas que tomaban estos discos por Espíritus que les seguían y les acompañaban por todas partes, y en su entusiasmo tomar por figuras los matices de la irisación, lo que es casi tan racional como ver una figura en la luna. Una simple observación suministrada por estas mismas personas les conducirá sobre el terreno de la realidad.
Estos discos o medallones, dicen ellos, no sólo le acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a derecha e izquierda, suben, bajan o se detienen según el movimiento de cabeza. Eso no debe causar admiración, puesto que si el sitio de la apariencia está en el globo del ojo, debe seguir sus movimientos. Si fueran Espíritus sería preciso convenir que estarían demasiado sujetos a un papel muy mecánico para seres inteligentes y libres, tarea harto fastidiosa, aun para Espíritus inferiores, con más fuerte razón incompatible con la idea que nos formamos de los Espíritus superiores. Es verdad que algunos toman por Espíritus malos puntos negros o moscas amauróticas. Estos discos, lo mismo que las manchas negras, tienen un movimiento ondulatorio que no se aparta jamás de la amplitud de un cierto ángulo, y lo que contribuye a la ilusión es que no siguen bruscamente los movimientos de la línea visual. La razón de esto es muy sencilla. Los puntos opacos del humor acuoso, causa primera del fenómeno, hemos dicho que están como suspendidos y tienen siempre una tendencia a descender; cuando suben están incitados por el movimiento del ojo de abajo arriba; pero llegados a cierta altura, si se fija el ojo, los discos, después de detenerse descienden por sí mismos. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerles cambiar de dirección y hacerles recorrer rápidamente toda la amplitud del arco en el espacio en que se produce la imagen. Hasta tanto que no se pruebe que una imagen posee un movimiento propio, espontáneo e inteligente, no puede considerarse sino como un simple fenómeno óptico o fisiológico.
Lo mismo puede decirse con respecto de las lucecitas que se producen algunas veces en gavillas o manojos más o menos compactos por la contracción de los músculos del ojo y que son probablemente debidas a la electricidad fosforescente del iris, puesto que están generalmente circunscritas a la circunferencias del disco de este órgano.
Semejantes ilusiones no pueden ser otra cosa que el resultado de una observación incompleta. Cualquiera que haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus por todos los medios que da la ciencia práctica, comprenderá todo lo pueril de estas ilusiones. Tanto como combatimos las teorías atrevidas, por las cuales se atacan las manifestaciones, cuando estas teorías están basadas sobre la ignorancia de los hechos, otro tanto debemos procurar destruir las ideas falsas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien entre los incrédulos, ya tan dispuestos a buscar la parte ridícula.
109. Como se ve, el peri espíritu es el principio de todas las manifestaciones; su conocimiento ha dado la llave de una porción de fenómenos, ha hecho dar un paso inmenso a la ciencia espiritista, y que ésta entrase en una vía nueva, quitándole todo carácter maravilloso. Por conducto de los mismos Espíritus hemos encontrado la explicación de la acción del Espíritu sobre la materia, del movimiento de los cuerpos inertes, de los ruidos y de las apariciones, pues es preciso tener muy presente que ellos mismos son los que nos han puesto en el camino para todas estas investigaciones. Encontramos en el periespíritu la explicación de muchos otros fenómenos que nos quedan por examinar antes de pasar al estudio de las comunicaciones propiamente dichas. Se les comprenderá mejor cuanto más cuenta nos demos de las causas primeras. Si se comprende bien este principio, lo aplicaremos con facilidad a los diversos hechos que podrán presentarse al observador.
110. Estamos lejos de dar la teoría que presentamos como absoluta y como si fuese la última palabra; será, sin duda, completada o rectificada más tarde por nuevos estudios, pero por incompleta o imperfecta que sea aún hoy día puede siempre ayudar a darse cuenta de la posibilidad de los hechos por causas que nada tienen de sobrenatural; sí esto es una hipótesis, sin embargo, no se le puede negar el mérito de la racionalidad y de la probabilidad, y vale más que todas las explicaciones que dan los que niegan, para probar que todo es ilusión, fantasmagoría y subterfugio en los fenómenos espiritistas.
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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Los Espíritus glóbulos
