jueves, 8 de junio de 2023

La alegría y la tristeza

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Lazos eternos

2.- Existencias pasadas y futuras

3.- El Espiritismo frente al Materialismo

4.- La alegría y la tristeza

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LAZOS ETERNOS
La reencarnación estrecha los vínculos del amor, tornándolos lazos eternos, dado que faculta de experiencia en el área de la afectividad familiar.
Mientras las uniones de sangre favorecen el egoísmo, atando a las criaturas a las cadenas de las pasiones posesivas, la pluralidad de las existencias ayuda, mediante la superación de las conveniencias personales, a la unión fraternal.
Los padres y prometidos, los hermanos y primos, los abuelos y nietos de una etapa cambiarán de lugar en el grupo de compañeros que se afinan, permaneciendo los motivos y estímulos de la amistad superior.
El desligamiento físico por la desencarnación hace que se recompongan, en el más allá del túmulo, las familias hermanadas por el ideal de la solidaridad, ensayando los primeros pasos para la construcción de la inmensa familia universal.
Cuando la fuerza del amor vigilante detecta las necesidades de los corazones que se sumergen en la carne, sin egoísmo, piden a los programadores espirituales de las vidas que les permitan acompañar a aquellos afectos que les anticiparon, ayudándolos en las tareas comenzadas, y reaparecen en la parentela corporal o en aquella otra, la de fraternidad real que los une y faculta los ejemplos de abnegación, renuncia y dedicación.
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Este amigo que te ofrece un brazo fuerte; ese compañero a quien estimas con especial cariño; aquel conocido a quien te consagras con superior dedicación; otro compañero que te sensibiliza; ese otro discreto benefactor de tu vida; aquel otro vigilante auxiliar que se apaga para que tú aparezcas, son tus familiares en espíritu, que ayer vistieron las ropas de un padre abnegado o de una madre sacrificada, de un hermano dedicado o un primo generoso, de una esposa fiel y querida o de un marido cuidadoso, ahora a tu lado, en otra modalidad biológica y familiar, alma hermana de tu alma, disminuyendo tus dolores, en la vía de la evolución e impulsándote para arriba, sin pensar en si…
Los adversarios gratuitos que te asedian y perturban, los que te buscan sedientos y famélicos, vencidos por pasiones mezquinas, son, también, familiares otros a quien engañaste y traicionaste, que ahora retornan, necesitados de tu cariño, de tu rehabilitación moral, a fin de que se rehaga el grupo espiritual, que ascenderá contigo en el rumbo de la felicidad.
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Jesús, más de una vez, confirmó la necesidad de esa fusión de los sentimientos encima de los vínculos humanos, exaltando la superior necesidad de la unión familiar por los lazos eternos del espíritu.
La primera, lo hizo, al exclamar, respondiendo a la solicitación de los que señalaban a su madre amada que lo buscaba, refiriéndose: – “¿Quién es mi madre, quien son mis hermanos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre?” Posteriormente, en la cruz, cuando habló en un sublime testimonio, en respuesta directa a la Madre angustiada que le preguntó: “Hijo mío, hijo mío, ¿ qué te hicieron los hombres? Elucidándola y donándola a la Humanidad: – “Mujer, he ahí tu hijo” – “Hijo, he ahí tu madre”, entregándolo a su cuidado, a través de cuya acción inauguró la Era de la fraternidad universal por encima de todos los vínculos terrenos.
Joanna de Ângelis
Médium Divaldo Franco
Extraído del libro “S.O.S Familia”
Traducido por R Bertolinni.
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EXISTENCIAS PASADAS Y FUTURAS
. ¿Los Espíritus pueden hacernos conocer nuestras existencias pasadas?
"Dios permite algunas veces que sean reveladas según el objeto; si es para
vuestra edificación y vuestra instrucción, serán verdaderas, y en este caso la revelación
se hace casi siempre espontánea y de una manera enteramente imprevista; pero no lo
permite nunca para satisfacer la vana curiosidad."
- ¿Por qué ciertos Espíritus no rehúsan nunca el hacer esta clase de revelaciones?
"Estos son Espíritus bromistas que se divierten a vuestras expensas.- En general
vosotros debéis mirar como falsas, o al menos sospechosas, todas las revelaciones de
esta naturaleza que no tengan un objeto eminentemente formal y útil. Los Espíritus
burlones se complacen en Iisonjear el amor propio con pretendidos orígenes. Hay médiums y creyentes que aceptan como moneda corriente todo lo que se les dice sobre
este punto, y que no ven que el estado actual de su Espíritu en nada justifica el rango
que pretenden haber ocupado; pequeña vanidad, con la que se divierten los Espíritus
burlones lo mismo que los hombres. Seria más lógico y más conforme a la marcha
progresiva de los seres el que hubiesen subido y no descendido, lo que sería más
honroso para ellos. Para que pudieran creerse esta especie de revelaciones sería preciso que se hicieran espontáneamente por diferentes médíums extraños los unos a los otros, ignorando lo que se hubiese revelado anteriormente; entonces parece que hay una razón evidente para creer."

