miércoles, 7 de junio de 2023

Muertos y muertos ....

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1,. El sentido de la vida

2.-Cristianismo y Catolicismo

3.- Historia de un marino

4.- Muertos y muertos....

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                 El sentido de la vida


      
Orientación para el tratamiento de los casos de obsesión. 

¿Por qué y para qué vivimos? La respuesta a esta pregunta es de gran importancia para comprender el problema de la obsesión. Según el Espiritismo, vivimos para desarrollar los potenciales psíquicos de que todos estamos dotados.

Nuestra existencia terrena tiene por finalidad la trascendencia, o sea, la superación constante de nuestra condición humana. Desde el nacimiento hasta nuestro último día pasamos por las experiencias que desarrollan nuestras aptitudes innatas, en todos los sentidos. El niño recién nacido crece día a día, desarrolla su organismo, aprende a comunicarse con los demás, a hablar y a razonar, a querer y a actuar para conseguir lo que quiere.

Trasciende la condición en que nació y pasa a fases superiores de la infancia, entrando más tarde en la adolescencia y después en la juventud, en la edad madura y en la vejez. Al recorrer todo ese trayecto fue desarrollando sus fuerzas orgánicas y psíquicas, su afectividad, su capacidad de comprender lo que pasa a su alrededor y su poder de dominar las circunstancias.

Esto es trascender, elevarse por encima de la condición en que nació. Y para eso vivimos. Esto nos muestra que el sentido de la vida es la trascendencia.

Hoy, la Filosofía Existencial sostiene ese mismo principio en el campo filosófico. Los existencialistas consideran al hombre como un proyecto, o sea, un ser proyectado en la existencia como una flecha en dirección a un objetivo, que es la trascendencia. Pero según el Espiritismo las existencias son muchas y sucesivas, de modo que en cada existencia terrena alcanzamos un nuevo grado de trascendencia. Los estudios parapsicológicos actuales sobre la reencarnación confirman ese principio. El hecho de que vivamos muchas vidas en la Tierra, y no solamente una, indica que tenemos en el inconsciente un acopio almacenado de recuerdos y conocimientos, aspiraciones, frustraciones y traumas mucho mayor que el descubierto por Freud.

Es bueno anotar en la memoria este dato importante: cuando Kardec descubrió las manifestaciones del inconsciente, por medio de sus indagaciones sobre los fenómenos anímicos, Freud tenía solamente un año de edad. Esto no desmerece a Freud, que no conocía las pesquisas de Kardec, sino que nos demuestra la seguridad de las investigaciones espíritas acera del psiquismo humano. La concepción espírita de la vida humana en la Tierra no es imaginaria, sino real, basada en estudios científicos. Los que consideran al Espiritismo como doctrina supersticiosa, creada por la ignorancia, revelan ser más ignorantes que lo que podrían pensar de sí mismos. La Doctrina Espírita está hoy comprobada científicamente por los científicos más avanzados. Lo decimos para mostrar a los lectores que el sentido de la vida a que nos referimos, no es una hipótesis, sino una realidad. Si no comprendemos que la vida es trascendencia, crecimiento, elevación y desarrollo constante y comprobado del ser espiritual que somos, no podremos encarar con naturalidad el problema de la obsesión y luchar para resolverlo.

 J. Herculano Pires

Mensaje traducido por Mari Carmen

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            Cristianismo y Catolicismo 

                                                                  


      El Cristianismo original predicado por los discípulos y seguidores del “Maestro”, debido a las diferentes interpretaciones que de sus enseñanzas  se hicieron en los diversos pueblos en los que estaba extendido, en el camino de su historia se fue desgajando en varias ramas o sectas que se han ignorado mutuamente entre ellas, o se han considerado con rivalidad o incluso como enemigas,  y se han mantenido así hasta nuestros días, mirándose con recelo y  pretendiendo cada una estar en posesión de la  verdad llevando el auténtico mensaje de Cristo, considerando a las demás confesiones cristianas como usurpadoras y falsas,. Esto  dio lugar a algunas de las grandes guerras de la historia,  ante los cismas que las provocaron..

  De otra parte, siempre el poder político estuvo muy cerca del religioso, dirigiendo sus destinos, según los intereses mundanos de cada momento y época.

