EL VERDADERO SENTIDO DE LA
VIDA -
-Jataí, Goiás, 10 de febrero de 2016.
¿EUTANASIA? ¡NUNCA!
Jataí, pujante ciudad del Estado de Goiás, recibió el día miércoles 10 de febrero la presencia de Divaldo Pereira Franco.
El Centro de Cultura y Actos Don Benedito Cóscia, un moderno teatro con capacidad para 1.000 personas, resultó pequeño para recibir a aquellas que desde las 15:00 aguardaban, sometidas a un intenso calor, que fueran abiertos sus portones para la conferencia, que comenzó a las 20:00.
Previendo que así ocurriría, los organizadores del acto dispusieron que otras 450 personas fueran ubicadas en las dependencias del Centro Espírita Casa del Camino y, además, una cantidad incalculable de oyentes siguió el acto a través de la TV Jataí, que realizó la transmisión a los hogares de la ciudad.
Al ocupar el escenario, Divaldo emocionó a todos con la narración de la anécdota del médico norteamericano Tadeu Merlin, quien opinaba a favor de la aplicación de la
eutanasia en casos de enfermedades terminales.
Con ese pensamiento que ocupaba su cerebro, el Dr. Merlin fue convocado para que atendiera una emergencia, a fin de que tratara de salvar la vida de una parturienta y la de su bebé, que no salía a la luz después de transcurridas 20 horas de trabajo de parto. Cuando, finalmente, la criatura vino al mundo, el Dr. Merlin notó que esta era portadora de una deficiencia congénita en el pie, lo que le impediría tener una vida normal. Esa circunstancia, asociada además a la carencia económica de la madre, despertó en el médico materialista la idea de acabar con los enormes sufrimientos que aquella criatura tendría.
Aprovechando que la madre del bebé dormía, extenuada por el extenso período del parto, el Dr. Merlin preparó la inyección que provocaría la muerte del recién nacido, sin despertar sospechas. No obstante, algo que el médico no supo explicar detuvo su iniciativa, y con esfuerzo abandonó el intento de hacer efectiva la eutanasia.
Los años se sucedieron, y varias décadas más tarde el entonces famoso y exitoso Dr. Merlin vivía una vida apacible al lado de su hija y de Bárbara -su nietita de 5 años- que era un encanto para su vida. En un accidente de tránsito desencarnaron la hija y el yerno del Dr. Merlin, dejando a Bárbara a su cuidado.
Al cumplir los 7 años, mientras tanto, la hermosa Bárbara fue atacada por un virus pertinaz. Los diferentes médicos consultados opinaban que la muerte de la criatura se produciría en unos pocos días, en medio de terribles sufrimientos.
Los médicos le aconsejaron al Dr. Merlin aliviar los momentos finales de su nietita querida, aplicándole la eutanasia. Desesperado, el Dr. Merlin pidió ayuda a un médico de las afueras de una ciudad del medio-oeste norteamericano, que había estado realizando investigaciones acerca de esa enfermedad.
El joven médico evaluó el estado de Bárbara y confirmó el diagnóstico de los otros
profesionales: la muerte de Bárbara se produciría pocos días después.
Al ver el sufrimiento del abuelo, el médico le ofreció un tratamiento experimental, sin que pudiera garantizarle buenos resultados, lo que de inmediato fue aceptado por el Dr. Merlin. Al cabo de varias semanas de tratamiento, la vitalidad y la salud volvieron a animar a Bárbara.
Cuando el Dr. Merlin fue a agradecerle al joven médico, el abuelo de Bárbara se dio cuenta de que el médico que había devuelto la salud a su nietita era portador de una deficiencia física en uno de sus piés, y que se movía con dificuldades.
Al abordar ese tema con el médico, el Dr. Merlin descubrió que el profesional que había salvado a su nietita era aquel niño a quien, 35 años antes, él había estado a punto de aplicarle una equivocada solución, mediante la eutanasia.
La emoción dominaba los corazones de los atentos oyentes, y Divaldo hizo referencia, entonces, al auténtico sentido de la vida, enfatizando la felicidad y las definiciones de la misma, según las diferentes escuelas filosóficas: Epicuro afirmaba que era la felicidad alcanzada a través del TENER. Pero, más tarde surgió Diógenes, con el pensamiento Cínico, que afirmó que la felicidad consiste en no tener cosa alguna y, posteriormente, Sócrates.
En una época en que los hombres abandonan a sus mujeres cuando han dado a luz criaturas portadoras de microcefalia, Divaldo, desde lo alto de la tribuna rindió un tributo a las mujeres que, enfrentando toda clase de dificultades, eligen criar a sus hijos. En tal sentido, en forma brillante y conmovedora, Divaldo narró anécdotas de la vida de su progenitora, Doña Francisca, y se refirió a su enorme capacidad de renuncia, asociada al amor sin límites por sus hijos.
Con el digno ejemplo de esa valerosa mujer, que eligió a los hijos como un sentido para su vida, la conferencia llegó a su fin. Las personas se fueron retirando pensativas.
Estaba estampada en sus semblantes una reflexión: ¿Cuál es el sentido que he estado dando a mi vida?
