domingo, 3 de marzo de 2024

Carta de Allan Kardec a propósito de la humildad

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.-Regeneración de la Humanidad

2.- Espíritus errantes.- Reflexión

3.- El deber cumplido

4.- Carta de Allan Kardec a propósito de la humildad

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   LA REGENERACIÓN DE LA HUMANIDAD



La Regeneración de la humanidad es incluida en los Libros Codificados como revelación de los Espíritus. Es proceso gradual que se evidencia en cada nueva encarnación. 
Se tomaría dos siglos en ajustarse estos acontecimientos. Pero no se dijo en ningún momento que en un tiempo especifico esto tendría lugar, sino que luego del primer siglo de conocerse la revelación espirita que sería un periodo donde la fraternidad sienta sus fundamentos en todos los puntos del globo y los pueblos se tienden la mano; la barbarie se familiariza al contacto de la civilización; los prejuicios de razas y sectas, que han hecho derramar lagos de sangre, se extinguen; el fanatismo y la intolerancia pierden terreno, mientras que la libertad de conciencia se abre paso entre los buenos y se proclama como un derecho. Por todas partes las ideas fermentan: se ve el mal y se ensaya remediarlo, pero muchos caminan sin brújula y se engolfan en utopías. El mundo se halla empecinado en un inmenso trabajo de transformación que durará un siglo; en este trabajo, todavía confuso, se ve, no obstante, dominar una tendencia desde el principio: la de la unidad y uniformidad que predispone a la fraternidad. Éstos serán los signos de los tiempos que han de venir, bien contrarios, por cierto, a los precedentes, pues mientras estos son los de la agonía del pasado, aquellos son los primeros lamentos del niño que nace, los precursores de la aurora que lucirá sus galas en el siglo próximo, porque entonces la nueva generación estará en todo su apogeo. Mientras, el aspecto del siglo decimonono diferirá del aspecto del decimoctavo desde ciertos puntos de vista, como el siglo vigésimo diferir del actual por otros que le serán propios. 

Regeneración De La Humanidad 
Obras Póstumas-Allan Kardec, 25 de abril de 1866 (Paris. - Resumen de las comunicaciones dadas por monsieures M y T, en sonambulismo) 