- El Libro de los Médiums -

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EL ESPIRITISMO FRENTE AL MATERIALISMO

El Espiritismo ofrece un fenómeno desconocido en la historia de la filosofía: La rapidez de su propagación. Ninguna otra doctrina presenta un caso similar. Cuando se advierte el progreso que se viene conquistando año tras año, sin ninguna presunción se puede prever la época en que ella será la creencia universal.

Todo cuanto los adversarios del Espiritismo han hecho para trabar su marcha, lejos de detenerlo, impulsó su progreso. Y se puede afirmar que, por todas partes, ese progreso está en relación con los ataques sufridos. El Espiritismo es una idea, y en cuanto idea, él camina y derrumba todos los obstáculos; no se la puede detener en las fronteras como un paquete de mercaderías. Se queman libros, pero no se pueden incinerar ideas; mas las mismas cenizas de aquéllos, llevadas por el viento hacen fecundar la tierra donde ella debe fructificar.

Sin embargo, no es suficiente lanzar una idea al mundo para que ella eche raíces. Es preciso que los Espíritus estén maduros para aceptarlas. Si llegan muy temprano, permanecen en estado latente, y, como las semillas plantadas fuera de tiempo, ellas no prosperan.

Si el Espiritismo, pues, encuentra tan grandes simpatías, es que su tiempo ha llegado y que los Espíritus están maduros para recibirlo; es que él responde a una necesidad, a una aspiración.

Tenéis de ello la prueba por el número, hoy inimaginable, que lo acoge sin extrañeza, como algo muy natural, a partir del momento que se les habla por primera vez de él. Confiesan que todo siempre les pareció así, pero que no eran capaces de precisar sus ideas.

Se percibe el vacío moral que la incredulidad y el materialismo van creando en torno del hombre; se comprende que esas doctrinas cavan un abismo para la sociedad; que destruyen los vínculos más sólidos: Los de la fraternidad. Y además, porque el hombre tiene instintivamente horror a la nada, así como la Naturaleza tiene horror al vacío. Esta es la razón por la que el hombre recibe con alegría la prueba de que la nada no existe.

Si en la actualidad es una necesidad de la inteligencia comprender para  creer, como beber y comer es una necesidad del cuerpo físico, señala que Dios quiere que el hombre haga uso de su inteligencia: De otro modo no se la habría dado. Hay personas que no experimentan esa necesidad, que se conforman con creer sin examen. Está claro que no hay que obligar a comer a aquel que no tiene hambre, por esa razón el Espiritismo está destinado a aquellos que el alimento intelectual que les es brindado no les satisface, y el número de estas personas es tan grande que el tiempo no alcanza para que nos ocupemos de las otras. Entonces,  ¿por qué se quejan que no andemos detrás de sus pasos? El Espiritismo no procura a nadie en especial, no se impone a nadie y se limita a decir: Aquí me tenéis, esto es lo que soy, esto es lo que traigo. Los que juzguen tener necesidad de mí, aproxímense; los demás, permanezcan donde se encuentran. No es mi propósito perturbarles la conciencia ni injuriarlos. La única cosa que pido es la reciprocidad.

