lunes, 19 de septiembre de 2016

¿QUIÉNES ERAN LOS MERCADERES DEL TEMPLO?

           PERDONAR Y OLVIDAR

Sublime precepto evangélico. Jesús lo dijo: “debéis perdonar setenta veces siete veces. Debéis perdonar a los amigos y a los enemigos, porque si solo perdonáis a los amigos, ¿qué mérito tendréis?”
          Sublime y terrible precepto: sublime, porque en el perdón van implícitos los más hermosos valores del alma humana, la paciencia, la comprensión, la tolerancia, la empatía… y terrible, porque es lo más difícil de cumplir, ya que no se trata de perdonar esas pequeñas acciones que nos perturban y que hieren más nuestro orgullo que nuestro corazón. Lo verdaderamente difícil es imponerse a las tendencias materiales cuando te enfrentas a un enemigo que aparece en tu vida, causando una herida tan profunda en el alma que tarda mucho en cicatrizar; y que, tal vez, no cicatriza nunca. Esa herida despierta en nosotros sentimientos de ira, rencor o revancha, sumiendo al espíritu en un abismo de sombras.
          Es duro reconocer que yo estuve sumida en ese abismo durante mucho tiempo: yo tenía un enemigo; él cambió el curso de mi existencia; él fue el culpable de que yo creciera sin el amparo de mi padre, porque él me lo quitó; a cada dolor, a cada contratiempo, me repetía lo mismo: “si estuviera mi padre, esto no sucedería”. ¿Cómo perdonar? ¿Cómo poder olvidar? Mi madre, como ángel tutelar en la tierra, me aconsejaba; me recordaba lo que para mi padre consistía el acto más sublime: el perdón y el ejemplo que nos dio perdonando a sus verdugos. Sí, mi ángel en la Tierra, porque a mi otro Ángel no podía escucharle; había perdido toda sintonía con él.
          Sin embargo, ese Ángel que vela por nosotros y que siempre nos acompaña no me abandonó, porque hizo despertar en mí una lucha entre lo que me habían enseñado (mi deber como buena cristiana), y los sentimientos negativos que me inspiraban el recuerdo y la presencia de mi enemigo. Ni siquiera la oración era capaz de mitigar esa sensación de vacío que sentía dentro de mí. No podía ser de otro modo: ¿Cómo van las oraciones a traspasar el espacio y llegar a Dios, cuando estas van condicionadas? Yo oraba por todas las almas encarnadas y desencarnadas, menos por una, que siempre rechazaba. Oraciones nulas.
          Pero Dios, siempre misericordioso, me dio quizá la última oportunidad en este mundo para reflexionar, y lo hizo poniendo ante mí las tremendas imágenes de la agonía de mi enemigo; por primera vez en mi vida sentí pena por aquel pobre ser a cuyo espíritu no dejaban partir, e instintivamente rogué a Dios para que le liberara de las cadenas del cuerpo… Misericordia divina: aquel sentimiento de conmiseración fue una liberación para mí; comprendí que quizá todo era un proyecto en común; o que tal vez había sido él el instrumento del que se había servido el Señor para templar mi espíritu en la prueba más difícil: el perdón.
          Y perdoné; y le pedí perdón por no haberle perdonado antes; y cuando rezo, lo hago por todos sin excepción.
          Perdonar y olvidar. No hay verdadero perdón si no se olvida. Sin embargo, enfrentarse a nuestros propios demonios y lograr que los recuerdos no nos hagan daño, y ver los acontecimientos pasados como instrumentos de redención, liberan al espíritu de sombras, facilitando la evolución.
          Poder perdonar mirando cara a cara al enemigo; borrar toda animadversión; oír hablar de él sin inquietud; hablar de quien durante tanto tiempo te inquietó sin que duela o perturbe tu alma; rogar a Dios en su favor con el sincero deseo de que su espíritu encuentre la luz de su regeneración, afirma en nosotros la sinceridad del perdón.
          Solo resta dar gracias al Señor de Misericordia por haber perdido un enemigo y haber ganado un hermano.
 Maria Luisa Escrich- (Guardamar, julio de 2016)

