sábado, 24 de septiembre de 2016

ANALIZANDO LA ENFERMEDAD


                                                               

                ANÉCDOTA DE ALLAN KARDEC

Allan Kardec, el Codificador de la Doctrina Espírita, en aquella gris mañana de abril de 1860, estaba exhausto, agobiado. 
Hacía frío. 
Pese a la consolidación de la Sociedad Espírita de París y a la promisoria venta de libros, escaseaba el dinero para la obra gigantesca que los Espíritus Superiores habían confiado a sus manos. 
La presión aumentaba… 
Misivas sarcásticas se acumulaban sobre su escritorio. 
Cuando más desalentado se hallaba, llegó su paciente esposa, Madame Rivail -la dulce Gaby-, para entregarle una encomienda cuidadosamente embalada. 

Al abrir el envoltorio, el Profesor encontró una carta sencilla. Y leyó: 
“Sr. Allan Kardec: 
”Un respetuoso abrazo. 
”Junto con mi gratitud le remito el libro adjunto, al igual que su historia, a fin de rogarle ante todo que prosiga con su labor de esclarecimiento a la humanidad, pues tengo importantes razones para hacerlo. 
”Soy encuadernador desde mi niñez; me desempeño en un importante establecimiento de esta capital. 
”Hace aproximadamente dos años contraje matrimonio con una mujer que reveló ser mi compañera ideal. Nuestra vida se deslizaba normalmente y todo era alegría y esperanza hasta que, a principios de este año, en forma inesperada, mi Antoinette abandonó esta vida, llevada por una furtiva dolencia. 
”Imposible describir mi desesperación; me consideré condenado al máximo desamparo. 
”No confiaba en Dios; experimentaba las necesidades de un hombre de este mundo al mismo tiempo que vivía con las aflictivas dudas de nuestro siglo, de modo que resolví tomar el camino de tantos otros ante la fatalidad… 
”La prueba de la separación me destrozó; me convertí en una sombra. 
”Faltaba al trabajo y mi jefe, recto y severo, me amenazaba con el despido. 
”Mis fuerzas me abandonaban. 
”Más de una vez había merodeado por el Sena, y finalmente me puse a planificar mi suicidio. “Sería fácil, no sé nadar…” -pensaba. 
”Se sucedían noches de insomnio y días de angustia. Una madrugada fría, cuando las preocupaciones y el desánimo me dominaron con mayor intensidad, me dirigí al Puente Marie. 
”Miré alrededor mío sin perder de vista la corriente… Afirmé la mano derecha decidido a lanzarme, cuando palpé un objeto empapado que estaba sobre el parapeto, y que cayó a mis pies. 
”Con sorpresa noté que se trataba de un libro humedecido por el rocío. 
”Lo tomé entre mis manos y a la luz tenue de un farol cercano pude leer en su portada, entre exasperado y curioso: 
”Esta obra me salvó la vida. Léala con atención y que le sea de utilidad.- A. Laurent 
”Estupefacto, leí la obra, a la cual agregué un breve mensaje. Ahora confío el volumen a sus manos abnegadas, con la autorización para que Usted, distinguido amigo, haga de él lo que considere oportuno.” 
Además del mensaje, estaba el agradecimiento final, la firma, la fecha y la dirección del remitente. 
El Codificador desenvolvió entonces un ejemplar de “El Libro de los Espíritus” lujosamente encuadernado, en cuya tapa vio las iniciales de su seudónimo, y en la portada, levemente manchada, leyó embargado por la emoción no solamente la nota a la cual se refería el remitente, sino también otra, en letra firme: 
A mí también me ha salvado. Dios bendiga a las almas que contribuyeron a su publicación. - Joseph Perrier 

Luego de leer la providencial carta, el Profesor Rivail sintió que una nueva luz lo inundaba por dentro… 
Acercó el libro a su pecho en medio de reflexiones, no ya en términos de desánimo o sufrimiento, sino según la guía de una radiante esperanza. 
Era preciso continuar, disculpar las injurias, abrazar el sacrificio, ignorar las ofensas… 
Frente a su espíritu giraba, en un torbellino, el mundo necesitado de renovación y consuelo. 
Allan Kardec se levantó de su viejo sillón, abrió la ventana que estaba delante de él y se puso a contemplar la vía pública, por donde circulaban obreros y mujeres del pueblo, niños y ancianos… 
El destacado trabajador de la Gran Revelación respiró profundamente… Antes de tomar la pluma para la tarea habitual, llevó un pañuelo hasta sus ojos y se secó una lágrima… 

Psicografía del médium Waldo Vieira, en El Espíritu de la Verdad, capítulo 52. Dictado por el Espíritu Hilário Silva. 

