lunes, 18 de marzo de 2024

La transición

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Encarnación de los Espíritus

2.- El mal

3.-¿ Cual es el por qué de la Doctrina Espírita?

4.- La transición


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     ENCARNACIÓN DE LOS ESPÍRITUS

                             


. El espiritismo nos enseña de qué manera se produce la unión del Espíritu con el cuerpo, en la encarnación.

Por su esencia espiritual, el Espíritu es un ser indefinido, abstracto, que no puede ejercer una acción directa sobre la materia, sino que precisa un intermediario. Ese intermediario es la envoltura fluídica, que en cierto modo es parte integrante del Espíritu.

Se trata de una envoltura semimaterial, es decir, que pertenece a la materia por su origen y a la espiritualidad por su naturaleza etérea.

Como toda la materia, es extraída del fluido cósmico universal, el cual en esa circunstancia experimenta una modificación especial.

Esa envoltura, denominada periespíritu, hace de un ser abstracto, el Espíritu, un ser concreto, definido, que puede ser aprehendido mediante el pensamiento. Lo vuelve apto para actuar sobre la materia tangible, conforme sucede con todos los fluidos imponderables, que son, como se sabe, los más poderosos motores.

El fluido periespiritual constituye, por consiguiente, el lazo de unión entre el Espíritu y la materia. Durante su unión con el cuerpo sirve de vehículo al pensamiento del Espíritu, para transmitir el movimiento a las diferentes partes del organismo, las cuales actúan por impulso de la voluntad, y para hacer que repercutan en el Espíritu las sensaciones producidas por los agentes exteriores.

Los nervios son sus hilos conductores, como en el telégrafo el fluido eléctrico tiene como conductor al hilo metálico.

. Cuando un Espíritu debe encarnar en un cuerpo humano en vías de formación, un lazo fluídico, que no es más que una expansión de su periespíritu, lo vincula al embrión que lo atrae con una fuerza irresistible desde el momento de la concepción. A medida que el embrión se desarrolla, el lazo se acorta. Bajo la influencia del principio vital material del embrión, el periespíritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une molécula a molécula al cuerpo que se forma. Por eso es posible decir que el Espíritu, por intermedio de su periespíritu, se enraíza en cierto modo en ese germen, como lo hace una planta en la tierra. Cuando el embrión llega a la plenitud de su desarrollo, la unión es completa, y entonces nace a la vida exterior.

Por un efecto contrario, esa unión del periespíritu y de la materia carnal, que se efectúa bajo la influencia del principio vital del embrión, cesa cuando ese principio deja de actuar, a consecuencia de la desorganización del cuerpo.

- Allan Kardec- La Génesis

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                                             EL MAL

Si tenemos en cuenta que en el Universo no hay más que una única fuente creadora de energía, la Fuente Divina o Dios, y que de esa fuente fluye constantemente la Energía Dios- Amor, Vida, Ley, Orden, Unión, Sentimiento, Inteligencia, Sabiduría, Armonía, Equilibrio, Fuerza,- podremos deducir y afirmar que el mal no ha salido de la Fuente Divina y, por lo tanto, no ha sido creado, no tiene entidad propia, no tiene existencia individualizada. Solo “es” y tiene existencia eterna aquello que ha salido del Seno divino, aquello que ha sido creado por el Designio Divino. El Mal no está en la esencia de Amor Divino, por tanto el mal, no”es”.

  Sin embargo todos diremos que el mal existe porque lo estamos viendo cada día, que el mundo está lleno de mal, que continuamente se realizan actos malos, criminales y perversos, que el mal tiene más potencia que el bien en nuestro planeta, que el mal alcanza formas muy estudiadas a través de los rituales mágicos.

   La historia humana nos enseña que el hombre se ha sentido siempre influenciado por el “mal” y algunas veces, hasta dominado por “entidades del mal”, por “fuerzas del mal”. La idea de que el mal era una entidad real condujo al hombre a darle una categoría superior, a considerarlo como una forma de la divinidad, como una entidad que tenía fuerza y poder por encima de la capacidad humana, y por ello lo deificó. En todas las culturas se crearon dioses del mal, malignos, que necesitaban sacrificios y adoraciones para aplacarlos y conseguir que su fuerza negativa  no alcanzara al hombre.

