INVESTIGACIÓN CON CÉLULAS MADRE EMBRIONARIAS, MITOS, CREENCIAS Y FOBIAS
Científicos americanos consiguieron que una mujer de 42 años tuviese un hijo saludable a partir de un embrión que permaneció congelado por casi 20 años. La técnica fue aplicada en el Instituto de Medicina Reproductiva, de la Escuela de Medicina de Eastern Virginia, en Norfolk, en Virginia. Los médicos descongelaron cinco embriones que habían sido donados anónimamente por una pareja que realizó el tratamiento de fertilización en la clínica 20 años antes. En Brasil, hay el caso de una mujer del interior de San Paulo que dio a luz un bebe nacido de un embrión que estuvo congelado por ocho años.
El tema nos impone una reflexión sobre “investigaciones con células embrionarias”, pues la utilización de esas células es compleja y muchos otros cuestionamientos pueden ser hechos. Sobre esos estudios los esclarecimientos de los Benefactores Espirituales prácticamente no existen. Todavía, reconocemos que el proyecto demuestra el esfuerzo de la ciencia humana. Recordando que “las investigaciones con las células tronco embrionarias solo podrán ser realizadas, según la Ley, si ellas fueran obtenidas a través de fertilización in vitro y estuvieran congeladas más de tres años”(1)
El asunto debe y puede ser debatido de forma imparcial, y libre de rancioso obscurantista de los ídolos medievales, llevándonos a conclusiones futuras más satisfactorias. Creo que “defender las investigaciones con las células tronco embrionarias para fines terapéuticos más que un posicionamiento técnico-científico es la defensa de los Derechos Humanos, de la Dignidad de la Persona Humana”(2) No adelanta posicionamiento radical, hasta porque, la propuesta científica es la de la utilización irreversible, en la investigación, de los embriones excedentes en las clínicas de reproducción asistida.
¿Será que los embriones congelados, en los cuales se encuentran las células-tronco embrionarias, tiene potencial de vitalidad que no se puede transformar? Algunos creen ser un “aborto”, más no caminamos en esa dirección. Recordemos “el Libro de los Espíritus” cuya respuesta esclarece lo que sigue: “Hay cuerpos que jamás tuvieron un Espíritu designado”, o sea, hay “cuerpos físicos que se desenvuelven sin que haya finalidad de la reencarnación.”83) ¿Si no hay un planeamiento reencarnatorio con el concurso de Espíritu superiores porque ellos van a designar un Espíritu, con pruebas que cumplir, en su finalidad, en la evolución del embarazo?
Utilizar células –tronco embrionarias, en ese sentido, no será una frontera a las Leyes naturales, más si una enorme contribución científica para la Humanidad, posibilitando mejorar la vida física de los seres encarnados.
En cuanto a la neurastenia sobre el uso impropio de las células-embrionarias, mantengamos la confianza, pues la Ciencia, colaboradora innegable del progreso, sabrá lidiar cada vez mejor con las técnicas que envuelven el tema. ¡El temario, en que pese a nuestro convencimiento, demostrado en varios artículos que publicamos, es demasiado complejo y, es obvio, no tengamos el argumento final! Es preciso considerar que mi opinión sobre el asunto no es necesariamente una posición de la Doctrina Espirita, es una opinión particular. Todavía, sea cual sea la opinión que cualquier otro espirita contrarias a los razonamientos aquí expresados, obviamente que no se trata de una posición del Espiritismo, y si sería una opinión personal que será más tarde mejor esclarecida por los resultados de las prácticas científicas.
Los mentores espirituales son inteligentes lo suficiente para saber que tal o cual ovulo será o no destinado a la producción de células-tronco para fines terapéuticos y, por tanto, que ningún espíritu deberá estar ligado a él. Acreditamos en eso, o, entonces, estaremos bajo el guante de la “ley de la casualidad” y el “acaso” no consta en el diccionario espirita.
