miércoles, 4 de abril de 2012

Eclosión de la mediumnidad.




La mediumnidad, siendo una facultad natural, eclosiona o surge en la época apropiada, definida en el planeamiento reencarnatorio del individuo.

Siendo natural, aparece espontánea, mediante constricción segura, en la cual los desencarnados de tal o cual estado evolutivo convocan a la necesaria observación de sus leyes, conduciendo al instrumento mediúmnico a preciosa labor por cuyos servicios adquiere vasto patrimonio de equilibrio e iluminación, rescatando simultáneamente los compromisos negativos a los que se encuentra enredado desde vidas anteriores.

Otras veces, surge como impositivo de prueba mediante el cual es posible más amplia liberación del propio médium que, dilatando el ejercicio del ennoblecimiento a que se dedica, granjea consideración y títulos de beneficencia que le da paz.

Sin duda, este poderoso instrumento puede convertirse en lamentable factor de perturbación, teniendo en cuenta el nivel espiritual y moral de aquél que se encuentra investido de tal recurso. 

La eclosión mediúmnica puede, entonces, ocurrir bajo dos formas:

•        Espontánea - sin generar al médium iniciante mayores trastornos, sean físicos sean emocionales.

•        De prueba - el médium presenta desórdenes emocionales que alcanzan su organización física. Pueden ocurrir perturbaciones espirituales.

Esa última es la forma más común del surgimiento de la mediumnidad en el estado evolutivo en que aún nos encontramos. El presente estudio se detendrá más en ese aspecto.

El surgimiento de la facultad mediúmnica no depende del lugar, edad, condición social o sexo.

Puede surgir en la infancia, en la adolescencia o en la juventud, en la edad madura o en la vejez.

Puede revelarse en el Centro Espírita, en casa, en los templos de cualquier denominación religiosa y en el materialista. 

Las señales o síntomas que anuncian la mediumnidad varían infinitamente.

Reacciones emocionales insólitas. Aparente sensación de enfermedad. Escalofríos y malestar. Irritaciones extrañas. 

Cuando aparece la mediumnidad, surgen disturbios variados, sean en el área orgánica, a través de desequilibrios y enfermedades o mediante inquietudes emocionales y psíquicas, por debilidad de su constitución fisiopsicológica (del médium).

No es la mediumnidad la que genera el disturbio en el organismo, sino la acción fluídica de los Espíritus que favorece la alteración de la distonia o no, de acuerdo con la cualidad de que esta se reviste.

Por otro lado, cuando la acción espiritual es saludable, un aura de paz y de bienestar envuelve al medianero, auxiliándolo en la preservación de las fuerzas que lo nutren y sustentan durante la existencia física. 

Al analizar las condiciones del surgimiento de la mediumnidad en el ser humano, podemos afirmar que ella aparece y se desarrolla de forma cíclica, es decir, se procesa por etapas sucesivas, en forma de espiral. Las criaturas la poseen, por decir así, a flor de piel, pero resguardada por la influencia benéfica y controladora de los Espíritus protectores, que las religiones llaman ángeles de la guarda; en esa fase infantil las manifestaciones mediúmnicas son más de carácter anímico, el niño proyecta su alma en las cosas y en los seres que le rodean, recibe las intuiciones orientadoras de sus protectores, a veces ve e indica la presencia de Espíritus y no es raro que transmita avisos y recados de los Espíritus a los familiares, de manera positiva y directa o de manera simbólica e indirecta. 

Independiente de la persistencia del fenómeno mediúmnico, el niño debe ser encaminado a la Evangelización Espírita, para ser auxiliado más efectivamente.
Con el crecimiento, el niño se va desligando cada vez más del mundo espiritual, pasando a envolverse en las cosas del plano físico y,_ en consecuencia, las manifestaciones mediúmnicas van escaseando. Se cierra el primer ciclo mediúmnico (...). Entonces se considera que el niño no tiene mediumnidad, la fase anterior es tomada a cuenta de la imaginación y de la fabulación infantil. 

Generalmente es en la adolescencia, a partir de los doce o trece años, que se inicia el segundo ciclo. En el primer ciclo sólo se debe intervenir en el proceso mediúmnico con oraciones y pases, para suavizar las excitaciones naturales del niño, casi siempre cargadas de reminiscencias extrañas del pasado carnal o espiritual. En la adolescencia su cuerpo ya maduró lo suficiente para que las manifestaciones mediúmnicas se vuelvan más intensas y positivas. Es tiempo de encaminarlo con informaciones más precisas sobre el problema mediúmnico (...). El pase, la oración y las reuniones de estudio doctrinario son los medios de auxiliar el proceso (de la eclosión), sin forzarla, dándole la orientación necesaria. 

El tercer ciclo ocurre generalmente al pasar de la adolescencia a la juventud. entre los dieciocho y los veinticinco años. En esa fase, es tiempo de los estudios serios del Espiritismo y de la Mediumnidad, así como la práctica mediúmnica libre, en los centros y grupos espíritas. 