Los acontecimientos se precipitan con rapidez, y por lo tanto, no os decimos como otras veces: "Los tiempos están próximos", sino que os decimos: "Los tiempos han llegado". Por estas palabras no entendáis un nuevo diluvio, ni un cataclismo, ni una revuelta general. Las convulsiones parciales del globo han tenido lugar en todas las épocas y se producen aún, porque tienden a su constitución; pero estos no son los signos de los tiempos. Y no obstante, todo lo que fue predicho en el Evangelio, debe cumplirse y se cumple en este instante, como vosotros lo conoceréis más tarde; más no toméis los signos anunciados sino como figuras de las que es necesario buscar el Espíritu y no la letra. Todas las Escrituras contienen grandes verdades bajo el velo de la alegaría, y por esto los comentaristas que se han aferrado a la letra, se han equivocado. Les faltaba la clave para descifrar el sentido verdadero. Esta clave se halla en los descubrimientos de las ciencias y en las leyes del mundo invisible que os revela el Espiritismo. De hoy en adelante, con la ayuda de estos nuevos conocimientos, lo que está oscuro se hará claro e inteligible. Todo sigue el orden natural de las cosas, y las leyes inmutables de Dios no serán por ningún concepto interrumpidas. No veréis, por consiguiente, ni milagros, ni prodigios, ni nada sobrenatural en el sentido vulgar que se da a estas palabras. No miréis al cielo para buscar los signos precursores, porque no los hallaréis, y aquellos que os los anuncien os engañarán; pero mirad en torno de vosotros, entre los hombres, y aquí los hallareis. ¿No sentís un viento que sopla sobre la tierra y agita todos los Espíritus? El mundo está atento y como en expectativa de un presentimiento vago acerca la proximidad de la tormenta. No creáis por esto que venga el fin del mundo material: la tierra ha progresado después de su transformación, debe progresar aún y no puede ser destruida; pero la humanidad ha llegado a uno de esos períodos de transformación, y la tierra va a elevarse en la jerarquía de los mundos. No es, pues, el fin del mundo material lo que se prepara; es el fin del mundo moral, esto es, del viejo mundo, del viejo mundo de los prejuicios, del egoísmo, del orgullo y del fanatismo. Cada día se lleva algunos restos. Todo concluirá para él con la generación que se va, y la generación nueva elevará el nuevo edificio que las generaciones siguientes consolidaran y completaran. De mundo de expiación, la tierra está llamada a ser un día un mundo de felicidad, y su habitación será una recompensa en lugar de ser un castigo. El reinado del bien debe suceder-al reinado del mal. Para que los hombres sean felices sobre la tierra, se hace preciso que no sea poblada más que por Espíritus encarnados y desencarnados que sólo quieran el bien. Este tiempo ha llegado ya. Una grande emigración, de entre los que la habitan se está realizando en este momento. Aquellos que hacen el mal por el mal y a los que el sentimiento del bien no les atañe, son indignos de la tierra transformada y serán excluidos, porque le llevarían de nuevo las revueltas y confusiones, siendo un obstáculo a su progreso. Irán a espiar su endurecimiento en mundos inferiores, donde portarán el caudal de sus conocimientos y servirán a la causa del perfeccionamiento. En la tierra serán reemplazados por Espíritus mejores, que harán reinar entre ellos la justicia, la paz y la fraternidad. La tierra, hemos dicho ya, no debe ser transformada por un cataclismo que acabe súbitamente con una generación. La actual desaparecerá gradualmente y la nueva le sucederá del mismo modo, sin que nada se altere en el orden ordinario de las cosas. Exteriormente todo pasará en su forma habitual con la sola y esencialísima diferencia de que una parte de los Espíritus que en ella se encarnaban, no volverán a encarnarse. En el niño que nazca, en vez de encarnar un Espíritu atrasado y con tendencias al mal, encarnará un Espíritu adelantado y portador del bien. Se trata, por lo tanto, menos de una generación corporal que de una nueva generación de Espíritus; y aquellos que esperan ver operarse esta transformación por efectos sobrenaturales y maravillosos, sufrirán una decepción. La época actual es de transición: los elementos de dos generaciones se confunden. Colocados en el punto intermedio, asistís a la partida de una y a la llegada de otra, y cada cual se manifiesta en el mundo por los caracteres que le son propios. Las dos generaciones tienen ideas y puntos de vista diametralmente opuestos. En la naturaleza de las disposiciones morales, y, sobre todo, de las intuitivas e innatas, es fácil distinguir a cuál de las dos pertenece cada individuo. La nueva generación, debiendo