jueves, 7 de julio de 2016

Quienes son nuestros hijos


                  QUIENES SON NUESTROS HIJOS
           

Queridos amigos, hola buenos días,  seguramente tú amiga, eres una de aquellas madres fervorosas  que aman a sus hijos pese a sus múltiples  defectos, estás decepcionada, pero puede más tu amor, y continuamente te ves precisada a disculpar sus reacciones adversas.
Muchas veces, en tu dolorosa romería junto a el, te preguntas quien es este ser que tanto te está haciendo sufrir, y padecer, quisieras dar marcha atrás y no haber emprendido la experiencia de ser madre, y desearías que desapareciera de tu vida, (hay muchas madres desesperadas, que no encuentran solución para atender a hijos ingratos, tiranos, que se complacen en hacerles sufrir, y hacer del hogar un infierno)…
Nuestros hijos, tanto como nosotros mismos, son seres humanos que ya vivieron antes. Traen en sí todo un pasado más o menos largo de experiencias, equivocaciones, victorias, realizaciones, y por consiguiente, un programa que ejecutar en la vida que vuelven a empezar junto a nosotros. De la misma forma que no nos desintegramos en la nada al morir, tampoco hemos venido de la nada cuando nacimos de nuevo en la carne. Todo es continuidad, etapas que se suceden, en ciclos alternados, aquí y más allá, todos somos seres creados por Dios sí, pero hace mucho, mucho tiempo, y no en el momento de la concepción o en el instante del nacimiento, para “ocupar” un nuevo cuerpo físico.
Todo aquello, todo, en cuanto venga a chocar con esta verdad, tiene que ser desaprendido, si es que estamos realmente empeñados en hacer de nuestra vida un proyecto inteligente de evolución hacia la perfección espiritual.
Sin esta idea concebida, todo se desmorona ante nosotros, porque pensamos injustamente, en la injusticia de Dios que nos trata con diferencia a nuestro hermano.

