viernes, 30 de junio de 2023

Nadie viene a hacer el bien

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Los dos elementos del Universo

2.- Estudiando la mediumnidad (1 de 2)

3.-¿ Por qué a veces se tarda en abandonar el cuerpo tras la muerte?

4.-   Nadie viene a hacer el bien

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  LOS DOS ELEMENTOS DEL UNIVERSO

     Dos elementos, o si se prefiere, dos fuerzas gobiernan el Universo: el elemento material y el elemento espiritual. De la acción simultánea de estos dos principios nacen aquellos fenómenos especiales cuya naturaleza es inexplicable si se hace abstracción de uno de los dos, tal como ocurriría si se sustrajera uno de los dos elementos que constituyen el agua: el oxígeno y el hidrógeno.

     Al demostrar la existencia del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo material, el Espiritismo nos brinda la comprobación de una infinidad de fenómenos incomprensibles que son considerados, por tal motivo, inadmisibles por ciertos pensadores. Estos fenómenos abundan en las escrituras, y en razón del desconocimiento de la ley que los gobierna, los tratadistas de ambos bandos antagónicos han girado sin cesar en el mismo círculo de ideas: unos omitiendo los
descubrimientos positivos de la ciencia, y otros ignorando el principio espiritual, de modo que no han podido llegar a una solución racional y convincente.

     La solución se encuentra en la acción recíproca del espíritu y la materia, y, de tal manera, se libera del carácter sobrenatural que se atribuía a la mayor parte de los fenómenos. Pero, ¿ qué es más positivo: admitir los hechos como resultantes de las leyes de la Naturaleza o rechazarlos totalmente?

     Su desestimación absoluta lleva a la destrucción de la base misma de todo edificio, mientras que su aceptación, aun limitada, no suprime más que lo accesorio, dejando intacta la base. Esa es la causa por la cual el Espiritismo induce a mucha gente a aceptar verdades consideradas antes meras utopías.

     Esta obra es, entonces, como ya lo hemos dicho, un complemento de las aplicaciones del Espiritismo desde un punto de vista especial.

     El material estaba listo, casi elaborado, desde hace mucho, pero el momento adecuado para su publicación no había llegado. Era necesario, en primer término, que las ideas que debían servir de apoyo madurasen, y además, había que esperar el momento propicio. El Espiritismo no tiene misterios ni teorías secretas, todo debe esclarecerlo para cual pueda juzgarlo con conocimiento de causa, mas cada cosa debe llegar a su tiempo para ser comprendida. Una solución a la ligera, prescindiendo de la elucidación completa de la cuestión, sería más un motivo de retraso que de adelanto.

. El Génesis- Allan Kardec

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   ESTUDIANDO LA MEDIUMNIDAD          (1 de 2)

Por Mercedes Cruz Reyes                            

     El ser humano comprende, poco a poco, que la tumba es una puerta hacia la renovación, como la cuna es el acceso a la experiencia, y observa que su permanencia en el planeta es un viaje con destino a las estaciones del Progreso Mayor.

     Y en esta gran peregrinación, todos somos instrumentos de las fuerzas con las cuales estamos en sintonía. Todos somos médiums dentro del campo mental que nos es propio, asociándonos a las energías edificantes si nuestro pensamiento fluye en dirección a la Vida Superior, o bien a las fuerzas perturbadoras y deprimentes, si nos sometemos a las sombras de la vida primitiva o torturada.

     Cada ser, con los sentimientos que caracterizan su vida íntima, emite rayos específicos y vive en la onda espiritual con la que se identifica.

     Tales verdades no permanecerán semicultas en nuestros santuarios de fe. Se irradiarán de los templos de la ciencia como ecuaciones matemáticas.

     La mediúmnidad es un problema de los más sugestivos en el mundo actual. El hombre de la Tierra se va acercando a la Era del espíritu bajo la luz de la Religión Cósmica del amor y de la sabiduría y, ciertamente, precisa de cooperación a fin de favorecer su comprensión.

     Debemos considerar que la mente es la base de todos los fenómenos mediúmnicos.

     No ignoramos que el universo, que se extiende en el infinito con millones y millones de soles, es la exteriorización del pensamiento divino, de cuya esencia participamos en nuestra condición de rayos conscientes de la sabiduría eterna y dentro del límite de nuestra evolución espiritual.

     Desde la superestructura de los astros hasta la infraestructura subatómica, todo está sumergido en la sustancia viva de la mente de Dios, como los peces y las plantas acuáticas están contenidos en el inmenso océano.

