domingo, 21 de agosto de 2011

Educar los sentimientos



Todos los sentimientos parten del espíritu, pero existen los buenos y los malos.
Los sentimientos puros son elevados, crean ambiente de alegría y felicidad y vuelven a las criaturas valerosas y apreciadas. Los malos sentimientos prueban inferioridad y a veces son indicio de baja espiritualidad; esas criaturas viven siempre irritadas, malhumoradas, crean ambientes infelices, tétricos.
Un niño dotado de buenos sentimientos es querido, estimado y respetado. Alimentar los buenos sentimientos es apartar los malos.
Por tanto, es deber de todas las criaturas, principalmente aquellas que tienen hijos que educar, en formación del carácter, nunca crearán un ambiente de infelicidad para los hijos. Estos deben ver el semblante de sus padres siempre claros y nunca los oirán pronunciar palabras rencorosas. Cuando los padres perciben en sus hijos la inclinación para los malos sentimientos, deben tener el máximo cuidado de corregirlos, a fin de hacerlos desaparecer.
La espiritualidad se demuestra siempre por los sentimientos que los espíritus irradian. Todos los espíritus encarnan para rescatar faltas, crímenes practicados en encarnaciones anteriores. Nadie queda impune. Por eso se dice que debe haber reflexión, para que no sean practicadas malas acciones. Todo niño demuestra los sentimientos que poseían en la última encarnación, y no hay mejor oportunidad que la de la infancia, para combatir los malos sentimientos, para corregirlos, a fin de que los espíritus comiencen a aprovechar su tiempo, en esta encarnación.
Es de máxima necesidad que los padres tengan cuidado con sus hijos. Siempre que puedan, observen sus tendencias espirituales para ayudarlos o para corregirlos a tiempo. Enseñar al niño es grabar en mármol; aquello que en la infancia enseñasteis a vuestros hijos, estará grabado para siempre en su espíritu; no debéis olvidaros de que hay espíritus dóciles y espíritus rebeldes; para los espíritus dóciles hay siempre facilidad de inducirlos al camino del bien. Los espíritus rebeldes con dificultad se los guían para el camino de la virtud y del bien, pero ni por eso deben los padres desanimar. Su deber es trabajar para hacer que ellos se encaminen para el buen camino.
La rebeldía del espíritu es siempre una demostración de la necesidad de corrección, para él espiritualizarse. Hay quien no crea en la reencarnación del espíritu, ni tampoco en la evolución espiritual a través de las encarnaciones. Entre tanto, si quisieran pensar y razonar, verificarán que es un hecho que hay espíritus que se acuerdan de cosas pasadas, en una existencia lejana y, en la infancia revelan cosas que hacen meditar a los padres.
 Hay espíritus que en cuerpo de niño demuestran temperamentos de viejos, de niños experimentados, razonando con acierto, teniendo a veces frases de un cierto alcance que hacen la admiración de los que los oyen. Son espíritus de hecho viejos que desencarnaron hace bien poco tiempo, y que tienen ciertas reminiscencias de la vida pasada.
Hay, por tanto, necesidad de cuidar cariñosamente de la educación de esos espíritus, de su formación moral, pues, de la formación del individuo depende su éxito en la vida. De la buena formación espiritual del niño depende su futuro. Y como todos los padres desean la felicidad de sus hijos, es preciso que procuren desde ya hacer todo para que ellos sean felices en el futuro, para que ellos sean fuertes, para que ellos venzan en la vida. Tengan, pues el máximo cuidado en la educación de sus hijos, sepan darles no sólo el pan, sino también la educación, recordando siempre que el futuro de los hijos depende de la educación, depende de los principios que los padres les pueden dar ahora.
Todo en la vida tiene su explicación racional, y no podemos dejar de hacer sentir que, a pesar de padres cuidadosos educaron convenientemente a sus hijos y a pesar de muchas veces poseen muchos hijos, educándolos todos de la misma forma, hay unos que no siguen la misma ruta de los otros; esos son los espíritus rebeldes, aquellos espíritus reticentes a quien difícilmente los consejos y educación de los padres pueden producir efectos. Pero no deben por eso los padres dejar de cumplir su deber, porque no hay regla sin excepción y cuanto más cuidado tuvieron en la formación espiritual de los hijos mejor cumplirán sus deberes y nunca tendrán remordimientos de haber guiado inconvenientemente a los hijos en el camino de la vida.
Traducción del Grupo Espírita el Amor en Acción-España 
Assessoria Internacional da ABRADE-Brasil
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta


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