jueves, 1 de junio de 2023

La soledad del Alma, en el nacimiento y en la muerte

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- La Beneficencia

2.-La Erraticidad

3.- Malignidad

4.- La soledad del Alma, en el nacimiento y en la muerte

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La beneficencia 

No hay mayor alegría para el espíritu evolucionado que la de hacer el bien a sus semejantes.

El espíritu imperfecto siente de vez en cuando esa sensación de alegría y regocijo, cuando  participa en las empresas a favor de sus semejantes,  ya que todos sabemos que Es un deber de todo cristiano dilatar la generosidad en el ejercicio de la beneficencia sin muchas interrogaciones  ni exigencias.

Para que nuestros corazones estén con regocijo, no tenemos que tener en él, remordimiento por no haber hecho el bien que podríamos haber hecho, ni por la indiferencia que hemos prestado a aquel que vino a llamar a nuestra puerta.

Hemos de aprovechar el tiempo y ayudar, pues la oportunidad pasa y ya es un tiempo irreparable.

Fuera de la caridad no hay salvación, la verdadera alegría reside en la caridad, en el bien practicado en pos de nuestros semejantes.  

Por eso cuando un pobre se acerque a nosotros, cuando un enfermo quejicoso reclame un servicio, cuando un vecino ofuscado irrumpa en nuestro camino, lejos de amonestarle, aprovechemos la oportunidad  de nuestra sonrisa gentil, de nuestra palabra  amiga, de la audición comprensiva, de nuestro interés por el dolor ajeno, de la paciencia fraternal…

Con el pretexto de no querer compactar con las sombras, no desdeñemos la ocasión de hacer el bien, recordemos que hay más fiesta en el Cielo por la entrada de uno malo convertido al bien, que por la entrada de cien justos, entonces procuremos acercarnos a esos hermanos infelices, exteriorizando todo nuestro amor, y el día que logremos hacerles cambiar, desistir de sus malas obras sentiremos el regocijo de la beneficencia, del bien que hemos realizado.

Seamos generosos con los que han sucumbido en la lucha contra sus pasiones y han sido arrastrados por el mal; seamos generosos para con los pecadores, los criminales y los duros de corazón, ya que no sabemos por las fases que han pasado y todo lo que han tenido que soportar para llegar al punto en que están, por eso a los que languidecen ante sus sufrimientos y aislamiento es que debemos procurar hacer el bien, y un día cuando les veamos fortalecidos sentiremos en nuestro interior la alegría y satisfacción que causa el bien hecho.

Dios nos da para que aprendamos a distribuir. El Señor agradece la bondad que podamos ejercer con la poca cosa que podamos entregar en el servicio del bien de los que sufren, como también por la palabra de ánimo que podamos grabar en los corazones torturados que nos solicitan fuerzas y esperanza.

La beneficencia  se expresa mediante el anonimato de las acciones dignificantes, para  que su práctica no reciba el premio de la gratitud del beneficiado ni el reconocimiento del grupo social, ofreciendo mecanismos de exaltación de la persona, que siente  regocijo con los homenajes, dificultando al “Yo” superior que pueda lograr la plenitud con Dios, por haber disfrutado de la recompensa del orgullo y de la vanidad a través de la glorificación de los hechos.

… Tengamos cuidado en no practicar las buenas obras delante de los hombres, ocultando con sabiduría en la naturalidad los momentos  de beneficencia y de amor que sean ofrecidos con relación a quien sufre.

Ofrezcamos nuestras manos, donemos las posibilidades  a la beneficencia, y comprenderemos que el mal no merece consideración, porque, predestinados a la luz y a la verdad, sean cuales sean nuestras limitaciones de hoy, el tiempo y el trabajo en nombre del amor a Dios, nos conducirá a la felicidad verdadera donde mueren todas las aflicciones, practicando la beneficencia que también es caridad.

Trabajo realizado por Merchita

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LA ERRATICIDAD

                                      


La erraticidad se refiere al estado de los Espíritus errantes, es decir, no encarnados, durante los intervalos de sus diversas existencias corporales. De ninguna manera la erraticidad es una señal absoluta de inferioridad para los Espíritus.

Hay Espíritus errantes de todas las clases, salvo los del primer orden, o Espíritus puros que, al no tener más necesidad de reencarnarse, no pueden ser considerados como errantes.

Los Espíritus errantes son felices o desdichados según el grado de su depuración.

Es en este estado que el Espíritu –cuando se ha despojado del velo material del cuerpo – reconoce sus existencias anteriores y las faltas que lo alejan de la perfección y de la felicidad infinita; entonces, es también cuando elige nuevas pruebas para progresar más rápidamente.

 

Tomado del libro Vocabulario Espírita

Adaptación Oswaldo E. Porras Dorta


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                            MALIGNIDAD

  Hay  quien parece instalado en el mal permanentemente. El mal es su medio ambiente natural, mientras que el bien  parece que les incomoda y les irrita.

Y  así  permanecen  en la vida; una vida en la que el tiempo parece que se ha detenido para ellos.

Da  la impresión de que  están   cómodamente  gozando con  una vida de maldades, astucias e intrigas, y nunca se sabe muy bien a donde pretenden llegar o cuáles  son sus metas o motivos. Es como si  para esa clase de personas, ciegas de egoísmo, de envidias, de odios y de rencores solamente existiese  el  hoy  o el momento inmediato. Es como si el mañana no existiese para ellos.

   Hablan, calumnian, intrigan, siembran veneno constantemente, allá donde se encuentran disfrutando con tanta maldad, pero no pueden comprender que los seres humanos somos algo más que lo que se puede ver  y tocar en las personas;  no comprenden que hoy están, y mañana ya no estarán más. No comprenden que  por  encima de las formas físicas, ante todo  y en esencia   somos  energía y Vida: nuestro Yo superior es una energía evolutiva y mutable;  y como toda energía, somos imperecederos y llamados a transformarnos  dentro de  ese proceso gradual que llamamos evolución del alma.