     Hijos del Creador, de Él heredamos la facultad de crear y desarrollar, nutrir y transformar.

     Naturalmente limitados a las dimensiones conceptuales en que nos encontramos, y reconociendo la insignificancia de nuestra situación comparada a la gloria de los espíritus que ya alcanzaron el estado angelical, podemos irradiar la energía activa del propio pensamiento, estableciendo, en torno a nuestra individualidad, el ambiente psíquico que nos es particular.

     Cada mundo posee el campo de tensión electromagnética que le es propio dentro del grado de fuerza gravitacional que mantiene su equilibrio, así como cada alma se ubica en el círculo de fuerzas vivas que tienen afinidad con su “hálito” mental, es decir, en la esfera de criaturas a las que se une según sus necesidades de ajuste o evolución espiritual.

     Cada planeta hace sus revoluciones en la órbita que le es asignada por las leyes del equilibrio sin exceder las líneas de gravitación que le corresponden, así como cada conciencia evoluciona dentro del grupo espiritual que condiciona su actuación.

     Somos, pues, un enorme conjunto de inteligencias sintonizadas en un mismo grado vibratorio de percepción, integrando un Todo constituido por algunos miles de millones de seres que forman, por así decirlo, la humanidad terrestre.

     Formando, así, sólo una humilde familia en el infinito concierto de la vida cósmica, en el que cada mundo alberga a una determinada familia de la humanidad universal, conocemos, por tanto, las limitadas expresiones de la vida que nos tocan más de cerca, limitados por el grado de conocimiento que hemos podido alcanzar.

     Dependiendo de nuestros semejantes en nuestra trayectoria hacia la vanguardia evolutiva y a la manera de los mundos que se desplazan en el espacio influenciados por los astros que les rodean, actuamos y reaccionamos unos sobre los otros a través de la energía mental con la que nos renovamos constantemente creando, alimentando y destruyendo formas y situaciones, realizaciones y cosas en la estructuración de nuestros destinos.

     Nuestra mente es, de este modo, un núcleo de fuerzas inteligentes generando un plasma sutil que, al exteriorizarse incesantemente fuera de nosotros, ofrece recursos de objetividad a las figuras de nuestra imaginación, bajo la dirección de nuestros propios designios.

     La idea es un “ser” organizado por nuestro espíritu, al que el pensamiento da la forma y la voluntad imprime movimiento y dirección. Del conjunto de nuestras ideas resulta nuestra propia existencia.

     Como es fácil de deducir, todos los seres vivos actúan en la onda de psiquismo que les es peculiar dentro de las dimensiones que les son características o en la frecuencia que les es propia. Ese psiquismo no depende de los centros nerviosos, de modo que, fluyendo de la mente, es quien condiciona todos los fenómenos de la vida orgánica en sí misma.

     Examinando, pues, los valores anímicos como facultades de comunicación entre los espíritus, cualquiera que sea el plano en que se encuentren, no podemos perder de vista el mundo mental del agente y el del receptor, ya que, en cualquier acto mediúmnico, la inteligencia receptiva está sujeta a las posibilidades y a la coloración de los pensamientos en que vive, y la inteligencia emisora queda sometida a los límites y a las interpretaciones de los pensamientos que es capaz de producir.

     Un hotentote desencarnado, comunicándose con un sabio terrenal ligado todavía a su envoltura física, no podrá ofrecer a éste otros informes que los de las formas triviales en que se desenvolvían en el mundo sus experiencias primitivas; así como un sabio, sin la vestidura carnal, entrando en relación con el hotentote ligado a su “hábitat” africano, no conseguirá brindarle su cooperación inmediata sino en el trabajo embrionario en el que éste tiene fijadas sus preocupaciones mentales, como ser el auxilio a un rebaño bovino o la cura de males del cuerpo material.

     Por ello, el hotentote no se sentiría feliz en la compañía del sabio, y el sabio, a su vez, no se detendría con aquél por falta de ese alimento, casi imponderable, al que podemos denominar “vibraciones compensadas”.

     Es por ley que nuestras mayores alegrías son recogidas al contacto de aquellos que, al comprendernos, cambian con nosotros valores mentales de cualidades idénticas a las nuestras, así como los árboles ofrecen un mayor coeficiente de producción si se les coloca entre compañeros de la misma especie, con los cuales intercambian sus principios germinativos.

     En la mediúmnidad, igualmente, no podemos olvidar el problema de la sintonía.