. Lo cierto es que responsabilidad tienes siempre, sea cual fuere el hijo o hija, brillante o deficiente, amigo o no tan amigo, sano o enfermo, comprensivo o rebelde.
       Por algún motivo, que un día llegarás a conocer, él fue encaminado, atraído o invitado a venir para tu compañía. Difícilmente será un extraño total, cuyos caminos jamás se hayan cruzado con los tuyos en el pasado. No olvides que también tú eres un ser renacido.
       El niño es un espíritu que nos ha sido confiado durante cierto tiempo. Raramente es un ser moralmente perfecto y acabado. No es, tampoco, a no ser en casos raros, un demonio de maldad espantosa. La condición de ángel y los más tenebrosos grados del descarriamiento moral son extremos que, al revés de lo que solemos decir, no se tocan. Aquel que se pasa milenios, vida tras vida, en la sistemática práctica del error deliberado, acaba por descender tan hondo en la escala de los valores morales, que habrá de recorrer un larguísimo y penoso camino para retornar. Es difícil, pero no imposible, la tarea de la conquista de la paz.
       No hay ángeles, ni demonios, únicamente criaturas que mucho se han perfeccionado o se descarriaron, pero que siguen siendo seres humanos. Las almas o espíritus designados para animar los cuerpos físicos de nuestros hijos son seres en evolución, como nosotros mismos, y por alguna razón estamos ligados a ellos por ciertos vínculos o compromisos.
       El niño tiene que emprender un nuevo aprendizaje de la vida en las condiciones en que ha renacido. Tendrá que familiarizarse con el nuevo cuerpecito que ha recibido, aprender el idioma de su pueblo, así como retomar conocimientos generales, habilidades manuales, como el dibujo, la escritura, la manipulación de instrumentos, aparatos, herramientas y demás. Tendrá, en fin, que readaptarse al medio en que ha venido a vivir, lo mismo que a las personas que le rodean como padres, hermanos, parientes, vecinos, amigos, etc., muchos de los cuales puede que incluso ya los conozca de vidas pasadas.
       Es inevitable y necesario ese nuevo aprendizaje porque el recuerdo inconsciente del pasado se va borrando, para él, en el momento en que empieza a despertar en el cuerpo físico. La conciencia de un lado de la vida generalmente se conecta cuando se apaga la del otro lado. Es como si estuviésemos dotados de un interruptor con dos terminales. Al encender una lámpara, automáticamente apagas la otra. Para acordarte de tu pasado, es preciso desligarte del cuerpo físico, cuando duermes, por ejemplo, o cuando estás desmayado. En esos momentos la conciencia no está presente. A decir verdad, la conciencia no se apaga en un lado para encenderse en el otro, sino que únicamente se desplaza de uno al otro lado, o sea, va juntamente con el espíritu, que tiene la costumbre de desligarse parcial y temporalmente del cuerpo físico que le sirve de albergue y de instrumento.
Como todos los encarnados estamos en la función de aprender, y pagar nuestras  deudas, a ti que eres madre te corresponde el deber de educar  a tu hijo para a ser posible sea un hombre de bien, por ti no ha de quedar, tu esfuerzo, tu amor y dedicación hacia el, es la base, imprescindible, que no le ha de faltar nunca,  pero el conseguirlo le corresponde a el, cuando salga del periodo educacional que todas las madres saben dura hasta cierta edad, después el ha de caminar con todas las enseñanzas recibidas, a la conquista de sí mismo, tarea impostergable de cada alma en esta vida. El niño es un espíritu que nos ha sido confiado durante cierto tiempo.
     Los niños no vienen con esos bien editados folletos impresos que explican minuciosamente cómo funcionan los aparatos que adquirimos en las tiendas. No traen un manual de instrucciones, que enseña cómo debemos abrir el envoltorio, sacar el aparato de la caja, instalarlo y hacerlo funcionar. Tampoco traen certificado de garantía, que se pueda presentar al comercial autorizado juntamente con la nota de compra, caso traiga algún defecto de fabricación.
Tal como nos vienen, hemos de aceptarlos y cobijarlos en nuestro corazón, hasta que sean adultos y emprendan su camino, Sea cual fuere la situación, no es por casualidad que aquel espíritu se acerca a ti, en busca de la oportunidad del renacimiento. Sea cual fuere la condición, a los padres incumbe asumir la responsabilidad de aquello que de forma deliberada o inconsecuente han provocado, es decir, el inicio de un proceso de gestación, que continua, una vez que ha nacido, durante toda su vida, porque las madres que son madres, siempre están pendientes de que es lo que les sucede a sus hijos, tanto lo bueno, como lo malo, hasta que uno u el otro parte al otro  lado de la vida… Así es la vida,
Amigos os deseo un feliz viernes que Dios os ilumine a todos. Merchita

Extraído del libro “nuestros hijos son Espíritus (Herminio C. de Miranda) y de mi  sentir 

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EL DERECHO AJENO


El respeto al derecho ajeno es la paz 

La frase célebre del político liberal mexicano Don Benito Juárez, "Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", fue enunciada el 15 de julio de 1867, en un manifiesto expedido poco después de entrar triunfante en la Ciudad de México, tras la derrota y fusilamiento de Maximiliano I de México de Habsburgo y el derrocamiento del Segundo Imperio. 

El respeto al derecho ajeno, a las diferencias, a los gustos, a la forma de actuar, a la religión a la preferencia sexual: Respeto que se manifieste en toda ocasión, de cualquier manera, en cualquier lugar. Con grandes, con adultos, con ancianos, con niños y adolescente, con infantes, con los que no han todavía nacido: RESPETO, respeto en las escuelas a los maestros, respeto de los maestros a las diferencias de aprendizajes de los diferentes niños, respeto a la forma que vista, si estas no rompen la reglas morales de la institución. No juzgar...respetar la diferencia, las idean que no compartimos, las opiniones diversa, los puntos de vista diferentes, las diferentes Fe y forma de adoración, las diferentes religiones, por lejanas o extrañas que nos parezcan. El respeto entre compañeros, en el trabajo, en las escuelas...cesarían loas abusos tan comunes hoy en día, el llamado bullies o abusadores de niños a otros niños....solo se necesitaría algo de respeto, algo de educación. 

