lunes, 30 de junio de 2014

Fenómenos Paranormales

¿Qué son los fenómenos paranormales?.-

Son aquellos sucesos extraños que a veces ocurren en determinadas circunstancias, y que suelen ser poco frecuentes y de carácter extraordinario, porque en sí mismos extralimitan lo que se considera como fenómenos "normales" u ordinarios , y que son provocados por causas mas o menos desconocidas.
Están constituidos por diversos tipos de sucesos en los que intervienen energías de carácter psíquico generalmente, pero que no tienen nada de mágico ni de milagroso, de modo que aunque poco frecuentes y extraordinarios, no están al margen de lo que es natural, por lo que tampoco entran en el ámbito de lo que se entiende por "sobrenatural".
La Parapsicología que estudia e investiga estos fenómenos que van más allá de lo que explica la Psicología los clasifica en dos grandes grupos: Los “Anímicos”, cuyas causas son psíquicas o mentales de un sujeto que en sí mismo es la causa que los origina, y los “Espiríticos” o Mediúmnicos, cuyo origen y causa son energías inteligentes, que proceden generalmente de la manifestación de personas que fallecieron pero que sin embargo se manifiestan por mediación de personas que actúan como canales o intermediario, llamados médiums, acreditando así que los llamados Espíritus desencarnados continúan existiendo tras la muerte de su cuerpo físico .

-José Luis Martín-
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Tales fenómenos, basados en una ley de la naturaleza, no poseen nada de maravilloso ni de sobrenatural, en el sentido que vulgarmente se atribuye a estas palabras”
- Allan Kardec-



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Tu vida no termina en el sepulcro.
"Con esta conciencia aprende para la eternidad y reúne valores que jamás se consumen.
Toda lección que libera del mal se incorpora al alma, como fuerza de vida indestructible.
Si fuese la muerte el fin de la vida, sin sentido sería el Universo.
La creación se debilitaría y el ser pensante estaría destituido de finalidad.
Pero, todo invita al ser a la gloria eterna, hacia la continuidad del existir y al progreso incesante.
Estudia y trabaja sin cesar, con tus ojos puestos en tu futuro espiritual, viviendo alegre hoy y pleno siempre."
(Vida Feliz -- Joanna de Angelis)


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    REFLEXIONANDO SOBRE   RELIGIÓN


Todos los que aun permanecemos en este planeta, seguimos estructurando unas reglas y métodos en los cuales nos hemos sumergido, intentando conseguir   la paz interior y exterior de nosotros y de todos aquellos que amamos y que viven a nuestro alrededor.
Para ello, salvo los ateos, abrazamos una religión, en la cual nos sentimos sumergidos e identificados,  y tratamos de aplicar bien los preceptos para no tener una peor vida cuando llegue a hora final, termine  nuestra estancia aquí en la tierra, y tengamos que pasar  al otro lado de la vida.
La religión es la expresión de las leyes eternas,  es necesaria e indestructible porque tiene su razón de ser  en la naturaleza del ser humano.  La religión bien entendida, debería ser un vinculo que uniese a los hombres entre si y los estrechase  con un mismo pensamiento al principio superior de todas las cosas.
La verdadera religión  no es una manifestación exterior; es un sentimiento, y es en el corazón humano  donde está el verdadero templo de lo Eterno. No necesita formulas ni imágenes; se preocupa poco de los simulacros y de las formas de adoración, y no juzga  a los dogmas sino  por su influencia  en el perfeccionamiento de las sociedades. La verdadera religión abarca todos los cultos, todos los sacerdocios; se eleva por encima de ellos y les dice “¡La verdad está más alta!”
Sin embargo  no todos los hombres se encuentran actos para alcanzar esas cifras intelectuales. Es por eso que se imponen la tolerancia y la benevolencia.
El número de creyentes sinceros disminuye  día a día. La idea de Dios, en otro tiempo sencilla  y grande en las almas, ha sido desnaturalizada por el temor al infierno; ha perdido eficacia.  La ficción y la fantasía han engendrado el error, y este, condensado en el dogma, se ha erguido como un obstáculo en el camino de los pueblos.  La Luz ha sido velada  por aquellos que se  consideraban  como los depositarios de ella, y las tinieblas se ha hecho en ellos y alrededor de ellos. Los dogmas han pervertido el sentido religioso, y el interés de casta  ha falseado el sentido moral. De aquí un cumulo de supersticiones, de abusos,  de prácticas idolatras cuyo espectáculo han lanzado a tantos hombres a la negación.
Vemos claro que la idea  que los hombres se forman de la verdad, se modifica con el tiempo. Hemos llegado al momento  de la historia  en que las religiones envejecidas se derrumban sobre sus bases;  y una renovación filosófica  y social se prepara. El progreso material e intelectual llama al progreso moral.
La religión debe perder  su carácter dogmatico y sacerdotal  para mostrarse científica;  la ciencia  se separará  de los escollos materialistas para iluminarse como un rayo divino.
El mundo y los seres, descendientes de Dios, vuelven a Dios por una evolución constante. Los males con los que afligimos a nuestro prójimo nos persiguen como  nuestra sombra sigue a nuestro cuerpo. Las obras inspiradas en el amor  a nuestros semejantes  son las que más pesan en la balanza  celeste.
Si trabajamos con los buenos, nuestros ejemplos serán inútiles; no debemos temer vivir entre los malos  para conducirlos al bien.  Pues el hombre virtuoso es semejante  al árbol gigantesco cuya sombra  bienhechora   da a las plantas  que lo rodean  la frescura y la vida.
Nada cuanto existe puede perecer,  pues todo cuanto existe está contenido en Dios. Así, pues, los sabios no lloran a los vivos ni a los muertos. Porque saben que nadie deja de existir más allá de la vida presente.
La ciencia y el amor son los dos factores esenciales del Universo. Mientras el ser   no adquiera amor,  se halla condenado  a proseguir  la cadena de las reencarnaciones terrenales.
La hora presente  es una hora  de crisis y de renovación. Para elevar el nivel moral, para detener   la superstición  y el escepticismo que conducen  a la esterilidad, el hombre necesita una concepción nueva del mundo y de la vida que,  apoyándose en el estudio de la naturaleza y de la conciencia, en la observación de los hechos, en los principios de la razón, fije la finalidad de la existencia  y regularice nuestra marcha  hacia adelante.  Lo que necesitamos es una enseñanza  de la que se deduzca un móvil de perfeccionamiento,  una sanción moral y una certidumbre para el porvenir.
Esta enseñanza ya existe  y se vulgariza  todos los días.  En medio de las disputas y de las divagaciones de las escuelas,  una voz se ha dejado oír la de los Muertos. Desde el otro lado de la tumba, se han revelado más vivos que nunca; ante sus instrucciones, ha caído el velo que ocultaba la vida futura. La enseñanza que nos dan  llega a reconciliar todos los sistemas encontrados, y de las cenizas del pasado  llegan a hacer brotar una nueva llama. En la filosofía de los Espíritus encontramos  la doctrina oculta que abarca todas las edades. Esta doctrina las hace revivir, reúne los restos esparcidos y los adhiere  unos a otros  con un poderoso cemento  para reconstituir un monumento capaz  de amparar  a todos los pueblos  y a todas las civilizaciones. Para asegurar  su duración. La sienta sobre la roca de la experiencia directa, del hecho renovado sin cesar.  Gracias a ella, la certidumbre de la vida inmortal se precisa a los ojos de todos, con las innumerables existencias y los incesantes  progresos que nos reserva en la sucesión de las edades.
Semejante doctrina  puede transformar  a pueblos y a sociedades, llevando la claridad a todas partes donde existe la noche,  haciendo que se funda  con su calor  todo lo que hay de hielo y de egoísmo en las almas, revelando a todos los hombres las leyes  que los unen  con los vínculos  de una estrecha solidaridad.
Bendigamos la Doctrina Espirita, estudiémosla, para poder comprender este nuevo sentido de la vida, alcanzando así, ese progreso que nos eleva por encima de las cosas materiales. 
 Merchita.
Trabajo extraído del libro “Después de la muerte” de León Denis.
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Eutanasia