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        VUELTA A EMPEZAR 


AMALIA DOMINGO SOLER 
 

 Sr. D. Vicente Manterola: 
 Creíamos de buena fe que había usted terminado sus conferencias  sobre Espiritismo, porque después de haber declarado que la doctrina  espiritista era obra de Satanás, nos parecía que no había más que  decir, pero usted, reanudando, o mejor dicho, prosiguiendo en sus  notables discursos, sigue empleando toda su elocuencia en zaherir a la escuela espiritista. 
 Crea usted que sentimos la violenta contrariedad que se apodera de  usted cuando olvidándose de lo mucho que vale emplea el insulto para convencer. La cultura del buen decir limpia, fija y da esplendor y cuando usted apostrofa e impreca a los espiritistas y los llama ladrones, sacrílegos, malvados, maliciosos, nefandos, hipócritas e impíos, y otras lindezas por el estilo, no nos parece usted en aquellos momentos el ministro del señor, sino simplemente un hombre que se impacienta como los demás, y un sacerdote de Cristo, debe ser más dulce, más persuasivo, más tolerante. 
 Créanos, señor Manterola, usted es un hombre de grandes conocimientos, y no debe nunca, nunca descender al terreno del insulto para convencer. Deje usted ese pobre e inútil recurso para las inteligencias vulgares, no sea usted ingrato con la Providencia que le ha concedido inspiración bastante, y memoria suficiente para engalanar sus discursos sin necesidad de proferir frases ofensivas. "No hay nada mejor que la moderación" decía Cleóbulo. 
 Lamente usted en buena hora haber nacido una hora más tarde, que verdaderamente es una desgracia haber venido a la Tierra en el siglo del vapor, un hombre que como usted quiere que vivan en todo su esplendor instituciones de pasados siglos, y eso es imposible, 
completamente imposible. "El porvenir no es nunca la repetición de lo pasado", dice el historiador Cesar Cantú, y convengamos, señor Manterola, que es una verdad, usted hace esfuerzos de gigante, diciendo y tratando de probar que el Espiritismo es el non plus ultra de la impiedad contemporánea, que nos conduce al panteísmo, y después al ateísmo, que nosotros hemos formado de Cristo un ídolo para ofrecerlo a la adoración de los racionalistas, que somos tan hipócritas y tan falsarios que encubrimos nuestro materialismo con una falsa adoración. 
 ¡Muy bien, señor Manterola! Usted cumple como bueno en la misión que se ha impuesto de ser el decidido campeón del pasado, pero será usted vencido, no por no saber luchar sino que le vencerá a usted el número de los innumerables adalides del progreso. En abril del año 1.957, publicó Allan Kardec, El Libro de los Espíritus, han transcurrido 21 años y en tan breve plazo noventa y dos (92)  periódicos espiritistas dicen a la humanidad que es eterna la vida del espíritu. En inglés se imprimen treinta (30); en Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Australia. En español veintisiete (27), en España y repúblicas Hispano-Americanas. En francés, veinte (20), en Francia, Bélgica, Constantinopla y Alejandría (Egipto), seis (6) en italiano, tres (3) en portugués, cuatro (4) en alemán (siendo uno de 
los principales focos de esta propaganda la Universidad de Leipzig), uno en holandés y otro en griego. Ya ve usted, señor Manterola, que ante la verdad del número, no hay mas remedio que  conformarse y dejar hacer al tiempo. 
 Recuerde usted lo que dijo el Excmo. Señor don Antonio Canovas del Castillo, en la sesión del Senado del 12 de junio de 1876: "Si se pretende llevar a los tribunales a todos los que profesan doctrinas contrarias al catolicismo, fuerza es tener el valor de confesarlo, sería necesario perseguir a casi toda la ciencia moderna". 
 Y es una gran verdad, por esto no son únicamente los espiritistas los que no están conformes con el dogma católico; es la gran mayoría de los hombres pensadores que buscan un más allá más en armonía con  la ciencia y la razón. 


