INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- El racionalismo religioso
2.- Lo sobrenatural y las religiones
3.- Una rara virtud olvidada
4.- Tras la crisis de la muerte
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EL RACIONALISMO RELIGIOSO
El espiritismo considera a la religión cristiana desde un punto de vista más elevado; le atribuye una base más sólida que la de los milagros: las leyes inmutables de Dios, que rigen tanto al principio espiritual como al principio material. Esa base desafía al tiempo y a la ciencia, porque tanto el tiempo como la ciencia habrán de sancionarla.
Dios no es menos digno de nuestra admiración, de nuestro reconocimiento y respeto, porque no haya derogado sus leyes, grandiosas sobre todo por la inmutabilidad que las caracteriza. No hay necesidad de lo sobrenatural para que se tribute a Dios el culto que le corresponde. ¿Acaso no es la naturaleza lo bastante imponente de por sí, como para prescindir de lo que fuere para demostrar el poder
supremo? La religión encontraría menos incrédulos si estuviera sancionada por la razón en todos los aspectos. El cristianismo no tiene nada que perder con esa sanción; por el contrario, sólo puede ganar.
¿Queréis dar al pueblo, a los ignorantes, a los pobres de espíritu, una idea del poder de Dios? Mostrádselo en la sabiduría infinita que rige todas las cosas, en el sorprendente organismo de todo lo que vive, en la fructificación de las plantas, en la adaptación de de todas las partes de cada ser a sus necesidades, de acuerdo con el medio donde le ha tocado vivir. Mostradles la acción de Dios en una brizna de hierba, en el pimpollo que se convierte en flor, en el Sol que a todo vivifica.
Hacedles comprender, sobre todo, que el mal verdadero es obra del hombre y no de Dios; no tratéis de amedrentarlos con el cuadro de las penas eternas, en las que acaban por dejar de creer, y que los llevan a dudar de la bondad de Dios. En lugar de eso, dadles valor mediante la certeza de que un día podrán redimirse y reparar
el mal que hayan cometido. Señaladles los descubrimientos de la ciencia como revelaciones de las leyes divinas, y no como obra de Satanás. Enseñadles, por último, a leer el libro de la naturaleza, siempre abierto ante sus ojos; ese libro inagotable en cuyas páginas están inscritas la bondad y la sabiduría del Creador. Entonces ellos comprenderán que un Ser tan grande, que se ocupa de todo, que todo lo cuida, que todo lo prevé, forzosamente dispone del poder supremo. El labrador lo verá cuando are su campo, y el desdichado lo bendecirá en sus aflicciones, diciendo: “Si soy desdichado, es por culpa mía”. Entonces, los hombres serán auténticamente religiosos, racionalmente religiosos sobre todo, mucho más que si creyeran en piedras que rezuman sangre, o en estatuas que pestañean y derraman lágrimas.
UNA RARA VIRTUD OLVIDADA
Se oye hablar mucho acerca de la olvidada honestidad.
Ciudadanos critican, de forma vehemente, lo que califican como corrupción en el Gobierno. Las imágenes televisivas y los periódicos apuntan a ciudadanos que defraudaron los cofres públicos, de forma directa o indirecta.
Así, todos nosotros que leemos los periódicos, que miramos las imágenes televisivas, que creemos que es muy bueno que ese o aquel personaje, supuestamente deshonesto haya sido encarcelado, nos olvidamos de algo muy importante: la honestidad es una virtud rara en nuestros días.
Ocurre que, de tal forma nos acostumbramos a defraudar, a dañar, que ya no nos percatamos de lo que hacemos.
Veamos algunos ejemplos.No es tan raro que haya deshonestidad en el matrimonio.
Por ejemplo, una relación extra conyugal. Por el motivo que sea, no hay disculpas.
Existe también la deshonestidad comercial, donde los comerciantes venden mercancías de calidad inferior como si fuesen de mejor calidad.
