jueves, 16 de marzo de 2023

En la frontera del otro mundo (1)

   INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- ¿ Existen los Espíritus ? (3)

2.- Lucha titánica

3.- En la frontera del otro mundo (1)

4.- Suicidio por amor

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¿ EXISTEN LOS ESPÍRITUS ? (3)

Si a estas preguntas:

¿Crees en Dios?
¿Crees que tienes un alma?                                                                                  ¿Crees en la supervivencia del alma después de la muerte?, él responde en forma negativa, o incluso si contesta simplemente: No sé, desearía que fuese así, pero no estoy seguro –lo que a menudo equivale a una negación encubierta con cortesía, disimulada bajo una forma menos categórica para evitar un choque brusco con lo que denomina prejuicios respetables–, será inútil seguir adelante, tan inútil como pretender demostrar las propiedades de la luz a un ciego que no admite que la luz existe.

Porque, en definitiva, las manifestaciones espíritas no son otra cosa que efectos de las propiedades del alma.

Por lo tanto, si no queremos perder el tiempo con semejante interlocutor, tendremos que seguir un orden de ideas muy diferente.

En cambio, si la base es aceptada, no como una probabilidad, sino como algo probado e indiscutible, la existencia de los Espíritus se deduce de ahí con la mayor naturalidad.

Resta ahora la cuestión de saber si el Espíritu puede comunicarse con el hombre, es decir, si puede intercambiar ideas con él.

¿Por qué no? ¿Qué es el hombre, sino un Espíritu aprisionado en un cuerpo?

¿Por qué un Espíritu libre no podría comunicarse con un Espíritu cautivo, de la misma manera que un hombre libre se comunica con el que está prisionero?

Dado que admitimos la supervivencia del alma¿será racional que no admitamos la supervivencia de los afectos?

Puesto que las almas se encuentran por todas partes, ¿no será natural que creamos que la de un ser que nos ha amado durante su vida se acerque a nosotros, desee comunicarse con nosotros, y se sirva para eso de los medios que estén a su disposición?

Mientras se hallaba vivo, ¿no ejercía una acción sobre la materia de su cuerpo?

¿No era él quien dirigía sus movimientos?

Así pues, ¿por qué causa no podría, después de su muerte, mediante un acuerdo con otro Espíritu que esté ligado a un cuerpo, valerse de ese cuerpo vivo para manifestar su pensamiento, de la misma manera que un mudo puede servirse de una persona dotada de habla para darse a entender?

Dejemos de lado, por unos instantes, los hechos que a nuestro entender hacen indiscutible esa cuestión, y admitamos la comunicación de los Espíritus como una simple hipótesis.

Ahora solicitamos a los incrédulos que nos demuestren, no mediante una simple negación, ya que sus opiniones personales no pueden tomarse como ley, sino por medio de razones concluyentes, que eso no es posible.

Nos ubicamos en su propio terreno, y puesto que desean evaluar los hechos
espíritas con la ayuda de las leyes de la materia, les pedimos que extraigan de ese arsenal alguna demostración matemática, física, química, mecánica o fisiológica, y prueben, por a más b, siempre a partir del principio de la existencia y la supervivencia del alma:

1.º, que el ser pensante que existe en nosotros durante la vida, no debe pensar más después de la muerte;

2.º, que si continúa pensando, no debe pensar más en los que ha amado;

3.º, que si piensa en los que ha amado, ya no debe querer comunicarse con ellos;

4.º, que si puede estar en todas partes, no puede estar a nuestro lado;

5.º, que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros;

6.º, que por medio de su envoltura fluídica no puede actuar sobre la materia inerte;

7.º, que si puede actuar sobre la materia inerte, no puede hacerlo sobre un ser animado;

8.º, que si puede actuar sobre un ser animado, no puede guiar su mano para hacer que escriba;

9.º, que si puede hacer que escriba, no puede responder sus preguntas, ni trasmitirle sus pensamientos.

