ESPÍRITU Y MATERIA
21. ¿Es eterna, como Dios, la materia, o bien fue creada por él en algún tiempo?
«Sólo Dios lo sabe. Hay, sin embargo, una cosa que debe indicaros vuestra razón, y esque Dios, tipo de amor y caridad, nunca ha estado inactivo. Por lejano que podáis figuraros el principio de su acción, ¿podéis comprenderle ocio solo un segundo?»
22. Generalmente se define la materia: lo que tiene extensión, lo que impresiona nuestros sentidos y lo impenetrable. ¿Son exactas estas definiciones?
«Desde vuestro punto de vista, son exactas, porque habláis únicamente respecto de lo queconocéis: pero la materia existe en estados que os son desconocidos: puede ser, por ejemplo,tan etérea y sutil, que ninguna impresión produzca en vuestros sentidos, y, sin embargo,siempre continúa siendo materia, aunque no lo sería para vosotros».
-¿Qué definición podéis dar de la materia?«La materia es el lazo que sujeta al espíritu; es el instrumento que emplea y sobre el cualejerce, al mismo tiempo, su acción». Desde este punto de vista, puede decirse que la materia es el agente, el intermedio, merced al cual y sobre el cual obra el espíritu.
23. ¿Qué es el espíritu?
«El principio inteligente del universo»
-¿Cuál es la naturaleza íntima del espíritu?
«No es fácil analizar en vuestro lenguaje el espíritu. Para vosotros no es nada; porque noes una cosa palpable, pero para nosotros es algo. Sabedlo bien, nada es nada, y la nada noexiste».
24. ¿El espíritu es sinónimo de inteligencia?
«La inteligencia es un atributo esencial del espíritu, pero el uno y la otra se confunden enun principio común, de modo que para vosotros es una misma cosa».
25. ¿Es independiente el espíritu de la materia, o no es más que una propiedad de ésta,como los colores lo son de la luz y los sonidos del aire?
«El uno y la otra son distintos; pero es necesario la unión de ambos para que seainteligente la materia».
-¿Es igualmente necesaria esta unión para las manifestaciones del espíritu? (Entendemosaquí por espíritu el principio de la inteligencia, haciendo abstracción de las individualidadesdesignadas con este nombre.)
«Os es necesario a vosotros, porque no estáis organizados para percibir el espíritu sin la materia. Vuestros sentidos no han sido creados para ello».
26. ¿Puede concebirse el espíritu sin la materia, y la materia sin el espíritu?
«Con el pensamiento se puede indudablemente».
27. ¿De este modo habrá dos elementos generales en el universo: la materia y el espíritu?
«Sí. y por encima de todo, Dios el creador, el padre de todas las cosas, y estas tres son el principio de todo lo que existe, la trinidad universal. Pero al elemento material ha de añadirseel fluido universal, que hace las veces de intermediario entre el espíritu y la materiapropiamente dicha, que es demasiado grosera para que el espíritu pueda tener acción sobreella. Aunque, hasta cierto punto, puede equiparársele al elemento material, se distingue por propiedades especiales, y si realmente fuese materia, no habría razón para que no lo fuera también el espíritu. Está colocado entre la materia y el espíritu; es fluido, como la materia es materia, susceptible. por sus innumerables combinaciones con ésta, y bajo la acción delespíritu, de producir la infinita variedad de cosas, de las cuales no conocéis más que un pequeño número. Siendo este fluido universal, primitivo o elemental, el agente que emplea el espíritu, es el principio sin el cual la materia estaría en estado perpetuo de división y jamás adquiriría las propiedades de lagravedad».
-¿Será este fluido el que llamamos electricidad?
«Hemos dicho que es susceptible de innumerables combinaciones. Los que llamáis vosotros fluido eléctrico y fluido magnético son modificaciones del universal, que, hablandopropiamente, no es más que materia más perfecta, más sutil y que puede considerarse comoindependiente».
28. Puesto que el espíritu es algo, ¿no sería más exacto y menos expuesto a confusión,designar estos dos elementos generales con las palabras materia inerte y materia inteligente?
