En
la Doctrina Espirita “vampiro” es toda entidad ociosa que se
vale, indebidamente, de las posibilidades ajenas y, que tratándose
de vampiros que visitan a los encarnados, es necesario reconocer que
ellos atienden sus siniestros propósitos a cualquier hora, desde
que encuentran guarida en el envoltorio de carne de los hombres.”
Frente
al desajuste mental del hombre actual, corrompido de vicios y
pasiones, de orden fisiológico o psicológico, el vampirismo entre
los encarnados tiene, inconcebible extensión.
Dos
palabras es necesario que definamos para seguir adelante:
Larvas:
alimento mental de las entidades infelices, formado por nuestras
creaciones mentales.
Vampirismo:
Acción por la cual Espíritus poco evolucionados, arraigados en las
pasiones inferiores se imantan a la organización psicofísica de los
encanados (y desencarnado), absorbiéndoles la sustancia vital.
La
localización habitual es en el estomago, hígado, sistema digestivo
y la zona del sexo.
Las
causas efectivas son desarreglos, emocionales, glotonería, exceso de
alcohol, cólera, tristeza odio etc. etc.
La
forma de evitar el vampirismo es teniendo una conducta recta y por el
cultivo incesante de hábitos opuestos a los que hemos señalado.
Casi
siempre el cuerpo enfermo señala una mente enfermiza”, lo que equivale
a decir: que desequilibrados los centros peri espirituales, el
reflejo se producirá, de inmediato, en el cuerpo físico.
Alcanzando
el molde periespiritual, en su estructura por los golpes de las
vibraciones, el recipiente lo reflejará inmediatamente”.
Por
los excesos, en la alimentación o en otras manifestaciones más
característicamente espirituales, de orden inferior, creamos tales
larvas, con lo que atraemos, para nuestro campo mental y
fisiológico, entidades ociosas.
El
estomago, el hígado, el aparato digestivo, etc., pasarán a
constituir delicioso pasto (y repasto también…) para tales
Espíritus, aun no beneficiados por la luz de la renovación
interior.
Con
el mismo automatismo con que, al medirla, buscamos, en un restaurante
o en nuestra propia casa, el alimento indispensable al cuerpo, tales
entidades buscan y encuentran siempre, en nosotros, aquello de que
se nutren las larvas creadas por nuestros pensamientos y acciones.
Esto
es porque, “las acciones producen efectos, los sentimientos generan
creaciones, los pensamientos dan origen a formas y consecuencias
de infinitas expresiones.
Los
excesos físicos o mentales son la fuente generadora de esta extraña
fauna.
“La
cólera, la desesperación, el odio y el vicio ofrecen a peligrosos
gémenes psíquicos en la esfera del alma”.
Las
criaturas que se entregan a la embriaguez y a los desvarios del sexo,
son gandes productores de esas larvas, que se localizan,
naturalmente, en la parte del cuerpo donde más directamente se
reflejan los desajustes.
Aquellos
que creen que la vida se resume, apenas, en comer y beber, dormir y
procrear, no escapan al imperativo de la Ley.
Los
amigos espirituales observan, apenados que “a los infelices que
caerán en semejante condición de parasitismo, las larvas sirven de
alimento habitual”, refiriéndose a los encarnados que no se
despojaron de los habitos que cultivaron en el mundo.
De
tal forma, conforme con la naturaleza de nuestra vida mental,
proporcionaremos alimento a las entidades no esclarecidas.
Somos
sus sustentadores, los que les aseguran la economía órgano-psíquica.
Esto
no se sirve en platos, basta que el desencarnado se agarre a los
compañeros de la ignorancia, aun encarnados, como hierba dañina a
las ramas de los arboles, absorviéndoles la sustancia vital”.
Nuestra
existencia como encarnados, no se resume, exclusivamente, en comer y
dormir, en beber y procrear. Con todo el respeto a nuestros hermanos
irracionales, recordemos que los animales comen y duermen, beben y
procrean…
La
vida es la más bella sinfonía de Amor y Luz que el Divino Poder
compuso.
