viernes, 19 de agosto de 2011

Promesas matrimoniales



En el acto del consorcio matrimonial, los conyugues realizan algunas promesas.
Prometen amar y respetar uno al otro, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe.
Extrañamente, muchas veces los votos formulados son olvidados en poco tiempo.
Los esposos se antagonizan. Crean dificultades uno para el otro. Y lo que comienza como un lindo sueño de amor, en muchos casos acaba con el   deshacer de la alianza, en medio de mucha amargura.
¿Dónde quedan las promesas del casamiento? ¿Dónde el amor eterno jurado tantas  veces, durante el noviazgo?
Tal vez se debería pensar en algunas promesas diferentes para el momento en que las personas se decidan a casarse.
Preguntas que los lleven a reflexionar. O que digan, de forma más explícita, lo que es amar y respetar uno al otro.
Estas son algunas de ellas:
¿Promete no dejar asumir el control de la vida del otro? ¿Promete tener en mente que él es un ser que antes de conocerle a usted, hacia parte de una familia,  y tenía amigos e ideales?
¿Promete respetar sus gustos musicales, aun mismo que usted no aprecie el tipo de música que a la persona le gusta?
Al final, ustedes  hacer un acuerdo de forma  de que cada uno oiga, en determinado tiempo, y en un volumen  acordado, la música que le guste.
¿Promete acompañar a su pareja cuando este desee ir al cine, al teatro o a la playa?
Puede ser que usted prefiera el futbol, conversar con los amigos. Más siempre hay la posibilidad de dialogar y establecer un momento para cada cosa, sin que nada quede olvidado o despreciado.
¿Usted promete ser paciente cuando encuentre la toalla de baño mojada  sobre la cama y pedirá otra vez y otra vez más para que el hecho no se repita?
¿Usted promete que dejará a su pareja conducir el automóvil, sin estar todo el tiempo diciendo que puso la marcha equivocada, que debe ir más rápido, que debe ir más despacio, que no sabe conducir?
¿Usted promete que, aunque la comida no sea la mejor del mundo, usted agradecerá el plato que fue hecho?
¿Usted promete no enojarse cuando las facturas acumuladas a final de mes,  aunque ambos hayan hecho lo posible para apretar el cinturón para reducir gastos?
 ¿Usted promete que amara a los hijos que generen o que adopten, sin jamás dejar se amarse uno al otro?
¿Usted promete que no se olvidará de decir Yo lo amo? ¿Y también usted es importante en mi vida?
¿Usted promete  no descuidarse, simplemente  porque se casó?  ¿Qué continuará  con su perfume,  tintar el cabello, prepararse para el otro, exactamente igual que lo hacía en el noviazgo.
¿Usted promete que no dejará al amor enfriarse, ni irse a la  pasión?
¿Usted promete que no contará todos los días las arrugas que fueron marcando el rostro de uno y el otro?
¿Ni hará comentarios desagradables con sus amigos sobre las dificultades de su pareja?
¿Usted promete que, al menos en el día del aniversario de la boda, sorprenderá  al otro con un delicioso café en la cama?
¿Usted promete ser eterno enamorado, aun mismo que no haya luna en el cielo, ni las estrellar brillando?
¿Con lluvia, frio o tempestad, quedará con su pareja?
¿En fin, usted promete que va a esforzarse para cumplir todas esas promesas?
Si a todo eso, uno al otro dijera si, entonces, con certeza, el casamiento duraría mucho tiempo, porque ambos no serán solamente marido y mujer.
Serán dos personas maduras, conscientes de que ambos  tienen defectos. También virtudes.
Y cada día, uno  en el otro buscará descubrir la virtud aun no desvelada.
Uno al otro incentivará en aquello en que aun no es tan bueno. Y uno al otro pedirá por favor, ayúdame, cuando lo precisara.
Y dará las gracias, toda vez que recibiera una dadiva, un cariño, una atención
Quien quiera que se adentre en el barco matrimonial y no desee ceder al otro, tiempo, comprensión y auxilio, difícilmente llegará al puerto de la felicidad.
¡Piense en eso!
Redacción de Momento Espirita


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