“La fe, en el hombre, es el sentimiento innato de su destino futuro; es la conciencia que tiene de sus facultades inmensas, cuyo germen fue depositado en él, primero en estado latente, y que debe hacer germinar y crecer por su voluntad activa”.
(El Evangelio según el Espiritismo, Allan Kardec, Capítulo
XIX, ítem 12 – “La fe divina y la fe humana”. 39ª Edición, IDEMensaje
Fraternal, p. 258)
Todas las criaturas humanas son espíritus inmortales creados por Dios
en la condición de simples e ignorantes, poseyendo en germen las potencialidades, a fin de poder crecer hasta el grado máximo de perfección moral y espiritual que les corresponde alcanzar.
La vida es evolución para todas las cosas y seres del Universo. Quieran o no, todos los espíritus tendrán que aprender (unos más rápido, otros más lento), renovarse y progresar siempre para el Reino de Dios. Esto es fatalismo evolutivo.
Dios nos acompaña con el infinito corazón de padre bondadoso, amoroso y misericordioso. Nunca nos abandonó, a pesar de creer que Él nos dejó entregados a nosotros mismos, con nuestras flaquezas, maldades, violencias,sufrimientos, dificultades, obsesiones y ceguera espiritual.
Caminamos hacia el Reino de la Luz, a través de la fuerza espiritual de la fe. La fe es el ansia incontenible de Dios en cada espíritu. Dios, en su esencia, es Ley y Amor, Vida y Luz, Verdad y Paz…Esta sed no es de agua material para atender al cuerpo transitorio, es sí, de agua espiritual que satisface plenamente el alma vacía de luz, pobre de amor verdadero y enferma por las imperfecciones morales.
El sentimiento íntimo de la fe tuvo su inicio con los primeros hombres que habitaron la Tierra. Eran los hombres primitivos (prehistoria) , aún con pequeño potencial de inteligencia, diminuta capacidad de raciocinio,plenamente dominados por los instintos y necesidades básicas de la vida corporal. El espíritu buscaba la materia y la materia atendía a sus necesidades más sencillas e inmediatas. Así eran los hombres en los primeros días de la inteligencia, en las primeras manifestaciones de su razón obscurecida. Tanto el hombre como la mujer, en aquel período oscuro de la historia humana,tenían cuerpos groseros, vivían como animales, atendían a sus necesidades básicas de comer, beber, descansar, dormir, buscar la caza y el alimento.
Practicaban el sexo solamente en la época de celo. Pero, alguna luz ya fluía en su cerebro y su inteligencia trabajaba un poco más allá del instinto. Era el espíritu humano en sus primeros tiempos en la cuna de la humanidad.
El espíritu nace con el sentimiento innato de la existencia de Dios. En El libro de los Espíritus, Capítulo I, pregunta número 6, los Espíritus Sabios afirman que ese sentimiento ya estaba infundido en el espíritu de los salvajes que habitaron varias regiones de nuestro Planeta, en las eras prehistóricas.
Ese sentimiento íntimo guardado en la conciencia de cada espíritu es la marca del Creador en la criatura, la luz divina en las profundidades del “yo” que acompañó al hombre ancestral, partiendo desde la cuna de la humanidad.
La expresión inicial de fe del hombre primitivo fue el sentimiento de MIEDO, como el espíritu Emmanuel esclarece:
“Nacida en la cuna rústica del temor, la fe inició su apostolado,enseñando a las tribus primarias que el Poder Divino guarda las redes de la suprema justicia, infundiendo respeto a la vida y perfeccionando el intercambio
de las almas”. (Derrotero, Emmanuel, Francisco Cândido Xavier, Lección 10:“Religión”, página 48, 6ª edición – FEB).
( Ver también el blog elespiritadealbacete.blogspot.com )
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