La Ley del Trabajo
El trabajo es una ley de la naturaleza al que nadie se puede esquivar, sin perjudicarse, pues es por medio del trabajo que el hombre desarrolla su inteligencia y perfecciona sus facultades. El trabajo honesto le fortalece el sentimiento de dignidad personal, se hace respetar por la comunidad en la que vive, y, cuando es bien realizado, contribuye para darle la sensación de seguridad, tres cosas fundamentales que todos buscamos. Para que el hombre tenga éxito en el trabajo, y como tal debe entenderse no necesariamente el ganar mucho dinero, sino una constante satisfacción íntima, se hace menester que cada cual se dedique a un tipo de actividad de acuerdo con sus aptitudes y preferencias, sin dejarse influenciar por la victoria de otro en esta o en aquella carrera, porque cada arte, oficio o profesión exige determinadas cualidades que no todos poseen.
Quien no consiga una ocupación correspondiente con lo que desearía, debe, para no ser infeliz, adaptarse al trabajo que le haya sido dado, esforzándose por hacerlo cada vez mejor, aunque sea extremadamente fácil. Eso le ayudará a que llegue a gustarle. Cuando se trate de algo automatizado que no permita ningún cambio, como ocurre en muchas fábricas modernas, el remedio es compenetrarse de que su función en la empresa también es importante, asumiendo la actitud de aquel modesto operario cuyo servicio era partir piedras, que, siendo interrogado sobre lo que hacía, respondió con entusiasmo: “Estoy ayudando a construir una catedral”. Importa, igualmente, que se adquiera la convicción de que aunque apenas algunos pocos puedan ser profesores, médicos, ingenieros, abogados o administrativos, todos, indistintamente, siempre que desarrollen un trabajo servicial, están dando lo mejor de sí, concurriendo, así, para el progreso y el bienestar social, como les corresponde. Por otro lado, por el hecho de ser una ley natural, el trabajo debe ser asegurado a todos los hombres útiles que lo soliciten, para que, en contrapartida, les sea exigido que provean a las necesidades propias y de la familia, sin necesitar pedir ni aceptar limosnas.
El desempleo, y en consecuencia el hambre, la desnudez, la escasez de ropa, la enfermedad, la prostitución, el crimen, etc., constituyen pruebas de que la sociedad se halla mal organizada, careciendo de reformas radicales que mejor atiendan a la Justicia Social. Como acertadamente dijo Constantino C. Vigil, “constituye una dolorosa anomalía dejarse el ser humano en situación de no poder defenderse de la miseria, hasta delinquir o morir. El desempleado tiene derecho a la vida. Por consiguiente, el Estado sólo puede castigarlo por el robo si le proporciona medios para asegurar la subsistencia a través del trabajo.”
Sujetar, por tanto, a hermanos nuestros a la condición de parias, mientras incontables hectáreas de tierra permanecen inexploradas, en las manos del Estado o de unos pocos ambiciosos que las fueron acumulando, como si fuesen títulos negociables, es un crimen de lesa humanidad. Los gobiernos deben hacer que las tierras desalquiladas o mal aprovechadas sean debidamente cultivadas. Una distribución pura y simple de pequeños lotes de hombres desprovistos de conocimientos y de recursos económicos para su trato no será, entretanto, suficiente para la orientación de ese objetivo.
Es indispensable prestarles, también, asistencia técnica y ayuda financiera, de modo que, uniéndose, capital y trabajo bien orientados, hagan viable la fecundación del suelo y la erradicación de la indigencia que asola tan grandes áreas del mundo. Los que suponen que el trabajo es sólo para “ganar el pan”, sin otra finalidad que no sea la de permitir los medios necesarios para la existencia, trabajan equivocados. Si lo fuese, entonces, todos aquellos que poseyesen tales medios, en abundancia, podrían creerse sin la obligación de trabajar. En verdad, no obstante, la ley de trabajo no excluye a nadie de la obligación de ser útil. Al contrario, cuando Dios nos favorece, de manera que podamos alimentarnos sin verter el sudor de la propia frente, evidentemente no es para que nos entreguemos al placer, sino para que pongamos en movimiento, en la práctica del Bien, los “talentos” que nos haya confiado. Eso constituye una forma de trabajo que engrandece y ennoblece nuestra alma volviéndola rica de aquellos tesoros que “la herrumbre y la polilla no corroen, ni los ladrones pueden robar.” (Cap. III, preg. 674 y siguientes)
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EL RETORNO AL MUNDO ESPIRITUAL
¿Cómo es recibida el alma a su retorno al Mundo de los Espíritus?
