EL MEDIUM PERFECTO
¿Cuál es el médium que podríamos llamar perfecto?
¡Perfecto! ¡Ah! Vosotros sabéis que la perfección no está sobre la Tierra; de otro modo no estarías en ella; di, pues, médium bueno, y esto será ya mucho, porque son raros. El médium perfecto sería aquel a quien los malos Espíritus no se hubieran atrevido jamás a hacer una tentativa para engañarle; el mejor es aquel que, no simpatizando, sino con buenos Espíritus, ha sido engañado menos veces.
10. ¿Si solo simpatiza con buenos Espíritus, cómo éstos pueden permitir que sea engañado?
Los buenos Espíritus lo permiten algunas veces con los mejores médiums para ejercitar su juicio y enseñarles a discernir lo verdadero de lo falso; además, que por bueno que sea un médium nunca es tan perfecto que no pueda dar lugar a ser atacado por algún flanco débil; esto debe servirle de lección. Las falsas comunicaciones que recibe de vez en cuando son advertencias para que no se crea infalible y no se enorgullezca, porque el médium que obtiene las cosas más notables no puede envanecerse por ello, pues le sucede como al que toca el organillo, que produce muy buenos aires dando vueltas al manubrio de su instrumento.
11. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que la palabra de los Espíritus superiores nos llegue pura de toda alteración?
Querer el bien, desterrar el egoísmo y el orgullo, lo uno y lo otro es necesario.
12. Si la palabra de los Espíritus superiores no llega a nosotros pura, sino con las condiciones que con dificultad se encuentran ¿no es esto un obstáculo para la propagación de la verdad?
No, porque la luz llega siempre para aquel que quiere recibirla. El que quiere ver claro debe huir de las tinieblas y las tinieblas están en la impureza del corazón.
Los Espíritus que vosotros miráis como la personificación de bien no se presentan de buena gana al llamamiento de aquellos cuyo corazón está manchado por el orgullo, la ambición y la falta de caridad. Aquellos, pues, que quieren ver claro que se despojen de toda vanidad humana y humillen su razón ante el poder infinito del Creador; esta será la mejor prueba de su sinceridad, y esta condición cada uno puede llenarla.
227. Si el médium, desde el punto de vista de la ejecución,sólo es un instrumento, ejerce con relación a la moral una gran influencia. Puesto que para comunicarse el Espíritu extraño se identifica con el Espíritu del médium, esta identificación no puede tener lugar sino cuando entre los dos hay simpatía y, sí puede decirse así, afinidad. El alma ejerce sobre el Espíritu extraño una especie de atracción o de repulsión, según el grado de su semejanza o diferencia; así, pues, los buenos tienen afinidad por los buenos y los malos por los malos; de donde se sigue que las cualidades morales del médium tienen una influencia capital sobre la naturaleza de los Espíritus que se comunican por su intermediario.
Si es vicioso, los Espíritus inferiores vienen a agruparse a su alrededor y están siempre prontos para tomar el puesto de los buenos que se han llamado. Las cualidades que atraen con preferencia a los buenos Espíritus son: la bondad, la benevolencia, la sencillez de corazón, el amor al prójimo, el desprendimiento de las cosas materiales; los defectos que les alejan son: el orgullo, el egoísmo, la envidia, los celos, la ira, la ambición, la sensualidad y todas las pasiones por las cuales el hombre se une a la materia.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC.
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CAUSALIDAD Y FINALIDAD
Manuel Porteiro
Los dos puntos filosóficos sobre los cuales gira la moral dinámica del Espiritismo son, sin disputa, la causalidad y la finalidad, sin los cuales toda conducta carece de verdadero fundamento. La causalidad responde al por qué de las acciones, mientras que la finalidad explica el para qué de las mismas. Si falta uno de estos dos términos, no existen, no pueden existir verdaderas acciones morales: en el primer caso porque sin antecedente causal, sin causa o serie de causas, que influyan en las determinaciones de la voluntad, de acuerdo con el proceso moral de cada individuo, ninguna acción se explica, y en el segundo, porque si a este antecedente causal y sus efectos consiguientes, les falta un poder directriz, selectivo y telético, una dirección, un fin moral perfectible hacia el cual ajustar las acciones con arreglos a principios éticos inherentes a la conciencia de cada individuo, se caería en el determinismo fatalista o en el fatalismo determinista, es decir, en el materialismo o en la teología.