  Una de las grandes sectas del Cristianismo fue la  llamada Iglesia  Romana o Católica, a cuya cabeza está el Papa como líder supremo, religioso y político, pues quedó circunscrito su dominio terrenal en un territorio declarado  república independiente de Roma: “El Estado del Vaticano”. El Papa es considerado por los católicos como  la “representación” de Jesucristo en la Tierra  y también  como el sucesor  de San Pedro, el discípulo de Jesús, a  quien, según  el dogma católico le atribuye, fue encargado por su Maestro para edificar y mantener su iglesia ( la Católica, por supuesto). Pero en realidad no fue su discípulo Pedro quien la creó, sino que este  heredó su dirección cuando el Maestro Jesús le encomendó que guiase a los demás discípulos y seguidores. Sin embargo quien realmente la creó fue Pablo de Tarso, el más ardiente seguidor de Jesús, al que no llegó a conocer  personalmente en vida de este.

     El Catolicismo con sus dogmas del “pecado original”, de la “salvación por la gracia”, del  “infierno” la redención”,etc., desfiguró  las puras y genuinas doctrinas del Evangelio de Jesús, desvirtuando su esencia y ocultando y hasta persiguiendo otros dogmas y creencias en principio admitidos, tal como la creencia en  la reencarnación o renacimiento;  sin embargo hay que considerar la realidad en un contexto más amplio como lo es el que  el Catolicismo   resultó ser un elemento parásito del Cristianismo primitivo al que privó de su pureza y sencillez.

      El Catolicismo  parece ser que  desde sus comienzos a partir de la idea cristiana, tomó del  Budismo el modelo de su organización jerárquica, y de la religión politeísta de Roma, sus cultos, sus ceremonias, sus símbolos y rituales,  y a su vez, de la religión de la India la idea de la Trinidad, entre otras.

       La Iglesia católica por ganar y mantener poderes e influencias, siempre trató de aliarse con el poder político establecido, buscando consolidar su presencia e influencia en  aquellos pueblos en donde las demás religiones, incluidas otras Cristianas, fueron arrinconadas o desplazadas a otros lugares geográficos fuera del alcance de sus dominios. Durante el oscurantismo de la Edad Media, esta secta, que al principio era conocida como “Iglesia de Roma” dominó al mundo por el terror mediante la Inquisición. y los conflictos bélicos que provocó, haciendo correr ríos de sangre, mientras que Jesucristo sin embargo había anunciado un reino de Amor y  de Caridad que nada tenía que ver con aquel cristianismo belicoso que no era más que un paganismo cruel y despiadado que actuaba en nombre de Jesús..

     Esta Iglesia se atribuyó el poder de perdonar los pecados mediante el sacramento de la confesión, y de conceder indulgencias para ser perdonados por Dios y reservar un lugar en el Cielo (como si es que el Cielo fuese un lugar). Eso es una usurpación de lo que solo Dios tiene el poder de dar, pues el hombre puede ( y debe) conceder su perdón, pero el perdón real y definitivo que libera al alma culpable, solo lo puede dar Dios cuando el pecador se dirige a Él  arrepentido de su falta y con la Fe puesta en Su misericordia, habiendo rescatado (o compensado) la gravedad de sus faltas, por el amor o por el dolor, sabiendo que finalmente Dios siempre le  va a perdonar.

       De tanta parafernalia de dogmas, sacramentos y ritos, la Iglesia llegó a hacer  un negocio bastante rentable, pues además de los diezmos de los fieles, por la administración de sus ceremonias sacramentales que siempre se cobraron,  vendiendo también indulgencias y perdonando pecados según tarifa.

       A pesar de que en los comienzos del Cristianismo, las manifestaciones mediúmnicas  y su práctica entre los primeros cristianos eran  habituales, posteriormente la iglesia, escudándose en la prohibición de Moisés al pueblo hebreo, las prohibió a su vez, y desde entonces siempre les atribuyó el carácter de demoníacas, malignas, inútiles y peligrosas. Al respecto, cabe recordar que muchos de los grandes descubrimientos científicos de la historia han sido tratados del mismo modo por la Iglesia Católica. Sin embargo cuando alguna manifestación mediúmnica o fenoménica de carácter paranormal se ha producido dentro de las filas del catolicismo oficial,  tras mucho estudiarlas para ver si les conviene admitirlas o no les conviene, las ha calificado finalmente como “milagro, o “hechos milagrosos  extraordinarios”, siempre atribuidos a algún santo, a Jesús, o a la Madre de Jesús, etc., apoyando en esto sus  dogmas particulares y las confirmaciones de una fe que mantienen e imponen. Cuando no ha sido así, ha recurrido a la figura del demonio o Satanás para descargar sobre él y atribuirle lo que a la religión dogmática  le ha estorbado.