El materialismo satisface a quienes se complacen en la vida material, quieren eludir las consecuencias del futuro y esperan, de tal modo, escapar a la responsabilidad de sus actos, teniendo por miras, en suma, que él es eminentemente proclive a la satisfacción de todos los apetitos brutales. Ante la inseguridad del futuro el hombre se dice: Aprovechemos el presente. ¿Qué beneficio me proporcionan mis semejantes? ¿Por qué me he de sacrificar por ellos? Son mis hermanos, se dice. Mas, ¿de qué me pueden servir hermanos que yo los perderé para siempre, que mañana estarán muertos como yo mismo? Finalmente, ¿ qué somos los unos para con los otros? Muy poco, si una vez muertos nada queda de nosotros. ¿De qué servirá que me imponga privaciones? ¿Qué compensación por ellas obtendré si todo terminará conmigo?

El materialista es el empedernido egoísta  Y de acuerdo con él, cada uno trata de lograr lo mejor para sí; pero esa parte mejor es siempre el más fuerte el que se la lleva. El débil, por su parte, pensará: Seamos egoístas, puesto que los demás lo son. Pensemos sólo en nosotros, dado que los demás no piensan más que en ellos mismos. Este es el mal que invade la sociedad moderna. El egoísta se esfuerza por rechazar la creencia! ¡Preconiza   el presente en perjuicio del futuro!

¡Ellos los egoístas  tendrán una terrible deuda que rescatar por el uso que han hecho de su inteligencia!

Mientras tanto, la incredulidad deja como rastro un mar de inquietud. Si es cómodo al hombre entregarse a las ilusiones, no puede evitar el pensar, en algún momento, sobre lo que le deparará el futuro. Con aversión hacia ella, la idea de la nada lo conturba. Querría tener la certeza, pero no la encuentra. Entonces fluctúa, hesita, duda y la incertidumbre lo mortifica. Se siente desgraciado en medio de los placeres materiales que no pueden salvarlo del abismo de la nada que se abre ante sus pies y al cual, supone, va a ser precipitado.

Es en ese momento que llega el Espiritismo como áncora salvadora, como un faro encendido en las tinieblas de su alma. Viene a sacarlo de la duda, viene a llenar el horroroso vacío de la incertidumbre, no como una vaga esperanza, sino con pruebas irrecusables resultantes de la observación de hechos. Viene a reanimar su fe, no manifestando: ¡Creed, pues eso os ordeno!, sino: ¡Ved, tocad, comprended y creed! Él no podría, pues, llegar en momento más oportuno, ya sea para detener el mal antes de que sea incurable, o bien para satisfacer las necesidades del hombre que ya no cree en simples palabras y tiene aspiraciones de razonar sobre aquello que cree.

El Espiritismo nos presenta al alma como un Ser circunscripto, semejante a nosotros, con la sola excepción de la envoltura corporal de la que se desprendió, mas revestido de otra envoltura fluídica, lo que la hace más comprensible y lleva a concebir mejor su individualidad. Pero, además de esto, él prueba, por la experiencia, las relaciones incesantes del mundo visible con el Mundo Invisible, que se convierten, así, recíprocamente solidarios. Las relaciones del alma con el ambiente terreno no cesan con la vida física. El alma en estado de Espíritu constituye uno de los engranajes, una de las fuerzas vivas de la Naturaleza. Ya no es un ser inútil que no piensa y que no tuvo más que una corta trayectoria en la eternidad. Es siempre, y por todas partes, un agente activo de la voluntad de Dios para la ejecución de sus obras. Así, conforme a la Doctrina Espírita, todo se concatena, todo se eslabona en el Universo, y en ese gran proceso, admirablemente armonioso, los afectos sobreviven. Lejos de extinguirse, ellos se fortifican y se depuran.

Aunque esto no fuese más que teoría, ésta tendría, sobre las demás, la ventaja de ser más seductora, aunque no ofreciese la certeza. Con todo, es el mismo Mundo Invisible que vino a revelársenos a nosotros, a probarnos que está, no en regiones del espacio inaccesibles aun para el pensamiento, sino aquí, a nuestro lado, en torno de nosotros, y que vivimos en medio de ellos como un pueblo de ciegos lo puede estar en medio de otro de videntes.