Porque y conviene dejarlo establecido- el fatalismo teológico no excluye el determinismo, antes bien lo supone: pues si las acciones se realizan, en tal supuesto, de acuerdo con la presciencia de un Dios que las ha previsto y dispuesto desde toda la eternidad, necesitan para que así resulten del encadenamiento de las causas que las han de producir, sin el cual no se realizarían; y si, por el contrario, se realizan en virtud de un determinismo ciego, sin sujeción a principios morales inherentes al espíritu ni a la dirección finalista que este les trace de acuerdo con una finalidad de bien y de justicia perfectibles, tal determinismo es fatalista, de un fatalismo más funesto y desgraciado que el primero, por cuanto este se cumple de acuerdo a una voluntad, a una inteligencia, a un propósito, a un fin divino, aunque en este caso, el hombre no resulte más que un instrumento de la Providencia, que tiene la pretensión de creer que es él el que voluntariamente camina, siendo Dios el que lo arrastra a su oculto destino, según un plan preestablecido.
La filosofía espírita es determinista, pero no fatalista, ni en el sentido teológico, ni en el materialista. En el primero, porque no admite que las acciones humanas ni las causas que las producen estén fatalmente dispuestas por Dios para la realización de cada fin individual, y porque este fin no es un límite en el cual se cierre la evolución del espíritu ni está fuera de ser, ni es opuesto a su esencia ni a su voluntad, sino que es dinámico, indefinido y libre en la elección de los medios y de las acciones que han de realizarlo: es el ser realizándose a si mismo en el proceso sin limites de su evolución, superándose en las nociones y en la práctica del bien, de la justicia y del amor, desarrollando las potencias y facultades de su espíritu, elevándose a una mayor comprensión de su personalidad y de la naturaleza en medio de la cual se desarrolla.
El principio inteligente o causa primera que rige el destino de los seres y de las cosas y al cual por hábito de lenguaje llamamos Dios, no está fuera del Universo y de la vida, ni por consiguiente, fuera del hombre, que también es vida e inteligencia y parte integrante del Universo, sino que es el principio mismo de la acción universal en todos los órdenes de la vida, la causa activa, viviente, diversificada en los seres, alma dinámica que todo lo llena y todo lo comprende en su propia esencia, que todo lo determina y enlaza valiéndose para ello de los mismos seres que crea, sin impedir, las determinaciones de cada uno, las que, por lo demás no pueden ser impedidas arbitrariamente, porque cada ser es un agente de sus propios designios, una ley que se cumple dentro de la complejidad de las leyes antinómicas que dan existencia al mundo e impulso a la evolución.
Obre bien u obre mal, tampoco el hombre puede ir en contra de los designios de Dios, porque, siendo la creación resultante de estos designios, no puede hacer ni siquiera pensar nada arbitrario a ellos; y de ahí que los actos del hombre, como sus mismos pensamientos, sean buenos o sean malos, sean morales o inmorales, libres u obligados están siempre dentro de las leyes naturales o, si se prefiere, divinas.
Si el hombre fuese capaz de obrar contra todas las leyes de la naturaleza sería un ser sobrenatural, muy superior al mitológico Lucifer, y entraría en conflicto con el mismo Dios, a quien superaría por haber descubierto leyes y realizado actos que no eran posibles dentro de la naturaleza.
El hombre dentro de su relativa inteligencia y sus limitadas facultades no puede sino estar en armonía (en armonía dinámica, entiéndase bien) con la Causa creadora que rige los destinos de los seres, y cualesquiera que sean sus determinaciones morales, encajan siempre en la armonía dinámica del Universo.
Esto podría hacer suponer la justificación de situaciones o sucesos que reputamos como malos. Pero téngase en cuenta que estas situaciones y sucesos, en nuestro concepto dínamo-genético de la vida y de la historia, ni son justificables ni son fatales: son el resultado de un proceso en el que entran factores conscientes e inconscientes, voluntarios e involuntarios, resultado que, en los términos opuestos de la armonía social, representan la parte negativa y que lleva, en la parte positiva, los elementos de su propia destrucción; tienen la duración de un ciclo de la evolución social; cuya caída puede producirse, y se produce, en última instancia, por la voluntad y por las fuerzas morales puestas al servicio de un bien y de una justicia mayores.