La
oración y el estudio, la buena voluntad y el trabajo, el cultivo de
los pensamientos ennoblecedores y la bondad desinteresada, harán de
nuestras almas, armoniosas notas de celestial belleza, enriqueciendo
la sublime orquestación que exalta las glorias del Ilimitado…
Reconocemos,
no obstante, que nuestra mente desequilibrada genera, todavía,
creaciones y formas inferiores, dificultándonos el acceso a los
planos elevados, no podemos acomodarnos más a semejante clima, desde
el momento que estamos informados de que la perseverancia en el Bien
nos dará, ciertamente, poderosos recursos para la realización, a la
luz del Evangelio, del sublime ideal de cristianización de nuestras
almas, con lo que se concretará definitivamente, la promesa del
Señor Jesús:“Aquel que persevere hasta el fin, será salvo”.
Trabajo
extraído del libro “Estudiando la Mediúmnidad” de Martin
Peralva
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LA MANSEDUMBRE Y LA DULZURA
J. Herculano Pires (Hermano Saulo)
Las agitaciones de nuestro tiempo caracterizan la fase de la transición por la que estamos pasando en la Tierra. El conocimiento espirita debe preservarnos de arrastramientos peligrosos y de incomprensiones a respecto de la situación del mundo. Una consulta a las notas intimas de Kardec, en Obras Póstumas, nos bastaría para esclarecernos al respecto y predisponernos a la vigilancia necesaria.
Emanuel nos recomienda, como siempre, la mansedumbre y la dulzura como instrumentos de paz. La receta es acertada, más conviene no olvidarnos de la enseñanza de Lázaro, en el ítem 6 del capítulo IX del Evangelio “El mundo está lleno de personas que traen la sonrisa en los labios y el veneno en el corazón. No basta que los labios destilen leche y miel, pues si el corazón nada tiene de eso, se trata de hipocresía.”
El espiritismo, teniendo como fin conducirnos a la Verdad, no se preocupa con las apariencias y no aprueba las técnicas de falsedad del hombre. De nada vale el barniz de la mansedumbre en las relaciones sociales, si no tenemos el corazón puro, como Jesús enseñó a los fariseos. En las horas de bonanza podemos hablar en tono suave, más en medio de la tempestad, la advertencia, la represión enérgica y hasta aun mismo el grito son indispensables.
El buen sentido de Kardec nos recuerda el deber de ayudar con energía en las horas de crisis.
Escribe Emmanuel: “Todos los enfermos del alma deben ser medicados por encima de todo, por el dialogo curativo.” El Espiritismo, por si mismo, apareció en el mundo como un dialogo de su naturaleza. Y podemos ver y sentir, en los textos doctrinarios, que la terapéutica no se hace apenas con palabras balsámicas, pues hay situaciones que requieren el golpe el golpe quirúrgico de las expresiones firmes y precisas. La mansedumbre y la dulzura se tornan negativas cuando no proceden de un corazón lleno de amor verdadero.
La copa de agua fría que podría ayudarnos en las horas de crisis no brota de la fuente del fingimiento, más si de la fuente natural del entendimiento fraterno y del sentimiento legitimo de amor al prójimo. Sabemos que la evolución individual y colectiva no se hace por medio de artificios. Todos los artificios son condenados por la doctrina renovadora del Espíritu de Verdad, que se asienta en lo real y no en lo ilusorio. En nuestra conducta espirita, normalmente en las fases críticas como en la que estamos enfrentando, no podemos olvidar que la búsqueda de la verdad es nuestro objetivo.
Artículo publicado originalmente en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia” del periódico Diario de S. Paulo, en la década de 1970.
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Seguramente, tú que estás en la aflicción, pasando por pruebas muy duras, sueles acusar a Dios de injusto, por más que te afanas en estudiar tu vida, y tus realizaciones, no encuentras un motivo que justifique todo por lo que estas pasando.
Y si compañero-a, “a cada uno será dado según sus obras”, los planes para las peripecias de una reencarnación, son rigurosamente estudiados al otro lado de la vida, antes de reencarnar, son estudiados, realizados y revisados, siempre de acuerdo con la más equitativa justicia, y en pleno cumplimiento de la alta expresión de la sentencia inmortal sancionada por el Divino Maestro, la que viene a aclarar todos los grandes e irremediables problemas que afligen y decepcionan a la Humanidad.