El deseo de ver a los Espíritus es una cosa muy natural y conocemos a pocas personas que no gustarían tener esta facultad; infelizmente es una de las más raras, sobre todo si es permanente. Las apariciones espontáneas son bastante frecuentes, pero son accidentales y casi siempre motivadas por una circunstancia completamente individual, basada en las relaciones que han podido existir entre el vidente y el Espíritu que le aparece. Por lo tanto, una cosa es ver fortuitamente a un Espíritu y otra es verlo habitualmente, y en las condiciones normales más comunes; ahora bien, es esto lo que constituye la facultad propiamente dicha de los médiums videntes. Ella resulta de una aptitud especial, cuya causa es aún desconocida y que puede desarrollarse, pero que sería provocada en vano si no existiese la predisposición natural. Por lo tanto, es necesario mantenerse en guardia contra las ilusiones que pueden nacer del deseo de poseerla y que han dado lugar a sistemas extraños. Combatimos tanto las teorías aventuradas por las cuales son atacadas las manifestaciones, sobre todo cuando estas teorías denotan la ignorancia de los hechos, como debemos buscar –en interés de la verdad– destruir las ideas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien al ponerlas en ridículo.
La teoría de las visiones y de las apariciones es hoy perfectamente conocida; nosotros la hemos desarrollado en varios artículos, particularmente en los números de diciembre de 1858, de febrero y de agosto de 1859, y en nuestra obra El Libro de los Médiums o Espiritismo experimental. Por lo tanto, no la repetiremos aquí; sólo recordaremos efectivamente algunos puntos, antes de llegar al examen del sistema de los glóbulos.
Los Espíritus se presentan bajo varios aspectos: el más frecuente es la forma humana. Generalmente su aparición tiene lugar bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga y borrosa; al principio es, a menudo, una luz blanquecina cuyos contornos se van delineando poco a poco. Otras veces las líneas son más acentuadas y los menores rasgos del rostro se distinguen con una tal precisión que permite que sean descriptos lo más exactamente posible. En esos momentos, un pintor podría hacer ciertamente un retrato con tanta facilidad como si lo hiciera de una persona viva. Los modales y el aspecto son los mismos que tenía el Espíritu cuando estaba encarnado. Al poder dar todas las apariencias a su peri espíritu que constituye su cuerpo etéreo–, el Espíritu se presenta con aquella que mejor le permita hacerse reconocer; de esta manera, aunque como Espíritu no tenga más ninguna de las enfermedades corporales que pudiera haber tenido como hombre, podrá presentarse lisiado, cojo o jorobado, si así lo juzga conveniente para probar su identidad. En cuanto a la ropa, por lo general se compone de una túnica que termina en largos pliegues flotantes; es al menos la apariencia de los Espíritus superiores que nada han conservado de las cosas terrestres; pero los Espíritus comunes, aquellos que hemos conocido aquí, se presentan casi siempre con la ropa que usaban en el último período de su existencia. Frecuentemente poseen los atributos característicos de su posición. Los Espíritus superiores tienen siempre un semblante bello, noble y sereno; los Espíritus inferiores, al contrario, tienen una fisonomía vulgar, cual espejo donde se reflejan las pasiones más o menos innobles que los agitaban; éstos, algunas veces, llevan los vestigios de los crímenes que han cometido o de los suplicios que han padecido. Una cosa notable es que, exceptuando circunstancias particulares, las partes menos delineadas son generalmente los miembros inferiores, mientras que la cabeza, el torso y los brazos son siempre trazados con nitidez.
Hemos dicho que las apariciones tienen algo de vaporoso, a pesar de su nitidez; en ciertos casos podrían ser comparadas con la imagen reflejada en un cristal sin acero en su parte posterior, lo que no impide que se vean los objetos que se encuentran detrás. Generalmente las perciben así los médiums videntes; éstos las ven ir, venir, entrar, salir y circular entre la multitud de los encarnados, pareciendo –al menos en lo que respecta a los Espíritus comunes– tomar parte activa de lo que sucede a su alrededor, interesándose según el tema y escuchando lo que se habla. Con frecuencia las apariciones son vistas acercándose a las personas, sugiriéndoles ideas, influyendo sobre ellas, consolándolas, mostrándose tristes o contentas según el resultado que obtengan; en una palabra, son la copia o el reflejo del mundo corporal, con sus pasiones, sus vicios o sus virtudes, más virtudes de lo que nuestra naturaleza material difícilmente nos permite comprender. Tal es ese mundo oculto que puebla los espacios, que nos rodea, en medio del cual vivimos sin sospecharlo, así como vivimos en medio de las miríadas del mundo microscópico.
Pero puede ocurrir que el Espíritu revista una forma aún más nítida y tome todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y de hacer creer en la presencia de un ser corporal. En fin, la tangibilidad puede volverse real, es decir, que es posible tocar ese cuerpo, palparlo, sentir la misma resistencia, el mismo calor que en un cuerpo animado, lo que no impide que la aparición pueda desvanecerse con la rapidez de un relámpago. No sólo la aparición de estos seres –designados con el nombre de agéneres es muy rara, sino que ella es siempre accidental y de corta duración, y bajo esa forma no podrían tornarse los comensales habituales de una casa.