       Desde el máximo respeto que merecen los católicos de buena fe, no dejo de afirmar que la Iglesia  infalible en sus dogmas inspirados por el Espíritu Santo - según ella-,  se equivocó  muchas  veces a lo largo de la Historia y  aunque la Ciencia desmintió muchas veces sus dogmas y afirmaciones, en vez de corregir con humildad los postulados doctrinarios sostenidos, se opuso  a los dictámenes de la Ciencia cuanto  pudo,  dando lugar a gentes escépticas, desengañadas y ateas que abandonaron la fe religiosa, vacía, y muchas veces absurda que tenían y terminaron admitiendo solamente  las demostraciones empíricas de la Ciencia.                                                        


Actualmente la Iglesia Católica, sigue dando mal ejemplo al mundo debido  en muchas ocasiones al mal comportamiento moral de sus prelados y sacerdotes, así como a la manifestación ostentosa de las muchas riquezas que posee, sobre todo en el mismo Vaticano, en donde el oro y el esplendor siempre se mostraron abundantes, mientras que millones de seres humanos hambrientos continúan desatendidos en las necesidades más básicas por cualquier lugar de este miserable mundo. Por otra parte la Iglesia sigue cerrando los ojos ante la injusticia social y  ante muchos problemas humanos acuciantes que esperan de  ella algún consuelo o solución, y sin embargo continúa acomodada en sus dogmas doctrinales que antepone a la realidad social y a la caridad, haciendo oídos sordos a tanta necesidad de justicia social para no enfrentarse a ciertos mandatarios poderosos y opresores, a los que en el mejor de los casos, para justificar su razón de ser, a veces se atreve a amonestar  levemente en alguna dictadura o conflicto causado por el totalitarismo o la avaricia de tales gobernantes, como dándoles una cariñosa  palmadita en el hombro para que no se molesten. Y si a todo esto, añadimos además los  abundantes casos de pederastia cometidos por sus sacerdotes, que debieran dar un ejemplo cristiano, limpio y honesto y no lo han dado, sino todo lo contrario, desengañando así a tantos fieles que esperaban encontrar siempre en ellos el buen ejemplo acorde con la moral evangélica que predican....

      No obstante, es de justicia el reconocer también, que la obra de la Iglesia en muchos momentos de la historia y en diversos lugares del mundo, ha sido y es  positiva y útil, habiendo ayudado a tantas personas y poniendo dique a tanta barbarie, creando por todo el mundo instituciones de beneficencia y caritativas.

      Por último, es de subrayar que uno de los principales problemas de las religiones e iglesias cristianas, es que le dan a Jesús como persona, la importancia que se debería de dar sobre todo a sus enseñanzas sagradas y fundamentales y la importancia que se le debiera dar a Dios por encima de todas sus criaturas, incluido Jesucristo.

- José Luis Martín-

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                                       HISTORIA DE UN MARINO
                ( Comunicado mediúmnico)

                           
—Buenas noches en el Nombre de Dios. Sabéis, hermanos, que cuando os reunís con los elevados propósitos que lo hacéis vienen a oíros y oírnos, infinidad de seres del espacio que están sedientos de conocer y estudiar las inspiradas palabras que Dios pone en boca de sus hijos. Ese es el caso de esta noche.
   Entre los muchos de estos hermanos que asisten esta noche hay uno que tiene algo de Luz, de sabiduría y mucho de Fe y entendimiento, que os suplica hagáis la caridad de oírle unos momentos, ya que lo que os quiere contar está relacionado con el estudio del poder de la intuición y la plegaria que estabais desarrollando.
—Con mucho gusto le oiremos.
—Dios os lo pague. Dejo paso a este hermano.

