Esos fenómenos se relacionan con la existencia de los espíritus y con su intervención en el mundo material, y eso -se podrá decir-, es entrar en terreno de lo sobrenatural. En tal caso debería probarse que los espíritus y sus manifestaciones son contrarios al orden natural y que ellos no respetan ninguna de tales leyes.
El espíritu es el alma que sobrevive al cuerpo; el ser principal, porque no muere, mientras que el cuerpo es sólo un accesorio que fenece. Su existencia es natural durante y después de la encarnación; está sujeta a las leyes que rigen al principio espiritual como el cuerpo está sometido a las que gobiernan al principio material. Pero como ambos principios tienen una afinidad necesaria, como los dos actúan sin interrupción uno sobre el otro, como de su acción simultánea resulta la armonía y el movimiento del conjunto, resulta que lo espiritual y lo material son las dos caras de un mismo todo, igualmente naturales ambas, y que lo espiritual no es una excepción, una anomalía en el orden del Universo.
5. Durante su encarnación, el espíritu actúa sobre la materia por intermedio de su cuerpo fluídico o periespíritu; y lo mismo ocurre cuando el espíritu ha desencarnado. Hace, como espíritu y en la medida de su capacidad, lo que hacía como hombre, sólo que como ya no puede servirse de su cuerpo carnal como instrumento, utiliza, cuando lo cree necesario, los órganos materiales de un encarnado que es llamado médium. Hace como alguien que, no pudiendo escribir por sí mismo, se sirve de un secretario, o como quien no conociendo un idioma que necesita para darse a entender, se vale de un intérprete. El secretario y el intérprete son los médiums del encarnado, así como el médium es el secretario y el intérprete del espíritu.
6. El ambiente en el que actúan los espíritus y los medios que utilizan son diferentes de los que se valen los encarnados, por lo tanto, los efectos también difieren. Estos efectos parecen sobrenaturales porque los producen agentes que no son los que nosotros utilizamos; pero ya que esos agentes son parte de la Naturaleza y que las manifestaciones se cumplen en virtud de ciertas leyes, no hay en ellos nada de sobrenatural ni maravilloso. Antes de conocer las propiedades de la electricidad, los fenómenos eléctricos pasaban por prodigios a los ojos de ciertas personas; desde el momento en que se conoció la causa, lo maravilloso desapareció. Lo mismo podemos decir con respecto a los fenómenos espíritas, ellos tampoco se apartan de las leyes naturales. Podemos compararlos con los fenómenos acústicos, luminosos y eléctricos que también han sido fuente de infinidad de creencias supersticiosas.
7. Sin embargo, se podrá decir: Vosotros admitís que un espíritu puede levantar una mesa y sostenerla en el aire sin punto de apoyo alguno, ¿no constituye ese hecho una derogación de la ley de gravedad? Sí, de la ley conocida; pero, ¿conocemos todas las leyes acaso? Antes de experimentar la fuerza ascensional de ciertos gases, ¿quién hubiera podido creer que un aparato pesado, llevando varios hombres en su interior, vencería a la fuerza de atracción? A los ojos del vulgo, ¿no era esto algo diabólico, maravilloso? Si alguien hubiese propuesto, hace un siglo, transmitir un mensaje a quinientos kilómetros de distancia y recibir respuesta en escasos minutos, se le habría tomado por loco; si lo hubiera hecho, se hubiese creído que tenía el diablo a sus órdenes, ya que en ese entonces se pensaba que sólo el diablo podía ir tan deprisa. Sin embargo, hoy no sólo parece posible, sino también totalmente natural. ¿Por qué, pues, un fluido desconocido no puede tener tal propiedad, en determinadas circunstancias, así como el hidrógeno puede contrabalancear el peso del globo? Lo mismo ocurre en el caso que estamos tratando (El Libro de los Médiums, cap. IV).
8. Los fenómenos espíritas están dentro del orden de la Naturaleza y se produjeron en todos los tiempos, pero, precisamente porque su estudio no podía realizarse con los medios materiales que disponía la ciencia vulgar, durante muchísimo tiempo se los consideró sobrenaturales. El Espiritismo es el encargado de revelar su verdadera naturaleza.