Tema de frecuente discusión, por unos defendida, por otros censurada, la eutanasia, o "sistema que procura dar muerte sin sufrimiento a un doliente incurable", regresa a los debates académicos, frente a su aplicación sistemática por eminentes autoridades medicas, en criaturas incapaces físicas o mentales desde el nacimiento, internadas en Hospitales Pediátricos, sin esperanzas científicas de recuperación o sobrevivencia...
Practica nefasta que testimonia la predominancia del concepto materialista sobre la vida, que apenas ve la materia y sus implicaciones inmediatas, en detrimento de las realidades espirituales, refleja, también, la soberanía del primitivismo animal en la constitución emocional del hombre.
En la Grecia antigua, la hegemonía espartana, siempre armada para la guerra y la destrucción, insirió en su Estatuto el empleo legal de la eutanasia eugenésica en relación a los enfermos, mutilados, psicópatas considerados inútiles, que eran arrojados al Eurotas por pesar negativamente en la economía del Estado. Guiados por superlativo egoísmo y prepotencia, a pesar de los conflictos arbitrarios del exagerado orgullo nacional, se hicieron víctimas de la impulsividad belicosa que cultivaban...
Otros pueblos, desde la más remota antigüedad, se permitían practicar ese "homicidio ejercido por compasión"...
En circunstancia alguna, o bajo ningún motivo, cabe al hombre derecho de escoger y deliberar sobre la vida o la muerte en relación a su prójimo.
Los criminales más empedernidos, homicidas o genocidas entre los más hediondos, no deben tener cortadas sus vidas, sino antes ser aislados de la convivencia social, en celdas, o en trabajos rectificadores, en los cuales expurguen bajo la acción del tiempo y de la reflexión, que tarda más alcanza al infractor, haciéndolo expiar los delitos perpetrados. Aun cuando se trate de réprobos anatematizados por desconcierto mental, no faltan Nosocomios judiciales donde pueden recibir conveniente asistencia a la que tienen derecho, sin que sean considerados inocentes por los crímenes perpetrados... Recuperando la salud, eventualidad excepcional que puede suceder, cercados, por el peligro de probable reincidencia psicopática, podrán de alguna forma, retribuir de manera positiva a la Sociedad, los daños que hayan causado.
En lo que tañe a los enfermos considerados irrecuperables, conviene considerar que dolencias, ayer  detestables como incurables, son hoy capitulo superado por el triunfo de hombres-sacerdotes de la Ciencia Médica, que la ennoblecen por la contribución que sus vidas ofrecen en beneficio de la Humanidad. Siempre hay, pues, posibilidad de mañana conseguir la victoria sobre la enfermedad irreversible de hoy. Diariamente, para ese desiderata, se sumergen en la carne Espíritus Misioneros que se aprestan a aligerar e impulsar el progreso, realizando descubrimientos y conquistas superiores para la vida, fuente poderosa de esperanza y conforto para los que sufren, en nombre del Supremo Padre.
Ante las expresiones teratológicas, al revés de la precipitación de la falsa piedad en aliviar a los pacientes de los sufrimientos, se ha de pensar en la terapéutica divina, que se sirve del presidio orgánico y de las jaulas mentales para ajusticiar a los infractores de variados matices que pasaron por la 'Tierra impunes, inadvertidos, mas que no pudieron huir a las sanciones de la conciencia en falta ni a la Legislación Superior, a la cual rogaron enseñanza de recomienzo, recuperación y sublimación porque anhelaban la edificación de la paz intima.
Suicidas, - esos pobres rebelados contra la Divinidad - que despedazaron el cráneo, en embestidas de odio contra la existencia, reencarnan perturbados por la idiotez, sordo-mudez, conforme a la parte del cerebro afectada, o por hidrocefalias, mongolismos; los que tentaron ahorcarse, reaparecen con los procesos de la paraplejia infantil; los ahogados, padecen enfisema pulmonar; los que descerrajaron tiros al corazón, retornan bajo el yugo de cardiopatías congénitas irreversibles, dolorosas; los que se utilizaron de tóxicos y venenos, vuelven bajo el tormento de las deformaciones congénitas, de la asfixia respiratoria, o estertorosos por úlceras gástricas, duodenales y canceres devoradores; los que despedazaron el cuerpo en fugas espectaculares, recomienzan victimados por atrofias, deformaciones, limitaciones punzantes, en que aprenden a valorizar la grandeza de la vida.. .
Agresores, exploradores, amantes de la rapiña, de las arbitrariedades, de los abusos de cualquier naturaleza vuelven a los escenarios en que se empecinaron, o corrompieron, o se hicieron infelices, alcanzados por la impronta de las soberanas leyes del orden y del equilibrio, rehaciendo el camino antes recorrido criminalmente y atesorando los sagrados valores de la paciencia, la comprensión, el respeto a si mismos y al prójimo, la humildad, la resignación, armándose de bendiciones para futuros cometidos dichosos.
¿Quien se podrá atribuir el derecho de interrumpirles la santificadora existencia preciosa?
Las personas que se les vinculan en la condición de padres, cónyuges, hermanos, amigos, también les son participes de los dramas y tragedias del pasado, responsables directos o inconscientes, que ahora se rehabilitan, debiendo extenderles manos generosas, auxilio fraterno, por lo menos migajas de amor.
Nadie se deberá permitir la interferencia destructiva o liberativa por medio de la eutanasia en tales procesos redentores. Personas que se dicen penalizadas por los sufrimientos de familiares y que desean que les sean luego cesados, casi siempre actúan por egoísmo, presurosos de liberarse del compromiso y de la responsabilidad de ayudarlos, sustentarlos, amarlos más.
No faltan terapéuticas médicas y quirúrgicas que pueden amainar el dolor, perfectamente compatibles con la caridad y la piedad cristianas.
A nadie es dado precisar el tiempo de vida o sobrevida de un paciente. Son tan escasos de exactitud los pronósticos humanos en este sector del conocimiento, cuanto no sucederá en otros!
¿Cuántos enfermos, rudamente vencidos, desesperados recobran la salud sin aparente razón o lógica?
¿Cuántos otros hombres en excelente forma, portadores de sanidad y robustez, son victimados por sorpresas orgánicas y sucumben imprevisiblemente?
El conocimiento de la reencarnación proyecta luz en los más intrincados problemas de la vida, dirimiendo los equívocos y dudas en torno a la salud como a la enfermedad, a la desdicha como a la felicidad y contribuyendo eficazmente para la perfecta asimilación de los postulados renovadores de los que Jesús Cristo se hizo abanderado por excelencia y el Espiritismo, el Consolador encargado de demostrarlo en los tormentosos días de la actualidad.
Argumentan, en tanto, los utilitaristas que las importancias prodigadas con los pacientes irrecuperables podrían ser utilizadas para pesquisas valiosas o para impedir que hombres sabios enfermasen, o para asistir convenientemente a los que, dolientes, pueden ser salvados ... Y desvarían, utopistas, insensatos sin considerar las fortunas que son tiradas en espectáculos ruidosos y funestos de exaltación de la sensualidad, del Fausto exagerado, de las disipaciones, sin que se les ocurra la necesidad de la aplicación correcta de tales patrimonios en medidas preventivas saludables o socorro a las multitudes famélicas y desnudas que pululan en todas partes, pereciendo, a modo de migaja de pan, revolviéndose en la desesperación por la ausencia de una gota de luz o una insignificante contribución de misericordia.
Cada minuto en cualquier vida es, por tanto, precioso para el Espíritu en rescate bendito. ¿Cuantas resoluciones nobles, decisiones felices o actitudes desdichadas ocurren en un relámpago, imprevistamente?

Penetrándose el hombre de responsabilidad y caridad, iluminado por la fe religiosa, fundada en hechos de la inmortalidad, de la comunicabilidad y de la reencarnación, abominara en definitivo la eutanasia intentando todo para cooperar con su hermano en los justos resarcimientos que la Divina Justicia le otorga para la conquista de la paz interior y de la evolución.

