INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- El amanecer del amor
2.- Pensamientos íntimos de Kardec
3.- Doctrina secreta: Las religiones
4.-El progreso del Espíritu es eterno
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EL AMANECER DEL AMOR
Cuando el día amanece y el sol comienza a clarear todo, las estrellas se apagan, una a una, los pájaros comienzan a cantar saludando la luz, toda la naturaleza despierta… Las flores se abren llenando el aire de perfume, los peces se dirigen a la superficie atraídos por la claridad, el viento aun está soplando frió, clareándolo todo, la mayoría de los humanos duermen aun. Algunos apenas se levantan muy a desgana, para cumplir el horario del trabajo. La rueda de la vida da una vuelta más y una nueva etapa se inicia…
Muchos reciben este nuevo día con esperanza: van a reencontrar amores que partieron, van a festejar una victoria, van a realizar un sueño, van a cumplir una meta, están seguros de resolver un problema.
Otros no tienen siquiera la voluntad de levantarse de la cama para enfrentar un día más, que sospechan y creen que será igual que los anteriores, sin color, sin brillo, sin ninguna novedad. Se fuerzan a despertar, pero ya están sin esperanzas, ya no creen en la renovación traída por la propia vida, a cada instante. Son viejos en cuerpos que no siempre están gastados, son seres amargados que no aprendieron a amar las pequeñas cosas, como apreciar la belleza siempre presente en este planeta.
¡Feliz de aquel que saluda el nuevo día con esperanza! Que se entrega al flujo de los nuevos acontecimientos que no puede controlar, con confianza y tranquilidad, teniendo la seguridad de que siempre ocurrirá lo que sea mejor, incluso que eso no sea agradable.
La paz viene de esta seguridad de que nunca se está sólo, de que formamos parte de un plan sabio y muy bien elaborado, de que un día todos llegaremos a sentirnos completamente felices, no importa cuanto tiempo lleve esto.
Partir es también llegar a algún lugar. Cuando perdemos alguna cosa, alguien está ganando y cuando sonreímos, muchas veces hacemos a alguien llorar. En la relatividad de las cosas está todo lo bailado de la vida, donde estamos siempre moviéndonos para algún lugar, donde nuestros sentimientos siempre se modifican, ahora más alegres, ahora más tristes, sin que en la mayoría de las veces podamos comprender el porqué.
En este caminata, doblando esquinas, cruzando caminos, tropezando con espinos y a veces cayendo en agujeros, vamos viviendo, encontrando personas que nos ayudan, otras que nos acusan, algunas que abusan, otras que nos amparan, nos abrazan y nos aman.
Lo importante es no desanimar nunca, no parar nunca. Es preciso continuar, no dejar de andar.
La felicidad vive en el corazón que está en paz, que ama a todos y a todo, que sabe perdonar y, principalmente, que aprendió a esperar con confianza por días mejores.
El acaso no existe, todo ocurre por una razón. Confiando en esto nos sentiremos fuertes y acogeremos lo nuevo como a una visita inesperada, pero bienvenida. Observaremos nuestros sentimientos delante del que nos llega, procuraremos aprender con todo lo que ocurre, pues aquí estamos en una escuela, donde muchas veces un segundo puede enseñar mucho más que una hora…
¡Los sueños, que los guardemos! Son estrellas que brillan e iluminan nuestras mentes. Cuando la tristeza por alguna razón llegara, acordémoslo de ellos y dejemos que nos muestren como nuestro futuro será, ¡pues la tempestad ha de pasar!
Luz del Evangelio -Jesús es nuestro guia - Emmanuel
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Estos principios no representan para mí, tan solo una teoría, sino que representan también una práctica.
. ¿Hago el bien, tanto cuanto me lo permite mi posición?
¿Presto el servicio que puedo?
¿He rechazado o tratado con dureza a los pobres?
¿No los he recibido siempre, con la misma benevolencia?