El Espiritismo se apoya sobre hechos. Y los hechos, de acuerdo con el razocínio y con la lógica rigurosamente aplicados, le dan el carácter de positivismo que conviene a nuestra época. El materialismo vino a minar todas las creencias y a socavar sus cimientos, sustituyendo a la moral por la razón de ser y a echar por tierra los mismos fundamentos de la sociedad, proclamando el reino del egoísmo. Los hombres serios, entonces, al preguntarse a dónde nos lleva tal estado de cosas, vislumbraron un abismo. Y esto es lo que vino a detener el Espiritismo, diciendo al materialismo: No irás muy lejos, pues aquí están los hechos que demuestran la falsedad de tus razonamientos.

El materialismo amenazaba hacer caer en tinieblas a la sociedad, afirmando a los hombres: El presente lo es todo, el futuro es incierto.

El Espiritismo, por el contrario, corrige esta deformidad concluyendo: El presente es efímero, mas el porvenir lo es todo. Y esto él lo prueba.

El Espiritismo agrada:

1.     porque satisface la aspiración instintiva del hombre sobre su futuro;

2.     porque presenta al futuro bajo un aspecto que la razón puede admitir;

3.     porque la certeza de la vida futura hace que el hombre enfrente con    paciencia las miserias de la vida presente;

4.     porque, con la doctrina de la pluralidad de existencias, esas miserias expresan una razón de ser, son explicables, y, en lugar de ser atribuidas a la Providencia con carácter de acusación, pasan a ser justificadas, comprendidas y aceptadas sin rebeldía;

5.     porque es un motivo de felicidad saber que los seres que amamos no los hemos perdido para siempre, que los habremos de encontrar y que están constantemente junto a nosotros;

6.     porque las orientaciones dadas por los Espíritus tienden a convertir mejores a los hombres en sus relaciones recíprocas. Además de éstos, existen otros muchos motivos que sólo los espíritas tienen los medios para comprender.

En contraposición a ellos, ¿ qué ofrece el materialismo? ¡La nada! Éste es el consuelo que ofrece para enfrentar las miserias de la vida.

Con tales elementos, el futuro del Espiritismo no puede ser incierto. Lejos de ello, si debemos sorprendernos de algo, ha de ser del hecho de que haya franqueado tan rápidamente un camino lleno de pre conceptos  Cómo y por qué medios lograrán la transformación de la humanidad, es lo que nos resta analizar.

-Extraído del “Viaje Espirita de 1862)  Por Merchita 

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             La alegría y la tristeza




      Los instintos y las emociones primarias están íntimamente relacionados. En el anterior artículo abordamos las cuatro primeras emociones: miedo, sorpresa, ira y aversión; relacionándolas con los instintos de supervivencia y conservación. 
     Nos queda pendiente por tanto profundizar en las emociones de alegría y tristeza desde el punto de vista de su relación con los instintos.