Y aun negocian con la famosa rebaja especial para el cliente. Pero ellos saben que están engañando al comprador. Nada en contra del lucro en la actividad comercial.
Sin embargo, todo en contra la explotación de cualquiera que compre de buena fe.
Y, ¿qué decir de la deshonestidad profesional? ¿Cuántos médicos, abogados, profesores dejan de actuar con honestidad en su profesión?
Cuando el médico asiste a un paciente sin importarle éste, más preocupado en liberarse de una tarea que cree mal pagada;
cuando el abogado pierde plazos legales, dejando de providenciar lo que debía y con eso perjudica a su cliente en la conclusión de la causa;
cuando el abogado alarga determinadas acciones más allá de lo necesario, cobrando con regularidad sus honorarios mensuales;
cuando el profesor no elabora las clases y engaña a los alumnos, padres y administración de la escuela, colegio o universidad, es deshonestidad.
Cuando, como empleados, dejamos nuestros lentes o la cartera sobre la mesa, o el paletó en la silla, para simular que estamos en el local de trabajo, pero no estamos trabajando, eso es deshonestidad.
Cuando utilizamos el tiempo que nos paga la empresa pública o privada, para atender a nuestros asuntos particulares, telefoneando o conversando, somos deshonestos.
Cuando, todavía faltando 20 o 30 minutos para el término de la jornada, nos arreglamos y nos quedamos esperando la hora de salir, estamos defraudando a quien nos paga.
Pensemos: hoy son 20 o 30 minutos, pero, sumados a lo largo de 30 o 35 años de trabajo, ¿cuántos años habremos hurtado a nuestro empleador?
Y todo eso lo hacemos de manera sencilla y común todos los días. Como si fuera normal.
Estamos acostumbrándonos a ser deshonestos, con la disculpa de que somos mal pagados, no reconocidos o porque "todo el mundo lo hace".
Pensemos en eso: analicemos nuestra manera de actuar en el mundo.
Analicemos cuán incorrectos estamos siendo, deshonestos en el hogar, en la escuela, en la calle, en el trabajo, en la sociedad como un todo.
Corrijamos el paso mietras es tiempo. Si los demás lo hacen, el problema es de ellos. No es nuestro.
Seamos de los que hacen la diferencia. No hay que temer a aquellos que nos dicen que somos tontos
Tonto es el que piensa que está engañando a la propia consciencia, donde está escrita la Ley de Dios.
Reformulemos nuestras acciones y, a partir de ahora, hagamos un pacto solemne e irrestricto con la honestidad.
A partir de hoy, sin falta. Creamos: seremos más felices, sin remordimientos y sin temores.
Redacción del Momento Espírita, con base en el programa televisivo Vida y Valores - Honestidad, presentado por Raúl Teixeira y Cristian Macedo.
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TRAS LA CRISIS DE LA MUERTE
La narración siguiente está sacada de una preciosa recopilación de “revelaciones trascendentales” intitulada: The Morrow of Death by “Amicus”, surgida de la mediumnidad de un particular, el Sr. Ernest H. Peckam. La entidad que se comunicaba designada aquí por el seudónimo de “Amicus”, conforme al deseo expreso de la misma, fue en vida el Rev. A.K. Stokwell, muerto hacía más de cuarenta años antes. Después de dar pruebas suficientes de identificación personal se consagró enteramente a su misión, que consistía en transmitir a los vivos enseñanzas como las que aquí nos ocupan y que forman una exposición admirable, aunque sumaria, de las modalidades de existencia espiritual. Relata de la manera siguiente sus primeras impresiones al respecto.
