sábado, 13 de agosto de 2011

Enfermedades del alma



El cerebro humano sigue en la actualidad ignorado en su peculiaridad. El es un conjunto de equipos muy delicados para las tareas que le corresponden.

Pese a las notables conquistas alcanzadas por estudiosos especializados, una infinidad de funciones permanecen todavía por ser catalogadas y establecidas sus relaciones con la vida presente, comportamental y orgánica de los seres humanos.

En lo referente a la salud, su acción es decisiva en la criatura, pues es el codificador del pensamiento y quien dirige esa onda extraordinaria, que es la portadora de una energía poco conocida, pero definidora de rumbos en la existencia corporal.

Accionado por el Espíritu, que ejerce su control y que lentamente se va adueñando de todos los recursos que le son inherentes, en el se originan los complejos mecanismos que predisponen al equilibrio del individuo o a las variadas funciones que lo perturban y que se reflejan como enfermedades del más variado tenor.

Esto es así porque, a través del periespiritu que le transmite las necesidades de la evolución, debido a las impresiones tenues que este tiene grabadas, bajo la directriz del espíritu refleja las ondas mentales equivalentes, que se transforma en pensamientos saludables o enfermizos.

El cerebro procesa los fenómenos degradantes o resistencias que enfrenta la vida bacteriológica por medio del sistema inmunológico, asimilando o eliminando los factores kármicos de los actos anteriores del ser, en sus pasadas reencarnaciones, pues el cerebro es el centro de comando de toda la organización somática.

En razón de eso, da lugar a los tormentos de la conciencia de culpa, que se le graba en forma de auto-obsesión, reviviendo acontecimientos dañinos o congelantes de vivencias anteriores, de los que el espíritu no se puede liberar. Otras veces es un receptor fácil de ondas pensamientos sonorizados que lo agraden, dirigidos por adversarios vigorosos de ambos planos de la vida o afectos desventurados que transforman la pasión de la sensualidad en deseos enfermizos que terminan por afectar a aquel a quienes son dirigidos, si es que no posee la armonía interior o los hábitos saludables de la oración como de los pensamientos superiores, que lo impermeabilizan con relación a las continuas emisiones.

Los estados depresivos que proporcionan pensamientos pesimistas y nefastos, contribuyen ampliamente para el agravamiento del trastorno neurótico, abriendo también brechas para la instalación de obsesiones dañinas, propiciando la instalación de variadas dolencias.

Incubados en el organismo por mucho tiempo, los virus que permanecen inactivos cuando su anfitrión emite ondas vibratorias que vitalizan su organización, favorece la multiplicación devastadora, casi sin limites.

La victima ejerce un papel preponderante en el desarrollo o y destrucción de esos virus. En ese campo funcionan preponderantemente los sentimientos de culpa, de cólera, de desamor y de rebeldía que le ofrecen vitalidad al virus que destruye, que embiste contra el sistema de defensas y facilita la instalación de las enfermedades parasitarias, que siegan la vida física de las victimas que caen inermes.

Cuando el individuo se torna portador de cancer y su conducta mental se altera para peor, en razón de los pensamientos perturbados y tóxicos, es comprensible que las resistencias del psiquismo celular sufran la destrucción, facilitando la ampliación del campo degenerativo y por consecuencia, la instalación de metástasis irreversibles.

Estos acontecimientos tienen lugar en todos los procesos degenerativos del organismo – sean por contaminación, por traumatismos, por problemas genéticos- y en el pensamiento se encuentran los factores que pueden propiciar la recuperación, por lo menos parcial – cuando se trata de una efecto contundente de las acciones dolorosas del pasado – o la recuperación total – mediante la instalación de la salud.

Jesús siempre recomendaba a aquellos a quienes curaba que se cuidasen, evitando pecar, es decir, que no atentasen contra el equilibrio de las Leyes, a fin de que no les sucediese algo peor. La conducta malsana induce al pensamiento al vicio del cultivo de ideas perturbadoras que pasan a gravitar en torno de quien las emite, contribuyendo para su desequilibrio físico, psíquico y emocional.

Sean cuales sean las enfermedades, todas son estados anómalos del Espíritu, que los exterioriza en el cuerpo como un hecho depurador que le es necesario, con el fin de equilibrarse ante la Vida Activa de la cual procede y en la cual se encuentra.

La salud es el estado natural de la vida.

Jesús jamás enfermo, que se sepa, siempre se presento idealista y equilibrado ni aun cuando era instigado por las provocaciones. Nunca se excuso al trabajo, y al socorro a todos cuantos Lo buscaban, demostrando su perfecta estabilidad emocional y armonía física, en su condición de Espíritu Superior, cuya trayectoria quedó totalmente marcada por el amor y la acción dignificante.

El pensamiento es el agente catalizador de los acontecimientos que involucran al ser humano.

Es necesario que renovemos los pensamientos y siempre sin cesar para mejor, creando hábitos saludables y dinamizando las actividades enriquecedoras de bendiciones, a fin de que nuestro estado sea de bienestar en todas las actividades humanas.


Trabajo realizado por Merchita

Extraído del libro “Días Gloriosos” Juana de Angelis (Divaldo Pereira Franco) 

( Os invito a visitar mi otro blog " el espírita albaceteño".-  elespiritadealbacete.blogspot.com

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