viernes, 26 de abril de 2024

Cuestión de valores

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- El diablo

2.- Un amigo muy especial ( cuento educativo )

3.- Uniones

4.- Cuestión de valores

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                               EL DIABLO

 

— Imaginad — nos decía un amigo, en agradable tertulia en el Plano Espiritual — si algunos desencarnados en desesperación, apareciesen de improviso entre las criaturas humanas, reclamando supuestos derechos dejados en la Tierra. Gritando los tormentos que dilaceran su alma, vomitando improperios y blasfemias, ¿no serían considerados un bando de demonios? Irreconocibles, aullando de dolor salvaje, humillados y vencidos, intentando en balde recobrar las expresiones físicas que quedaron en sus cadáveres, serían tomados por monstruos infernales, repentinamente sueltos en la vía pública.

— ¡Es verdad! — Consideró un compañero, melancólicamente — nadie en el mundo tendría dificultad en identificarlos como los viejos demonios de la Antigüedad. Los infelices de ese jaez personifican perfectamente, ante la observación popular, el Lucifer, el Belcebú, y el Astarot de remotos tiempos. Los fantoches del dolor siempre surgen ante el entendimiento infantil como genios del mal.

Tras una pequeña pausa, sonrió y acentuó:

— Bastaría, sin embargo, un ligero examen para que alcanzasen el conocimiento real; los diablos serían, de hecho, seres horrendos pero no repugnantes ni espantosos.

Escuchando sus referencias, recordaba el personaje satánico del libro de La Saje, que perturbaba las casas madrileñas, levantándoles los tejados; y, demostrando que percibía mis pensamientos más recónditos, otro amigo añadió:

— Las leyendas de Asmodeo y Mefistófeles, en el fondo, no tendrán origen diferente. Cierto, la visión mediúmnica ha favorecido entre los hombres la noticia de los tipos deplorables que hoy conocemos y de los cuales Dante, en otro tiempo, recibió breves informes que reunió en su poema célebre, según sus tendencias, conceptos y predilecciones de hombre.

En ese instante, un compañero, anciano de muchas jornadas terrestres, fijó en nosotros una mirada penetrante y tranquila y, valiéndose quizá de una pausa más prolongada, observó sensatamente:

— Todos sabemos que la Creación entera es obra infinita de Dios y no podemos ignorar que todos los seres del Universo, desde las notas más bajas a los cánticos más altos de la Naturaleza, en el campo ilimitado de la vida, son portadores de la Chispa Inmortal de la Divinidad. En todos los incontables departamentos de los mundos innumerables palpita el amor, existe el orden, permanece el signo de la prodigiosa herencia de la vida. Por eso mismo, hermanos, toda expresión diabólica es perversión de la bendición divina. Donde esté la perturbación de la armonía universal, ahí se encuentra el adversario del Señor.

Vosotros aludís, muy oportunamente, a los muertos que se congregan en desesperación, formando monstruosos paisajes, en que duendes sin rumbo buscan en vano insinuarse en la existencia de los hombres de la Tierra. Si el ojo humano pudiese identificarlos, posiblemente cesaría la continuación de la vida en la carne. Colectividades enteras abandonarían el templo del cuerpo físico, tomadas de infinito e incontrolable pavor.

Escuchábamos la palabra sabia en silencio. Y como el intervalo se hiciese más largo, el bondadoso anciano, a la manera de los antiguos filósofos griegos rodeados de oyentes atentos, continuó, con expresión significativa:

— Asistía personalmente a una clase de sabiduría, en una de las ciudades espirituales de los círculos de Marte, cuando sorprendí una lección interesante. Un viejo orientador de entidades inexpertas y juveniles comen-taba la existencia de los enemigos de la Obra Divina y se explicaba:

— El diablo existe como personificación del desequilibrio.

— ¿Cómo podríamos caracterizarlo? — preguntó uno de los presentes.

— Es el prototipo de la ingratitud para con Dios — contestó el venerable instructor. El diablo es, del Eterno, el hijo que menosprecia la celeste herencia. Recibe los tesoros divinos y los convierte en miserias letales. De las bendiciones que le dan felicidad en el camino, hace maldiciones que extiende a sus semejantes. Ciego ante las bellezas universales que le rodean, vive afirmando su permanencia en el infierno de su propia creación en su plano interior. Es alma repleta de atributos sublimes que permanece, no obstante, en la Obra del Padre como genio destructor. Es sabio de razonamiento, pero pérfido de sentimiento. Su cerebro elabora rápidamente las más complicadas operaciones para la ofensiva del mal, pero su corazón es paralítico para el bien. Su cabeza es fuego para la mentira, pero su pecho es de hielo para la verdad. Escupe en las manos que lo acarician, está siempre dispuesto a condenar, pervertir y confundir a los demás hijos de Dios, lanzando la perturbación general, a fin de que sus intereses aislados prevalezcan. Por la ciencia y la perversidad de que ofrece testimonio, es un mixto de ángel y monstruo, en el cual se confunden la santidad y la bestialidad, la luz y la tiniebla, el cielo y el abismo.