Se sabe que entre las facultades excepcionales, de las que el Sr. Home ha dado pruebas irrecusables, es preciso colocar la de hacer aparecer manos tangibles, que pueden ser palpadas y que, a su turno, pueden agarrar, apretar y dejar marcas en la piel. Digamos que los casos de apariciones tangibles son bastante raros; pero los que han sucedido en estos últimos tiempos confirman y explican los que la Historia relata con relación a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de su naturaleza corporal. Además, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo sobrenatural desaparece cuando se conoce su explicación y, entonces, se comprende que lejos de ser una derogación de las leyes de la Naturaleza, no son otra cosa que una aplicación de las mismas.
Cuando los Espíritus presentan la forma humana, no es posible engañarse; pero no es así cuando toman otras apariencias. No hablaremos aquí de ciertas imágenes terrestres reflejadas por la atmósfera, que pudieron alimentar la superstición de gente ignorante, y sí de algunos otros efectos sobre los cuales hasta hombres esclarecidos pudieron equivocarse; es sobre todo ahí que es necesario mantenerse en guardia contra la ilusión, para no exponerse a tomar como Espíritus a fenómenos puramente físicos.
No siempre el aire está absolutamente limpio, y hay circunstancias en que la agitación y las corrientes de las moléculas aeriformes producidas por el calor son perfectamente visibles. La aglomeración de esas partículas forma pequeñas masas transparentes que parecen nadar en el espacio y que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus bajo la forma de glóbulos. Por lo tanto, la causa de esta apariencia está en el propio aire, pero también puede estar en el ojo. El humor ácueo ofrece puntos imperceptibles que han perdido su transparencia; estos puntos son como cuerpos semi opacos que se hallan en suspensión en el líquido, cuyos movimientos y ondulaciones acompañan. Por efecto del aumento y de la refracción, producen en el aire ambiente y a la distancia la apariencia de pequeños discos, algunas veces irisados, variando de 1 a 10 milímetros de diámetro. Hemos visto a ciertas personas que confunden esos discos con Espíritus familiares, diciendo que éstos las estarían siguiendo y acompañando a todas partes, y en su entusiasmo toman por figuras los matices de la irisación. Una simple observación suministrada por estas mismas personas, ha de llevarlas al terreno de la realidad. Esos discos o medallones –dicen ellas– no sólo las acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a la derecha, a la izquierda, hacia arriba, hacia abajo o se detienen según el movimiento de la cabeza. Esta coincidencia prueba por sí misma que la sede de la apariencia está en nosotros y no fuera de nosotros, y lo que lo demuestra, además de ello, es que en sus movimientos ondulatorios esos discos nunca se alejan de un cierto ángulo; pero como no siguen bruscamente el movimiento de la línea visual, parecen tener una cierta independencia. La causa de este efecto es muy sencilla. Hemos dicho que los puntos opacos o semi-opacos del humor acuoso –causa primera del fenómeno– se hallan como en suspensión, pero tienen siempre a descender; cuando suben es porque fueron impulsados por el movimiento del ojo de abajo hacia arriba; al llegar a una cierta altura, si se fija el ojo, vemos que los discos descienden lentamente y después se detienen. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerlos recorrer en el rayo visual toda la amplitud del ángulo en su abertura en el espacio, donde la imagen se proyecta.
Lo mismo diremos de las lucecitas que algunas veces se producen en haces o en manojos más o menos compactos, por la contracción de los músculos del ojo, y que probablemente se deben a la fosforescencia o a la electricidad natural del iris, puesto que están generalmente circunscriptas a la circunferencia del disco de ese órgano.
Semejantes ilusiones sólo pueden provenir de una observación incompleta; quien haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus, por todos los medios que proporciona la ciencia práctica, comprenderá cuán pueriles son dichas ilusiones. Si esos glóbulos aéreos fuesen Espíritus, habría que convenir en que estarían reducidos a un papel demasiado mecánico asignado a seres inteligentes y libres, papel bastante tedioso para los Espíritus inferiores, e incompatible, con mucha más razón, con la idea que tenemos de los Espíritus superiores.
Los únicos signos que pueden verdaderamente atestiguar la presencia de los Espíritus son los signos inteligentes. En cuanto no fuere probado que las imágenes de que acabamos de hablar –aunque tomen incluso la forma humana– tienen un movimiento propio, espontáneo, con un evidente carácter intencional y que denoten una voluntad libre, no veremos en esto sino fenómenos fisiológicos o de óptica. La misma observación se aplica a todos los géneros de manifestaciones y sobre todo a los ruidos, a los golpes, a los movimientos insólitos de los cuerpos inertes, que mil y una causas físicas pueden producir. Lo repetimos: en cuanto un efecto no fuere inteligente por sí mismo, e independiente de la inteligencia de los hombres, es preciso observarlo más de una vez antes de atribuirlo a los Espíritus
Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - Febrero 1860
Libro de los Médiums 2ª Parte- De las manifestaciones espíritas, Cáp VI- Manifestaciones visuales - Espíritus Glóbulos 108.