fundar la era del progreso moral, se distingue por una inteligencia y una razón generalmente precoces, aunadas a un sentimiento innato del bien y de las creencias espiritualistas; todo lo cual es signo indubitable de cierto grado de progreso anterior. No se crea por esto que toda ella la compongan Espíritus eminentemente superiores, pero sí de aquellos que habiendo progresado lo bastante, están predispuestos a asimilarse todas las ideas progresivas y sean aptos para secundar el movimiento regenerador. Se distingue, por el contrario, a los Espíritus atrasados, por su rebelión desde el primer instante contra Dios, negando la providencia y todo poder superior a la humanidad; y después, por la propensión instintiva a las pasiones degradantes, a los sentimientos anti-fraternales del orgullo, la malevolencia, los celos, la lujuria, en fin, por el predominio, por el deseo vehemente en ellos hacia todo lo que es material. De estos vicios debe la tierra purgarse por el alejamiento de aquellos que rehúsan su enmienda y son incompatibles, por lo mismo, con el reino de la fraternidad y con los hombres de bien, que sufrirían con su contacto. La tierra será libertada y los hombres marcharán sin trabas hacia el porvenir mejor, que les está reservado en ese planeta como premio a sus esfuerzos y perseverancia, en tanto que una depuración más completa les abre la entrada en los mundos superiores. Por esta emigración de los Espíritus no debéis entender que todos los retardatarios serán expulsados de la tierra y relegados a mundos inferiores. Muchos, por el contrario, reencarnarán para ceder al empuje de las circunstancias y del ejemplo, porque su corteza era peor todavía que el fondo. Una vez sustraídos a la influencia de la materia y de los prejuicios del mundo corporal, la mayor parte, y de esto lograréis muchos ejemplos, verán las cosas de una manera totalmente diferente de cuando vivan. En esto serán ayudados por los Espíritus buenos que se interesan por su bien y que se prestan a mostrarles el falso camino que habían seguido. Por vuestras preces y vuestras exhortaciones podéis también contribuir a su mejoramiento, estableciendo de este modo la solidaridad perpetua entre los muertos y los vivos. Para aquellos, pues, que puedan volver de nuevo, esta vuelta les será un bien, porque será una recompensa. ¿Qué importa lo que ellos hayan sido ni lo que hayan hecho, si están animados de mejores sentimientos? Lejos de ser hostiles a la sociedad y al progreso, serán auxiliares útiles porque pertenecerían a la nueva generación. No habrá, pues, exclusión definitiva más que para los Espíritus profundamente rebeldes, para aquellos a quienes el orgullo y el egoísmo, más que la ignorancia, les tiene sordos a la voz del bien y de la razón. Y aun estos mismos no serán condenados a una inferioridad perpetua, sino que vendrá un día en que repudiarán su pasado y abrirán los ojos a la luz. Rogad por estos endurecidos a fin de que se enmienden ahora que es tiempo, porque el día de la expiación se les aproxima. Desgraciadamente, desconociendo la voz de Dios, la mayor parte de ellos persistirán en su ceguera, y su resistencia señalará el fin de su reinado por el de las luchas terribles. En su error correrán presurosos a su propia perdición. Apelarán a la destrucción que engendra multitud de males y de calamidades; y de este modo, sin quererlo, precipitarán el advenimiento de la nueva era, pero como la destrucción no será tan rápida como sus deseos, se multiplicarán los suicidios hasta en los niños, en una proporción desconocida. La locura no habrá arrebatado jamás tan gran número de hombres al libro, de los vivos aún antes de que estén muertos. Estas serán las verdaderas señales de los tiempos. Y todo se cumplirá por el encadenamiento de las circunstancias, sin que nada se derogue en las leyes de la naturaleza, tal como os lo llevamos dicho. Entretanto, a través de la densa sombra que os envuelve y en medio de la grande tempestad que os amenaza, ¡ved aparecer los primeros fulgores de la era nueva! La fraternidad sienta sus fundamentos en todos los puntos del globo y los pueblos se tienden la mano; la barbarie se familiariza al contacto de la civilización; los prejuicios de razas y sectas, que han hecho derramar lagos de sangre, se extinguen; el fanatismo y la intolerancia pierden terreno, mientras que la libertad de conciencia se abre paso entre los buenos y se proclama como un derecho. Por todas partes las ideas fermentan: se ve el mal y se ensaya remediarlo, pero muchos caminan sin brújula y se engolfan en utopías. El mundo se halla empecinado en un inmenso trabajo de transformación que durará un siglo; en este trabajo, todavía confuso, se ve, no