Como signos inequívocos del momento actual, se nota en muchas agrupaciones espíritas el deseo sincero de intensificar las experimentaciones para desarrollar mayor cantidad de facultades medianímicas y obtener un fenomenismo más abundante, base ineludiblede nuestra ideología.
Muchos correligionarios se han alarmado ante el auge de la experimentación, pensando, con pena, que así se descuida el cultivo y la divulgación de la moral y de las elevadas enseñanzas de las comunicaciones de los espíritus.
Aparentemente este temor parecerís justificado por cuanto la experimentación o la obtención de abundantes fenómenos por el intenso desenvolvimiento de toda la gama de facultades medianímicas, en manos inexpertas o sin la debida preparación científica, podría degenerar en una mera curiosidad, o en el manejo de poderes que bien pueden satisfacer al intelecto, pero dejan huérfano al corazón, con lo que no se llenarís nunca la laguna actual, que es el divorcio entre la inteligencia y las más elevadas aspiraciones del alma en su contenido de sentimientos de paternidad y de amor universal.
Es muy posible que tal peligro pueda convertirse en realidad en algún grupo de personas cegadas por el orgullo, pero no se puede desconocer que el Espiritismo como filosofís, como evangelio de redención moral, se diferencia de las demás religiones y filosofías, precisamente por sus hechos, por su base experimental.
Es frecuente en aquellos correligionarios que, tras un laborioso proceso mental y después de numerosas pruebas comprenden y abrazan con todo el calor de sus convicciones, las enseñanzas del Espiritismo, que se lancen decididos a la divulgación de los elevados y amplios principios m la redención de cada ser humano. Pero olvidan, quizás con demasiada frecuencia, que fueron los hechos, fueron las maravillosas pruebas, ya ajenas, ya personales, las que condujeron hasta esa zona.
No es pues, justo ni humanitario que los menos, los profanos, que forman la inmensa mayoría, no se les facilite las mismas pruebas, los mismos fenómenos, a fin de que por la conmoción íntima que produce la constatación de la realidad, dirijan sus pasos por el mismo camino que los que en él estamos, vemos luminoso.
Puede predecirse que, a medida en que se divulguen nuestras verdades, habrá a su vez que multiplicar las vías de comunicación entre los “de allá” y nosotros, puesto que parece estar dentro del esquema del progreso general que esas “vías” se intensifiquen hasta que llegue el día que constituirá un intercambio contínuo y normal entre los dos mundos tan íntimamente ligados por un mismo afán de perfeccionamiento.
Se sobreentiende que se debe proceder con mucha delicadeza y cautela, desde que no es cosa baladí establecer comunicaciones en las que intervienen seres, energías y factores que, hasta nuestra época, nunca fueron debidamente estudiadas por la humanidad. Pero con la experiencia ya adquirida y estampada en tantas obras de verdadero valor, mucho se puede hacer.
De modo pues, que ambas actividades deben correr parejas si se quiere que cada sociedad, cada agrupación de índole espiritista, represente genuinamente a este ideal. Es una taréa más pesada y que exige cordura, preparación y constancia, pero también tiene mayor mérito y llena así su verdadera misión. La experimentación debe apoyar la filosofía y la moral, como estas deben aclarar e iluminar aquella. Desligando una de otra o cultivando sólo uno de estos aspectos se cae en la unilateralidad con todos los peligros inherentes, incluso el fanatismo. En cambio, secundándose ambas sabiamente, se imprimirá a las enseñanzas de los espíritus todo sello de solidez que ellas merecen, a la par que despejan vías para una investigación más profunda de todas las fuerzas que nos informan y nos rodean, con lo cual se prestará un gran servicio al avance de la verdadera ciencia , cuya espiritualización, es decir, cuyo encauce en las realidades de la existencia del espíritu, forma parte de su programa.
( Publicado por la revista espírita Fraternidad cristiana espírita, procedente de “La Idea”.)
"Sólo es inquebrantable, la fe que en todas las edades de la humanidad puede mirar cara a cara a la razón. Una base es menester a la fe, y esta es la perfecta inteligencia de lo que se cree; para creer no basta con ver, es preciso sobre todo comprender".
-Allan Kardec, en El Evangelio según el Espiritismo-
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