Literatura complementaria a la Doctrina revela que el fenómeno de la reencarnación humana es demasiado complejo, siendo confiado, normalmente, a los Espíritus elevados. André Luiz nos explica que las Leyes Divinas son Universales. Como tal, es natural que la reencarnación obedezca también a principios automáticos, teniendo en vista, sobretodo, que ese proceso se repite hace billones de años. En “En las Fronteras de la Locura”, de Manuel Filomeno de Miranda, afirma que líderes de las sombras (especialistas en magnetismo) conocen las técnicas reencarnatorios y hasta las ejecutan en la Tierra.”(4)
La fecundación es un proceso de creación y esta, necesariamente, se somete al principio del “nada se crea sin que la creación presida un designio.”(5) Considerando que en los embriones congelados, puede haber Espíritus ligados o no, a priori no vemos el sentido en si “unir” a un espíritu a un embrión que jamás se desenvolverá, a no ser sea por ajuste Karmico, como sucede hoy con el aborto no provocado.(6)
Es bien verdad que no poseemos instrumentos precisos para saber si hay o no DESENCARNADOS destinados a tal o cual embrión congelado, más, también estamos convencidos de que, entre intentar hacer algo en nombre de la ciencia, visando la salud de los ENCARNADOS, o dejar de hacerlo, por recelos o neurastenias incontenidas de los impactos de conciencia que rigen en las imaginaciones de algunos, por el cristalizado atavismo religioso es obstáculo inoportuno e inaceptable para el progreso científico.
No nos olvidemos de que el hombre de ciencia está en la Tierra como colaborador de Dios, para ayudarlo a mejorar la naturaleza. Exceptuándose los embriones que, efectivamente, no serán aprovechados para la gestación, y que se perderán después de tres años de congelamiento, hay también otras alternativas, para la búsqueda de terapias en las enfermedades degenerativas, de curso irreversible.
La ciencia debe avanzar sin los cabestros de la ortodoxia iglesiaria, hasta porque, de su impulso, también depende el desenvolvimiento de la criatura, más, obviamente, los caminos utilizados no pueden violarlo que, igualmente, ya se conquistó como valores inmarcesibles.
De lo expuesto, no temamos a los avances científicos, porque el Espiritismo está profundamente vinculado a la investigación, a la ciencia, a través de su trabajo interminable en el proceso de la evolución. Si el hombre va o no a utilizar el producto de las investigaciones científicas para el bien o el mal, no cerremos los ojos, no nos sumerjamos en sufrimientos vanos, el alma tranquila hasta porque cuando testamos la bomba atómica sobre quedemos con Hiroshima y Nagasaki, sufrimos el terror de la ficción nuclear. No en tanto, ahí están los átomos para la paz mundial.
Jorge Hessen
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PENA DE MUERTE
760. ¿Desaparecerá algún día de la legislación humana la pena de muerte?
La pena capital ha de desaparecer, incuestionablemente, y su desaparición señalará un progreso para la humanidad. Cuando los hombres estén más esclarecidos la pena de muerte será abolida por completo en la Tierra. Los hombres no necesitarán ya ser juzgados por otros hombres. Hablo de una época que está todavía bastante lejana para vosotros.
Sin lugar a dudas, el progreso social todavía deja mucho que desear, pero seríamos injustos para con la sociedad moderna si no viéramos un progreso en las restricciones impuestas a la pena capital en los pueblos más adelantados, de acuerdo con la índole de los crímenes a que se limita su aplicación. Si comparamos las garantías que en esos mismos pueblos se esfuerza la justicia por otorgar al acusado y el trato humanitario que le dispensa –aun cuando haya sido reconocido culpable- con las prácticas vigentes en épocas que aún no están muy distantes, no podemos dejar de reconocer la senda progresiva por la que marcha la humanidad.
761. La ley de conservación concede al hombre el derecho de preservar su propia vida. ¿No está haciendo uso de ese derecho cuando elimina de la sociedad a un miembro peligroso?
Hay otros medios de defenderse del peligro fuera del de matar al agresor. Por otra parte, es preciso abrir al criminal la puerta del arrepentimiento y no cerrársela.
762. Si la pena capital puede ser desterrada de las sociedades civilizadas, ¿no ha constituido una necesidad en tiempos de mayor atraso?
“Necesidad” no es la palabra adecuada. El hombre cree siempre que una cosa es necesaria cuando no encuentra nada mejor. Conforme evoluciona, va comprendiendo más acertadamente lo que es justo y lo que es injusto, y repudia los excesos que en épocas de ignorancia se cometían en nombre de la justicia.