- Divaldo Pereira- (Después de la tempestad)

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Extraído del libro “Después de la Tempestad” de Divaldo Pereira Franco

domingo, 29 de junio de 2014

FENÓMENOS PARANORMALES





                    
        LA PUERTA DEL FENÓMENO


La inquietud por saber de estos temas profundizando en ellos, viene suscitada la mayoría de las veces por la curiosidad que normalmente nace en las personas ante hechos extraordinarios o “raros”, llamados “Paranormales”, siempre y cuando su curiosidad sea mayor que los temores y prejuicios que siempre suscitan. La primera cuestión a despejar es si existen o solo son bulos o fantasías.
El querer descubrir la realidad que pueda existir tras unos hechos extraños, una vez establecida su realidad, nos lleva a la curiosidad por saber sobre qué es lo que los ocasiona y por qué se producen; qué misterio se oculta tras ellos, y esto nos lleva a todo un mundo de deducciones filosóficas y a unas consecuencias morales que se deducen de estas y que pasan a formar parte de nuestra propia conciencia individual, y nos comprometen e impulsan finalmente a dirigir más libre y conscientemente nuestras vidas. Por eso comenzamos con este tema, siempre inquietante, que suele ser la puerta de entrada a un conocimiento esotérico y espiritual muy amplio.
Quien alguna vez ha presenciado algo extraordinario, se ha sentido inclinado a pensar y analizar lo que son estos fenómenos y a lo que nos conduce el conocerlos.
Por esa puerta de acceso al conocimiento de lo trascendente, entramos la mayoría en un comienzo de nuestra andadura espiritual. El propio Kardec, Codificador de la Doctrina Espírita, comenzó sus indagaciones tras presenciar el fenómeno de las “ mesas danzantes”, sobre todo cuando comprobó que a través de un número de golpes convenidos previamente, se podía entablar con ellas un breve intercambio de palabras. De ese fenómeno, enseguida dedujo que considerando los golpes dados por las mesas como un efecto inteligente, la causa que los producía forzosamente teníaque ser una causa inteligente.
-Jose Luis Martín-

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Todos los fenómenos espíritas tienen por principio la existencia del alma, su supervivencia a la muerte del cuerpo y sus manifestaciones”

- Allan Kardec-
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 LAS VIDAS SUCESIVAS


Lo dijimos ya: con el fin de alumbrar su futuro, el hombre debe ante todo aprender a conocerse. Para marchar con paso seguro, hay que saber dónde se va. Es haciendo sus actos conformes a las leyes superiores que el hombre trabajará eficazmente en su mejoramiento, en el del medio social. Lo importante es discernir estas leyes, determinar los deberes que nos imponen, prever las consecuencias de nuestras acciones. El día en que sea conocido por la grandeza de su papel, el ser humano sabrá desprenderse mejor de lo que le aminora y le rebaja; sabrá gobernarse según la sabiduría, preparar por sus esfuerzos la unión fecunda de los hombres en una gran familia de hermanos.
Pero todavía estamos lejos de este estado de cosas. Aunque la humanidad avanza en la vía del progreso, podemos decir sin embargo que la inmensa mayoría de sus miembros marcha a través de la vida como en medio de una noche oscura, ignorándose, no sabiendo nada del fin real de la existencia.
El por qué de la Vida.- Léon Denis

Las tinieblas espesas ponen un velo a la razón humana. Los rayos de la verdad le llegan sólo pálidos, débiles, impotentes para alumbrar los caminos sinuosos que siguen las legiones innumerables en marcha, impotentes hacen resplandecer a sus ojos el fin ideal y lejano.
Ignorando su destino, flotando sin cesar del perjuicio al error, el hombre maldice a veces la vida. Cediendo bajo su carga, responsabiliza a sus semejantes de la causa de las pruebas que aguanta y que engendra demasiado a menudo su imprevisión. Rebelado contra Dios, al que acusa de injusticia, incluso llega algunas veces, en su locura y su desesperación, a dejar el combate saludable, la lucha que sólo puede fortificar su alma, alumbrar su juicio, prepararlo para trabajos de un orden más elevado.
¿Por qué es él así? ¿Por qué el desciende débil y desarmado a la gran arena donde se libra, sin tregua, sin pausa, la eterna y gigantesca batalla? El caso es que este globo, la Tierra, es sólo un grado inferior en la escala de los mundos. Residen aquí sólo espíritus jóvenes, es decir almas nacidas hace poco a la razón. La materia reina soberana en nuestro mundo. Nos doblega a su yugo, limita nuestras facultades, frena nuestros avances hacia el bien, nuestras aspiraciones hacia el ideal.
También, para discernir el por qué de la vida, para divisar la ley suprema que rige las almas y los mundos, hay que saber librarse de estas influencias pesadas, librarse de preocupaciones de orden material, de todas estas cosas pasajeras y cambiantes que atestan nuestro espíritu, oscureciendo nuestro juicio. Es elevándonos con el pensamiento por encima del horizonte de la vida, haciendo caso omiso del tiempo y del lugar, aislándolo en cierto modo por encima de los detalles de la existencia, que percibiremos la verdad, Por un esfuerzo de voluntad, abandonamos un instante la Tierra, subimos estas alturas imponentes. Desde su cumbre se desplegará para nosotros el panorama inmenso de las edades sin número y de los espacios ilimitados. Lo mismo que el soldado, perdido en la pelea, ve sólo confusión alrededor de él, mientras que el general, cuya mirada cubre todas las peripecias de la batalla, las calcula y prevé los resultados; Lo mismo que el viajero,extraviado en las dobleces del terreno puede, subiendo la montaña, verlos derretirse un plano grandioso; así el alma humana, de estas cimas donde planea, lejos de los ruidos de la tierra, lejos de las hondonadas oscuras, descubre la armonía universal. Lo que desde abajo le parecía contradictorio, inexplicable e injusto, visto de arriba, se enlaza, se alumbra; las sinuosidades del camino se enderezan; todo se une, se encadena; en el espíritu deslumbrado aparece el orden majestuoso que ajusta el curso de las existencias y la marcha de los universos.
De estas alturas iluminadas, la vida no es ya a nuestros ojos, como es a los ojos de la muchedumbre, la persecución vana de satisfacciones efímeras, sino un medio de perfeccionamiento intelectual, de elevación moral; una escuela donde aprender la dulzura, la paciencia, el deber. Y esta vida, para ser eficaz, no puede estar aislada. Fuera de sus límites, antes del nacimiento y después de la muerte, vemos, en una especie de penumbra,desarrollarse multitud de existencias a través de las cuales, como premio del trabajo y del sufrimiento, conquistamos pieza por pieza, pedazo por pedazo, el poco saber y cualidades que poseemos; por ellas también conquistaremos lo nos falta: una razón perfecta, una ciencia sin huecos, un amor infinito para todo lo que vive.
La inmortalidad, semejante a una cadena sin fin, se celebra para cada uno de nosotros en la inmensidad de los tiempos. Cada existencia es un eslabón que se conecta hacia atrás y adelante con un eslabón distinto, con una vida diferente, pero solidaria con los demás. El obsequio es la consecuencia del pasado y la preparación del futuro. De grado en grado, el  ser se eleva y crece. Artesano de sus propios destinos, el alma humana, libre y responsable, escoge su camino; y, si este camino es malo, las caídas que hará en él, las piedras y los espinos que la desgarrarán, tendrán por resultado desarrollar su experiencia y alumbrar su razón naciente.