Cuando los adversarios del espiritismo nos hayan demostrado que esto es imposible, por medio de razones tan patentes como las que empleó Galileo para demostrar que no es el Sol el que gira alrededor de la Tierra, entonces podremos decir que sus dudas tienen fundamento.

Lamentablemente, hasta el día de hoy toda su argumentación se resume en estas palabras: No lo creo. Por consiguiente, es imposible.

Sin duda, nos replicarán que nos corresponde a nosotros probar la realidad de las manifestaciones. Pues bien, les damos esa prueba mediante los hechos y mediante el razonamiento.

Si no admiten ni una ni otra cosa, si niegan incluso lo que ven, a ellos les corresponde demostrar que nuestro razonamiento es falso y que los hechos son imposibles. ( FINAL )

Bibliografía: El Libro de los Médiums, Nociones Preliminares, Primera Parte – Capítulo I

- Asociación española de divulgadores espíritas -


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            LUCHA TITÁNICA

                                                   








      «No hay mayor grandeza que vencerse a sí mismo»

Sócrates – Filósofo S. IV a. C.

Después de comprender que el camino de la trayectoria del alma nunca es en solitario, el ser se da cuenta no sólo de la necesidad de los demás para evaluarse a sí mismo, para probarse, para crecer y conseguir las metas y logros que nuestro espíritu inmortal anhela; al propio tiempo se hace consciente de que, aunque caminamos junto a otros, el esfuerzo, el mérito y el trabajo es únicamente personal.

Y aquí es cuando el alma empieza a vislumbrar su auténtica realidad: se encuentra frente a sí misma, y en este caso en solitario, pues todo lo que él no se decida a conseguir por su propio trabajo y esfuerzo nunca será patrimonio consolidado de su ser. Muchas veces los logros, los objetivos, las pruebas a superar y los retos que debemos conseguir para alcanzar mayor paz, elevación y nivel de conciencia vienen dados por las pruebas personales que nos vinculan a otros espíritus.

Estos son los casos en los que nuestro compromiso se haya vinculado temporalmente al de otras almas en el camino del progreso, pues de tales relaciones saldrá el beneficio para ambas que las leyes programan y nosotros aceptamos antes de encarnar. Y en estas circunstancias no sólo se tratan aspectos positivos, sino también pruebas y expiaciones. Tanto es así que, en este recorrido inmortal, encontramos etapas, vidas y circunstancias dolorosas que deberemos afrontar ineludiblemente como peaje necesario para nuestro crecimiento moral y elevación espiritual.

Así acontecen vidas de dolor y sufrimiento, unas veces para rescatar errores propios, otras para ayudar a otros a rescatarlos sacrificándonos por amor hacia otras almas que son merecedoras de nuestro afecto; y en tercer lugar se presentan vidas en las que el dolor nos visita porque voluntariamente así lo hemos solicitado para dar ejemplo a aquellos que nos rodean, o para probarnos y crecer espiritualmente en abnegación, sacrificio personal y fortaleza interior.

Como vemos, el alma tiene una casuística enorme, de gran variedad, y todo ello suele depender del lugar, de la posición evolutiva en la que nuestro espíritu se encuentra; o dicho de otra forma, del grado de avance y evolución moral que hayamos conseguido. 

El hombre es un ser moral, y su grado de conciencia respecto a la realidad y al mundo que le rodea depende de esta circunstancia: el nivel de conciencia que posee respecto a las auténticas leyes que rigen la vida del espíritu inmortal. Este tema -los niveles de conciencia- lo trataremos con detalle en próximos artículos; mientras tanto, baste saber que todas las almas recorren un camino paralelo que depende de su libre albedrío y voluntad para llegar antes o después al objetivo propuesto.

En estos estadios intermedios, o más concretamente, iniciales del despertar del alma a la vida del espíritu, cuando ya comienza a comprender que es algo más que materia, que es un ser inmortal que trasciende el fenómeno de la muerte, el alma se encuentra frente a ella misma con el dilema de cómo conseguir ese nivel que le haga abandonar el sufrimiento, encaminándole por sendas de progreso, paz, bienestar y equilibrio interior.