Pero seamos sincero: esa educación comienza en la casa, en el hogar, en la disciplina y ejemplo e los padres hacia sus hijos. De la firmeza y el amor con que son ensenados y criados. Esa disciplina y respeto hacia la vida comienza antes de la fecundación...comienza con el respeto hacia el feto, hacia el bebe que va a nacer, comienza con el respeto del padre o del hombre hacia la mujer que ha concebido un hijo...continua cuando el niño nace....a cada instante, cada palabra, cada pensamiento de respeto o no. Cada acción por parte del padre o de la madre...padres borrachos, padres drogadictos, padres violentos, jamás ensenaran a sus hijos el valor del respeto. Comencemos a respetar, al anciano que va de pie en el bus, comencemos a respetar a la indefensa mujer que para ganarse el pan de cada día, trabaja horas y horas limpiando casa, vendiendo pequeños artículos en la calle.....respetemos, respetemos las señales de tráfico, lugares en las filas, policías, camareros, sirvientes...RESPETEMOS, "que el respeto al derecho ajeno, es la Paz" 
REY FORMOSO

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 Fraudes espíritas 

-Aquellos que no admiten la realidad de las manifestaciones físicas le atribuyen generalmente al fraude los efectos producidos. Esas personas se basan en el hecho de que los prestidigitadores hábiles hacen¡ cosas que parecen prodigios cuando no se conocen sus secretos; de donde concluyen que los médiums no son más que escamoteadores. 

Ya hemos refutado ese argumento, más bien esa opinión, especialmente en nuestros artículos sobre el señor Home y en los números de la Revista de enero y febrero de 1858. Solamente diremos, pues, algunas palabras sobre eso antes de hablar de algo más serio. Del hecho de que hay charlatanes que venden drogas en las plazas públicas y hasta médicos que, sin ir a la plaza pública, engañan la confianza, ¿se concluye que todos los médicos son charlatanes y el cuerpo médico es perjudicado en su reputación? Del hecho de que hay personas que venden tinte en lugar de vino, ¿se deduce que todos los vendedores de vino son falsificadores y que no hay vino puro? 

Hay personas que engañan en todo, incluso en las cosas más respetables, y se puede decir que el fraude tiene también su ingenio. Pero el fraude siempre tiene un objetivo, un interés material cualquiera; donde no hay nada que ganar, no hay ningún interés en engañar. Por eso, hemos dicho, en nuestro número anterior, en relación a los médiums mercenarios, que la mejor de todas las garantías es el desinterés absoluto. 

Esa garantía, se dirá, no es la única, pues, en materia de prestidigitación, hay aficionados muy hábiles que sólo tienen como objetivo divertir a una sociedad y no hacen de eso una profesión; ¿no puede suceder lo mismo con los médiums? Sin duda, alguien se puede divertir un instante al divertir a los otros, pero para pasar horas enteras en eso, durante semanas, meses y años, sería necesario verdaderamente estar poseído por el demonio de la mistificación, y el primer mistificado sería el mistificador. No repetiremos aquí todo lo que ha sido dicho sobre la buena fe posible de los médiums y de los asistentes que pueden ser el juguete de una ilusión o de una fascinación. Hemos respondido a eso veinte veces, así como a todas las otras objeciones, lo que se puede leer, sobre todo, en nuestra Instrucción práctica sobre las manifestaciones y en nuestros artículos anteriores de la Revista. 

