La
mediumnidad, siendo una facultad natural, eclosiona o surge en la época apropiada,
definida en el planeamiento reencarnatorio del individuo.
Siendo
natural, aparece espontánea, mediante constricción segura, en la cual los desencarnados
de tal o cual estado evolutivo convocan a la necesaria observación de sus
leyes, conduciendo al instrumento mediúmnico a preciosa labor por cuyos
servicios adquiere vasto patrimonio de equilibrio e iluminación, rescatando
simultáneamente los compromisos negativos a los que se encuentra enredado desde
vidas anteriores.
Otras
veces, surge como impositivo de prueba mediante el cual es posible más amplia
liberación del propio médium que, dilatando el ejercicio del ennoblecimiento a que
se dedica, granjea consideración y títulos de beneficencia que le da paz.
Sin
duda, este poderoso instrumento puede convertirse en lamentable factor de perturbación,
teniendo en cuenta el nivel espiritual y moral de aquél que se encuentra investido
de tal recurso.
La
eclosión mediúmnica puede, entonces, ocurrir bajo dos formas:
• Espontánea - sin generar al médium
iniciante mayores trastornos, sean físicos sean emocionales.
• De prueba - el médium presenta
desórdenes emocionales que alcanzan su organización física. Pueden ocurrir
perturbaciones espirituales.
Esa
última es la forma más común del surgimiento de la mediumnidad en el estado
evolutivo en que aún nos encontramos. El presente estudio se detendrá más en ese
aspecto.
El
surgimiento de la facultad mediúmnica no depende del lugar, edad, condición social
o sexo.
Puede
surgir en la infancia, en la adolescencia o en la juventud, en la edad madura o
en la vejez.
Puede
revelarse en el Centro Espírita, en casa, en los templos de cualquier denominación
religiosa y en el materialista.
Las
señales o síntomas que anuncian la mediumnidad varían infinitamente.
Reacciones
emocionales insólitas. Aparente sensación de enfermedad. Escalofríos y
malestar. Irritaciones extrañas.
Cuando
aparece la mediumnidad, surgen disturbios variados, sean en el área orgánica, a
través de desequilibrios y enfermedades o mediante inquietudes emocionales y
psíquicas, por debilidad de su constitución fisiopsicológica (del médium).
No
es la mediumnidad la que genera el disturbio en el organismo, sino la acción
fluídica de los Espíritus que favorece la alteración de la distonia o no, de
acuerdo con la cualidad de que esta se reviste.
Por
otro lado, cuando la acción espiritual es saludable, un aura de paz y de
bienestar envuelve al medianero, auxiliándolo en la preservación de las fuerzas
que lo nutren y sustentan durante la existencia física.
Independiente
de la persistencia del fenómeno mediúmnico, el niño debe ser encaminado a la
Evangelización Espírita, para ser auxiliado más efectivamente.
Con
el crecimiento, el niño se va desligando cada vez más del mundo espiritual,
pasando a envolverse en las cosas del plano físico y,_ en consecuencia, las
manifestaciones mediúmnicas van escaseando. Se cierra el primer ciclo
mediúmnico (...). Entonces se considera que el niño no tiene mediumnidad, la
fase anterior es tomada a cuenta de la imaginación y de la fabulación infantil.
Generalmente
es en la adolescencia, a partir de los doce o trece años, que se inicia el
segundo ciclo. En el primer ciclo sólo se debe intervenir en el proceso
mediúmnico con oraciones y pases, para suavizar las excitaciones naturales del
niño, casi siempre cargadas de reminiscencias extrañas del pasado carnal o
espiritual. En la adolescencia su cuerpo ya maduró lo suficiente para que las
manifestaciones mediúmnicas se vuelvan más intensas y positivas. Es tiempo de
encaminarlo con informaciones más precisas sobre el problema mediúmnico (...).
El pase, la oración y las reuniones de estudio doctrinario son los medios de
auxiliar el proceso (de la eclosión), sin forzarla, dándole la orientación
necesaria.
El
tercer ciclo ocurre generalmente al pasar de la adolescencia a la juventud.
entre los dieciocho y los veinticinco años. En esa fase, es tiempo de los
estudios serios del Espiritismo y de la Mediumnidad, así como la práctica
mediúmnica libre, en los centros y grupos espíritas.
Hay
un cuarto ciclo, correspondiente a mediumnidades que sólo aparecen tras la madurez, en la vejez o en su aproximación. Se trata de manifestaciones que son
posibles debido a las condiciones de la edad: debilidad física, permitiendo más
fácil expansión de las energías periespcas; mayor introversión de la mente, con
la disminución de actividades de la vida práctica: estado de apatía
neuropsíquica, provocado por los cambios orgánicos del envejecimiento (...).