«Poco nos importan las palabras, y a vosotros os toca formular vuestro lenguaje para lamayor inteligencia. Vuestras disputas proceden casi siempre de que no estáis conformes en elsignificado de las palabras, pues vuestro lenguaje es incompleto para expresar las cosas queno impresionan vuestros sentidos».
Un hecho patente domina todas las hipótesis: vemos materia que no es inteligencia y un principiointeligente independiente de la materia. El origen y conexión de estas dos cosas no son desconocidos. Que
tengan o no un origen común y puntos de contacto necesarios; que la inteligencia tenga existencia propia,o que sea una propiedad, un efecto; que sea, según opinión de algunos, una emanación de la Divinidad, loignoramos. Pero se nos presentan distintos, y por esto los admitimos como dos principios constitutivos del universo. Por encima de todo esto vemos una inteligencia que domina todas las otras cosas, que las gobierna y que se distingue de ellas por atributos esenciales. Esta inteligencia suprema es la que se llama Dios.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
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Una conversión
Aunque desde otro punto de vista, la siguiente evocación no ofrece un menor interés. Un señor, al que designaremos con el nombre de Georges, farmacéutico en una ciudad del Sur, hacía poco había visto desencarnar a su padre, objeto de toda su ternura y de una profunda veneración. El Sr. Georges padre unía a una sólida instrucción todas las cualidades que hacen al hombre de bien, aunque profesaba opiniones muy materialistas. Al respecto, su hijo compartía e incluso sobrepasaba las ideas de su padre; dudaba de todo: de Dios, del alma, de la vida futura. El Espiritismo no podía concordar con tales pensamientos. Sin embargo, la lectura de El Libro de los Espíritus le produjo una cierta reacción, corroborada por una conversación directa que hemos tenido con él.
«Si mi padre pudiese responderme – decía –, yo no dudaría más.» Fue entonces que tuvo lugar la evocación que vamos a narrar, y en la cual encontraremos más de una enseñanza.
– En el nombre del Todopoderoso ruego a mi padre, en Espíritu, que se manifieste. ¿Estáis cerca de mí?
«Sí.»
– ¿Por qué no os manifestáis a mí directamente, ya que nos hemos amado tanto?
«Más adelante.»
– ¿Podremos reencontrarnos un día?
«Sí, pronto.»
– ¿Nos amaremos como en esta vida?
«Más.»
– ¿En qué estado os halláis?
«Soy feliz.»
– ¿Estáis reencarnado o errante?
«Errante por poco tiempo.»
– ¿Qué sensación habéis tenido cuando dejasteis vuestra envoltura corporal?
«Turbación.»
– ¿Cuánto tiempo ha durado esa turbación?
«Poco para mí, mucho para ti.»
– ¿Podéis apreciar la duración de esa turbación, según nuestra manera de contar?
«Diez años para ti, diez minutos para mí.»
– Pero no ha transcurrido todo ese tiempo desde que os he perdido, puesto que no han pasado más que cuatro meses.
«Si tú, que estás encarnado, estuvieses en mi lugar, hubieras sentido ese tiempo.»
– ¿Creéis ahora en un Dios justo y bueno?
«Sí.»
– ¿Y creíais en Él en vuestra vida en la Tierra?
«Lo presentía, pero no creía en Él.»
– ¿Dios es Todopoderoso?
«No me he elevado hasta Él para medir su poder; sólo Él conoce los límites de su poder, porque sólo Él es su igual.»
– ¿Se ocupa Él con los hombres?
«Sí.»
– ¿Seremos punidos o recompensados según nuestros actos?
«Si haces el mal, sufrirás por ello.»
– ¿Seré recompensado si hago el bien?
«Avanzarás en tu senda.»
– ¿Estoy en la buena senda?
«Haz el bien y lo estarás.»
– Creo ser bueno, pero yo sería mejor si como recompensa pudiese un día encontraros.
«¡Que este pensamiento te sostenga y te dé coraje!»
– ¿Mi hijo será tan bueno como su abuelo?
«Desarrolla sus virtudes, sofoca sus vicios.»
– Esto me parece tan maravilloso que no puedo creer que nos comuniquemos así en este momento.
«¿De dónde viene tu duda?»
– De que por compartir vuestras opiniones filosóficas, me incliné a atribuir todo a la materia.
