domingo, 30 de noviembre de 2014

Sexo y amor



SEXO Y AMOR

Ignorar el sexo en nuestra edificación espiritual seria ignorarnos.

Sin embargo, urge  situarlo al servicio del amor sin que el amor se le subordine.

Imaginémoslo ambos, en la esfera de la personalidad como el rio y el dique en la largura de la tierra. El rió fecunda. El dique controla. El rió esparce fuerzas. El dique  le detiene la expansión. En el río, encontramos la naturaleza. En el dique sorprendemos la disciplina. Si la corriente amenaza la estabilidad de construcciones dignas, comparece para canalizarla provechosamente en otro nivel. Con todo,  superado el dique, aparece la destrucción toda vez que la masa liquida se dilata en volumen.

Igualmente el sexo es energía creativa, más el amor necesita estar junto a el, para funcionar  por dirección segura.

Si la simpatía sexual pronuncia la disolución de obras morales respetables, es imprescindible que el amor le norteé los recursos para manifestaciones más altas, por cuanto, siempre que la atracción genérica es más poderosa que el amor, surge las crisis de largo curso, retardando el progreso y perfeccionamiento  del alma, cuando no le embargan las pasiones en la locura o en la frustración, en la enfermedad o en el crimen.

Tanto como el dique precisa erguirse en defensiva constante, en el gobierno de las aguas, debe guardarse el amor en permanente vigilancia en la paralización del impulso emotivo. Fiscaliza, así, tus propios deseos.

Todo pensamiento alentado tiende a expresarse en acción.

Casi siempre los que llegan al más allá del túmulo sexualmente depravados, después de largas perturbaciones renacen en el mundo, tolerando molestias insidiosas, cuando no se corporifican en desesperadora condición inversiva, amargando las pesadas pruebas como consecuencias de excesos delictuosos a que se enredaron.

A la manera de enfermos difíciles, en el lecho de la contención, padecen, inhibiciones oscuras o embargan  señales morfológicas en desacuerdo con las tendencias masculinas o femeninas en que aun practican en el elevado intento de optar a la propia caída en nuevos desmanes sentimentales.
  
Ama, pues, y ama siempre, porque el amor es la esencia de la propia vida, mas no pienses en ser amado.

Ama como a hijos del corazón a aquellos de quien por momento, no puedes repartir la convivencia mas íntima, aprendiendo el puro amor eterno que Jesús nos legó

Mas si la inquietud sexual te golpea las horas, no te decidas a aceptar el consejo de la irresponsabilidad que te inclina a partir livianamente “al encuentro de un hombre” o “al encuentro de una mujer”, muchas veces en peligroso agravio de tus problemas.

Antes de todo, procura a Dios, en el corazón, según la fe que cultivas, y Dios que creó el sexo en nosotros, para el engrandecimiento de la criatura, en la carne y en el espíritu, nos  enseñará a dirigirlo.


Por el espíritu Emmanuel Del libro “Religión de los Espíritus” –Psicografiado por Francisco Cándido Xavier

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Reproducimos a continuación  el artículo titulado La Paralitica, publicado en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia” del jornal Diario de S. Paulo, en la década de 1970.
En él se presenta el soneto Rehacimiento, dictado a Chico Xavier  por el espíritu Epifanio Leite. Herculano Pires (sirviéndose del pseudónimo Hermano Saulo) lo comenta por medio de su texto Dolor: ley de equilibrio.

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LA PARALITICA · Francisco Cándido Xavier

Horas antes  de nuestra reunión pública, con los hermanos que se hallaban en nuestra compañía,  fuimos  a la ciudad vecina  a visitar a una niña enferma. No lejos de la casa en la que reside  la pequeña enferma, encontramos  a una señora paralitica, en un rincón casi aislado de la extensa zona rural, que nos solicito oráramos con ella por algunos momentos.
Muy simpática y sufridora,  viviendo de la caridad pública y sin ningún pariente, la situación de ella  realmente nos conmovió mucho.
Volvimos para nuestra reunión. Y, después de nuestra habitual visita a algunos hogares de hermanos nuestros, pasamos  al desarrollo de las tareas de la noche.
El Evangelio Según el Espiritismo nos ofreció el examen  de la hermosa página titulada “Una realeza terrestre”, en el capítulo II, asignada por entidad espiritual que se reportaba a las luchas  que  encontró en la posición altamente destacada que disfrutó en la Tierra.
La comunicación fue cariñosamente estudiada por una de nuestras hermanas presentes. Y, al cierre de la reunión, el poeta Epifanio Leite nos trajo el soneto con expresiva dedicatoria. El mismo, el poeta desencarnado, nos informó por audición, se refería a la paralitica  en penuria material que habíamos visitado horas antes.
Nota – Epifanio Leite de Alburquerque (1891 – 1942) Nació y murió en Fortaleza Ceara. Autor del libro de poesías Escalera de Jacob, miembro de la Academia Cearense de las Letras, fue juez de derecho en Baturite, en el mismo estado. Su poesía se caracteriza por el rigor formal y la delicadeza de sentimientos.


REHACIMIENTO· Epifanio Leite  

(Versos dedicados a la venerable Hermana  que conocimos en la realeza terrestre, hace cuatro siglos. Culta, no esparció los beneficios  de la inteligencia. Amiga incondicional  de los amigos y enemiga implacable  de los adversarios. Generosa para con los áulicos ricos e indiferente  con las víctimas de la penuria.
Aunque destacase las ventajas de la paz, incentivó, cuanto pudo, las guerras de  conquista y ambición. Agradecida  con los vasallos obedientes, perseguía, hasta la muerte, a cuantos no observasen sus directrices. Amada  y odiada, alcanzó el más allá y, frente a la verdad, se preocupó  con su propia redención.
Regreso a la Tierra, varias veces, apagándose, poco a poco el brillo terreno que ostentaba, hasta que rogo la prueba final, en la que la identificamos actualmente, habilitándose en un cuerpo enfermo y deforme, en acentuada penuria, para la ascensión próxima  en la espiritualidad superior.
A esa hermana admirable y valerosa, capad de omitirse y sufrir hasta la integral reparación de la propia grandeza en si misma, ofrecemos aquí  nuestro sencillo homenaje, deseándole la plena victoria en Jesús y con Jesús.)
¡Te veo soberana, en los paneles de la memoria!
El trono te moldea la cara de otras eras…
Oprimida sin temor, superando lo que prevaleció,
¡Brilla el esplendor de la vanidad ilusoria! ...

La pasión que foguea el hambre de la vanagloria, 
Exilas y destruyes, humillas y encarcelas…
Viene la muerte no en tanto, entre fuerzas austeras,
¡Y largas bajo la ceniza la pompa transitoria!
Se fue el tiempo… Hoy te halle en catre duro y estrecho,
Paralitica y sola, atornillada en el lecho!...
Llore al verte en una  choza  y el triste cuarto en ruinas!
Más alabanza  fiel de ahora ante el sol del futuro…
Por el dolor subirás al reino del amor puro,
En tu carro estelar de azucenas divinas!