El hecho de que una cosa exista, no significa que haya tenido fatalmente que existir, ni que sea justificable por el mero hecho de su existencia.
No hay, pues nada fatal en la evolución moral, según la doctrina espiritista, fundada en el conocimiento del espíritu humano: cada ser realiza sus propios fines dentro de las posibilidades de cada momento de su existencia, actuando en la creación y modificación de las condiciones favorables a su desarrollo e imprimiendo a éste, según el grado de perfeccionamiento alcanzado, la dirección moral y social que conviene a sus fines.
Tampoco es fatalista en el sentido materialista; no puede admitir, porque los hechos y los razonamientos se oponen a ello, que las acciones y los sucesos humanos estén necesariamente determinados por una causalidad fenomenal y ciega y que la voluntad y la conciencia estén subordinadas a esta causalidad.
El materialismo, y hablo del materialismo dialéctico que es determinista y, en el sentido expuesto, fatalista, coloca la causalidad atrás, y por delante el azar. Niega finalidad a la vida y, particularmente a la vida individual. El individuo, como ser biológico, no es más que un mero accidente, una forma pasajera de la materia organizada; como ser psíquico, la resultante del funcionamiento cerebral y de los reflejos exteriores en el cerebro, como ser moral y social, el producto del medio y de la sociedad; sólo le concede deseos y propósitos inmediatos, cuyos resultados anula en el choque o conflicto de los opuestos.
- Manuel S. Porteiro-
Manuel Porteiro
Los dos puntos filosóficos sobre los cuales gira la moral dinámica del Espiritismo son, sin disputa, la causalidad y la finalidad, sin los cuales toda conducta carece de verdadero fundamento. La causalidad responde al por qué de las acciones, mientras que la finalidad explica el para qué de las mismas. Si falta uno de estos dos términos, no existen, no pueden existir verdaderas acciones morales: en el primer caso porque sin antecedente causal, sin causa o serie de causas, que influyan en las determinaciones de la voluntad, de acuerdo con el proceso moral de cada individuo, ninguna acción se explica, y en el segundo, porque si a este antecedente causal y sus efectos consiguientes, les falta un poder directriz, selectivo y telético, una dirección, un fin moral perfectible hacia el cual ajustar las acciones con arreglos a principios éticos inherentes a la conciencia de cada individuo, se caería en el determinismo fatalista o en el fatalismo determinista, es decir, en el materialismo o en la teología.
Porque y conviene dejarlo establecido- el fatalismo teológico no excluye el determinismo, antes bien lo supone: pues si las acciones se realizan, en tal supuesto, de acuerdo con la presciencia de un Dios que las ha previsto y dispuesto desde toda la eternidad, necesitan para que así resulten del encadenamiento de las causas que las han de producir, sin el cual no se realizarían; y si, por el contrario, se realizan en virtud de un determinismo ciego, sin sujeción a principios morales inherentes al espíritu ni a la dirección finalista que este les trace de acuerdo con una finalidad de bien y de justicia perfectibles, tal determinismo es fatalista, de un fatalismo más funesto y desgraciado que el primero, por cuanto este se cumple de acuerdo a una voluntad, a una inteligencia, a un propósito, a un fin divino, aunque en este caso, el hombre no resulte más que un instrumento de la Providencia, que tiene la pretensión de creer que es él el que voluntariamente camina, siendo Dios el que lo arrastra a su oculto destino, según un plan preestablecido.
La filosofía espírita es determinista, pero no fatalista, ni en el sentido teológico, ni en el materialista. En el primero, porque no admite que las acciones humanas ni las causas que las producen estén fatalmente dispuestas por Dios para la realización de cada fin individual, y porque este fin no es un límite en el cual se cierre la evolución del espíritu ni está fuera de ser, ni es opuesto a su esencia ni a su voluntad, sino que es dinámico, indefinido y libre en la elección de los medios y de las acciones que han de realizarlo: es el ser realizándose a si mismo en el proceso sin limites de su evolución, superándose en las nociones y en la práctica del bien, de la justicia y del amor, desarrollando las potencias y facultades de su espíritu, elevándose a una mayor comprensión de su personalidad y de la naturaleza en medio de la cual se desarrolla.