«¿Ves a la noche lo que ves de día?»
– ¡Oh, padre mío! ¿Estoy, entonces, en la noche?
«Sí.»
– ¿Qué veis de más maravilloso?
«Explícate mejor.»
– ¿Habéis encontrado a mi madre, a mi hermana, y a Ana, la querida Ana?
«Las he vuelto a ver.»
– ¿Las veis cuando queréis?
«Sí.»
– ¿Os es penoso o agradable que me comunique con vos?
«Es una felicidad para mí si puedo llevarte hacia el bien.»
– Al regresar a casa, ¿cómo podría hacer para comunicarme con vos, lo que me vuelve tan feliz? Eso serviría para conducirme y ayudarme mejor a educar a mis hijos.
«Cada vez que un movimiento te lleve hacia el bien, síguelo; seré yo quien te ha de inspirar.»
– Me callo por temor a importunaros.
«Habla más, si quieres.»
– Ya que me lo permitís, os haré todavía algunas preguntas. ¿De qué afección habéis muerto?
«Mi prueba había llegado a su término.»
– ¿Dónde habíais contraído el absceso pulmonar que se hubo producido?
«Poco importa; el cuerpo no es nada, el Espíritu lo es todo.»
– ¿De qué naturaleza es la enfermedad que me despierta tan a menudo de noche?
«Lo sabrás más adelante.»
– Creo que mi afección es grave y quisiera vivir aún para mis hijos.
«No es nada; el corazón del hombre es una máquina de vida; deja actuar a la Naturaleza.»
– Ya que estáis aquí presente, ¿con qué forma lo estáis?
«Con la apariencia de mi forma corporal.»
– ¿Estáis en un lugar determinado?
«Sí, detrás de Ermance» (la médium).
18 – ¿Podríais aparecernos visiblemente?
«¿Para qué? Tendríais miedo.»
– ¿Nos veis a todos aquí reunidos?
«Sí.»
– ¿Tenéis una opinión sobre cada uno de los aquí presentes?
«Sí.»
– ¿Quisierais decir algo a cada uno de nosotros?
«¿En qué sentido me haces esta pregunta?»
– Desde el punto de vista moral.
«En otra ocasión; por hoy ha sido suficiente.»
El efecto que esta comunicación produjo en el Sr. Georges fue inmenso, y una luz totalmente nueva parecía ya aclarar sus ideas; en una sesión que tuvo lugar al día siguiente en la casa de la señora Roger, sonámbula, acabó de disipar las pocas dudas que pudieron haber quedado. He aquí un extracto de la carta que nos ha escrito al respecto.
«Esta dama ha entrado espontáneamente conmigo en detalles muy precisos en lo que atañe a mi padre, a mi madre, a mis hijos y a mi salud; ha descrito con tal exactitud todas las circunstancias de mi vida, incluso recordando hechos que habían escapado hacía mucho tiempo de mi memoria; en una palabra, ella me ha dado pruebas tan patentes de esta maravillosa facultad de la que están dotados los sonámbulos lúcidos, que la reacción de las ideas en mí ha sido completa desde ese momento. En la evocación, mi padre me había revelado su presencia; en la sesión sonambúlica, yo era – por así decirlo – el testigo ocular de la vida extracorpórea, de la vida del alma. Para describir con tanta minuciosidad y exactitud, y a doscientas leguas de distancia, lo que sólo era conocido por mí, era algo digno de ser visto; ahora bien, ya que no podía hacerlo con los ojos del cuerpo, había por lo tanto un lazo misterioso e invisible que unía a la sonámbula con las personas y las cosas ausentes, a las que nunca había visto; por consecuencia, había algo fuera de la materia. ¿Qué podía ser ese algo, si no es lo que se llama alma, el ser inteligente del cual el cuerpo es sólo la envoltura, pero cuya acción se extiende mucho más allá de nuestra esfera de actividad?»
Hoy el Sr. Georges no sólo ha dejado de ser materialista, sino que es uno de los adeptos más fervientes y activos del Espiritismo, por lo que es doblemente feliz, por la confianza que ahora le inspira el porvenir y por el placer motivado que encuentra en hacer el bien. Esta evocación, muy simple al principio, no es menos notable en más de un aspecto.