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                       RESILIENCIA 

Adaptarse a los Cambios 
¿Zanahoria, Huevo o Café? 

EL GRANO DE CAFÉ. ¿Cuál es tu actitud frente a las dificultades de la vida? 

Una hija se quejaba con su padre acerca de la vida y se lamentaba de que las cosas no le salían bien. No sabía cómo hacer para seguir adelante pues sentía desfallecer y se iba a dar por vencida. Estaba cansada de luchar y luchar, sin obtener ningún resultado. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. 

Su padre, un chef de cocina, la llevó al lugar de trabajo. Allí tomó tres ollas con agua y las colocó en el fuego. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. 

En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir una palabra, solo miraba y le sonreía a su hija mientras esperaba. La hija esperó impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su padre. A los 20 minutos el padre apagó el fuego. Sacó los huevos y los colocó en un recipiente, sacó las zanahorias y las puso en un plato y finalmente, colocó el café en un tazón. 

Mirando a su hija le dijo: Querida ¿Qué ves? “Huevos, zanahorias y café”, fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera, después de quitarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Luego le pidió que probara el café, ella sonrió mientras disfrutaba de una exquisita taza de la deliciosa bebida. Sorprendida e intrigada la hija preguntó: ¿Qué significa todo esto, padre? 

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: ¡agua hirviendo! Sólo que habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había hecho blanda y fácil de deshacer. Los huevos habían llegado al agua frágiles, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en el agua hirviendo, se había endurecido. Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua. 

¿Cuál de los tres elementos eres tú cuando la adversidad llama a tu puerta?, ¿cómo respondes? Le preguntó a su hija: ¿eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la fatalidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, con un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación o un despido se ha vuelto duro e inflexible? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargada y rígida, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres un grano de café? 

El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto máximo de ebullición el café alcanza su mejor sabor y aroma. 

Ojalá logres ser como el grano de café, que cuando las cosas se pongan mal, tú puedas reaccionar en forma positiva, sin dejarte vencer por las circunstancias y hagas que las cosas a tu alrededor ¡mejoren! Que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumine tu camino y el de todas las personas que te rodean. Que puedas siempre esparcir e irradiar con tu fuerza, optimismo y alegría el “dulce aroma del café” para que nunca pierdas ese olor grato e inagotable que solo tú sabes transmitir a los demás.

- ( Procedencia: Lorena Dorante )

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          LOS MALES: ESTÍMULO DE LA 
                        INTELIGENCIA

El hombre progresa, y los males a los que se halla expuesto estimulan el ejercicio de su 
inteligencia y de sus facultades psíquicas y morales, incitándolo a la búsqueda de medios para sustraerse a las calamidades. Si no temiese a nada, ninguna necesidad le empujaría a la investigación, su espíritu se entorpecería en la inactividad y no inventaría ni descubriría nada. El dolor es como un aguijón que impulsa al hombre hacia adelante por la vía del progreso. 

6. Pero los males más numerosos son los que el hombre crea llevado por sus vicios, los 
cuales se originan en su orgullo, su egoísmo, su ambición, su rapacidad, los que nacen de todos los excesos, son causas de las guerras y de todas las calamidades que ellas acarrean:disensiones, injurias y opresión del débil por el fuerte, así como de la mayor parte de las enfermedades. 
Dios estableció leyes de sabiduría, cuya sola finalidad es el bien. El hombre encuentra 
dentro de sí todo lo que necesita para seguirlas, su conciencia le traza el camino, la ley divina está grabada en su alma y, además, Dios nos la trae a la memoria sin cesar, enviándonos mesías y profetas, espíritus encarnados que han recibido la misión de iluminar, moralizar y mejorar al hombre y, últimamente, una multitud de espíritus desencarnados que se manifiestan en todos los ámbitos. Si el hombre actuase conforme a las leyes evitaría los males más agudos y viviría feliz sobre la Tierra. Si no lo hace, es en virtud de su libre albedrío, y por eso sufre las consecuencias que merece (El Evangelio según el Espiritismo, cap. V:4, 5, 6 y ss.). 