El principio inteligente o causa primera que rige el destino de los seres y de las cosas y al cual por hábito de lenguaje llamamos Dios, no está fuera del Universo y de la vida, ni por consiguiente, fuera del hombre, que también es vida e inteligencia y parte integrante del Universo, sino que es el principio mismo de la acción universal en todos los órdenes de la vida, la causa activa, viviente, diversificada en los seres, alma dinámica que todo lo llena y todo lo comprende en su propia esencia, que todo lo determina y enlaza valiéndose para ello de los mismos seres que crea, sin impedir, las determinaciones de cada uno, las que, por lo demás no pueden ser impedidas arbitrariamente, porque cada ser es un agente de sus propios designios, una ley que se cumple dentro de la complejidad de las leyes antinómicas que dan existencia al mundo e impulso a la evolución.
Obre bien u obre mal, tampoco el hombre puede ir en contra de los designios de Dios, porque, siendo la creación resultante de estos designios, no puede hacer ni siquiera pensar nada arbitrario a ellos; y de ahí que los actos del hombre, como sus mismos pensamientos, sean buenos o sean malos, sean morales o inmorales, libres u obligados están siempre dentro de las leyes naturales o, si se prefiere, divinas.
Si el hombre fuese capaz de obrar contra todas las leyes de la naturaleza sería un ser sobrenatural, muy superior al mitológico Lucifer, y entraría en conflicto con el mismo Dios, a quien superaría por haber descubierto leyes y realizado actos que no eran posibles dentro de la naturaleza.
El hombre dentro de su relativa inteligencia y sus limitadas facultades no puede sino estar en armonía (en armonía dinámica, entiéndase bien) con la Causa creadora que rige los destinos de los seres, y cualesquiera que sean sus determinaciones morales, encajan siempre en la armonía dinámica del Universo.
Esto podría hacer suponer la justificación de situaciones o sucesos que reputamos como malos. Pero téngase en cuenta que estas situaciones y sucesos, en nuestro concepto dínamo-genético de la vida y de la historia, ni son justificables ni son fatales: son el resultado de un proceso en el que entran factores conscientes e inconscientes, voluntarios e involuntarios, resultado que, en los términos opuestos de la armonía social, representan la parte negativa y que lleva, en la parte positiva, los elementos de su propia destrucción; tienen la duración de un ciclo de la evolución social; cuya caída puede producirse, y se produce, en última instancia, por la voluntad y por las fuerzas morales puestas al servicio de un bien y de una justicia mayores.
El hecho de que una cosa exista, no significa que haya tenido fatalmente que existir, ni que sea justificable por el mero hecho de su existencia.
No hay, pues nada fatal en la evolución moral, según la doctrina espiritista, fundada en el conocimiento del espíritu humano: cada ser realiza sus propios fines dentro de las posibilidades de cada momento de su existencia, actuando en la creación y modificación de las condiciones favorables a su desarrollo e imprimiendo a éste, según el grado de perfeccionamiento alcanzado, la dirección moral y social que conviene a sus fines.
Tampoco es fatalista en el sentido materialista; no puede admitir, porque los hechos y los razonamientos se oponen a ello, que las acciones y los sucesos humanos estén necesariamente determinados por una causalidad fenomenal y ciega y que la voluntad y la conciencia estén subordinadas a esta causalidad.
El materialismo, y hablo del materialismo dialéctico que es determinista y, en el sentido expuesto, fatalista, coloca la causalidad atrás, y por delante el azar. Niega finalidad a la vida y, particularmente a la vida individual. El individuo, como ser biológico, no es más que un mero accidente, una forma pasajera de la materia organizada; como ser psíquico, la resultante del funcionamiento cerebral y de los reflejos exteriores en el cerebro, como ser moral y social, el producto del medio y de la sociedad; sólo le concede deseos y propósitos inmediatos, cuyos resultados anula en el choque o conflicto de los opuestos.
- Manuel S. Porteiro-
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EL PERIESPÍRITU Y SUS
FUNCIONES
El cuerpo energético por medio del cual el Espíritu se expresa en los diversos campos de la vida, en virtud de su estructuración, guarda condiciones de participar de múltiples fenómenos, en cada uno de ellos determinando una forma particular de manifestación.