DOLOR: LEY DE EQUILIBRIO · Hermano Saulo
Es fácil decir que ese episodio proviene de la sugestión. Chico Xavier acredita en la reencarnación, se impresionó con la paralitica  e inconscientemente procuró explicar el caso. En la sesión espirita, cayó en trance y, de su inconsciente, afloró a través  de la escritura automática  el soneto   y su dedicatoria. Si preguntamos  cómo explicar la abertura del Evangelio en la pagina aplicable al caso, es fácil apelar  para la influencia del medio, más toda la explicación no pasaría de un arranque hipotético, sin cualquier prueba objetiva. Simple fabulación pseudocientífica.
En la doctrina espirita  no hay fabulas de esa especie. Hay hechos y comprobaciones:  la mediúmnidad estudiada experimentada desde Kardec hasta nuestros días , comprobando su realidad a través de resultados positivos, más allá de las comprobaciones venida de la propia área científica materialista, a través  de las investigaciones  metapsíquicas  y parapsicológicas; la reencarnación sometida al mismo proceso, la psicografia analizada en sus dos aspectos, el anímico  (escrita automática) y el espiritual (escrita psíquica de autores espirituales identificados rigurosamente). Más allá de eso, la convergencia diaria  y universal de las pruebas en todo el mundo.
¿Dode entra el poeta Epifanio Leite en la fabulación inconsciente? ¿Cómo  y por qué surgió en la memoria sublimada de Chico Xavier? ¿Y como esa imagen fantasiosa consiguió imitar  el estilo del poeta? Sabemos  que Epifanio Leite es casi totalmente desconocido y que el médium no es ningún especialista en poesía e historia  literaria. Confrontando ese episodio con muchos  otros de la bibliografía espirita  y de las ciencias psíquicas, no tenemos razón para dudar de su veracidad. La hipótesis espirita se confirma en el testimonio universal de los hechos.  Se legitima científicamente a través de estudios e investigaciones –espiritas y no espiritas – en el  transcurrir de más de un siglo.
León Denis definió el dolor  como “una ley de equilibrio y educación”. Vemos en ese episodio la acción de esa ley a través de cuatro siglos. Y no vemos  a Dios castigando  a la ex soberana, más si ella misma sometiéndose a la ley de equilibrio para alcanzar, por medio del dolor, la comprensión y el sentimiento de humanidad que le faltaron en el pasado.

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                     El amor

El amor es la celestial atracción de las almas y de los mundos, la potencia divina que une a los universos, los gobierna y los fecunda. ¡El amor es la mirada de Dios! No designéis con semejante nombre la pasión ardiente que excita los deseos carnales. Eso no es más que una sombra, una grosera imitación del amor. No; el amor es el sentimiento superior en el que se funden y se armonizan todas las cualidades del corazón; es la coronación de las virtudes humanas, de la dulzura, de la caridad, de la bondad; es el nacimiento en el alma de una fuerza que nos impulsa, por encima de la materia, hacia las alturas divinas; nos une a todos los seres, y despierta en nosotros felicidades íntimas que llegan mucho más lejos que todas las voluptuosidades terrenas. Amar es sentirse vivir en todos y por todos: es consagrarse hasta el sacrificio, hasta la muerte, a una causa o a un ser.
Si queréis saber lo que es amor, considerad las grandes figuras de la humanidad, y, sobre todo, a Cristo, para quien el amor era toda la moral y toda la religión. ¿No dijo: "Amad a vuestros enemigos, y haced el bien a aquellos que os persiguen"...?
Al emplear este lenguaje, Cristo no nos exige un afecto que no pueda caber en nuestro corazón, sino la ausencia de todo odio y de todo espíritu de venganza; una disposición sincera para ayudar, cuando llegue la ocasión, a aquellos que nos afligen. Una especie de misantropía, de laxitud moral aleja, a veces, a los buenos espíritus del resto de la humanidad. Hay que reaccionar contra esa tendencia al aislamiento, considerando todo cuanto existe de grande y de hermoso en el ser humano, acordándose de todas las muestras de afecto, de todos los actos bienhechores de que se fue objeto.¿Qué es el hombre separado de sus semejantes, privado de la familia y de la patria? Un ser inútil y desgraciado. Sus facultades se debilitan, sus fuerzas se aminoran y la tristeza le invade. En la soledad, no se progresa. Así pues, hay que vivir con los hombres y ver en ellos a unos compañeros necesarios.
El buen humor es la salud del alma. Dejemos que nuestro corazón se abra a las impresiones sanas y fuertes. ¡Amemos para ser amados! Si nuestra simpatía debe extenderse hasta todo cuanto nos rodea seres y cosas, hasta todo lo que nos ayuda a vivir y aún hasta los miembros desconocidos de la gran familia humana, ¿qué amor profundo e inalterable no deberemos a nuestros padres? al padre cuya solicitud sustentó nuestra infancia, a quien durante mucho tiempo trabajó para allanar ante nosotros el rudo sendero de la vida, y a la madre que nos llevó en su seno y nos alimentó, que veló con angustia nuestros primeros pasos y nuestros primeros dolores. ¿Con qué tierna abnegación no deberemos rodear su vejez y reconocer su afecto y sus asiduos cuidados?
A la patria debemos igualmente nuestro corazón y nuestra sangre. Ella recoge y transmite la herencia de las numerosas generaciones que trabajaron y sufrieron para edificar una civilización cuyos frutos recibimos al nacer. Guardiana de los tesoros intelectuales acumulados por las edades, vela por su conservación y por su desarrollo, y, madre generosa, los distribuye entre todos sus hijos. En ese patrimonio sagrado, ciencias y artes, leyes, instituciones, orden y libertad; en todo el inmenso engranaje que ha salido del pensamiento y de las manos de los hombres; en todo lo que constituye la riqueza, la grandeza y el genio de una nación, tenemos todos parte. Sin la patria, sin esa civilización que ella nos lega, no seríamos más que salvajes. ¡Por mucho que hagamos por ella, nunca le devolveremos lo que ella hizo por nosotros!
Veneremos la memoria de aquellos que contribuyeron con sus vigilias, con sus esfuerzos y sus sacrificios a reunir y a aumentar esa herencia; la memoria de los héroes que defendieron la patria en las horas horribles; la de todos aquellos que, hasta en el umbral de la muerte, proclamaron la verdad, sirvieron a la justicia y nos transmitieron, enrojecidos con su sangre, las libertades y los progresos de que gozamos. El amor, profundo como el mar e infinito como el cielo, abarca a todos los seres. Dios es su centro. Como el Sol se eleva indiferentemente sobre todas las cosas y da calor a la Naturaleza entera, el amor divino vivifica a todas las almas; sus rayos penetran a través de las tinieblas de nuestro egoísmo y van a iluminar con resplandores temblorosos el fondo de todo corazón humano.
Todos los seres han sido hechos para amar. Las parcelas de la vida moral y los gérmenes de bien que reposan en ellas, fecundados por el foco supremo, brotarán un día y florecerán hasta que queden reunidos en una comunión de amor, en una fraternidad universal. Cualquiera que sea quien lea estas páginas, sepa que nos encontraremos algún día, bien en este mundo, en existencias ulteriores, bien en una esfera más avanzada o en la inmensidad de los espacios, y que estamos destinados a influirnos en el sentido del bien, a ayudarnos en nuestra ascensión común.
Hijos de Dios, miembros de la gran familia de los espíritus, señalados en la frente con el signo de la inmortalidad, estamos destinados a conocernos y a unimos en la santa armonía de las leyes morales divinas, lejos de las pasiones y de las grandezas engañadoras de la Tierra. Mientras esperamos ese día, que mi pensamiento vaya hacia ti, ¡oh, hermano o hermana mía!, como un testimonio de dulce simpatía; que te sustente en tus dudas, que te consuele en tus dolores, que te reanime en tus desfallecimientos; que se junte con el tuyo para pedir a nuestro Padre común que nos ayude a conquistar un porvenir mejor.
Leon Denis
Extraído del libro "El camino recto" El Camino Recto

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sábado, 29 de noviembre de 2014

El camino recto


EN EL GRAN PROGRAMA
Luis Carlos Formiga


¿Qué hacer para ser incluidos por la Espiritualidad Mayor en el gran programa de los trabajadores del Bien, en esta hora de transición?

José del Patrocinio (1) nos afirma que Espíritus Nobles celan por el equilibrio, por la prudencia y por el orden, en este momento en el que estamos siendo focalizados por las lentes de los otros pueblos. Nos alerta de que somos observados por diversos espíritus, organizados, adversarios, que desean desmoralizar el Programa de Jesús en Brasil.

Nos advierte para que vayamos a caer en la celada de la indignación, contra los mal efectos que observamos, bajando el patrón vibratorio por la demencia pasajera, de la ira y de la cólera, (2) cuando entonces nos desequilibramos.

Nos dice que los cambios son necesarios, más que la prudencia pueda conducirnos con equilibrio.

Estimulando nuestra atención, con la prudencia y el cuidado, nos informa de la existencia de un programa de trabajo organizado, visando establecer protección advenida de las fuerzas de la luz. Son puntos estratégicos en las ciudades y en los ambientes de los juegos. ¿Cómo podríamos ayudar?