 Usted dice que cree cumplir un deber dando un grito de alerta desde la cátedra del Espíritu Santo, para que los católicos no se contaminen con la impiedad y el error moderno, y nosotros también creemos cumplir con una obligación, tratando, no de convencer a usted porque somos muy avaros del tiempo, y sabemos perfectamente que lo perderíamos queriéndole convencer de lo que usted está plenamente convencido; y por lo mismo que sabe usted la verdad del Espiritismo, por eso la combate con todo el ardor de un genio, con toda la pasión de su escuela, refractaria a la Luz y a la civilización Universal. 
 Por esto, no contestamos punto por punto a todas las acusaciones que hace usted al Espiritismo, porque nuestro trabajo sería inútil, pues bien sabido es, que no hay peor sordo que aquel que no quiere oír. Pero ya que usted tergiversa a su placer nuestras aspiraciones y nuestras creencias, ya que la multitud le oye a usted, justo es también nos oiga a nosotros y sepa como pensamos y en que creemos. 
Le hemos brindado a usted con la discusión, y usted la rechaza, puesto que no desciende de su tribuna sagrada; desde ella, dice usted con tono de profunda satisfacción: ¡Ya estarán convencidos, hermanos míos! Y como en la Iglesia nadie puede pedir palabra, el silencio forzoso es un triunfo aparente para usted y en esta ocasión debemos repetir, el silencio es muy elocuente, pero en ciertas ocasiones el silencio no dice nada, y esto mismo sucede con el silencio que le rodea a usted. 
¿Por qué no va usted al ateneo libre? "Forma la perla el agua que se agita, y el agua que se estanca forma el lodo." Esto, dice Velarde, y es muy cierto. ¿Por qué no va usted donde se agita la juventud estudiosa? Un voto de aprobación o un respetuoso silencio de aquellas inteligencias ardientes sería un triunfo legítimo para usted, mas vencer sin lucha, es ceñirse la frente con laureles marchitos. No basta la predicación, es necesaria la discusión; pasaron los tiempos del misterio y del anatema, y la verdad se puede discutir libremente, ganando en estos pugilatos de la inteligencia aquel que no ponga diques al progreso del espíritu; mas ya que usted se contenta con tan pobre gloria, siga usted en buena hora predicando en contra (y en pro) del Espiritismo; y nosotros también continuaremos diciendo lo que creemos y lo que pensemos sobre el dogma del pasado y el dogma del porvenir. Veamos lo que sobre este asunto dice Mazzini en su libro: Del Concilio a Dios, del cual  copiaremos algunos fragmentos por estar en un todo de acuerdo con él: 
 "La fe se apaga en los pueblos, porque el dogma que la inspiraba no corresponde al grado de cultura que, por designio de la Providencia, han conseguido aquellos." 