  El materialismo les impide considerar que el cuerpo físico solo es materia; que no es uno mismo;  que se forma, nace, crece, finalmente muere y se desintegra; que el cuerpo es una extraordinaria maquinaria en la que actúa y es dirigida por el espíritu en el plano físico.  

   Este materialismo nos impide comprender que somos energías independientes unas de otras pero semejantes;  Como seres espirituales que somos, pensamos y sentimos de modo individualizado, lo cual supone en nosotros unas  frecuencias vibratorias particulares e independientes, pero cuando coinciden o sintonizan entre  ellas,  naturalmente se agrupan o aproximan con arreglo a lo que determinan las Leyes Cósmicas de  Vibración y de Afinidad, y  multiplican sus potencias y sus efectos sobre las materias y sobre otros espíritus que, según su libre albedrío, o bien sintonizan y se unen a ellos en una vibración común, de la clase que sea, buena o mala, o bien no sintonizan y se encuentran  repelidas y distanciadas de la vibración del grupo, que no les llega a aceptar. Simplemente, es  una cuestión de sintonía.

    Comenzamos así a vislumbrar el mecanismo por el cual funciona la oración, y también por el que obran  las acechanzas de esas agrupaciones de espíritus inferiores que se congregan y se apoyan para acciones de  mal. Sin embargo, cuanto más malignos, más infelices son; pretenden disfrutar en el mal y solo encuentran cada vez, más y más infelicidad o sufrimiento,

   Estamos viendo el mal  por doquier, siendo con frecuencia lo que más nos encontramos, porque en nuestro mundo de expiaciones y de pruebas es lo más abundante, es lo que llamamos el espíritu del mal, representado por la acción de  seres espirituales inferiores, que como bandidos ocultos en las sombras, nos acechan y tratan de perturbarnos  porque los que sintonizan con el bien, llevan una   Luz que les irrita y les molesta.

    Si los malos de este mundo supiesen lo malo que es ser malo y que todas sus maldades van a repercutir en ellos irremediablemente, y tantas veces multiplicadas, antes o después haría ya mucho tiempo que por propio interés se esforzarían por ser  buenos, por tanto, nunca envidiemos la “buena fortuna”  que a veces parecen tener  los malvados, porque estas son como últimas oportunidades que se les dan para que se enmienden, y lo que les llegará después será un fruto de la misma clase que el del sufrimiento y  la malignidad, sembrada ahora por ellos.

    Al igual que los seres malignos, nosotros también somos libres de optar por el bien, sintonizando positivamente nuestras mentes y espíritus, alejándonos así de sus acechanzas, o bien nos podemos dejar  arrastrar por el mal, mecidos por su perniciosa influencia cuando  nuestro espíritu sintoniza con su bajo nivel vibratorio.

    Por tanto, a pesar de lo notorio de las influencias malignas, tengamos fe en el  Padre Creador, sabiendo que  tenemos  una poderosísima herramienta para vencer el mal y extender el bien que procede de Él : El Amor sentido y realizado como una  vibración mental y espiritual   en  nuestro día a día, en nuestras vicisitudes, durante el contacto con las personas y ambientes que nos rodean cotidianamente,   

   Con nuestros sentimientos y reacciones deberemos permanecer  siempre alerta para detectar  desde el inicio, cualquier mal ambiente o influencia negativa que nos amenace, y es en ese momento, en un acto de introspección íntima, cuando trataremos de alejarnos del origen de esa perturbación o fuente del mal, y pediremos asistencia a nuestros Espíritus Protectores  elevando  el pensamiento para sintonizar con  la vibración positiva del  bien y del Amor,   como el único antídoto eficaz contra el veneno del mal cuando este  amenaza nuestra felicidad.

- Jose Luis Martín-


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LA SOLEDAD DEL ALMA, EN EL NACIMIENTO Y  LA MUERTE

El temor y la morbosidad que el tema de la muerte comúnmente evoca y la poca disposición para encararlo con comprensión, se debe a que la gente pone excesivo énfasis sobre el cuerpo físico, a la facilidad de identificarse con él y a que está basado en el temor innato a la soledad y a la pérdida de las cosas familiares. Sin embargo, la soledad que acontece después de la muerte, cuando el hombre se encuentra a sí mismo sin un vehículo físico, no tiene comparación con la soledad del nacimiento.

Al nacer, el alma se halla en un nuevo ambiente, sumergida en un cuerpo que al principio es totalmente incapaz de valerse por sí mismo o de establecer un contacto inteligente con las condiciones circundantes, durante un largo periodo. El hombre viene a la encarnación sin recordar la identidad, o lo que para él significa el grupo de almas en esos cuerpos con quienes está relacionado; esta soledad desaparece gradualmente, y sólo cuando establece sus propios contactos personales, descubre a los que congenian con él y eventualmente reúne a su alrededor a quienes considera sus amigos.
Después de la muerte no sucede lo mismo, porque el hombre encuentra en el más allá a quienes conoce y se vincularon con él en la vida del plano físico, y nunca está solo, como el ser humano entiende la soledad; también es consciente de los que poseen aún cuerpos físicos; puede verlos, captar sus emociones y también sus pensamientos, pues no existiendo el cerebro físico no actúa como un obstáculo. Si la gente tuviera mayor conocimiento, temería a la experiencia del nacimiento y no a la de la muerte, porque el nacimiento encierra al alma en la verdadera prisión y la muerte física es sólo el primer paso hacia la liberación.

- Ángeles Calatayud -

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