Ese tipo de mediumnidad tardía tiene poca duración, constituyendo una especie
de preparación mediúmnica para la muerte. Se restringe a fenómenos de videncia,
comunicación oral, intuición, percepción extrasensorial y psicografía.
Es
muy común, en los momentos próximos a la desencarnación, la ampliación de las
facultades mediúmnicas, sobre todo por la percepción de entidades espirituales.
Pueden
ser momentos de gran belleza y alegría, si el Espíritu cultivó el bien a lo
largo ñ de la encarnación. Puede representar, sin embargo, sufrimiento para la
criatura que no supo conquistar valores positivos durante la experiencia
terrestre.
El
momento de la eclosión de la facultad mediúmnica en el Espíritu encarnado es de
fundamental importancia, una vez que esa facultad podrá proporcionar beneficios
al propio encarnado y al prójimo, si es bien orientada y amparada
fraternalmente.
Se
debe considerar, sin embargo, que no siempre la persona es convenientemente
asistida después que afloran sus facultades mediúmnicas; sea por ignorancia
respecto al asunto, lo que es más común, sea por desinterés o desatención de
los familiares o de los amigos.
Lo
cierto es que, en el inicio de su desarrollo, los médiums enfrentan muchos
conflictos. A veces no tienen el menor conocimiento de la doctrina y ni siquiera
traspasaron nunca las puertas de un Centro Espírita.
Después
de intentar solucionar sus problemas por los métodos convencionales
(mediúmnicos y psicológicos) es que recurren, en última instancia, al
Espiritismo.
Cuando
ocurre esto, esos hermanos llegan completamente desorientados a la
Casa
Espírita, aún bajo el guante de los preconceptos religiosos que alimentaron por
mucho tiempo.
Debidamente
orientados para un tratamiento espiritual a través de pases y reuniones de
estudios evangélicos, se revelan incrédulos, exigiendo que el Espiritismo les
resuelva las dificultades de un instante para otro.
Preguntan
por un Centro que sea más fuerte...
Dicen
no creer en la influencia de los Espíritus...
Afirman
que no quieren ser médiums...
Es
natural que sea así, porque se encuentran en desequilibrio psicológico.
El
dirigente espírita, o aquél a quien corresponde las tareas necesitan tener
paciencia y conquistar su confianza.
En
otras ocasiones, los médiums iniciantes por revelarse fascinados por el entusiasmo
excesivo, delante del impacto de las revelaciones espirituales que los visitan de
lleno, solicitan el entendimiento y el apoyo de los hermanos expertos, para que
no se pierdan a través de engaños brillantes.
Las
Casas Espíritas ofrecen campo para el estudio y la educación de la mediumnidad
a todos aquellos que desean servir en la siembra de Cristo en esa área.
Auxiliar
al médium, en la tarea de desarrollar su facultad mediúmnica en beneficio del
prójimo y de sí mismo, no es tarea fácil. Exige del dirigente espírita no sólo dedicación
a ese género de actividad, sino lucidez mental para auxiliar, con bondad y paciencia,
a la criatura que presenta la mediumnidad de eclosión en bases de pruebas.
Los
dirigentes espíritas deben comprender, sobre todo, que en el inicio de la mediumnidad,
los médiums tropiezan con el escollo de tener que vérselas con Espíritus inferiores
y deben darse por felices cuando son sólo Espíritus livianos.
Necesitan
poner toda la atención en que tales Espíritus no asuman predominio, por cuanto
ocurriendo eso, no siempre les será fácil desembarazarse de ellos.
Ese punto es de tal modo esencial, sobre todo
en el comienzo, que no siendo tomadas las precauciones necesarias, pueden
perderse los frutos de las más bellas facultades.
Es
fundamental que los orientadores espíritas, empeñados en el trabajo de estudio
y educación mediúmnica, tengan conciencia de lo que representa esa práctica para
saber auxiliar acertadamente. El orientador espírita necesita conocer con
seguridad la Doctrina Espírita y las sutilezas de la práctica mediúmnica; debe
ser alguien que busca vivenciar las enseñanzas evangélicas, para poder
transmitir al médium iniciante respuestas claras a sus dudas y confortamiento
moral a sus alteraciones emocionales o afectivas.
La
criatura cuya facultad mediúmnica eclosionó y que se dispone a iniciar su ejercicio,
debe tener conciencia de la importancia y de lo que significa esa facultad.
Por
eso mismo, los amigos desencarnados, siempre que sean responsables y conscientes
de los propios deberes delante de las Leyes Divinas, estarán entre los hombres
exhortándolos a la bondad y al servicio, al estudio y al discernimiento, por cuanto
la fuerza mediúmnica, en verdad, no ayuda y no edifica cuando esté distante de la
caridad y ausente de la educación.
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