jueves, 20 de febrero de 2014

Sobre el sufrimiento


 
        SOBRE EL SUFRIMIENTO

Cada uno elegimos  en nuestro interior el paraíso o el infierno que preferimos, y pasamos a vivirlo en la esfera de las realidades que transitamos.

La vida puede ser comparada aun rió de largo curso… Sus aguas salen de su nacimiento, y bajan continuamente hasta llegar al mar. Por un lado curva aquí, otra allí, obstáculos al frente, lodo y arena en el lecho, fragmentos rocosos y grandes piedras que quedan atrás, hasta la salida en el océano que loa guarda.

“Son indispensables muchas etapas para la vida: ahora en el cuerpo, en varias experiencias o luego liberada, con nuevas conquistas. En cada fase, surgen barreas que deben ser superadas para alcanzar el Océano de la paz.

Son las reencarnaciones a las que todos nos encontramos sometidos las que  nos hacen evolucionar. Con deseo  y gran esfuerzo personal podemos superar innumerables repeticiones, venciendo los obstáculos a fuerza de decisión y trabajo continuo.

 La precipitación, hermana de la rebeldía, es la responsable de muchos males  que se podrían evitar si las personas  prefirieran el clima de concordia y de la calma. La amargura es otro factor que corrompe el comportamiento humano, por los desastres internos que ocasiona. Bajo su acción se desarticulan los equipos del sistema nervioso central, que sufren la acción de diluyentes de orden mental, interrumpiendo el ritmo de sus respuestas en el mantenimiento del equilibrio emocional y con el correr del tiempo, de orden fisiológica. Los enfermos  psicosomáticos, sufren  por su comportamiento psíquico,  derivado de las flaquezas de su voluntad, así como de la conciliación mental.

Es necesario que el dolor no nos haga blasfemar, llegando al punto de hacernos dudar  de la Soberna Bondad de Dios. Dios  no es portador de caprichos humanos, fiscales y castigadores de nuestros errores o gratificador liviano de nuestros pequeños aciertos, que no pasan de ser un comportamiento que solo nos hace bien.

El actuar correctamente  no nos da créditos a laureles ni a otros premios extras, por constituir en si misma, la acción digna y constructiva,  una cosecha de bendiciones. De la misma forma el error, la humillación delictuosa, se convierte en espina clavada en la conciencia hasta el día de su expiación, cuando el infractor, por el bien restaure la paz a aquel que perjudicó, en consecuencia, así mismo. Dios se manifiesta al hombre  en su interior, en la conciencia de cada uno, donde están escritas sus leyes. El grado de culpa  o de razón de cada ser es medido por la responsabilidad, por la conciencia con que actúa. Lo cierto e ineludible  es que nadie sufre sin una ponderable razón ni persona alguna que delinque, huirá de ser devuelto a la justicia vigente bajo la acción de la inderogable Justicia Divina.

Nuestra indiferencia hacia la vida recta, dejamos que se nos adormezcan los centros del discernimiento y caemos en la voluptuosidad de las pasiones groseras, practicando  arbitrariedades y locuras, corrompiendo el cuerpo, la mente y el alma…

Dios en cambio nos da muchas oportunidades para redimirnos, que no las valoramos, nuestra rebeldía  nos  hace no fijarnos y no tomamos en cuenta  los códigos de orden universal.

Por eso al hombre le es muy importante la fe religiosa, clara y racional, para influir  en sus procedimientos honrados, aunque bajo la lluvia de incomprensiones, problemas y dolores físicos y morales, de los cuales saldremos hacia la paz  y la felicidad, si actuamos con corrección.

La sabiduría de las Leyes, reúne a los personajes del viejo drama, en el escenario del mundo, a fin de que se eleven, por el amor y rescaten los delitos perpetrados. Cuando complican la situación, es necesario el sufrimiento en expiación oportuna  a través de la cual se reeducan, creciendo en dirección al bien.

La oración nos inmuniza contra el mal, nos da fuerzas para soportarlo, pero no cambia  nuestros necesarios procesos de evolución. En la necesidad de la depuración, y con la luz del conocimiento espirita  que nos fortalece el ser,  debemos  disponernos a la renovación por el amor y por la acción del trabajo edificante, granjeando meritos para cambiar los factores Kármicos  de la actual existencia.

El amor anula los errores  y pecados, preparando al ser para cuando sea probado,  pueda superar  los impactos divergentes de comportamiento sano.

Siempre depende del hombre  el resultado de sus iniciativas, aun cuando está bajo las fuerzas negativas que intentan llevarlo a la caída  o de los Emisarios  del Bien que lo estimulan a la conquista de su evolución.