La alegría
      Una vez que el ser humano tiene garantizada su sustento y seguridad material en el presente, aplacado por tanto el instinto de supervivencia, es el instinto de conservación el que toma su relevo, dirigiendo nuestros esfuerzos para garantizar los recursos básicos en el futuro. Asegurada la necesidad material, para uno mismo y su entorno familiar, en el tiempo, el instinto de progreso aparece impulsando a los individuos hacia la evolución, rescatándonos del peligro del inmovilismo (que nos lleva a la ociosidad y a la pereza, como cuna de innumerables vicios).
     Por tanto, sólo atenderemos a nuestro instinto de progreso una vez satisfechos los requerimientos del instinto de conservación y sucesivamente sólo atenderemos dichos requerimientos si tenemos satisfechos igualmente los del instinto de supervivencia.
    Paralelamente, para poder acceder a las emociones de alegría o tristeza, relacionadas como veremos con el instinto de progreso, tendremos previamente que haber calmado o superado las emociones de miedo, sorpresa, ira o aversión. No podemos estar alegres o tristes y sentir miedo.       El miedo ahoga emociones de menor intensidad y las cuatro primeras emociones, relacionadas con los instintos de supervivencia y conservación, son por tanto las emociones que mayor intensidad pueden llegar a movilizar.
    Alegría es el estado de ánimo que obtenemos cuando conseguimos, confiamos o tenemos fe en alcanzar un progreso, un objetivo deseado, un bien o un placer. Es la sensación que sentimos cuando progresamos hacia dicho bien. Por tanto es parte de la recompensa por adelantado y a su vez, el acicate para seguir esforzándonos por dicho progreso. Sin la alegría el camino de la evolución perdería su energía. Nos podríamos quedar entonces estancados a mitad de camino sin fuerzas para seguir.
       Es lo que ocurre cuando carecemos de Fe o confianza. La Fe y confianza es garantía de alegría. Si no tenemos alegría tenemos que revisar nuestra Fe y confianza. "La Felicidad no es de este mundo" (Evangelio según el Espiritismo, capítulo 5, ítem 20) pero por ello tenemos la alegría. La Fe nos da la visión pre-clara de lo venidero, la alegría surge ante dicha visión. Si no tenemos Fe aparece la duda. La duda, en contra de la Fe, nos roba energías mentales necesarias para nuestro avance debilitándonos. La duda es buena en ciertos momentos de crecimiento porque nos impulsa a la búsqueda de conocimiento. Nos protege de la Fe Ciega que nos estanca moralmente y nos acerca a un nuevo despertar cuando adquirimos la capacidad de despertar la conciencia.
La Fe Ciega, que no terminamos de creer internamente, no puede dar una alegría duradera, porque no puede engañar a la sabiduría acumulada en nuestro espíritu, a través de todas sus existencias. Por eso siempre la Fe ciega da paso a la duda, porque nace, en ese caso, del fondo de nuestro espíritu.  La Fe ciega cumple su papel en conciencias dormidas, aferrándolas a estrictas leyes que impiden su extravío moral, pero deja de ser necesaria cuando la conciencia adquiere la madurez del despertar. La duda es la puerta del conocimiento, la llave es la Fe Razonada alcanzada mediante el estudio y la práctica del Evangelio de Jesús.
       La alegría es un adelanto de la felicidad venidera. La alegría está en el camino, en la meta la felicidad. La meta es la vida espiritual, cuando retornemos al mundo mayor después de dejar el cuerpo físico. Mientras tanto, la alegría es lo más parecido que tenemos a la felicidad. ¿Quién podría distinguir un estado de alegría de un estado de felicidad? ¿Conocemos acaso la felicidad? La felicidad, una vez alcanzada, no podría perderse, porque su añoranza nos hundiría en la más dura nostalgia. Si eso no ocurre es porque no conocemos la felicidad, conocemos apenas la alegría, no que no es poco. La sabiduría de la creación posibilita que una vez alcanzada la felicidad no tengamos que desprendernos de ella, salvo sublimes sacrificios, como el realizado por Jesús al encarnar en nuestro mundo.
       Hasta aquí hemos hablado de la alegría de origen espiritual relacionándola con el progreso espiritual. Pero como fiel reflejo del progreso espiritual, tenemos la necesidad de progresar materialmente, gracias al instinto de progreso, causa de la alegría material que nos inunda ante la certeza de nuevos avances, desarrollos y placeres.
       Cuando la alegría es por un objetivo material, nos encontramos que en la mayoría de las ocasiones, la satisfacción producida por dicha alegría, conforme nos acercamos al objetivo, supera con mucho a la propia satisfacción material a alcanzar, encontrándonos que una vez en su posesión, el encanto desaparece o no cumple las expectativas creadas, normalmente debido a recurrentes autosugestiones ilusorias.

