viernes, 6 de diciembre de 2013

Sindrome de Victima - Desarollo del comportamiento


Antonio Casssio
Cuando nos adentramos en  la doctrina espirita aprendemos que el diablo no existe, pero  se nos señalan dos monstruos mucho mas terribles que están con nosotros y no nos damos cuenta. Son el egoísmo y el orgullo. 
El egoísmo, aparentemente es mas fácil de identificar, pero el orgullo, su hijo, si instala y solamente nos enteramos después de destrozarnos la vida y los mas sagrados propósitos.
Este mensaje que es parte del estudio de comportamiento que estoy enviando a la lista, es precioso instrumento para combatir este monstruo que vive dentro de nosotros y que lo alimentamos muchas veces al día.
                                               Cassio
                                  
                        Sindrome de Víctima
Todo el comportamiento humano viene de la concepción que nosotros tenemos de la realidad y en esta realidad existen dos polos bastante distintos: nosotros y aquello que nosotros somos; nosotros y lo que nos rodea; nosotros y las otras personas. Nuestra postura en la vida depende del modo como establecemos esta relación; la relación entre nosotros y los otros; entre nosotros y los miembros de nuestra familia; entre nosotros y otros miembros de la sociedad; entre nosotros y las cosas; la relación entre nosotros y el trabajo, entre nosotros y la realidad exterior.

Nuestra manera de sentir y de vivir depende de como cada uno de nosotros interioriza la relación entre estas dos partes de la realidad. Una de las formas que 
aprendemos para  relacionarnos con los otros es la postura que designamos como Víctima .

¿Que es la víctima? La víctima  es la persona que se siente inferior à la realidad; es la persona
que se siente aplastada por el mundo externo; es la persona que se siente desgraciada delante a los acontecimientos; es aquella que  acostumbra a ver la realidad solamente por sus aspectos negativos. Ella siempre sabe lo que no debe, lo que no puede, lo que no sale bien. Ella consigue ver solamente la sombra de la realidad, en paralelo con una increíble capacidad para diagnosticar los problemas existentes.
Hay en ella una incapacidad estructural de procurar el camino de las soluciones y,  en este sentido, transfiere sus problemas para los otros; transfiere para las circunstancias, para el mundo exterior, la responsabilidad de lo que le está pasando. No asume su  posición en la vida; culpa a los otros por lo que está pasando en su modo de encarar e percibir la existencia. Esta es la postura de la justificación.

Justificarse es la señal de que no queremos cambiar. Para no asumir el error, justificándonos, tratamos de transformar  lo que está errado en injusto y, de justificación  en justificación, paralizándonos, impidiendo que crezcamos.
La Víctima es incompetente en su relación con el mundo externo. Mientras colocamos la responsabilidad total de nuestros problemas a las otras personas y circunstancias, quitaremos de nosotros mismos la posibilidad de crecimiento. En vez de esto, vamos tratar de cambiar a las otras personas.

Este tipo de postura proviene del sentimiento de soledad. Es cuando no percibimos que somos responsables de nuestra propia vida, por sus altos y bajos, de su bien y su mal, sus alegrías y tristezas; es cuando  nuestra felicidad se vuelve dependiente del modo como los otros actúan; es cuando condicionamos nuestra felicidad y  paz interior al comportamiento de los otros, a la acción de los otros, quien quiera que ellos sean: nuestros amigos, nuestros hijos, nuestros padres, nuestras parejas, nuestros colegas de trabajo o cualquier otra persona que con nosotros se relacione.  Y como las personas no actúan segun nuestro padrón, nos hacemos infelices y sufridores. Realmente, la mejor manera de ser infelices es creernos que son las otras personas  las que deben darnos la felicidad y, así,  enmascaramos nuestra propia vida frente a nuestros problemas.

La postura de víctima  es la máscara que utilizamos para no asumir la dura realidad, cuando ella se presenta. La falta de voluntad de crecer, de cambiar de la víctima  es ocultada bajo la capa de la apariencia externa. Esta es una de las mayores ilusiones de nuestra vida: querer transferir hacia  una realidad que no nos pertenece, y sobre la cual no poseemos ningún
control, las deficiencias que tenemos. 
Toda relación humana es bilateral: nosotros y la sociedad, nosotros y la familia, nosotros y lo que nos rodea. El que la realidad  del mundo exterior nos presente  aspectos negativos no quiere decir que no seamos perfectos y el hecho de  que nosotros poseamos una deficiencia no significa que el otro también la tenga. Estos dos aspectos  de la misma realidad no son antagónicos, no son una simple relación causal  sino, complementarios e integrados. El mayor mal que  nos hacemos a nosotros mismos es usar las limitaciones de otras personas de nuestro entorno para no aceptar nuestra propia parte negativa.

