Un
tipo de auxilio raramente recordado: el respeto que debemos unos a los otros en
la vida particular.
Caro
es el precio que pagamos por las lesiones afectivas que provocamos en los
otros.
En
los acontecimientos de la Tierra de hoy, cuando se escribe y se habla tanto, en
torno del amor libre y del sexo liberado, muy pocos son los compañeros
encarnados que meditan en las consecuencias amargas de los votos no cumplidos.
Si
habitas un cuerpo masculino, conforme a las tareas que fueron señaladas, si
encontraste esa o aquella hermana que se te afinó como a tu modo de ser, no le
desarticules los sentimientos, con el pretexto de amarla, si no estás en
condiciones de cumplir con la propia palabra, en lo que tañe a promesas de
amor.
Y
si moras en el presente en un cuerpo femenino, para el desempeño de actividades
determinadas, si sorprendiste a ese o aquel hermano que se armonizo con tus preferencias, no le perturbes
la sensibilidad bajo la disculpa de desear protegerlo, en el caso no estés en
la posición de quien disfruta la posibilidad de honorificar los propios
compromisos.
No
comiences un romance de cariño entre dos, cuando no poseas y ni quieras
mantener la continuidad.
El
amor, sin duda, es ley de la vida, más no será licito olvidar los suicidios y
homicidios, los abortos y crímenes en la sombra, los retos y las injurias que
dilapidan o arrasan la existencias de las víctimas, espoliados por el afecto
que les nutria las fuerzas, cuyas lágrimas y aflicciones claman, delante de la
Divina Justicia, porque nadie en el mundo puede medir la resistencia de un
corazón cuando es abandonado por otro y ni sabe la calidad de las reacciones
que vendrán de aquellas que enloquecen, con el dolor de afección incomprendida,
cuando eso acontece por nuestra causa.
Ciertamente
que muchos de esos delitos no están catalogados en los estatutos de la sociedad
humana; entretanto, no pasan desapercibidos en las Leyes de Dios que nos exigen
cuando en la condición de responsables, o de rescate justo.
Tanteando
este asunto, nos acordamos automáticamente de Jesus, ante la multitud y de la
mujer sufridora, cuando afirmó perentorio: “Aquel que estuviera exento de
culpa, tire la primera piedra”.
Todos
nosotros, los espíritus vinculados a la evolución de la Tierra, estamos altamente
comprometidos en materia de amor y sexo, en materia de amor y sexo
irresponsable, no podemos extrañar los estudios respetables en ese sentido,
porque, un día, todos seremos llamados a examinar semejantes realidades,
especialmente las que se relacionan con nosotros, que pueden efectivamente ser
muy amargas, más deben ser dichas,
Del libro: Momentos
de Oro, Médium: Francisco Cándido Xavier.
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