Criatura desventurada por el desvío a que se ha entregado voluntariamente, es, de hecho, más infeliz que infame, y merece antes de cualquier consideración, nuestra comprensión y piedad.

En ese instante, ante la pausa del orientador, exclamó una joven del círculo, satisfecha por la posibilidad de cooperar en la aclaración de la tesis en estudio:

— ¡Lo conozco! ¡Yo conozco al diablo!                                                                                    — ¿Tú? — pregunta el instructor, admirado. — ¿Será posible?                                       — Y ella, radiante, contestó:                                                                                                    — Sí, ya estuve en la Tierra: ¡Se llama Hombre!

Extraído del libro “Lázaro” Chico Xavier 

 

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Un amigo muy especial

                                         ( Cuento educativo )

En aquella tarde, Daniel entró en casa muy triste. Cayó sentado en una silla, desanimado. Su madre, que estaba preparando una merienda para la familia, preguntó:

— ¿Qué pasa, hijo mío? Tú no estás bien…

Con los ojos húmedos, el niño contó:

— Mamá, ¿sabes que mi amigo Breno está muy enfermo? Ahora ni puede jugar más conmigo. Antes, a pesar de usar silla de ruedas, era alegre, estábamos siempre juntos y nos divertíamos bastante. 

— Yo lo sé, hijo. Vosotros siempre fuisteis amigos, desde que la familia de él vino a vivir aquí cerca. Después, él tuvo parálisis infantil y, no pudiendo andar más, me gustaba cuando tú empujabas la silla de él, llevándolo para pasear en la acera y jugar con los vecinos. Pero, ¿qué pasó ahora?

— La madre de Breno dijo que él no puede jugar y ni recibir visitas. ¡Está en el hospital con un problema en los pulmones y no consigue ni respirar bien!...

Daniel estaba triste, sin conformidad con la situación del amigo.

— ¡No entiendo, mamá! ¡Tú siempre dices que Dios es padre de todos nosotros! Entonces, ¿por qué Breno está sufriendo tanto? ¡Yo no tengo enfermedad ninguna, nunca estoy ni con gripe! Y él, además de no poder andar, ¿ahora está obligado a quedarse en el hospital? ¿Por qué Dios le dio un cuerpo tan enfermo? ¡Parece un castigo!

La madre miró para el hijo y vio como él estaba sufriendo por el amigo. Se sentó, lo colocó en sus brazos y lo abrazó con mucho amor; después explicó:

— Daniel, no es un castigo. Tampoco fue Dios que dio un cuerpo enfermo para Breno. Es que Dios nos creó a todos para la perfección, es decir, para progresar en conocimiento y sentimiento. Así, a través de las existencias, vamos mejorando siempre. Entonces, todos nosotros somos Espíritus reencarnados, usando temporalmente un cuerpo de carne. Ya vivimos muchas vidas y trajimos, de esas otras vidas, las consecuencias de los problemas que nos causamos a nosotros mismos o a las otras personas.

— “¿Consecuencia?”... ¿Cómo es eso, mamá? — preguntó el niño.

— Hijo mío, al crearnos, Dios nos colocó bajo leyes divinas que necesitan ser respetadas.   De ese modo, es el alma, el Espíritu de él que está enfermo. Todo lo que aparece en el cuerpo es reflejo de las enfermedades del alma.

Viendo que el niño aún no había entendido, ella pensó un poco y continuó:

 - Voy a darte un ejemplo: Tu abuelo Felício anda con un problema en el hígado. ¿Tú sabes por qué?

— ¡Claro que lo sé! ¡Tú y papá siempre habláis que el abuelo Felício quedó así porque él tenía la adicción a la bebida!

 — ¡Eso mismo! Entonces, el problema en el hígado es consecuencia de la bebida. Sólo que él está sufriendo el daño que causó al cuerpo en esta existencia aún. Así, a través de las enfermedades, vamos curando nuestro cuerpo espiritual, que quedará limpio y luminoso. ¿Entendiste? 

    — ¡Ah!... Entendí. Pero Breno no hizo nada para sufrir tanto en esta vida. ¡Él es niño aún!

 — No lo hizo en esta vida, pero lo hizo en otras, Daniel. Lo importante es que él quedará bueno, libre de esos problemas después que vuelva para el mundo espiritual. ¡Y él sabe que es para el bien de él y está contento de pagar su cuenta con la justicia divina!

 — ¡¿Él está contento?!... — extrañó el chico, sin entender.