Estas etapas son difíciles, pues a veces son varias vidas las que nuestra alma necesita para comprender la necesidad de cambiar hacia el bien; y en esta comprensión se ve obligada a renunciar a sus herencias ancestrales más primitivas, renunciar a instintos, vicios o pasiones perturbadoras que retrasan su avance, pues la esclavizan a la materia. En este punto alcanza a comprender que si su espíritu es inmortal y es lo que prevalece eternamente, la materia es transitoria, y todo lo que le ate a ella de forma obsesiva le perjudica y le retrasa en su camino de ascensión.

Comienza entonces a darse cuenta de que, además del conocimiento de las leyes que rigen la vida del espíritu, estas de nada sirven si no se llevan a la práctica, consolidando una filosofía de vida desde que se levanta hasta que se acuesta cada día, en base a un código moral que le garantice el cambio y la transformación a la que aspira.

«Toda persona tiene la capacidad para cambiarse a sí misma»            Albert Ellis – Psicólogo Cognitivo

A distintas partes del planeta llegan los emisarios de lo Alto para dejar la huella de ese código moral sublime que acompaña el recorrido del alma hacia Dios. En el occidente tuvimos el código moral del Maestro Jesús, que, como ya adelantamos en artículos anteriores, supuso el punto de inflexión necesario en el que fijarse para producir la transformación que nuestra alma inmortal necesita, a fin de  liberarse de la ignorancia, el error y el sufrimiento.

En esos momentos de aceptación del compromiso de cambio hacia el bien, de renuncia a los vicios y pasiones perturbadoras, de abandono del orgullo y el egoísmo, la lucha del alma consigo misma es titánica. Tanto es así que requiere de tiempo, varias vidas y experiencias múltiples adquirir este punto de inflexión que supone para nuestro espíritu inmortal iniciar el camino recto de su propia felicidad. 

Es tanto el apego a nuestras tendencias milenarias negativas, a nuestros hábitos perturbadores, que se precisan dosis de valentía, claridad de principios, perseverancia y fe en Dios y su justicia para seguir sin desmayar hacia la renuncia a nuestro ego, adquiriendo la paz y la serenidad que nuestra alma nos imprime en todo nuestro ser. Es entonces cuando la conciencia se vuelve recta, los pensamientos nobles y la conducta se adapta al código moral sublime del amor al prójimo.

Se trata de una guerra poderosa contra aquella parte de nosotros que en otra época subvertimos al dejarnos llevar por el egoísmo, el orgullo o la ignorancia de creernos impunes de nuestros actos delictuosos del pasado. El sentido y gran reto de esta lucha es «vencerse a uno mismo».

Es tan importante esta etapa de la trayectoria del alma que, si la superamos con éxito, nunca más andaremos ciegos por la Tierra y en el espacio. Pues desde el momento que nuestra voluntad decida recorrer este camino de transformación moral y cambio hacia el bien, recibimos la ayuda no sólo de aquellos que nos aman desde el otro lado y que ya superaron esta etapa, sino también de aquellas otras fuerzas que nuestra fe moviliza a nuestro alrededor, y que se ven transformadas en actos de bien, de equilibrio, de ayuda al prójimo. 

Es cuando damos que más recibimos; es cuando nos olvidamos de nosotros mismos para pensar y actuar en el bien de los demás en aquello que necesitan de nosotros, cuando activamos en nuestra alma el resorte del auténtico amor al prójimo; el amor fraterno al que todos debemos llegar con la aspiración de incorporarlo a nuestra vida como hábito de conducta y renuncia total al egoísmo.

Cuando el alma comprende la necesidad de dar este paso, se enfrenta al esfuerzo extraordinario de llevarlo a su vida, y en esto consiste la lucha y el mérito del sacrificio personal que el amor fraterno nos exige, siguiendo así, pálidamente, el ejemplo que el alma angélica del Maestro Galileo dejó en su venida a la Tierra. Nada que tiene mérito se consigue sin esfuerzo.