—Que la luz esplendorosa del Todopoderoso os acompañe cuando divulguéis las verdades que conocéis. Nunca tienen los seres más pureza que cuando saben elevar las plegarias a Dios, ya que si en ellas han puesto todo su empeño, su voluntad, su cariño y todo su poder de Luz, en esa cuantía es oída la súplica y en esa cuantía es remediado el mal que solicita amparo o perdón. Nunca se engrandece más el ser, aunque esté encarnado, que cuando se arrodilla y, mirando con su alma hacia las grandiosidades del infinito, pide al Todopoderoso, según su imaginación y modalidad religiosa, para alcanzar Su perdón, Su amparo o Su ayuda.
Su alma se engrandece y eleva, y también eleva a los que están junto a ella, toda vez que el bien se extiende a los demás cuando se ha recibido puro y en gran cantidad. Si os cansara, decídmelo.
—Al contrario, te oímos con mucha atención —se le contesta.
—Una de mis encarnaciones en el Planeta Tierra fue en el siglo pasado. Era hijo de unos pescadores de un pueblo que se llama Betanzos, en el norte de vuestra patria. Desde pequeño me entusiasmaba mirar al mar. No solamente por razón del oficio de mi padre, sino porque yo notaba, sin poder explicármelo, lo que me enamoraba y atraía aquella grandeza. Bastantes tardes, cuando a fuerza de muchos ruegos, me llevaba mi padre en la barca a pescar, para mí era un acontecimiento extraordinario. Me quedaba mirando el horizonte, donde parece ser que se besan el mar y el cielo y, sin saber explicármelo, concebía la magnitud de aquella manifestación del poder divino. Cuando veía aquel torrente de luz que procedente del astro rey se estrellaba en las embravecidas olas, mi alma se ensanchaba, se engrandecía, quería penetrar en aquellas olas y confundirme con el agua y los rayos maravillosos que producían aquel sin igual espectáculo. Cuando me quedaba en tierra tenía la costumbre de ir a sentarme sobre unos acantilados, desde donde observaba el movimiento bullicioso y elegante, podríamos decir, de las olas en su trajín eterno. Cada vez me extasiaba más mirando cuando el sol rompe la quietud del agua y los cambiantes de luz me obligaban a cerrar los ojos, porque no podían mirar tanta luz y tanta grandeza.
    Cada vez más entusiasmado, comencé a estudiar en la escuela algo de cartografía, según se podía estudiar entonces. Mi padre veía en mí no un pescador, sino un marino. Muchas veces, paseando por la fina arena, cuando venía de vez en cuando a besar mis pies alguna ola tranquila, elegante y señorial, me daban intenciones de arrojarme al mar y captar en sus profundidades, de una forma más clara y patente, la obra incomparable de Dios.
—Voy a aligerar mucho mi relato porque me estoy extendiendo demasiado.
—Al contrario, nos parece muy amena tu narración. Continúa, hermano.
Por fin llegó mi hora. Un día me llevó mi padre a un puerto que llamáis La Coruña, y me enroló de grumete en un mercante australiano. Mi primer viaje —no me da pena decirlo— me entristeció un poco al ver lo pequeño que yo era y lo grande que era aquel camino inmenso e interminable que surcaba el barco. Las operaciones de los grumetes ya las conocía.
Fui poco a poco estudiando el movimiento. Me fijaba muchísimo en las maniobras marineras, y cada vez más entusiasmado, más dichoso, me consideraba feliz con mi profesión, que era la que sentía mi alma. Al cabo de algunos viajes y de algunos años llegué a mayor. La enseñanza que había adquirido me sirvió mucho. Los capitanes que veían en mí que abrazaba con toda mi alma la profesión de marino, también se esforzaban en que conociera a fondo todos los secretos de la navegación. Pasé a una escuela, donde aprendí la cartografía marina y demás conocimientos, y, resumiendo, llegué con el tiempo, mi experiencia y mis estudios a mandar un buque. Ese buque se llamaba «La Estrella Matutina». Nuestra misión era viajar desde España a América transportando víveres y trayendo de América los productos necesarios para nuestra patria. En mi vida de capitán supe siempre comportarme fielmente con los hombres a mis órdenes. Fui caritativo y severo, siempre correcto y respetuoso con su humildad para que ellos respetaran mi rango y mi cargo en el buque.
