Existen karmas
colectivos en los que los Espíritus antes de reencarnar se
ven abocados a hacerlo juntos en una misma vida, inducidos por la Ley
de Causa y Efecto. Esta experiencia a la que se sienten
impulsados, es llevada a cabo de este modo porque les es necesaria
precisamente para que se realice entre ellos otra Ley Divina
inexorable: La Ley de Justicia.
Para poder realizar este
vasto plan de reencarnación conjunta y en un mismo escenario físico,
se comprende la tremenda dificultad que existe en el plano
físico para llevar a cabo esta clase de acuerdo , pues para
un grupo de seres espirituales, el poder elegir la reencarnación
en el mismo escenario terrestre y en en momento adecuado, de modo
casi simultáneo, como resulta obvio , es
extremadamente difícil y complejo pues aun con la ayuda de sus mentores espirituales, tienen que esperar a que
converjan en el escenario terrestre,variadas y específicas circunstancias. Todo este proceso no se
lleva a cabo sin una meticulosa planificación previa, en la que
todos los detalles son estudiados ,coordinados y concretados desde
el plano espiritual, desde donde sutilmente y de modo desapercibido
para nosotros, no dejan de mover los hilos necesarios para que las
circunstancias materiales se concreten y realicen.
Ciertamente se pueden poner de acuerdo
desde el plano espiritual y planificarlo con ayuda de sus mentores
espirituales, aunque a veces la aparición en el mismo escenario de la vida no depende de su aprobación o deseo, sino de que sea lo adecuado para proseguir su evolución según lo estipulado por las variadas leyes cósmicas, pero en cualquier caso para lograrlo, a veces deben de esperar durante
mucho tiempo las circunstancias adecuadas que les propicie esta
existencia en común .
- Jose Luis Martín -
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“ John
Lennon y yo creemos que nos hemos encontrado previamente en otras
vidas y que estábamos destinados a encontrarnos de nuevo”.
-
Yoko Ono (esposa de Lennon)-
Atendamos
Cuando el Maestro enseñó que no se puede servir a Dios y a Mamón, no deseaba, por cierto, dividir las criaturas en dos campos opuestos, en los que ricos y pobres, los buenos y los menos buenos, los justos y menos justos de la Tierra, se hacían la guerra constantemente.
Encontrando un doliente que nos proponemos aliviar o curar, efectuamos inmediata separación entre enfermos y enfermedad, atacando la molestia y protegiendo a la víctima.
Nadie trata de eliminar socorriendo o de matar medicando.
Por eso mismo, sintiéndonos defraudados por el avariento, sepamos apartarlo de la usura, despertándolo para la caridad.
Si somos llamados a cooperar en el levantamiento de alguien que se entregó al desequilbrio, ayudemoslo a erguirse con verdadera confianza en sí mismo, debidamente restaurada.
Si el Maestro nos pide el concurso amigo, al lado de un hermano delincuente, busquemos extirparle las llagas del remordimiento, restableciendole las oportunidades de rehacerse y servir.
Hay quien se aísla de la lucha, con el pretexto de cultivar la sublimación.
Entretanto, es siempre fácil satisfacer los imperativos de la virtud, donde no hay tentaciones y no es difícil atender la caridad donde la fractura se revele excesivamente.
Colaboremos con el Señor en su Obra Divina, encendiendo la luz en la sombra y ofreciendo bien al mal, a fin de convertir la animalidad primitiva en Humanidad real.
Nada existe en la Creación de Dios sin la "buena parte".
Esforcémonos por desarrollar los menores principios de elevación, que nos faciliten el camino, buscando en las almas, por más que aparenemente estén desviadas o infelices, la "mejor parte" de que son portadoras y, aun movilizando nuestros recursos entre los grandes exponentes del error o de la indisciplina, estaremos realmente al servicio del Señor que nos confío, con el aprendizaje en la Tierra,nuestro bendita oportunidad de perfeccionamiento y elevación.
(Instrumentos del Tiempo - Espíritu Emmanuel, psicografia de Francisco Candido Xavier, GEEM)
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Violencia
en el hogar
Mucho se habla acerca de la violencia. Aquella que existe en las
calles y alcanza a personas aparentemente inocentes.