El carácter del Sr. Georges padre se refleja en sus respuestas breves y sentenciosas que le eran habituales; hablaba poco y jamás decía una palabra inútil; pero el que habla, ya no es más el escéptico: reconoce su error; su Espíritu es más libre, más clarividente, y describe la unidad y el poder de Dios con estas admirables palabras: Sólo Él es su igual; antes, cuando estaba encarnado, él atribuía todo a la materia; ahora dice: El cuerpo no es nada, el Espíritu lo es todo; y esta otra frase sublime: ¿Ves a la noche lo que ves de día? Para el observador atento, todo tiene un alcance, y es así que encuentra a cada paso la confirmación de las grandes verdades enseñadas por los Espíritus.
Allan Kardec
Extraído de la “Revista Espirita 1858″
Aunque desde otro punto de vista, la siguiente evocación no ofrece un menor interés. Un señor, al que designaremos con el nombre de Georges, farmacéutico en una ciudad del Sur, hacía poco había visto desencarnar a su padre, objeto de toda su ternura y de una profunda veneración. El Sr. Georges padre unía a una sólida instrucción todas las cualidades que hacen al hombre de bien, aunque profesaba opiniones muy materialistas. Al respecto, su hijo compartía e incluso sobrepasaba las ideas de su padre; dudaba de todo: de Dios, del alma, de la vida futura. El Espiritismo no podía concordar con tales pensamientos. Sin embargo, la lectura de El Libro de los Espíritus le produjo una cierta reacción, corroborada por una conversación directa que hemos tenido con él.
«Si mi padre pudiese responderme – decía –, yo no dudaría más.» Fue entonces que tuvo lugar la evocación que vamos a narrar, y en la cual encontraremos más de una enseñanza.
– En el nombre del Todopoderoso ruego a mi padre, en Espíritu, que se manifieste. ¿Estáis cerca de mí?
«Sí.»
– ¿Por qué no os manifestáis a mí directamente, ya que nos hemos amado tanto?
«Más adelante.»
– ¿Podremos reencontrarnos un día?
«Sí, pronto.»
– ¿Nos amaremos como en esta vida?
«Más.»
– ¿En qué estado os halláis?
«Soy feliz.»
– ¿Estáis reencarnado o errante?
«Errante por poco tiempo.»
– ¿Qué sensación habéis tenido cuando dejasteis vuestra envoltura corporal?
«Turbación.»
– ¿Cuánto tiempo ha durado esa turbación?
«Poco para mí, mucho para ti.»
– ¿Podéis apreciar la duración de esa turbación, según nuestra manera de contar?
«Diez años para ti, diez minutos para mí.»
– Pero no ha transcurrido todo ese tiempo desde que os he perdido, puesto que no han pasado más que cuatro meses.
«Si tú, que estás encarnado, estuvieses en mi lugar, hubieras sentido ese tiempo.»
– ¿Creéis ahora en un Dios justo y bueno?
«Sí.»
– ¿Y creíais en Él en vuestra vida en la Tierra?
«Lo presentía, pero no creía en Él.»
– ¿Dios es Todopoderoso?
«No me he elevado hasta Él para medir su poder; sólo Él conoce los límites de su poder, porque sólo Él es su igual.»
– ¿Se ocupa Él con los hombres?
«Sí.»
– ¿Seremos punidos o recompensados según nuestros actos?
«Si haces el mal, sufrirás por ello.»
– ¿Seré recompensado si hago el bien?
«Avanzarás en tu senda.»
– ¿Estoy en la buena senda?
«Haz el bien y lo estarás.»
– Creo ser bueno, pero yo sería mejor si como recompensa pudiese un día encontraros.
«¡Que este pensamiento te sostenga y te dé coraje!»
– ¿Mi hijo será tan bueno como su abuelo?
«Desarrolla sus virtudes, sofoca sus vicios.»
– Esto me parece tan maravilloso que no puedo creer que nos comuniquemos así en este momento.
«¿De dónde viene tu duda?»
– De que por compartir vuestras opiniones filosóficas, me incliné a atribuir todo a la materia.
«¿Ves a la noche lo que ves de día?»