Texto: Djair de Souza Ribeiro
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¿EUTANASIA? ¡NUNCA!
Jataí, pujante ciudad del Estado de Goiás, recibió el día miércoles 10 de febrero la presencia de Divaldo Pereira Franco.
El Centro de Cultura y Actos Don Benedito Cóscia, un moderno teatro con capacidad para 1.000 personas, resultó pequeño para recibir a aquellas que desde las 15:00 aguardaban, sometidas a un intenso calor, que fueran abiertos sus portones para la conferencia, que comenzó a las 20:00.
Previendo que así ocurriría, los organizadores del acto dispusieron que otras 450 personas fueran ubicadas en las dependencias del Centro Espírita Casa del Camino y, además, una cantidad incalculable de oyentes siguió el acto a través de la TV Jataí, que realizó la transmisión a los hogares de la ciudad.
Al ocupar el escenario, Divaldo emocionó a todos con la narración de la anécdota del médico norteamericano Tadeu Merlin, quien opinaba a favor de la aplicación de la
eutanasia en casos de enfermedades terminales.
Con ese pensamiento que ocupaba su cerebro, el Dr. Merlin fue convocado para que atendiera una emergencia, a fin de que tratara de salvar la vida de una parturienta y la de su bebé, que no salía a la luz después de transcurridas 20 horas de trabajo de parto. Cuando, finalmente, la criatura vino al mundo, el Dr. Merlin notó que esta era portadora de una deficiencia congénita en el pie, lo que le impediría tener una vida normal. Esa circunstancia, asociada además a la carencia económica de la madre, despertó en el médico materialista la idea de acabar con los enormes sufrimientos que aquella criatura tendría.
Aprovechando que la madre del bebé dormía, extenuada por el extenso período del parto, el Dr. Merlin preparó la inyección que provocaría la muerte del recién nacido, sin despertar sospechas. No obstante, algo que el médico no supo explicar detuvo su iniciativa, y con esfuerzo abandonó el intento de hacer efectiva la eutanasia.
Los años se sucedieron, y varias décadas más tarde el entonces famoso y exitoso Dr. Merlin vivía una vida apacible al lado de su hija y de Bárbara -su nietita de 5 años- que era un encanto para su vida. En un accidente de tránsito desencarnaron la hija y el yerno del Dr. Merlin, dejando a Bárbara a su cuidado.
Al cumplir los 7 años, mientras tanto, la hermosa Bárbara fue atacada por un virus pertinaz. Los diferentes médicos consultados opinaban que la muerte de la criatura se produciría en unos pocos días, en medio de terribles sufrimientos.
Los médicos le aconsejaron al Dr. Merlin aliviar los momentos finales de su nietita querida, aplicándole la eutanasia. Desesperado, el Dr. Merlin pidió ayuda a un médico de las afueras de una ciudad del medio-oeste norteamericano, que había estado realizando investigaciones acerca de esa enfermedad.
El joven médico evaluó el estado de Bárbara y confirmó el diagnóstico de los otros
profesionales: la muerte de Bárbara se produciría pocos días después.
Al ver el sufrimiento del abuelo, el médico le ofreció un tratamiento experimental, sin que pudiera garantizarle buenos resultados, lo que de inmediato fue aceptado por el Dr. Merlin. Al cabo de varias semanas de tratamiento, la vitalidad y la salud volvieron a animar a Bárbara.
Cuando el Dr. Merlin fue a agradecerle al joven médico, el abuelo de Bárbara se dio cuenta de que el médico que había devuelto la salud a su nietita era portador de una deficiencia física en uno de sus piés, y que se movía con dificuldades.
Al abordar ese tema con el médico, el Dr. Merlin descubrió que el profesional que había salvado a su nietita era aquel niño a quien, 35 años antes, él había estado a punto de aplicarle una equivocada solución, mediante la eutanasia.
La emoción dominaba los corazones de los atentos oyentes, y Divaldo hizo referencia, entonces, al auténtico sentido de la vida, enfatizando la felicidad y las definiciones de la misma, según las diferentes escuelas filosóficas: Epicuro afirmaba que era la felicidad alcanzada a través del TENER. Pero, más tarde surgió Diógenes, con el pensamiento Cínico, que afirmó que la felicidad consiste en no tener cosa alguna y, posteriormente, Sócrates.
En una época en que los hombres abandonan a sus mujeres cuando han dado a luz criaturas portadoras de microcefalia, Divaldo, desde lo alto de la tribuna rindió un tributo a las mujeres que, enfrentando toda clase de dificultades, eligen criar a sus hijos. En tal sentido, en forma brillante y conmovedora, Divaldo narró anécdotas de la vida de su progenitora, Doña Francisca, y se refirió a su enorme capacidad de renuncia, asociada al amor sin límites por sus hijos.
Con el digno ejemplo de esa valerosa mujer, que eligió a los hijos como un sentido para su vida, la conferencia llegó a su fin. Las personas se fueron retirando pensativas.
Estaba estampada en sus semblantes una reflexión: ¿Cuál es el sentido que he estado dando a mi vida?
Texto: Djair de Souza Ribeiro
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