El Espíritu nos responde diciendo que debemos habituarnos, en estos días, a amanecer orando por la Patria, que mentalicemos la paz durante el día y, al adormecer, oremos por el equilibrio en la patria.

Nos advierte comentar el mal, ya es propagar el mal. Que por el contrario, hemos de procurar ofrecer el mejor ambiente vibratorio de belleza espiritual a los otros pueblos.

De esta forma, estaremos siendo incluidos, aunque espíritus pequeños y humildes, un cisco de Francisco (3), en el gran programa de los trabajadores del Bien.

No solo el alcohol nos desequilibra. Cuidado con la “Ira santa”. En estas horas más difíciles, oremos (4) “Para que el Señor nos conceda, la serenidad necesaria para aceptar las cosas que no podemos modificar, coraje para modificar aquellas que podemos y la sabiduría para distinguir unas de las otras. “
Al final, si el Evangelio es el corazón de la Biblia y el Sermón de la Montaña es el alma del Evangelio, como dice Rhoden, bienaventurados los que son blandos y pacíficos

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EL EVANGELIO EN EL ESPIRITISMO

El Espiritismo evangélico es el Consolador prometido por Jesús, que, mediante la voz de los seres redimidos, difunde las luces divinas por la Tierra entera, restableciendo la verdad y alzando el velo que cubre las enseñanzas, en cuanto Cristianismo redivivo, con el objeto  de que los hombres despierten a la era grandiosa de la comprensión espiritual con Cristo.

Igual que Jesús, el Consolador tendrá que afirmar también: “No penséis que he venido para abrogar la Ley…”

No puede el Espiritismo abrigar  la pretensión de eliminar a las demás creencias, parcelas de la verdad que su doctrina representa, pero si trabajar por transformarlas, elevando sus antiguas concepciones hacia el resplandor de la verdad inmortal.

La misión del Consolador tiene que realizarse en las almas  y no con las minúsculas y efímeras glorias de los triunfos materiales. Al poner en claro el error religioso, donde quiera que este se encuentre, y revelar la verdadera luz, por medio de actos y enseñanzas, el espirita sincero enriquece los valores de la fe y representa al obrero de la regeneración del templo del Señor, donde los hombres se agrupan en diversos sectores y ante diferentes altares, pero en el cual un solo Maestro existe, que es Jesucristo.

La fe significa tener  en el corazón la luminosa certidumbre de Dios, certeza esta que ha excedido ya el ámbito de la creencia religiosa, haciendo que el corazón se apoye en una energía constante  de realización divina de la personalidad.

Obtener la fe es haber alcanzado la posibilidad de no decir “yo creo”, sino afirmar “yo sé”, con todos los valores de la razón iluminados  por luz del sentimiento. Esa fe no puede paralizar en ninguna circunstancia  de la vida y sabe trabajar siempre, intensificando la amplitud de su iluminación por el dolor o la responsabilidad, por el esfuerzo o el deber cumplido.

Traduciendo la certidumbre de la ayuda de Dios, expresa la confianza que sabe afrontar todas las luchas y problemas con la luz divina en el corazón y significa la humildad redentora que edifica en lo intimo del espíritu la disposición sincera del discípulo en los que respecta a aquello de “Hágase en el esclavo la voluntad del Señor”.
Creer es una expresión de creencia de la cual los auténticos valores de la fe se encuentran en estado embrionario.

El acto de creer en algo requiere la necesidad del sentimiento y de la razón, para que el alma edifique en si misma la fe. Admitir afirmaciones más extrañas sin someterlas primero a un examen minucioso equivale a marchar hacia el desfiladero del absurdo, donde los fantasmas dogmáticos conducen a los seres a todos los disparates. Interferir en problemas esenciales de la vida sin que la razón sea iluminada por el sentimiento es buscar el mismo declive donde los espectros despiadados de la negación llevan a las almas a perpetrar muchos crímenes.

Toda duda que se manifieste en un alma llena de buena voluntad, y que en su sinceridad no se precipite a formular definiciones apriorísticas, o que no acuda a la malicia para obtener apoyo a sus cogitaciones, es un elemento beneficioso para esa alma  que marcha, con la inteligencia y el corazón rumbo a la sublimada luz de la fe.

Toda sana curiosidad  es normal. Entre tanto, el hombre debe comprender que la solución de esos problemas la obtendrá en forma natural, una vez que haya resuelto su situación de deudor con respecto a sus semejantes, haciéndose entonces acreedor a las revelaciones divinas.

La existencia del hombre, con sus características de trabajo por la redención espiritual, presenta muchos bienes que a sus ojos son valiosos, en la serie de luchas, esfuerzos y sacrificios que cada espíritu realiza. Para Los espíritus luminosos, en cambio,  el mayor tesoro de la vida terrestre estriba en la recta y pura conciencia, iluminada por la fe y formada en el cumplimiento de los más altos deberes.

El espíritu en la tierra es correcto que solo reflexione, sobre los temas que van más allá de su ambiente, después de haber llevado a cabo todo el esfuerzo de iluminación  que puede el mundo proporcionarle, en sus procesos de depuración y perfeccionamiento.

Los nuevos discípulos del Evangelio tienen que comprender que los dogmas han pasado. Y las religiones literalitas que los crearon lo han hecho siempre  obedeciendo a disposiciones para el gobiernos de las masas.

Con arreglo a las nuevas expresiones evolutivas, sin embargo, los espiritistas  han de evitar  las manifestaciones dogmáticas, comprender que la Doctrina es progresiva y abstenerse de toda pretensión de inhabilidad, vista la grandeza, insuperable del evangelio.

Los espiritistas cristianos deben pensar mucho en la iluminación de si mismos antes de abrigar la retensión de convertir a otros.

Tratándose de hombres de nota, según los convencionalismos terrestres, el cuidado de los espiritas debe ser aun mayor, por haber en el  mundo un concepto  soberano de “fuerza” para todos los seres que están luchando espiritualmente  por la obtención de los títulos del progreso. Esa “fuerza” seguirá existiendo entre los humanos hasta que sus almas se hayan compenetrado de la necesidad de instituir en su corazón el reino de Jesús, y trabajen  por su realización plena.

Los individuos que poseen el  poder temporal, (Hay excepciones)  aceptan muchas veces  solo los postulados que la  “fuerza” sanciona  o los principios con los que ella concuerda. Enceguecidos  temporalmente por los velos de la vanidad y la fantasía, que la “fuerza”  les proporciona, es menester los  dejemos  en libertad para llevar a efecto sus experiencias. Día vendrá  en que han de brillar  en la Tierra los eternos derechos  de la verdad y del bien, anulando esa “fuerza” transitoria.  El divino Maestro, que al traer al mundo  el mayor mensaje  de amor y de vida para todos los tiempos, no se preocupo por convertir al evangelio a los Pilatos,  a los Antipas de su época.

El Espiritismo, en cuanto al Cristianismo redivivo, no debe pretender disputar un asiento para el banquete de los Estados del mundo, cuando bien se le alcanza que su misión divina  ha de cumplirse junto a las almas, de acuerdo con los auténticos fundamentos del reino de Jesús.