Nuestro objetivo aquí no es convencer a los incrédulos; si ellos no son convencidos por los hechos, tampoco lo serán por los razonamientos: sería, pues, perder nuestro tiempo. Nos dirigimos, al contrario, a los adeptos para prevenirlos contra los subterfugios por medio de los cuales podrían ser engañados por parte de personas interesadas, por un motivo cualquiera, en simular ciertos fenómenos. Decimos ciertos fenómenos porque hay aquellos que desafían evidentemente toda habilidad de la prestidigitación, tales como, especialmente, el movimiento de objetos sin contacto, la suspensión de cuerpos pesados en el espacio, los golpes dados en diferentes lados, las apariciones, etc., e incluso algunos de esos fenómenos se podrían simular, hasta cierto punto, tanto el arte de la imitación ha progresado. 

Lo que se debe hacer en semejante caso es observar atentamente las circunstancias y, sobre todo, tener en cuenta el carácter y la posición de las personas, el objetivo y el interés que podrían tener en engañar: está allí el mejor de todos los controles, pues son tales circunstancias las que quitan todo motivo de sospecha. Establecemos, pues, como principio que se debe desconfiar de quienquiera que hiciera de esos fenómenos un espectáculo o un objeto de curiosidad y de diversión, que sacara de ellos un beneficio, por mínimo que fuera, y que se vanagloriara de producirlos a voluntad y en el momento oportuno. 

No sería demasiado repetir: las inteligencias ocultas que se nos manifiestan tienen sus susceptibilidades y quieren demostrarnos que tienen también su libre albedrío y no se someten a nuestros caprichos. De todos los fenómenos físicos, uno de los más comunes es aquél de los golpes interiores dados en la propia sustancia de la madera, con o sin movimiento de la mesa u otro objeto del que uno se sirve. Ahora bien, ese efecto es uno de los más fáciles de imitar y, como es también uno de aquellos que se producen más frecuentemente, pensamos que es útil revelar la pequeña estratagema por medio de la cual se puede engañar. 

Basta, para eso, poner las dos manos horizontalmente sobre la mesa y suficientemente cercanas para que las uñas de los pulgares se apoyen fuertemente la una contra la otra; entonces, por un movimiento muscular completamente imperceptible, se les hace experimentar un frotamiento que produce un pequeño ruido seco y que tiene una gran analogía con aquellos de la tiptología (1) interior. Ese ruido repercute en la madera y genera una ilusión completa. Nada es más fácil que hacer oír tantos golpes 
como cuantos se solicitan, una batería de tambor, etc.; así como contestar a ciertas preguntas por medio 
del sí o del no, de nombres, o incluso señalar las letras del alfabeto. 

Una vez que se está prevenido, el medio de reconocer el fraude es muy simple. No es posible hacerlo si las manos están alejadas la una de la otra, y si se está seguro de que ningún otro contacto puede producir el ruido. Los golpes reales ofrecen, además, esto de característico: cambian de lugar y de timbre a voluntad, lo que no puede suceder cuando el ruido se debe a la causa que señalamos o a toda otra análoga; salen de la mesa para surgir sobre un mueble cualquiera que nadie toca, contestan, en fin, a preguntas no previstas. 

Llamamos, pues, la atención de las personas de buena fe sobre esa pequeña estratagema y sobre todas las que podrían reconocer, con el fin de señalarlas sin miramientos. La posibilidad del fraude y de la imitación no impide la realidad de los hechos, y el Espiritismo sólo puede ganar al desenmascarar a los impostores. Si alguien nos dice: «Vi tal fenómeno, pero había superchería», contestaremos que es posible; nosotros mismos hemos visto a supuestos sonámbulos que simulan el sonambulismo con mucha habilidad, lo que no le impide al sonambulismo ser un hecho; todo el mundo ha visto a comerciantes que venden algodón en lugar de seda, lo que no impide que haya verdaderas telas de seda. Es necesario examinar todas las circunstancias y ver si la duda tiene fundamento; pero, en eso, como en todas las cosas, es necesario ser experto; ahora bien, no podríamos reconocer como juez de una cuestión cualquiera a aquel que no conoce nada de ella. Diremos eso también con relación a los médiums escribientes. 

