Es interesante anotar como deseamos, en el mundo, tantas cosas, que nos parecen imprescindibles.
¿Cuantas veces, en medio de las tareas que nos caben, en la oficina de trabajo, no deseamos un empleo mejor?
Nos gustaría un mejor ambiente de trabajo, un jefe menos riguroso, una carga horaria menor, un salario mayor.
No en tanto, centenar de personas ansían solamente por tener un empleo, cualquiera que sea. Un salario mínimo, al menos, para salir de la penuria total.
¿Cuántas veces protestamos de los platos servidos en el almuerzo y en la cena? Siempre la misma cosa. Parece que la cocinera está desprovista de ideas o cocina con desgana.
Entre tanto, en cuanto almorzamos platos más sofisticados y variados, manjares , en todo el mundo, desean apenas un plato de comida.
Nos miramos en el espejo y reclamamos por el color de los ojos. Como seria de bueno si tuviésemos los ojos claros. U oscuros. Más verdes.
Con todo, innumerables criaturas aguardan simplemente la oportunidad de entrever.
Ansían una cornea, una cirugía que los libere de la ceguera en que se encuentran.
Nos deleitamos con las voces del cantante, del locutor y desearíamos tener una voz bonita, cristalina. O corpulenta, maculita.
A nuestro lado, sin embargo, caminan muchos que desearían apenas tener la ventura de hablar, en cualquier tono.
Pensamos, mirando a nuestro padres, que seria muy bueno si ellos fuesen más esclarecidos, tuviesen diplomas universitarios, conociesen el mundo.
Tuviesen, en fin, una visión más amplia del mundo.
¡Seria tan bueno! Más, en nuestro mismo barrio, existen decenas de personas que desearían simplemente tener padres.
Fuesen ellos ilustrados, analfabetos, pobres de entendimiento. Más que estuviesen a su lado para amarlos.
Reclamamos de la calle virulenta donde está nuestra casa, del perro del vecino que ladra toda la noche, perturbando nuestro sueño.
Deseariamos silencio. Un barrio tranquilo, perros disciplinados, calles sin transito. Mucho silencio para nuestra lectura, nuestro descanso, nuestro ocio.
Ni nos damos cuenta que centenas de criaturas desean ardientemente, simplemente oir. Lo que sea. El ruido del transito, el pito de las fabricas, la gritería de los niños.
Cualquier cosa, con tal de poder oír.
Miramos, con los ojos de deseo, las vitrinas abarrotadas de lindos zapatos. Modelos recién llegados. Lanzamientos.
Nos gustaría tanto que nuestro presupuesto nos permitiese comprar un nuevo par. Al final, los nuestros ya están un poco gastados y pasados de moda.
En cuanto miramos para nuestros pies, deseando nuevos zapatos, muchos contemplan los propios miembros inferiores, deseando apenas tener pies.
Pensamos en un coche nuevo, más confortable. Un coche con portamaletas mayor, que quepa más cosas.
En cuanto a esto, bien próximo a nosotros, muchos apenas sueñan con la posibilidad de moverse de un lado Pará otro con las propias piernas.
Es justo soñar. Es bueno desear mejorar el padrond e vida. Esto hace parte del progreso del ser humano.
Entretanto, que esas ansias no constituyan en nosotros la infelicidad. No olvidemos de valorizar lo que ya tenemos.
Valoricemos la posibilidad de andar, oír, divisar, de movernos de uno a otro lado, por nuestra propia cuenta.
Agradezcamos el empleo que nos permite el atendimiento de nuestras necesidades.
Seamos gratos por nuestra familia, pequeña o grande. Ilustrada o no.
Agradezcamos, en fin a Dios, por el don de la vida. Por estar en la Tierra, bendecida escuela.
Por respirar, por poder abrazar, por tener a quien abrazar.
Agradezcamos simplemente, por vivir este día.
- Momento Espírita-
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