– ¡Oh, padre mío! ¿Estoy, entonces, en la noche?
«Sí.»
– ¿Qué veis de más maravilloso?
«Explícate mejor.»
– ¿Habéis encontrado a mi madre, a mi hermana, y a Ana, la querida Ana?
«Las he vuelto a ver.»
– ¿Las veis cuando queréis?
«Sí.»
– ¿Os es penoso o agradable que me comunique con vos?
«Es una felicidad para mí si puedo llevarte hacia el bien.»
– Al regresar a casa, ¿cómo podría hacer para comunicarme con vos, lo que me vuelve tan feliz? Eso serviría para conducirme y ayudarme mejor a educar a mis hijos.
«Cada vez que un movimiento te lleve hacia el bien, síguelo; seré yo quien te ha de inspirar.»
– Me callo por temor a importunaros.
«Habla más, si quieres.»
– Ya que me lo permitís, os haré todavía algunas preguntas. ¿De qué afección habéis muerto?
«Mi prueba había llegado a su término.»
– ¿Dónde habíais contraído el absceso pulmonar que se hubo producido?
«Poco importa; el cuerpo no es nada, el Espíritu lo es todo.»
– ¿De qué naturaleza es la enfermedad que me despierta tan a menudo de noche?
«Lo sabrás más adelante.»
– Creo que mi afección es grave y quisiera vivir aún para mis hijos.
«No es nada; el corazón del hombre es una máquina de vida; deja actuar a la Naturaleza.»
– Ya que estáis aquí presente, ¿con qué forma lo estáis?
«Con la apariencia de mi forma corporal.»
– ¿Estáis en un lugar determinado?
«Sí, detrás de Ermance» (la médium).
18 – ¿Podríais aparecernos visiblemente?
«¿Para qué? Tendríais miedo.»
– ¿Nos veis a todos aquí reunidos?
«Sí.»
– ¿Tenéis una opinión sobre cada uno de los aquí presentes?
«Sí.»
– ¿Quisierais decir algo a cada uno de nosotros?
«¿En qué sentido me haces esta pregunta?»
– Desde el punto de vista moral.
«En otra ocasión; por hoy ha sido suficiente.»
El efecto que esta comunicación produjo en el Sr. Georges fue inmenso, y una luz totalmente nueva parecía ya aclarar sus ideas; en una sesión que tuvo lugar al día siguiente en la casa de la señora Roger, sonámbula, acabó de disipar las pocas dudas que pudieron haber quedado. He aquí un extracto de la carta que nos ha escrito al respecto.
«Esta dama ha entrado espontáneamente conmigo en detalles muy precisos en lo que atañe a mi padre, a mi madre, a mis hijos y a mi salud; ha descrito con tal exactitud todas las circunstancias de mi vida, incluso recordando hechos que habían escapado hacía mucho tiempo de mi memoria; en una palabra, ella me ha dado pruebas tan patentes de esta maravillosa facultad de la que están dotados los sonámbulos lúcidos, que la reacción de las ideas en mí ha sido completa desde ese momento. En la evocación, mi padre me había revelado su presencia; en la sesión sonambúlica, yo era – por así decirlo – el testigo ocular de la vida extracorpórea, de la vida del alma. Para describir con tanta minuciosidad y exactitud, y a doscientas leguas de distancia, lo que sólo era conocido por mí, era algo digno de ser visto; ahora bien, ya que no podía hacerlo con los ojos del cuerpo, había por lo tanto un lazo misterioso e invisible que unía a la sonámbula con las personas y las cosas ausentes, a las que nunca había visto; por consecuencia, había algo fuera de la materia. ¿Qué podía ser ese algo, si no es lo que se llama alma, el ser inteligente del cual el cuerpo es sólo la envoltura, pero cuya acción se extiende mucho más allá de nuestra esfera de actividad?»
Hoy el Sr. Georges no sólo ha dejado de ser materialista, sino que es uno de los adeptos más fervientes y activos del Espiritismo, por lo que es doblemente feliz, por la confianza que ahora le inspira el porvenir y por el placer motivado que encuentra en hacer el bien. Esta evocación, muy simple al principio, no es menos notable en más de un aspecto.