763. La restricción de los casos en que se aplica la pena de muerte, ¿es un indicio del progreso en la civilización?
¿Puedes ponerlo en duda? ¿No se subleva tu Espíritu al leer el relato de las matanzas humanas que se hacían otrora en nombre de la justicia, y a menudo en honor a la Divinidad; de las torturas que se infligían al condenado, e incluso al simple acusado a fin de arrancarle, mediante el exceso de sufrimientos, la confesión de un crimen que en muchos casos no había cometido? Pues bien, si hubieras vivido en aquellos tiempos habrías considerado todo eso muy natural, y quizá siendo juez hubieras hecho otro tanto. Porque lo que es considerado justo en una época parece bárbaro en otra. Sólo las leyes divinas son eternas. Las humanas se modifican con el progreso. Y seguirán cambiando todavía, hasta que hayan sido puestas en armonía con las leyes divinas.
764. Dijo Jesús: “Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” Esas palabras, ¿no significan la consagración de la ley del talión? Y la muerte que se inflige al matador ¿no constituye la aplicación de esa ley?
Andaos con tiento. Os habéis equivocado acerca de estas palabras, como respecto a otras muchas. La ley del talión es la justicia de Dios y Él la aplica. Todos vosotros sufrís a cada instante esa ley, porque sois castigados por donde habéis pecado, en esta vida o en otra. Quien haya hecho padecer a sus semejantes se hallará en una situación en que sufrirá él mismo lo que haya infligido a los demás. Tal el sentido de esas palabras de Jesús. Pero ¿no os ha dicho también “perdonad a vuestros enemigos”, y no os ha enseñado que pidáis a Dios os perdone vuestras faltas como perdonáis vosotros las de los demás? Es decir, en la misma proporción en que hayáis vosotros perdonado: comprended bien esto.
765. ¿Qué hemos de pensar de la pena capital que se aplica en nombre de Dios?
Es tomar el lugar de Dios en la administración de la justicia. Los que obran así ponen de relieve cuán lejos se hallan de comprender a Dios, y demuestran que deben expiar todavía muchas cosas. La pena de muerte es un crimen e igualmente lo es cuando se aplica en nombre de Dios, y a los que la infligen les cabe la responsabilidad, por tratarse de otros tantos asesinatos.
“Necesidad” no es la palabra adecuada. El hombre cree siempre que una cosa es necesaria cuando no encuentra nada mejor. Conforme evoluciona, va comprendiendo más acertadamente lo que es justo y lo que es injusto, y repudia los excesos que en épocas de ignorancia se cometían en nombre de la justicia.
763. La restricción de los casos en que se aplica la pena de muerte, ¿es un indicio del progreso en la civilización?
¿Puedes ponerlo en duda? ¿No se subleva tu Espíritu al leer el relato de las matanzas humanas que se hacían otrora en nombre de la justicia, y a menudo en honor a la Divinidad; de las torturas que se infligían al condenado, e incluso al simple acusado a fin de arrancarle, mediante el exceso de sufrimientos, la confesión de un crimen que en muchos casos no había cometido? Pues bien, si hubieras vivido en aquellos tiempos habrías considerado todo eso muy natural, y quizá siendo juez hubieras hecho otro tanto. Porque lo que es considerado justo en una época parece bárbaro en otra. Sólo las leyes divinas son eternas. Las humanas se modifican con el progreso. Y seguirán cambiando todavía, hasta que hayan sido puestas en armonía con las leyes divinas.
764. Dijo Jesús: “Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” Esas palabras, ¿no significan la consagración de la ley del talión? Y la muerte que se inflige al matador ¿no constituye la aplicación de esa ley?
Andaos con tiento. Os habéis equivocado acerca de estas palabras, como respecto a otras muchas. La ley del talión es la justicia de Dios y Él la aplica. Todos vosotros sufrís a cada instante esa ley, porque sois castigados por donde habéis pecado, en esta vida o en otra. Quien haya hecho padecer a sus semejantes se hallará en una situación en que sufrirá él mismo lo que haya infligido a los demás. Tal el sentido de esas palabras de Jesús. Pero ¿no os ha dicho también “perdonad a vuestros enemigos”, y no os ha enseñado que pidáis a Dios os perdone vuestras faltas como perdonáis vosotros las de los demás? Es decir, en la misma proporción en que hayáis vosotros perdonado: comprended bien esto.
765. ¿Qué hemos de pensar de la pena capital que se aplica en nombre de Dios?
