- Chico Xavier -
( Continuación del anterior )
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El 6 de febrero de 1832, cuando contaba veintiocho años de edad, Rivail contrajo enlace con la señorita y profesora también, Amelia Gabriela Boudet. Ella le llevaba nueve años, pero demostraba diez menos que él, pues tenía a la sazón treinta y siete anos de edad, dado que había nacido el 23 de noviembre de 1795. Por ese tiempo Rivail era director del Instituto Técnico Pedagógico (sistema Pestalozzi) de la calle Sevres 35, en París. El socio de Rivail era su tío materno, quien adolecía de la pasión del juego, motivo que le ocasionó grandes pérdidas de dinero y la ruina de su sobrino. El profesor Rivail solicitó entonces la liquidación del Instituto, del cual quedaron 45.000 francos para cada uno de los socios. Esa cantidad fue depositada por los esposos Rivail en manos de uno de sus íntimos amigos, comerciante, quien realizó muy malas operaciones que lo llevaron a la quiebra, sin dejar nada para los acreedores. Estaba lejos de ser próspero el futuro del ayer joven estudiante eximido del servicio militar, pero su labor de educacionista (ésta es la profesión que hace figurar en su acta de casamiento), la atención de tres contabilidades que llevaba y el éxito de sus obras didácticas, tuvieron la virtud de recuperarlo económicamente. En este período que va de 1835 a 1840 organizó en su morada de la calle Sèvres cursos gratuitos de química, física, astronomía y anatomía comparada.
Prosiguiendo su carrera pedagógica, el profesor Rivail hubiera podido vivir feliz, honrado y tranquilo, rehecha su fortuna merced a una labor fervorosa y al brillante éxito que coronaba sus esfuerzos, pero su destino le llamaba a una más pesada tarea, a una obra mayor que habría de mostrarlo siempre a la altura y dignidad de ella.
En 1854, el profesor Rivail oyó hablar por primera vez de las mesas giratorias a su amigo Fortier, magnetizador, con quien mantenía relaciones por motivos de sus estudios sobre magnetismo, los que realizaba desde los diecinueve años. Fortier le dijo un día: “He aquí una cosa extraordinaria; no solamente se hace girar una mesa, magnetizándola, sino que se la hace hablar: se la interroga y ella contesta”. “Esto -respondió Rivail- es otra cuestión; yo creeré en ello cuando lo vea y se me haya probado que una mesa tiene cerebro para pensar, nervios para sentir y que pueda convertirse en sonámbula. Hasta entonces, permitidme que no vea en ello más que un cuento para niños”. Continuará....
(Ver elespiritadealbacete.blogspot.com )
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