- La del justo, como un hermano bien amado a quien se esperaba desde mucho tiempo atrás. La del ruin, como un Ser a quien se desprecia.
*. ¿Qué sentimiento experimentan los Espíritus impuros al ver llegar a otro Espíritu malvado?
- Los malos se satisfacen de ver Seres semejantes y privados, como ellos, de la infinita felicidad, así como en la Tierra acontece a un bribón entre sus iguales.
289. Cuando dejamos la Tierra ¿acuden a veces nuestros parientes y amigos a recibirnos?
- Sí, se presentan ante el alma a la que profesan afecto, la felicitan como a la vuelta de un viaje, si ha escapado a los peligros del camino, y la ayudan a desprenderse de los lazos corporales. Es un favor que se otorga a los Espíritus buenos cuando aquellos que los han amado vienen a su encuentro, mientras que el que está
mancillado permanece en el aislamiento, o sólo le rodean Espíritus semejantes a él; esto último constituye un castigo.
290. Los parientes y amigos ¿se hallan siempre reunidos después de su muerte?
- Ello depende de su elevación y del camino que sigan para su progreso. Si uno de ellos está más adelantado y marcha más rápido que otro, no podrán permanecer juntos. En ocasiones les será posible verse, pero sólo estarán reunidos en los casos en que puedan marchar a la par, o cuando hayan alcanzado igual grado de perfecciona-miento. Por otra parte, el no poder ver a sus parientes y amigos es a veces una punición.
EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
ALLAN KARDEC
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EL AMIGO SUBLIME
Es siempre el amigo sublime.
Educa sin herirnos.
Divierte, edificándonos el carácter.
Nos revela el pasado y nos prepara, delante del porvenir.
Nos repite lo que Sócrates enseñó en las plazas de Atenas.
Descubre ante nuestra mirada maravillada las civilizaciones pasadas.
El Egipto resplandeciente de los faraones, la Grecia de los filósofos y artistas, la Jerusalén de los hebreos, desfilan ante nuestra imaginación, a su toque espiritual.
Nos cuenta lo que realizó moisés, el gran legislador.
Nos recuerda las palabras de Platón y Aristóteles.
Junto a él, aprendemos cuanto sufrieron nuestros antepasados, en la conquista del bienestar que disfrutamos en la actualidad.
Nos describe la inutilidad de las guerras nacidas del odio que devastaron al mundo. Nos aconseja sobre la sementera de la tranquilidad y la alegría. Nos ayuda en el entendimiento de nosotros mismos y en la comprensión de nuestros vecinos. Nos da coraje para el trabajo, y humildad en el camino de la experiencia.
Sin él, perderíamos las más bellas noticias de nuestros abuelos y la obra de la vida no alcanzaría la necesaria significación; pasaríamos por la Tierra en pleno desconocimiento unos de otros, y la lección preciosa de los
hombres mas viejos no llegaría a los oídos de los mas jóvenes; la religión y la ciencia probablemente no surgirían a la luz de la realidad; los mas elevados ideales del espíritu humano morirían sin eco; la industria, el comercio y la navegación no poseerían puntos de apoyo.
Es el trazo de unión, entre los que enseñan y aprenden, entre los milenios que se fueron y el día que vivimos, ahora.
Es, aún, a ese amigo bendito a quien debemos la colección de noticias y enseñanzas de Jesús, que renuevan la Tierra para el Reino Divino.
Ese inolvidable benefactor del mundo es el libro edificante. Por esto no nos olvidemos de que todo libro consagrado al bien es un compañero iluminado de nuestra vida, que merece la estima y el respeto universal.