 "El dogma católico perece; su cielo es demasiado estrecho para contener la Tierra. A través de sus bóvedas, por el camino del infinito, vislumbramos hoy más vastos horizontes, inmensos mares, rielando en ellos los albores de un nuevo dogma. A su primera sonrisa, el vuestro se desvanecerá". 
 "Vuestro dogma se encierra en dos palabras: Caída y Redención; el nuestro en otras dos: Dios y Progreso. Término de unión entre la Redención y la Caída, es para nosotros encarnación instantánea y a plazo fijo del hilo de Dios. Término para nosotros entre Dios y la Creación, es la encarnación progresiva de sus leyes en la humanidad, llamada a descubrirlas lentamente, y conquistarlas a través de un porvenir inmensurable, indefinido. Creemos en el espíritu, no en el hijo de Dios". 
 "Y esa voz progreso significa para nosotros, no un sencillo hecho de historia y de ciencia, limitado tal vez a una época, a una fracción, a una serie de actos de la humanidad, sin raíces en el pasado, prenda de persistencia en el futuro, sino un concepto religioso de la vida radicalmente distinto del vuestro, una ley divina, una suprema formula de la actividad creadora, eterna, omnipotente, Universal como ella". 
 "Creéis vosotros, en la resurrección del cuerpo, tal como era al abandonar la existencia terrestre; nosotros, en la transformación del cuerpo, que no es sino el instrumento ofrecido al trabajo de 
perfeccionarse según el progreso del Yo, y según la misión que debe 
seguir a la presente vida nuestra. Todo para vosotros es finito, 
limitado, inmediato y petrificado en no se que inmovilidad que 
recuerda el concepto materialista; para nosotros, todo es vida, 
movimiento, sucesión, continuidad; nuestro mundo se abre por todos 
lados al Infinito. Vuestros dogmas humanizan a Dios, los nuestros 
tienden a divinizar lenta y progresivamente al hombre". 
 "Vosotros creéis en la Gracia, nosotros en la Justicia. Creéis más o menos en la predestinación, que no es sino transformado, el dogma pagano y aristocrático de las dos naturalezas del hombre. La Gracia vuestra no es concedida a todos, ni conquistada con obras, pende del arbitrio divino y son pocos los elegidos. Para nosotros, Dios al crearnos, nos llama y el llamamiento suyo no puede ser impotencia ni mentira: La Salvación es para Todos. La Gracia como nosotros la entendemos, estriba en la tendencia y la facultad a todos concedida de encarnar nuestro ideal en la ley del progreso, que Dios coloca como bautismo imborrable en nuestra alma. Esa ley debe cumplirse; el tiempo y el Espacio nos pertenecen, para en ellos ejercitar nuestra libertad; podemos con nuestras obras concurrir o afrontar el cumplimiento de las leyes, multiplicar o reducir las pruebas, las luchas, los dolores del individuo; pero nunca eternizar, como vuestro dogma dualista, nunca dar la victoria al mal. Sólo  el Bien es eterno. Sólo Dios vence". 