 Antonio Lledó Flor Amor, Paz y Caridad

«El que domina a los otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso»      Lao-Tse – Filósofo Chino (570 – 490 a.C.)

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EN LA FRONTERA DEL OTRO MUNDO ( 1)       


 Ser o no ser he aquí el problema.                                                                                            Hamlet

 La casi totalidad· del público español ignora un importantísimo movimiento científico-filosófico que se realiza en nuestros tiempos, que, partiendo de los métodos y bases de la ciencia, se propone el estudio del alma y de la vida futura, constituyendo la ciencia­ religión.

Vista folleto En la frontera del otro mundo
Vista folleto En la Frontera del Otro Mundo

En el universo sensible todo está sujeto a la ley de la muerte: mueren los individuos, mueren las naciones y mueren los mundos. El problema del más allá es, por consiguiente, el más importante problema que la inteligencia humana puede proponerse resolver.

En estas modestas páginas sólo podemos bosquejar una ciencia que acaba de nacer, pero que promete mucho. La electricidad y la química, cuyas aplicaciones nos asombran, tuvieron orígenes más humildes.

En menos de medio siglo estas doctrinas se han extendido por todo el mundo, llevando a muchas inteligencias que dudaban y a muchos corazones que sufrían, una creencia y un consuelo que habían buscado en vano en el dogmatismo religioso y en el materialismo científico.

Los dogmatismos religiosos agonizan; el materialismo es injusto y desconsolador; los unos no convencen a la razón; el otro no satisface al sentimiento.

¡Quiera Dios que dé algún resultado una propaganda que no está inspirada en ningún móvil egoísta, sino en el más ardiente amor a la verdad y a todos los seres!

El alma en la anestesia

Creemos oportuno empezar por los fenómenos observados en la anestesia quirúrgica, durante cuyo estado se presentan a veces hechos interesantísimos, que demuestran la existencia de un principio espiritual y la posibilidad de separarlo del cuerpo durante la vida. Estos hechos serían aún más numerosos de lo que son, si la prudencia no aconsejara al cirujano no llevar muy lejos la anestesia, y si el operador y ayudantes, atentos únicamente al resultado de la operación, concedieran alguna atención a los fenómenos psicológicos que muchas veces pasan inadvertidos.

«Si alguna prueba existe de la independencia del yo, es la que nos dan los individuos sometidos a la acción del éter. La sensibilidad, que une la vida y la inteligencia, se extingue; la vida persiste, la inteligencia continúa y el lazo desaparece». Doctor Bonisson.

Velpeau en la sesión celebrada en la Academia de Ciencias de París, el 4 de marzo de 1850, citó dos casos sorprendentes observados por él.

«¡Qué fecundos son para la psicología –añadió el célebre cirujano– estos actos que llegan a separar el alma de la materia, la inteligencia del cuerpo!»

Un enfermo decía al doctor Bourdon, después de la anestesia: «Parecía que una brisa deliciosa me empujaba a través de los espacios». (De l’Ethérisme). El doctor Cassaignac dice, refiriéndose a lo expuesto por algunos operados: «Les parece no encontrarse en su lecho; creen hallarse literalmente en el aire».

El doctor Lasagra consagró a este asunto una preciosa obrita: L’ame, demostration de sa réalité déduite de l’étude des effets du cloroforme sur l’économie, apoyada en observaciones de gran valor.

El periódico inglés The Chemist and Druggist (15 de marzo de 1874) cita un caso sumamente interesante. El operado es un practicante, James Richardson, que describe así sus sensaciones durante la operación (para la anestesia se empleó el protóxido de ázoe):

"Primero sentí pesadez en los párpados, luego se cerraron y me pareció encontrarme en otra atmósfera diferente de la normal, semejante a la de un invernadero. No sentí esa opresión ni sofocación de que tanto se ha hablado.