¿He ahorrado alguna vez mis pasos y excusado mis tentativas de prestar servicios? ¿No he sacado de las cárceles, con mi perseverancia a muchos padres de familia? Es cierto que no me pertenece formular el inventario del bien que pude hacer; pero en un momento en el que todo parece olvidarse, debe serme permitido manifestar a los que me sobrevivan, que mi conciencia me dice que no he traicionado a nadie, que he hecho todo el bien que me ha sido posible y que he respetado y no he pedido cuentas a la opinión; sobre este punto mi conciencia esta tranquila, y aunque la ingratitud, en más de una ocasión, haya sido el premio a mis servicios, no por esto he dejado de prestarlos. La ingratitud es uno de los defectos de la humanidad, y como no hay nadie que pueda creerse exento de ellos, dispense a los otros para que me dispensen a mi, a fin de que no pueda decírseme como Jesús: "El que esté exento de pecado, que arroje la primera piedra". Yo continuaré haciendo el mayor bien que pueda aun a mis propios enemigos, porque la cólera no me ciega, y si la ocasión se presenta, les tenderé gozoso la mano para salvarle del precipicio. Véase cómo yo comprendo la caridad cristiana: como una religión que nos ordena devolver bien por mal. No comprendo que jamás pueda prescribirse devolver mal por mal.
Cuando se lanza una mirada de conjunto sobre el pasado; cuando se evoca el recuerdo de las religiones desaparecidas, de las creencias extintas, nos vemos atacados de una especie de vértigo ante el aspecto de los caminos sinuosos recorridos por el pensamiento humano. -Lenta es su marcha. Parece en un principio complacerse en las criptas sombrías de la India, en los templos subterráneos del Egipto, en las catacumbas de Roma, en las penumbras de las catedrales; parece preferir los lugares oscuros, la atmósfera pesada de las escuelas, el silencio de los claustros a la luz del cielo, a los libres espacios; en una palabra: al estudio de la naturaleza.
Un primer examen, una comparación superficial de las creencias y de las supersticiones del pasado conduce inevitablemente a la duda. Pero si se aparta el velo exterior y brillante que oculta a la multitud los grandes misterios; si se penetra en el santuario de la idea religiosa, se encuentra uno en presencia de un hecho de un alcance considerable. Las formas materiales, las ceremonias de los cultos tenían por objeto el conmover la imagen del pueblo. Detrás de estos velos, las religiones antiguas aparecían bajo otro aspecto totalmente distinto; revestían un carácter grave, elevado, a la vez científico y filosófico.
Su enseñanza era doble: exterior y pública por una parte; interior y secreta por otra, y, en este caso, reservada sólo a los iniciados. Esta ha podido, en sus grandes rasgos, ser reconstituida recientemente, a consecuencia de pacienzudos estudios y de numerosos descubrimientos epigráficos (1). Desde entonces, la oscuridad y la confusión que reinaban en las cuestiones religiosas se han disipado; la armonía se ha hecho con la luz. Se ha obtenido la prueba de que todas las enseñanzas religiosas del pasado se relacionan; de que una sola y misma doctrina vuelve a encontrarse en su base, doctrina transmitida de edad en edad a una larga serie de sabios y de pensadores.
Todas las grandes religiones han tenido dos aspectos: el uno aparente y el otro oculto. En éste está el espíritu; en aquél, la forma o la letra. Bajo el símbolo material, se disimula el sentido profundo. El brahmanismo en la India, el hermetismo en Egipto, el politeísmo griego, el mismo cristianismo en su origen presentan este doble aspecto. Juzgarlos por su lado exterior y vulgar es juzgar el valor moral de un hombre por sus vestidos. Para conocerlos, es preciso penetrar el pensamiento íntimo que los inspira y forma su razón de ser; del seno de los mitos y de los dogmas, es preciso extraer el principio generador que les comunica la fuerza y la vida. Entonces se descubre la doctrina única, superior, inmutable, de la cual las religiones humanas no son más que adaptaciones imperfectas y transitorias, proporcionadas a las necesidades de los tiempos y de los medios. Se tiene en nuestra época una concepción del universo absolutamente exterior y material. La ciencia moderna, en sus investigaciones, se ha limitado a acumular el mayor número de hechos, y luego a deducir de ellos las leyes. Ha obtenido así maravillosos resultados; pero, por este procedimiento, el reconocimiento de los principios superiores, de las causas primordiales y de la verdad continuará siendo por siempre inaccesible.. Las causas secundarias mismas se escapan. El dominio invisible de la vida es más vasto que el que es abarcado por nuestros sentidos; en aquél reinan las causas de las cuales sólo vemos los efectos.
LEÓN DENIS
DESPUÉS DE LA MUERTE
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