Hay un cuarto ciclo, correspondiente a mediumnidades que sólo aparecen tras la  madurez, en la vejez o en su aproximación. Se trata de manifestaciones que son posibles debido a las condiciones de la edad: debilidad física, permitiendo más fácil expansión de las energías periespcas; mayor introversión de la mente, con la disminución de actividades de la vida práctica: estado de apatía neuropsíquica, provocado por los cambios orgánicos del envejecimiento (...). Ese tipo de mediumnidad tardía tiene poca duración, constituyendo una especie de preparación mediúmnica para la muerte. Se restringe a fenómenos de videncia, comunicación oral, intuición, percepción extrasensorial y psicografía. 

Es muy común, en los momentos próximos a la desencarnación, la ampliación de las facultades mediúmnicas, sobre todo por la percepción de entidades espirituales.

Pueden ser momentos de gran belleza y alegría, si el Espíritu cultivó el bien a lo largo ñ de la encarnación. Puede representar, sin embargo, sufrimiento para la criatura que no supo conquistar valores positivos durante la experiencia terrestre. 

El momento de la eclosión de la facultad mediúmnica en el Espíritu encarnado es de fundamental importancia, una vez que esa facultad podrá proporcionar beneficios al propio encarnado y al prójimo, si es bien orientada y amparada fraternalmente.

Se debe considerar, sin embargo, que no siempre la persona es convenientemente asistida después que afloran sus facultades mediúmnicas; sea por ignorancia respecto al asunto, lo que es más común, sea por desinterés o desatención de los familiares o de los amigos.

Lo cierto es que, en el inicio de su desarrollo, los médiums enfrentan muchos conflictos. A veces no tienen el menor conocimiento de la doctrina y ni siquiera traspasaron nunca las puertas de un Centro Espírita.

Después de intentar solucionar sus problemas por los métodos convencionales (mediúmnicos y psicológicos) es que recurren, en última instancia, al Espiritismo.

Cuando ocurre esto, esos hermanos llegan completamente desorientados a la
Casa Espírita, aún bajo el guante de los preconceptos religiosos que alimentaron por mucho tiempo.

Debidamente orientados para un tratamiento espiritual a través de pases y reuniones de estudios evangélicos, se revelan incrédulos, exigiendo que el Espiritismo les resuelva las dificultades de un instante para otro.

Preguntan por un Centro que sea más fuerte...

Dicen no creer en la influencia de los Espíritus...

Afirman que no quieren ser médiums...

Es natural que sea así, porque se encuentran en desequilibrio psicológico.
El dirigente espírita, o aquél a quien corresponde las tareas necesitan tener paciencia y conquistar su confianza. 

En otras ocasiones, los médiums iniciantes por revelarse fascinados por el entusiasmo excesivo, delante del impacto de las revelaciones espirituales que los visitan de lleno, solicitan el entendimiento y el apoyo de los hermanos expertos, para que no se pierdan a través de engaños brillantes. 

Las Casas Espíritas ofrecen campo para el estudio y la educación de la mediumnidad a todos aquellos que desean servir en la siembra de Cristo en esa área.

Auxiliar al médium, en la tarea de desarrollar su facultad mediúmnica en beneficio del prójimo y de sí mismo, no es tarea fácil. Exige del dirigente espírita no sólo dedicación a ese género de actividad, sino lucidez mental para auxiliar, con bondad y paciencia, a la criatura que presenta la mediumnidad de eclosión en bases de pruebas.

Los dirigentes espíritas deben comprender, sobre todo, que en el inicio de la mediumnidad, los médiums tropiezan con el escollo de tener que vérselas con Espíritus inferiores y deben darse por felices cuando son sólo Espíritus livianos.

Necesitan poner toda la atención en que tales Espíritus no asuman predominio, por cuanto ocurriendo eso, no siempre les será fácil desembarazarse de ellos.

 Ese punto es de tal modo esencial, sobre todo en el comienzo, que no siendo tomadas las precauciones necesarias, pueden perderse los frutos de las más bellas facultades. 

Es fundamental que los orientadores espíritas, empeñados en el trabajo de estudio y educación mediúmnica, tengan conciencia de lo que representa esa práctica para saber auxiliar acertadamente. El orientador espírita necesita conocer con seguridad la Doctrina Espírita y las sutilezas de la práctica mediúmnica; debe ser alguien que busca vivenciar las enseñanzas evangélicas, para poder transmitir al médium iniciante respuestas claras a sus dudas y confortamiento moral a sus alteraciones emocionales o afectivas.

La criatura cuya facultad mediúmnica eclosionó y que se dispone a iniciar su ejercicio, debe tener conciencia de la importancia y de lo que significa esa facultad.

Por eso mismo, los amigos desencarnados, siempre que sean responsables y conscientes de los propios deberes delante de las Leyes Divinas, estarán entre los hombres exhortándolos a la bondad y al servicio, al estudio y al discernimiento, por cuanto la fuerza mediúmnica, en verdad, no ayuda y no edifica cuando esté distante de la caridad y ausente de la educación. 


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