No importa: que el ventarrón de la incomprensión nos zurza el camino; que la ignorancia nos apedree; que la injuria nos señale al descrédito; que la maledicencia nos reciba a chorros de lodo;
que la intriga nos envuelva en sombra; que la persecución nos golpee; que la crítica arme inquisiciones para condenarnos; que los obstáculos se multipliquen, complicándonos la jornada;
que los cambios de otros nos releguen al abandono; o que las tinieblas conspiren incesantemente, en el objetivo de perdernos.
Importa nos agasajemos en la paciencia; que nos apliquemos a la disculpa incondicional; que nos resguardemos en la humildad, observando que sólo tenemos y conseguimos aquello que la Divina Providencia nos empreste o nos permita realizar; que nos corresponde responder al mal con el bien, sean como sean las circunstancias; y que debemos, aceptar la verdad de que cada corazón permanece en el lugar en que se coloca y que, por eso mismo, debemos, por encima de todo, conservar la conciencia tranquila, trabajar siempre y bendecir a todos, procurando reconocer que todos somos de Dios, y todos estamos en Dios cuyas leyes nos juzgarán a todos mañana y siempre, según nuestras propias obras.
Medium Francisco Cândido Xavier.
Espiritu Emmanuel.
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Elevemos el pensamiento al Padre, para agradecerle el nuevo día, miremos al cielo, y desde nuestra ventana más cercana, pensemos muy despacio lo que vamos a decirle, expongamos aquello que nos preocupa, lo que no podemos solucionar, nuestros problemas más íntimos, y pensemos que estamos ante El que todo lo puede, dejemos confiados nuestros cuidados en sus manos y sigamos adelante.
La oración, cualquiera que sea nuestro grado de cultura intelectual, es el más elevado toque de inducción para que nos coloquemos, después, en régimen de comunión con las Esferas Superiores.
De esencia Divina, la oración será siempre el reflejo positivamente sublime de nuestro espíritu, en cualquier posición, por obligarnos a despedir de si mismos los elementos más puros de que podamos disponer.
En el reconocimiento, o en la petición, en la diligencia o en el éxtasis, en la alegría o en el dolor, en la tranquilidad o en la aflicción, exteriorizará poco a poco nuestra conciencia, en efusiones indescriptibles, sobre las cuales las ondulaciones del Cielo corrigen el magnetismo torturado de la criatura aislada en el sufrimiento educativo de la Tierra, recomponiéndole las facultades profundas.
La mente centralizada en la oración puede ser comparada a una flor estelar, abierta ante el infinito, absorbiéndole el roció nutriente de vida y luz.
Aliada a la higiene del Espíritu, la oración representa el conmutador de las corrientes mentales, arrojándolas a la sublimación.
Es indispensable que comprendamos que la inteligencia encarnada cuenta con múltiples medios de preservar el cuerpo físico en que se demora.
Más allá de los inestimables servicios de la piel y de la mucosa intestinal que lo defiende de las intromisiones indebidas de elementos físicos y químicos, dispuestos a arruinar la estabilidad, el hombre consigue movilizar todo un sistema de quimioterapia bacteriana, actualmente en plena evolución para más amplia eficiencia, con la antibiosis o actuación bacteriostática elevada a efecto por determinadas unidades microbianas sobre otras, en la vanguardia de los procesos inmunológicos.
Con ello, y con relativa seguridad, impedimos, la fiebre tifoidea, las disenterías, la tuberculosis, etc.; entretanto, no acontece lo mismo, cuando nos reportamos a la atmósfera psicológica en que toda criatura se sumerge en la vida social del Planeta.
El hombre en la tierra, puede ser comparado a un viajero en la selva de pensamientos heterogéneos, aprendiendo por medio de rudos ejercicios, a encontrar la libertad por medio de su propio camino y acceso. Mentalmente expuesto a todas las influencias psíquicas, es urgente que se eduque para poder gobernar los propios impulsos, perfeccionándose moral e intelectualmente, para que se le perfeccionen las proyecciones.
En lo que atañe a la salud del cuerpo y en lo que se refiere a la adquisición de conocimientos, utiliza la consulta del médico, nutricionistas, profesores y diversos orientadores. Es natural, de esa forma se valga de la oración para atraer la inspiración que precisa, a fin de afinizarse con las directrices superiores.
En el circuito establecido con la oración, el alma no solo se predispone a regenerar el equilibrio de las células físicas viciadas o exhaustas, a través del influjo de las energías renovadoras que incorpora, espontáneamente, asimilando los rayos de la Vida Más Alta a que se dirige, sino que además refleja las sugestiones iluminativas de las Inteligencias desencarnadas de condición más noble, con las cuales se coloca en relación.