(Texto aportado por el Grupo Espírita de Perú, " CAMINO HACIA LA VERDAD ESPIRITUAL")

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" EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO "


- “En el principio era el Verbo…” -¿Cómo deberemos entender esta afirmación del texto sagrado? 
El apóstol Juan aún nos advierte que “el Verbo era Dios y estaba con Dios”. Dios es amor y vida y la más perfecta expresión del Verbo para el orbe terrestre era y es Jesús, identificado con su misericordia y sabiduría, desde la organización inicial del planeta. Visible u oculto, el Verbo es el rasgo de la luz divina en todas las cosas y en todos los seres, en las más variadas condiciones del proceso de perfeccionamiento. 

- ¿Por qué razón la palabra de las profecías parece dirigida invariablemente al pueblo de 
Israel? 
En todos los textos de las profecías, Israel debe ser considerado como el símbolo de toda la humanidad terrestre, bajo la égida sacrosanta de Cristo. 

- ¿Se debe atribuir al judaísmo misión especial, en comparación con las demás ideas religiosas del tiempo antiguo? 
Aunque las elevadas concepciones religiosas que florecieron en la India y en Egipto y todos los grandes ideales de conocimiento de la divinidad, que poblaron la antigua Asia en todos los tiempos, se debe reconocer en el judaísmo la gran misión de la revelación del Dios único. Mientras los cultos religiosos se perdían en la división y en la multiplicidad, solamente el judaísmo fue bastante fuerte en la energía y en la unidad para cultivar el monoteísmo y establecer las bases de la ley universalista, bajo la luz de la inspiración divina. Por ese motivo, no obstante los compromisos y los débitos penosos que parecen perpetuar sus sufrimientos, a través de las generaciones y de las patrias humanas en el doloroso curso de los siglos, el pueblo de Israel debe merecer el respeto y el amor de todas las comunidades de la Tierra, porque solamente él fue bastante grande y unido para guardar la idea verdadera de Dios, a través de los martirios de la esclavitud y del desierto. 

- ¿Cómo debe ser considerada, en el Espiritismo, la llamada “Santísima Trinidad”, de la teología católica? 