   El grado de valoración que el Ser humano ha dado al “mal” ha sido alto y continúa perdurando hasta nuestros días. Actualmente podemos ver como todas las religiones nos hablan del “castigo de Dios”, de “las penas eternas del infierno”, de “la condenación eterna”, de “la maldición divina” y de imágenes que nos muestran a Dios irritado, enfadado, castigador, cruel, despiadado, en una palabra: “malo”.

   Se ha dicho al hombre que debe ser “temeroso de Dios”, que debe tener “temor de Dios”, aunque lo suavicen al decir que es el “santo temor de Dios”. Y es que en la conciencia humana se ha formado a través de los tiempos, una imagen incorrecta de Dios, más parecida a una condición humana que a una condición divina, y por ello no se ha comprendido la realidad divina ni se ha entendido el significado de los atributos de Perfectibilidad y de Inmutabilidad, así como tampoco se ha comprendido la verdadera realidad de la Creación ni de las Leyes Divinas que la rigen y que  determinan como deben ser los diferentes componentes que configuran todo lo creado y qué caminos deben seguir. Estos desconocimientos son  los que han propiciado que la mente humana creara y formara las imágenes de las entidades malignas como el Demonio, Satanás, Lucifer y todos los demonios a los que  se les ha situado y concedido una fuerza maligna opositora a Dios, como si Dios estuviera en un plano de igualdad o nada pudiera hacer ante sus opositores.

   Aún se admite como “Libro Sagrado” que contiene la “palabra de Dios” el conjunto de libros del Antiguo Testamento que componen la primera parte de la Biblia. Se admite y se acepta al pie de la letra, todo lo que se dice en dichos libros, porque “ha sido dicho por Dios”, sin pensar ni razonar si lo que se dice que él dijo es armónico con su Esencia de Amor y coincidente con sus Leyes. Esta aceptación generalizada es la que nos tiene que hacer pensar y caer en la cuenta, de la enorme influencia y del gran arraigo que la idea del “mal” ha conseguido tener en nuestros Espíritus, ya que no es más que el concepto del “mal” que tiene predominio en nuestros pensamientos, el que nos hace admitir como correcto y “verdadero”, el hecho de que Jehová o Dios, ordene a los israelitas que aniquilen a los pueblos vecinos porque no siguen sus leyes y porque el “pueblo escogido” es el que debe tener la “tierra prometida”.

   Con la aceptación del mal como algo connatural en la Creación, se forma en el Ser humano un estado de disposición interna que le conducirá a admitir fácilmente la “división” entre Seres creados y aceptará, como si fuese una realidad eterna, la existencia de Seres buenos y malos, de ángeles “caídos” y de “Espíritus puros”, de “Espíritus del Señor” y de “Espíritus de las Tinieblas”.  Al creerlo como verdadero y elevarlo a la categoría de “auto de fe” por los dignatarios de las iglesias, les proporciona una base desde la cual nos hablarán de la existencia real del demonio y de la lucha que debe mantenerse en contra de él. Se le da tanto valor y capacidad al poder del “mal”, al demonio, que deben prepararse  verdaderos especialistas para luchar contra él, capaces de exhorcitar al demonio cuando dicen que ha tomado posesión de un cuerpo humano.

   El mal es una constante en el Ser humano desde sus primeras encarnaciones hasta la actual Era evolutiva. Nuestros Espíritus han creído y creen aún, en la identidad del mal, en la personificación del mal, en  las altas potestades del mal, en los ángeles malos.

    Si hemos dicho que el mal no ha sido creado, que no existe como tal, y por otro lado apreciamos como la mente humana lo admite como verdadero, entonces deberemos preguntarnos: ¿ qué es el mal? ,¿cómo se forma y aparece?. Para dar respuesta a estas preguntas analicemos  si pudiera ser que el “demonio”, figura alegórica del Espíritu del mal, se encontrase donde quiera que haya espíritus encarnados en la materia.

    Lo primero que se desprende de esta reflexión, es que el demonio es, en efecto, una figura alegórica y no una realidad, y que el Espíritu del mal lo encontramos donde haya espíritus encarnados en la materia, y no en otro lugar. El razonar y el buscar el por qué el Espíritu del mal se encuentra solamente en donde haya espíritus encarnados en la materia, nos conducirá a dar respuesta a las preguntas anteriores y nos aclarará lo que podemos entender como “Espíritus del mal”. Esto nos será necesario para poder comprender las razones en las que se basan los Seres de Luz para programar muchas encarnaciones y determinar las pruebas concretas que deben figurar y contenerse en la encarnación.