Se piensa generalmente que aquellos que son mecánicos ofrecen más garantía, no solamente para la independencia de las ideas, sino también contra la superchería. ¡Pues bien! Es un error. El fraude se insinúa en todos los lugares, y sabemos con qué habilidad se puede dirigir, a voluntad, incluso una cesta o una tablilla que escribe y darles toda la apariencia de movimientos espontáneos. Lo que hace cesar todas las dudas son los pensamientos expresados, vengan de un médium mecánico, intuitivo, auditivo, parlante o vidente. Hay comunicaciones que están tan alejadas de las ideas, de los conocimientos e incluso del alcance intelectual del médium que sería necesario engañarse extremadamente para darle la honra de la autoría de esas comunicaciones. Reconocemos en la charlatanería una gran habilidad y fecundos recursos, pero no le conocemos todavía el don de conceder el saber a un ignorante o el ingenio a aquel que no lo tiene. 

Allan Kardec 

(1) N. de la T.: para más informaciones sobre la tiptología, ver El libro de los Médiums, de Allan Kardec, Segunda Parte, Capítulo 11

 De la Revista Espírita –Periódico de Estudios Psicológicos, 2 º año, nº 4, abril de 1859

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                  PRESENTIMIENTOS

Dijo no sé cuál poeta: «Está visto; no hay profeta como nuestro corazón».

Y en verdad que estuvo en lo cierto el que tal cosa dijo; porque indudablemente muchas veces se tienen corazonadas, se siente una voz interior que nos advierte que tenemos un peligro cerca, pero no se hace caso en la mayoría de las ocasiones, no se atiende a esos avisos misteriosos que nos dan nuestros deudos de ultratumba: yo creo que nos hacemos los sordos, porque cuando debemos pasar por las horcas caudinas pasaremos, a pesar de todas las advertencias y de todos los avisos; y en prueba de ello copiaré algunos fragmentos, o mejor dicho, trataré de sintetizar la extensa carta que me envía un espiritista desde Minas (Montevideo), contándome la desastrosa muerte de su hija María, que desde muy joven tuvo el presentimiento de que su desencarnación sería dolorosísima.

Era María una joven bellísima, buena, sensible, cariñosa, muy amante de la familia, especialmente de su padre, por el cual sentía verdadera idolatría.

A la temprana edad de diecisiete años un apuesto doncel la requirió en amores; ella correspondió a sus galanteos contenta de verse atendida y obsequiada; el pretendiente quiso llevar el asunto por la posta y puso el plazo de cuatro meses para efectuar el matrimonio, pero el padre de ella pidió un año de espera y hubo que concedérselo. Durante el año, aquellos volcánicos amores se fueron enfriando, hasta concluirse las relaciones con gran contento de María, que quedó tranquila. Tres años después, un segundo adorador ofreció a María su nombre y su amor. Ella manifestó vivísima satisfacción, pero al llegar el día de comprar su canastilla de boda, se abrazó a su padre y le dijo sollozando:

–Mi prometido es muy bueno, no tengo la menor queja de su comportamiento para conmigo, pero me asalta el horrible presentimiento que voy a ser muy desgraciada en mi matrimonio, me arrepiento por completo de mi determinación; no quiero separarme de ti, padre mío.

–Pero mujer replicó su padre –¿por qué no pensaste esto antes de dar tu palabra y yo la mía?

–Porque antes no sentía lo que siento hoy.

–¿Pero tú lo querías?

–Sí, muchísimo, pero ahora no lo quiero, estoy como si nunca lo hubiera tratado.

–¡En fin, hija, todo sea por Dios! Más vale que te hayas arrepentido ahora que estás a tiempo y no después.