El carácter del Sr. Georges padre se refleja en sus respuestas breves y sentenciosas que le eran habituales; hablaba poco y jamás decía una palabra inútil; pero el que habla, ya no es más el escéptico: reconoce su error; su Espíritu es más libre, más clarividente, y describe la unidad y el poder de Dios con estas admirables palabras: Sólo Él es su igual; antes, cuando estaba encarnado, él atribuía todo a la materia; ahora dice: El cuerpo no es nada, el Espíritu lo es todo; y esta otra frase sublime: ¿Ves a la noche lo que ves de día? Para el observador atento, todo tiene un alcance, y es así que encuentra a cada paso la confirmación de las grandes verdades enseñadas por los Espíritus.
Allan Kardec
Extraído de la “Revista Espirita 1858″
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mismo tiempo?
Evidentemente el alma de una persona es infinitamente mucho más vieja que su cuerpo; esta lleva rodando evolutivamente desde lo más lejano en la noche de los tiempos y durante tantas y tantas existencias humanas, mientras que su cuerpo actual no tiene otro punto de partida que el de su propio nacimiento en la vida actual.
Esto se llega a comprender al considerar que si el Espíritu humano hubiese sido creado al mismo tiempo que el cuerpo físico de la persona, no tendrían en ese caso, razón de ser ni explicación, las reminiscencias, las intuiciones y las aptitudes a veces tan desarrolladas y asombrosas de carácter intelectual o artístico con las que muchos nacen, y que diferencian a unas personas de otras.
A su vez, si todas las almas fuesen igual de “viejas”, tampoco tendrían explicación los diversos niveles de aptitudes, de madurez psicológica, creativa, y de moralidad existentes, que por más que se pretenda por parte de la Ciencia oficial, no pueden ser explicados en su totalidad cuando se basan solamente en las leyes de la herencia genética o de las capacidades cerebrales.
Sin embargo sí que encuentran explicación completa esas capacidades y aptitudes, de modo global y coherente, cuando admitiendo en el ser humano la existencia de un alma como energía vitalizadora, pensante, sintiente y racional que acompaña al cuerpo físico al que lógicamente preexiste y sobrevive, demostrando esas capacidades y aptitudes que solamente pudo adquirir en anteriores existencias corporales.
Si consideramos por separado al Espíritu y al Cuerpo, comprenderemos que el cuerpo por sí solo no es nada; solamente un conjunto de materia carnal de naturaleza animal, limitada en el espacio físico y sujeto a todas las leyes físicas, pero si consideramos que el Espíritu encarnado o Alma tiene que ser causa de la existencia del cuerpo , no podemos admitir que el cuerpo, que es efecto del Alma que lo vitaliza y se manifiesta a través de él, se genere en el mismo instante o incluso antes que el Espíritu que es la causa que le da razón de existir .
Ningún efecto se produce si no existe antes la causa que lo produce. La causa tiene que ir forzosamente por delante de su efecto.
El cuerpo para su formación, necesitó además del hogar uterino y de la herencia genética con el ADN de sus progenitores, la existencia previa de un alma que junto con su cuerpo completase un ser humano.
El alma da vida al cuerpo, lo conforma y lo dirige: constituye con él un ser humano. El cuerpo sin su alma, no sería nada más que un montón de carne sin razón de ser por sí mismo.
Más descabellado aún es tomar el efecto por la causa, si se admitiese que la materia crea o configura al alma que la anima. Es el caso como cuando algún sector de la ciencia académica se ha aventurado en afirmar que el pensamiento es producido o secretado por el cerebro, cuando sin embargo el cerebro solamente es el medio que permite manifestarse al pensamiento, que en sí mismo es un atributo del alma, pero el cerebro no lo produce, pues un órgano material no puede producir o crear un elemento inmaterial como lo es un pensamiento o un acto volitivo o de carácter ético o estético.
- Jose Luis Martín-
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“La fuerza del Espiritismo reside en su filosofía, en el llamamiento que hace a la razón y en el buen sentido”.