Por las condiciones de imponderabilidad, y por representar un subproducto del fluido universal, tiene capacidad de servir como lazo de unión entre lo esencialmente espiritual, el Espíritu, y lo que se muestra esencialmente material, el cuerpo físico.
Reconocemos, entonces, como siendo del periespíritu la responsabilidad por la organización del complejo celular, determinando, en las reencarnaciones humanas, la fijación de las caracterizaciones de orden genético en el cuadro de necesidades y méritos que la Providencia Celeste procesa debidamente. En su posibilidad plástica, es dotado de función modeladora de la forma, dándole, bajo el comando espiritual mental, la expresión de la cual necesita para que tal forma material sea ideal para atender a las necesidades diversas del reencarnante al consumarse la reencarnación.
Por todos sus atributos, por las ligaciones célula a célula, conduciendo hacia la carne los impulsos internos del alma y hasta ésta las relaciones nerviosas del cuerpo físico, el periespíritu préstase como vehículo imprescindible para ayudar en la exteriorización de la mediumnidad, en los parámetros de la Tierra. Es por intermedio del periespíritu que los más variados fenómenos de mediumnidad se muestran, arrebatadores unos, intrigantes otros, importantes todos...
Hechos por substancias que vibran al influjo del campo eletromagnético sobre el cual se ajustan, los fluidos periespirituales revisten la mediumnidad de características sui generis.
Al acercarse del médium, con intención de establecer contacto con él, la Entidad desencarnada, automáticamente, lo envuelve en los fluidos que emite, vivificados por sus intenciones, exteriorizando las imágenes que corresponden a esas mismas intenciones.
De acuerdo con la estructura neurológica del medianero, consonante su organización fisiológica, el periespíritu hace vibrar ciertas zonas del sistema nervioso central que responde en la proporción de su educación y costumbre y, en la medida en que se da el proceso de resonancia de la zona vibrada con las emisiones del desencarnado comunicante, se establece la interacción mente desencarnada/mente encarnada. A partir de entonces, si la zona sensibilizada fue de la motricidad, los miembros superiores e inferiores podrán ser accionados, ocurriendo fenómenos de locomoción, de escritura, bien como otros movimientos corporales. Si el área en la que repercutió la influencia fue la de los ojos o la de los oídos, o aun, la del habla, podremos observar fenómenos de psicovidencia, psicoaudiencia y psicofonía, respectivamente.
Nada impide, sin enbargo, que ocurran varios de esos fenómenos de forma concomitante, como conjugados o incluso interdependientes.
Cuanto más intensa sea la interacción Espíritu médium, más notable se presentará el fenómeno mediúmnico, propiciando incluso, elementos identificadores del desencarnado, de alta expresividad.
En todo y cualquier fenómeno de comunicación mediúmnica, el cuerpo periespiritual se hace elemento de capital importancia, induciéndonos a que, cada vez más, lo estudiemos, penetrando en sus sutilezas, a fin de que la vida, mejor comprendida a partir de eso, sea mejor vivida, ajustada al sumo bien y a la necesaria salud moral.
No olvidemos que las capacidades del periespíritu, marcadas por el bien, reflejan el crecimiento del alma, su mayor identificación con las Fuentes Sublimes de la Vida, a fin de que se haga cooperadora de la Divinidad, galardonándose para alcanzar cielos más altos en su mundo interior.
El cuerpo energético por medio del cual el Espíritu se expresa en los diversos campos de la vida, en virtud de su estructuración, guarda condiciones de participar de múltiples fenómenos, en cada uno de ellos determinando una forma particular de manifestación.
Por las condiciones de imponderabilidad, y por representar un subproducto del fluido universal, tiene capacidad de servir como lazo de unión entre lo esencialmente espiritual, el Espíritu, y lo que se muestra esencialmente material, el cuerpo físico.
Reconocemos, entonces, como siendo del periespíritu la responsabilidad por la organización del complejo celular, determinando, en las reencarnaciones humanas, la fijación de las caracterizaciones de orden genético en el cuadro de necesidades y méritos que la Providencia Celeste procesa debidamente. En su posibilidad plástica, es dotado de función modeladora de la forma, dándole, bajo el comando espiritual mental, la expresión de la cual necesita para que tal forma material sea ideal para atender a las necesidades diversas del reencarnante al consumarse la reencarnación.