- Enviado por Juan C. Mariani-
Tomado del Libro "El porque de la vida" de  León Denis

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¿En qué consiste la misión de los Espíritus encarnados?
- En instruir a los hombres, cooperar en su adelanto, mejorar sus instituciones por medios directos y materiales. Pero las misiones son más o menos generales e importantes: el que cultiva la tierra está cumpliendo una misión, así como el que gobierna o el que instruye. En la Naturaleza todo se eslabona. Al paso que el Espíritu se depura mediante la encarnación, colabora en esa forma en la realización de las miras de la Providencia. Cada cual tiene en la Tierra su misión, porque cada cual puede ser útil para algo.
El Libro de los Espíritus
Allan Kardec
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Mecanismos para la 

Cura Espiritual

 

La mediumnidad de cura ofrece al médium las posibilidades de curar a un ser enfermo, buscando fluidos en fuentes energéticas de la naturaleza.

¿Pero será que las enfermedades  kármicas también pueden ser curadas espiritualmente?
 
La mediumnidad de cura es la capacidad poseída por ciertos médiums de curar molestias por sí mismos, provocando reacciones reparadoras de tejidos y órganos del cuerpo humano, inclusive a las oriundas de influencias espiritual.


Así como existen médiums que emiten fluidos propios para la producción de efectos físicos concretos (ectoplasmia) , tenemos igualmente a los médiums que emiten fluidos que operan todas las reparaciones arribas referidas.
En la esencia, el fluido es siempre el mismo, una sustancia cósmica fundamental. Pero sus propiedades y efectos varían inmensamente, conforme la naturaleza de la fuente generadora inmediata, de la vibración específica y, en muchos casos (como este de cura, por ejemplo), del sentimiento que procede el acto de la emisión.

La diferencia entre los dos fenómenos es que en el primer caso (ectoplasmia) , el fluido es pesado, denso, propio para la elaboración de formas o producción de efectos objetivos por condensación, al paso que en el segundo (curas), el es sutilizado, radiante, propio para alterar condiciones vibratorias ya existentes.

 


Médium curador

Más allá del magnetismo propio, el médium curador goza de la aptitud de captar esos fluidos leves y benignos en las fuentes energéticas de la naturaleza, irradiándolos enseguida sobre el enfermo, revigorizando órganos, normalizando funciones, destruyendo placas y formas ovoides fluídicas producidos tanto por la auto-obsesión como por influencias directas.
El médium se coloca en contacto con esas fuentes al orar y al concentrarse, animado por el deseo de hacer una caridad evangélica. Como la ley de amor es la que preside todos los actos de la vida espiritual superior, él se coloca en condiciones de vibrar en consonancia con todas las actividades universales de la creación, encadenando fuerzas de alto poder constructivo que vierten sobre él y se transfieren al enfermo. A su vez, éste se colocó en la misma sintonía vibratoria por medio de la fe o de la esperanza.

Los fluidos radiantes interpenetran el cuerpo físico, alcanzan el campo de la vida celular, bombardean los átomos, les elevan la vibración interior e inyectan en las células una vitalidad más intensa. En consecuencia, acelera los cambios (asimilación, eliminación), resultando en una alteración benéfica que repara lesiones o equilibra funciones en el cuerpo físico.
En las operaciones quirúrgicas hechas directamente en el cuerpo físico, los espíritus operadores incorporan en el propio médium que dispone de esta facultad. Este, como autómata, opera al paciente con los mismos instrumentos de la cirugía terrena, sin embargo sin anestesia y dispensando cualquier precaución de asepsia. En ciertos casos, aunque son raros, el espíritu incorporado logra el mismo resultado quirúrgico utilizando objetos de uso doméstico (navajas, tijeras, garfios o estiletes comunes) como instrumentos operarios, igualmente sin ningún cuidado anti-séptico.
El cirujano invisible incorporado en el médium corta la carne del paciente, extirpa excrecencias mórbidas, 
drena tumores, desata atrofias, facilita la circulación obstruida, reduce bloqueos o elimina órganos 
irrecuperables. Semejantes intervenciones, más allá de su absoluto éxito, son realizadas en un espacio de tiempo exiguo, muy por encima de la capacidad del más abalado cirujano del mundo físico.

En tales casos, los médicos desencarnados hacen sus diagnósticos rápidamente, con absoluta exactitud y sin necesidad de placas radiográficas, electrocardiogramas , hemogramas, encefalogramas o cualquier otra investigación de laboratorio.

En esas operaciones mediúmnicas procesadas directamente en la carne, los pacientes operados tanto pueden presentar cicatrices o estigmas operatorios como quedar libres de cualquier señal quirúrgica. Después de la operación, ellos se levantan joviales y sin ninguna dificultad o dolor, manifestándose sorprendidos  por su alivio inesperado y la eliminación súbita de sus males.
Cuando opera incorporado en el médium, el espíritu siempre es auxiliado por compañeros experimentados en la misma tarea, que cooperan y ayudan en el control de la intervención quirúrgica, en el diagnostico seguro y rápido y en el examen anticipado de las anomalías de los enfermos a ser operados. Entidades experimentadas en la ciencia química trascendental preparan los fluidos anestesiantes y cicatrizantes, transfiriéndolos después del mundo oculto para el escenario físico  a través de la materializació n en la forma líquida o gaseosa, conforme sea necesario.  

 

Cirugias a distancia

Aunque el éxito de las operaciones mediúmnicas dependa especialmente del ectoplasma ofrecido por un médium de efecto físico y controlado por los espíritus de médicos desencarnados, hay circunstancias en que, debido al tenor sano de los propios fluidos del enfermo, las operaciones producen resultados milagrosos en el cuerpo físico, a pesar de ser procesadas solamente en el periespíritu.
El proceso de “refluidificació n”, con el aprovechamiento de los fluidos del propio enfermo, recuerda algo del recurso de cura adoptado en la hemoterapia practicada por la medicina terrena, en la cual el médico incentiva la energía de la persona debilitada extrayéndole sangre y, enseguida, inyectándola nuevamente en ella, en un proceso que acelera la dinámica del sistema circulatorio.
No obstante, incluso que se traten de operaciones mediúmnicas hechas directamente en la carne del paciente o mediante fluidos irradiados a distancia por las personas de magnetismo terapéutico, el éxito operatorio exige siempre la interferencia de espíritus desencarnados, técnicos y operadores, que someten los fluidos irradiados por los “vivos” a un avanzado proceso de química trascendental en los laboratorios del lado espiritual.

¿Y cuáles son las diferencias entre cirugías realizadas con la presencia del paciente y las realizadas a distancia? En el primer caso, los técnicos desencarnados utilizan el ectoplasma del médium de efectos físicos y también los fluidos nerviosos emitidos por las personas presentes. Esta aglutinación polarizada sobre el enfermo presente posibilita resultados más eficientes e inmediatos.

En el segundo caso, los espíritus operadores procuran reunir y proyectar sobre el enfermo los fluidos magnéticos obtenidos por las personas que se encuentran reunidas a distancia, en el centro espírita.

Sin embargo, como se trata de fluidos más débiles de los ofrecidos por el médium de fenómenos físicos, ellos son sometidos a un tratamiento químico especial por los operadores invisibles, a fin de obtener resultados positivos. Incluso así, los fluidos transmitidos a distancia sirven apenas para las intervenciones de poco tamaño, pues, siendo fluidos heterogéneos, exigen la “purificación” a la cual nos referimos.

Existen algunos factores que impiden las cirugías a distancia de ser tan eficaces y seguras como las intervenciones directas. Para mucho de esos voluntarios donadores de fluidos, faltan la voluntad disciplinada y la vibración emotiva fervorosa, que potencian las energías espirituales. Además, en los días destinados a esos trabajos espirituales, los médiums deberían someterse a una alimentación sobria, ya que, después de una comida a veces indigesta, el individuo no tiene disposición pata tomar parte en una tarea que exige concentración mental segura.


Dificultades para los espíritus curadores

Durante el tratamiento fluídico operado a distancia, la cura depende mucho de las condiciones psíquicas en que los enfermos fueran encontrados durante la recepción de los fluidos. Los espíritus terapeutas enfrentan serias dificultades en el servicio de socorro a los pacientes cuyos nombres están inscritos en las listas de los centros espíritas, pues además de las dificultades técnicas resultantes de cierto desequilibrio mental del ambiente donde ellos actúan, otros obstáculos los aguardan, en virtud del estado psíquico de los propios enfermos.