   Será importante que entendamos con claridad qué es y qué debemos entender por Espíritu del mal, porque nos ayudará a conocer como actúa y por qué actúa de la forma como lo hace, aunque sepamos que toda la acción esté sujeta y controlada por Entidades Superiores, responsables de mantener el Orden Cósmico, que son las que determinarán el grado de influencia que pueden producir los Espíritus del mal con sus acciones y, también adónde pueden producirla y adónde no.

   El conocimiento de cómo tiene lugar el movimiento de la energía negativa por parte de las personas que se mueven en vibraciones bajas o malas, nos permitirá eliminar la confusión y la ignorancia que existe en relación al “al” como elemento de acción entre los Seres. Sabremos qué posibilidades tiene una persona que esté vinculada al Espíritu del mal, de hacer llegar a otra persona sus malos pensamientos. De ese modo podremos borrar los miedos y los temores que crea la ignorancia sobre lo que es la “magia negra”, el “mal de ojo”, el “Trabajo maligno”, o cualquier otra imagen que la mente humana haya formado sobre la acción de la energía del mal. Podremos saber cuáles son las condiciones que deben darse para que nos pueda afectar un pensamiento, un sentimiento, un deseo o una acción, que una persona puede dirigir hacia nosotros. Lo que tantas veces se oye decir: “me están haciendo mal”, “me están haciendo un trabajo”, “me han hecho vudú”, para saber en qué medida es posible que tenga lugar y nos afecte, se requiere un conocimiento lo más exacto posible de la Ley de Vibración Energética y de la Ley de Afinidad Vibratoria, ya que este conocimiento, de producirse el hecho, nos permitirá saber cómo podemos neutralizarlo o impedir que nos alcance.

   Como hemos visto anteriormente, el mal es el efecto o la consecuencia de nuestras ignorancias, de nuestras actuaciones contrarias a la Ley Divina del Amor y a la Ley de Fraternidad. Sabemos que toda ignorancia deberá ser sustituida por el conocimiento conveniente que conduzca al Ser a tener la argumentación y las razones firmes que le permitirán no incurrir de nuevo en el error,. Y sabemos que los conocimientos se adquieren por medio de las pruebas y las situaciones diversas que obligatoriamente deberemos de pasar y vivir en una nueva encarnación, que habrá sido programada básicamente para que se alcance el objetivo de separarnos del “mal”.

   Pero recordemos que las situaciones negativas aparecen y se inician con el ejercicio equivocado de la libertad del Ser. El Ser es libre de actuar si lo desea, puede moverse por el camino del mal, por el camino contrario al señalado por las Leyes Divinas.

   Cualquier actitud negativa, como puede ser la formada por los celos, la envidia o el resentimiento, es generadora de fuerzas internas capaces de originar impulsos, en aquellos Seres que no tienen el conocimiento de las Leyes  Divinas bien asimilado, que le llevarán a desear el mal a la persona que es el punto de origen de la actitud negativa. Si estas actitudes negativas producen un cierto efecto a la persona que las recibe, la persona que las emite puede sentir una sensación de poder, una sensación de estar por encima de la voluntad de sus semejantes y dar lugar a que, sintiéndose orgullosa de su poder, persista en su actuación maligna, produciendo mayores energías negativas, que reiteradamente dirigirá hacia los Seres que están en su entorno. En estas circunstancias, este Ser se habrá convertido en un Ser malo, dominado por la energía del mal que él mismo ha generado y que no le será posible escapar a su influencia y dominio, ya que esta actitud ha cerrado, por falta de afinidad vibratoria, toda posible comunicación con el Ser espiritual que es su protector y que es quien podría ayudarle a tomar el camino correcto, sino todo lo contrario, sus vibraciones le relacionan estrechamente con las entidades espirituales negativas que, por afinidad, le darán mayor fuerza a sus vibraciones bajas.

   Cuando llega el momento de desencarnar para el Ser que reiteradamente ha generado energías negativas, produciendo formaciones energéticas densas, inevitablemente arrastrará consigo todo el campo vibratorio generado por él y este campo negativo continuará aislándole de la influencia de su protector por falta de afinidad vibratoria, y lo sumirá en la densidad vibratoria baja, oscura y negativa, que será apoyada por entidades afines a dichas energías. Se habrá convertido en un Espíritu del mal.