Es verdad que ningún ruego honesto, dirigido al señor, queda sin respuesta de socorro inmediato. Quizás no nos llegue en la forma que pretendemos, pero si como sea mejor para nuestra necesidad, lo que expresa el grado de sabiduría de quien responde.

Si no fuese así, se establecería el caos desde la infancia espiritual, cuando los seres no sabemos pedir, al solicitar muchas veces, para nosotros, lo que es bueno en un momento y luego deja de serlo, para transformarse más tarde en tribulación.

Debemos pedir ayuda sin exigir la forma de auxilio que deseamos recibir, orando, pura y simplemente, en una entrega confiada de amor y fe.
 ( Trabajo de Merchita basado en "Las fronteras de la locura" de Divaldo P.Franco.)
                                                   
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                              ¡ NO TE IRRITES, NO VALE LA PENA !


                                            ¡ Es importante no perder la serenidad!
Cuando te enfadas y te irritas, tu salud se resiente.
Los órganos se perturban y sufrimos terriblemente.
Si un amigo te traicionó, si alguien te calumnió, y sobre todo si a aquél a quien ayudaste, cuando nadie más podia hacerlo, te trató injustamente, te calumnió...Te trató con ingratitud, olvidando todo el bien que le hiciste...PERDONA!
Son personas enfermas. Ten pena de ellas.Pero no pierdas tu serenidad.Que no respondas a la agresión no significa que ellas lleven razón....Demustras así tu superioridad moral y ejerces la Ley de Caridad
Mamen Pelayo Delgado

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LANZAMIENTO DE LA PRIMERA PIEDRA