7. Pero Dios, todo bondad, colocó el remedio al lado del mal, es decir, que el mismo mal 
hace nacer el bien. Llega el instante en que el exceso de mal moral se vuelve intolerable y el hombre siente la necesidad de cambiar. Aleccionado por la experiencia intenta encontrar un remedio en el bien, siempre de acuerdo con su libre arbitrio, pues cuando penetra en un camino mejor es por su voluntad y porque ha reconocido los inconvenientes del otro que seguía. La necesidad le obliga a mejorar moralmente para ser más feliz, como esa misma necesidad le induce a mejorar las condiciones materiales de su existencia (n.º5). 

8. Se puede decir que el mal es la ausencia del bien, como el frío es la ausencia del calor. El mal no es un atributo distinto, como el frío no es un fluido especial: uno es la parte negativa del otro. Donde el bien no existe, allí, forzosamente reina el mal. No hacer el mal es ya el comienzo del bien. Dios sólo desea el bien, el mal proviene exclusivamente del hombre. Si existiese en la Creación un ser encargado del mal, nadie podría evitarlo. Pero la causa del mal está en el hombre mismo y, como éste posee el libre arbitrio y la guía de las leyes divinas, lo podrá evitar cuando así lo desee.

EL GÉNESIS. 
ALLAN KARDEC
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Elección de las pruebas 

En estado errante, y antes de iniciar una nueva existencia corporal, ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida? 
- Él mismo escoge el tipo de pruebas a que quiere ser sometido, y en esto consiste su libre albedrío. 

258 a. ¿No es entonces Dios quien le impone las tribulaciones de la vida como castigo? 
- Nada acontece sin permiso de Dios, por cuanto es Él quien ha establecido todas las leyes que rigen el Universo. ¡Preguntaréis por qué ha hecho tal ley en lugar de otra! Al dar al Espíritu la libertad de elegir, Él le deja toda la responsabilidad de sus actos y de sus consecuencias, sin obstruir para nada su porvenir. Suya puede ser la senda del bien, así como la del mal. Pero si cae derrotado le quedará un consuelo: el de que todo no terminó para él, y que Dios, en su bondad, le deja libre para reiniciar lo que hizo mal. Además, es menester distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios, de aquello otro que es obra del hombre. Si un peligro os amenaza, no seréis vosotros quienes lo hayáis creado, sino Dios. Pero podéis exponeros voluntariamente a él, porque habéis visto en él un medio para vuestro propio adelanto, y Dios lo permite.*

259. Si cabe al Espíritu elegir el género de pruebas que deberá afrontar, ¿se deduce de ello que todas las adversidades que experimentamos en la vida han sido previstas y escogidas por nosotros? 

- “Todas” no es la palabra adecuada, porque no es cuestión de afirmar que hayáis seleccionado y previsto cuanto ha de aconteceros en el mundo, hasta las cosas de menor cuantía. Lo que elegisteis es una clase de pruebas: los detalles son consecuencia de la posición en que os halléis y a menudo de vuestras propias acciones. Si, por ejemplo, el Espíritu ha querido nacer entre malhechores, sabía a qué consecuencias se exponía, pero no conocía de antemano cada uno de los actos que iba a realizar. Tales actos son el efecto de su voluntad o de su libre arbitrio. El Espíritu sabe que al optar por semejante camino le aguarda determinado tipo de lucha. Conoce, pues, la índole de las vicisitudes por las que va a pasar, pero ignora si tal acontecimiento se producirá antes que tal otro. Los detalles nacen de la fuerza de las circunstancias. Sólo puede prever los sucesos importantes, aquellos que influirán sobre su destino. Si tomas un sendero escabroso sabes que deberás adoptar grandes precauciones, porque tienes posibilidades de caer, pero desconoces en qué lugar exacto se producirá tu caída, y quizá no caigas si eres lo bastante prudente. Si caminas por la vereda y te cae sobre la cabeza una teja desde lo alto, no creerás que estaba escrito, como vulgarmente se afirma.* 

260. ¿Cómo es posible que el Espíritu quiera nacer entre personas de mala vida? 

- Precisa ser enviado a un medio en el que pueda someterse a la prueba que ha pedido. Es necesario que haya analogía: para luchar contra el instinto del bandolerismo tiene que encontrarse entre personas de esa calaña. 

