domingo, 8 de abril de 2012

Las buenas Herencias




Es muy común en los padres el deseo de acumular patrimonio para asegurar una vida tranquila a sus hijos. 

Ese deseo es loable, pero no puede ser llevado a extremos. 

Sabemos que los Espíritus nacen en la Tierra para aprender las lecciones que necesitan. 

Sin embargo, ellos no son de la Tierra. 

Al término de la experiencia terrenal, no pueden llevar consigo nada que sea material. 

Solo las virtudes, conocimientos y el mérito de las buenas acciones practicadas constituyen el patrimonio que pueden llevar. 

Además, el mal realizado, el bien no practicado, las injusticias no impedidas aún pudiendo hacerlo, representan un peso para la conciencia. 

Aunque el patrimonio material sea relevante, la herencia más importante que los padres pueden dejar es otra. 

Esa herencia consiste en las lecciones de vida recta y en los ejemplos de solidaridad y compasión. 

En términos de vida inmortal no hay sentido en pretender que los hijos sean ricos, pero egoístas. 

La riqueza cambia de manos frecuentemente. 

Las empresas más sólidas van a la quiebra. 

La voluntad de un hombre es impotente para conservar en manos de sus hijos la fortuna que acumuló. 

Si la Providencia Divina decide que los herederos deben sufrir la experiencia de la miseria, ellos la probarán. 

Todo lo que compone el mundo pertenece a Dios. 

El hombre es simple usufructuario, más o menos fiel, según comprenda la finalidad de lo que le viene a las manos.  Los bienes materiales son siempre instrumentos, neutros en su esencia. 

Los padres deben estar conscientes que su tarea no es solamente educar a los hijos para que sean felices según los padrones mundanos. 

El acontecimiento material puede ser efímero y engañoso. 

Para que se tenga éxito en la tarea paternal es necesario reconocer que se está educando Espíritus para Dios. 

El mundo tiene su importancia y representa desafíos variados. 

Es legítimo y necesario estudiar, trabajar y esforzarse para vivir bien. 

No vale la pena perder el foco e invertir los valores. 

Así que, enseña a tu hijo a valorar todos los bienes que la familia posee. 

Dile que debe estudiar y ser un profesional excelente. 

Oriéntalo para ser responsable y jamás convertirse en un peso para sus semejantes. 

Dile de la prudencia y enséñalo a ser moderado en los gastos, diversiones y pasiones. 

Pero también edúquelo para ser bondadoso y solidario. 

Muéstrale que es sublime hacer trabajos desinteresados, dar a quien no puede retribuir, dedicar tiempo a los enfermos y mayores. 

Actuando de esa manera, colaborarás con tu hijo para que sea un ser humano digno. 

Si más tarde la vida lo pone a prueba, él tendrá méritos y valores para salir adelante. 

No creerá que la riqueza muestre el valor de un hombre y no se imaginará sin valor al afrontar dificultades materiales. 

Piensa en eso.


Redacción del Momento Espírita con base en el ítem 15 del capítulo XVI del O evangelho segundo o Espiritismo, de Allan Kardec, ed. Feb, Brasil.




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