     Atraemos a los espíritus que tienen afinidad con nosotros, de la misma manera que somos por ellos atraídos, y si es verdad que cada uno de nosotros solamente puede dar conforme a lo que tiene, es indiscutible que cada uno recibe de acuerdo con lo que da.

     Encontrándose la mente en la base de todas las manifestaciones mediúmnicas, cualesquiera que sean las características en que se expresen, es imprescindible enriquecer el pensamiento incorporándole los tesoros morales y culturales, los únicos que nos posibilitan fijar la luz que desciende hasta nosotros de las esferas más altas, a través de los genios de la sabiduría y el amor que supervisan nuestras experiencias.

     Acertaron aquellos que compararon nuestro mundo mental a un espejo.

     Reflejamos las imágenes que nos rodean y dirigimos en dirección de los demás las imágenes que creamos.

     Y como no podemos escapar al imperativo de la atracción, retrataremos solamente la claridad y la belleza si nosotros establecemos la belleza y la claridad en el espejo de nuestra vida íntima.

     Los reflejos mentales, según su naturaleza, favorecen nuestro estancamiento o nos impulsan a ir adelante, puesto que cada criatura humana vive en el cielo o en el infierno que edificó para sí misma en los rincones internos del corazón y de la conciencia, independientemente del cuerpo físico, y dado que, observando la vida en su esencia de eternidad gloriosa, la muerte vale únicamente como transición entre dos tipos de la misma experiencia, en el “hoy imperecedero”.

     Encontramos la mediúmnidad en todos los tiempos y en todos los lugares en que se desarrolló el género humano.

     Misiones santificantes y guerras de destrucción, tareas nobles y obsesiones pérfidas tienen su origen en los reflejos de la mente individual o colectiva, combinados con las fuerzas sublimes o degradantes de los pensamientos que las nutren.

     Sepamos, pues, cultivar la educación, perfeccionándonos más cada día.

     Todos somos médiums, sea cual fuere la actividad que desempeñemos.

     La fuerza psíquica, en muchos niveles de expresión, es peculiar a todos los seres, pero no existe perfeccionamiento mediúmnico sin la purificación de la individualidad.

     Es contraproducente, por tanto, intensificar el movimiento de la energía sin disciplinar sus impulsos.

      Es peligroso poseer sin saber usar.

     El espejo sepultado en el lodo no refleja el esplendor del Sol. El lago agitado no refleja la imagen de la estrella que titila en el infinito.

     Elevemos nuestro caudal de conocimientos con el estudio bien llevado y perfeccionemos la calidad de nuestras emociones con el ejercicio constante de las virtudes superiores, si queremos recoger el mensaje de las Grandes Almas.

     La mediúmnidad no basta por sí sola.

     Es imprescindible saber qué tipo de onda mental asimilamos, para conocer la calidad de nuestro trabajo y juzgar acerca de la dirección tomada.

     Un ilustre estudioso de la fenomenología espírita a fines del siglo pasado intuitivamente se refirió a un aparato, al “psicoscopio” se destina a la observación del alma y puede definir las vibraciones de ésta, a la vez que para realizar estudios acerca de la materia. Funciona con electricidad y magnetismo, utilizando elementos radiantes análogos en su esencia a los rayos gamma. Está constituido por lentes de aumento con posibilidades para la microfotografía.  Se puede con él clasificar sin dificultad las perspectivas de los distintos grupos de servicios psíquicos que existen en el mundo. Analizando la psicoscopia de una persona o de un equipo de trabajadores, es posible deducir sus posibilidades y calificar la categoría de su condición. Según las radiaciones que proyectan, planificamos la obra que puedan realizar en el futuro.

     Estamos sujetos todos a los exámenes de los planos superiores, aun quienes investigamos ahora los planos que están situados debajo del nuestro. Si el espectroscopio permite al hombre investigar la naturaleza de los elementos químicos que se hallan a enormes distancias, analizando la onda luminosa que emiten, con mayor facilidad identificaremos los valores de la individualidad humana por los rayos que ésta emite. La moralidad, el sentimiento, la educación y el carácter son conocidos con claridad mediante una breve observación.

     ¡El hombre es un generador de fuerza electromagnética, con una oscilación por segundo que es registrada por el corazón! Todas las sustancias vivas de la Tierra emiten energías encuadradas en la gama de las radiaciones ultravioleta. Para mayor claridad de la definición llamémosles rayos ectoplásmicos, uniendo así nuestra designación a la nomenclatura de los espiritistas modernos.