Cuando me hallaba en el mundo de los vivos, jamás llegué a concebir la existencia de ultratumba. Tenía sobre eso ideas confusas o inciertas que giraban en torno a las concepciones habituales de un “paraíso” reservado a los que conseguían “salvarse” y de un “infierno” listo para tragarse a los “malos”. En mi tiempo, generalmente se ignoraba la posibilidad de comunicación con los Espíritus de los muertos. No había, pues, más que construir teorías y tener fe en Dios. Era la fe lo que yo tenía. En estas condiciones es inútil decirte que, cuando me encontré en el mundo espiritual, quedé profundamente admirado frente a la realidad. Me vi acogido, reconfortado y ayudado por personas que yo conocí en la Tierra y que me precedieron en el gran viaje. Pero, lo que constituyó para mi la alegría de aquella hora fue el encontrarme con mi querida compañera de toda mi existencia, la cual de inmediato se dedicó a prodigarme, en el medio espiritual, las delicadas atenciones y las ternuras afectuosas que me dispensaba en el medio terrestre.
Mis primeros pasos en la morada celeste fueron vigilados por esa afectuosa guía. Puedo afirmar que mi primera impresión en el mundo espiritual fue la prueba de que la estima y la devoción de mi compañera no habían disminuido por consecuencia de la muerte, ya que se renovaron para mí con toda la conmovedora espontaneidad que las caracterizaba en el medio terrestre. Yo sentía que efectivamente había vuelto la dulce vida familiar del período más dichoso de mi existencia; aunque, esta vez gozaba más la felicidad por causa de la alegría suprema de la reunión celeste, después de la larga separación terrena. Observaré a ese respecto que la narración de lo que experimenté no es más que un episodio normal experimentado por toda la gente en el medio espiritual; la muerte no puede eliminar el afecto, ni impedir la reunión de dos almas que se amaron en la Tierra. Naturalmente nuestro afecto recíproco tenía por fundamento muchas cualidades espirituales comunes a ambos.
No obstante, en estos últimos tiempos, el camino que conduce a nuestra elevación espiritual se bifurcó; ambos, no obstante, nos sentimos dichosos de que sea así. Uno de los primeros descubrimientos que hice después de mi muerte fue el de mí mismo. Mi verdadera individualidad se desarrolló ante mis ojos en toda la crudeza de sus colores, revelación esta que no fue precisamente halagadora. El proceso de la muerte física y del renacimiento espiritual es muy interesante e incluso bello. Normalmente a partir del instante en que las funciones corporales comienzan a cesar, proceso que puede durar bastante tiempo, los sufrimientos del cuerpo y las ansiedades del Espíritu paran y van pasando gradualmente a condiciones de inconsciencia absoluta. Más tarde, una vez traspasada la crisis de la muerte, se opera el pleno despertar de la conciencia; el muerto renace entonces hacia una nueva existencia y comienza a desarrollar su actividad en un medio nuevo.
Siempre pasa que, providencialmente, el Espíritu desencarnado no se percibe de que muere; a veces cuando lo nota queda terriblemente trastornado, especialmente si la muerte cortó lazos afectivos muy fuertes. Pero no llega al medio espiritual desamparado; casi nuca se queda entregado a sí mismo; todos los Espíritus, casi sin excepción, al salir de la crisis de la muerte son acogidos por los guías más indicados para reconfortarlos, aconsejarlos y asistirlos. ¿Dónde va a encontrarse el Espíritu recién nacido? He aquí la respuesta: entró en el estado de conciencia único posible según sus condiciones morales, intelectuales, espirituales. El medio que lo recibe está determinado por el grado de espiritualidad en el que se encuentra. A través de la muerte gana la morada espiritual que preparó para sí mismo; no puede ir a ninguna otra parte. Son sus calificaciones espirituales que lo hacen gravitar, con una precisión infalible, hacia las condiciones de existencia que corresponden matemáticamente a sus méritos y desmerecimientos. La gran “ley de afinidad” regula este proceso inexorable.