Lo sobrenatural, basado en apariencias no explicadas, echa a volar la imaginación que, vagando en lo desconocido, crea creencias supersticiosas. Una explicación racional basada en las leyes de la Naturaleza vuelve al hombre a la realidad, pone coto a los extravíos de la imaginación y destruye las supersticiones. El Espiritismo no extiende los dominios de lo sobrenatural, por el contrario, restringe su amplitud y hace desaparecer su último refugio. Si bien lleva a creer en la posibilidad de ciertos hechos, impide la aceptación de muchos otros, porque actúa en el ámbito de lo espiritual, como la ciencia lo hace en el de lo material, diferenciando lo que es posible de lo que no lo es. No obstante, como no pretende tener la última palabra en todas las cosas, ni siquiera en las que le competen, no se yergue en regulador absoluto de lo que es factible y da lugar a los conocimientos que aportará el porvenir.
9. Los fenómenos espíritas consisten en los diferentes modos de manifestación del alma o espíritu, ya sea durante la encarnación o en el estado de erraticidad.
Mediante esas manifestaciones el alma revela su existencia, su supervivencia y su individualidad. Se la juzga por sus efectos: al ser la causa natural, también debe serlo el efecto. Esos efectos son el objeto primordial de las investigaciones y estudios del Espiritismo, a fin de llegar al conocimiento más completo y posible de la naturaleza y atributos del alma, así como de la leyes que rigen al principio espiritual.
10. Para quienes niegan la existencia del principio espiritual independiente y, en consecuencia, la del alma individual que sobrevive, toda la Naturaleza se limita a la materia tangible. Todos los fenómenos que se relacionan con lo espiritual son, a sus ojos, sobrenaturales y quiméricos. Al no admitir la causa, no pueden admitir el efecto. Cuando los efectos son patentes, los atribuyen a la imaginación, la ilusión o la alucinación, rehusando profundizarlos. Como parten del principio de negación de todo lo que no es material, sus opiniones preconcebidas no les permiten juzgar sanamente al Espiritismo.
11. Si bien el Espiritismo admite los efectos que son consecuencia de la existencia del alma, no por ello acepta todos los efectos calificados como maravillosos ni tampoco intenta justificarlos o acreditarlos. No es ciertamente el Espiritismo el defensor de todos los sueños, utopías, excentricidades sistemáticas y leyendas milagrosas que pululan por el mundo. Sus enemigos creen rebatir todos sus argumentos, cuando después de concienzudas investigaciones sobre los convulsionarios de Saint-Médard, los camisarios de las Cevennes o las religiosas de Loudun, descubren que estos hechos fueron meros engaños que nadie pone en duda hoy. Pero, ¿acaso estas historias constituyen el evangelio del Espiritismo? ¿Han negado acaso sus partidarios que el charlatanismo ha explotado para su provecho ciertos hechos, que la imaginación ha fraguado otros, y que el fanatismo ha exagerado mucho? El Espiritismo no es solidario de las extravagancias que pueden cometerse en su nombre, como la verdadera ciencia no lo es de los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión de los excesos del fanatismo. Muchos críticos juzgan al Espiritismo como cuentos de hadas y leyendas populares, que no son más que meras ficciones del hombre, pero esto es como juzgar a la historia por los dramas y las novelas que se escriben sobre temas históricos.
12. Los fenómenos espíritas son casi siempre espontáneos y se producen sin ninguna idea preconcebida en personas totalmente ajenas a los mismos. En ciertas circunstancias, pueden ser provocados por los agentes llamados médiums. En el primer caso, el médium es inconsciente de lo que ocurre por su intermedio. En el segundo, actúa con conocimiento de causa. De ahí la distinción entre médiums inconscientes y médiums conscientes. Estos últimos son los más numerosos y, a menudo, se encuentran entre los incrédulos más obstinados, que hacen espiritismo sin saberlo ni quererlo. Los fenómenos espontáneos tienen, por ello, una gran importancia, ya que no se puede dudar de la buena fe de quienes los producen. Lo mismo ocurre con el sonambulismo, que en algunos es natural e involuntario y en otros provocado por la acción magnética.1
1. Véase El Libro de los Médiums, cap. V, y la Revista Espírita: “Cómo viene el Espiritismo: viene sin ser buscado. Joven campesina médium inconsciente”, de diciembre de 1865, y “Manifestaciones de Fives”, de agosto de 1865. [N. de A. Kardec.]