Dice usted que el Espiritismo conduce fatalmente al Panteísmo y explica la causa diciendo "que los panteístas creen como los espiritistas, que los espíritus son la individualización del 
principio inteligente, y que al dejar el cuerpo material con que permanecieron en la Tierra aseguran los panteístas que las almas se unen, se confunden en el gran todo Universal, ora después de una existencia, ora después de varias encarnaciones, y que los espiritistas, si bien creen que vivirán en diversos mundos, al fin es Lógico que se depurarán sus almas, que terminaran sus pruebas, que no habitarán en planetas de expiación, y conforme se vayan aproximando a ser espíritus puros, perderán su doble envoltura de cuerpo y periespíritu, porque si este último lo toma en el fluido universal de cada globo cuando ya no les quede mundos en que habitar, y ese día llegará irremisiblemente, los espíritus   despojados de todas sus vestiduras se confundirán en el todo, en Dios: Los espíritas no aceptan  la eterna beatitud del espíritu, el éxtasis del amor divino, pues no aceptando esa existencia celestial a la terminación de su trabajo, tienen que volver al principio universal, a ser partes de su Dios y sabido es que vuestros dioses destruyen a Dios: Por esto queda probado que el Espiritismo es el panteísmo disfrazado". 
 Y ¿de dónde deduce usted, Señor Manterola, que puede llegarnos el día que los espíritus no encuentren mundo donde trabajar y progresar indefinidamente? Usted dice que Allan Kardec violenta el sentido de los textos bíblicos para darles la interpretación que le conviene, y en esta ocasión ha visto usted la paja en el ojo ajeno y no ha visto la viga en el suyo. ¿Puede usted ni nadie asegurar el momento solemne que en la noche de los siglos dijo Dios "Hágase la Luz y fue hecha?  
 Pues la misma imposibilidad existe para asegurar que los mundos tendrán fin. Usted encuentra lógica la teoría del limite, ¿quién limita lo escondido? Pregunte usted a la astronomía que es la mina inagotable del infinito, dígale a los sacerdotes de la religión 
sideral si tendrán fin los mundos, y Flammarión le contestará: "LA VIDA se desarrolla sin fin en el espacio y en el tiempo, es universal y eterna; llene EL INFINITO con sus acordes y reinará por todos los siglos durante la inacabable Eternidad. 
 Esto creemos los espiritistas, y aunque usted, a viva fuerza quiere que tarde o temprano seamos panteístas, nosotros no podremos serlo jamás; puesto que creemos firmemente que el espíritu nunca pierde su individualidad, su yo pensante, su eterna voluntad, creemos en la eternidad de la vida, con su acción, con su movimiento, con su manifestación, con su trabajo, con su libertad, con su progreso ilimitado. 
 Nos creemos eternamente separados de Dios en el sentido de confundir nuestras facultades en Él; absorbemos de él la vida; pero Él nunca absorberá la nuestra, iremos en pos de Él, en alas de nuestro adelanto infinito, pero siendo siempre individualidades 
responsables de nuestros actos. 
 Dice usted que para creer en Dios es necesario creer en la religión católica, y de no creer en ella es confesarse ateo. Mucho decir es señor Manterola; la idea de Dios es innata en el hombre. 
 "Para creer en Dios, basta pasear la vista por las obras de la creación. El Universo existe, luego tiene una causa. Dudar de la existencia de Dios equivaldría a negar que todo efecto procede de una causa, y sentar que la nada ha podido hacer algo". Esto dice Allan Kardec, y esto dicen la generalidad de los hombres pensadores. 
 Se puede ser profundamente religioso siendo únicamente deísta.  Dios está por encima de todas las religiones positivas, y aunque usted asegura que los espiritistas, si no creemos en el dogma católico, por mas que sea nuestro lema hacia Dios por la Ciencia y el amor, nos quedaremos sin Dios, sin ciencia y sin amor, nosotros estamos plenamente convencidos que cumplimos el precepto de la ley divina compendiada por Jesús en estos dos mandamientos: "Amar a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a si mismo". 
 Adoremos en el alma de los mundos, a ese Dios inmutable y eterno que formó las violetas y las sensitivas y le dio al planeta Saturno su luminoso anillo nupcial, pareciendo que aquel lejano universo es una parte de la creación desposada con la eternidad. ¡Cuan grande es 
Dios! Si señor Manterola; rendimos culto a Dios, creyendo que la Caridad y la Ciencia son las celestes mensajeras del Divino Creador. 
 Usted dice, en un bellísimo pensamiento, que Jesús es el compendio de la teología moderna; para nosotros, es Jesús el compendio del Progreso, el emblema de la fraternidad Universal. 