A veces, el enfermo tiene la mente saturada de fluidos sombríos, en base a las conversaciones maledicientes, intrigas, calumnias y malicias. En otros casos, allí está él con una excitación nerviosa por causa de alguna violenta discusión política o deportiva, así como es encontrado envuelto en humo intoxicado del tabaco o de la bebida de un alcohólico.

Otras veces, los fluidos irradiados de las sesiones espíritas penetran en los hogares enfermos, pero encontrando el ambiente cargado de fluidos agresivos, provenientes de discusiones ocurridas entre sus familiares. Es evidente que los desencarnados tienen poco éxito en su tarea abnegada de socorrer a los enfermos cuando estos vibran llenos de odio, venganza, lujuria, codicia o cualquier otro sentimiento negativo.


Cirugía durante el sueño

Las operaciones quirúrgicas realizadas en el periespíritu durante el sueño sólo alcanzan la causa mórbida en el tejido etérico de este, sin embargo, después de algún tiempo, comienzan a desaparecer sus efectos mórbidos en la carne, por el mismo fenómeno de repercusión vibratoria. En este caso, como los enfermos operados ignoran lo que les ocurre durante el sueño o incluso en el momento de vigilia y reposo, oponen dudas en cuanto a esa posibilidad.

Una vez que esos enfermos, habiendo sido operados en el periespíritu, no comprueban de inmediato cualquier alteración benéfica en su cuerpo físico, general mente suponen que han sido víctimas de un fraude o un completo fracaso en cuanto a la intervención. Ocurre que la transferencia reflejada de las reacciones producidas por esas operaciones se procesa muy lentamente, llevando semanas y hasta meses para manifestar sus efectos benéficos en el organismo. Además de eso, hay casos en que el enfermo recibe asistencia de sus guías espirituales debido a la circunstancia de emergencia, que no altera el determinismo de su rescate.

Toda cura se da por la acción fluídica, ya que el espíritu obra a través de los fluidos. Tanto el periespíritu como el cuerpo físico son de naturaleza fluídica, aunque en diferentes estados, habiendo relación entre ellos. El agente de la cura puede ser encarnado o desencarnado y en ella pueden ser utilizados o no procesos como el pases, agua fluidificada y otros, además de la intervención en el periespíritu o en el cuerpo.

En la cura por efectos físicos, la alteración orgánica en el cuerpo físico es inmediatamente visible o plausible de constatación por los sentidos o la preparación material.
En la acción fluídica sobre el periespíritu, la cura será evaluada después, por los efectos posteriores en el cuerpo físico. Obrando a través de los centros anímicos, órganos de unión con el periespíritu, se alcanza este, que también se beneficia al purificarse por la aceleración vibratoria, volviéndose, así, incompatible con las de más bajo patrón.

Es de esta forma que se operan las curas de perturbaciones espirituales, en la parte que se refiere al perturbado propiamente dicho. Sabemos  que la mayor parte de las molestias de fondo grave y permanente no pueden ser curadas porque representan rescates Kármicos en desarrollo, salvo cuando hay permiso de lo Alto para curarlas. Entre tanto, hay beneficio para el enfermo en todos los casos, porque si conseguirá, minimamente, una atenuación del sufrimiento.
 


La cura en la mano de todos

La facultad de curar por la influencia fluídica es muy común y puede desenvolverse por el ejercicio. Todos nosotros, estando saludables y equilibrados, podemos beneficiar a los enfermos con pases, irradiaciones, agua fluidificada, etc. Aprendiendo y ejercitando, desenvolvemos nuestro potencial de acción sobre los fluidos.

El poder curativo está en la razón directa de la pureza de los fluidos producidos, como cualidades morales o purezas de intenciones, de la energía de la voluntad, cuando el deseo ardiente de ayudar provoca una mayor fuerza de penetración, y de la acción del pensamiento, dirigiendo los fluidos en su aplicación.

La mediumnidad de cura, sin embargo, es muy rara, espontánea y se caracteriza por la energía e instantaneidad de la acción. El médium de cura obra por el simple contacto, por la imposición de las manos, por la mirada, por un gesto, incluso sin el uso de ningún medicamento. En el Evangelio, existen numerosos relatos donde Jesús o sus seguidores curan por la acción fluídica, algunos de ellos examinados por Allan Kardec, en el libro La Génesis, capítulo XV.


Condiciones fundamentales para la cura

Es lícito buscar la cura, pero no se puede exigirla, pues ella dependerá de la atracción y fijación de los fluidos curadores por parte de aquellos que deben recibirlos. La cura se procesa conforme nuestra fe, merecimiento o necesidad.

Cuando una persona tiene merecimiento, su existencia necesita continuar o las tareas a su cargo exigen buena salud, la cura podrá ocurrir en cualquier tiempo y lugar, hasta sin intermediarios (aparentemente, porque la ayuda espiritual siempre habrá). No obstante, a veces, el bien del enfermo está en continuar sufriendo aquel dolor o limitación, que lo reajusta y equilibra espiritualmente, lo que nos hace pensar que nuestra oración no fue oída.

Para eso, veamos lo que dice Emmanuel, en el libro Siembra de los Médiums, en el capítulo “Oración y Cura”: “Acordemosno de que las lesiones y llagas, frustraciones y defectos en nuestra forma externa son remedios del alma que nosotros mismos pedimos a la farmacia de Dios.
La cura sólo se dará con carácter duradero si corregimos nuestras actuales condiciones materiales y espirituales. La verdadera salud y equilibrio viene de la paz que en espíritu supimos mantener, dónde, cuándo cómo y con quién estuviéramos. Empeñémosno en curar males físicos, si es posible, pero recordemos que el Espiritismo cura sobre todo las molestias morales.”

De una manera primorosa, Allan Kardec nos sitúa sobre el asunto: “La cura se opera mediante la sustitución de una molécula malsana por una molécula sana. El poder curativo está, pues, en la razón directa de la pureza de la sustancia inoculada, pero depende también de la energía de la voluntad que, cuanto mayor fuera, más abundante emisión fluídica provocará y tanto mayor fuerza de penetración dará al fluido. Depende aun de las intenciones de aquel que desee realizar la cura, sea hombre o espíritu.”

De ahí se desprende que son cuatro las condiciones fundamentales de las cuales depende el éxito de la cura: el poder curativo del fluido magnético animalizado del propio médium, la voluntad del médium en la donación de su fuerza, la influenciació n de los espíritus para dirigir y aumentar la fuerza del hombre y las intenciones, méritos y fe de aquel que desea curarse.

 Por Edvaldo Kulcheski
Este artículo fue publicado en la Revista Cristiana de Espiritismo, edición especial 02.