Espiritu NEIO LÚCIO
FRANCISCO CANDIDO XAVIER
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DIVALDO RESPONDE :
- ¿Si el médium interrumpe su tarea mediúmnica, puede esta causarle daños? ¿Por qué?
Divaldo – El éxito de cualquier actividad depende del ejercicio de la habilidad que se posee. La mediumnidad, según Allan Kardec, es “una cierta predisposición
orgánica de que las personas son investidas. La facultad
mediúmnica es del Espíritu. La mediumnidad le es una respuesta celular del
organismo. Se presenta como siendo una aptitud. Si la práctica no es
convenientemente educada, canalizada para la finalidad a que está destinada, los
resultados no son naturalmente, los deseados. La persona, no conduciendo
adecuadamente sus fuerzas mediúmnicas, no logra los objetivos que persigue.
Abandonando la tarea a medio terminar, es natural le traiga los efectos que son
consecuentes del desprecio a que está relegada. Cualquier instrumento al abandono es víctima de la herrumbre o del desequilibrio. Emmanuel, a través de la bendita mediumnidad de Chico Xavier, afirmó con lógica:
“Cuanto más trabaja la azada, más la lámina se embellece. La azada relegada al abandono va siendo carcomida por el herrumbre.”
Cuando educamos la mediumnidad, ampliando nuestra percepción parafísica desatamos facultades que yacían embrionarias
Si de un momento para otro, cambiando la dirección que sería de esperarse, es
obvio que la mediumnidad no desaparece y el intercambio que se da, cambia de
conductor. El individuo continúa siendo médium, pero él ya no dirige la facultad
para las finalidades nobles; va siendo conducido por las entidades irresponsables, con rumbo del desequilibrio.
Podría decirse, en lenguaje popular, que la mediumnidad abandonada trae muchos
daños a aquel que de ella es portador. Eso ocurre porque el individuo cambia de
manos. Mientras que está en el ejercicio correcto de sus funciones, se encuentra bajo el amparo el amparo de entidades responsables. En la hora que inclina la
mente y el comportamiento para otras actividades, se transfiere de sintonía, y aquellos con los cuales va a mantener el contacto psíquico son, invariablemente, de tenor vibratorio inferior, produciéndole daños.
También sería el caso de que preguntemos al pianista que es lo que sucede con aquel que deja de ejercitarse en el arte a que se dedica en el campo de la música.
Él dirá que pierde el control motor, que las articulaciones perdieran la flexibilidad, la
concentración desapareció y él va, naturalmente perjudicándose por una serie de
temores que lo asaltan, impidiéndole la actividad. La mediumnidad es un compromiso es un “compromiso para toda la vida”, y no tan solo para toda la
reencarnación. Porque abandonando los restos materiales, el médium prosigue
ejercitando su percepción parafísica en estados más elevados y procurando llegar a las franjas superiores de la Vida.
orgánica de que las personas son investidas. La facultad
mediúmnica es del Espíritu. La mediumnidad le es una respuesta celular del
organismo. Se presenta como siendo una aptitud. Si la práctica no es
convenientemente educada, canalizada para la finalidad a que está destinada, los
resultados no son naturalmente, los deseados. La persona, no conduciendo
adecuadamente sus fuerzas mediúmnicas, no logra los objetivos que persigue.
Abandonando la tarea a medio terminar, es natural le traiga los efectos que son
consecuentes del desprecio a que está relegada. Cualquier instrumento al abandono es víctima de la herrumbre o del desequilibrio. Emmanuel, a través de la bendita mediumnidad de Chico Xavier, afirmó con lógica:
“Cuanto más trabaja la azada, más la lámina se embellece. La azada relegada al abandono va siendo carcomida por el herrumbre.”
Cuando educamos la mediumnidad, ampliando nuestra percepción parafísica desatamos facultades que yacían embrionarias
Si de un momento para otro, cambiando la dirección que sería de esperarse, es
obvio que la mediumnidad no desaparece y el intercambio que se da, cambia de
conductor. El individuo continúa siendo médium, pero él ya no dirige la facultad
para las finalidades nobles; va siendo conducido por las entidades irresponsables, con rumbo del desequilibrio.