Es tomar el lugar de Dios en la administración de la justicia. Los que obran así ponen de relieve cuán lejos se hallan de comprender a Dios, y demuestran que deben expiar todavía muchas cosas. La pena de muerte es un crimen e igualmente lo es cuando se aplica en nombre de Dios, y a los que la infligen les cabe la responsabilidad, por tratarse de otros tantos asesinatos.
El Libro de los Espiritus - Allan Kardec
LIBRO TERCERO - Capitulo VI: LEY DE DESTRUCCIÓN
LIBRO TERCERO - Capitulo VI: LEY DE DESTRUCCIÓN
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DICTADO DE UN ESPÍRITU
Soy un Espíritu muy viejo y muy experimentado, he tenido ocasión de sentir los más crueles remordimientos y las más dulces satisfacciones. Recuerdo una existencia que tuve de caudillo, de general en jefe, teniendo a mis órdenes a los hombres más valientes y más aguerridos. Una palabra mía los hacía morir en medio de un mar de fuego; yo era un dios para ellos, disponía a mi antojo de sus vidas. Si los dioses habitasen en la Tierra, yo podría decir que fui un dios temido y adorado. Gané muchas batallas, engrandecí a mi patria, le di muchos días de gloria, y dejé la Tierra en el campo de batalla, después de haber ganado y haber vencido al ejército enemigo. Lo que no pudo conseguir el fuego de mis contrarios, lo consiguió una serpiente que se enroscó a mi cuello, mientras yo dormía sobre mis triunfos en mi tienda de campaña.
Mi muerte produjo una consternación general; mi tumba fue un plantel de laureles en flor, no era odiado, era temido; no me ensañé con el vencido, y sin embargo a pesar de no haber sido cruel, mi entrada en el espacio fue muy triste, muy desconsoladora para mí. Me encontré en una llanura inmensa; un cielo gris, sin celajes ni reflejos luminosos, caía como una plancha de plomo sobre mi cabeza. En aquella llanura no brotaba una flor, ni el más pequeño arbusto balanceaba sus ramas; sólo a largos trechos, se entreabría la tierra, formando hondos surcos, en los cuales el fuego del incendio había dejado sus negruzcas huellas y una voz lejana me decía, muy quedo: "¡Recréate en tu obra!" Seguí andando, y anduve mucho, mucho, y siempre veía lo mismo, las ruinas de los pueblos incendiados; al fin, me detuve avergonzado de mí mismo; no tenía una buena obra que recordar. De pronto, apareció la figura de un niño; el niño me abrazó; era un pequeñuelo que representaría tres años, yo le miré, queriéndole reconocer, pero me encontraba tan perturbado, que pronto me di por vencido, y le dije: -¿Quién eres? Te he visto no sé donde; sácame de dudas. -El niño apoyó su diestra en mi frente y me dijo: -Mira, miré, y me vi montando en un soberbio alazán; mi caballo corría saltando zanjas y horrendos precipicios, a impulsos de mi voluntad, mis espuelas oprimían sus ijares y mi caballo volaba como si hubiese hecho una apuesta con las águilas, que en la inmensa altura se remontaban para hacer sus nidos en los picachos de las montañas donde la planta humana aún no había llegado. Con mi veloz carrera, llegué al punto que deseaba, ante una gran ciudad que ardía por sus cuatro costados; mis guerreros cumplían mis terminantes órdenes. Mi voz de trueno se unió a la infernal gritería de los vencidos y los vencedores.
Siguió el incendio destruyendo maravillosos templos paganos, donde el arte había hecho de la dura piedra delicadísimos encajes, y había dado vida a las figuras mitológicas. Bajé de mi caballo y sin idea fija, me dirigí a la ventura por los alrededores de la ciudad incendiada, reparé en una choza que comenzaba a arder, me acerqué y dentro de ella vi a un niño mudo por el espanto. El pobrecito, al verme, me tendió los brazos, yo le estreché contra mi corazón y salí huyendo con mi preciosa carga, avergonzado de mi generosidad.
