domingo, 5 de diciembre de 2010

Incertidumbre




INCERTIDUMBRE

Espíritu: Carlos Torres Pastorino

Médium: Divaldo P. Franco

El mundo físico, de acuerdo con la manera por la cual lo vemos, es impermanente, como todo cuanto contiene. En ese sentido, el ser humano, en su constitución orgánica experimenta el fenómeno de impermanencia, debido a las constantes mutaciones y transformaciones a las que se encuentra sujeto, incluyendo la desconexión biológica de las moléculas a través de la muerte.

La problemática de la impermanencia es desafío esencial para ser solucionado, de modo que lo permanente merezca atención y estimulación, bases de su desenvolvimiento y realización.

La visión de la impermanencia demuestra que todo cuanto constituye la materia es irreal, y no duradero para siempre, induciendo a una búsqueda de la causalidad, de lo que existe más allá de la forma y de la apariencia, que termina por demostrar la presencia de la realidad.

Innegablemente se vive la existencia de la incertidumbre, de la transitoriedad, de la apariencia que oculta la carga de lo real y de lo permanente, de la verdad y de la certeza momentáneamente no identificados por la construcción externa del proceso evolutivo de los seres y del pensamiento.

Hace algún tiempo, culturalmente el ser humano se movía en un océano de certezas y de definiciones, limitado a lo conocido y a las percepciones de sus órganos de los sentidos.

Lentamente el avance del conocimiento demostró que todo cuanto existe en su orma percibida es engaño del entendimiento y de la sensación,corroborando la tesis de Anaxágoras, cuando afirmó que todo cuanto existe es materializació n de lo invisible, fundamentándose en una premisa de valor inequívoco: el mundo real más allá de las percepciones físicas.

La ética y la moral establecieron sus normas de conducta en esa visión limitada de las certezas de las Edades Antigua y Media y de una buena parte de la Moderna, cuando comenzaron a ser demolidas las bases que las sustentaban.

Pero, antes de eso, en la Grecia antigua, los sofistas ya se encargaban de replicarlas tradiciones y definiciones finalistas en torno al mundo y a los seres que lo habitan. En la Edad Contemporánea, Nietzsche y Sigmund Freud elaboraran algunos pensamientos, demostrando que, invariablemente el ser humano cree,
tiene certeza y seguridad, solamente en aquello que juzga más pertinente a sus intereses, más compensador a sus instintos y deseos personales.

La cuestión de lo cierto y de lo errado ha sido muy debatida, especialmente por filósofos, sociólogos, religiosos, éticos, e incluso físicos cuánticos, que procuran demostraren sus argumentos que existen factores culturales, nacionales, geográficos y estructurales, que establecen patrones para que lo cierto —lo ético, lo moral— y lo errado —lo perturbador, agresivo, desequilibrado— tengan vigencia y reciban ciudadanía cultural.

Tradicionalmente la fe religiosa estableció certezas en torno de la vida, de su origen, de su finalidad y de su futuro, no aceptando controversia o duda, siempre castigadas con severidad y rigor.

Pero, a medida que la Ciencia consiguió reventar las amarras que le impedían investigar, surgieron las primeras incertidumbres con respecto a las afirmaciones categóricas del pasado, de sus colocaciones y tesis que no soportaron los vientos disgregadores de la experiencia, de los hechos. El Universo demostraba en todos los tiempos, y prosigue, la fragilidad de las informaciones ingenuas de las Doctrinas religiosas ortodoxas, pues todo cuanto se podía observar desmentía la certeza predominante. La duda pasó a gobernar el pensamiento, y, mientras más avanzaba el conocimiento rumbo a los orígenes más detectaba los errores crasos de las imposiciones dominantes.

La historia fósil, la documentación antropológica, los fenómenos constatados por la Física y por la Química, las investigaciones realizadas por la Fisiología, por la Biología, más tarde por las Ciencias Neurológicas y Psicológicas, confirmaron las incertidumbres a su alrededor, especialmente las del ser humano, de su procedencia,de su existencia y de su futuro, en la nada —que es inconsecuente— o en la predestinació n señalada por la evolución para el logro de una etapa mucho más compleja y armoniosa, la de naturaleza espiritual,que es verdadera.

Como consecuencia de la incertidumbre en las mentes nació el relativismo de los valores morales, así como de los procedimientos éticos, que no pueden someterse apatrones ingenuos, elaborados por oscurantistas, ni desordenados, provenientes de los utilitaristas y gozadores.

Se generó el concepto de que la verdad es aquello en lo que el individuo cree, o se le torna seguro confirmar.

Se abandonó la objetividad de lo que era existente como un dogma,para la subjetividad de la emoción, del sentimiento de cada uno.
De alguna forma, si esa libertad de pensamiento ocasionó bienestar y lícita acción, abrió espacio para la falta de moderación, de equilibrio, de definición de conducta, pues aquello que se torna creíble en un momento en otro se presenta totalmente desacreditado,sin significado ni valor.

Los moralistas del pasado, observando el desmoronamiento de sus afirmaciones, se cerraron en el dogmatismo ultramontano, huyendo a cualquier raciocinio lógico, para proseguir en los estrechos límites
de la intolerancia hacia los demás y en las actitudes masoquistas con relación a ellos mismos. Están en la retaguardia de la Ley de Progreso que es inalienable e inevitable.