Trabajo extraído  del libro “El Consolador” de Chico Xavier

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Fe, esperanza y consuelos 

La fe es la confianza del hombre en sus destinos, el sentimiento que le lleva hacia el Poder infinito; es la certidumbre de haber entrado en el camino que conduce a la verdad. La fe ciega es como un farol cuyo rojo resplandor no puede traspasar la niebla; la fe esclarecida es un faro poderoso que ilumina con una viva claridad el camino que se ha de recorrer. No se adquiere esta fe sin haber pasado por los tormentos de la duda, por todas las torturas que vienen a sitiar a los investigadores. Éstos no obtienen más que una abrumadora incertidumbre, y flotan durante mucho tiempo entre dos corrientes contrarias. ¡Dichoso el que cree, sabe, ve y camina de un modo seguro! Su fe es profunda, inquebrantable. Le hace capaz de salvar los mayores obstáculos.
En este sentido, se ha podido decir, en forma figurada, que la fe levanta las montañas, representando las montañas, en este caso, las dificultades acumuladas en el camino de los innovadores, las pasiones, la ignorancia, los prejuicios y el interés material. Sólo se ve comúnmente en la fe la creencia en ciertos dogmas religiosos aceptados sin examen. Pero la fe es también la convicción que anima al hombre y le orienta hacia otras finalidades. Existe la fe en uno mismo o en una obra material cualquiera, la fe política y la fe en la patria. Para el artista, el poeta y el pensador, la fe es el sentimiento del ideal, la visión de ese foco sublime, encendido por la mano divina en las cimas eternas para guiar a la humanidad hacia la Belleza y la Verdad. La fe religiosa, la cual prescinde de la razón y se refiere al juicio de los demás, que acepta un cuerpo de doctrina verdadera o falsa y se somete a él sin comprobación, es la fe ciega.
En su impaciencia, en sus excesos, recurre cómodamente a la opresión y conduce al fanatismo. Considerada bajo este aspecto, la fe es todavía un móvil poderoso. Ha enseñado a los hombres a humillarse y a sufrir. Pervertida por el espíritu de dominación, ha sido la causa de muchos crímenes; pero, en sus consecuencias funestas, nos pone aún de manifiesto la multitud de recursos que existen en ella. Ahora bien, si la fe ciega puede producir tales efectos, ¿qué no hará la fe basada en la razón, la fe que juzga, discierne y comprende? Algunos teólogos nos invitan a despreciar la razón, a renegar de ella, a hollarla con los pies. Objetan todos los errores en los cuales ha caído, y parecen olvidar que es la razón misma la que nos ha ayudado a corregirlos. ¿Debemos, pues, renegar de ella, cuando es ella misma la que nos revela lo que es bueno y bello? La razón es una facultad superior destinada a esclarecernos todas las cosas; se desarrolla y aumenta con el ejercicio, como todas nuestras facultades. La razón humana es un reflejo de la Razón eterna. "Es Dios en nosotros", ha dicho San Pablo. Desconocer su valor y su utilidad es desconocer la naturaleza humana y ultrajar a la Divinidad misma. Querer reemplazar la razón por la fe es ignorar que ambas son solidarias. Se afirman y se vivifican la una a la otra. Su unión abre al pensamiento un campo más vasto; armoniza nuestras facultades y nos proporciona la paz interior. La fe es madre de los nobles sentimientos y de las grandes acciones.
El hombre profundamente convencido permanece inquebrantable ante el peligro, como en medio de los sufrimientos. Por encima de las seducciones, de las adulaciones y de las amenazas; más alta que la voz de la pasión, oye una voz que resuena en las profundidades de su conciencia, y cuyos acentos le reaniman en la lucha y le advierten en las horas peligrosas. Para producir tales resultados, la fe ha de reposar sobre el fondo sólido que le ofrecen el libre examen y la libertad de pensamiento. En lugar de dogmas y misterios, sólo debe reconocer los principios que se deduzcan de la observación directa y del estudio de las leyes naturales. Tal es el carácter de la fe espiritista. La filosofía de los espíritus nos ofrece una creencia que no por ser racional deja de ser robusta. El conocimiento del Mundo Invisible, la confianza en una ley superior de justicia y progreso imprime a la fe un doble carácter de calma y de seguridad. ¿Qué puede temerse, en efecto, cuando se sabe que ninguna alma puede perecer, que después de las tempestades y de los desgarramientos de la vida, más allá de la sombría noche donde todo parece abismarse, se ve apuntar el resplandor encantado de los días que no han de terminar nunca? Cuando avanza la vejez helada, poniéndonos su estigma sobre la frente, apagando nuestros ojos, arrugando nuestros miembros, encorvándonos bajo su peso, entonces vienen con ella la tristeza, el disgusto de todo y una gran sensación de fatiga, una necesidad de reposo como una sed de la nada. ¡Oh! En esa hora de turbación, en ese crepúsculo de la vida, ¡cómo regocija y reconforta la lucecita que brilla en el alma del creyente, la fe en el porvenir infinito, la fe en la justicia, en la Suprema Bondad! Penetrados de la idea de que esta vida no es más que un instante en el conjunto de nuestra existencia inmortal, recibamos con paciencia los males inevitables que enfrentamos. Las perspectivas de las épocas que nos esperan nos darán fuerza para dominar las miserias presentes y para colocarnos por encima de las fluctuaciones de la fortuna. Nos sentiremos más libres y mejor armados para la lucha.
Al conocer la causa de sus males, el espiritista comprende la necesidad de ellos. Sabe que el sufrimiento es legítimo, y lo acepta sin protestar. Para él, la muerte no supone la nada; los lazos de afecto persisten en la vida de ultratumba, y todos los que son amados en la Tierra vuelven a encontrarse, emancipados de las miserias terrenales, lejos de esta dura mansión; sólo hay separación para los malos. De estas convicciones deducen consuelos desconocidos los indiferentes y los escépticos. Si de un extremo al otro del globo todas las almas comulgasen en esta fe poderosa, asistiríamos a la transformación moral más grande que hubiera de registrar la historia. Sin embargo, muy pocos hombres poseen esta fe aún. El espíritu de Verdad ha hablado a la Tierra, pero ésta no ha prestado oído atento a sus acentos. No son los poderosos los que han escuchado, sino más bien los humildes, los pequeños, los desheredados, todos los que tienen sed de esperanza.
La Revolución Espiritista encontró en un principio una viva oposición en los ambientes religiosos y científicos. Esto estado de cosas tiende a atenuarse. Muy pocos hombres tienen el valor de desdecirse y confesar que se han equivocado; la mayoría prefiere combatir durante toda la vida una verdad que puede comprometer sus intereses o echar por tierra sus afirmaciones. Otros, en secreto, reconocen la bondad y la grandeza de esta doctrina, pero sus exigencias morales les espantan. Aferrados a sus placeres, deseando vivir a su gusto y sin cuidarse del más allá, alejan de su pensamiento todo lo que les lleve a romper con las costumbres perniciosas que les son queridas. Estas teorías constituirán para ellos, por consiguiente, un venero de amargos pesares. Nuestra sociedad febril se cuida muy poco de una enseñanza moral. Demasiadas opiniones contradictorias tropiezan y se entrechocan; en medio de este estado confuso, empujado por el torbellino de la vida material, el hombre reflexiona poco. Pero todo espíritu sincero que busque la fe y la verdad las encontrará en la Revelación Nueva. Una influencia de lo Alto se esparcirá sobre él y le guiará hacia esta luz naciente que algún día iluminará a la humanidad entera.
León Denis
Extraído del libro "El camino recto"
                    
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viernes, 28 de noviembre de 2014