¡El guerrero invencible con un niño en brazos! Mi gente, matando sin piedad a los vencidos y yo corriendo a campo atraviesa, con aquel inocente, sin saber donde dejarlo a salvo... ¡Corrí mucho, mucho! Hasta llegar a una casa de campo. Allí me detuve, y pedí hospitalidad para mi compañero. Una mujer le tomó en sus brazos, diciéndome: -¡Pero este niño está muerto! -Y efectivamente, ¡El niño había muerto en mis brazos! Y yo que nunca había derramado una lágrima, al ver el cadáver de aquel inocente, bañé su rostro con mi llanto, y acompañado de aquella buena mujer y de otros campesinos, no me separé de él hasta que le di sepultura. Más tarde, mis tropas me llevaron en triunfo, crucé largo trecho bajo un bosque de laureles en flor; mujeres hermosas alfombraban mi camino con perfumadas flores, pero mi pensamiento estaba fijo en aquel niño que murió de espanto, y que ignorando que yo fuese verdugo, me tendió sus brazos, diciéndome con un mudo ademán: -¡Sálvame de la muerte! -comprendí que el niño que encontré en mi soledad, era aquel que murió en mis brazos y por si alguna duda me quedaba, él me dijo: "Soy el único ser que guarda de ti un recuerdo de gratitud; en tu última existencia muchas madres te maldicen, tu patria te debe unos cuantos palmos de terreno, pero ese pedazo de tierra, ha sido regado con lágrimas y sangre.
Todo tu sentimiento, todo tu amor, lo recogí yo en breve tiempo; yo seré el único rayo de luz que iluminará la noche de tu vida. Ven conmigo, y el niño se convirtió en una hermosa figura. Me sentí desfallecido y un sueño dulcísimo y reparador me hizo olvidar mi triste entrada en el espacio". Muchas veces he vuelto a la Tierra en posición muy humilde; no he hecho proezas, pero no he hecho mal a nadie, he vivido ignorado y he muerto en paz, en santa paz, y he hallado muchos seres amigos que me aguardaban con los brazos abiertos, sin faltar el niño que bajo esa figura se me presenta siempre, siendo el guía amorosísimo de mi vida. No lo dudes, Amalia; el hombre más grande es el que hace menos víctimas y el que más se sacrifica por la humanidad.
Adiós.
Somos de la misma opinión del Espíritu. El hombre más grande creemos que es aquél que hace de su hogar un pequeño oasis, un pequeño estado, donde no hay un tirano que martirice ni esclavos sumisos al mando de su señor, y entre los suyos ensaya el gobierno de un pueblo donde reine el amor y la ciencia y sea un hecho el divino lema: "Uno para todos y todos para uno".
LA LUZ QUE NOS GUÍA POR
AMALIA DOMINGO SOLER
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DICTADO DE UN ESPÍRITU
Soy un Espíritu muy viejo y muy experimentado, he tenido ocasión de sentir los más crueles remordimientos y las más dulces satisfacciones. Recuerdo una existencia que tuve de caudillo, de general en jefe, teniendo a mis órdenes a los hombres más valientes y más aguerridos. Una palabra mía los hacía morir en medio de un mar de fuego; yo era un dios para ellos, disponía a mi antojo de sus vidas. Si los dioses habitasen en la Tierra, yo podría decir que fui un dios temido y adorado. Gané muchas batallas, engrandecí a mi patria, le di muchos días de gloria, y dejé la Tierra en el campo de batalla, después de haber ganado y haber vencido al ejército enemigo. Lo que no pudo conseguir el fuego de mis contrarios, lo consiguió una serpiente que se enroscó a mi cuello, mientras yo dormía sobre mis triunfos en mi tienda de campaña.