 - Amalia Domingo Soler -


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                ¿QUIÉNES ERAN LOS         
          MERCADERES DEL TEMPLO? 
 

"Está escrito que mi Casa es casa de oración, y vosotros la convertiste en una cueva de ladrones." (Lucas, 19:46) 

Afirman los Evangelios que, visitando Jerusalén, Jesús Cristo fue al Templo, y de allí expulsó, a golpes de azotes, a los mercaderes que vendían palomas y eran cambistas. (El evangelista Juan informa que ellos también vendían ovejas y bueyes.) 

El templo de Jerusalén, edificado por Salomón, según se describe en el Libro I de los Reyes, del Antiguo Testamento, era bastante lujoso, con ricas tapicerías, y adornado con cobre, oro y plata, además de contar con innumerables objetos también confeccionados en marfil, plata y oro. 

Por eso, es difícil concebir que allí estuviesen mercaderes, llevando palomas y utensilios, para ser vendidos (además de corderos y bueyes). Por deducción, creemos que los mercaderes, expulsados por Jesús, estaban en las inmediaciones del Templo, y no en su interior, haciendo provecho de la gran cantidad de personas que para allí se dirigían, principalmente los días sábados. 

Es evidente que el pensamiento del Maestro era diferente y tenía otra intención. Buscaba recomendar a los hombres que no confiasen en los que venden el perdón y las gracias, los que explotan la credulidad y la ignorancia, por cuanto cometen robo, vendiendo lo que no les pertenece, lo que no tienen ni siquiera para ellos mismos. Para estos, el oro deslumbra y paga la oración y el perdón, rescata de los crímenes y dan las bendiciones del Señor como un vil objeto de transacción comercial. 

El evangelista Juan afirma que Jesús hizo un azote de cuerdas, para expulsar los mercaderes. Sería inadmisible que el Maestro, que vino a pregonar la paz, la mansedumbre y la tolerancia, practicase actos de violencia. El azote, del que habla el Evangelio, encierra un sentido alegórico, no fue el celo por una edificación material que llevó Jesús, que pregonaba la adoración al Padre en espíritu y verdad, a fustigar con el látigo de fuego de Sus palabras de verdad, los que, en la intimidad del Templo, comercializaban, no con ovejas, palomas y bueyes, pero sí con las cosas santas, con aquello que es recibido de lo Alto. 

Con eso, el Maestro pretendió demostrar a los sacerdotes del Templo, el lado negativo de sus actitudes. Fue por causa de esa advertencia de Jesús que, conforme asevera el Evangelio, los sacerdotes se enfurecieron con su actitud, pretendiendo matarlo. 

Los evangelistas llamaban al Templo la "Casa de Dios"; entretanto, el apóstol Páblo de Tarso, en Hechos 17:24, afirmó solemnemente: "Dios, que ha creado al mundo y todo lo que en él hay, siendo Señor del Cielo y de la Tierra, no habita en templos hechos por las manos de los hombres". El propio Salomón, que edificó el Templo de Jerusalén, dijo: "Mas, en verdad, habitaría Dios la Tierra?. Es que el cielo, y también el cielo de los cielos no podrían contener, cuanto menos esta casa que he edificado". 

Jerusalén era una ciudad cosmopolita, en la cual vivían forasteros oriundos de varias naciones, y, es casi cierto que la mayor parte de los mercaderes que estaban en la ciudad, negociando en las inmediaciones del Templo, era constituida por forasteros, que no tenían por el Templo el mismo respeto que tenían los judíos. Los judíos tenían gran veneración por el Templo, y, por eso, cualquiera de ellos que, estuviera en cualquier lugar de Jerusalén, e hiciese una oración, procuraba dirigir su rostro hacia al Templo, y, si estaban en otra ciudad, procuraban voltearse en dirección de la ciudad de Jerusalén, donde estaba localizado el Templo. 

Los sacerdotes y los escribas habían monopolizado las enseñanzas de los profetas, marginalizando los preceptos que no fuesen convenientes a sus intereses y haciendo prevalecer aquello que satisfacía sus ambiciones. Prueba de ello se encuentra fácilmente cuando se considera el más lamentable episodio de la Historia de la Humanidad, ocurrido luego del inicio de la Era Cristiana, cuando, con la idea fija en crucificar a Jesús Cristo, dejaran de lado todas las profecías que vaticinaban su advenimiento a la Tierra, haciendo así prevalecer solamente sus intereses político-religiosos, no dándose por satisfechos hasta no ver al Maestro de los maestros crucificado en la cima del calvario, después de haber sido cruelmente flagelado y obligado a acarrear el pesado madero. 