El Espiritismo y la guerra


           RESPONSABILIDAD ANTE LA VIDA

                                                       EUTANASIA

Tema de frecuente discusión, por unos defendida, por otros censurada, la eutanasia, o "sistema que procura dar muerte sin sufrimiento a un doliente incurable", regresa a los debates académicos, frente a su aplicación sistemática por eminentes autoridades médicas, en criaturas incapaces físicas o mentales desde el nacimiento, internadas en Hospitales Pediátricos, sin esperanzas científicas de recuperación o sobrevivencia...
La sociedad moderna basa su ordenamiento jurídico en la protección de los derechos humanos. En este sentido, cada enfermo tiene derecho a decidir, informadamente, sobre los asuntos que pertenecen a una esfera tan privada como su cuerpo; y en virtud de esto, decidir cómo quiere seguir -o no seguir- viviendo.
"La eutanasia, es decir, el acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, aunque sea por voluntad propia o a petición de sus familiares, es contraria a la ética. Ello no impide al médico respetar el deseo del paciente de dejar que el proceso natural de la muerte siga su curso en la fase terminal de su enfermedad."
Practica nefasta que testimonia la predominancia del concepto materialista sobre la vida, que apenas ve la materia y sus implicaciones inmediatas, en detrimento de las realidades espirituales, refleja, también, la soberanía del primitivismo animal en la constitución emocional del hombre.
En la Grecia antigua, la hegemonía espartana, siempre armada para la guerra y la destrucción, insirió en su Estatuto el empleo legal de la eutanasia eugenésica en relación a los enfermos, mutilados, psicópatas considerados inútiles, que eran arrojados al Eurotas por pesar negativamente en la economía del Estado. Guiados por superlativo egoísmo y prepotencia, a pesar de los conflictos arbitrarios del exagerado orgullo nacional, se hicieron víctimas de la impulsividad belicosa que cultivaban...
Otros pueblos, desde la más remota antigüedad, se permitían practicar ese "homicidio ejercido por compasión"...
En circunstancia alguna, o bajo ningún motivo, cabe al hombre derecho de escoger y deliberar sobre la vida o la muerte en relación a su prójimo.
Los criminales más empedernidos, homicidas o genocidas entre los más hediondos, no deben tener cortadas sus vidas, sino antes ser aislados de la convivencia social, en celdas, o en trabajos rectificadores, en los cuales expurguen bajo la acción del tiempo y de la reflexión, que tarda más alcanza al infractor, haciéndolo expiar los delitos perpetrados. Aun cuando se trate de réprobos anatematizados por desconcierto mental, no faltan Nosocomios judiciales donde pueden recibir conveniente asistencia a la que tienen derecho, sin que sean considerados inocentes por los crímenes perpetrados... Recuperando la salud, eventualidad excepcional que puede suceder, cercados, por el peligro de probable reincidencia psicopática, podrán de alguna forma, retribuir de manera positiva a la Sociedad, los daños que hayan causado.
En lo que tañe a los enfermos considerados irrecuperables, conviene considerar que dolencias, ayer  detestables como incurables, son hoy capitulo superado por el triunfo de hombres-sacerdotes de la Ciencia Médica, que la ennoblecen por la contribución que sus vidas ofrecen en beneficio de la Humanidad. Siempre hay, pues, posibilidad de mañana conseguir la victoria sobre la enfermedad irreversible de hoy. Diariamente, para ese desiderata, se sumergen en la carne Espíritus Misioneros que se aprestan a aligerar e impulsar el progreso, realizando descubrimientos y conquistas superiores para la vida, fuente poderosa de esperanza y conforto para los que sufren, en nombre del Supremo Padre.
Ante las expresiones teratológicas, al revés de la precipitación de la falsa piedad en aliviar a los pacientes de los sufrimientos, se ha de pensar en la terapéutica divina, que se sirve del presidio orgánico y de las jaulas mentales para ajusticiar a los infractores de variados matices que pasaron por la 'Tierra impunes, inadvertidos, mas que no pudieron huir a las sanciones de la conciencia en falta ni a la Legislación Superior, a la cual rogaron enseñanza de recomienzo, recuperación y sublimación porque anhelaban la edificación de la paz intima.
Suicidas, - esos pobres rebelados contra la Divinidad - que despedazaron el cráneo, en embestidas de odio contra la existencia, reencarnan perturbados por la idiotez, sordo-mudez, conforme a la parte del cerebro afectada, o por hidrocefalias, mongolismos; los que tentaron ahorcarse, reaparecen con los procesos de la paraplejia infantil; los ahogados, padecen enfisema pulmonar; los que descerrajaron tiros al corazón, retornan bajo el yugo de cardiopatías congénitas irreversibles, dolorosas; los que se utilizaron de tóxicos y venenos, vuelven bajo el tormento de las deformaciones congénitas, de la asfixia respiratoria, o estertorosos por úlceras gástricas, duodenales y canceres devoradores; los que despedazaron el cuerpo en fugas espectaculares, recomienzan victimados por atrofias, deformaciones, limitaciones punzantes, en que aprenden a valorizar la grandeza de la vida..
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Agresores, exploradores, amantes de la rapiña, de las arbitrariedades, de los abusos de cualquier naturaleza vuelven a los escenarios en que se empecinaron, o corrompieron, o se hicieron infelices, alcanzados por la impronta de las soberanas leyes del orden y del equilibrio, rehaciendo el camino antes recorrido criminalmente y atesorando los sagrados valores de la paciencia, la comprensión, el respeto a si mismos y al prójimo, la humildad, la resignación, armándose de bendiciones para futuros cometidos dichosos.
¿Quién se podrá atribuir el derecho de interrumpirles la santificadora existencia preciosa?
Las personas que se les vinculan en la condición de padres, cónyuges, hermanos, amigos, también les son participes de los dramas y tragedias del pasado, responsables directos o inconscientes, que ahora se rehabilitan, debiendo extenderles manos generosas, auxilio fraterno, por lo menos migajas de amor.
Nadie se deberá permitir la interferencia destructiva o liberativa por medio de la eutanasia en tales procesos redentores. Personas que se dicen penalizadas por los sufrimientos de familiares y que desean que les sean luego cesados, casi siempre actúan por egoísmo, presurosos de liberarse del compromiso y de la responsabilidad de ayudarlos, sustentarlos, amarlos más.
No faltan terapéuticas médicas y quirúrgicas que pueden amainar el dolor, perfectamente compatibles con la caridad y la piedad cristianas.
A nadie es dado precisar el tiempo de vida o sobrevida de un paciente. Son tan escasos de exactitud los pronósticos humanos en este sector del conocimiento, cuanto no sucederá en otros!
¿Cuántos enfermos, rudamente vencidos, desesperados recobran la salud sin aparente razón o lógica?
¿Cuántos otros hombres en excelente forma, portadores de sanidad y robustez, son victimados por sorpresas orgánicas y sucumben imprevisiblemente?
El conocimiento de la reencarnación proyecta luz en los más intrincados problemas de la vida, dirimiendo los equívocos y dudas en torno a la salud como a la enfermedad, a la desdicha como a la felicidad y contribuyendo eficazmente para la perfecta asimilación de los postulados renovadores de los que Jesús Cristo se hizo abanderado por excelencia y el Espiritismo, el Consolador encargado de demostrarlo en los tormentosos días de la actualidad.
Argumentan, en tanto, los utilitaristas que las importancias prodigadas con los pacientes irrecuperables podrían ser utilizadas para pesquisas valiosas o para impedir que hombres sabios enfermasen, o para asistir convenientemente a los que, dolientes, pueden ser salvados ... Y desvarían, utopistas, insensatos sin considerar las fortunas que son tiradas en espectáculos ruidosos y funestos de exaltación de la sensualidad, del Fausto exagerado, de las disipaciones, sin que se les ocurra la necesidad de la aplicación correcta de tales patrimonios en medidas preventivas saludables o socorro a las multitudes famélicas y desnudas que pululan en todas partes, pereciendo, a modo de migaja de pan, revolviéndose en la desesperación por la ausencia de una gota de luz o una insignificante contribución de misericordia.
Cada minuto en cualquier vida es, por tanto, precioso para el Espíritu en rescate bendito. ¿Cuantas resoluciones nobles, decisiones felices o actitudes desdichadas ocurren en un relámpago, imprevistamente?

Penetrándose el hombre de responsabilidad y caridad, iluminado por la fe religiosa, fundada en hechos de la inmortalidad, de la comunicabilidad y de la reencarnación, abominara en definitivo la eutanasia intentando todo para cooperar con su hermano en los justos resarcimientos que la Divina Justicia le otorga para la conquista de la paz interior y de la evolución.

Extraído del libro “Después de la Tempestad” de Divaldo Pereira Franco

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            EL ESPIRITISMO Y LA GUERRA
             













Un  velo de tristeza y de duelo cubre y se extiende sobre el país que sufre una guerra. Muchos son los hermanos que lloran por la pérdida de sus seres amados.

Es preciso en presencia de tal cúmulo de males proyectar el pensamiento hacia los principios eternos que rigen a las almas y a las cosas. Solo en el Espiritismo encontramos  la solución de los múltiples problemas que un drama así plantea. En el beberemos los consuelos capaces de mitigar el dolor.

Muchos son los que preguntan:

-¿ Por qué permite Dios tantos crímenes y calamidades?.

Ante todo, digamos que Dios respeta la libertad humana, por cuanto ésta es el instrumento de todo progreso y la condición esencial de nuestra responsabilidad moral. Sin libertad – vale decir, sin libre arbitrio – no habría ni bien ni mal y, por tanto no existiría posibilidad de progreso.

Es ese principio de la libertad, que constituye a la par la prueba y la grandeza del hombre, puesto que le confiere el poder de escoger y de obrar; es el origen de los esplendores morales para aquel que esté resuelto a elevarse.