No creas Amalia (me dice mi amigo), que mi hija fuera coqueta, ni tuviera poco juicio; era una niña modelo, querida por todo el mundo, porque era el cariño andando.

A los dos o tres años de lo acaecido, otro nuevo galán se enamoró perdidamente de María; ella le correspondió, y su padre receloso por los lances anteriores interrogó a su hija diciéndole que lo pensara antes de decidirse, y ella le aseguró que con éste estaba segura de no arrepentirse. Tuvieron dos años esas relaciones, sin el menor disgusto, y cuando llegó el momento de prepararlo todo para la boda, llamó María a su padre una mañana y le dijo con espanto: –Padre mío, ¡qué sueño tan horrible

tuve anoche! Soñé que me había casado y que el mismo día me había muerto; yo me veía muerta y a mi esposo al lado del cadáver; perdóneme el nuevo disgusto que voy a darle, porque yo no me caso, me inspira mi prometido la aversión más profunda desde anoche; no serviré para casada, está visto que debo quedarme soltera. Y a todo esto, María lloraba con el mayor desconsuelo y su padre no sabía qué decir, y el novio al enterarse, cayó gravemente enfermo salvándose por milagro.

Cumplió María treinta años, y un joven de veinte primaveras enloqueció por ella, y su padre, curándose su salud, le contó a él y a su familia lo acontecido con los novios de su hija, pero su relato no fue óbice para que las relaciones siguieran adelante y al fin se efectuara el casamiento, no sin que antes María dijera a sus amigas más íntimas:

«Estoy arrepentida de mi matrimonio, presiento una gran desgracia, un acontecimiento dolorosísimo, sé que voy a sufrir horriblemente, me parece que ya me atormentan los dolores, pero no quiero dar un nuevo disgusto a mi padre».

Se casó y a los dos meses de casada ella y su esposo volvieron a Minas y se instalaron en la casa de sus padres, y al conocer que iba a ser madre, dijo María a toda su familia, menos a su padre, que moriría irremisiblemente en el acto de alumbramiento. Ocho días antes de dar a luz llamó a su esposo, a su madre y a sus hermanas y a todos les suplicó que cumplieran fielmente su última voluntad, que la amortajaran con su traje de boda, y dispuso de todas sus alhajas y de su ropa, repartiendo cuanto poseía entre sus cuñadas y parientas más cercanas, dando mayor cantidad de objetos preciosos a las más pobres, a las más necesitadas. Todas a una le decían: –Pero ¿estás loca? Y ella replicaba, sonriendo tristemente: –Pronto veréis cómo se cumplirá mi presentimiento, no siento más que dejaros mi último retrato, y sólo pido que cumpláis mi postrera voluntad.

Su madre y sus hermanas creían que la dominaba el miedo, pero ella les decía: –Moriré, moriré, y de muerte espantosa. ¡Cuántos años he huido de pagar esta deuda! Al fin pagaré más parte de la que debo. Dios tenga misericordia de mí...

El padre de María ignoraba cuanto pasaba en su casa; todos callaron para no atormentarle antes de tiempo, y porque en realidad, creían que María deliraba o que veía visiones. Pero llegó el día del alumbramiento y su padre, excelente operador, al reconocerla creyó perder el sentido y salió del aposento de su hija llorando como un niño. La familia lo rodeó afanosa y todos preguntaron a la vez:

–¿Qué hay?

–Que se muere, que no hay remedio para ella.

–¡Deliráis!, dijeron todos.

–La ciencia no ha dicho aún su última palabra.

–La digo yo, replicó el padre sollozando, ¡no la martiricéis, todo es inútil!

–Imposible, gritó el marido de María.

–El cariño os ciega, dijeron los hijos, vengan los médicos.

Fueron los médicos, la operaron cinco veces y murió María, no sin antes tranquilizar a su padre diciéndole:

Ya sabía yo lo que me esperaba, ahora comprendo mi aversión al matrimonio: cumpliéndose mi presentimiento, ya tengo una deuda menos. Alégrate, padre mío.