   El Espíritu del mal sentirá satisfacción en poyar y alentar a los Espíritus encarnados que generan las vibraciones negativas de los defectos morales.

   Establecidos los lazos de afinidad entre él y el Ser encarnado que emite vibraciones parecidas a las suyas, le potenciará sus energías negativas y si persiste mucho tiempo, la afinidad vibratoria entre ambos, llegará a dominarlo por completo y a obligarlo a que se mueva y actúe en la dirección del mal, cada vez con mayor intensidad. Se habrá establecido una relación de dependencia entre el Ser espiritual malo y los Seres encarnados malos. Pero esta afinidad vibratoria no se basará en la relación de amistad o de fraternidad porque, siendo Seres de  vibración negativa, no pueden emitir ni sentir vibraciones positivas. La relación será siempre de dominio, de imposición, de sojuzgamiento, de desprecio e incluso de burla, por parte del Espíritu del mal sobre el Ser encarnado, el cual pasará a ser su instrumento en el campo físico. 

   Pero todo el movimiento citado, como sabemos, está controlado y registrado por las Leyes Divinas, cuyos ejecutores son los Seres espirituales guías y protectores, tanto del Ser espiritual malo como de los Seres encarnados malos.

   Aunque a los Espíritus del mal les parezca que pueden hacer lo que les plazca y pueden  ir allá donde les venga en gana, la realidad es que todos sus movimientos, todas sus acciones y todas sus emisiones de energía, están vigiladas y controladas por los Seres de Luz, con la colaboración de los guías espirituales y protectores.

 

  ( Art. Extractado por Mercedes Cruz Reyes de “La Encarnación y DESENCARNACIÓN del Ser espiritual”, de la Colección Ciencia Cósmica).

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¿ CUAL ES EL POR QUÉ DE LA DOCTRINA ESPÍRITA ?  

        Siempre me he hecho muchas preguntas, preguntas muy profundas. Son preguntas de esas que se llaman existenciales. Siempre he querido saber el motivo de mi vida, de la vida de todos nosotros. ¿Quién soy yo? ¿Por qué existo? ¿Por qué existen los demás? ¿Qué hacemos aquí? ¿Hemos venido a hacer algo en particular? ¿Por qué nacemos, por qué nos morimos? ¿De dónde venimos, a donde vamos? ¿Hay algo después de la muerte?

     Y ahí no acababa todo. Otras veces intentaba buscar la respuesta al gran número de injusticias que veo en el mundo. ¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué hay niños que desde su nacimiento, que en su vida han hecho daño a nadie, sufren tan atrozmente, por hambres, guerra, miseria, enfermedades, abusos, malos tratos, porque no los quiere nadie, mientras que otros nacen sanos, en un entorno feliz y son amados? ¿Y por qué unas personas enferman y otras no?. ¿Por qué unas personas viven mucho tiempo y otras mueren casi al nacer? ¿Por qué existe el sufrimiento, la maldad? ¿Por qué hay gente buena y gente mala, gente feliz y gente desgraciada? ¿Por qué he nacido en esta familia y no en otra? ¿Por qué me pasan estas desgracias a mí y no a otra persona? ¿Por qué le pasa tal  desgracia a otra persona y no a mí? ¿De qué depende todo eso?.

Otras veces eran preguntas respecto a los sentimientos. 
¿Por qué no soy feliz? ¿Por qué quiero ser feliz? ¿Cómo puedo ser feliz? ¿Encontraré un amor que me haga feliz? ¿Qué es el amor, qué son los sentimientos? ¿Qué es lo que yo siento? ¿Merece la pena amar?
¿Sufrimos más cuando amamos o cuando no amamos?

Supongo que tú, en algún momento de tu vida, también te las habrás hecho o te las sigues haciendo de vez en cuando. Pero como estamos tan entretenidos en nuestro día a día cotidiano, son pocos los momentos en los que nos las planteamos conscientemente y tenemos poco tiempo para dedicarnos a intentar resolverlas. Tenemos muchas obligaciones, tenemos muchas distracciones. Y como aparentemente no encontramos la respuesta y el buscarla nos hace sentirnos inquietos, preferimos dejarlas aparcadas en un rincón en nuestro interior, tal vez creyendo que así sufriremos menos.