    En uno de mis viajes a América, cuando estábamos pasando las costas de Terranova, vino una niebla densísima que me obligó a subir al puente, en donde estuve siete u ocho horas examinando lo que podía examinar del horizonte, observando los aparatos, que mal decían u orientaban la dirección, atisbando en todas direcciones cualquier señal o luces, como hacen todos los capitanes en estos casos tan difíciles. Cuando más preocupado me hallaba en mis observaciones vino el contramaestre a decirme:
—Mi capitán: siento mucho tener que comunicarle una mala noticia.
— ¿Qué ocurre? —pensé en alguna vía de agua o algo grave.
—Mi capitán, es que de los 32 hombres que componen la tripulación, 22 han comido unas conservas que estaban en mal estado y están envenenados. El médico dice que es muy difícil salvarles porque ni tenemos medios ni medicinas convenientes, ni estamos próximos a dónde conseguirlas.
    Yo, hermanos de mi alma, me quedé estupefacto. El sudor brotaba de mi frente más copioso que el agua fría con que me envolvía la niebla.
    Subió el médico y me dijo: «Señor capitán, los hombres se mueren. Es preciso andar más de prisa y llegar a Quebec (Canadá), donde hay un hospital y podríamos salvarles.»
    Yo, mirándoles, les dije: « ¿Cómo queréis que vayamos de prisa si la niebla nos aprisiona, si el buque no puede navegar, si las máquinas están medio paradas porque tememos chocar o tropezar con un arrecife, porque vamos a lo imprevisto y la «rosa de los vientos» no señala el rumbo como debiera y la densidad de la niebla es cada vez mayor?»
     Entonces, en medio de gran desesperación por la situación tan difícil en que nos encontrábamos, bajé a mi camarote (yo siempre he sido creyente, continuamente he elevado mis plegarias a JESÚS para que Él, mucho más puro que yo, las elevara al Todopoderoso). Allí, con el fervor de toda mi alma, me arrodillé y fue mi plegaria la siguiente: «JESÚS mío poderoso; Ser bendito, Hijo santo predilecto del Todopoderoso, Tú que siempre has sido mi guía; en las grandes tempestades, en los terribles tifones e imponentes tornados, siempre he recurrido a Ti y has salvado a mi barco y a los hombres que han estado bajo mi amparo y dirección. ¡¡Ampárame, Jesús mío, que podamos llegar a Quebec pronto y se salven estos hombres inocentes!!»
     Terminé mi plegaria, en la que puse todo mi fervor y toda mi Fe...
      Y sentí una voz clara, terminante, pero con una melodía divina y dichosa, que me dijo:
—Sube y da la orden de que pongan el barco a toda máquina y dile al timonel que no se alarme.
     Como lo oí, hermanos de mi alma que me estáis oyendo, subí y di la orden.       El contramaestre, los oficiales y los maquinistas creyeron que me había vuelto loco, porque cuando se navega con niebla, lo más fácil es chocar o encallar.
     Con gran autoridad, exclamé: «He dicho a toda máquina el buque!!», grité.
Empezamos a correr vertiginosamente. El timonel me llamó, asustado: «Mi capitán, mi capitán, el timón no obedece, el rumbo lo pierde, vamos a estrellarnos!!»
     Entonces le dije yo humildemente: «Calla y obedece a Quien lo lleva, que tú lo que haces es aparentemente tu trabajo.»
     Pasó una hora. Atravesamos los densos bancos de niebla a toda velocidad. Pudimos llegar doce horas antes a Quebec, desembarcar los enfermos, llevarlos al hospital y, allí, ya atendidos por los médicos y con los medios y medicación adecuada, a los ocho días estaban todos a salvo. La plegaria había sido oída por el Divino JESÚS, que la había transmitido al TODOPODEROSO.
     Adiós, hermanos de mi alma, y que Dios os bendiga a todos. 
—Gracias, hermano, nos agradaría conocer tu nombre.
—Mi nombre fue Salvio Martínez; mi buque, «La Estrella Matutina».