Alegrarse no es posible ante el cadáver de un ser adorado. Mi buen amigo quedó profundamente impresionado por el trágico fin de su hija, gracias a que es un espiritista convencido, porque en su larga vida ha tenido pruebas irrecusables de la eterna vida del Espíritu. Un año antes de la muerte de María se le murió una niña de dos años, que le dejó también con su desaparición honda huella por la causa siguiente:

Años atrás fue mi amigo a ver a su anciana madre, que vivía muy lejos de Buenos Aires. Ella mostró mucho empeño para irse con su hijo a Minas, y él considerando la avanzada edad de aquélla, no creyó prudente exponerla a tan largo viaje, y le prometió que al año siguiente volvería a verla, y ella le dijo entonces:

- El año que viene ya será tarde, habré muerto, y habré muerto sin que tú me cierres los ojos, siendo que éste ha sido el deseo de toda mi vida, después que te estreche en mis brazos. Y la anciana acariciaba a su hijo como si éste fuera un pequeñito, y le repetía: –Llévame contigo, quiero que tú me cierres los ojos.

Mi amigo no accedió al deseo de su madre, y ésta murió lejos del hijo que adoraba, y a los dos meses de haber dejado su envoltura se presentó el Espíritu a su hijo, el que durante la noche, en particular de madrugada, se relaciona con sus deudos desencarnados, habla con ellos y cambia impresiones.

Su madre se le presentó tan cariñosa como siempre y cada dos o tres noches la veía; pasaron varios meses y la esposa de mi amigo dio a luz a una niña hermosísima, ya no se presentó más la madre de mi amigo, el que al ver a su hija acabada de nacer, sintió un estremecimiento extraordinario, miró a la niña fijamente y dijo a su esposa: - Mi madre está con nosotros, estoy seguro de ello.

A los siete meses, la niña comenzó a balbucear algunas frases y a su padre le decía nene; jamás le dijo papá, y nene le decía cuando era su madre, nunca lo llamó por su nombre, y lo acariciaba dándole palmaditas en las mejillas, como lo hacía cuando era su hijo.

Cuando cumplió dos años enfermó de convulsiones y veinticuatro horas antes de morir acarició a su padre con la mayor ternura; después extendió su diestra y con el dedo índice señaló el cielo y así permaneció breves momentos. Luego bajando la mano y con su dedito se tocó la frente y los ojos cerrándolos dulcemente. Luego los volvió a abrir y no dejó de mirar a su padre hasta que murió. Con besos y expresivos ademanes se despidió de todos, pero en particular de su padre, haciéndole las caricias más apasionadas. Mi amigo cerró los ojos de su hija, plenamente convencido que el Espíritu de su madre había venido a reclamar aquella última prueba de cariño.

En una niña de dos años fue muy significativo, el apoyar su dedito en los ojos y cerrarlos, para luego volverlos a abrir, llamarle siempre nene y nunca papá, acariciarle del mismo modo que lo hacía anteriormente; todo, en fin, le decía a su amigo que el Espíritu de su madre había venido desde el espacio, ya que él no quiso complacerla cuando ella con tanta insistencia se lo pidió.