Allán Kardec-
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MEMORIA PALINGENÉSICA DE
LEÓN DENIS
El genio espiritual de León Denis captó, como muy pocos el alma viva de los parajes. Percibió en forma amplia el alma de la naturaleza. “Una tarde de Julio -dice- durante un paseo solitario por los alrededores de Eaux-Bonnes, me extravié en la montaña llamada Gourzy” ¡Bendito extravió, éste! Pues fue la causa para que León Denis se resignase a pasar la noche en aquellas soledades donde comprendió el sentido filosófico y religioso de la montaña. Por eso luego dijo: ¡La montaña es mi templo! ¡Allí el espíritu se siente mas cerca del cielo, más próximo a Dios!. Extraviado en la montaña su alma no dejó por eso de meditar sobre los grandes problemas del ser y el Universo. Olvidando todo peligro material, nuestro filosofo-poeta expresó: “Alla arriba, otros problemas me atraen. ¿Donde van estos innumerables mundos? ¿En virtud de que fuerza se mueven, se buscan en el seno del insondable abismo? . Su espíritu problematizando la existencia de los seres y las cosas penetró en la esencia que los anima. Confirmó así la realidad espiritual con un por qué que indaga, para responder, como siempre lo hizo, con un porque que sabe e ilumina.
En una de sus excursiones por las montañas de su país, llegó a la Grande Chartreuse, santuario alpestre rodeado de bosques, donde pasó varios días entregado a profundas reflexiones sobre el destino del Ser. Escuchó la canción de armoniosos torrentes y “los grandes órganos del viento en los ramajes". Sintió el grito de pastores y leñadores; el sonido melancólico de la campana del solitario monasterio. Admiró un paisaje limitado por elevadas y ásperas cumbres carentes de toda, vegetación, "batidas -como él dijo- por las tempestades”. Sin embargo fue en ese lugar donde Denis sintió hondamente la idea de lo infinito, así como la mirada de Dios sobre la naturaleza. '
Nuestro pensador espirita reconoció los beneficios espirituales concedidos por ese antiguo monasterio, de gran prestigio religioso en otros tiempos. "Cuantas almas, dice, sacudidas por las tormentas de la vida han venido a buscar aquí el reposo y el olvido!". En efecto, Denis nos recuerda que la vida espiritual y recoleta de un monasterio puede resultar benéfica hasta para la vida moderna. La señala como un "entrenamiento hacia les cosas superiores, una preparación al más allá".
Estuvo en la Chartreuse con espiritu analítico y religioso percibiendo el. rumor del mundo invisible. Asistió al oficio de la medianoche desde la tribuna reservada a los visitantes. Los cartujos elevaron salmodias al Eterno como una necesidad de unir los espíritus a lo invisible. Era todo solemne: y profundo. El "Deus in adjuntorium meun nitende!" voló hacia lo alto como una lamentación, Su estancia en aquel monasterio le hizo comprender a Denis, una vez más, que el. alma humana no puede vivir solo de concepciones científicas y que el acto religioso, cuando es verdadero, es similar en todos los templos y en todos los lugares de la tierra.
Pero en aquel instante de recogimiento espiritual aquellos salmos graves y rítmicos, así como las notas melancólicas surgidas de aquellas voces como cansadas de lo humano y terrenal, conmovieron el alma de Denis hasta descorrer el velo de sus vidas pasadas. Todo lo que allí observó lo predispuso para verse como alma inmortal pasando de un cuerpo a otro. El mismo cementerio del monasterio de triste aspecto, lo conmovió íntimamente al ver que solo una humilde cruz, sin ninguna inscripción, señalaba las tumbas de los cartujos destinados al más absoluto anonimato. Denis se conmovió intensamente frente a ese cementerio percibiendo en sí mismo una ligazón misteriosa como aquellos cuerpos que allí reposaban, lo que lo llevó a expresar:”¿Será esta la primera vez que recorro estos corredores, estos solitarios claustros? ¡No! .Cuando sondeo mi pasado, siento estremecer en mi la misteriosa cadena que une personalidad actual a la de los siglos pasados. Yo se que entre los restos mortales que yacen allí, en aquel cementerio, está el de uno que mi espíritu animó.
León Denis era un Ser superior que podía reencontrarse en los dédalos del pasado. El sabia con seguridad que había pasado a través de las edades; por eso reconocía los lugares donde había vivido en vidas anteriores.