Envolviéndonos en las vibraciones balsámicas de la oración, erguimos el pensamiento a los planos sublimados, de donde recogemos las ideas transformadoras de los Espíritus benevolentes y amigos, convertidos en vanguardistas de nuestros pasos en la evolución.
Orar constituye la formula básica de la renovación intima, por la cual el divino entendimiento desciende del Corazón de la Vida por la vía del corazón.
Semejante actitud del alma, no debe, en ningún caso, reducirse simplemente a pedir algo al Suplemento Divino, pero si a pedir, por encima de todo, la comprensión en cuanto al plano de la Sabiduría Infinita, trazando para nuestro propio perfeccionamiento, la manera de aprovechar la enseñanza del trabajo y servicio en el bien de todos, que viene a ser el bien de nosotros mismos.
Amigos os deseo como siempre un buen día, que siempre sigamos adelante, esforzándonos en superar todos los impedimentos con la ayuda de Dios y con nuestro esfuerzo sincero en hacer siempre el bien.
Un fuerte abrazo con mucho amor y cariño de vuestra amiga Merchita
Del libro “Mecanismos de la Mediúmnidad” de Chico Xavier.
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¿PARA QUÉ EDUCAMOS A NUESTROS HIJOS?
Son días competitivos estos en que vivimos, sin sombra de dudas.
La sociedad, el mercado de trabajo, las necesidades personales, todo gana cuerpo y complejidad. La computación que hace poco no existía, interligan o aíslan a aquellos que de ella no hacen un uso adecuado.
Los cursos de lenguas extranjeras, la pos graduación sin fin, los estudios, la escuela, todo en nombre de la competitividad.
Así, lo que entonces bastaba para educar, hoy parece poco.
Y, en el ansia de dar instrumentos suficientes a nuestros hijos para enfrentar el monstruo voraz de la competitividad, vamos, sin medidas, buscando todo y todos, para que el pueda ser el mejor, ser más, ser el primero, ser, en fin, lo que aprendió a competir.
Para eso, no contamos con los esfuerzos en las horas infinitas de los cursos, de los deportes, del esfuerzo escolar, de las clases, comprando las herramientas para el trabajar, para ser competitivo.
¿Más al final, usted ya paró para preguntarse para que educamos a nuestros hijos? ¿Qué armas y que combates usted desea que el esté dispuesto para enfrentar?
Si nos preguntaran que es lo que el mundo precisa, lo que falta en nuestra sociedad, de pronto enlenzamos las virtudes que nos hacen falta para el alma: honestidad, respeto al prójimo, compasión, solidaridad.
¿Al final, quien de nosotros no desearía un mundo lleno de todo eso?
Pues bien, es ese el mundo que deseamos. Y ciertamente es el mundo que deseamos para nuestros hijos. ¿Más será que ellos estarán preparados para un mundo así?
¿Será que nuestros hijos tienen elementos en el alma para vivir en un mundo de tolerancia, compasión, solidaridad? ¿Cuánto el alma de nuestros hijos está preparada para un mundo de esos?
¿Será que en la educación de nuestros pequeños hay espacio para lecciones de tolerancia?
La criatura, el joven que no experimenta la lección de convivir con las diferencias, viendo que somos apenas diferentes del lado de fuera, más por dentro somos todos hijos del Padre, jamás sabrá de lo que se trata el tolerar.
¿Y compasión? ¿Tratamos ya de esa materia en la escuela del corazón, que también nuestro hijo cursa aquí en la Tierra?
Ninguna criatura o joven tendrá idea de cómo el alma es ligera en el placer de minimizar el dolor y la dificultad ajena, si nunca le dieron la oportunidad para hacerlo.
Solidaridad. ¿Ya se hablo de eso en la escuela del hogar? ¿En un mundo donde las desigualdades florecen aquí y allá, ya paramos para enseñar a nuestros amores la necesidad de extender la mano para ayudar a minimizar la miseria, sea del cuerpo o del alma ajena?
No podemos olvidar que la primera escuela de la vida es el hogar, y es en el donde las lecciones que deseamos para el mundo deben ser aprendidas.
De nada vale desear un mundo sin violencia, si no enseñamos la ternura y la mansedumbre a nuestros hijos.
Y en los días desafiadores como esos que se presentan, donde las personas pierden las referencias de los valores, donde las lecciones del alma se perdieron en el afán de educar la mente, buscando apenas ser competitivos, es en el hogar que debemos cultivar los valores nobles, que hacen el alma fuerte para enfrentar las dificultades de la vida.
No más la preocupación de aprender a ser competitivos, más si entender que ser colaboradores e la lección que la vida nos guarda como el mejor aprendizaje.
Al final, la mayor oportunidad que la vida nos ofrece al estar aquí es la de fundamentalmente que aprendamos a conjugar en la práctica vivencial de cada uno, un único verbo: amar
Redacción de Momento Espirita.
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