¿Existe una respuesta a cada una de estas preguntas? Pero no una respuesta cualquiera, sino una respuesta que sea verdadera. ¿Existe una verdad? ¿Cuál es la verdad? ¿Dónde buscar la verdad? ¿Cómo reconocer la verdad?; he buscado durante mucho tiempo la respuesta en lo que se nos ha enseñado desde pequeños: las Religiones, la Filosofía, la Ciencia. Cada una tenía su cosmogonía particular, una forma de entender el mundo. Pero siempre parecía haber un límite, tanto en las religiones como en la ciencia, para explicar la realidad tal y como yo la percibía. Siempre he encontrado respuestas incompletas, incoherentes unas con otras, alejadas de la realidad, que seguían sin responder satisfactoriamente a mis preguntas. Por mucho que intentara profundizar, al final encontraba un muro infranqueable, la respuesta final que obstaculizaba mis deseos de indagar más y más. 

    La respuesta final que obtenía de la religión era, más o menos, esta: “Es la voluntad de Dios. Sólo él lo sabe. Nosotros no lo podemos comprender”. Es decir, que no podemos comprender por qué unos nacen en circunstancias más o menos favorables, por qué unos enferman y otros no, por qué unos mueren antes y otros después. No podemos comprender qué es lo que pasa después de la muerte, el por qué te ha tocado vivir con esta familia y no en otra, por qué en este mundo, y  por qué permite Dios que haya injusticias en el mundo etc., etc.


    La respuesta final que obtenía de la ciencia era más o menos esta: hay una explicación física para todo, pero no te la aclaran ni la demuestran; pero a nivel filosófico, las respuestas a casi todo son: “Es fruto de la casualidad” o “no puede demostrarse científicamente que tal o cual cosa exista o no”. Es decir, "no hay una razón por la cual existes, no hay un motivo particular por el que vivir. Si naces en las circunstancias en las que naces, más o menos favorables, es por azar. Si te toca estar enfermo o sano de nacimiento, nacer en una familia u otra, morirte antes o después, y no a otro, es por azar. No se puede demostrar científicamente que exista la vida antes del nacimiento, ni la vida después de la muerte. No se puede demostrar científicamente que exista Dios", etc.

     La mayoría de gente se posiciona en esas respuestas aprendidas y cuando quieres hablar con alguien sobre estos temas, los que son creyentes de la religión te responden más o menos en estos términos: “Es la voluntad de Dios. Sólo él lo sabe. Nosotros no lo podemos comprender.” Y los que se han posicionado como cientificistas o creyentes de la ciencia, que creen saber más que los del primer grupo, te dicen: “Es fruto de la casualidad” o “no puede demostrarse científicamente”.

Había otro tercer grupo de gente que me respondía: “Mira. No lo sé. No sé cuales son las respuestas a tus preguntas, pero no estoy interesado ni en pregúntarmelas ni en responderlas.”


     Y cuando les respondo a todos: “Lo siento pero esas respuestas no me sirven. No me sirven porque no responden a mis preguntas”, los primeros me dicen: “Es por falta de fe. Cuando tengas fe no te hará falta saber más”. Los segundos me dicen: “Es porque te falta instrucción. La Ciencia te dará la respuesta y verás que es la que yo te digo: “que está comprobado que no se puede demostrar científicamente”. Los terceros me dicen: “Tengo una hipoteca que pagar, una familia que mantener, un coche que pagar, un fin de semana para irme de viaje. No me calientes la cabeza con esos temas porque ya tengo algo en lo que ocuparme.”

   La Doctrina espírita me dio todas las contestaciones razonadas y lógicas a mis innumerables preguntas. Cada cual que saque sus conclusiones.

-Ángeles Calatayud Martínez-

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                                         LA TRANSICIÓN

                                                                                                                    

146.- ¿Es fatal el instante de la muerte? 
Con excepción del suicidio, todos los casos de desencarnación son determinados previamente por las fuerzas espirituales que orientan la actividad del hombre sobre la Tierra. Esclareciéndoos en cuanto a esa excepción, debemos considerar que, si el hombre es esclavo de las condiciones externas de su vida en el orbe, es libre en su mundo íntimo, razón por la cual, trayendo en su plan de pruebas la tentación de desertar de la vida expiatoria y rectificadora, contrae una deuda penosa aquel que se arruina, desmantelando sus propias energías. La educación y la iluminación de su intimidad constituyen el amor al santuario de Dios en nuestra alma. Quien las realiza en sí, en la profundidad de la libertad interior, puede modificar el determinismo de las condiciones materiales de su existencia, elevándola hacia la luz y hacia el bien. Los que eliminan, con todo, sus propias energías, atentan contra la luz divina que palpita en ellos mismos. De ahí lo complejo de sus deudas dolorosas. Y existen aún los suicidios lentos y graduales, provocados por la ambición y por la inercia, por el abuso o por la inconsideración, tan peligrosos para la vida del alma, como los que se observan, de forma espectacular, entre las luchas del mundo. Esa es la razón por la cual tantas veces se baten los instructores de los encarnados, por la necesidad permanente de la oración y de vigilancia, a fin de que sus amigos no fracasen en las tentaciones. 