Podría decirse, en lenguaje popular, que la mediumnidad abandonada trae muchos
daños a aquel que de ella es portador. Eso ocurre porque el individuo cambia de
manos. Mientras que está en el ejercicio correcto de sus funciones, se encuentra bajo el amparo el amparo de entidades responsables. En la hora que inclina la
mente y el comportamiento para otras actividades, se transfiere de sintonía, y aquellos con los cuales va a mantener el contacto psíquico son, invariablemente, de tenor vibratorio inferior, produciéndole daños.
También sería el caso de que preguntemos al pianista que es lo que sucede con aquel que deja de ejercitarse en el arte a que se dedica en el campo de la música.
Él dirá que pierde el control motor, que las articulaciones perdieran la flexibilidad, la
concentración desapareció y él va, naturalmente perjudicándose por una serie de
temores que lo asaltan, impidiéndole la actividad. La mediumnidad es un compromiso es un “compromiso para toda la vida”, y no tan solo para toda la
reencarnación. Porque abandonando los restos materiales, el médium prosigue
ejercitando su percepción parafísica en estados más elevados y procurando llegar a las franjas superiores de la Vida.
– En mediumnidad, ¿qué serían sintonía, resonancia y vibraciones compensadas?
Divaldo – La sintonía, como el propio nombre lo dice, es la identificación. Estamos
siempre acompañados de aquellos que nos son afines. La emisión de una onda
encuentra resonancia en un campo vibratorio equivalente. Tenemos ahí la sintonía,
como una radio que emite una onda y esta es captada por un receptor en una
misma faja vibratoria. La sintonía de Chico Xavier con el Espíritu Emmanuel le da
esa resonancia maravillosa que es la obra bendecida que el Instructor mandó a la
Tierra. La resonancia sería el efecto que resulta de la sintonía. Y las vibraciones
compensadas son aquellas que ofrecen, como el propio nombre lo indica, la
respuesta dentro del padrón de reciprocidad. Cuando Chico sintoniza con
Emmanuel, recibe la compensación del beneficio que resulta de aquella onda
proveniente del Benefactor, que le responde al pedido de Bienestar que le
proporciona. Esa compensación puede ser positiva o negativa. Si elaboramos ideas
infelices, somos compensados por las respuestas de las entidades afines que se complacen en utilizarnos en el vicio de la toxicomanía, el alcoholismo, tabaquismo
o en la exageración en cualquier función o hábito.
Cuando oramos al Cristo, u oramos a Dios, recibimos inmediatamente la
compensación del bienestar que resulta de estar sintonizados con lo Alto.
siempre acompañados de aquellos que nos son afines. La emisión de una onda
encuentra resonancia en un campo vibratorio equivalente. Tenemos ahí la sintonía,
como una radio que emite una onda y esta es captada por un receptor en una
misma faja vibratoria. La sintonía de Chico Xavier con el Espíritu Emmanuel le da
esa resonancia maravillosa que es la obra bendecida que el Instructor mandó a la
Tierra. La resonancia sería el efecto que resulta de la sintonía. Y las vibraciones
compensadas son aquellas que ofrecen, como el propio nombre lo indica, la
respuesta dentro del padrón de reciprocidad. Cuando Chico sintoniza con
Emmanuel, recibe la compensación del beneficio que resulta de aquella onda
proveniente del Benefactor, que le responde al pedido de Bienestar que le
proporciona. Esa compensación puede ser positiva o negativa. Si elaboramos ideas
infelices, somos compensados por las respuestas de las entidades afines que se complacen en utilizarnos en el vicio de la toxicomanía, el alcoholismo, tabaquismo
o en la exageración en cualquier función o hábito.
Cuando oramos al Cristo, u oramos a Dios, recibimos inmediatamente la
compensación del bienestar que resulta de estar sintonizados con lo Alto.
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VENZA LA ANSIEDAD
En los días actuales que vivimos en la Tierra con tanto progreso material, el ser humano vive aturdido ante los graves conflictos: el miedo, la amargura, la depresión y la ansiedad. Ellos tienen asolados a millones de personas en todo el planeta y no son fáciles sus curas o cambio de la amargura del ser humano.