La tristeza
      La tristeza corresponde al estado de ánimo producido ante una expectativa de pérdida, dolor inminente o alejamiento de las metas y objetivos deseados. 
     Nos lleva a la introspección y al arrepentimiento, en su caso, como único remedio para asumir la pérdida o culpa con el mínimo desgaste psicológico, pese al sufrimiento implícito de dicho estado, capacitándonos para la necesaria superación del problema. Sin superación no hay avance y sin avance podemos caer en las dos principales salidas erróneas ante esta situación, la melancolía o la depresión. Melancolía como estado destructivo carente de esperanza que desplaza a la tristeza y la depresión como exageración desmesurada de la tristeza.
      La tristeza pues, nos prepara para la llegada del dolor y este siempre es necesario en cualquier situación de estancamiento evolutivo. Todo evoluciona en el Universo, pero cuando por nuestros propios errores, nos estancamos en el camino evolutivo, el dolor aparece rompiendo las barreras que bloquean nuestro avance. Por ello podemos decir que todo dolor encierra en sí mismo un bien mayor, que no podemos percibir pero por el que, en muchas ocasiones una vez pasado, damos gracias a Dios.
      La tristeza por tanto, debe ser utilizada como remedio justamente para cuando nos alejamos de las metas marcadas por nuestra conciencia, y por tanto nuestro espíritu. La tristeza nos lleva a la introspección como verdadera oportunidad para entrar en contacto íntimo con nuestro ser y reformular nuestros actuales valores, adquiriendo el ánimo y la voluntad necesarias para nuestra futura transformación.
     Dejemos el inmovilismo o estancamiento, el primer paso es siempre el que más cuesta. Tengamos voluntad para crear el hábito salvador que nos permita perseverar y enseguida la alegría aparecerá con las primeras metas conseguidas. La Alegría es un alimento de la Fe, la Fe de la Esperanza y la Caridad («La esperanza y caridad son consecuencias de la Fe» El Evangelio según el Espiritismo Cap. XIX, ítem 11.). ...Y “Sin Caridad no hay Salvación” (Allan Kardec), sin alegría pues, se nos hace el camino hacia la salvación demasiado largo y empinado.

Conclusiones
     Nuestro ejercicio diario será, por tanto, alcanzar la alegría constante, consecuencia de encontrarnos siempre en camino a nuevas realizaciones espirituales, reafirmando nuestra Fe con nuestros actos, siendo conscientes de la certeza de que hay un bien mayor acercándose. Estamos destinados a la felicidad, no nos demoremos por el camino porque “mi yugo es suave y mi fardo ligero” (Mateo 9:30)
     Una vez abrazado el Evangelio, la Ley es suave porque está basada en el Amor. El fardo es leve porque la verdadera carga fastidiosa y causante de infelicidad, la habremos dejado con nuestras pasiones y deseos materiales.
     El Evangelio y la práctica de la Caridad es por tanto la mayor psicoterapia que podemos tomar, fuente de salud, paz, felicidad y alegría en el caminar.
     Para el camino debemos fomentar la alegría, la cual nos embarga al alcanzar la autoconsciencia, mediante la oración y la meditación, haciéndonos conscientes de la realidad espiritual que nos rodea, del auto-conocimiento como fuente de nuevas metas a alcanzar. 
     La verdadera alegría, conlleva el despertar espiritual, el autoconocimiento (pregunta 919 de El Libro de Los Espíritus) nos marcará las etapas a alcanzar, y la meta es la felicidad verdadera.
     Creamos constantemente expectativas de pérdida que nos entristecen y expectativas de ganancia que nos alegran. Esto es determinante para nuestro estado de ánimo. Eliminemos las expectativas de pérdida comprendiendo que realmente no poseemos nada, sólo somos usufructuarios de los bienes que nos son dados por Dios. Sin apego no hay dolor a la pérdida ni egoísmo, sin pérdida sólo puede haber ganancia, con ganancia Alegría, con Alegría, Confianza, con Confianza, Fe, con Fe, Caridad y con Caridad la “Salvación”.

      Evaluemos día a día nuestro “termómetro” de Alegría. Somos los verdaderos responsables de ello. Buscar la Alegría significa reafirmarnos en nuestros valores, empujar un poco más fuerte, sentir la Fe más dentro, estudiar un poco más, elevar nuestro pensamiento, evitar dejarnos llevar por inercias o inmovilismos. Tenemos todo lo que necesitamos para acceder hoy mismo a toda la Alegría que atesoramos. Sólo tenemos que volver al camino, el camino de la evolución espiritual. La Providencia Divina nos da todo lo que necesitamos en cada momento, tenemos siempre lo necesario. Nuestra es la responsabilidad de hacer que además sea lo suficiente.
       Pongamos todas las mañanas una sonrisa en la cara aunque nos cueste. El cerebro no sabrá que esa alegría es forzada, relajará montones de músculos y nos sentiremos mejor. Cambiemos la perspectiva por una visión espiritual de nuestra realidad, tendremos la segunda relajación, la emocional. Sintamos en cada momento la Alegría de vivir, trabajando la Caridad, sintiéndonos útiles en el día a día, señal de que estamos en el camino, nuestro camino.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre la Tierra y el Cielo"

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