Jesús enseñó que: "Debe ser dado por gracia lo que de gracia habéis recibido". Los sacerdotes del Templo de Jerusalén constituían una casta privilegiada, que vivía confortablemente, con poder político, explotando la credulidad del pueblo a través de la comercialización con las cosas santas, y, manchando al Templo donde practicaban ese 
comercio nefasto, el cual debería ser mantenido exento de cualquier hecho que pudiese denigrarlo. No fueron, por tanto, los mercaderes de ovejas, palomas, bueyes y los cambistas, a los que el Maestro se dirigió, sino a esos otros mercaderes disfrazados de sacerdotes.


Extraído del libro "El Evangelio por dentro" (1992) 
Autor Paulo Alves de Godoy 
Traducción Dra. Claudia Maglio-Esteban


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RELATO DEL MEDIUM DIVALDO FRANCO
Divaldo cuenta que desde los 4 años tenía la mediumnidad aflorada.Veía otros niños,que jugaban con él,algunos eran Espíritus luminosos y otros,de rostros asustadores,le daban miedo.Los diferenciaba como "buenos o malos" pero no sabía quienes eran o que significaban.Todo le resultaba normal,pasó a asustarse cuendo creyó que esos rostros feos eran demonios,como enseñaba la iglesia católica.A medida que crecía.entendía que todos esos eran Espíritus de personas que vivieron en la tierra.Aprendió que nadie muere.La vida continúa incansablemente.Descubrió que el buen proceder crea buena protección,así como el poder de la oración y la Doctrina.Cada uno es autor de su destino,comprendió la necesidad de la vida interior y de la reflexión.
Muchos de esos Espíritus que lo visitaban se convirtieron en grandes amigos.
En 1944 asistió por primera vez a una sesión espiritista en Feira de Santana,Bahía Brasil,llevado,por una prima que lo introdujo en la doctrina.Allí escuchó por primera vez la lectura de "El Evangelio según el Espiritismo",cayó en trance y recibió el mensaje de su hermano José,recién desencarnado.A partir de ese momento se dedicó al Espiritismo.
Cuenta que desde 1948 conoció a Chico Xavier en la ciudad de Pedro Leopoldo,donde vivía Chico,luego conoció a la médium Ivonne do Amaral Pereira,en Belo horizonte.Se hicieron muy amigos.
En 1962 conoció a Zilda Gamma,en Rio de Janeiro.Con todos mantuvo hermosa correspondencia.Aprendió con ellos la fidelidad doctrinaria.