Así, utilizamos el sistema como chivo expiatorio para nuestra acomodación en el sufrimiento. La Víctima  es la persona que transformó su vida en una gran reclamación. Su modo de hacer  y de estar en el mundo es siempre bajo una forma  competitiva, opción que es mas cómoda  que el hacer algo para resolver los problemas. La víctima  usa su propio sufrimiento para controlar el sentimiento ajeno;  se coloca como dominada, como débil, para dominar el sentimiento de las otras personas.

Lo que mas caracteriza  a la víctima es su falta de voluntad de crecer. Sufriendo de una enfermedad llamada Perfeccionismo, que es la no aceptación de los errores humanos,  intolerante con la imperfección humana, la víctima desiste de su propio crecimiento. Ella se tortura con la idea perfeccionista, con la imagen de como debería ser y tortura también a los otros en relación a  aquello que las otras personas deberían de ser.
Hay en la víctima  una tentativa de encuadrar el mundo en el modelo ideal que ella misma imaginó, y siempre que tenemos un modelo ideal en la cabeza es para evitar entrar en contacto con la realidad. La víctima  no se relaciona con las personas aceptándolas como son, sino de la manera que a ella le gustaría que fuera. Es común pretender que los otros sean aquello que no estamos logrando ser nosotros mismos, deseando que el hijo, la mujer y el amigo sean lo que nosotros no somos.

Colocarse como víctima  es una forma de negarse en la relación humana. Por esta postura, no estamos presentes, no valemos nada, somos meros objetos de la situación. Queriendo ser el todo, acabamos en la situación de no ser  nada.
Todavía, las dificultades y limitaciones del mundo externo son solamente un desafío a  nuestro desenvolvimiento, si asumirnos nuestro espacio y estamos presentes. Así, cuanto peor está un enfermo, tanto mas competente debe de ser el médico; cuanto peor está un alumno, mas competente debe de ser el profesor. Así también, cuanto peor esta el sistema o la sociedad que nos rodea, mas competentes debemos ser como personas que formamos parte de esta sociedad; cuanto peor esta nuestro hijo, mas competentes debemos ser como padres o madres; cuanto peor esta  nuestra pareja, mas competentes debemos ser como compañeros; y así sucesivamente.

De esta forma, colocándonos en posición de buscar el crecimiento y tomando la deficiencia ajena como incentivo para nuestras mudanzas existenciales, solamente  podremos crecer en aquello que  sí somos nosotros , que es aquello que nos pertenece.
Nuestro delirio está en pretender  cambiar el mundo entero para ser felices.
Todos nosotros tenemos parte de  responsabilidad en aquello que está ocurriendo.
A menudo, atribuimos a la sociedad actual,o  al mundo, la causa de nuestras tribulaciones y problemas. Tal vez sea esta la más común de las posturas de la Víctima: generalizar para no resolver. Los problemas de nuestra vida solamente pueden ser arreglados en concreto, en particular. Decir, por ejemplo, que somos presionados por la sociedad  para llevar una vida que no nos satisface, es situar el problema de manera insoluble.  Preguntarnos a nosotros mismos cuales son las personas que concretamente  nos  están presionando para hacer lo que nos desagrada, puede traernos una solución. Solamente podemos lidiar con la sociedad en términos concretos, reales. Conforme nos relacionamos con cada persona, en cada lugar, en cada momento, nos estamos relacionando con la sociedad, porque cada persona específica, en un determinado lugar y momento, es la sociedad para nosotros en aquel momento. Comunmente generalizamos para no solucionar nada y como todo aquello que nos ocurre está vinculado con la realidad, todas las veces que quisiéramos encontrar disculpas para nosotros, nos basta mirar la imperfección ajena.