Pero sean o no el resultado de un acto de la voluntad, la causa primera es la misma y no se aparta de las leyes naturales. Los médiums no producen nada sobrenatural; tampoco hacen milagros. Las curaciones instantáneas no son más milagrosas que el resto de los fenómenos, ya que se deben a la acción de un agente fluídico que actúa como agente terapéutico, cuyas propiedades no dejan de ser naturales por haber sido desconocidas hasta la fecha. El epíteto de taumaturgos, dado a ciertos médiums por la crítica ignorante de los principios del Espiritismo, es totalmente impropio. La calificación de milagros dada a este tipo de fenómenos es también inadecuada y sólo sirve para confundir sobre su verdadera naturaleza.
13. La intervención de inteligencias ocultas en los fenómenos espíritas no vuelve a éstos más milagrosos que todos los demás fenómenos debidos a agentes invisibles, porque esos seres invisibles que pueblan el espacio constituyen una de las fuentes de poder de la Naturaleza, poder de incesante acción sobre el mundo material, al igual que sobre el mundo moral.
El Espiritismo nos ilustra acerca de este poder y nos explica por su intermedio una infinidad de cosas inexplicables y no explicadas por otros medios y que, en tiempos pasados, se consideraron prodigios. Revela, como el magnetismo, una ley, no desconocida, pero muy mal comprendida, o, dicho con más exactitud, se conocían los efectos, ya que se produjeron en todos los tiempos, pero se desconocía la ley, y justamente la ignorancia de esta ley engendró la superstición. Una vez en conocimiento de ella, lo maravilloso desaparece y los fenómenos vuelven al orden natural al que pertenecen. He aquí por qué los espíritas no hacen milagros haciendo girar una mesa o intentando que escriban los muertos, al igual que el médico al revivir a un moribundo o el físico al descargar un rayo. Quien pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, hacer milagros, sería un ignorante de la materia o un impostor.
14. Ya que el Espiritismo repudia, respecto a todo lo que a él concierne, la calificación de milagro, fuera de el, ¿hay milagros, en la verdadera acepción de la palabra?
Digamos, en principio, que entre los hechos considerados milagrosos que ocurrieron antes del advenimiento del Espiritismo y entre los que ocurren hoy, la mayor parte, si no todos, encuentran explicación en las leyes que el Espiritismo ha venido a revelar. Esos hechos entran, aunque bajo otro nombre, en el orden de los fenómenos espíritas y, como tales, no tienen nada de sobrenaturales. Se comprende que nos referimos a hechos auténticos y no a aquellos que, calificándolos de milagro, son el producto de una superchería innoble con vistas a explorar la credulidad, así como a ciertos hechos legendarios que pueden haber tenido, en su origen, un fondo de verdad, pero que la superstición ha ampliado hasta el absurdo. Son esos hechos los que el Espiritismo viene a aclarar,suministrando los medios necesarios para separar lo auténtico de lo falso.
********************
GOTAS DE LUZ PARA EL ESPÍRITU
Las artimañas
atribuidas al destino, representan opciones de las que se valen los
Códigos Divinos de la Justicia, a fin de alcanzar a aquellos que
siguen o no sus directivas.
Por tanto cada ser
portamos los imprescindibles bienes que, aplicados con
discernimiento, nos conducen al triunfo y si los malbaratamos, nos
arrojan a la fragorosa caída de la desdicha en la que
permaneceremos hasta un nuevo esfuerzo que deberemos someternos de
forma inapelable.
Para justificarnos,
responsabilizamos a los factores externos como los móviles de
nuestros delitos. Es indudable, que hay impositivos en el medio
ambiente que posibilitan las metas más sublimes o las caídas más
degradantes. Las condiciones económicas y sociales, son
responsables directas de muchos de los delitos morales. No obstante
conviene recordar que el Espíritu tiene en si mismo las
resistencias morales fuertes o débiles que se desarrollan de
acuerdo al lugar donde fue llamado a vivir.
Las tensiones externas
propician generalmente, causas para el crimen. A pesar de ello,
hombres y mujeres que irguieron a la Humanidad, nacieron y vivieron
en lugares donde otros multiplicaban las fuerzas de la tiranía, el
vandalismo, haciéndose celebres por las lagrimas que hicieron
derramar y por los profundos dolores con que abrumaron a sus
contemporáneos, siendo temidos y odiados.
Es necesario decir que el
Espíritu es el programador del delito que le corresponde vivir,
siempre con vistas a la elevación moral. Los fracasos que lo llevan
al desastre son el resultado de su debilidad interior, de la carencia
de esfuerzos de los que se debe investir, a fin de alcanzar las
metas que le corresponde lograr, bajo cualquier contribución, por
más pesada que sea o más violenta que le parezca.