Por todos sus atributos, por las ligaciones célula a célula, conduciendo hacia la carne los impulsos internos del alma y hasta ésta las relaciones nerviosas del cuerpo físico, el periespíritu préstase como vehículo imprescindible para ayudar en la exteriorización de la mediumnidad, en los parámetros de la Tierra. Es por intermedio del periespíritu que los más variados fenómenos de mediumnidad se muestran, arrebatadores unos, intrigantes otros, importantes todos...
Hechos por substancias que vibran al influjo del campo eletromagnético sobre el cual se ajustan, los fluidos periespirituales revisten la mediumnidad de características sui generis.
Al acercarse del médium, con intención de establecer contacto con él, la Entidad desencarnada, automáticamente, lo envuelve en los fluidos que emite, vivificados por sus intenciones, exteriorizando las imágenes que corresponden a esas mismas intenciones.
De acuerdo con la estructura neurológica del medianero, consonante su organización fisiológica, el periespíritu hace vibrar ciertas zonas del sistema nervioso central que responde en la proporción de su educación y costumbre y, en la medida en que se da el proceso de resonancia de la zona vibrada con las emisiones del desencarnado comunicante, se establece la interacción mente desencarnada/mente encarnada. A partir de entonces, si la zona sensibilizada fue de la motricidad, los miembros superiores e inferiores podrán ser accionados, ocurriendo fenómenos de locomoción, de escritura, bien como otros movimientos corporales. Si el área en la que repercutió la influencia fue la de los ojos o la de los oídos, o aun, la del habla, podremos observar fenómenos de psicovidencia, psicoaudiencia y psicofonía, respectivamente.
Nada impide, sin enbargo, que ocurran varios de esos fenómenos de forma concomitante, como conjugados o incluso interdependientes.
Cuanto más intensa sea la interacción Espíritu médium, más notable se presentará el fenómeno mediúmnico, propiciando incluso, elementos identificadores del desencarnado, de alta expresividad.
En todo y cualquier fenómeno de comunicación mediúmnica, el cuerpo periespiritual se hace elemento de capital importancia, induciéndonos a que, cada vez más, lo estudiemos, penetrando en sus sutilezas, a fin de que la vida, mejor comprendida a partir de eso, sea mejor vivida, ajustada al sumo bien y a la necesaria salud moral.
No olvidemos que las capacidades del periespíritu, marcadas por el bien, reflejan el crecimiento del alma, su mayor identificación con las Fuentes Sublimes de la Vida, a fin de que se haga cooperadora de la Divinidad, galardonándose para alcanzar cielos más altos en su mundo interior.
- J. Raúl Teixeira
Por el espíritu Camilo
"¿ El Espíritu puede obrar sin el concurso de un médium?"
"Puede obrar sin saberlo el médium, es decir, que muchas personas sirven de auxiliares a los Espíritus para ciertos fenómenos, sin pensar en ello. El Espíritu toma de ellas, como de una fuente, el fluido animalizado que él necesita; así es que el concurso de un médium tal como lo entendéis no es siempre necesario, lo que tiene lugar, sobre todo, en los fenómenos espontáneos".
(El Libro de 10 Médiums, 2 parte, cap. 137, ítem 74, preg. 15).
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Por el espíritu Camilo
"¿ El Espíritu puede obrar sin el concurso de un médium?"
"Puede obrar sin saberlo el médium, es decir, que muchas personas sirven de auxiliares a los Espíritus para ciertos fenómenos, sin pensar en ello. El Espíritu toma de ellas, como de una fuente, el fluido animalizado que él necesita; así es que el concurso de un médium tal como lo entendéis no es siempre necesario, lo que tiene lugar, sobre todo, en los fenómenos espontáneos".
(El Libro de 10 Médiums, 2 parte, cap. 137, ítem 74, preg. 15).
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Ellos, los Embajadores Divinos, Espíritus capacitados en la escuela de la evolución, cuando se acercan hasta nosotros nos hacen vibrar con sus armonías superiores.-
Muy raramente se expresan respetando la estructura del lenguaje humano, pero si facilitan que artistas de sentimientos elevados alcancen a imaginar la idea mediante alegorías de lo abstracto o por la expresión de los símbolos. .
Se manifiestan casi siempre con la influencia de la sabiduría y de la belleza, del amor y de las lecciones provechosas.