      Esos rayos son peculiares a todos los seres vivos. Con ellos la oruga realiza sus complicadas demostraciones de metamorfosis, y es también en base a ellos que se efectúan todos los fenómenos de materialización mediúmnica, por cuanto los sensitivos encarnados por quienes se procesan aportan y liberan esas energías con más facilidad. Todas las criaturas, pues, les conservan en sí mismas, emitiéndoles en una frecuencia que varía en cada una, según las tareas que el plan de la vida les ha asignado.

     El estudio de la mediúmnidad se afirma sobre las bases de la mente y su prodigioso campo de radiaciones. La ciencia de los rayos potenciará, en breve, una gran renovación en los diversos sectores culturales del mundo.

     Para conseguir alcanzar en un grupo mediúmnico la devoción a la fraternidad, el correcto desempeño de los deberes, y fe ardiente, es necesario que exista una onda de comprensión y buena voluntad esa debe ser su característica. Por el amor en que desempeñemos la tarea seremos un instrumento fiel de los benefactores desencarnados, quienes encuentran en nuestra mente un espejo cristalino que reproduce sin distorsión alguna, sus instrucciones.

      Así como en la Tierra la ciencia cataloga los elementos químicos que entran en formación de la materia densa, en el plano espiritual es posible analizar el tipo de fuerzas sutiles que son propias a cada Ser.

      Una ficha psicoscópica determina, en especial, la naturaleza de nuestros pensamientos, por lo que es fácil, conocer, a través de semejante registro, acerca de nuestros méritos y de nuestras debilidades.

     En todos los proceso medianímicos la maquina cerebral es el órgano de manifestación de la mente. En la vida intra-craneana, es donde están asentadas las llaves de comunicación entre el mundo mental y el mundo físico.

     El aparato encefálico reúne a millares de células, que desempeñan funciones específicas, como si fueran trabajadores en un orden jerárquico dentro de la armoniosa estructura de un Estado.


---//...  ( continuará en la siguiente publicación)


                                  

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¿POR QUÉ A VECES SE TARDA EN ABANDONAR EL CUERPO TRAS LA MUERTE?"
La muerte física y la desencarnación no ocurren simultáneamente. El individuo muere cuando el corazón deja de funcionar. El Espíritu desencarna cuando se completa el desligamiento, lo cual demanda algunas horas o algunos días.
Básicamente el Espíritu permanece ligado al cuerpo mientras son muy fuertes en él las impresiones de la existencia física.
Suele ocurrir en individuos materialistas que hacen de la jornada humana un fin en sí; que no aspiran a objetivos superiores; que cultivan vicios y pasiones; estos quedan retenidos por más tiempo, hasta que la impregnación fluídica animalizada de que se revisten sea reducida a niveles compatibles con su desligamiento.
Ciertamente .los benefactores espirituales pueden hacerlo de inmediato, tan pronto como suceda el colapso del cuerpo. Sin embargo no es aconsejable, por cuanto que el desencarnante tendría dificultades mayores para ajustarse a las realidades espirituales, Lo que aparentemente sugiere un castigo para el individuo que no vivió una existencia de acuerdo a los principios de la moral y de la virtud, es apenas una manifestación de misericordia, No obstante el constreñimiento y las sensaciones desagradables que venga a enfrentar en la contemplación de sus despojos carnales en descomposición, tal circunstancia es menos traumatizante que el desligamiento extemporáneo.
Con respecto a la muerte hay concepciones totalmente distanciadas de la realidad. Cuando alguien muere fulminado por un infarto violento, se acostumbra decir: "¡ Qué muerte maravillosa!, no sufrió nada!".
Sin embargo es una muerte indeseable.
Falleciendo en plena vitalidad, salvo si él está altamente espiritualizado, tendrá problemas de desligamiento y adaptación, pues serán muy fuertes en él las impresiones e intereses relacionados con la existencia física.
Si la causa de la muerte es el cáncer después de prolongados sufrimientos con dolores atroces, con el paciente muriendo lentamente, descomponiéndose en vida, se dice:
"¡Que muerte horrible!, ¡ Cuanto sufrimiento!"
Y sin embargo, paradójicamente, es una buena muerte.
La dolencia prolongada es tratamiento de belleza para el Espíritu. Los dolores físicos actúan como inestimable recurso terapeútico, ayudando a superar las ilusiones del Mundo, además de depurarlo como válvulas de caudal de las impurezas morales. Es de destacar que el progresivo agravamiento de su condición torna al enfermo doliente más receptivo a los asuntos de religión, a los beneficios de la oración, a las meditaciones sobre el destino humano. Por eso, cuando la muerte llega, él está preparado y hasta la espera sin apegos y sin temores.
Algo semejante ocurre con las personas que desencarnan en edad avanzada, cumplidos los plazos concedidos por la Providencia Divina, y que mantuvieron un comportamiento disciplinado y virtuoso. En ellas la vida física se extingue mansamente, como una vela que parpadea y se apaga, enteramente gastada, proporcionándoles un retorno tranquilo, sin mayores contratiempos.