obstante, dominar una tendencia desde el principio: la de la unidad y uniformidad que predispone a la fraternidad. Éstos serán los signos de los tiempos que han de venir, bien contrarios, por cierto, a los precedentes, pues mientras estos son los de la agonía del pasado, aquellos son los primeros lamentos del niño que nace, los precursores de la aurora que lucirá sus galas en el siglo próximo, porque entonces la nueva generación estará en todo su apogeo. Mientras, el aspecto del siglo decimonono diferirá del aspecto del decimoctavo desde ciertos puntos de vista, como el siglo vigésimo diferir del actual por otros que le serán propios. Uno de los caracteres distintivos de la nueva generación será la fe innata; no la fe exclusivista y ciega que divide a los hombres, sino la fe razonada que esclarece y fortifica, que une y confunde en un común sentimiento de amor a Dios y al prójimo. Con la generación que se extingue desaparecerán los últimos vestigios que la incredulidad y del fanatismo; contrarios por igual al progreso moral que al social. El Espiritismo es el camino que conduce a la renovación, porque derroca los dos más grandes obstáculos que a ella se oponen: la incredulidad y el fanatismo. Como innato o en estado de intuición en el corazón de sus representantes, desenvuelve todos los sentimientos e ideas que corresponden a la nueva generación y da una fe sólida y esclarecida. La era nueva le vera engrandecer y prosperar por la fuerza misma de las cosas; viniendo a ser la base de todas las creencias y el punto de apoyo de todas las instituciones. Pero hasta entonces, ¡que de luchas no habrá de sostener contra sus dos más encarnizados enemigos, la incredulidad y el fanatismo! Aunque parezca extraño, estos principios tan antitéticos, estos polos tan opuestos, se dan la mano para no ser vencidos en la lucha. Presienten el porvenir y su muerte, y no quieren dejar ondear sobre las ruinas del egoísta viejo mundo la bandera que ha de unir a todos los pueblos. En la divina máxima: Fuera de la caridad no hay salvación, ellos leen su propia condenación, porque es el símbolo de la nueva alianza fraternal proclamada por Cristo, símbolo que se les presenta como la sentencia fatal del festín de Baltasar. Y sin embargo, esta máxima les garantiza que no han de ser víctimas de las represalias de aquellos a quienes hoy persiguen; esta máxima debieran hacerla objeto de su culto. Pero no, una fuerza ciega les impele a rechazar lo único que pudiera salvarles. ¿Qué podrán contra el ascendiente de la opinión que les repudia? El Espiritismo saldrá triunfante de la lucha, no lo dudéis, porque está en las leyes de la naturaleza, y es por eso mismo imperecedero. Ved porque multitud de medios, la idea se esparce y penetra en todas partes; estos medios, creedlo, no son fortuitos, sino providenciales, y si al principio parece deben servirles de obstáculo, es precisamente porque así ayudan a su propagación. Dentro de poco surgirán campeones acreditados que apoyarán su autoridad en su nombre y en su ejemplo e impondrán silencio a los detractores, quienes no osarán calificarles de locos. Estos hombres harán sus estudios en el silencio y no se mostrarán hasta el momento propicio. Hasta entonces, es útil que permanezcan ignorados. Dentro de poco veréis a las artes acudir al Espiritismo como una mina fecunda, y traducir sus pensamientos y los horizontes que descubre por la pintura, la música, la poesía y la literatura. Ya se os ha dicho que habrá un día para el arte espírita, como lo hubo para el arte pagano y para el arte cristiano, en que los más grandes genios se inspirarán en esta verdad. Pronto veréis los primeros resplandores y más tarde alcanzará el apogeo que debe alcanzar. Espiritistas, el porvenir es vuestro y de todos los hombres de corazón, y de confianza. No os arredren los obstáculos, porque no hay ninguno que pueda obstruir los designios de la Providencia. Trabajad sin interrupción y dad gracias a Dios por haberos colocado a la vanguardia de la nueva falange. Este es un puesto de honor que habéis pedido y del que os haréis dignos por vuestro valor, vuestra perseverancia y vuestro desinterés. Aquellos que sucumban valerosamente en esta lucha contra la fuerza, obtendrán su galardón; a los que sucumban por debilidad o miedo, la confusión les rodeará en el mundo de los Espíritus. Las luchas son necesarias para fortificar el alma; el contacto del mal hace apreciar mejor las ventajas del bien. Sin las luchas que estimulan las facultades, el Espíritu se entregaría a una apatía funesta para su progreso. Las luchas contra los elementos desarrollan las fuerzas físicas e inteligentes; las luchas contra el mal desenvuelven las fuerzas morales. 