Lo que no se consigue en
una encarnación, si continua al comando de su conciencia en marcha
ascendente, lo prosigue en la siguiente con mejores recursos, en
circunstancias más fáciles. Si la malogra, repite la experiencia
considerando el fracaso desde el punto de vista natural o de la
negligencia responsable. Cuando el la caída no arrastra otras vidas
conduciéndolas al fracaso, las futuras tentativas de liberación
serán menos penosas.
L a soledad es un clima
interior que muchas veces se convierte en fortaleza tras la cual se
refugian los seres recelosos de tentativas externas.
Las mentes se unen en
procesos de afinidades tanto en la Tierra como más allá de los
círculos carnales, estableciendo vigorosos vínculos de subyugación
desconcertantes.
No son pocos los que
deambulan entorpecidos por la hipnosis espiritual excitados por
inducción obsesiva, anatemizados por mentes de desencarnados,
poblando los submundos de la sordidez humana, como alineados de
difícil clasificación para las llamadas Ciencias Académicas.
Lamentablemente, el amor
muchas veces no consigue romper las fuertes amarras que nos mantienen
ligados al pasado. Conseguimos independencia económica, afectos,
pero no la paz intima, que es un tesoro incomparable es la matriz
para la felicidad sin mancha.
Cuando nos caemos son
golpeados los valores humanos y sociales, de igual forma que al
elevarnos en la gloria del bien, del honor, del deber se está
elevando a la sociedad triunfante.
La criatura humana se
arroja espontáneamente a los abismos del crimen y sale de ellos
sometidos a otros delitos más perturbadores. Es fácil postularnos
en los ideales de ennoblecimiento cuando los sucesos transcurren en
un clima de ventura. Ciertamente, para que esos sentimientos sean
sólidos, es indispensable defenderlos, vivirlos en arduas luchas, a
fin de que testimonien la validez de que están constituidos.
Las personas realmente
débiles se revisten de dureza como un disfraz, para disimular los
dobleces del carácter. Son rígidas cuando embiste la ira y el odio
y débiles para acceder al crimen, escudándose en las propias penas
que más bien forman parte de su corruptibilidad.
Los simples de corazón
son difíciles de ser vencidos, por no estar de acuerdo con los pasos
grandes de la gloria a cambio de la inmortalidad.
Todo es perfecto en la
Creación Divina. El orgullo humano es el que impide tener una clara
visión de las causas, por estar fijado en el utilitarismo de los
efectos mezquinos. Proveniente del instinto, de donde llegó, el
hombre retiene los llamados a la violencia y a las pasiones a las
cuales llegó antes que brillen en él los astros de la felicidad
que lo elevaran en la búsqueda de los tesoros de la alegría pura
y de las fortunas intransferibles que deberá conseguir con su
esfuerzo personal. Vivir, es también despedirse del cuerpo, muriendo
en parte, en la argamasa celular, a fin de vivir sin el cuerpo,
liberado de él en la plenitud de la vida:”
El hombre en la Tierra,
no es un paria del destino. Se torna execrable cuando lo quiere, e
infame por propia elección. La Naturaleza lo incita a la belleza,
el dolor, la renovación, tanto como la poda al reverdecimiento, la
vida lo emula a la solidaridad, así como el infortunio a la bondad;
la esperanza lo vitaliza para crecer, en cuanto a la dificultad lo
inclina a la sumisión y lo desafía para el combate. Solamente que
las armas, deberán estar hechas de elementos no agresivos ni
vengativos.
La divinidad lo favorece
con el aire, la lluvia, el sol y el paisaje, le facilita la
adquisición del pan, la preservación de la salud, la convivencia
social y lo impulsa a crecer… Los limitados, aquellos para los que
escasean los recursos, están inscriptos en los códigos del
equilibrio, que proponen resarcimiento y redención. La lluvia que
renueva el arroyo está constituida por las partículas que el sol
extrajo del riachuelo… Siempre hay retornos hasta que el sol de la
intemperancia, apaciguándose, no absorba nuevos compromisos que
tendrá que devolver… Por tanto, nadie alzará vuelo hacia el
triunfo, partiendo de un suelo sembrado de cadáveres, de víctimas
indefensas…
El hombre está
predestinado a la ventura. Los tropiezos e impedimentos que
dificultan su camino ascensional él puede apartarlos en base a
honorables sacrificios. ¿Qué es la vida en la Tierra? Un instante
comparado con la elocuencia de la Eternidad. ¿Qué es el poder en el
mundo? Un halito de la nada ante la grandeza del Infinito.