( Desde la otra Vida )

-(Relato transmitido por el Grupo Espírita "Alborada Espírita Cristiana")

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MUERTOS Y MUERTOS....
Todas las civilizaciones de la Antigüedad oriental tributaban a los antepasados y a los muertos en general, expresivo culto de respeto y cariño. Y hasta las pirámides de Egipto nos presentan el significado de las ceremonias que rodeaban a las exequias fúnebres, inscriptos en las piedras o registrados en las páginas del "Libro de los Muertos".
En Grecia como en Roma las almas de los muertos merecían las más altas consideraciones y no fueron pocas las veces que los historiadores nos hablan de los coloquios habidos entre los que transpusieron los límites del túmulo y los reencarnados, en la retaguardia física...
Mientras tanto, con Jesús, las consideraciones que eran debidas a los desencarnados perdieron toda y cualquier significación, ocupando éstos el lugar que les es propio, en la condición de espíritus inmortales. Y atestiguando la configuración inmortal de ellos, varias veces el Rabí los atendió, manteniendo expresivo intercambio fraterno de esclarecimiento y socorro, con ellos...
En los tiempos modernos o en el pasado, en todas las dimensiones de la Historia, se manifiestan hechos comprobatorios de la continuidad de la vida después de la disyunción carnal.
El Espiritismo, a su vez, vino a ofrecer el testimonio elocuente de la inmortalidad, brindando experiencias valiosas para la dignificación del hombre a la luz de las enseñanzas sorbidas en la boca de los inmortales.
...Y la muerte no significa más que vehículo para los horizontes sin fin de la vida verdadera.
Entretanto, es necesario considerar a muertos y muertos. No todos los que viven en la carne son vivos, ni tampoco los considerados muertos son muertos.
Algunos viven, es cierto, pero pocos están vivos para la vida...
***
No importa la condición social en que te encuentres.
Unos deambulan, ilustres, y a pesar de la indumentaria carnal, cadaverizados por el egoísmo.
Otros transcurren, bien acondicionados, momificados por el orgullo.
Otros más pasan, superficiales e inermes, ante la acción corruptora de la impudicia.
Algunos se movilizan, hipnotizados por el placer, a él entregados.
Otros aparecen inertes, aprisionados en la indignidad. Otros tantos resbalaron, dominados por el sopor del gozo animalizante.
Varios transitan aligerados, abrazando a la codicia.
Un gran número se constituye de presuntuosos, descomponiéndose en el ocio a que se entregan...
Todos ellos son muertos, a pesar de estar en el cuerpo físico. Pero también están aquellos que, considerados muertos, continúan vivos.
Muertos que están levantando las bases morales de la sociedad bajo el influjo de la misericordia de Jesús Cristo, el Excelso triunfador de la muerte.
Muertos que aman y retornan al cautiverio de la carne para que sus voces hablen sobre la vida.
Muertos que sufren y vuelven para anunciar, agónicos, las sorpresas que experimentaron después de la travesía...
Muertos que trabajan y extienden los brazos incorpóreos en la dirección del dolor ajeno y socorren.
Muertos que dilatan el Reino de Amor y Benignidad en los corazones y en los espíritus al imperio del clamor de la Verdad.
Sí, hay muertos y muertos.
Los primeros, están a tu lado, en todas partes y los ves, hablan contigo y los escuchas. Los examinas de cerca, usando las luces con que la Doctrina Espirita aclara tu discernimiento.
Los segundos también están a tu lado, en todas partes, aunque no siempre los veas y hablan contigo, aunque no los escuches.
Aquellos son los llamados vivos y actuantes, en cuanto que estos últimos obstinadamente son considerados muertos.
¡Medita!
***
Considerando tu propia situación frente a las enseñanzas del Espiritismo-cristiano, examina cómo vives, cómo actúas, qué pretendes.
Si en verdad, eres del grupo que vive caminando para la Vida, no te detengas en el charco de las lamentaciones ni te pares en el pozo oscuro de la rebeldía; quiebra las cadenas que te unen al error, aprovecha la preciosa gema de la oportunidad y tórnate actuante instrumento de esos muertos diligentes en quienes crees, a quienes amas, de quienes te habla el mensaje espirita, ofreciendo la contribución valiosa de tu esfuerzo para que, también tú, después de la muerte, seas uno de esos incansables muertos.

Joanna de Ângelis

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