- Frank Montañez -

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ESPÍRITUS ERRANTES

 Reflexión. 


Todo espíritu que esta en el mundo espiritual y tiene que volver a reencarnar, es un espíritu errante. 
Pero no todos están mal, cuanto mas DESMATERIALIZADOS y evolucionados están, se encuentran en mejores condiciones, cuanto mas Materializados, son mas imperfectos, sufren más y están en peores condiciones. 
Se dan muchos casos de personas a punto de desencarnar que ven a seres que los están esperando, de esto doy fe . 
No todos los ven antes de desencarnar, pero se dan muchos casos que si los ven. 
A casi todos cuando desencarnan los esperan seres queridos de esta y de otras encarnaciones, aunque no a todos. 
El tiempo que un espíritu tarda a reencarnar, depende de diversos factores; puede ser desde pocos días, hasta unos años y hasta siglos. 
De forma general el espíritu está muchísimo mas tiempo en el mundo espiritual que reencarnado. 
El desencarnar solo o en masa, por ejemplo, en guerras, catástrofes naturales o accidentes, no afecta en nada el que se den cuenta o no, ni tampoco el que todos regresen al mismo plano espiritual;  esto depende de  lo materializados o desmaterializados que estén y sobre todo de su nivel de evolución. 
Ángeles C.M.


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EL DEBER CUMPLIDO


El deber es el conjunto de prescripciones  de la ley moral, la regla de conducta  del hombre en sus relaciones  con sus semejantes y con el Universo entero.

El deber no es idéntico para todos. Varia,  según nuestra condición y nuestro saber. Cuanto más nos elevamos, más grandeza, majestad y extensión adquiere a nuestros ojos. Su culto, siempre es  dulce y bueno y la sumisión a sus leyes  es fértil en goces íntimos a los que nada puede igualar.

La felicidad tiene su base en el deber cumplido.

Cuando la criatura se evade de sus sagrados,  deberes, es muy difícil que se libere de la red de amarguras y tentaciones que la constriñen.  No puede haber paz fuera del deber cumplido; no hay alegría  sin la aprobación  de la conciencia tranquila.

Cuando cumplimos nuestro deber ante Dios  y la conciencia, la grosería  o la ingratitud de los otros son relegadas al bajo plano al que pertenecen.

Por muy oscura que sea la condición del hombre, por muy oscura que sea su suerte,  el deber domina  y ennoblece su vida.  La serenidad del espíritu es gracias al deber cumplido, también la calma interior, que es más preciosa  que todos los bienes de la Tierra.

El sentimiento del deber echa raíces  profundas en todo Espíritu elevado. Este recorre su camino sin esfuerzo; por una tendencia natural, resultado de los progresos adquiridos-se aparta de las cosas viles  y orienta hacia el bien los impulsos de su Ser. El deber convierte  entonces en una obligación de todos los instantes.

El deber tiene formas múltiples. Existe el deber para con nosotros mismos, que consiste en respetarnos, en gobernarnos con cordura, en no querer, en no realizar sino lo que es digno, útil y bueno. Existe el deber profesional, el cual exige  que cumplamos  con conciencia las obligaciones de nuestro cargo. Existe el deber social, que nos invita a amar a los hombres, a trabajar por ellos, a servir fielmente  a nuestro país y a la humanidad.