»Al mismo tiempo percibí como un zumbido. En seguida vi como una luz violada que se movía de una manera extraña. Subía y me pareció que yo la seguía hasta una gran altura.

»Yo era, como si dijéramos, otra persona. Podía ver mi cuerpo y percibía una voz que parecía decir algo a los demás. Pude ver varias personas que, inclinada la cabeza, me miraban detenidamente, o, mejor dicho, miraban mi cuerpo».

El Sr. Richardson siguió relatando sus sensaciones hasta terminar la operación.

El alma en el sueño magnético

Es un hecho que merece tenerse en cuenta la casi unanimidad con que las obras de magnetismo admiten y describen los fenómenos de doble vista, éxtasis, transmisión del pensamiento, etc. El hipnotismo moderno, influido por el carácter materialista de que está revestida nuestra ciencia oficial, había relegado al olvido durante muchos años todos estos hechos, considerándolos como fábulas. No obstante, se ha dejado sentir una poderosa reacción en estos últimos tiempos.

La transmisión del pensamiento (sugestión mental) se ha estudiado en nuestra época por gran número de sabios, y está ya casi admitida oficialmente después de los trabajos de los doctores Ochorowicz, Lombroso, P. Janet, Gibert, Ch. Richet, S. Herrero y otros.

Los doctores Bourru y Burot (profesores de Rochefort) han demostrado que si a ciertos individuos hipnotizados se les acercaban medicamentos (en condiciones tales que no pudieran los resultados obtenidos explicarse por sugestión, olor del medicamento, etcétera), se obtenían idénticos efectos que si los medicamentos se hubiesen ingerido. Estos experimentos han sido comprobados por Chazarnin, Dufour y otros hipnólogos. En estos últimos años han llamado la atención del mundo científico los experimentos de Rochas, quien ha probado que la sensibilidad podía exteriorizarse y que determinados sujetos hipnóticos, al propio tiempo que presentaban la insensibilidad de la piel, ofrecían, más allá del cuerpo, varias capas sensibles.

La facultad de ver sin auxilio de los ojos (doble vista) se presenta en algunos sujetos magnetizados. El doctor Gregory (Letters on animal magnetisme), el barón du Pótet (Traité de magnétisme animal), el doctor Chardel (Essai de psychologie physiologique), el doctor Herbet Mayo (Letter on the truths contained in popular superstitions) y otros muchos autores citan casos concluyentes en favor de lo que decimos.

¡Con cuánta razón afirma el doctor Lélut «que el magnetizado gusta, huele, palpa y ve por una penetración interior especial e independiente de los sentidos»! Physiologie de la pensée

Pero hay un estado llamado éxtasis magnético, todavía más interesante para nuestro asunto. He aquí su descripción: «el magnetizado palidece; hay relajación muscular completa; se creería que había muerto; se siente como un vapor luminoso que piensa separado de su cuerpo»Doctor Charpignon.

«Ve su cuerpo como un objeto extraño que le repugna revestirse»Doctor Chardel

«El éxtasis es la muerte sin muerte; un estado en el cual el alma, separada de la materia, la domina en lugar de ser dominada»Du Pótet.

Lo que caracteriza semejante estado es «una indiferencia absoluta hacia todo lo que se refiere a objetos terrestres. En esta nueva situación el espíritu está lleno de ideas religiosas. La independencia del alma y su inmortalidad son para él, cosas evidentes». Deleuze

«Una sonámbula describía su estado como idéntico al que tendría después de morir»Kerner

La sonámbula Kramer decía a menudo en este estado, que ella estaba «en el más allá» Perty

En las obras de Cahagnet, Bertrand, Richard, Rochas y otros magnetizadores, se encuentran también elocuentes párrafos sobre este asunto.

El éxtasis es el último grado del sueño magnético. El doctor P. Gibier le llama «grado de desdoblamiento».

Únicamente en los últimos grados se presentan los fenómenos de clarividencia, adivinación del pensamiento, etc., es decir, cuando el alma parcialmente separada del cuerpo empieza a gozar de las facultades y sentidos de los espíritus libres.