Ponerse como víctima  es ahorrar animo y coraje para asumir la limitación humana, es no querer entender que la muerte antecede a la vida, que la semilla muere antes de nacer, que la noche antecede al día. La víctima  transforma las dificultades en conflicto, y su vida en un callejón sin salida. Ser víctima  es querer huir de la realidad, del error, de la imperfección, de los límites humanos. Todas las evidencias de nuestra vida demuestran que el error existe; existe en nosotros, no en  los otros y en el mundo. Neurótica es la persona que no quiere ver lo que es obvio. Hacemos el juego a los  que nos quieren controlar cuando nos colocamos en la posición de víctimas, no aceptando la fragilidad y las dificultades humanas. La víctima  es una persona orgullosa que viste la capa de la “humildad”. El orgullo de ella, procede de creer que  es perfecta y que los otros  no valen nada. Cree que si el mundo no fuese de la manera que el es, si su pareja no fuera de la manera que  es, si sus hijos no fuera de la manera como son, ella estaría mejor, porque ella, que es una víctima, es buena, y los otros son los que tienen deficiencias  y deben  cambiar. A este juego  se le puede llamar el juego de la Infelicidad. La víctima  es una persona que sufre y le gusta  hacer que los otros sufran con el sufrimiento de ella; es la persona que utiliza  sus dificultades físicas, afectivas, financieras, conyugales, profesionales, etc, para no crecer, pero que le sirven para permanecer  anclado en ellas y, a partir de esto, hacer chantaje emocional a las otras personas.

La mayoría de nuestras tristezas y resentimientos resultan de que nosotros encontramos que si sangramos, otras personas sufrirán e si  caemos, las otras quedaran tristes. Es una actitud de venganza con relación a las otras personas. La víctima  es la persona que todavía no se perdonó por no ser perfecta y transformó el sufrimiento en un modo de ser, en un modo de relacionarse con el mundo. Es como si mirase hacia  la luz y dijese: "Que pena que haya sombra...", es como si mirase para la vida y dijese: "Que pena que haya  muerte...", es como si  mirase  hacia sí y dijese: "Que pena que exista el no...". Y todas las veces que quisiera ser feliz es fácil, le  basta ver lo que hay de negativo. La luz y la sombra son las dos caras de la misma moneda; la vida está hecha de valles y de montañas. No son las circunstancias  las que nos oprimen, es la manera como nos posicionamos ante  estas circunstancias, porque en las mismas circunstancias en que unos procuran el camino del crecimiento, otros procuran el camino de la locura, el camino de la alineación. Las circunstancias son las mismas, lo que cambia es la disposición para  amanecer y para crecer, o la disposición para disminuir y perecer.

Vivir es resolver problemas y para cada problema existe una solución, porque un problema solamente puede ser verdadero, si tiene solución. Un problema sin solución es un problema falso. A  veces preferimos quedarnos con los problemas falsos para evitar la solución de los problemas verdaderos. Uno de los juegos preferidos de la víctima  para sufrir y hacer otros sufran es el juego del Pasado. El juego del pasado consiste en atribuirle al pasado la responsabilidad por lo que nos está ocurriendo en el presente. Es cuando trasladamos el pasado a la realidad: si huviésemos estudiado, si nos hubiésemos casado con otra persona, si  nuestros padres no fueran como son, si  nuestra infancia no hubiera sido  como fue, si no hubiésemos perdido aquella oportunidad, si no hubiésemos tenido hijos, estaríamos bien, porque nos juzgamos buenos y perfectos. No poseemos limitaciones; quien posee limitaciones es nuestra madre, nuestro padre, nuestra infancia, nuestro pasado. Este juego es narcotizante porque transforma la vida en una visión causal, alineada de  nuestra propia vida, cuando de hecho es estructural y dinámica.

A través de este juego, vemos nuestra vida con la creencia en un destino predeterminado, y con esto ocultamos nuestra falta de coraje para cambiar  ahora  lo que debería ser cambiado. Las personas pueden vivir mirando hacia adelante, entendiendo que hoy es el primer día del resto de sus vidas,
 o sino quedar mirando hacia atrás, de espaldas a  la vida. Son aquellas personas que no consiguen vivir lo que está sucediendo hoy, pues están muy apegadas a todo lo que ya pasó, a todo aquello que ya murió. Mas tarde o mas temprano, tenemos que preguntarnos: ¿"Es el pasado el que crea nuestro presente o es el presente el que crea  nuestro pasado?" Evidentemente aprendemos que es el pasado quien hace al presente, que el momento presente es solamente el fruto de todo que ya pasó. Pero tenemos, en nombre de la nuestra felicidad, que reaprender que es el presente quien  crea al pasado; en otras palabras, todos los hechos antes de ser pasado han tenido de ser primero presente; todo que estamos haciendo ahora dentro de poco será pasado. Vivamos intensamente nuestro presente, nuestro ahora, porque dentro de poco esto será pasado y  ya no volverá nunca más.