 — ¡Claro! ¿Tú ya lo oíste protestar de alguna cosa?

 Daniel pensó un poco y respondió con los ojos abiertos:

 — ¡No! ¡Él nunca protesta de nada! ¡Está siempre alegre y bien dispuesto!

 — ¿Ves cómo tengo razón? Entonces, por ahora, ten un poco de paciencia que inmediatamente  Breno volverá para casa y tú podrás visitarlo.

 Algunos días después, Daniel supo que el vecino había vuelto para casa y corrió para verlo. Entró en el cuarto, que él tan bien conocía, y encontró a Breno que, al verlo llegar, hizo una gran sonrisa. 

 — Andaba con nostalgia de ti, Daniel. Gracias a Dios ahora estoy en casa y vamos a poder jugar. De momento no puedo salir, pero podemos jugar, o ver televisión.

 — También estoy contento por estar de vuelta, Breno. Todo era un aburrimiento sin ti.

 Recordando lo que su madre le había dicho, Daniel comentó:

 — Tú estás muy bien, Breno. Alegre y animado, a pesar de todo.

 Breno sonrió y quiso saber:

 — ¿Por qué “a pesar de todo”? ¡Estoy bien! No puedo quedarme triste. Tengo todo lo que preciso: una casa buena, una familia amorosa; yo puedo ver, oír, sentir y tener placer con lo que tengo a mi alrededor; puedo pensar, razonar, estudiar y aprovechar el tiempo. ¡Además de todo aún tengo amigos! ¿Que más puedo querer de la vida? Sólo no puedo andar, pero no lo echo en falta: ¡tengo mi compañera que me lleva para todos los lugares! ¡Por eso, soy muuuy feliz!... Y agradezco a Jesús por todo lo que me dio en la vida.

 El paró de hablar por algunos instantes delante del amigo perplejo, después explicó:

 — Sabes, Daniel, entendí que de mí dependía ser feliz o infeliz. Si yo me entregara a la tristeza, ciertamente sólo cogería tristeza e infelicidad. Por eso busco siempre mantener el pensamiento optimista y elevado, viendo lo que hay de bueno y bello en todo lo que me rodea. ¡Y, así, sólo cojo bienestar y alegría de la vida!  

 Daniel se acordó de la madre y reconoció que ella tenía toda razón. Breno era un chico muy especial.  

 — Quiero ser cómo tú, Breno. Yo te admiro mucho.

 Después, no queriendo que el amigo percibiera su emoción, disfrazó mostrando una caja:        — ¡Mira! ¡Te traje un nuevo juego! ¡Es bien bueno! ¿Vamos a jugar?

 — ¡Claro! Ayúdame sólo a sentarme en la cama.

 Y así, durante horas, ambos quedaron entretenidos con el nuevo juego. Daniel se sentía contento. El ejemplo del amigo había tocado hondo su corazón.

 Tomando la decisión de cambiar de actitud, él volvió para casa, ansioso. Quería contar a la madre que ella tenía razón en cuanto a su amigo del pecho.      

                                                                  MEIMEI

 (Recibido por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, em 10/10/2011.) 


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                          UNIONES     

                                             Emmanuel. Psicografia de Francisco Cándido  Xavier

  Una ligera ponderación  acerca del éxito en el casamiento, ligación,  compañerismo y sociedad  nos induce a reconocer que las criaturas, para ser felices,  aproximándose  unas a otras,  no buscan solamente el contacto co mo agentes físicos, sino sobre  todo los recursos del alma.

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Cuando en la Tierra, estamos siempre a la caza de valores espirituales intangibles, a través de  objetos visibles, como son: si paga el automóvil, no  para apoderarnos de un montón de piezas inteligentemente  encadenadas,  y si para disfrutar la alegría de ganar tiempo; se adquiere el libro, no para retener un ladrillo de papel y tinta  y si, para tomar del, la información o la cultura de que sea mensajero;  el cobertor, no para adornar el lecho  con los primores de la industria y si para que tengamos con el,  el calor suficiente que nos guarde contra los golpes  del frio.

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Así también en las uniones afectivas  para la consagración de los intereses mutuos de cualquier naturaleza.

Se procura en la esposa  o no obtenerse la luz,  no para  que la guardemos como mimo técnico, a efecto de reliquia, y si para que ella nos transmita la luz  de la que carecemos; se consigue un par de gafas, no para adornarnos con las lentes que lo componen y si para asegurarnos el necesario auxilio a los ojos, en el sector de la visión;  se toma al esposo, en el compañero o en la compañera, en el amigo o en el socio, no a  la persona física en si, más si a la criatura que nos ofrezca comprensión y tranquilidad, estimulo y bendición, a fin de que tengamos paz en la ejecución de las tareas a que fuimos llamados   en el currículo de  lecciones de la existencia.

