Se reconoce al verdadero espírita por su transformación moral, y por los esfuerzos que hace para domar sus inclinaciones.
(Allan Kardec, ESE., XVII, 4)
Analizando detenidamente con Allan Kardec, es fácil definir quién es el verdadero Espírita, los podemos reconocer por los esfuerzos que hacen para transformarse en personas moralmente mejores y en domar sus inclinaciones, generadas por las imperfecciones milenarias que todos cargamos en la vida inmortal.
Sin embargo, a pesar de que lo deseáramos, la temática es más compleja de lo que podemos pensar inicialmente. Observando con un poco de atención, podemos fácilmente reconocer a muchos “espíritas” todavía adormecidos delante de sus responsabilidades, a través de las aclaraciones que da la Codificación desde hace 154 años.
Vemos personas que se llaman “espíritas” solo porque son ávidas lectoras de Zibia Gasparetto, aprecian la serie “Médium”, ven la novela “El Viaje” o aseguran que vivieron como Faraones o Reinas de Egipto. Es más, cuando se designan “espíritas” pueden respirar más contentos, pues hay quien se designa como kardecista como si el Espírita siguiese a la persona de Allan Kardec y no la obra de los Espíritus que él codificó.
Hay quien se dice “espírita” sin haber leído jamás El Libro de los Espíritus (LE) y El Evangelio según el Espiritismo (ESE) – toda la Codificación, ¡ni se comenta! - , y sin haberse comprometido nunca con el Evangelio en el Hogar, por “olvido”, “porque es erróneo” o parece que se está “hablando solo”.
Hay quien se afirma como “espírita” pero aun hace la “señal de la cruz”, dice “amén” al final de sus oraciones, repite oraciones adornadas, llama virgen a María, reparte estampas en el día de los Difuntos, bautiza a sus hijos en otra religión, por apego al rito o por el miedo de ser considerado “pagano”, y se casa en la iglesia con la justificación de que Dios está en todas partes – y Él está, pero es ilógico caminar por dos caminos al mismo tiempo, especialmente cuando se contradicen en el trayecto.
Hay quien se dice “espírita” porque va al Centro Espírita en busca del pase y del agua fluidificada, y de buena voluntad, oye la conferencia aclaradora sobre los valores morales imprescindibles para la transformación íntima. Y al salir compra o alquila una novela fantástica, volviendo al hogar convencido de que hace todo lo que puede. Pero continúa siendo espectador en vez de servidor.
Hay “espíritas” que hacen de Bezerra de Menezes un Espíritu santo, en vez de reconocerlo como un incansable trabajador del Bien al que todos podemos imitar; que garantizan que Chico Xavier fue Kardec; que hacen seguimiento a Divaldo Pereira Franco; que piensan que André Luiz es un Espíritu superior y que no va a encarnar nunca más en la Tierra; que leen admirados obras de autores que dicen que el Espíritu flota; que se preocupan en saber si sus hijos son índigo o cristal; que consiguen justificar su ansia por un buen filete medio crudo por mediación de El Libro de los Espíritus.
Hay algunos pobres “espíritas” que se dejan llevar por la vanidad, alegando que son privilegiados por ser médiums o conferenciantes, dirigentes de trabajos o de Centros Espíritas; que no salen del Centro sin una psicografía de su mentor, que usan el ESE como la Biblia, y para quien la firma noble en una obra es garantía de verdad y por eso no necesita de ser cuestionada.
El verdadero Espírita lo es realmente, repitiendo aun una vez más a Kardec, reconocido por su transformación moral y por los esfuerzos en domar sus inclinaciones que aun carga. Pero también lo es porque estudia la Codificación entera y, después de ella, busca completar su conocimiento estudiando otras obras serias, discutiendo, comparando, usando la razón, sin aceptar nada sin reflexionar al respecto.
El verdadero Espírita no desea utilizar los apoyos milenarios que hoy llamamos (por su función) muletas, y que por siglos nos sustentaron la fe ciega, frágil e inconstante, muchas veces manifestada porque sólo fue generada por el miedo, no por la comprensión de la Vida y el amor al Creador.
El verdadero Espírita no hace del pase una necesidad, ni del agua fluidificada una vitamina diaria. No pone cara de ingenuo en cuanto pone el mismo nombre en los pedidos de vibraciones de varios centros, pensando que varios equipos de Espíritus irán a ayudar, en vez de uno solo. Y él no está hecho de azúcar, si está comprometido con el trabajo, no teme a la lluvia y al frío, cumpliendo siempre su parte.
El verdadero Espírita no juzga todos los dolores como certificado de culpabilidad, porque sabe que más allá de las expiaciones, también vivimos con pruebas. Y él sabe que es preciso confiar que no existen casualidades y siempre será lo que debe ser, pero que en este contexto tenemos que actuar con precaución, responsabilidad, resignación y coraje.
El verdadero Espírita no dice que no lee a Ramatis porque alguien que tampoco lee le ha dicho que es un Espíritu pseudo-sabio, pero si está de acuerdo con esa idea es porque sacó sus propias conclusiones de la misma forma que lo hace con otros autores encarnados o no. Y no olvida el objetivo mensaje de Paulo de Tarso en 1ª Tesalonicenses 5:21, que dice” examinad todo. Retened lo bueno”.
El verdadero Espírita no se considera dueño de la verdad, es por eso que no intenta convencer a nadie a aceptarle sus opiniones (¡por otra parte, no es necesario que acepte las mías!), no se ofende porque sus pareceres no sean aceptados, no se aparta de un grupo porque no fue atendida la propuesta que ofreció para la resolución de un problema u organización de un evento. Trabaja en grupo, democráticamente, celoso por hacer lo mejor por el Espiritismo, por los Asistidos, por los Espíritus, por la Causa Social, y no por su ego.
El verdadero Espírita no se da cuenta que ya vive de bonus-hora, reconoce que permanece encarnado, cumple con las responsabilidades para con el “César” (cosas del mundo) sin dejar de lado las cosas de Dios (espirituales). Vota, se presenta como candidato, contribuye financieramente al sustento de la Casa a la que se vinculó, sin pretender que los costes se paguen con oraciones.
El verdadero Espírita leerá este texto hasta el final y reconocerá que algunas realidades se habrán dicho; verificará si le sirven, apreciando los motivos que todavía le prenden a rituales de otras religiones, satisfacción egoísta, fanatismo y ceguera. Y si advierte que realmente se está desviando del sentimiento original del Espiritismo, procurará domar esas inclinaciones, estimuladas por el mundo competitivo en que vivimos, o por las falanges de espíritus inferiores que hace mucho que desistieron de apartarnos de la preciosa Doctrina de Luz, y ponen atención en pervertir sus nobles ideales.
Este es el ESPIRITA que dará la diferencia en el mundo Bajo este título.
Aquellos que se dicen “espíritas” solo caminan paralelos al Espiritismo, también son excelentes cristianos, personas buenísimas, hacen toda la diferencia, pero no son Espíritas, son simpatizantes de la Doctrina de los Espíritus.
Vania Mugnato de Vasconcelos
LA PERSEVERANCIA:Es un principio que hace que las cosas pasen.. Toda persona que haya logrado algo en su vida, lo ha logrado porque persevero hasta alcanzarlo
- Anita Aguinalde -
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