Son cánticos de esperanza, palancas intangibles de gran poder, claridad relampagueante en el firmamento del alma que se refleja en nuestro pensamiento como ideas sublimes, sueños majestuosos y visiones interiores de magnificencia intraducible cuyo fulgor recuerda a la aureola solar disipando las tinieblas!
Aproximasen a las madres fatigadas por el llanto y les fortalecen la ternura para que vuelvan a acariciar a sus hijos ingratos ; se acercan a los corazones exhaustos por el sacrificio,impulsándolos a convertir los sollozos de sufrimiento en cánticos de alegría; envuelven el cerebro de aquellos que se consagran espontáneamente a la felicidad de sus semejantes y les transmiten la luz de la inspiración, la que se les transfigura en el campo mental en colores y melodías, invenciones y descubrimientos, composiciones literarias y revelaciones científicas, poemas y voces , himnos a la bondad y planes de servicio que atiendan las ansias y los anhelos de los seres hambrientos por ascender a los reinos superiores del Espíritu; abrazan a los trabajadores del bien y les reaniman los corazones para que no se detengan bajo el granizo de la calumnia ni se entorpezcan con el verbo helado y ostentoso de las filosofías estériles; besan la frente amarillenta de los agonizantes que esperan serenos la muerte, les rocían los ojos con lágrimas de júbilo y les allanan el camino glorioso hacia la libertad; abrazan a los servidores humildes que sudan y sufren en los campos abasteciendo al mundo de pan y les levantan la cabeza para la contemplación del cielo...
Cuando el huracán de la adversidad te estimule el desaliento o cuando las tinieblas de la prueba te sumerjan en nubes de tristeza, recurre a ellos, a los Embajadores Divinos del Amor Eterno y sentirás, de inmediato, el calor de la fe alimentándote y fortaleciéndote en la vida .
Para ello basta con que te recojas en la paz del silencio, encendiendo en tu interior la llama viva y vigilante con el acto sublime de la oración.
Espiritu Benefactor Emmanuel
Medium Francisco Cándido Xavier
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Muy raramente se expresan respetando la estructura del lenguaje humano, pero si facilitan que artistas de sentimientos elevados alcancen a imaginar la idea mediante alegorías de lo abstracto o por la expresión de los símbolos. .
Se manifiestan casi siempre con la influencia de la sabiduría y de la belleza, del amor y de las lecciones provechosas.
Son cánticos de esperanza, palancas intangibles de gran poder, claridad relampagueante en el firmamento del alma que se refleja en nuestro pensamiento como ideas sublimes, sueños majestuosos y visiones interiores de magnificencia intraducible cuyo fulgor recuerda a la aureola solar disipando las tinieblas!
Aproximasen a las madres fatigadas por el llanto y les fortalecen la ternura para que vuelvan a acariciar a sus hijos ingratos ; se acercan a los corazones exhaustos por el sacrificio,impulsándolos a convertir los sollozos de sufrimiento en cánticos de alegría; envuelven el cerebro de aquellos que se consagran espontáneamente a la felicidad de sus semejantes y les transmiten la luz de la inspiración, la que se les transfigura en el campo mental en colores y melodías, invenciones y descubrimientos, composiciones literarias y revelaciones científicas, poemas y voces , himnos a la bondad y planes de servicio que atiendan las ansias y los anhelos de los seres hambrientos por ascender a los reinos superiores del Espíritu; abrazan a los trabajadores del bien y les reaniman los corazones para que no se detengan bajo el granizo de la calumnia ni se entorpezcan con el verbo helado y ostentoso de las filosofías estériles; besan la frente amarillenta de los agonizantes que esperan serenos la muerte, les rocían los ojos con lágrimas de júbilo y les allanan el camino glorioso hacia la libertad; abrazan a los servidores humildes que sudan y sufren en los campos abasteciendo al mundo de pan y les levantan la cabeza para la contemplación del cielo...
Cuando el huracán de la adversidad te estimule el desaliento o cuando las tinieblas de la prueba te sumerjan en nubes de tristeza, recurre a ellos, a los Embajadores Divinos del Amor Eterno y sentirás, de inmediato, el calor de la fe alimentándote y fortaleciéndote en la vida .
Para ello basta con que te recojas en la paz del silencio, encendiendo en tu interior la llama viva y vigilante con el acto sublime de la oración.