Las obras de magnetismo anteriores al nacimiento del Espiritismo hablan ya de la posibilidad de comunicar con los muertos. Pero sólo en nuestros tiempos se ha empezado a aplicar seriamente el hipnotismo a la producción de los fenómenos espiritistas. Los profesores Rossi, Pagnoni y Moroni, con su folleto Alcuni saggi di mtdianitá ipnotica; Rouxel con su obra Rapports du magnétisme et du spiritisme; Carl du Prel con su curioso libro La mort, l’au delá y algún otro, marcan la primera evolución en este sentido.

Ya hemos dicho que la transmisión del pensamiento es un fenómeno observado por muchos investigadores en los grados avanzados sueño magnético.

El espíritu, después de la muerte, carece de órganos materiales para emitir y percibir sonidos, pero lee directamente en el pensamiento. Tal es el lenguaje· de los muertos.                                                                                          ( Continúa en el siguiente)

Por Salvador Martín. (tomado de Curso Espírita)

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   Suicidio por amor
Hacía siete u ocho meses que Louis G…, oficial zapatero, era novio de la señorita Victorine R…, costurera de calzados, con la cual debía casarse muy próximamente, puesto que las proclamas estaban en curso de publicación. En este estado de cosas, los jóvenes se consideraban casi definitivamente unidos y, por medida de economía, el zapatero iba todos los días a comer a la casa de su futura esposa.
El miércoles último, en que Louis fue – como de costumbre – a cenar a la casa de la costurera de calzados, sobrevino un discusión a causa de una futilidad; ambos se obstinaron de tal modo y las cosas llegaron a tal punto que Louis se levantó de la mesa y partió jurando nunca más volver. Sin embargo, al día siguiente el zapatero, avergonzado, acabó por ceder y fue a pedir perdón: como se sabe, la noche es buena consejera; pero la costurera, quizá prejuzgando – según la escena de víspera – lo que podría sobrevenir cuando ya no hubiese más tiempo para desdecirse, rehusó reconciliarse, y ni las justificativas, ni las lágrimas, ni la desesperación, nada pudo doblegarla. Entre tanto, anteayer por la noche, como varios días habían transcurrido desde la desavenencia, Louis, esperando que su amada estuviera más tratable, quiso intentar una última aproximación: por lo tanto, llegó y golpeó de modo a hacerse conocer, pero ella se negó a abrirle; entonces, nuevas súplicas fueron dadas por parte del pobre desahuciado, nuevas justificativas a través de la puerta, pero nada pudo conmover a la implacable prometida.
«¡Adiós, entonces, malvada! – exclamó finalmente el pobre muchacho –, ¡adiós para siempre! ¡Procurad encontrar un marido que os ame tanto como yo!» Al mismo tiempo la joven oyó una especie de gemido ahogado, y luego como el ruido de un cuerpo que cae deslizándose a lo largo de su puerta, quedando todo en silencio; entonces, ella imaginó que Louis se había sentado en el umbral de la puerta, esperando que saliera, pero ella se propuso no poner un pie afuera hasta que él se marchara.
Transcurrido apenas un cuarto de hora de lo acontecido, un inquilino que pasaba con luz por el descansillo de la escalera lanzó una exclamación y pidió socorro. Inmediatamente los vecinos llegaron, y la Srta. Victorine – habiendo igualmente abierto su puerta – dio un grito de horror al ver tendido en el suelo a su prometido, pálido e inanimado. Todos se apresuraron por socorrerlo, llamaron a un médico, pero pronto se apercibieron que todo era inútil, pues había fallecido. El desdichado joven había hundido su cuchilla de zapatero en la región del corazón, y el hierro había quedado en la herida.
Este hecho, que encontramos en Le Siècle (El Siglo) del 7 de abril último, ha sugerido la idea de hacerle a un Espíritu superior algunas preguntas sobre sus consecuencias morales. Helas aquí, así como sus respuestas que fueron dadas por el Espíritu san Luis en la sesión de la Sociedad del 10 de agosto de 1858.
1. La joven, causa involuntaria de la muerte de su novio, ¿tiene responsabilidad de lo sucedido?
– Resp. Sí, porque ella no lo amaba.
2. Para prevenir esta desgracia, ¿debería desposarlo a pesar de no quererlo?
– Resp. Ella buscaba una ocasión para separarse de él; hizo al comienzo lo que hubiera hecho más tarde.
3. ¿Entonces su culpabilidad consiste en haber alentado en él sentimientos que ella no correspondía, sentimientos que han sido la causa de la muerte del joven?
– Resp. Sí, así es.
4. En este caso, su responsabilidad debe ser proporcional a su falta; ésta no debe ser tan grande como si hubiera provocado voluntariamente la muerte.
– Resp. Eso salta a la vista.
5. El suicidio de Louis, ¿encuentra una excusa en el desvarío al que lo llevó la obstinación de Victorine?
– Resp. Sí, porque su suicidio, que provino del amor, es menos criminal a los ojos de Dios que el suicidio del hombre que quiere librarse de la vida por un motivo de cobardía.