Inicialmente, pretendemos ofrecer algunas definiciones de este terrible drama: “Ansiedad es sensación , algunas veces vaga, de algo desagradable que está por acontecer”. El diccionario Aurelio presenta estos conceptos: “Ansia: aflicción, angustia… Perturbación del Espíritu causada por una inseguridad, o recelo…; Ansiedad: estado afectivo, caracterizado por un sentimiento de inseguridad.”
Amigo lector observe, entonces, que la ansiedad está íntimamente ligada con las incertidumbres de la existencia en la Tierra y en la vida espiritual, solo que son muchos los que se afligen con lo que les podría suceder después de la muerte.
Buda – el iluminado – ya llamaba la atención para la impermanencia de todo cuanto se refiere al cuerpo orgánico. Platón, filosofo de la antigüedad afirmaba que la única cosa que no cambia en el Universo es la Ley del Cambio.
Así, por la dinámica de la Vida, en movimiento continuo, nada permanece estacionario. Criatura alguna, por fuerza de este movimiento incesante, experimenta seguridad absoluta y permanente en el cuerpo. Todos están sujetos a cambios que podrán ocurrir en cualquier momento. Cara a esta impermanencia y a esta inseguridad, se comprende por qué la mayoría de los hombres vive abrazado con esa sensación de que algo desagradable está por acontecer.
¡El ansioso crónico sufre, entre otras razones, porque sueña conseguir ciertos bienes y valores y conservar siempre lo que quiere conquistar! Como no consigue todo lo que desea, o como siente que no podrá conservar para siempre lo eventualmente conquistado, se angustia. ¡Sufre con la sensación de que no conseguirá llegar a la meta o con la sensación de que en cualquier momento perderá lo poco que conquistó!
Se puede, pues, entender que la ansiedad es una perturbación del espíritu causada por la incertidumbre o por el recelo. Los estudiosos hacen una distinción importante entre el miedo y la ansiedad que significa “una expresión de conflictos interiores, en la mayoría de las veces inconscientes”.
La ansiedad puede ser considerada normal o patológica. La ansiedad normal es aquella en la cual el individuo presenta las manifestaciones psíquicas o físicas, en una intensidad leve o moderada, no frecuentes y con duración limitada de tiempo. La ansiedad será patológica siempre que las manifestaciones psíquicas mencionadas presenten un nivel acentuado, inaceptable. Traerá inclusive, maleficios para la economía orgánica. La ansiedad en este grado, solamente perturba y perjudica.
La amargura o resentimiento es otra enfermedad del alma. La cura de la amargura exige una reforma intima profunda. Aquellos que la conservan, flojean espiritualmente. La mejor terapia es la del perdón, no solo de palabra, sino, también, principalmente, con el total olvido del mal recibido.
La depresión es también una enfermedad del alma y está vinculada en la mayoría de las veces al presente y al pasado del Espíritu que actuó errado y la contrajo en esta o en otras vivencias anteriores por la conciencia de culpa.¿ Como entonces vamos a curarnos de estas dolencias graves? ¿El Espiritismo, ampliando las enseñanzas morales del mensaje de Jesús para los tiempos actuales, nos ofrece alguna sugestión? Vamos a seguir algunas reglas que pueden cambiar su vida: 1) Haga el bien para sí mismo y para los semejantes. 2) Confie en Dios, planee su vida y actúe. 3) Ame a su familia procurando mejorar sus relaciones familiares. 4) Aprenda a dominar las emociones. 5) Sea usted su psicoterapeuta descubriendo sus virtudes. 6) Sea competente planeando sus acciones. 7) Vaya más allá del bienestar material pensando en los valores de la educación del Espíritu 8) Crezca con los obstáculos. 9) Viva bien con todos. 10) Tenga celo por el cuerpo, pero principalmente, por su iluminación interior.
Finalmente, con el despertar del Espíritu y la vivencia del amor, creemos que podemos vencer estos males que han llevado a muchas personas al sufrimiento y, así, podemos llegar a un estado de plenitud : La iluminación.
Fuente: CLARO, Isaías, Como Superar las Ansiedades,
Ediciones Jerónimo Mendonça, 2001, São Paulo
Traducido al español por Merchita
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