Los textos primitivos de la organización cristiana no hablan de la concepción de la Iglesia Romana, en cuanto a la llamada “Santísima Trinidad”. 
Debemos esclarecer, aún, que el punto de vista católico proviene de sutilezas teológicas sin base seria en las enseñanzas de Jesús. Por largos años, antes de la Buena Nueva, el brahmanismo guardaba la concepción de Dios, dividido en tres principios esenciales, que los sacerdotes denominaban Brahma, Vishnú y Siva. (1) 

(1) El padre Alta, en “El Cristianismo de Cristo y el de sus vicarios”, nos dice que la fórmula del catecismo – 3 personas en Dios – era verdadera en latín, donde el vocablo persona significa forma, aspecto, apariencia. Es falsa, sin embargo, en francés o en portugués, con la acepción de individuo. – Nota de la Editora 

Con todo, la Teología, que se organizaba sobre los antiguos principios del politeísmo romano, necesitaba presentar un complejo de enunciados religiosos, a fin de confundir a los espíritus más simples y esto porque sabemos que si la Iglesia fue, al principio, depositaria de las tradiciones cristianas, no demoró mucho que el sacerdocio eliminase las más bellas expresiones del profetismo, inhumando el Evangelio bajo un acervo de convenciones religiosas, y robando a las revelaciones primitivas su aspecto de simplicidad y de amor. Para ese deseo, las fuerzas que venían a disputar el dominio del estado, en vista de la invasión de los pueblos considerados bárbaros, se apresuraron, en el poder, en transformar las enseñanzas de Jesús en instrumento de la política administrativa, adulterando los principios evangélicos en sus textos primitivos y asimilando viejas doctrinas como las de la India legendaria, y organizando novedades teológicas, con las cuales el Catolicismo se redujo a una fuerza respetable, pero puramente humana, distante del Reino de Jesús, que, en la afirmación del Maestro, simple y profunda, no tiene  fundamentos divinos en la faz de la Tierra. 

- ¿Cómo interpretar la antigua sentencia– “Dios hizo el mundo de la nada”? 
El primer instante de la materia está, para los Espíritus de mi esfera, tan oscuro como el primer momento de la energía espiritual en los círculos de la vida universal. Comprendemos, con todo, que, siendo Dios el Verbo de la Creación, la “nada” nunca existió para nuestro concepto de observación, porque el Verbo, para nosotros, es la luz de toda la Eternidad. 

-Los días de la Creación, en las antiguas referencias del Viejo Testamento, ¿corresponden a períodos enteros de la evolución geológica? 
Los días de la actividad del Creador, tal como nos refiere el texto sagrado, corresponden a los largos períodos de la evolución geológica, dentro de los milenios indispensables al trabajo de la génesis planetaria, deduciéndose que, con esos, la Biblia encierra otros grandes símbolos inherentes a los tiempos inmemoriales, de los orígenes del planeta, 

- ¿Cuál es la posición del Viejo Testamento, en el cuadro de valores de la educación religiosa del hombre? 
En el cuadro de valores de la educación religiosa, en la civilización cristiana, el Viejo Testamento, a pesar de sus expresiones altamente simbólicas, pocas veces accesibles al raciocinio común, debe ser considerado como la piedra angular, o como la fuente madre de la revelación divina. 

EL CONSOLADOR – VIEJO TESTAMENTO. REVELACIÓN -. Por el Espíritu Emmanuel – Chico Xavier


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EN LAS FRONTERAS DE LA EPILEPSIA

Dostoiewisk y Machado de Assis, portadores de epilepsia,  se sirvieron de las protagonistas de sus romances para describir sus propias crisis. Personajes ilustres de la Historia padecieron de epilepsia, pero para el hombre común, es en las aceras de las calles en donde el acostumbra a tomar contacto y se asustan  con la violencia de la crisis convulsiva.

Aunque Hipócrates había hecho en sus escritos una brillante descripción de la crisis  del Gran Mal, indicando el cerebro como el responsable por toda esa sintomatología, la Epilepsia fue tenida  como una dolencia mental a través de los siglos y solo después del surgimiento de la Neurología, en el siglo pasado, es que la Epilepsia pasó a ser comprendida  como un síndrome proveniente de una lesión orgánica en el cerebro.