Por otro lado, los modernistas se apoyaron en los pensamientos de Einstein, en su información de que el ser humano siempre está en los  límites de algo, dentro de dimensiones que le establecen lo finito,en razón del espacio tiempo, y de Heisenberg en el concepto registrado en El principio de la incertidumbre. En la tesis
einsteniana, afirman, desaparece el impositivo divino, la destinación fatalista en torno a la realidad, que siempre es discutida fuera de los límites de hecho, del objetivado. Con relación al descubrimiento de Heisenberg, igualmente acentúan, todo cuanto se puede dimensionar,incluso hasta la verdad, no pasa de una resultante del como se observa el mundo y sus leyes, las cosas y los fenómenos, así como de las preguntas que se pueden hacer.

Aun tratándose de posiciones respetables, las conclusiones a las que llegaron esos modernistas, no corresponden exactamente al pensamiento original y profundo de sus autores. Esto porque, para Einstein,
existe un mundo real, conforme a su descripción extraordinaria del espacio-tiempo en cuatro dimensiones, demostrando que aquellos que se tornan observadores detectan aspectos de la verdad. En esa comprensión, el ser humano es también co-creador, finito,participando de una Realidad Cósmica, Infinita, apenas percibida en su conjunto por Dios. Por su parte, Heisenberg asevera que en el mundo de la realidad cuántica existe un potencial infinito, del cual es posible conocer tan solo algunos aspectos. Eso equivale a establecer que un observador, dentro de esa concepción, es capaz de captar y entender tantos aspectos de la verdad como estén a su alcance y proponer las interrogantes que le sean factibles presentar.

Siendo así, la Ciencia procura demostrar la relatividad del conocimiento entorno a la verdad que está más allá del campo de la percepción finita del ser humano.

Nadie será capaz de conocerlo todo, es cierto, correspondiendo a cada individuo el papel de movilizarse en su espacio, realizando lo mejor que esté a su alcance, especialmente en la conducta ético-moral, que debe ser considerada conforme algunos patrones que tienen estados inalterados a través de los tiempos y de los cambios del pensamiento histórico: el Decálogo de Moisés y el Sermón de la Montaña de Jesucristo.

La incertidumbre que lozanea en el pensamiento moderno cede entonces a luchar por la seguridad de una búsqueda, sin permanecer en la borda, en duda sistemática, en la falta de definición ante el principio del caos y del orden que se puede percibir en todo, facultando el avance de la estabilidad emocional y espiritual de la
vida.
Por largo tiempo se viene aseverando que los sentidos engañan a los individuos y solamente la razón en su aspecto más puro puede establecer parámetros de orden y de equilibrio para el entendimiento de la exactitud de los hechos. De cierta forma, podemos pensar así,sin qué, de momento, se establezcan definiciones concluyentes en el raciocinio.

Por ejemplo, para que una fe religiosa, pueda presentar la verdad y proponer certezas, debe fundamentarse en la exposición filosófica de sus contenidos, en los métodos y resultados de la investigación científica y en el análisis racional de sus parámetros.

Fundamentarse en contenidos que avancen con el pensamiento sin alterar sus estructuras esenciales, le constituye el recurso filosófico más eficaz para enfrentar a la razón en la sucesión de los tiempos, tornándose una fe legítima, conforme definió Allan Kardec refiriéndose a la creencia verdadera, aquella que es defendida por el Espiritismo.

Simultáneamente, el arsenal de los hechos en laboratorio, confirmados por la repetición hasta la saciedad de las experiencias, en diversos lugares diferentes, a través de métodos variados, y la conclusión expuesta en una enseñanza universal, confirma la procedencia de los mismos, y su causa, que se encuentra más allá de las dimensiones de las barreras físicas, en ese infinito campo de energías y vibraciones, en el cual todo se origina, que es el Mundo Espiritual.

Demostrando, por medio de una variedad especial de individuos que son portadores de facultades extrafísicas, la procedencia de los fenómenos que se operan en el campo objetivo, en torno a la
inmortalidad del Espíritu y de la reencarnación, de su anterioridad a la concepción biológica y de su continuación después del proceso de transformaciones moleculares, postulados esos que pasan a merecer
consideración ética y formal, filosófica y religiosa, ofreciendo bases para la sublimación de los sentimientos y la erradicación de las pasiones desenfrenadas que desorbitan en el carácter y en el comportamiento.

Pues, el Espiritismo conforme a lo delineado en la Codificación por el eminente Allan Kardec, se presenta con todas las características exigibles para eliminar la incertidumbre en torno a la realidad del ser espiritual que todos somos, de su preexistencia a la cuna y de la supervivencia al túmulo, llamando la atención con excelentes posibilidades para alcanzar la plenitud aun en la jornada terrestre, prolongándose por la sucesión de los tiempos en la Inmortalidad.

Sí, durante la jornada terrestre, porque a medida que los individuos toman conciencia de sus deberes y pasan a ejercitarlos, experimentan la alegría interior que proviene de la conciencia en armonía con el
propósito existencial, actuando correctamente conforme piensa y avanzando siempre en la conquista de sí mismo.
La incertidumbre que campea en todos los sectores de la actividad humana, cede entonces lugar a la convicción del sentido de la vida,de su significado y de la infinita posibilidad de realización personal de cada individuo con vista a la perfección futura.

Por tanto, todo en el Universo, atiende a la ley de armonía que lo genera, prosiguiendo en el cosmos individual de cada ser, apuntándole la directriz de seguridad para alcanzar la realización a la que está
destinado.
La certidumbre que adviene de esa visión compleja y fascinante, se torna a cada momento, más significativa, porque se transforma en estímulo libertario para el sentimiento y la razón, alcanzando así la sabiduría plena.


(Comunicación psicografiada por el médium Divaldo Pereira Franco, el día 28 de marzo de 2003, en el Centro Espírita Camino de la Redención, en Salvador, Bahía, Brasil)

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