Existe el deber para con Dios. el deber no tiene límites. Siempre puede mejorarse, y en la inmolación del si mismo el Ser encuentra el medio más seguro para engrandecerse y purificarse.

La práctica constante del deber nos conduce al perfeccionamiento. Para acelerar a este, conviene primero estudiarse a sí mismo  con atención y someter todos los actos a un juicio escrupuloso. No podemos remediar el mal sin conocerlo.

Podemos estudiarnos en los demás hombres. Si observamos cualquier vicio, cualquier defecto nos choca en alguien,  preguntémonos si  no existe en nosotros un germen idéntico, y si lo descubrimos, debemos procurar por todos los medio arrancarlo de raíz.

Nuestra alma es una obra admirable, aunque muy imperfecta, y tenemos el deber de embellecerla, y adornarla  sin cesar. Este pensamiento  de nuestra imperfección nos hará más modestos y alejará de nosotros la presunción y la necia vanidad.

Sometiéndonos a una disciplina  rigurosa,  daremos forma y dirección convenientes, a nuestro Ser el cual modificara  sus tendencias morales. La costumbre del bien hace cómoda su práctica. Solo los primeros esfuerzos son  penosos. Aprendamos, ante todo, a dominarnos. Las impresiones son fugitivas  y cambiantes; la voluntad es el fondo  sólido del alma.  Aprendamos a gobernar  esa voluntad,  a hacernos dueños de   nuestras impresiones, a no dejarnos nunca dominar por ellas.

El hombre no debe aislarse de sus semejantes. A de elegir sus relaciones, sus amigos, decidirse a vivir en un ambiente honrado y puro donde no reinen  más que las buenas influencias, donde solo existan  fluidos tranquilizantes y bienhechores.

Evitemos las conversaciones frívolas, las charlas ociosas que conducen a la maledicencia. Cualquier que pueda ser el resultado, digamos siempre la verdad. Sumerjámonos  con frecuencia en el estudio y el recogimiento el alma encuentra así  nuevas fuerzas y nuevas luces. Que podamos decirnos al final de cada día: “He hecho una obra útil, he logrado un éxito sobre mi mismo; he socorrido, he consolado a los desgraciados, he esclarecido  a mis hermanos, he trabajado para hacerlos mejores, he cumplido con mi deber”

No podremos ser felices sin el cumplimiento de nuestro deber.

Cumplamos con nuestro deber. Si tomas  de la Tierra nada más que lo necesario para tu manutención, de modo de no apropiarte de la felicidad de los demás, habrás  alcanzado la verdadera felicidad que como una bendición de Dios, resplandece invariablemente en tu  conciencia tranquila.

El que ha sabido comprender todo el alcance moral de la enseñanza de los Espíritus  tiene del deber  una concepción más alta, sabe que la responsabilidad es correlativa con el saber; que la posesión de los secretos de ultratumba le impone la obligación de trabajar con más energía por su mejoramiento y el de sus hermanos. Las voces de lo Alto han hecho vibrar en él  sus ecos y han despertado fuerzas  que duermen  en la mayor parte de los hombres, solicitándole poderosamente en su marcha ascensional.

En el campo de la mediúmnidad, el deber rectamente cumplido es la brújula que facilita el rumbo seguro.

Al contemplar los espectáculos asombrosos  de la esfera extra física te deslumbrarás, pero si no reflexionas  acerca del escenario de tus propias obligaciones, a fin de atenderlas  con honestidad, en breve sufrirás  el espionaje  de las inteligencias que deambulan en las tinieblas, que habrán de convertir tus horas en pasto de parásitos.

Escucharas sublimes revelaciones inaccesibles a la sensibilidad común, aun así, si no estás atento al reglamento de la conciencia laboriosa y pacifica, en poco tiempo serás escuchado por los agentes de la sombra, que atraparan tus pasos  en la trampa de las perturbaciones degradantes.