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Comprendemos que para prevenirnos contra el divorcio y separación, desajuste o distancia, conviene  donar a los corazones que comparten la experiencia, en sentido directo, todo el amor de que seamos capaces, por cuanto solo el amor garantiza las uniones serenas y duraderas y solamente aquellos que aman – más solo aquellos que aman realmente – encuentran en sí mismos la energía precisa para renovar, por encima de cualquier circunstancia adversa, y la fuerza necesaria para contar con Dios  en el  desempeño del trabajo que la Ley de Dios le trazo para la vida.

- Emmanuel por mediación de Chico Xavier-

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           CUESTIÓN DE VALORES

   Por J. Herculano Pires (Hermano Saulo)

Los problemas de la vida terrena pueden ser resumidos en una cuestión de valores. Cuando Emmanuel nos explica, a través de la psicografia de Chico Xavier, que estamos en la Tierra “siempre  a la caza de valores espirituales”, no está solamente jugando con palabras ni está simplemente advirtiéndonos en cuanto  a problemas  morales. Los mensajes de Emmanuel, en general, nos colocan cara a cuestiones filosóficas. En “Uniones” tenemos una colocación practica – y por eso mismo didáctica – del problema de los valores, que a semejanza del problema del Ser,  viene provocando debates y controversias desde los griegos hasta nuestros días.

Emmanuel no pregunta por la naturaleza del valor.  Más nos lleva naturalmente a comprender su esencia, y eso a través de ejemplos comunes de la vida cotidiana. Todas las cosas “valen” para nosotros,  en la medida de su capacidad de transcendencia. Basta eso para probarnos, mejor  de lo que los largos discursos, que toda nuestra vida en la Tierra es un esfuerzo continuo de transcendencia. Ese esfuerzo es inconsciente en la proporción en que despertamos para la comprensión de nosotros mismos, como el Oráculo de Delfos insinuó a Sócrates.

“A través de objetos visibles” llevados por la fascinación  exterior  de las cosas, buscan  los valores intangibles del espíritu.  Más  cuando nuestro apego a la ilusión sensorial  aun nos prende, nos amarra a lo tangible, a  la posesión del objeto deseado que   nos causa conflicto.  Enamoramos a la joven encantadora o al joven elegante e inteligente, nos enamoramos y casamos. Después, en la convivencia del matrimonio, percibimos que el encanto espiritual  se deshizo en la rudeza de los atritos sensoriales. Procurábamos en el compañero o en la compañera “no a la persona física en sí”, más no entendíamos eso, y lo que tenemos en la vida común es aquello que no procurábamos. Las desilusiones que entonces enfrentamos nacen de nuestra falta de comprensión de los problemas del espíritu.

El amor de los sentidos, que nos impelió a la criatura escogida, debe madurar en el proceso de la unión, transformándose   en amor verdadero, madurando en el amor espiritual. Sin esa maduración los atritos continuos  nos llevaran al rompimiento  y a la frustración. El encanto del ser amado desapareció con la a proximidad y la convivencia, porque  no supimos transcender   las ilusiones sensoriales.   Es por eso que muchas parejas separadas vuelven a buscarse más tarde, cuando ven más allá de los sentidos. La madurez,  a través de la experiencia de la vida, produce el desgaste de las sensaciones ilusorias.

El Espíritu redescubre entonces, en la criatura rechazada, los  encantos espirituales que produjeron la fascinación inicial.  Más cuantas veces, en ese momento, las amarguras y los  resentimientos ya tornaron imposible el reencuentro  en esta existencia, obligando  entonces a las criaturas  a nuevas tentativas a través de la reencarnación. Porque las almas se buscan en el plano del espíritu y no en el plano de la carne, donde solo hablan  e imperan los instintos animales  del cuerpo.

CAMBIOS DESEXO

Muchas personas rechazan el principio espirita del cambio de sexo en la reencarnación. Ese cambio, según  explican los espíritus,  proviene de las propias necesidades evolutivas de la criatura. Hombre y mujer, en esencia, son la misma cosa –espíritus encarnados. Más las posiciones de ambos, en la Tierra, son bastantes  diversas, proporcionando experiencias diferentes. De ahí el engaño  del feminismo extremado que pretende igualar totalmente los dos sexos. Los derechos son iguales, más las funciones son diversas.  Hombre y mujer se complementan en la parcela humana, uno es el complemento del otro.

En el libro de Ian Stevenson, 20 casos sugestivos o de reencarnación, los lectores encuentran casos  de cambio de sexo de una para otra encarnación. Uno  de ellos fue verificado  aquí mismo en Brasil.  Su interés por el asunto es  puramente científico.

Artículo publicado originalmente en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia” del jornal Diario de S. Paulo,  en la década de 1970. 

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