La vida es un momento sin retorno, es el aquí y el ahora. No podemos sustituir nuestro presente por las preocupaciones con el futuro y ni tampoco substituir la gratuidad y el calor del momento presente por la frialdad de los recuerdos del pasado, pues recordar es morir. El pasado tiene profundo significado en nuestra vida, pero solamente como aprendizaje, si acaso como referencia para nuestro presente, y no como determinante de la vida que nosotros vivimos hoy. Nosotros somos el mundo y la vida es transformación. El presente es el único momento que de hecho existe en nuestra vida. La manera mas desvitalizada de existir es transformándose en una estatua de sal, volcada para atrás. Pero hay personas que prefieren vivir el frío, el templado, el fantasma de ayer, en vez de la embriagante alegría  de  la vida y el calor del momento presente. Vivir el presente es aceptar que, humanamente, solamente podremos ser felices a pesar de alguna cosa; que nosotros somos lo que somos y no lo que los otros quieren que seamos, y que vivir es aceptar la co-autoría vivencial entre nosotros y el mundo, haciendo una síntesis con la vida que nos rodea.
 
Traducido y adaptado por Cassio Lopes , basado en la obra  “Desenvolvimento Comportamental”  de Antônio Roberto Soares  
                                             
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 Todos estamos de visita en este momento y lugar. Solo estamos de  paso. Hemos venido a observar, aprender, crecer, amar y volver a casa.
 -  Proverbio aborigen australiano 


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 Preguntas sobre los tesoros ocultos 

30. ¿Pueden los Espíritus hacer que se descubran los tesoros ocultos?
Los Espíritus superiores no se ocupan de estas cosas; pero los Espíritus burlones, a menudo indican tesoros que no existen, o pueden también hacer ver que hay uno en un paraje, mientras que está a la parte opuesta; y esto tiene su utilidad para demostrar que la verdadera fortuna está en el trabajo. Si la Providencia destina riquezas ocultas a alguno, las encontrará naturalmente; pero no de otro modo.

31. ¿Qué hemos de pensar de la creencia de los Espíritus guardianes, de los tesoros ocultos?
Los Espíritus que aún no están desmaterializados se apegar a las cosas. Los avaros que han ocultado sus tesoros pueden aun vigilarlos y guardarlos después de la muerte, y la perplejidad en que están de verlos arrebatar es uno de sus castigos, hasta que comprenden la inutilidad para ellos. Hay también Espíritus de la Tierra encargados de dirigir las transformaciones interiores y de los que por alegoría se han hecho los guardianes de las riquezas naturales.

Observación. — La cuestión de los tesoros ocultos están en la misma categoría que las de las herencias desconocidas; bien loco sería el que contase con las pretendidas revelaciones que pueden hacérsele por los bromistas del mundo invisible. Hemos dicho que cuando los Espíritus tienen o pueden hacer semejantes revelaciones, las hacen espontáneamente, y no tiene necesidad de médium para esto. Aquí tenéis un ejemplo: “Una señora acababa de perder a su marido después de treinta años de matrimonio, y se encontraba en vísperas de ser expulsada de su domicilio, sin ningún recurso, para sus hijastros, a los que había hecho de madre. Su desespero llegaba a su colmo, cuando una tarde se le apareció su marido y le dijo que le siquiera a su gabinete; allí le enseñó su secreter que estaba aún con los sellos del embargo, y por un efecto de doble vista, le hizo ver el interior; le indicó un cajón secreto que ella no conocía y cuyo mecanismo le explicó, añadiendo: “he previsto lo que sucedería, y he querido asegurar vuestra suerte; en este cajón están mis últimas disposiciones; os cedo el usufructo de esta casa y una renta de ...”; después desapareció. El día que se quitaron lo sellos nadie pudo abrir el cajón; entonces la señora contó lo que la había sucedido. Lo abrió siguiendo las instrucciones que le había dado su marido, y se encontró el testamento conforme a lo que le había sido anunciado”.

Allan Kardec
Extraído del libro "El libro de los médiums"

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