Hoy se entiende la epilepsia como una descarga eléctrica desorganizada que atiende las neuronas cerebrales, provocando síntomas correlacionados con el área cerebral afectada.

Aunque los relatos mediúmnicos del porte de En el Mundo Mayor y En los Dominios de la Mediúmnidad dictados por el Espíritu André Luiz, hagan descripciones  inconfundibles  de la sintomatología epiléptica en sus protagonistas, sometidos a interferencia espiritual francamente obsesora, la medicina de hoy rechaza cualquier presencia espiritual en la génesis de la crisis epiléptica, especialmente por el temor de ver resurgir la nefasta participación de “demonios” de los antiguos textos bíblicos, versión de la cual la Edad Media y la Inquisición  supieron sacar provecho.

Los exámenes sofisticados de hoy identifican los traumas, las infecciones, los tumores y las degeneraciones entre otras diversas causas de naturaleza orgánica para la etiología de la epilepsia, sin embargo, ninguno de esos exámenes está apropiado  para detectar las vibraciones del plano espiritual que nos harían comprender más profundamente la naturaleza esencial del problema de la Epilepsia.

Ni siquiera desde lejos pretendemos excluir la génesis cerebral de la manifestación epiléptica, más la visión exclusivamente materialista de la Medicina tradicional la envuelve de un oscurantismo estúpido que no le permite identificar otro  universo de interferencia situado en la dimensión espiritual que, como causa o como agravante, interfiere en la frecuencia y en la constelación de síntomas que el epiléptico manifiesta.

Negando la interferencia del espíritu, la Medicina no consigue observar que, a través del propio estudio de la epilepsia, ella tendría mucho que aprender, por ejemplo, con lo que los pacientes epilépticos vivencian durante las llamadas “crisis epilépticas”, en las cuales se observa una riqueza de expresión clínica cognitiva, que el simple desglose de neuronas en “corto-circuito” no tiene argumentos para justificar.

En la clasificación de las crisis epilépticas, la Neurología destaca un tipo de crisis llamada Crisis Focal o Parcial en la que no hay comprometimiento de la conciencia y la sintomatología será proveniente del local en el cerebro afectado por la descarga neuronal desorganizada. En el área motora, el paciente irá a presentar contracciones musculares en la mano, en el brazo, en la pierna o en cualquier parte del cuerpo correspondiente a la región motora del cerebro afectado.

En un área sensitiva, los síntomas serán referidos como adormecimientos, sensaciones extrañas o deformaciones en el miembro alcanzado.

En el grupo de las crisis focales es que están incluidas las crisis psíquicas en las cuales el paciente relata sensaciones subjetivas que experimenta espontáneamente, pudiendo tener una duración de minutos, horas o días.

Las descripciones clásicas de las crisis psíquicas hacen referencia más comúnmente a las crisis de "Deja Vu"  y de “jamáis Vu ". Esos dos cuadros son reconocidos como  provenientes de lesiones en la base del cerebro en la región de los lóbulos temporales.

En el “Deja Vu”  (ya visto), el paciente relata una sensación de familiaridad con el ambiente o con las personas, aunque le sean extrañas y que el las este viendo por primera vez. En un local que le sea completamente desconocido, el paciente, al tener su crisis, siente una fuerte impresión de que ya conoce o ya estuvo en aquel lugar.

En la crisis del “Jamáis Vu” (jamáis visto), el paciente manifiesta sensación de extrañeza en lugares conocidos o por personas de su convivencia.

Ambas situaciones que describimos pueden ocurrir ocasionalmente con cualquier persona normal, más, en el epiléptico, esas sensaciones son comúnmente repetitivas y duraderas.

Muchos epilépticos presentan crisis psíquicas frecuentes, pero han recibido poca atención debido a que parecen triviales, tales como cambios repentinos de humor, un entristecimiento súbito o una agresividad  inmotivada o desproporcional que puede virar hacia la violencia.