147.- ¿Proporciona la muerte cambios inesperados y ciertas modificaciones rápidas, como es deseable? 
La muerte no prodiga estados milagrosos para nuestra conciencia. Desencarnar es mudar de plano, como alguien que se trasladara de una ciudad a otra, allá en el mundo, sin que el acto le altere las enfermedades o las virtudes con la simple modificación de los aspectos exteriores. Importa observar apenas la ampliación de esos aspectos, comparándose el plano terrestre con la esfera de acción de los desencarnados. Imaginad un hombre que pasa de su aldea hacia una metrópoli moderna. ¿Cómo se habrá, en la hipótesis de no encontrarse debidamente preparado frente a los imperativos de su nueva vida? La comparación es pobre, pero sirve para esclarecer que la muerte no es un salto dentro de la Naturaleza. El alma proseguirá en su carrera evolutiva, sin milagros prodigiosos. Los dos planos, visible e invisible, se interpenetran en el mundo, y, si la criatura humana es incapaz de percibir el plano de la vida inmaterial, es porque sus órganos sensoriales están adaptados solamente a ciertas percepciones, sin que le sea posible, mientras tanto, traspasar la ventana estrecha de los cinco sentidos. 


148.- ¿Qué espera el hombre desencarnado, directamente, en sus primeros tiempos de la vida después de la sepultura? 
El alma desencarnada procura naturalmente las actividades que le eran predilectas en los círculos de la vida material, obedeciendo a los lazos afines, tal como se verifica en las sociedades de vuestro mundo. Vuestras ciudades ¿no se encuentran repletas de asociaciones, de gremios, de clases enteras que se reúnen y se sindicalizan para determinados fines, conjugando idénticos intereses de varios individuos? ¿Ahí, no se abrazan los agiotistas, los políticos, los comerciantes, los sacerdotes, con el objetivo, cada grupo, de la defensa de sus intereses propios? El hombre desencarnado procura ansiosamente, en el Espacio, las aglomeraciones afines con su pensamiento, de manera de continuar el mismo modo de vida abandonado en la Tierra, pero, tratándose de criaturas apasionadas y viciosas, su mente reencontrará las obsesiones de materialidad, como las del dinero, la del alcohol, etc., obsesiones que se tornan su martirio moral de cada hora, en las esferas más próximas a la Tierra. De ahí la necesidad de encarar todas nuestras actividades en el mundo como la tarea de preparación para la vida espiritual, siendo indispensable para nuestra felicidad, más allá del sepulcro, que tengamos un corazón siempre puro. 


149.- ¿Poco después de la muerte, el hombre que se desprende de la envoltura material puede sentir la compañía de los entes amados que lo precedieron en la partida? 
Si su existencia terrestre fue un apostolado del trabajo y del amor a Dios, la transición del plano terrestre hacia la esfera espiritual será siempre suave. En esas condiciones, podrá encontrar inmediatamente a aquellos que fueron objeto de su afecto en el mundo, en la hipótesis de que se encuentren en el mismo grado de evolución. Una felicidad dulce y una alegría perenne se establecen en esos corazones amigos y afectuosos, después de las amarguras de la separación y de la prolongada ausencia. Entre tanto, aquellos que se desprenden de la Tierra, saturados de obsesiones por las posesiones efímeras del mundo y tocados por la sombra de las rebeldías incomprensibles, no encuentran tan de prisa a los seres queridos que los antecedieron en la sepultura. Sus percepciones restringidas a la atmósfera oscura de sus pensamientos y sus valores negativos les imposibilitan las dulces venturas del reencuentro. Es por eso que observáis, tantas veces, Espíritus sufrientes y perturbados ofreciendo la impresión de criaturas desamparadas y olvidadas por la esfera de la bondad superior, pero, que, de hecho, son desamparadas por sí mismas, por su perseverancia en el mal, en la intención criminosa y en la desobediencia a los sagrados designios de Dios. 