¿ Acaso en una guerra no se ve, a unos que se rebajan por debajo del nivel de la animalidad y a otros que, con su consagración y auto sacrificio alcanzan las alturas de lo sublime?.

Para los Espíritus inferiores, como lo son la mayoría de los que pueblan la tierra, el mal es el resultado inevitable de la libertad. Pero dios, en su honda sabiduría y su conciencia infinita, del mal cometido sabe extraer un bien para la humanidad.

Colocado por encima del tiempo, domina El  la serie de los siglos, en tanto nosotros, nos cuesta trabajo aprehender el eslabonamiento de las causas y sus efectos. De todos modos, tarde o temprano y sin lugar a dudas suena la hora de la justicia eterna.

Sucede a veces que los hombres, olvidando las leyes divinas y la finalidad de la vida, resbalan por la pendiente del sensualismo y se hunden en la materia. Entonces, todo lo que constituía la belleza de su alma queda velado y desaparece, dando lugar al egoísmo, la corrupción y el desarreglo en todas sus formas. Llegándose a no tener otros ideales que la fortuna y los placeres. El alcoholismo y la disipación ciegan las fuentes de la vida. Y para tantos excesos solo queda un remedio: ¡el sufrimiento!. Las bajas pasiones emanan fluidos que poco a poco van acumulándose y terminan por resolverse en catástrofes y calamidades: de ahí las guerras.

No faltan advertencias y consejos. Pero los seres humanos hacen oídos sordos a las voces del Cielo. Dios nos deja hacer, pues sabe que el dolor es el único medio eficaz para reconducir a los hombres a miras más sanas y sentimientos más generosos.

Desde el punto de vista material, Dios puede impedir que se desencadene una guerra. Pero, desde el punto de vista moral, no puede hacerlo, puesto que una de sus leyes suprema exige que todos – tanto los individuos como las colectividades – suframos las consecuencias de nuestros actos. La conciencia pública, el sentimiento del deber, la disciplina familiar son los atributos necesarios para que los pueblos sean grandes y no se debiliten con procesos de profunda corrupción.

En el Universo hay una Justicia que se pone en acción para dar fuerzas y asistir a la humanidad enferma y descontrolada.

No basta tener a cada instante el nombre de Dios en los labios, es mucho mejor para el hombre el guardar sus leyes inmutables en su corazón.

Las mentiras y la perfidia, la violación de los tratados y el incendio de las ciudades, la masacre de los débiles y de los inocentes no pueden encontrar justificación ante la Divina Majestad.

Todo mal cometido se vuelve, con sus efectos,  contra la causa que lo produjo. Así, la violación del derecho de los débiles se vuelve también contra los poderes que lo ultrajan.

De las regiones arrasadas ascienden hacia el Cielo gritos de angustia, y el Cielo no hace oídos sordos a los llamados de desesperación. Los poderes vindicativos del Más Allá entran en acción. Detrás de los que perecen en las guerras otros surgen, hasta que los invasores flaquean y horrorizados ven que el destino se ha puesto contra ellos.

Aquellos que han muerto regresan al Espacio con la aureola del deber cumplido: su ejemplo inspirara a las generaciones por venir.

La lección que se desprende de las guerras consiste en que el hombre debe aprender a elevar sus pensamientos por sobre los tristes espectáculos de este mundo y dirigir sus miradas hacia ese Más Allá de donde le vendrán los socorros, las fuerzas necesarias para emprender una nueva etapa hacia el grandioso objetivo que se le ha asignado.

El depositar la mente y el corazón en las cosas materiales nos demuestra que la materia es inestable y precaria. Las esperanzas y glorias que promete carecen de futuro. No hay fortuna ni poder terrenal alguno que este a cubierto de las catástrofes que puedan sobrevenir. Ninguna riqueza o esplendor es realmente duradero, sino son los del Espíritu inmortal. Solo el es capaz de transformar las obras de muerte en obras de vida. Pero, para comprender esta profunda ley es menester la escuela del sufrimiento.

Así como el rayo de luz debe ser descompuesto por el prisma para producir los brillantes colores del arco iris, de igual manera el alma humana tiene que ser quebrada por las pruebas para que irradie todas las energías y todas las grandes cualidades que en ella dormitan.

En medio de la desgracia, sobre todo, es cuando el hombre piensa en Dios. Tan pronto como las ardientes pasiones suscitadas por el odio y la venganza se hayan  apaciguado, y cuando la sociedad retome su normal ritmo de vida, comienza la misión de los espiritistas. Es entonces cuando tendrá que consolar duelos y curar las llagas morales, y reconfortar a las almas laceradas

Bajo la lenta, profunda y eficaz acción del dolor, incontables seres se tornan accesibles a las verdades cuyos depositarios responsables somos.

Sepamos, pues, los espiritas aprovechar las trágicas circunstancias que atravesamos en una guerra, y la Providencia sabrá obtener que de ellas resulte un bien para la humanidad.

Todas las almas fuertes que en medio de la tormenta han mantenido su serenidad pedirán, junto con nosotros y con total confianza, que las pruebas sufridas en una nación en guerra, hagan vibrar en las almas sentimientos de honor, unión y  concordia que son medios poderosos de elevación. Por su intensidad, esos sentimientos pueden reaccionar contra las plagas de la sensualidad, el egoísmo, y el personalismo excesivo en los ganadores. 

Antaño la guerra tenía su trágica belleza, su grandeza. Se luchaba a campo raso, alta la frente y con las banderas desplegadas. Hoy en día, no hay más que trampas, emboscadas, asechanzas. En los trabajos de la paz como en los de la guerra, los hombres han desnaturalizado empequeñecido y rebajado cuanto fuese grande. Alevosía, perfidia y mentira, son los principios habituales.

Las almas de los muertos no son, como creen algunos, entidades vagas e imprecisas. Cuando han alcanzado los grados superiores de la jerarquía espiritual se convierten en poderes irresistibles, en centros de actividad y de vida capaces de ejercer su acción sobre la humanidad terráquea.

Por medio de la sugestión magnética  pueden inspirar a aquellos a quienes han elegido, haciendo germinar en ellos la idea directriz e incitándolos a actos decisivos que coronara su obra. De esta manera los invisibles se mezclan en las acciones de los vivientes para la realización del bien y el cumplimiento de la justicia eterna.

Cuando se lucha en defensa de los débiles y la liberación de los oprimidos los poderes invisibles, las fuerzas divinas se entregan a la labor por ser lucha grande y sagrada, la lucha de la libertad, el derecho y la justicia, contra la brutalidad armada y el despotismo cínico y grosero. 

La lucha formidable que se desarrolla entre las naciones y las razas, y las convulsiones que agitan al mundo, plantean los más graves problemas. Ante este gran drama, la mente humana, ansiosa, se formula mil preguntas.
Y hay horas en que la duda, la inquietud y el pesimismo invaden los espíritus más firmes y resueltos.

El progreso, ¿es tan solo una quimera?.  ¿ Será sumergida la civilización por la ola ascendente de las pasiones brutales?.
Los esfuerzos de los siglos por realizar la justicia, la solidaridad y la paz dentro de la armonía social ¿resultaran vanos?.

Las concepciones del arte y el genio del hombre, los frutos del pesado e inmenso trabajo de millones de cerebros y de brazos, ¿ van a desaparecer arrasados por la tormenta?.

El pensador Espiritualista sondea ese abismo de males sin sentir vértigo. Del caos de los acontecimientos extrae la gran ley que todo lo rige. Antes que nada recuerda que nuestro planeta es una morada muy inferior, un laboratorio donde son bosquejadas las almas todavía jóvenes, con sus confusas aspiraciones y sus pasiones desordenadas.

 Para que las energías, que dormitan ignoradas y mudas en las tinieblas del alma, salgan a la luz, sean necesarios los desgarramientos, angustias y lagrimas. Ninguna grandeza puede haber sin el sufrimiento, ninguna elevación sin las pruebas.

Si el hombre estuviese exento de las vicisitudes de la suerte, privado de las rudas lecciones  de la adversidad, ¿podría templar su carácter, desarrollar su experiencia, valorizar las ocultas riquezas de su alma?.