Entretanto, es por esos nadas que el hombre desperdicia la paz y
malbarata esperanzas, saltando al pozo inmediato de la desventura
donde desaparece poco a poco, consumido, alucinado.
En el hombre son innatas
las ideas de Dios, de la inmortalidad, de la Justicia que recompensa
con premios o latigazos, del Amor… Lo entorpece el orgullo que
expele miasmas mefíticos, terminando por intoxicar a aquellos que
lo producen. La felicidad tan anhelada, pues, está al alcance de
una conciencia tranquila, que surge de un carácter recto y de una
mente sana. La tranquilidad jamás asfixiará a los remordimientos y
el poder de cualquier talante nunca adquirirá la fortuna de la paz,
si no se basa en la humildad, en la honorabilidad, en el bien. El
poder real es aquel que no puede ser robado y que tiene su génesis
en el espíritu. Los valores intrínsecos, incorruptibles.
Todas las cosas mantienen
una correlación entre si. Es tan importante el Sol que dona su luz y
calor como el gusano que abre canales en la tierra para la aireación
de las raíces; es tan valioso el brillante que refleja los astros
como el grano de trigo que produce el pan. Sin el brillante se puede
pasar, sin este, es más difícil. En el mundo escasean los panes
en cuanto se multiplican las gemas y la miseria irrumpe
incontrolable.
Por eso debemos
reflexionar y detener nuestros pasos si no están bien encaminados.
Nadie puede convertirse en árbitro de la vida o de la muerte.
Ninguna persona puede tomar en sus manos el destino de otra y hacer
de él lo que le plazca. La Tierra no es una nave a la deriva en el
océano de oxigeno que la envuelve ni el hombre es un objeto para
ser consumido por las pasiones.
No nos hundamos más. No
hay tesoro más valioso que la paz ni posesión más preciosa que la
rectitud en el comportamiento. Todo pasa, menos las acciones
practicadas que fomentan libertad o producen grilletes crueles,
matrices que se transforman en la producción de los implementos
futuros para el espíritu.
Dios pulsa en nosotros.
Si hacemos silencio Lo escucharemos. Entreguémonos sin recelos. Hoy
caminamos, ignorando la ruta del mañana. No perjudiquemos el
porvenir, vencidos por la inquietud de la prisa. No nos afanemos por
el oro. El no nos devolverá lo que suponemos perdido ni aplacará
nuestra sed de venganza. El mejor vino puede competir con un sorbo de
agua fresca, ante la inclemencia de la sed que se pretenda saciar.
Despertemos y vivamos… Siempre es tiempo, aunque las oportunidades
pasen. Aprovechemos estos sabios consejos y retrocedamos ante el mal.
Merchita
Trabajo extraído del
libro “Del Abismo a las Estrellas” de Divaldo Pereira Franco.
*********************
Como son dos ideas esencialmente distintas, era necesario distinguirlas con palabras diferentes para evitar todo equívoco. Inclusive para aquellos que consideran al Espiritismo como una idea quimérica, era igualmente necesario designarlo con una palabra especial.
*********************
Madre Teresa |
ESPIRITUALISMO, MATERIALISMO Y ESPIRITISMO.
Espiritualismo: Creencia en la existencia de un alma espiritual, inmaterial, que conserva su individualidad después de la muerte, prescindiendo de la creencia en los Espíritus; es lo opuesto
al Materialismo.
Karl Marx |
Espiritismo que crea que no todo en nosotros es materia, es espiritualista; pero de ello no se sigue que admita la Doctrina de los Espíritus.
Artur Conan Doyle |
Todo espiritista es necesariamente espiritualista, pero se puede ser espiritualista sin ser espiritista; el materialista no es ni lo uno ni lo otro.
Como son dos ideas esencialmente distintas, era necesario distinguirlas con palabras diferentes para evitar todo equívoco. Inclusive para aquellos que consideran al Espiritismo como una idea quimérica, era igualmente necesario designarlo con una palabra especial.
Para que nos podamos entender es preciso hacer eso, ya sea para las ideas falsas como para las ideas verdaderas.
Tomado del libro Vocabulario Espírita
No hay comentarios:
Publicar un comentario