Una joven desencarnó después de haber recibido 80 latigazos en Bangladesh, como punición por haber tenido una relación  extraconyugal con un primo (casado).  La sentencia fue decretada por un tribunal religioso de Shariatpur, en el sudeste del país, a 56 kilómetros de la capital; Daca: la adolescente se desmayó  mientras recibía los latigazos y llegó a ser llevada a un hospital local,  más no resistió a las heridas, falleciendo seis días después de haber sido internada.
El clérigo musulmán Mofiz Uddin fue el responsable por la (sentencia) contra Hena, que fue presa juntamente  con otras tres personas. Los religiosos dijeron  a la policía  que Hena  había sido  vista infraganti.  Sin embargo, Dorbesh Khan, el padre de la adolescente dijo: ¿Qué tipo de justicia es esa? Mi hija fue golpeada  en nombre del fanatismo religioso. Si hubiese sido juzgada por un tribunal del estado, mi hija jamás habría muerto”. En verdad, puniciones realizadas  en nombre de la sharia (legislación  sagrada islámica) y decretos religiosos fueron prohibidos en Bangladesh, por eso, un grupo de moradores de Shariatpur  fue a las calles en protesta  contra la fatwa  y contra los autores de la sentencia.
Para comentar el hecho bajo la vista Kardeciana, es importante destacar que en cualquier análisis que hagamos sobre el comportamiento sexual de esa o aquella persona, somos obligados siempre a recordar a Dios, “que juzga en última instancia, que ve los movimientos  íntimos de cada corazón y que, por consiguiente , disculpa muchas veces las faltas que censuramos,  o reprueba  lo que relevamos, porque conoce el móvil de todos los actos. Recordémonos de que nosotros, que clamamos en altas voces anatemas, habremos quizás cometido faltas más graves” (1) que la personas a la cual censuramos.
En el caso Hena, algunos dicen que ella sufrió  violencia sexual, con todo hay los que afirman que hubo adulterio cometido por el primo. De cualquier modo, el episodio nos remite a los Códigos de Jesús, que proclamó sentencia: “tire la primera piedra aquel  que estuviera exento de pecado” (2). Esa advertencia hace de la conmiseración una obligación para nosotros, porque nadie hay que no necesite, para sí mismo, de indulgencia. “Ella nos enseña  que no debemos juzgar  con más severidad a los otros, de lo que  nos juzgaríamos a nosotros mismos, ni condenar  en otro lo que nosotros nos absolvemos. Antes de promulgar a alguien una falta, veamos si la misma  censura  no nos puede ser hecha.”(3) Es importante observar que Jesús evaluando equívocos  y caídas, en las aldeas del espíritu, haya seleccionado a aquella  de la mujer, en fallas del sexo, para emitir su memorable  sentencia: “aquel que esté sin pecado tire la primera piedra”.
El sabio Espíritu Emmanuel explica que “en el rol de los deserciones, abandonos y debilidades y delitos del mundo, los problemas afectivos se muestran de tal modo enclavados en el ser humano que persona alguna de la Tierra haya escapado, en conjunto de las existencias consecutivos, a los llamados “errores del amor”.”(4) Penetremos cada uno de nosotros  en los recesos de la propia alma, y, si conseguimos presentar comportamiento irreprensible, en el inmediatismo de la vida practica ante los días  que corren, indaguémonos, con sinceridad, en cuanto a las propias tendencias “Quien no haya varado trances difíciles, en el área del corazón, en el periodo de la reencarnación en que se encuentre, investigue las propias inclinaciones  y deseos en el campo intimo, y, en su conciencia verificará  que no se haya ausente  del enmarañado de conflictos, que  emanan del acervo de luchas sexuales de la Humanidad.”(5)
Por esas razones, personalizando  en la mujer sufridora a la familia humana, Jesús  pronunció la inolvidable sentencia “Le arroje la primera piedra”, convocando a los hombres, supuestamente puros en materia de sexualidad, a lanzar a la mujer  infeliz la primera piedra.
En verdad, cuando respetemos a nuestros semejantes en su foro intimo, los conceptos de adulterio se fueron distanciando  de lo cotidiano, una vez que la comprensión apaciguara el corazón humano y a la llamada desventura afectiva  no tener razón de ser, o sea, nadie traiciona a nadie en materia afectiva.
Abstengámonos, bajo cualquier hipótesis, de censurar  y condenar  sea  el que sea  el comportamiento en materia sexual. Recordemos que estamos emergiendo de un pasado lejano, en el que estuvimos sumergidos en los laberintos de los desequilibrios en el área afectiva, a fin de que en  las bendiciones del aprendizaje se nos queden en la conciencia la Ley de amor. Nos hallamos muy lejos de la pureza de corazón, por eso mismo, si alguien nos parece caer, bajo engaños del sentimiento, no critiquemos, en vez de eso silenciemos  y oremos en su beneficio.
¡Para cualquier persona que se nos figura desmoronar en delito sentimental, seamos caritativos! Nadie de nosotros consigue conocerse tan exactamente, a punto de saber hoy  cual es la dimensión de la experiencia afectiva  que nos espera en el futuro. Silenciemos ante las supuestas culpas del prójimo, por cuanto nadie de nosotros, por ahora, es capaz de medir  la parte de responsabilidad que nos compete  a cada uno en las irreflexiones y desequilibrios de los otros.
Jamás olvidemos que todos somos componentes de una sola familia (encarnada y desencarnada), operando en dos mundos, simultáneamente. Somos incapaces de examinar las conciencias ajenas y cada uno de nosotros, ante la Sabiduría Divina, es un caso particular, en materia de amor, reclamando comprensión. “A vista de eso, muchos de nuestros errores imaginarios en el mundo son  caminos ciertos para el bien, al paso que muchos de nuestros aciertos hipotéticos son trillas  para el mal  de que nosotros  nos desharemos un día!... Bendecid y amad siempre. Ante  toda y cualquier desarmonía del mundo afectivo, sea con quien sea y como fuera, colocaos en pensamiento, en el lugar del acusado, analizando vuestras tendencias más intimas y, verificareis si estáis en condiciones de censurar a alguien, escuchad, en el silencio de la conciencia, el apelo inolvidable de Cristo: “Amaos los unos a los otros, como yo os ame.” (6)
Jorge Hessen
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 Riqueza y felicidad 


Hay ricos en dinero, tan ricos de usura que se tornan más pobres que los pobres mendigos de la vía pública que, muchas veces, no disponen siquiera de un pan.

Hay ricos en conocimiento, tan ricos de orgullo que se tornan más pobres que los pobres salvajes que todavía están aislados en las tinieblas de la inteligencia.

Hay ricos en tiempo, tan ricos de pereza que se tornan más pobres que los pobres esclavizados a las tareas sacrifi­ciales.

Hay ricos en posibilidades, tan ricos de egoísmo que se tornan más pobres que los pobres hermanos que en amargas luchas expiatorias carecen de todo para ayudar.

Hay ricos en afecto, tan ricos de celos que se tornan más pobres que los pobres compañeros en pruebas difíciles, relegados a la soledad.

Ten en cuenta, entonces, que todos somos ricos en algo en relación con el Suplemento Divino de la Divina Bondad, y si invirtieras los talentos que la vida te confía en la misión de hacer más felices a quienes te rodean, llegará el momento en que te encontrarás más rico que todos los ricos de la Tierra, porque habrás atesorado en tu corazón la eterna felicidad que fluye del amor de Dios.

Espíritu Emmanuel

Médium Francisco Cândido Xavier, Waldo Vieira

Extraído del libro "Espíritu de Verdad", Por Gerardo A. Salgado

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