El hombre, después de la muerte, va para el lugar que para sí mismo preparó; no podría ser de otro modo. Se une a los que se le parecen; gravita hacia las legiones espirituales entre las que se encontrará enteramente a gusto, como en su propio medio, como en su casa. Su futura morada está en el círculo de su alma; sus compañeros espirituales son los seres semejantes. En otros términos; el Espíritu desencarnado por efecto de la ley bienhechora y justa de la “afinidad”, gracias a la cual “cada uno atrae a su semejante”, gravita para el único medio que se adapta a sus condiciones evolutivas, a su elevación moral, a su cultura intelectual. Conforme él mismo las creó por su actividad terrestre. Va a donde forzosamente tiene que ir. Ahora estará bien que te diga dos palabras acerca de la naturaleza de la substancia empleada para las construcciones, o creaciones, en el medio espiritual, así como sobre los métodos usados. Nuestro mundo es el del pensamiento; todo lo que en él se mueve, toca y usa es una creación del pensamiento. Nuestro cuerpo espiritual es una creación substancial del pensamiento; y de nuestro propio cuerpo que, sin ningún prejuicio para nuestra individualidad, exteriorizamos, lo que nos es necesario para el ejercicio de la actividad objetiva.
Alrededor toman forma las creaciones del pensamiento, fundidas y armonizadas con las creaciones pensadas por los otros. Entre esas creaciones algunas son exteriorizaciones inconscientes del pensamiento espiritual; otras provienen de la fuerza creadora del pensamiento guiado por la voluntad para fines determinados. Somos seres construidos de pensamientos, existiendo en un mundo creado por el pensamiento. Naturalmente los que habitan en el mundo terrestre, tan radicalmente diferente al nuestro, tienen dificultad para comprender, e incluso para creer en estas revelaciones. Pero te afirmo que los procesos funcionales que acabo de mencionar son muy simples, muy naturales y extraordinariamente eficaces... Estas enseñanzas espirituales que ahora apenas comenzamos a dar a los vivos constituyen una de las muchas cosas a cuyo respecto Jesús, el Nazareno, afirmó que “aquella generación y aquella época no estaban maduras para recibirlas.”
A propósito del interesante mensaje que acabamos de leer y apoyando la tesis fundamental que sustento, importa insistir sobre el hecho de que encontramos en él las habituales e infalibles concordancias, relativas a gran número de detalles fundamentales, concernientes a las modalidades de existencia espiritual, a saber: la información de que los Espíritus de los muertos, salvo algunas raras excepciones, son acogidos y reconfortados por familiares y amigos que los precedieron en el medio espiritual; en ese momento el Espíritu ya debe haber pasado por la prueba de la “visión panorámica” de todos los acontecimientos de su vida; la información de los Espíritus recién llegados, que no se han dado cuenta de que ya murieron; la información sobre la facultad de modelar y organizar propia del pensamiento en el medio espiritual; en fin, la información sobre la “ley de afinidad”, que regula inexorablemente los destinos humanos, sin la intervención de un Juez Supremo para condenar o absolver al Espíritu desencarnado. Entre los detalles secundarios que todavía no tuve ocasión de comentar, señalemos el del Espíritu cuando dice que a pesar del vivo afecto que le una al Espíritu de su compañera, llegó para ellos el momento en el cual “el camino que nos conducía a la elevación espiritual se ha bifurcado” pero que sin embargo, ambos se sentían dichosos al separarse.
Este detalle concordante con otro análogo, referido en el episodio 4º, es teóricamente importante porque se presenta de forma inesperada, permitiendo admitir que la circunstancia de ser relatado por muchos médiums pueda ser atribuida a “coincidencias fortuitas”. Observaré que algunos de los Espíritus que lo han relatado han puesto atención en completarlo, diciendo que, si los Espíritus ligados por mutuo afecto se separan sin ningún pesar, esto se debe a dos razones: primero porque saben que la separación es necesaria a su recíproca elevación espiritual , diversamente orientada para cada entidad espiritual según la naturaleza de su individualidad humana; Y segundo porque los Espíritus ligados por el afecto saben que siempre que deseen verse, no necesitan más que manifestar la voluntad con el pensamiento para estar instantáneamente juntos.
Ernesto Bozzano
Extraído del libro "La crisis de la muerte"
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