Nota – Al decir que este suicidio es menos criminal a los ojos de Dios, significa evidentemente que hay criminalidad, aunque menor. La falta consiste en la debilidad que él no supo vencer. Sin duda, ésta era una prueba bajo la cual sucumbió; ahora bien, los Espíritus nos enseñan que el mérito consiste en luchar victoriosamente contra las pruebas de toda especie, que son la propia esencia de nuestra vida terrestre. En otra oportunidad, al haber sido evocado el Espíritu Louis G…, se le dirigieron las siguientes preguntas:
1. ¿Qué pensáis de la acción que habéis cometido?
– Resp. Victorine es una ingrata; hice mal en matarme por su causa, porque ella no lo merecía.
2. ¿Ella, pues, no os amaba?
– Resp. No; al principio creyó que sí; se hizo esa ilusión; la escena que le hice le abrió los ojos; entonces se puso contenta con ese pretexto para desembarazarse de mí.
3. Y vos, ¿la amabais sinceramente?
– Resp. Yo tenía pasión por ella; eso es todo – creo; si la hubiera amado con un amor puro, no habría querido causarle pena.
4. Si ella hubiese sabido que queríais realmente mataros, ¿habría persistido en su negativa?
– Resp. No sé; no lo creo, porque ella no es mala; pero hubiera sido infeliz; para ella aun es mejor que las cosas hayan sucedido así.
5. Al llegar a su puerta ¿teníais la intención de mataros en caso de negativa?
– Resp. No; ni lo pensaba; no creía que fuese tan obstinada; sucedió que, cuando vi su obstinación, un vértigo me dominó.
6. Parecéis no lamentar vuestro suicidio sino porque Victorine no lo merecía; ¿es éste el único sentimiento que tenéis?
– Resp. En este momento, sí; estoy aún completamente turbado; me parece estar a su puerta; pero siento otra cosa que no puedo definir.
7. ¿Lo comprenderéis más adelante?
– Resp. Sí, cuando salga de esta turbación… Está mal lo que hice; yo debía haberla dejado tranquila… Fui débil y sufro las consecuencias… Ya veis, la pasión ciega al hombre y le hace cometer tantas tonterías. Las comprende cuando ya no hay más tiempo.
8. Decís que sufrís las consecuencias; ¿ cuál es la pena que sufrís?
– Resp. Hice mal en abreviar mi vida; no debía haberlo hecho; tendría que haber soportado todo en vez de terminar antes de tiempo; y además, soy desgraciado, sufro; siempre es ella la que me hace sufrir; me parece estar aún allí, a su puerta. ¡Ingrata! No me habléis más de ella, no quiero recordarla: esto me hace mucho mal. Adiós.

Allan Kardec- Revista Espirita de 1858
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