Puesto que el mal constituye una fatalidad en nuestro mundo ¿no existe responsabilidad para los perversos?. Creer que no la hay sería un error funesto: en su ignorancia y ceguera el hombre siembra el mal y las consecuencias de este recaen pesadamente sobre él mismo, así como sobre todos aquellos que se asocian a sus acciones viles. Tal lo que está sucediendo en esta hora que vivimos.

Dos poderosos monarcas uno protestante y otro católico por ejemplo pueden desencadenar una guerra , preparándolo, calculándolo y combinándolo todo para obtener una victoria aplastante.

Pero las fuerzas divinas, los poderes espirituales, intervienen en el conflicto, inspirando heroicas resistencias a las naciones amenazadas y haciendo surgir en ellas tesoros de valor, que anteriormente podrían venir acumulando en el fondo de las almas.

Detrás de la humareda de las pasiones que sube desde la tierra, se siente la presencia de un tribunal superior invisible que aguarda el desenlace de los conflictos, para reivindicar los derechos de la eterna justicia. De una manera vaga los combatientes sienten esas cosas, tiene la intuición de que la causa que están defendiendo es justa o injusta y tal impresión va cundiendo poco a poco por todo los rincones del país.

Estas tormentas barren las frivolidades y liviandades con todo lo pueril y mundano, para dejar en pie tan solo aquello que hay en el hombre de mas sólido y mejor.

Sin duda alguna, subsisten a un en las almas muchos gérmenes de inmoralidad, corrupción y decadencia después de una guerra, hasta el punto de que a veces podríamos preguntar si esta lección tremenda ha servido para curar los vicios. En cambio de ella, ¡cuántas existencias ficticias, estériles o desordenadas se han hecho más sencillas y fecundas, o más puras!.

En ciertos aspectos, la vida pública y la privada experimentan una transformación radical. Esa depuración de los hábitos y de los caracteres trae consigo la depuración del pensamiento, sea cual fuere  la forma en que este se exprese. El hombre parece haberse desembarazado para mucho tiempo de esa psicología mórbida, de esa pornografía de baja ralea, venenos de las almas que hacían considerar una nación en decadencia.

Claro está, no echamos al olvido el penoso cortejo de calamidades engendradas en una guerra: las hecatombes espantosas, las vidas desperdiciadas, las ciudades saqueadas o destruidas, violaciones e incendios, ancianos, mujeres y niños despojados, asesinados o mutilados, el éxodo de los rebaños humanos que huyen de sus casa desbastadas: en una palabra, el espectáculo del dolor humano en lo que tiene de más intenso y pungente.

Pero,( todo espirita sabe) la muerte no es sino una apariencia: al desprenderse el alma de su envoltura material adquiere mayor fuerza, una más justa percepción de las cosas, y el ser vuelve a encontrarse más vivo en el Más Allá.

El dolor depura el pensamiento, ninguna pena es perdida, ninguna prueba queda sin compensaciones. Los que han muerto por su país cosechan los frutos del sacrificio, y los sufrimientos de los que sobreviven transmiten a su peri espíritu ondas de luz y gérmenes de felicidades venideras.

En cuanto a la cuestión del progreso: solo es real y duradero el progreso a condición de que se opere en forma simultánea en sus dos aspectos, el material y el moral.

Porque el progreso material es, con demasiada frecuencia, un arma puesta al servicio de las bajas pasiones.

La ciencia a provisto a los hombres modernos de formidables medios destructivos: maquinas de todo tipo, explosivos poderosos, cápsulas incendiarias, dispositivos para arrojar combustibles encendidos, gases asfixiantes o corrosivos etc. Aviones y tanques, amplían grandemente el campo de acción de las matanzas. Todos los perfeccionamientos de la ciencia, hacen desgraciados al hombre cuando este sigue siendo malo. Y tal situación se prolongara hasta que la educación del pueblo siga falseada y sigan ignorando los hombres las leyes del Ser y del destino, así como el principio de las responsabilidades, con sus repercusiones a lo largo de las renacientes existencias del hombre.

En lo que atañe al progreso moral, es lento y poco menos que imperceptible en la tierra, por cuanto, la población del globo va aumentando sin tregua con seres que provienen de mundos inferiores al nuestro. Y los Espíritus, que llegan, entre nosotros, a cierto grado de adelanto, evolucionan con provecho hacia humanidades mejores. De ello resulta que el nivel general varia poco y las cualidades morales de los individuos siguen siendo raras y ocultas.

El hombre deberá subir aun los duros peldaños del Calvario, a través de espinos y agudas piedras. Las calamidades son el cortejo inevitable de las humanidades atrasadas, y la guerra es la peor de todas. A no ser por ellas, el hombre poco evolucionado se demoraría en las futilezas del camino o se aletargaría en la pereza y el bienestar. Le hace falta el látigo de la necesidad, la conciencia del peligro, para forzarlo a poner en acción las fuerzas que dormitan en él, para desarrollar su inteligencia y afinar su juicio. Todo cuanto esta destinado a vivir y crecer se elabora en el dolor. Hay que sufrir para dar a luz: esa es la parte que toca a la mujer. Y hay que sufrir para crear: esa es la parte que toca al genio. 

Las cualidades viriles de una casta se ponen de relieve con más brillo en las horas trágicas de su historia. Si la guerra desapareciera, se extinguirían con ella muchos males, gran numero de errores, pero ¿no genera también el heroísmo, el auto sacrificio, el desprecio por el dolor y la muerte?. Y esas son las cosas que hacen la grandeza del ser humano, las que lo elevan por encima del irracional.

Espíritu  imperecedero, el hombre constituye un centro de vida y acción que de todas las vicisitudes y pruebas – aun las mas crueles-  debe hacer otros tantos procedimientos para irradiar cada vez mas las energías, que duermen en los mas recónditos hondones de si mismo.

Las grandes emociones nos hacen olvidar las preocupaciones pueriles – a menudo frívolas –de la vida, abriendo en nosotros las influencias del Espacio.
 En los mundos evolucionados, entre las humanidades superiores a la nuestra, las calamidades no tienen ya razón de ser. La guerra no existe allí, pues la sabiduría del Espíritu ha puesto fin a toda causa de conflicto. Los que moran en las esferas venturosas, iluminados por las verdades eternas y poseedores de los poderes de la inteligencia y el corazón, no necesitan ya de esos estimulantes para despertar y cultivar los escondidos recursos del alma.

El sufrimiento es el gran educador, así de los individuos como delos pueblos. Cuando nos apartamos del recto camino y resbalamos hacia la sensualidad y descomposición moral, el sufrimiento, con su aguijón, nos hace volver a la senda del bien. Tenemos que padecer para desarrollar en nosotros la sensibilidad y la vida. Es esta una ley seria, y austera, fecunda en resultados. Hay que sufrir para sentir y amar, para crecer y elevarse. Solo el dolor pone termino a los furores de la pasión, despierta en nosotros las reflexiones profundas, revela a las almas lo que en el universo hay de más grande, bello y noble: la piedad, la caridad y la bondad...

Es tiempo ya de que el hombre aprenda a conocerse a si mismo gobernar las fuerzas que en él residen: si supiera que todos los pensamientos y todos los actos egoístas, o envidiosos, contribuyen a acrecentar los poderes maléficos que sobre el se ciernen, alimentando las guerras y precipitando las catástrofes, cuidaría más su conducta y con ello muchos males serian atenuados.

Solo el espiritismo puede ofrecer esta enseñanza. Todos los espiritas tiene el deber de difundir en su entorno la luz de las eternas verdades y el bálsamo de las consolaciones celestiales, tan necesarias en las horas de pruebas que atravesamos.

Es menester asistir a la humanidad dolorida y ofrecerle las perspectivas reconfortantes de lo invisible, del Más Allá, demostrándoles la certidumbre de la supervivencia del alma, el júbilo del reencuentro para aquellos a quienes la muerte separo.

Es menester que vallamos al pueblo que carece de ideal, a los humildes y pequeños a los cuales el materialismo engaña, pues solo sabe desarrollar en ellos la avidez de placeres y los sentimientos de odio y envidia, debemos ir a ellos llevándoles la enseñanza moral, la alta y pura doctrina que alumbra el porvenir y nos muestra como la justicia se consuma por medio de las vidas sucesivas.