Libro: "Quien tiene miedo a la Muerte"- Richard Simonetti

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NADIE VIENE A HACER BIEN





Está muy arraigada la creencia de que los grandes benefactores de la Humanidad, son espíritus que han sido destinados para ello.

 

Se les ha escogido con la finalidad de:

 

1) Traer nuevos conocimientos, que aceleren la evolución de los espíritus encarnados.

 

2) Participar en acciones, que conduzcan a cambios, los cuales al final, significaran un progreso para la Humanidad. Esto generalmente en condición de líder.

 

3) Realizar obras benéficas con el fin de aminorar las penalidades y sufrimientos, que padece el ser humano, en su tránsito como encarnado.

 

En el primer caso,  se trata de un espíritu que ha sido escogido:

Porque pertenece a un nivel de evolución superior, al existente en nuestro mundo y posee conocimientos que en este preciso momento, le son necesarios a la humanidad.

Su tarea es impartir esta enseñanza y dejar instalado el procedimiento, para que este saber, llegue a otros seres humanos.

Estos son espíritus, los cuales al terminar su tarea, vuelven al nivel de evolución, en  donde se están desarrollando.

En la mayoría de las religiones, se nos habla de la existencia de estos espíritus misionarios.

 

El segundo caso, trata de espíritus capaces de comandar acciones determinadas, que la misma dinámica social requiere, en forma indispensable, para la continuación  de la evolución humana.

 En muy pocos de estos casos intervienen los espíritus misionarios.

La mayoría de los puestos de liderazgo, son cubiertos por reencarnados, que habitan en los escenarios del acontecimiento y los cuales poseen los conocimientos y las aptitudes necesarias para dirigir y llevar a buen fin esta misión.

En la historia de la humanidad, en  los procesos libertarios, avances sociales y culturales, abundan este tipo de actores.

 

El tercer caso, corresponde a aquellas personas, las cuales desarrollan constantemente actividades en favor del bienestar de la humanidad, en la lucha contra el hambre, las enfermedades, el maltrato a los seres humanos, conservación del ambiente, etc.

Ellos  dedican gran parte  de su existencia en favor de esa lucha, generalmente  sin recibir ninguna retribución por su labor.

Existe la creencia errada, de que estos espíritus fueron escogidos con anterioridad a su reencarnación, para luchar contra las adversidades y necesidades, que padece el ser humano.

Nada más errado; nuestra evolución se desarrolla mediante la lucha contra esas adversidades y necesidades que nos acompañan en la vida. Mal podría Dios, eliminar esos problemas, que resultan ser como el combustible necesario, que impulsa nuestra evolución.

Estos espíritus que realizan trabajos de ayuda al prójimo, simplemente están cumpliendo con la ley de “Causa y efecto”.

Están compensando el daño o maltrato por ellos  realizado; generalmente, en vidas anteriores a sus semejantes y así van disminuyendo su carga negativa, mediante buenas acciones y ayuda al prójimo, en la vida actual.

Todo esto se basa, en la preparación que hace nuestro espíritu, con la espiritualidad que nos acompaña, antes de cada  reencarnación. En ello se incluye los aspectos en los cuales debemos avanzar en nuestra evolución, en los aprendizajes que nos toca obtener, pero también, en la disminución de los daños causados por nuestras acciones, a nuestros semejantes.

Nos relata la hermana Amalia Domingo soler en unos de sus libros, de un caso en donde una persona murió a la edad de ciento cincuenta años, en Rusia.

 Preguntada la Espiritualidad, sobre el motivo por el cual esta persona había vivido tanto, respondió que era el deseo de ella, tener el mayor tiempo posible para cancelar; por medio de las buenas acciones que realizaba en esta vida, el daño que había causado a la humanidad en vidas anteriores  y así iniciar una nueva reencarnación, en mejores condiciones que la actual.


Oswaldo E. Porras Dorta

 

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