miércoles, 29 de diciembre de 2010
Jesús y los sufrimientos
Cuando era procurado por los portadores de enfermedades. Jesús siempre les preguntaba si realmente deseaban la salud, o si creían que el los podía curar.
Era de fundamental importancia para el restablecimiento del enfermo la seguridad intima sobre estos dos requisitos: querer y creer.
Complementándose uno en el otro, se tornan esenciales para el restablecimiento físico y psíquico del candidato a la cura.
El querer en profundidad, sin reservas, altera completamente el cuado psicofísico del individuo, que se transfiere del estado de desarmonia en que se encuentra para el de equilibrio, auxiliando al organismo en la restauración de sus equipamientos danificados.
La dolencia no es más que un síntoma de trastorno del espíritu, en realidad el portador de la misma.
El acto de querer liberarlo de los elementos perniciosos, generadores de los disturbios que se presentan en la emoción, en la mente y en el cuerpo.
Quiere decirse, abandonando la acomodación parasitaria o el medio de asumir responsabilidades nuevas ante la vida, de ese modo arrebatando las cadenas de la rebeldía persistente, de auto compasión, de las sombras en las cuales el individuo se oculta.
Quien quiere, acomete; y lo hace, de forma que elige los resultados almacenados.
El creer es una decisión grave, de madurez emocional y humana.
La creencia vive innata en el hombre, aguardando los estímulos que la hagan desenvolverse, enriqueciendo de fuerzas la vida.
Hay una creencia automática, natural, herencia característica de las generaciones pasadas, que induce a la aceptación de los hechos, de las ideas y experiencias, sin análisis racional.
Y existe otra que es el resultado de la elaboración de la lógica, de las evidencias de los acontecimientos con los cuales la razón concuerda.
Se cree, por tanto, por instinto y por conocimiento experimental.
Cuando se quiere, despojado de duda, la creencia en el éxito ya se encuentra en el ánimo del deseo exteriorizado.
El recelo hay no tiene guarida, ni las vacilaciones producen desconfianzas.
El paisaje mental se baña de luz y los componentes de la infelicidad se diluyen bajo los rayos poderosos de la voluntad bien dirigida.
Querer y creer conducen a la lucha, mediante la decisión de salir de la zona sombría para el campo del éxito.
Después la victoria feliz, estos dos valores morales deben proseguir comandando la integridad emocional, para impedir la recaída.
En el episodio del paralítico, que fue descendido por el tejado y puesto a su lado, como en otros variados, las dos cuestiones son puestas en evidencia por el Maestro.
A la pregunta directa: “¿Tú crees que yo te puedo curar?”, el enfermo respondió: “si”, demostrando la fe que lo dominaba, al mismo tiempo retratando querer recuperar la salud, tal es el esfuerzo emprendido para estar allí.
Necesitó de amigos y personas solidarias; se sometió al esfuerzo de se conducido, aumento sus dolores, y, porque quería, lo consiguió.
Sensibilizado por el esfuerzo, Jesús lo liberó de la dolencia, de la que el, sin rebeldía, deseaba despojarse.
En tus dificultades y dolores, abandona la complacencia para con ellas y toma la segura decisión de querer ser feliz y creer que lo conseguirás.
Nada te impide la tentativa. Basta que establezcas, en lo íntimo, el deseo fuerte de liberación.
Si la duda se presenta, ahuyéntala.
Perturbado por el pesimismo, contempla a los triunfadores que lucharon antes que tu.
No les fue diferente ele esfuerzo para la victoria.
Sucede que iniciaron la labor sin que lo supieses y ahora ves solamente su resultado.
Además, apela a Jesús con firmeza, cierto de que tu rogativa no quedará sin respuesta, y ábrete al influjo de fuerza restauradoras, no le oponiéndole barreras.
Si quieres la paz y la salud, y crees en su inmediata conquista, no dejes tu momento de conseguirla, pues ese momento es ahora.
Equipo de Redacción de Momento Espírita
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