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sábado, 28 de junio de 2014

Nosotros y la Reencarnación

NOSOTROS Y LA REENCARNACIÓN


       Presente en las diversas culturas, la Reencarnación desafia al tiempo, permanecendo viva en la história, en la mente y en las crencias del ser humano. Desde la mas remota antigüedad hasta los dias de hoy, ella es la forma mas completa de explicar los diversos fenómenos de la vida humana conforme a la manera como la sociedad evolucionó.  Las civilizaciones se suceden hacia la modernidad, y mientras tanto, la reencarnación no desaparece de la história. 
Vamos a seguir algunas pesquisas realizadas por la Ciencia que evidencian la Reencarnaçión:
1.Criaturas con recuerdos espontáneos de vidas previas, los cuales perduran hasta la edad próxima a la pubertad;
2.Recordaciones simples en adultos del tipo memória extracerebral;
3.Recordaciones de adultos o de niños, acompañadas de marcas de nacimiento(birtmarks);
4.Sueños recurrentes; sueños anunciadores; sueños comunes que desencadenan en la  memoria hechos pretéritos ocurridos en vidas pasadas;
5.Visiones espirituales;
6.El “déja vu” por el que se reconoce una persona o un escenario, ligado a alguna encarnación anterior;
7. Situaciones similares, esto es, vivencia de episódios semejantes, desencadenantes de contenidos pretéritos;
8. Dolencias graves con estado-pré-agónico, delírios, alucinaciones;
9. Desdoblamientos, viages astrales;
10. Informaciones de espíritus que están fuera del cuerpo, de sensitivos o del própio reencarnante, antes o depues de morir;
11. Características innatas; genialidad, defectos congénitos o marcas de nacimiento, aun sin recordación; 
12. Cualidades, defectos, modo de ser o características psicológicas traidas de vidas pasadas (aptitudes innatas);
13. Psicanális o análisis terapéutico muy profundo;
14. TVRP – Terapia Regresiva a vivencias pasadas;
15. Casos de obsesión espiritual;
16. Hipnosis con regresión de memória;
17. Acción de  drogas diversas, inclusive, anestésicos;
18.Traumas violentos;
19.. Recuerdos durante la gestación;
20.Meditación: extasis religioso, trance con manifestación de una personalidad anterior.
       As pesquisas sobre la Reencarnación no cesan con estas evidencias apuntadas. El campo de trabajo en este área crece dia a dia. La Medicina, la Genética y la Psicologia Transpesonal vienen siendo convocadas para ofrecer la contribución de sus pesquisas. Creemos que los próximos diez años tendremos a la Ciencia oficial declarando este importante descubrimiento como antes dijera Jesus a Nicodemo: “Es necesário nacer de nuevo”. Y Allan Kardec la confirmó en “El Libro de los Espíritus”, declarando que solamente con la Reencarnación entendemos mejor la Justicia de Dios  y la Evolución de la humanidad. 
Pesquisa de autores encarnados.


João Cabral-
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EL ESPIRITISMO ES CIENCIA

El ilustre Allan Kardec escribió en una de sus obras fundamentales esta sentencia:“El verdadero carácter del Espiritismo es el de una ciencia y no el de una religión”.
El tiempo, que todo lo resuelve, viene a demostrar que el Espiritismo sólo puede existir lógicamente como verdad positiva, a base de ciencia cuyo valor fundamental estriba en la realidad de los hechos, en la observación y estudio experimental de los mismos.
Este concepto científico del Espiritismo lo expresa el filósofo espiritista en otro pasaje:
“Desde el punto de vista filosófico responde a las aspiraciones del hombre respecto al porvenir; pero, como apoya la teoría de éste en bases positivas y racionales, se amolda al espíritu positivista del siglo”.
A la muerte de Kardec, el eximio Flammarion pronunció el célebre discurso de despedida al maestro, que hizo honor a la causa espiritista, augurando para el Espiritismo el título de ciencia positiva y tratando de encauzar a sus adeptos en el estudio experimental de sus fenómenos. Dijo en aquella fecha memorable:
“Este método experimental al que debemos la gloria del progreso moderno y las maravillas de la electricidad y del vapor; este método debe apoderarse de los fenómenos de orden aún misterioso a que asistimos, disecarlos, medirlos y definirlos...”
 “Porque el Espiritismo no es una religión, sino una ciencia de la que apenas conocemos el abecedario. El tiempo de los dogmas ha concluido”.
Gabriel Delanne, uno de los pioneros más valientes y destacados del
Espiritismo en Francia, escribe a este respecto:
“El Espiritismo no es una religión: no tiene dogmas, ni misterios ni ritual. Es una ciencia de experimentación, de la que se desprenden consecuencias morales y filosóficas de inmensa importancia”.
A esta concepción amplia y desprejuiciada del Espiritismo, podemos agregar la del eminente naturalista Russel Wallace, espiritista de no dudosa procedencia:
“El Espiritismo es una ciencia experimental y suministra la única base segura para una filosofía verdadera y una religión pura.
Suprime los nombres sobrenatural y milagro...”
“Una ciencia de la naturaleza humana, fundada en los hechos observados; que sólo apela a los hechos y experimentos; que no toma creencias sin pruebas; que insiste en la investigación y en la conciencia de si misma como los primeros deberes de los seres inteligentes; que enseña que la felicidad en una vida futura puede ser asegurada cultivando y desarrollando hasta donde es posible más altas facultades de nuestra naturaleza intelectual y moral y no de ningún otro modo; es y tiene que ser el enemigo natural de toda superstición”.
Por su parte dice el Dr. Gustavo Geley:
“Para los verdaderos creyentes en la doctrina espiritista, esta es una ciencia positiva, basada sobre el estudio experimental de los fenómenos psíquicos y las enseñanzas de los espíritus elevados”.
A estas autorizadas opiniones podríamos agregar la de todos los verdaderos espiritistas y demostrar que sus convicciones se formaron en el terreno de los hechos, por el estudio, la observación y la experiencia de los mismos y no por creencias religiosas anticipadas, por la fe ciega o por la predisposición mística desarrollada por la necesidad de ampliar los horizontes de esta vida, por esa ansiedad imperiosa que, según los materialistas, sienten las almas cándidas, los espíritus débiles, atormentados por el deseo de penetrar las sombras del misterio y de hallar lo que no alcanza a descubrir la ciencia... a la cual suelen mirar con desdén...
No son los verdaderos espiritistas los que creen en la bancarrota de la ciencia frente a los problemas del alma; por el contrario, es la ciencia para éstos el fundamento de sus creencias, sin los hechos positivos, experimentales, el Espiritismo carece de base, y su filosofía sería uno de tantos sistemas metafísicos, una de tantas religiones, agregados al acervo común de la historia.
El Espiritismo no tiene por punto de partida la fe, sino sus fenómenos y el estudio racional de los mismos: es sobre la base fundamental del fenomenismo psicológico supranormal que descansa su filosofía, su ética y su sociología, y es sobre esa misma base que afianzamos nuestras creencias los verdaderos espiritistas.
Las conclusiones filosóficas que sustentamos emanan de los mismos hechos y no de creencias o de razonamientos a priori: ni siquiera tienen la desventaja -si tal pudiera llamarse a la especulación filosófica subjetiva- de atribuirse a inducciones o deducciones personales, ya que la doctrina espiritista surge espontánea de la naturaleza misma de los hechos, de las manifestaciones inteligentes que de ellos se desprenden.
Es cierto que muchos de los principios o postulados de nuestra doctrina se encuentran diseminados entre las religiones y sistemas filosóficos, pero éstos, las primeras, se fundan en la fe ciega, en el dogma infalible y en absurdas, cuando no mentidas, revelaciones, y los segundos, en deducciones o hipótesis más o menos lógicas, pero siempre discutibles por carecer de fundamento científico que pruebe experimentalmente la veracidad de los principios sustentados.
De todo esto se infiere que si el Espiritismo se impone a la consideración humana por sobre todas las creencias religiosas e ideológicas, es por sus hechos observables y experimentables, y no por un sentimiento místico o por las halagüeñas perspectivas que de él se desprenden para el porvenir del espíritu: deja de ser religión, en el sentido místico y ritual del concepto, pero no puede dejar de ser ciencia sin dejar de existir como verdad demostrable y perder su interés y valor positivos; pues, si le faltan los hechos, los principios ciertos en que se apoya y el conocimiento, aunque relativo, de las leyes que los rigen, ya pasa a la categoría de misticismo, sin que su caudal filosófico y moral pese un gramo más en la balanza del progreso humano.
No tienen, pues, razón aquellos espiritistas que, imbuidos de religiosidad, creyentes por ingenuidad o por simples razonamientos filosóficos, se bastan a su fe y miran con ojeriza a los hombres de ciencia y a sus mismos compañeros que bregan por encauzar el Espiritismo en la corriente científica señalada por los sabios espiritistas que hacen honor a nuestro credo, y, mucho menos, los que hacen de éste una religión como cualquier otra y creen que la Ciencia -por hallarse aún en los balbuceos de esta nueva y fecunda rama de la psicología experimental y no haber llegado aún, en algunos casos, a las mismas conclusiones espiritistas, por buscar la correlación entre los fenómenos fisiológicos y psíquicos o explicar por las mismas leyes anímicas todos los fenómenos supranormales sin hacerse cargo de las manifestaciones de espíritus desencarnados- conduce al materialismo.
No hay que olvidar que así como mucha ciencia conduce a Dios y poca nos aleja de él, lo mismo sucede con la creencia en la existencia del mundo espiritual: un conocimiento incompleto del fenomenismo espírita y de sus manifestaciones no convence a nadie, pero el estudio continuo con métodos adecuados lleva al convencimiento: la mayor parte de los sabios o simples estudiosos que han abrazado el Espiritismo, primero lo negaron; después, con poca ciencia, afirmaron los hechos pero negaron la teoría, y luego, al correr de los tiempos, con más ciencia y experiencia, aceptaron esta última.
La ciencia, la verdadera ciencia, no conduce al materialismo sino cuando es incipiente y carece de la madurez necesaria para llegar a las conclusiones espiritistas.
En muchos casos los que penetran en el santuario de esta profunda ciencia del alma por las puertas de la fe, suelen salir por las del escepticismo o la incredulidad; mientras que otros que entran incrédulos y materialistas salen llenos de fe y de esperanza, después de estudiar los hechos con todo rigor científico y de exigir de ellos toda la luz que anhelaban sus espíritus ávidos de ciencia y de verdad. Ejemplos de esto entre otros mil, William Crookes, Russel Wallace y Lombroso.
Al hablar de ciencia no nos referimos a esa ciencia incompetente, infructuosa, llena de orgullo y de suficiencia que niega la existencia, y aun la posibilidad, de las manifestaciones del mundo espiritual; que no tiene más de positiva que lo que alcanza en la materialidad de las cosas; que, en materia de fenomenismo espírita o de metapsiquismo, en vez de adaptarse a la naturaleza y a las modalidades de los hechos, les impone condiciones y métodos arbitrarios, y, como en semejantes condiciones no halla lo que, por prejuicio de escuela, sus representantes tienen interés en no encontrar -el espíritu como sustancia independiente del organismo- lo niegan: porque su caudal seudocientífico está formado base de negaciones.
A estos “científicos”, que forman una “ciencia” de relumbrón, sí, no titubeamos en declararlos en bancarrota. Hablamos aquí de la verdadera ciencia, de esa diosa augusta que no afirma ni niega nada a priori; que no teme la investigación de ningún hecho, por absurdo e inverosímil que parezca, ni a las condiciones y métodos que su naturaleza impone; que, animado de un profundo amor a la verdad, no se alimenta de prejuicios, sino de la luz espiritual que irradia la renovación constante de la vida.
El Espiritismo es una ciencia integral y progresiva: abarca todos los conocimientos humanos. No es una religión, aunque cultiva y espiritualiza los sentimientos religiosos. “La religión se va, la ciencia viene”, ha dicho alguien.
Y no estará demás recordar a los neófitos y profanos que nuestro lema es: Hacia Dios por el amor y la ciencia.
Manuel S. Porteiro
(Transcrito de “Espiritismo: Doctrina de Vanguardia”)
 Tomado de la revista “Constancia”   