En este articulo, estoy interesado en relatar otros tipos de crisis psíquicas, relativamente raras, en la que los propios pacientes tienen mucha dificultad en hallar términos adecuados para describirlas. Ellas merecen, a mi ver, un estudio meticuloso, procurando valorar las verdaderas sensaciones de esas experiencias subjetivas, que los pacientes procuran pasarnos, sintiendo inclusive, con frecuencia, la incredulidad que la mayoría de los médicos manifiesta al oírlos.

Los relatos de esas crisis, a primera vista, parecen inconscientes, inverosímiles, superficiales, mezclándose  con los síntomas de la propia ansiedad con la que los pacientes conviven cuando son victimas de ese tipo de crisis convulsivas. No hay  una afectación de la conciencia más si de la percepción de funciones complejas como la de la noción del tiempo, del espacio, de la realidad, del movimiento, de la noción del Yo y hasta del pensamiento.

Esas variadas sensaciones en el nivel de vivencia psíquica del individuo, a mi parecer ofrecen preciosa observación de la frontera entre las experiencias vividas física o espiritualmente por esos pacientes.

Algunos relatos que hicieron esos pacientes me ayudaron a confirmar que el mundo mental de cada uno de nosotros transita en una dimensión espiritual que trasciende a la experiencia física.

Uno de ellos es médico, frecuenta mi consultorio  desde joven, por tener convulsiones provenientes de neurocisticercosis y, me procuró, acompañado de la esposa, con una cierta inquietud, intentando relatar  que, en los últimos dos días, había perdido la capacidad de seguir el paso del tiempo. No era la identificación del tiempo, de las horas o del día y de la noche. el decía ser una pérdida de la “noción del tiempo”. Los acontecimientos se procesaban en su mente  y cuando él se daba cuenta, esos acontecimientos ya habían acabado de ocurrir. Al dirigirse para su consultorio, conduciendo su coche por el camino, hacia las curvas, siempre con la idea de que eso no le tomaba tiempo, porque ocurría en su mente, literalmente hablando, antes de acontecer físicamente. Lo que tenía en mente, del trayecto que recorría, no era una imaginación, era el propio acontecimiento. Decía que no tenía sentido el antes o el después, porque, todo  lo que ocurría en secuencia, el lo vivenciaban ocurriendo simultáneamente. Su esposa lo auxiliaba como auxiliar de anestesia y en la entrevista me contaba que a pesar de permanecer todo el tiempo con esas sensaciones que describía, el procedía normalmente mientras anestesiaba a sus pacientes, apenas decía que toda actitud que tomaba ya le parecía haber ocurrido no como una premonición, más si como un acontecimiento “Ya ocurrido”, si así podemos decir, por el,  y, al terminar la anestesia, para su mente, los hechos le parecían continuar aconteciendo.

La neurología describe, también un estado de crisis psíquica en la que el paciente tiene la sensación constante de estar viviendo un sueño. El llamado de "Dreamy States" por los clásicos.

Tuvimos dos pacientes que nos relataron episodios en los que sentían una alteración en la que ellos llamaban de “realidad”. Una joven señora refería que esas sensaciones la perturbaban hacia años, principalmente  por la noche  y si estaba cerca de muchas personas. Esto la dejaba insegura. Parecía hacer las cosas por instinto. Insistía en decir que en las crisis tenía la sensación de estar viviendo en una "etapa antes de la realidad”.

Otro paciente con crisis semejantes acrecentaba que también tenía la impresión de “no estar viviendo la realidad” y todo lo que hacía, para él, “no tenia contenido emocional”.

Dos niños y dos adultos jóvenes que ya acompañábamos por antecedentes  de convulsiones, nos relataron episodios de percepción alterada en el movimiento de los objetos y del propio pensamiento.

O de ellos expresiones del tipo. “los movimientos de las cosas y de las personas parecen acelerados”: “cuando extiendo las manos para pegar un objeto, parece que mis gestos son muy rápidos”; las personas atraviesan la calle muy deprisa”; queda muy difícil atravesar la calle con los coches todos corriendo” ;todo alrededor parece estar acelerado”; “las personas parecen hablar muy rápido”. Uno de los chicos decía ser acordado por la crisis. Para uno de ellos, su propio pensamiento, cuando estaba con la crisis, parecía acelerado.