El mismo lo reveló: "Poseo el terrible privilegio; el de conocer mis anteriores existencias. Ahora bien, ¿por qué Denis llamó “'terrible privilegio” a su memoria palingenésica?. Porque en el Ser hay profundos abismos donde nos vemos ora como héroes, ora como malhechores. Y cosa terrible es ver esa secuencia de vidas a través de la cual pasaron los Espíritus rumbo a la luz y la verdad. Solo los Grandes Seres pueden mirar serenamente esos profundos abismos del alma donde la sombra se mezcla con la luz y el error con la verdad.
Los hombres medianos no pueden aún asomarse a ese oscuro gozo del Espíritu; de ahí que la idea palingenésica avance con tanta lentitud en la tierra.
El propio León Denis dice al respecto: ¿Seria acaso bueno que todas las almas encarnadas conservasen el recuerdo de sus anteriores existencias?. No lo creo así, Dios ha obrado cuerdamente velando a nuestros ojos, al menos durante el difícil transcurso de la vida terrena, las trágicas escenas, los desfallecimientos, los funestos errores de nuestra propia historia”.
Como se verá, el hombre no es un minúsculo ser ni tampoco cumulo de carne y huesos destinado a la nada. El hombre es un gigante espiritual encerrado en un cuerpo por cuya razón olvidó su origen espiritual y divino, Pero esta en trance de recordar de donde viene. La filosofía espirita lo hará consciente de su naturaleza palingénesica con el aporte filosófico de un hombre como León Denis que solo vivió para elevar espiritualmente a la humanidad. Las reflexiones de su trabajo El libro de la naturaleza, mediante las cuales nos adentramos en su genio Filosófico-religioso, son el fruto del Espiritismo que nos permite esclarecer el dramático problema del Ser y del Destino.
Humberto Mariotti
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El Libro de los Espíritus. Pregunta No. 938:
Las decepciones provocadas por la ingratitud, ¿no tienen por objeto endurecer nuestro corazón y cerrarlo a la sensibilidad?
“Eso sería un error. Porque el hombre de buen corazón, como tú dices, siempre es feliz por el bien que hace. Sabe que si ese bien no es recordado en esta vida, será recordado en otra, y que el ingrato se avergonzará y tendrá remordimientos.”
- - - - - - -
Corrosivo en el corazón, surgiendo de la unión entre la revuelta y el desánimo, tizna el manantial de la emotividad y sube a la cabeza en forma de nube. Y llegado al cerebro, transfigura el pensamiento en plasma sutil de lodo, perturbando la visión que se envuelve en clamoroso desequilibrio.
La víctima, de ese modo, no percibe más el bien que el Cielo esparce en todo, para ver sencillamente el mal que trae consigo, e imagina, con prisa, espinos y pantanos donde hay flores y bendiciones, ideando el crimen donde brilla la virtud. En funesto delirio, llega a verter escarnio y vilipendio a la propia Naturaleza que revela la Bondad Infinita de Dios.
Mas el agente sombrío no descansa en los ojos, porque invade los oídos buscando la maldad en las palabras del amor y, descendiendo letal hacia la zona de la lengua, convierte la boca en fosa de exasperación y amargura, incitando a los oyentes del imperio de la sombra como si pretendiese oscurecer el Sol y enlutar las estrellas.
Desde entonces, considera en toda criatura a un exponente del vicio, aceptando la sospecha en lugar de la esperanza y exaltando la mentira, con que hace de sí misma un campo deplorable de aspereza y locura.
Paralizando las manos en la pereza insensata, acusa al mundo y la vida, sin donarles la menor expresión de auxilio y entendimiento.
Y alcanzando el apogeo de la demencia cruel tranquiliza, infeliz, el deseo de la muerte con la cual se precipita a la cueva del suicidio para sufrir, después, la expiación tremenda del insulto a la Ley Divina y de la injuria a sí misma.
Guardaos, pues, así, en el clima luminoso del servicio constante, amando y perdonando, ayudando y aprendiendo, ya que ese veneno que corroe el alma humana haciendo de ella finalmente triste charco de tinieblas, se llama pesimismo.
Emmanuel.
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