260 a. Si en la Tierra no existieran gentes de mala vida, ¿no podría el Espíritu, pues, encontrar aquí el ambiente requerido para afrontar ciertas pruebas? 
- ¿Acaso tendríamos que quejarnos de ello? Esto sucede en los mundos superiores, donde el mal no tiene cabida. De ahí que sólo haya en ellos Espíritus buenos. Haced que pronto ocurra lo mismo en vuestra Tierra. 

EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
ALLAN KARDEC
                         
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                 ANALIZANDO LA ENFERMEDAD


Todos en alguna ocasión o en varias hemos estado enfermos en la vida,  la enfermedad es normal en el hombre, y en todo ser viviente, el médico es un ser a veces primordial en nuestras vidas, pues es gracias a el, que nos curamos, y podemos seguir adelante, cuando estamos enfermos el malestar que sufrimos nos impide poder trabajar, ser dueños de nuestra voluntad para realizar nuestros quehaceres, pues aunque lo deseamos nuestras fuerzas no responden y no nos queda otro remedio que curarnos, para volver a la normalidad.
No sucede igual con la enfermedad que sufre el hombre en el alma,  esta nos acompaña aun después de haber dejado el cuerpo material, la diferencia es que en la otra vida no podemos disimularla, los orgullosos, envidiosos, egoístas perversos etc., no pueden esconderse y a pesar de intentar por todos los medios de quitarse el sufrimiento que estas debilidades les ocasionan no pueden hasta que no se regeneran y vencen con su fuerza y tesón estas inclinaciones.
La causa original  de las enfermedades que afligen a la humanidad, pertenece esencialmente al orden psíquico.
El hombre continúa sufriendo fuertes golpes contra la salud de su cuerpo físico.
El Espiritismo no tiene por finalidad curar las enfermedades del cuerpo. Aunque  coopera en ese sector del orden humano, su objetivo principal es enseñar, orientar y liberar al espíritu de sus debilidades o instintos inferiores hasta alcanzar la “salud moral” la Angelitud. No pretende competir deliberadamente con la medicina del mundo, como presuponen algunos médiums y neófitos espiritas.
Si ese hubiera sido el objetivo esencial, los mentores que orientaron a Allan Kardec en la codificación de la doctrina le habrían indicado los recursos y métodos técnicos que aseguraran el éxito terapéutico en la lucha contra las enfermedades que  afectan a la humanidad.
Cuando la ciencia médica analice el introspectivo del alma, comprobará que ciertas molestias de carácter virulento son el producto de graves “infecciones morales” existentes  en la conciencia de la misma, las cuales, por efecto de repercusión vibratoria, afectan al periespiritu y al cuerpo físico, al que está sujeta.
La función del Espiritismo es la de “curar el espíritu enfermo” siendo un vehículo beneficioso que instiga al hombre a despertar su conciencia hacia los deberes y responsabilidades del espíritu inmortal.
Delante del sufrimiento correctivo decretado por la Ley de Causa y Efecto no hay la menor duda, de que fracasarán  el médico y el médium, pues el dolor, en ese caso, no es accidente ni enfermedad, sino un recurso disciplinario para que el espíritu retorne a su verdadera ruta espiritual evitando mayores prejuicios para el futuro.
Aunque el Espiritismo no sea un movimiento llamado a competir con la medicina oficial, corresponde a la promesa bendecida de Cristo, cuando prometió, el envió del Consolador en el momento oportuno para curar a los enfermos de Espíritu, aunque eso se consiga curando primero el cuerpo físico.
Los espiritas siempre bendicen el  sufrimiento y el dolor, reconociendo que la enfermedad los conduce a la sombra amiga y confortadora de la doctrina espirita, tonificando notablemente  la personalidad humana, por el tratamiento sencillo del agua fluidificada, del pase mediúmnico o por la receta de los desencarnados.
Las criaturas mansas de corazón y bondadosas que sufren de cáncer, no son más que almas que delinquieron en el pasado y actualmente se encuentran en trance de purificación espiritual.
Desgraciadamente, la tierra jamás puede protestar contra su sufrimiento redentor, pues desde su infancia  sabe que las virtudes pertenecen al mundo angélico, y los pecados, al reino instintivo animal. la salud física depende mucho de la “salud espiritual”.
El mantenimiento del equilibrio psíquico y emocional es de fundamental importancia para la sustentación de la salud.
Amigos os deseo un lindo sábado,  que el Señor nos bendiga e ilumine para que sigamos procurando la salud espiritual que vivifica a nuestro espíritu. Merchita   

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