La estadística diaria habla de asaltos, de asesinatos, de
secuestros. Y parece que nadie está a salvo.
Se comenta también la violencia de esposos ebrios o en descontrol
agrediendo a sus esposas.
Se habla de padres atormentados o en desesperación que agreden
físicamente a sus hijos ocasionándoles lesiones corporales o
incluso la muerte.
Todo eso impacta y muchas voces se yerguen para protestar, proteger,
sugerir soluciones.
Existe, sin embargo, otro tipo de violencia no menos cruel, pero no
siempre percibida por los demás, porque queda encubierta por la
cobardía.
O tal vez exactamente porque ocurre entre las cuatro paredes del
hogar.
Nos referimos a los viejos obligados por sus propios hijos a una
labor excesiva.
Viejos que ya trabajaron mucho y hoy, subordinados económicamente a
aquellos que criaron, son constreñidos a realizar tareas superiores
a sus fuerzas ya debilitadas.
Correr tras los niños traviesos todo el día, limpiar la casa,
lavar y planchar ropas, hacer compras en el supermercado.
Aunque la visión se presente turbia y haya dificultades para
distinguir si el semáforo está libre para los autos o para ellos.
Y cuando la ropa no estuviere bien planchada o la comida de la
manera deseada, escuchan reclamos y acusaciones de que no valen ni el
trastorno que causan.
Son hermanos dependientes de otros hermanos, debido a las
enfermedades o porque son menores, que deben amargar el pan que
reciben para alimentarse todos los días.
Pan que tiene el gusto a hiel.
Hijos pequeños que soportan todos los días los gritos y las
agresiones verbales de padres frustrados en sus pasiones o sueños.
Violencia en el hogar que traduce, en verdad, la violencia que está
en el alma de cada uno.
Cada uno de nosotros refleja en sus actos su verdadera identidad.
Buena o mala.
Quizás algunos de nosotros no lleguemos a los extremos que
mencionamos. Sin embargo, estamos a medio camino.
Por eso, si la consciencia nos dice que estamos muy agresivos,
siendo mal educados y descuidados con nuestros seres queridos,
paremos de inmediato.
Si nuestros gritos y reclamos están alcanzando a los padres viejos
y enfermos, recordémonos cuanto hemos recibido de ellos.
Cuantas noches de insomnio cuando nosotros, niños todavía,
estábamos enfermos. Cuantas canas nosotros mismos coloreamos con la
blancura de la nieve con nuestras rebeldías y groserías.
Ni por eso nos dejaron de amar. Para ellos siempre seremos los
eternos niños que un día arrullaron.
Ahora sus manos y rostros arrugados nos piden calma, cariño,
atención.
Es lo mínimo que les podemos ofrecer como muestra de gratitud por
todo lo que recibimos.
¿Trabajo como terapia? ¡Excelente! Pero no en exceso, que no se les
debilite aun más las pocas fuerzas que poseen o que los preocupen al
punto de perder el sueño.
Si nuestra rabia está siendo descargada sobre hermanos menores o
subordinados de cualquier otra manera, recordemos que eso no fue obra
de la casualidad.
Son las Leyes Divinas que colocaron al más débil bajo nuestra
protección. Y la Providencia Divina que nos encamina aquellos mismos
que ayer, de una u otra manera, lastimamos o hasta robamos.
Si nuestros hijos pequeños están recibiendo las descargas de
nuestras frustraciones, empecemos a actuar de manera diferente.
Aquellos que renacen en la carne son siempre Espíritus en la
escalada del progreso. Normalmente no es muy fácil el recomenzar, la
retomada de los compromisos.
Paciencia es lo que nos piden. Cuidados. Y amor.
* * *
Aprendamos a respetar en el niño la inocencia del Espíritu que aun
no se mostró por completo.
Y en las canas de la vejez la experiencia y los dolores de aquellos
que ultrapasaron los años en el trabajo y en la lucha.
Redacción del Momento Espírita
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