Mi muerte produjo una consternación general; mi tumba fue un plantel de laureles en flor, no era odiado, era temido; no me ensañé con el vencido, y sin embargo a pesar de no haber sido cruel, mi entrada en el espacio fue muy triste, muy desconsoladora para mí. Me encontré en una llanura inmensa; un cielo gris, sin celajes ni reflejos luminosos, caía como una plancha de plomo sobre mi cabeza. En aquella llanura no brotaba una flor, ni el más pequeño arbusto balanceaba sus ramas; sólo a largos trechos, se entreabría la tierra, formando hondos surcos, en los cuales el fuego del incendio había dejado sus negruzcas huellas y una voz lejana me decía, muy quedo: "¡Recréate en tu obra!" Seguí andando, y anduve mucho, mucho, y siempre veía lo mismo, las ruinas de los pueblos incendiados; al fin, me detuve avergonzado de mí mismo; no tenía una buena obra que recordar. De pronto, apareció la figura de un niño; el niño me abrazó; era un pequeñuelo que representaría tres años, yo le miré, queriéndole reconocer, pero me encontraba tan perturbado, que pronto me di por vencido, y le dije: -¿Quién eres? Te he visto no sé donde; sácame de dudas. -El niño apoyó su diestra en mi frente y me dijo: -Mira, miré, y me vi montando en un soberbio alazán; mi caballo corría saltando zanjas y horrendos precipicios, a impulsos de mi voluntad, mis espuelas oprimían sus ijares y mi caballo volaba como si hubiese hecho una apuesta con las águilas, que en la inmensa altura se remontaban para hacer sus nidos en los picachos de las montañas donde la planta humana aún no había llegado. Con mi veloz carrera, llegué al punto que deseaba, ante una gran ciudad que ardía por sus cuatro costados; mis guerreros cumplían mis terminantes órdenes. Mi voz de trueno se unió a la infernal gritería de los vencidos y los vencedores.
Siguió el incendio destruyendo maravillosos templos paganos, donde el arte había hecho de la dura piedra delicadísimos encajes, y había dado vida a las figuras mitológicas. Bajé de mi caballo y sin idea fija, me dirigí a la ventura por los alrededores de la ciudad incendiada, reparé en una choza que comenzaba a arder, me acerqué y dentro de ella vi a un niño mudo por el espanto. El pobrecito, al verme, me tendió los brazos, yo le estreché contra mi corazón y salí huyendo con mi preciosa carga, avergonzado de mi generosidad.
¡El guerrero invencible con un niño en brazos! Mi gente, matando sin piedad a los vencidos y yo corriendo a campo atraviesa, con aquel inocente, sin saber donde dejarlo a salvo... ¡Corrí mucho, mucho! Hasta llegar a una casa de campo. Allí me detuve, y pedí hospitalidad para mi compañero. Una mujer le tomó en sus brazos, diciéndome: -¡Pero este niño está muerto! -Y efectivamente, ¡El niño había muerto en mis brazos! Y yo que nunca había derramado una lágrima, al ver el cadáver de aquel inocente, bañé su rostro con mi llanto, y acompañado de aquella buena mujer y de otros campesinos, no me separé de él hasta que le di sepultura. Más tarde, mis tropas me llevaron en triunfo, crucé largo trecho bajo un bosque de laureles en flor; mujeres hermosas alfombraban mi camino con perfumadas flores, pero mi pensamiento estaba fijo en aquel niño que murió de espanto, y que ignorando que yo fuese verdugo, me tendió sus brazos, diciéndome con un mudo ademán: -¡Sálvame de la muerte! -comprendí que el niño que encontré en mi soledad, era aquel que murió en mis brazos y por si alguna duda me quedaba, él me dijo: "Soy el único ser que guarda de ti un recuerdo de gratitud; en tu última existencia muchas madres te maldicen, tu patria te debe unos cuantos palmos de terreno, pero ese pedazo de tierra, ha sido regado con lágrimas y sangre.
Todo tu sentimiento, todo tu amor, lo recogí yo en breve tiempo; yo seré el único rayo de luz que iluminará la noche de tu vida. Ven conmigo, y el niño se convirtió en una hermosa figura. Me sentí desfallecido y un sueño dulcísimo y reparador me hizo olvidar mi triste entrada en el espacio". Muchas veces he vuelto a la Tierra en posición muy humilde; no he hecho proezas, pero no he hecho mal a nadie, he vivido ignorado y he muerto en paz, en santa paz, y he hallado muchos seres amigos que me aguardaban con los brazos abiertos, sin faltar el niño que bajo esa figura se me presenta siempre, siendo el guía amorosísimo de mi vida. No lo dudes, Amalia; el hombre más grande es el que hace menos víctimas y el que más se sacrifica por la humanidad.
Adiós.
Somos de la misma opinión del Espíritu. El hombre más grande creemos que es aquél que hace de su hogar un pequeño oasis, un pequeño estado, donde no hay un tirano que martirice ni esclavos sumisos al mando de su señor, y entre los suyos ensaya el gobierno de un pueblo donde reine el amor y la ciencia y sea un hecho el divino lema: "Uno para todos y todos para uno".
LA LUZ QUE NOS GUÍA POR
AMALIA DOMINGO SOLER
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