Asimilarás  el influjo mental de Espíritus nobles domiciliados más allá de la Tierra  y les transmitirás la palabra edificante en discursos admirables; sin embargo, si no demuestras  una conducta recta frente a los demás, mediante el ejemplo vivo del trabajo y la comprensión sin demora te veras involucrado  en las vibraciones de criaturas retrasadas y delincuentes que sellaran tus pies  en la fosa de la obsesión.

Recibirás paginas brillantes por medio de la psicografia, en las cuales la ciencia y la fe quedaran plasmadas como expresiones divinas; no obstante, si tus brazos desertaran del servicio edificante, fácilmente te transformarás en el escribiente de la vanidad y de lo absurdo.

Proporcionaras importantes noticias del mundo espiritual y utilizarás recursos que todavía  ignora la capacidad de percepción de los que oyen; entre tanto, si eludes  el estudio que capacita tu discernimiento, en breve te quedarás detenido en las tinieblas de la ignorancia.

Si la mediúmnidad evidente es la tarea que indica tu rumbo, no te apartes de los compromisos que la vida te impone.

Sobre todo, recuerda siempre que el talento mediúmnico encerrado en tus manos debe ser lienzo digno, donde los mensajeros de la Espiritualidad Mayor puedan crear las obras maestras de la caridad y la educación, pues de otro modo, si buscas complacerte en la indisciplina, del paño roto de tus energías descontroladas, surgirá simplemente  una caricatura de las bendiciones que te propongas transmitir, dibujada por los artistas de las injurias que se valen  de la imaginación en detrimento de la luz.

Merchita

Trabajo extraído del libro “Después de la muerte” de León Denis  y del libro Religión de los Espíritus” de Francisco Cándido Xavier.                                 


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       CARTA DE  ALLAN  KARDEC  A PROPÓSITO DE LA HUMILDAD


                                   

            

 Presentamos aquí una correspondencia inédita de Allan Kardec, publicada en la revista Reformador a principios del siglo XX , publicada en la Revista Reformador en 1914 y presentada por el Blog Historia del Espiritismo en Julio del año 2011

Sr. .....     Recibí la carta que me hicisteis la honra de escribir, y la cual no fue posible responder antes por mi culpa; pero en estos últimos tiempos mis ocupaciones se han multiplicado tanto, que mi correspondencia, que es muy numerosa, lo ha sufrido mucho. 
     Os declaro francamente Sr., no haber comprendido bien el objeto de vuestra carta, que no me parece tener relación directa con los trabajos en  que me ocupo. No veo pues, que responderle, porque parece que os rebajáis mucho;  no es preferible la humildad exagerada antes que un orgullo desbocado. Ignoro si conocéis la doctrina espírita; ella nos enseña que los sentimientos del corazón solamente nos elevan a los ojos de Dios, que no tiene en cuenta alguna el nacimiento o la posición social. El Cristo nos los probó naciendo de padres pobres, en un establo.
    Los hombres, sin duda, no se juzgan todos bajo ese punto de vista, pero si para muchos el prestigio de la fortuna y del nacimiento es una medida de su estima, nosotros vemos, sin embargo, cada día, gracias al progreso de las ideas, caer las barreras levantadas por los prejuicios. La primera de todas las aristocracias que se formó fue la de la fuerza brutal; luego la del nacimiento que la acompañó; después vino la del dinero; y luego la de la inteligencia que comienza: pero la más legítima de todas, la única reconocida por Dios, es la de la virtud, por que es la única cuyos méritos nos acompañan más allá del túmulo: es el Reino de Dios que la Doctrina espírita prepara. Si quisierais estudiar seriamente esta doctrina, yo os aconsejo que lo hagáis  desde el punto de vista moral y filosófico; es en ese sentido que ella ofrece inagotables tesoros al observador en su conciencia.
Acepte... etc- 
- Allan Kardec-
( Tomado del blog Historia del Espiritismo)
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