Todos los que, amando la justicia, la buscan en el ámbito estrecho que su mirada abarca, rara vez la encuentra en las obras del hombre, en las instituciones de este bajo mundo. Ensanchemos, pues, nuestros horizontes: entonces la veremos expandirse en la serie de nuestras existencias  a lo largo de los tiempos, por el simple mecanismo de los efectos y las causas. Tanto el bien como el mal se remontan siempre a su fuente de origen. El crimen recae siempre sobre sus autores. Nuestro destino es obra de nosotros mismos, pero solo se esclarece por el conocimiento del pasado. Para captar su eslabonamiento hay que ir mas arriba y contemplar desde allí, en su conjunto, el panorama viviente de nuestra propia historia. Ahora bien, esto Serra solo posible para el Espíritu que se encuentre desprendido de su envoltura carnal, ya sea por medio de la exteriorización durante el sueño, ya debido a la muerte. Entonces, las sombras y contradicciones del presente surge para él viva luz. La gran ley se le aparece en la plenitud de su brillo y en su soberana majestad, regulando la ascensión de los seres.

La verdad, para descubrirla, hay que elevarse hasta las regiones serenas a las que no llegan las pasiones políticas y donde no reinan los intereses materiales. Interroguemos a los grandes muertos – e inspirémonos con sus consejos. Ellos nos confirmaran la existencia de esas leyes superiores fuera de las cuales toda obra humana es impotente y estéril. º
A pesar de ciertas teorías, lo que hace falta sobre todo, para realizar la paz social y la armonía entre los hombres, es el acuerdo íntimo de las inteligencias, las conciencias y los corazones. Solo puede darlo una gran doctrina, una revelación superior que trace el rumbo humano y fije los deberes comunes.

En la historia del mundo las calamidades son muchas veces signos precursores de nuevos tiempos, el anunciado de que se esta preparando una transformación y la humanidad va  a experimentar profundos cambios.

La muerte ha causado numerosos vacíos entre los hombres, pero Entidades mas evolucionadas vendrán a encarnar en la tierra. Las incontables legiones de almas liberadas por las contiendas bélicas se ciernen sobre los hombres, ávidos de participar en sus trabajos y esfuerzos, de comunicar- a los que aquí dejaron- confianza en Dios y fe en un futuro mejor. Su acción se extiende y va imponiéndose cada vez más. Y suscita testimonios inesperados que, a veces, provienen de muy arriba. Como un diario de 1919 titulado “El hombre libre” que en su edición decía:

“Nuestros muertos queridos, están al lado de nosotros y la humanidad se compone de mayor numero de difuntos que de vivientes. Somos gobernados por los muertos”.

Hoy en día, un gran soplo está pasando sobre el mundo y lleva a las almas hacia una síntesis, en la que cuánto hay de bueno y verdadero en las antiguas creencias viene a agregarse a las obras de la ciencia y del pensamiento moderno, para estructurar el instrumento por excelencia de la educación y la disciplina sociales.

A veces, las sombras se tornan más densas y se hacen más negras la noche en torno nuestro. Se multiplican los peligros y terribles amenazas pesan sobre la civilización.
 Pero en esas horas sentimos que nuestros grandes hermanos del Espacio están más cerca de nosotros. Sus fluidos vivificantes nos sostienen y penetran. Gracias a ellos se encienden en el horizonte resplandores de aurora que iluminan nuestra ruta.

En medio del caos de los acontecimientos, un mundo nuevo se esboza...


-----Extraído del libro de León Denis....El mundo invisible y la Guerra----

Trabajo realizado por Merchita. 

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FLUÍDO VITAL Y DOBLE 
ETÉRICO
Por Ricardo Di Bernardi
El fluido vital, forma una estructura especial en nosotros, forma un "ente" que constituye el llamado cuerpo vital, también conocido, como cuerpo etérico.
Sus sinónimos son doble etérico, cuerpo etérico, cuerpo vital (kardec), cuerpo pránico, vehículo del prana, cuerpo bioplásmico, cuerpo biocósmico, cuerpo energético y otros.
El cuerpo etérico no es lo mismo que periespíritu o cuerpo astral o psicosoma. El cuerpo vital, es lo que liga el cuerpo físico al periespíritu. Es una estructura o "cuerpo" intermediario entre el cuerpo material y el periespíritu. Es lo mismo que la bioenergía, lo que es movilizado en las terapias energéticas.
Como definición, el "duplo etérico" es un involucro energético, vibratorio, luminoso, vaporoso y provisorio que coexiste estructuralmente, con el cuerpo físico y lo circunda.
Está ligado a la donación o exteriorización de energías, pues en el duplo etérico, es donde se sitúan los chacras, o centros de fuerzas.
 La composición de este llamado cuerpo, está constituida por fluido vital, que se origina en el fluido cósmico universal y es absorbido por las moléculas orgánicas y confiere el atributo de la vida.
Los limites plásticos del cuerpo humano, son ultrapasados en cerca de un centímetro por el cuerpo etérico. Su consistencia o textura típica es igual a la de los elementos fluídicos, más densa en los individuos primitivos y más sutil y delicada en los seres humanos, espiritualmente más evolucionados.
La forma del cuerpo etérico es "humanoide", con gran elasticidad. Es una masa de fluido vital que toma la forma del cuerpo, pero sólo mientras ocupa este espacio.
Cuando desencarnamos, casi toda esta masa de fluidos vuelve hacia el fluido cósmico. Su color es blanco en los espíritus encarnados más sutiles, más opaca en los menos evolucionados.
El cuerpo etérico posee regiones de fuerza que captan energía cósmica y la distribuyen hacia el cuerpo físico, mediante una reducción vibratoria. También la distribuyen al periespíritu mediante la aceleración vibratoria.
Los centros de fuerza están interconectados con los "nadis", o canales que permiten circular las energías.
Hay alguna importancia práctica en saber que existen los nadis, pues el pase energético sobre el centro coronario, llega al punto del cuerpo donde la energía es necesitada.
Sabiendo esto, no hay necesidad de que el pase sea directamente sobre la localidad enferma, o desequilibrada. Basta imponer las manos sobre la cabeza (el centro coronario), para que la energía llegue mediante los nadis, a donde lo requiere el paciente.
Varios autores espirituales de importancia y credibilidad, entre ellos André Luiz, Chico Xavier y Joanna de Angelis vía Divaldo Pereira, han hecho referencia al cuerpo etérico.
Aparte de la función básica del cuerpo etérico, como vehículo, reserva y distribución de nuestra energía vital, éste también produce el ectoplasma, por lo que es parte de la mediumnidad de efectos físicos y de la materialización de los Espíritus.
Otras de sus funciones son la exteriorización de energías en los procesos de irradiación, pases magnéticos, etc. a pacientes; la programación del tiempo de vida (el duplo etérico trae en sí la programación del tiempo de vida física del individuo, posee un "quantum" de energía vital); y la fijación del cuerpo astral al cuerpo físico.
Una de sus funciones más importantes es la "vitalización" de las formas pensamiento. La mente crea formas de pensamiento, que se mantienen por el fluido vital que donamos.
Este es el alimento de las formas pensamiento, da vida temporal a estas formas.
Las formas-pensamientos (creaciones ideoplásticas) son emanaciones mentales nuestras o de desencarnados que son vivificadas por masas de fluido vital.
Entiéndase que el cuerpo etérico, no tiene lucidez, no se expresa con pensamientos, ni nada similar. No es vehículo de la conciencia ni actúa como vehículo separado, individual, ni está apto para captar información.
El cuerpo etérico se desgasta naturalmente durante la vida física, pero puede ser repuesto periódicamente por medio de tipos especiales de respiración.
Los vicios, las enfermedades y la obsesión espiritual o "vampirización" energética por espíritus desequilibrados pueden llevar a desgastes más rápidos de la bioenergía.
En muchos casos, el suicidio es una indicación de un desgaste súbito. La desarmonía del fluido vital, provoca en nosotros dolencias.
Si el espíritu habitualmente piensa mal, esto se refleja en la frecuencia de la energía vital.

FIN
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