Con el Espíritu de Juana de Angeelis aprende a conocerse.Ella fue la ruta en el camino mediúmnico.Su presencia amiga es un confort.Suave y rigurosa,disciplinada y gentil ha sido su guía durante muchos años.
La psicografía fue una gran felicidad para él,especialmente cuando algunos desencarnados,a través suyo,pudieron traer mensajes de esperanza a los familiares que quedaron en la tierra.También,cuando terminó su primera novela mediúmnica,dictada por el Espíritu Victor Hugo,llamada "Parias en Redención".Luego le dictó otras obras,así como obviamente,otros Espíritus que conocemos.Entre ellos,Manoel Philomeno de Miranda.Cuando le dictó el libro "Entre Bastidores de la Obsesión",lo condujo al mundo de las sombras,donde entidades perversas realizaban espectáculos dantescos,técnicas de obsesión colectiva,etc. Fue una gran experiencia,aunque muy dolorosa pero aprendió mas sobre ese mundo de sombras,increíblemente real.
A pesar de su edad,hace planes para el futuro.Dice:"Quien no sueña perdió contacto con la vida y la Belleza".
Lo que mas le gustaría hacer sería ampliar la capacidad de socorro en su Comunidad para los sufrientes que se multiplican cada día.La casa es un verdadero centro de educación de amor,en los moldes de "la casa del camino",como lo hicieran Simón Pedro y los discípulos.
Dice que quisiera psicografiar aún mas novelas,especialmente de Manoel Philomeno de Miranda porque nos trae mucha información del mundo espiritual,que nos enriquece.
Divaldo se deja conducir,por la voluntad de Dios,Padre amoroso y bueno y sigue trabajando incansablemente.
CONCIENCIA Y MEDIUMNIDAD.
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        En busca de espiritualidad
¿Cuántos hombres y mujeres implicados hoy en día en sociedades relativas a las necesidades económicas, sociales, políticas y asociativas, no se han detenido un momento para preguntarse acerca del sentido de sus acciones? ¿Cuántos individuos perdidos en los meandros de las dificultades familiares y sociales buscan una escapatoria como respuesta a un sufrimiento moral?
Los paraísos artificiales, como la droga, se convierten entonces para algunos en la herramienta de esa huida, el relevo con ellos mismos para acceder a una hipotética felicidad tan efímera, que arrebata la razón, haciendo así que el suicidio se vuelva ineludible. Otros tratan de conseguir respuestas en la práctica religiosa, para rebuscar el amor de la divinidad y encontrar fuerzas para vivir en la esperanza de alcanzar después de la muerte la recompensa de un paraíso esperado.
La búsqueda de espiritualidad está pues estrechamente ligada a la necesidad de lo absoluto, a la necesidad de consuelo y de afecto. Es también una búsqueda intelectual y filosófica para encontrar respuestas al sentido de la historia de la humanidad y de su devenir. Esa gestión responde igualmente a una necesidad de transformación de la sociedad en pro de un mejor ser y de una mayor justicia. Sin embargo, con demasiada frecuencia, esa misma sociedad invita al ciudadano a complacerse en un individualismo devastador. Además del hecho del materialismo ambiental, la búsqueda de espiritualidad se transpone en una demanda personal dentro de ciertos círculos esotéricos que utilizan esos desesperos en forma mercantil.
La religión ya no responde verdaderamente a esperanzas relacionadas con el destino de las almas; también se ha vuelto un escape a la desdicha humana, proponiéndose a veces como coartada a la venganza y ello, cualquiera sea el tipo de confesión. Es preciso pues volver a las fuentes del cuestionamiento humano y espiritual, a saber: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? Allí, el enfoque del espiritismo es una abertura hacia lo que prolonga más allá de la muerte la filosofía del pensamiento sobreviviente y el sentimiento que perdura.
Jean-Paul Sartre escribió en Las Moscas: “La vida humana comienza al otro lado de la desesperación”. Se refería quizás a la capacidad de nuestro espíritu humano para sobreponerse a la desesperación mediante la afirmación individual y canalizar nuestra inquietud en proyectos creadores que definen nuestro ser. Esta cita puede revelarnos igualmente otra capacidad de nuestros espíritus: la posibilidad de descubrir una alegría, una armonía, una paz que superen nuestros sufrimientos. Blaise Pascal dijo: “En el corazón de cada hombre hay un vacío que tiene la forma de Dios y que no puede ser compensado por ninguna cosa creada, sino solamente por Dios el creador, que se dio a conocer por Jesús”. Expresaba fundamentalmente la idea de que, aunque nuestras necesidades físicas y materiales estén satisfechas, siempre habrá un vacío en el fondo de nosotros.
Dios creó al hombre para que pudiera mantener una relación espiritual con Él. No es pues un Dios inaccesible, hay una fuerza inconmensurable que está presente en la existencia. Algunos la perciben en la contemplación de la naturaleza, otros la palpan de corazón, desafiándola con peligro de sus vidas, otros, en fin, simplemente le rezan. La relación con el mundo de los espíritus es pues un trazo de unión con esa sensación de que nada se detiene al momento de la muerte y de que todo continua en una búsqueda sin fin de una felicidad, no para esperarla sino para construirla impulsándose en los universos sin límites donde se codean otros planetas así como formas de vida extra terrenales. El camino de la evolución es una ruta educativa y amorosa que vuelve a todas las almas perfectibles a la luz del conocimiento y del saber. El espiritismo es una propuesta para ese encuentro.
Extracto de artículo del “Le journal Spirite”
Igor Manouchian
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