Cuando se vive tan identificado con los seres de ultratumba, los azares de la vida se soportan con más energía, la muerte desaparece con todos sus horrores, porque se toca la realidad de la inmortalidad del alma, y ante hechos innegables hay que creer en la supervivencia del Espíritu, sin que por esto se deje de sentir la violenta sacudida que se experimenta ante el cadáver de un ser amado. Pero el dolor del espiritista convencido no llega nunca al paroxismo de la desesperación, porque junto al cuerpo inerte del ser que se llora, se alza el Espíritu grave y silencioso que animó aquel organismo. Se juntan la vida y la muerte, el ayer y el mañana, lo conocido, lo que hemos tratado y lo desconocido, lo misterioso, lo inexplicable, el ánimo no se sobrecoge, la sorpresa y el asombro no se apoderan de nosotros y se seca la fuente de nuestro llanto ante una nueva ansiedad, ante una nueva esperanza. ¡Se vive siempre! ¡Los seres que nos han amado no nos abandonan! ¡Podemos contar con su inspiración, con sus consejos, con su apoyo moral! ¡Cuánto hay que pensar en esto!... Y cuando se piensa, el dolor pierde su poderío, no nos tiraniza, no nos hunde en el abismo de la desesperación; la vida se adelanta y lo deja muy atrás. ¡Bendito sea el Espiritismo! Tú eres el mejor amigo del hombre. Tú le dices con hechos irrefutables: «¡El Espíritu no muere jamás!»

Amalia Domingo Soler

Tomado del libro «Hechos que prueban»

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            Bilocación  y Desdoblamiento .-

  La  Bilocación es el fenómeno por el que una persona aparece visible en dos lugares diferentes, que pueden ser distantes, al mismo tiempo. Este  fenómeno es debido a que  el espíritu de  una  persona, de modo voluntario y  consciente, o  bien  involuntario e inconsciente,  se retira de  su   cuerpo  carnal,   que  aparece  durmiendo o totalmente abstraído en un lugar, mientras aparece  simultáneamente en otro u otros lugares más o menos distantes, con su  “cuerpo astral”  que a su vez puede encontrarse materializado  , hasta el punto de presentar  un  aspecto de solidez,  idéntico al  del cuerpo físico, aunque en estos casos suelen presentar la apariencia de una persona distraída. En un momento dado esta “persona” puede desaparecer bruscamente ante la mirada de otras personas que lo miran, confundiéndolo con el sujeto ante quien creen estar.
La presencia simultánea en más de un lugar diferente, se explica porque el ser espiritual es como un foco de energía luminosa, que  irradia   a donde quiere plasmarse  y hasta  materializarse.                                                                                   
     En este extraño  fenómeno existe siempre un desprendimiento espiritual, pero la  prueba de su veracidad estriba en  el recuerdo vivido, aportado y comprobado de detalles y objetos reconocidos en el lugar (o lugares) a donde “se desplazó”  consciente de ello.
      Durante el desdoblamiento ( más vulgarmente conocido como “viaje astral”), a veces se puede producir  una    bilocación  ,  o  sea   una   materialización  visible  de   su “doble etéreo”   y   la  persona    que   lo experimenta después relata como  sintió la salida  de su cuerpo, y se  percibió a sí mismo como algo fuera del mismo, pero al que se sentía atraído en algún modo   ( a veces describen como un cordel luminoso  y  extraordinariamente elástico que actúa como lazo de unión  durante esos momentos entre él  y su cuerpo).
        El  desdoblamiento también  es conocido popularmente como “viaje astral”, por la descripción de lugares  remotos, que a veces se encuentran diseminados  por el cosmos, en donde a veces llegan estas  visitas o desplazamientos, con el cuerpo espiritual, pero sin la materialización de este en ningún caso,  mientras que para diferenciar conceptos, en la bilocación el Espíritu desplazado se materializa en mayor o menor grado; esta salida fuera del cuerpo es más o menos  limitada  o cercana en cuanto a espacio físico, y en donde  siempre aparece   la persona  ( o su “doble etéreo”) en un lugar  donde puede ser observado en el momento de su aparición.
         Ambos fenómenos que tienen tantos puntos en común, vienen a evidenciar que realmente existe algo dentro de nosotros, lo llamen como lo llamen, que es susceptible de manejarse a sí mismo con voluntad propia y  es capaz de actuar independientemente fuera y lejos  del cuerpo físico,  constituyendo  por tanto una  fuerte evidencia  de que la existencia  y  supervivencia del Ente  o Ser que todos somos, no es solo una teoría o una creencia, sino una gran y trascendente realidad.

- Jose Luis Martín-
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