Por lo común, es el propio espíritu quien escoge las pruebas por las cuales debe pasar en la próxima reencarnación: los acres espinas que deben dilacerar los días de su existencia terrenal, y el lugar en que convendrá que remedie las consecuencias del pretérito culposo. El mismo suplica a las Potestades Guiadoras nuevas oportunidades que le permitan poner de manifiesto el arrepentimiento de que se halla poseído, así como el deseo de iniciar el camino regenerador que favorezca la ocasión de que pueda corregirse de los impulsos inferiores que pudieran arrastrarlo al mal comportamiento… Y tales pruebas, serán efectivas tanto en un cuerpo relativamente sano, como en uno mutilado, o impedido por enfermedades irremediables, siempre de acuerdo con los agravantes de sus propias faltas acumuladas.
Si somos rebeldes y desperdiciamos muchas veces, de esa concesión con manifestada falta de respeto a la Ley del Creador, que nos ha permitido repetidas veces la misma oportunidad, incurriremos en una concesión más apreciable porque, en tales casos, existirá la propia intervención del propio Maestro redentor, que Suplicará al Creador Supremo nuevos ciclos de experiencias, con el fin de que el rebelde pueda rehabilitarse…
Siendo nuestro cuerpo físico terrenal un deposito sagrado, como verdadera dadiva celeste que es, las criaturas debemos proceder con más inteligencia conduciéndonos a la altura de la concesión recibida, portándonos respetuosamente, teniendo consideración y prudencia durante el periodo a que no obligue a permanecer disfrutando las ventajas morales que la estancia en el planeta tierra nos confiere…Con ese proceder evitaríamos repeticiones de existencias expiatorias, dolorosas e inevitables, que son el resultado por la falta de respeto a las leyes venerables, a que es sometida la Vida Universal…
El dolor educador, corrige las anomalías con las que nos rodeamos, reconciliándonos con la Ley, con Dios y con la Misericordia Infinita. Dios quiere que las criaturas se embellezcan con la armonía de Sus Leyes. Y sabemos que esas leyes son incorruptibles, por eso debemos observarlas y respetarlas, con el fin de no vernos después obligados a absorber la hiel irremediable de las consecuencias que por nuestra propia voluntad creamos por desviarnos de la ruta natural y luminosa…
Conviene que acentuemos, que la reencarnación es una concesión sublime hecha por Dios a Sus criaturas, para que progresen y se engrandezcan: preparándose para la herencia que les está reservada en la Gloria de Su reino.
Nuestro cuerpo físico terrenal es un depósito sagrado que el hombre debe respetar, proteger y salvaguardar en todo lo posible, de impurezas y de daños. El cuerpo, físico-astral, ósea, el periespiritu, no debe serlo menos, protegiendo nuestra inteligencia, nuestra conciencia, nuestra razón, nuestros sentimientos, nuestro ser, en fin, es la propia esencia del Creador, partícula Suya, centella extraída de Su Supremo Ser.
De esto se deduce, que todos somos templos venerables, puesto que poseemos la gloria de traer a Dios en nosotros mismos, y que ya sea en la tierra como seres humanos, o invisibles como espíritus libres, al otro lado de la vida, debemos respeto y veneración a nosotros mismos, así como a nuestros semejantes considerando que todas las criaturas son perfectamente iguales ante su Creador ¡Joyas muy amadas del cofre sempiterno de Aquel que es la Suprema Razón de la Vida! De ahí se origina, ciertamente, la ley básica Divina:
“-Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo”
Procuremos no desanimarnos ante los reveses de la vida, por el contrario debemos confiar en la inexcedible ternura de nuestro Amado Maestro y Señor, que es el Guía infalible de nuestros destinos… Recordando, también, de que Aquel que estableció la sabiduría de las leyes que rigen el Universo, también habrá de fortalecernos para que obtengamos la victoria sobre nosotros mismos.
Amigos os deseo un feliz miércoles, que la Luz del Espiritismo y su mensaje redentor siga iluminándonos todos los días, para que luchemos por conquistar nuestro progreso.
Extraído del libro “Memoria de un Suicida” de Ivonne Pereira
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