Espiritu Benefactor Emmanuel
Medium Francisco Cándido Xavier
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EL TIEMPO Y EL ESPACIO
El tiempo, al igual que el espacio, es una palabra que se define a sí misma. Nos haremos
una idea más justa si la relacionamos con el todo infinito...
El tiempo es una sucesión de cosas, está ligado a la eternidad, de la misma forma que las
cosas están unidas al infinito. Sólo por un momento imaginémonos en los días iniciales de nuestro
mundo, en esa época primitiva en que la Tierra no se balanceaba aún bajo el impulso divino, en una palabra, en el comienzo de su génesis. El tiempo aún no ha emergido del misterioso regazo de la Naturaleza, no podemos saber en qué época de los siglos nos encontramos, ya que la balanza del tiempo no comenzó todavía a moverse.
Pero, ¡silencio! En la Tierra solitaria suena la primera hora, el planeta se mueve en el
espacio y se suceden la noche y el día. Más allá de la Tierra, la eternidad permanece inmóvil e impasible, aun que el tiempo corre también para los otros mundos. Sobre la Tierra, el tiempo
reemplaza a la eternidad y durante una cantidad determinada de generaciones se contarán los años y los siglos...
Ahora, transportémonos al último día de este mundo, a la hora en que doblegado por el peso
de su propia vejez, desaparezca su nombre del libro de la vida para no reaparecer nunca más: aquí, la sucesión de hechos se detiene. Los movimientos terrestres que medían el tiempo se interrumpen y el tiempo termina junto con ellos.
Esta sencilla exposición de los hechos naturales que originan el tiempo, lo alimentan y
terminan por apagarlo, basta para mostrarnos dónde debemos ubicarnos para realizar nuestros
trabajos. El tiempo es un gota de agua que desde una nube se precipita al mar y cuya caída es mensurable. Hay una relación directa entre la cantidad infinita de planetas y los tiempos diversos e incompatibles que existen. Fuera de los mundos, sólo la eternidad reemplaza a estas sucesiones efímeras y llena con la quietud de su luz inmóvil la inmensidad de los cielos. Inmensidad sin límites y eternidad sin fin: ésas son las dos grandes propiedades de la Naturaleza universal.-
una idea más justa si la relacionamos con el todo infinito...
El tiempo es una sucesión de cosas, está ligado a la eternidad, de la misma forma que las
cosas están unidas al infinito. Sólo por un momento imaginémonos en los días iniciales de nuestro
mundo, en esa época primitiva en que la Tierra no se balanceaba aún bajo el impulso divino, en una palabra, en el comienzo de su génesis. El tiempo aún no ha emergido del misterioso regazo de la Naturaleza, no podemos saber en qué época de los siglos nos encontramos, ya que la balanza del tiempo no comenzó todavía a moverse.
Pero, ¡silencio! En la Tierra solitaria suena la primera hora, el planeta se mueve en el
espacio y se suceden la noche y el día. Más allá de la Tierra, la eternidad permanece inmóvil e impasible, aun que el tiempo corre también para los otros mundos. Sobre la Tierra, el tiempo
reemplaza a la eternidad y durante una cantidad determinada de generaciones se contarán los años y los siglos...
Ahora, transportémonos al último día de este mundo, a la hora en que doblegado por el peso
de su propia vejez, desaparezca su nombre del libro de la vida para no reaparecer nunca más: aquí, la sucesión de hechos se detiene. Los movimientos terrestres que medían el tiempo se interrumpen y el tiempo termina junto con ellos.
Esta sencilla exposición de los hechos naturales que originan el tiempo, lo alimentan y
terminan por apagarlo, basta para mostrarnos dónde debemos ubicarnos para realizar nuestros
trabajos. El tiempo es un gota de agua que desde una nube se precipita al mar y cuya caída es mensurable. Hay una relación directa entre la cantidad infinita de planetas y los tiempos diversos e incompatibles que existen. Fuera de los mundos, sólo la eternidad reemplaza a estas sucesiones efímeras y llena con la quietud de su luz inmóvil la inmensidad de los cielos. Inmensidad sin límites y eternidad sin fin: ésas son las dos grandes propiedades de la Naturaleza universal.-
EL GENESIS - ALLAN KARDEC.
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