En esas horas el evitaba el dialogo con recelo por demostrar a los otros alguna perturbación. Uno de esos pacientes, con 23 años, es pintor y decía que en las crisis sentía que todo pasaba lentamente, sus propios gestos al trabajar con el pincel le parecía ser hecha en cámara lenta, aunque sus colegas no confirmaban esa lentitud. El sentía así por más de una semana seguida, entrando y saliendo de las crisis sin cualquier motivo aparente.

Una señora que también acompañábamos por tener desmayos, tenía un electroencefalograma con alteraciones focales en el hemisferio izquierdo y una tomografía cerebral típica de neurocisticercosis. Ella contaba que venía teniendo episodios en los que parecía moverse, se sentía estar muy lejos, “como en otro mundo”, “ocupando otro espacio”. Esos episodios duraban 20 minutos y, a continuación, manteniéndose  siempre muy lucida, ella sentía la cabeza vacía, quedaba pálida y sin aliento. Otros cuadros, más complejos y algunas veces mucho más elaborados, han sido rotulados como alucinatorios y comúnmente relacionados con las dirimías del lóbulo temporal o trastornos del sueño.

Algunos pacientes dicen sentirse fuera del cuerpo, sensación que la neurología llama  de “despersonalización”. Para otros los objetos que ven  o los sonidos que oyen, están aumentados, disminuidos o distorsionados. Algunas veces hay una concentración de escenas y episodios memorizados y el paciente, en un relance, recapitula toda su existencia. Se da el nombre de “visión panorámica” de la vida.

Tuvimos, entre muchos otros, el caso de una chavala de nueve años  que nos consultaba debido a manifestaciones comunes de epilepsia.

Ella nos relató que en algunas ocasiones, estando absolutamente despierta, se siente saliendo de su cuerpo  en completa lucidez. En una de esas ultimas crisis estaba sentada en el sofá, viendo la televisión cuando, súbitamente, se vio, al lado del cuerpo físico.

Le pregunté sobre sus miedos en la actualidad y cuál era su actitud al verse en esa duplicidad.

Ella nos respondió con mucha simplicidad que, asustada, procuró irse cerca de la televisión para ver si su cuerpo allí sentado la acompañaba.

Los cuadros que describimos no sorprenderían a ningún Neurólogo habituado a atender casos de epilepsia. Seguramente serán atribuidos a la presencia de disturbios  de actividad neuronal, especialmente del lóbulo temporal y la mayoría de ellos va a verse libre de esas crisis con la medicación disponible para actuar específicamente en las diritmías de esa región.

Es curioso, entre tanto, que, esas descripciones, los relatos de cómo esos pacientes vivencian o “descodifican” la noción del sentido del tiempo, de la aprensión de la realidad, de la relación espacio-tiempo en el desplazamiento de los objetos, de la síntesis y proyección del pensamiento, nos permite  des pretensiosamente conjeturar una serie de semejanzas con ciertas descripciones no académicas en la literatura espiritualista.

Los textos especializados en descripciones sobre técnicas de meditación, por ejemplo, revelan que los “grandes maestros” y “místicos” que atienden  los grados más profundos de interiorización de la conciencia, hacen interesantes descripciones en relación al sentido del tiempo, al espacio ocupado por la materia, la velocidad de las  partículas de materia/energía que sintonizan, así como, el torbellino del flujo del pensamiento, descripciones estas, que a mi forma de ver, tienen correspondencia muy provocativa con las de los epilépticos que aquí registramos.

Para nosotros, los espiritas, los conceptos del tiempo en el mundo espiritual, de espacio en la dimensión extra-física, de proyecciones del pensamiento, des desplazamiento del cuerpo espiritual pueden ser fácilmente reconocidos en esa serie de historias que registramos. Las lesiones objetivas  que la masa cerebral evidencia en esos cuadros son, para mí, nada más que puertas de intercesiones entre las dos dimensiones, la expresión física de una realidad que el cuerpo nos permite palpar y la percepción espiritual que Vivenciamos sin percibirlo los sentidos .

Núbor Orlando Facure

 Traducido por: M.C. R.

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