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EL PROBLEMA DE LA EXISTENCIA DEL MAL
Y GABRIEL DELANNE


Si el espiritismo ha conquistado millones de adeptos en el mundo entero, no es solamente porque da a la humanidad, la demostración científica de la existencia del alma y de su inmortalidad, sino también porque aporta soluciones lógicas a todos los enigmas, que las religiones y las filosofías no han podido resolver hasta ahora.

Sin embargo, no podemos dejar de aceptar –en honor a la verdad- que esa demostración científica del alma y de su inmortalidad, por parte del Espiritismo, no ha cuajado en absoluto en el contexto cultural humano.
Posiblemente no se ha tenido en cuenta esa demostración por estar propuesta por “los espiritistas” como sinónimo de gente poco seria y fantasiosa. A pesar de ello, un día u otro – ojalá más pronto que tarde- la ciencia más vanguardista deberá reconocer esa realidad, porque en sus atrevidas investigaciones se encontrarán inevitablemente con el periespíritu, como parte más “material” del espíritu; y, de ahí hasta el alma, ya sólo hay algunos pasos más.

¿Y qué pregunta más angustiosa que la de la Existencia del Mal? ¿Cómo puede dejarlo subsistir un ser todopoderoso, si sólo de su voluntad depende que desaparezca?
¿Por qué los bienes naturales, salud, fuerza, inteligencia, parecen distribuidos al azar, lo mismo que la fortuna y los honores, cuando lo más frecuente es que sean patrimonio de los menos dignos?
¿Por qué esas calamidades que devastan de pronto un país, hundiendo en el dolor a millones de seres inocentes?
Si interrogáis a las religiones, sólo os responderán invocando el principio de la libre decisión de la divinidad, que puede, a su antojo, hacer barro de elección o de impureza. Salta a la vista la arbitrariedad de esta doctrina. So pena de una monstruosa parcialidad, un padre justo y bueno nopuede predestinar a unos a la abyección, mientras otros no tendrán que hacer, más que vivir para llegar a la felicidad suprema.

Ciertamente es muy desorientador, además de imposible, el intentar conciliar la idea de una divinidad justa, sabia y todopoderosa, con el reparto de la “suerte” entre la población terráquea.
Si se interroga al Espiritismo, éste sí que tiene respuestas convincentes a nivel general, basadas en:

La doctrina de las vidas múltiples nos deja entrever parte de la solución del problema. Si se vuelve muchas veces a la tierra, esta serie de reencarnaciones nos colocará sucesivamente en todas las posiciones posibles, y la real desigualdad que para una sola vida existe, se compensa cuando se piensa en la multiplicidad de condiciones físicas, morales, intelectuales y sociales, que, alternativamente, se han ocupado aquí abajo. Lo que tendría de arbitrario, desaparece, si todos los seres inteligentes sufren pruebas semejantes, quedando así satisfecho el sentimiento de justicia que cada uno lleva en sí grabado.

Lo que no puede, lo que no debe hacer nunca el Espiritismo es proporcionar una opinión detallada a las situaciones concretas que se dan en nuestro planeta.
Una cosa es enunciar unas leyes de aplicación general y otra, muy distinta, el intentar dar respuesta a situaciones particulares. No se puede “jugar a adivino”; la mayor parte de las veces no se dispone de la información suficiente como para poder explicar el porqué, de determinadas problemáticas. Contentémonos -que ya es mucho- en comprender los planteamientos generales; y el más general es que de cualquier situación que vivamos siempre nos será posible extraer un provecho, por dura que pueda ser esa situación.

- El progreso.
El mal ya no es entonces más una fatalidad ineludible y desgraciada de la que no podríamos librarnos; parece como un acicate, como una necesidad destinada a impulsar al hombre en la vía del progreso. El progreso no es una utopía. La existencia del hombre en la época cuaternaria, errando a través de las selvas o yaciendo en las cavernas, no es comparable a la del más miserable de nuestros campesinos. A medida que conocemos mejor el mecanismo de la naturaleza, podemos utilizar las ciencias para mejorar nuestra situación física;

El mal toma así otro aspecto a nuestros ojos; el mal, o sea el dolor (físico o moral), la dificultad, la contrariedad,… viene a convertirse en el verdadero motor de nuestro progreso, hasta que éste pueda ser conducido exclusivamente por la voluntad.

La civilización proporciona al hombre una seguridad que sus precursores no conocían; Desde el punto de vista moral, los progresos han sido más lentos; todavía es cruel la lucha por la existencia, sobre todo en las ciudades, pero, ¿quién osaría comparar el proletariado actual con la esclavitud antigua? Si las guerras no parecen llevar trazas de extinguirse, han perdido parte de su horror primitivo.

Ojalá fuera del todo así. Las guerras siguen siendo una lacra de la sociedad, siguen siendo una expresión de la raíz de todos los vicios y de muchos de los conflictos humanos: el egoísmo.