150.- ¿Es posible que los espiritistas vengan a sufrir perturbaciones después de la muerte? 
La muerte no presenta perturbaciones a la conciencia recta y al corazón amante de la verdad y del amor de los que vivieron en la Tierra tan solamente para el cultivo de la práctica del bien, en sus variadas formas y dentro de las más diversas creencias. Que el espiritista cristiano no considere su título de aprendiz de Jesús como un simple rótulo, ponderando la exhortación evangélica – “mucho se pedirá de quien mucho recibió”, preparándose en los conocimientos y en las obras del bien, dentro de las experiencias del mundo para su vida futura, cuando la noche del sepulcro hubiera descubierto a sus ojos espirituales la visión de la verdad, en marcha hacia las realizaciones de la vida inmortal. 


151.- ¿El Espíritu desencarnado puede sufrir con la cremación de los elementos cadavéricos? 
En la cremación, se hace menester ejercer la piedad con los cadáveres, postergando por más horas el acto de destrucción de las vísceras materiales, pues, de cierto modo, existen siempre muchos ecos de sensibilidad entre el Espíritu desencarnado y el cuerpo donde se extinguió el “tonus vital”, en las primeras horas siguientes al desenlace, en vista de los fluidos orgánicos que aún solicitan al alma para las sensaciones de la existencia material. 


152.- ¿La muerte violenta proporciona a los desencarnados sensaciones diversas de la llamada “muerte natural”? 
En la desencarnación por accidentes, los casos fulminantes de desprendimiento proporcionan sensaciones muy dolorosas para el alma desencarnada, en vista de la situación de sorpresa ante los acontecimientos supremos e irremediables. Casi siempre, en tales circunstancias, la criatura no se encuentra debidamente preparada y lo imprevisto de la situación le trae emociones amargas y terribles. Entre tanto, esas sorpresas tristes no se verifican para las almas, en el caso de las enfermedades dolorosas y prolongadas, en que el corazón y el raciocinio se tocan de las luces de la meditaciones sanas, observando las ilusiones y los perjuicios del excesivo apego a la Tierra, siendo justo considerar la utilidad y la necesidad de los dolores físicos, en ese particular, porque solamente con su concurso precioso puede el hombre liberarse del fardo de sus impresiones nocivas del mundo, para penetrar tranquilamente en los umbrales de la vida del Infinito. 


153.- ¿Si la hora de la muerte no hubiera llegado, podrá el hombre perecer bajo los peligros que lo amenacen? 
En los aspectos externos de la vida, y siempre que el Espíritu encarnado proceda de conformidad con los dictámenes de la conciencia recta y del corazón bien intencionado, sin la falta de ponderación de los precipitados y sin el egoísmo de los ambiciosos, toda y cualquier defensa del hombre reside en Dios.

 
154.- ¿Cuáles son las primeras impresiones de los que desencarnan por suicidio? 
La primera decepción que los aguarda es la realidad de la vida que no se extingue con las transiciones de la muerte del cuerpo físico, vida esa agravada por tormentos pavorosos, en virtud de su decisión teñida de suprema rebeldía. Suicidas hay que continúan experimentando los padecimientos físicos de la última hora terrestre, en su cuerpo somático, indefinidamente. Años seguidos, sienten las impresiones terribles del tóxico que les aniquiló las energías, la perforación del cerebro por el cuerpo extraño salido del arma usada en el gesto supremo, el peso de las ruedas pesadas bajo las cuales se lanzaron en el ansia de desertar de la vida, el paso de las aguas silenciosas y tristes sobre sus despojos, donde procuraron el olvido criminoso de sus tareas en el mundo y, comúnmente, la peor emoción del suicida es la de acompañar, minuto a minuto, el proceso de la descomposición del cuerpo abandonado en el seno de la tierra, agusanado y podrido. De todos los desvíos de la vida humana el suicidio es, tal vez, el mayor de ellos por su característica de falso egoísmo, de negación absoluta de la ley del amor y de suprema rebeldía a la voluntad de Dios, cuya justicia nunca se hizo sentir, junto a los hombres, sin la luz de la misericordia. 


EL CONSOLADOR – Transición -. Por el Espíritu Emmanuel – Chico Xavier


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