Después del horror de la carnicería, los heridos son recogidos y atendidos, y el furor homicida se extingue cuando la bestia humana reposa. En vez de rematarlos, se cura a los heridos. El sentimiento de solidaridad se afirma con la multiplicación de los hospitales, con las pensiones a la vejez, con el auxilio concedido a los inválidos, igual que con las asociaciones que garantizan a sus miembros contra los riesgos de enfermedad y paro.
Se presiente el principio de un nuevo estado de cosas; si es todavía rudimentario y en muchos aspectos, defectuoso, nada impide creer que cada día adquirirá mayor impulso.
La evolución hacia lo mejor aparece como consecuencia de la elevación intelectual de la masa social, que la instrucción, liberalmente distribuida, comienza a despertar del letargo en el que durante tantos siglos yaciera para exclusivo provecho de sus explotadores. Ya no se espera ladicha de una intervención sobrenatural. Se comprende que ella será resultado del esfuerzo colectivo de todos. Hay que dejar a los aficionados a las paradojas fáciles la negación del progreso; éste es la ley espiritual que rige el universo.

Seguramente habrá un nuevo estado de cosas; ¿cuándo? Una respuesta fácil sería: cuando Dios quiera. A pesar de que en el fondo es así, no podemos dejar de pensar que las leyes divinas se aplican de forma automática y que los Espíritus superiores son los ejecutores de esas leyes. Por lo tanto, sin duda alguna, cuando ese estamento espiritual superior lo crea oportuno, se dará un impulso al progreso espiritual en detrimento, si es necesario, del siempre pujante progreso material.

Somos creadores de un determinismo ulterior, consecuencia de nuestras pasadas acciones, aun poseyendo la posibilidad de modificar nuestras existencias futuras en el sentido más favorable, según el grado de libertad moral e intelectual en relación con el punto de la evolución que hayamos alcanzado.

Determinismo ulterior”: esa es la clave del problema. Determinismo que es la suma de esas consecuencias de acciones pasadas y, ciertamente, de nuestras necesidades de aprendizaje. Es importante este concepto básico en Espiritismo –bien señalado aquí por Delanne- sobre esa posibilidad permanente de modificar nuestro futuro a través de dignificar lo más posible nuestro presente.

- Consecuencias morales.
Las vidas sucesivas tienen por objeto el desarrollo de la inteligencia, del carácter, de las facultades, de los buenos instintos y la supresión de los malos.
Siendo la evolución continua y perpetua, la creación, en el curso de su existencia, es en todo momento lo que él ha hecho de sí mismo.
En efecto, cada uno de nosotros, lleva consigo una sanción inevitable que no puede ejercerse inmediatamente, pero que, tarde o temprano, tendrá una repercusión segura en las vidas futuras.

Evolución continua”, ¡que gran y formidable verdad!; por lo tanto, siempre habrá conocimientos por conquistar, aprendizajes por realizar.

Las desigualdades morales e intelectuales no son, por lo tanto, el resultado de arbitrarias decisiones de la divinidad, ni de la justicia que se ve ofendida.
Partiendo todos del mismo punto para acabar en la misma meta, que es el perfeccionamiento de nuestro ser, pasando por todas las situaciones terrestres, existe, en realidad, una perfecta igualdad entre todos los individuos, compensándose las diferencias en el curso de múltiples vidas.
Esta comunidad de origen nos demuestra claramente que la fraternidad no es una vana palabra. En todos los grados de evolución, nos sentimos unidos los unos a los otros, de modo que no existe ninguna diferencia radical entre todos los pueblos, a despecho del color de su piel y de su estado de adelanto. La evolución no es solamente individual; es colectiva. Reencarnándose por grupo cada nación, existe una responsabilidad colectiva como existe una individual; de esto se deduce que cualquiera que sea nuestra posición en la sociedad, tenemos interés en mejorarla, ya que, en realidad, con ello preparamos nuestra suerte futura.

La fraternidad, conduciéndonos cada vez más a comprender que esencialmente todos somos iguales, acabará por erradicar, inapelablemente, la lacra del racismo.

Por consiguiente, el egoísmo es a la vez un vicio y un mal cálculo, puesto que el mejoramiento general no puede resultar más que del progreso individual de cada uno de los miembros que constituyen la sociedad:
La palingenesia es, pues, una doctrina esencialmente renovadora y un factor de energía, puesto que estimula en nosotros la voluntad, sin la cual no podría realizarse ningún progreso individual.
La solidaridad se impone a nosotros como una condición esencial del progreso social; El mal, por consiguiente, no es una necesidad fatal impuesta a la humanidad; puede y debe salvarse, ya que es, pura y simplemente, el resultado de nuestra ignorancia de las leyes físicas y morales que rigen el mundo.
Y, a medida que aprendemos, ese mal, esa ignorancia de las leyes que remarca Delanne, se irá diluyendo ante el empuje continuo de la comprensión y de la inteligencia; inteligencia que nos enseña, que es bueno para nosotros, el comportarnos cada vez más honorablemente.

En resumen, la teoría de las vidas sucesivas satisface todas las aspiraciones de nuestras almas, que exigen una explicación lógica del problema del destino. Se concilia perfectamente con la idea de una providencia, a la vez justa y buena, que jamás castiga nuestras faltas con eternos suplicios, sino que nos deja a cada instante el poder de reparar nuestros errores al elevarnos lentamente, por nuestro propio esfuerzo, franqueando los peldaños de esta escala de Jacob, cuyos primeros escalones se hunden en la animalidad, mientras los más altos se levantan hasta la espiritualidad perfecta.

Excelente conclusión de este capítulo final de su obra; realmente la teoría reencarnacionista -prácticamente comprobada por la ciencia psicológica- es la única que concilia a la Providencia divina con las situaciones difíciles de los mundos inferiores. Dios no nos desampara jamás; Dios no comete arbitrariedades; Dios nos da las oportunidades necesarias, las reencarnaciones que nos hagan falta, para aprender y progresar por nosotros mismos.

Digamos con Maeterlinck:
Reconozcamos, de paso, que es muy lamentable que los argumentos de los teósofos y de los neo-espiritistas no sean perentorios; puesto que no ha habido creencia más bella, más justa, más pura, más moral, más fecunda, más consoladora y, hasta cierto punto, más verosímil, que la suya.
Es la única, con su doctrina de las expiaciones y de las purificaciones sucesivas, que da cuenta de todas las desigualdades sociales, de todas las abominables injusticiasdel destino. Pero la calidad de una creencia no demuestra su verdad. Aunque sea la religión de quinientos millones de hombres, la que más se acerca a los misteriosos orígenes, la única que no es odiosa y la menos absurda de todas, será preciso que haga lo que las otras no hicieron, aportarnos irrecusables testimonios, pues los que hasta hoy nos ha dado, sólo son la sombra de un principio de prueba.

-(no sabemos a qué obra de Maeterlinck pertenece este párrafo mencionado por Delanne)-.

Creo haber aportado las pruebas que Maeterlinck pide.
Poseemos actualmente una demostración positiva que nos permite comprender, no sólo la supervivencia del principio pensante, sino también su inmortalidad, ya que durante millones de años hemos evolucionado en esta tierra que abandonaremos el día en que nada tengamos que aprender en ella.

Así termina esta acertada exposición del ingeniero y excelente investigador espiritista Gabriel Delanne. Ojalá que las obras de este autor pudieran ser consultadas con facilidad por los estudiosos del Espiritismo. Aunque siempre haya sido un autor minoritario, merece remarcarse su monumental obra “Investigaciones sobre la mediumnidad”, donde traza una gran revista a todo tipo de fenómenos anímicos y Mediúmnicos.
También hay que destacar que en este 2007 se cumplen 150 años de su nacimiento; prácticamente nació al mismo tiempo que Kardec publicara “El Libro de los Espíritus”. Es importante resaltar la amistad entre Kardec y el padre de Delanne.
Sirva este recorrido por parte de una de sus obras como homenaje a este tenaz luchador.

David Santamaría
Flama Espirita, número 123 
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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