miércoles, 8 de diciembre de 2010

Clarividencia y Profecía

El mundo cuántico es un lugar de límites imprecisos y resultados inciertos. Como ya hemos visto, las cosas que parecen tan bien definidas en el mundo material se van convirtiendo en vagos fantasmas a medida que vamos profundizando en el campo no manifiesto. El tiempo no es una excepción, y a un determinado nivel de realidad apenas existe. Cuando el límite del tiempo se disuelve completamente, es posible percibir una especie de viaje mental por el tiempo que se llama clarividencia, o la capacidad de ver en el futuro.

  Por lo que sabemos, el cerebro no puede construir el estado de clarividencia, porque sus centros visuales están preocupados con las sensaciones del presente. Los sueños son una especie de falsa visión que no suceden realmente ante nuestros ojos y, sin embargo, parece que existen. El clarividente también experimenta un estado visual «irreal», aunque su visión interior resulta ser cierta.

¿De qué modo, pues, puede coincidir el chisporroteo interno de las neuronas con hechos que aún no han sucedido?

Según mi experiencia, todos los que se consideran clarividentes no están dotados con las mismas capacidades; la visión interior puede ser más clara o más imprecisa, puede ir y venir, cosa que la hace poco de fiar, y su exactitud es siempre cuestionable, ya que nadie sabe hasta qué punto el futuro está predeterminado o abierto a los cambios. Un joven amigo mío se enamoró de una mujer que, aunque le apreciaba, no correspondía a sus fuertes sentimientos. Sin embargo, él llegó a convencerse de que ella era su media naranja. Habiendo desesperado de ver cambiar los sentimientos de ella, fue a ver a una vidente para comprobar si su teoría de la media naranja era verdad. La vidente le contó una cantidad sorprendente de detalles exactos y le aseguró que veía a una mujer llamada Tara con largos cabellos castaños y que iba a la Escuela de Arte; vio además que los dos iban a vivir pronto juntos, que cambiarían los sentimientos de Tara y que, como ella descubriría el profundo lazo espiritual que les unía, sería posible que los dos se casaran. Esta visión de futuro, que incluía también dos niños y un traslado a Los Ángeles, satisfizo a mi amigo porque correspondía exactamente a su propia visión de cómo tenía que ser el futuro.

Y ése fue el problema. Aunque la vidente había sintonizado con algo muy profundo de la 143 consciencia de mi amigo, las imágenes de su visión no llegaron a ser verdad. Lejos de tranquilizarse, Tara se sintió muy incómoda con la revelación de que estaba destinada a casarse con un hombre al que sólo consideraba un buen amigo, se apartó de él, encontró novio y se fue a vivir con él durante las vacaciones de verano, con lo cual la conexión de las dos medias naranjas nunca se materializó.

Conozco sin embargo a algunos clarividentes que no se dejan engañar por las esperanzas de sus clientes y parecen muy capaces de dividir la imagen de deseo del acontecimiento real que transpirarán, dando imágenes exactas de una futura pareja o del resultado de un juicio, hasta la fecha exacta de la sentencia del juez. Esta exactitud da mucho que pensar porque, por mucho que queramos saber del futuro, una solución previamente arreglada convierte todo nuestro esfuerzo en insignificante. Pero para un escéptico que no cree en la clarividencia, el problema es, naturalmente, muy discutible.

¿Qué nos haría pensar que la clarividencia es auténtica? ¿En qué se diferencia de otras ilusiones subjetivas como son los sueños y las alucinaciones? En primer lugar, lo típico de los sueños es que contienen material que ya estaba presente dentro de la memoria de la persona. Los símbolos de un sueño pueden parecer misteriosos a primera vista, pero como los sueños se extraen totalmente de experiencias pasadas, como vino viejo en botellas nuevas, están sujetos a interpretación. Un clarividente, sin embargo, ve algo nuevo. No obstante, los sueños y la clarividencia tienen una fuerte conexión porque al parecer dependen de la creencia de la persona o del sistema de creencias de toda una sociedad.

Esto implica que el futuro fluye hacia el presente de más de una manera y puede enviar mensajes hacia adelante o quedarse completamente velado, puede escoger a aquellos que verán y a aquellos que serán ciegos. Sin que prácticamente nos demos cuenta, nuestra propia consciencia puede crear los límites del pasado, del presente y del futuro. En otras palabras, podemos escoger no ser clarividentes para que se confirme nuestra fe en un futuro escondido. En la Ilíada, cuando Casandra predijo la caída de Troya, su visión pudo haber sido creída debido a que el sistema de creencias del mundo antiguo comprendía el conocimiento clarividente. Sin embargo, sucedió que los dioses la maldijeron porque siempre tenía razón pero nadie la creía; hoy en día aún llamamos Casandra a una persona a la que le sucede esto.

En términos cuánticos, no podemos estar seguros sobre los límites entre las alucinaciones y la realidad, porque no hay acontecimientos definidos, ni río del tiempo fluyendo desde el pasado hacia el futuro pasando por el presente; lo que existe en su lugar es una rica matriz de posibles resultados, y nosotros determinamos cuáles son las pocas y selectas opciones, de entre las infinitas posibles dentro de cada acontecimiento, que van a manifestarse. A las profundidades del campo de la mente, donde las cosas existen en estado de semilla como acontecimientos virtuales, apenas importa cuáles son las que van a brotar, que no serán más reales que las que no brotarán.

La más famosa expresión de este concepto es la paradoja del gato de Schrödinger, que lleva este nombre en honor de uno de los fundadores de la física cuántica. Schródinger intentaba saber cómo se comporta la materia cuando empieza a desaparecer para convertirse en energía y para ello imaginó un mecanismo que, aunque ingenioso, resulta bastante sádico. Consiste en una caja con un gato dentro al que no se puede ver. Un mecanismo que hay dentro de la caja libera un veneno que matará al gato si es alcanzado por un solo electrón. El electrón se dispara hacia la caja de tal manera que sólo puede pasar por dos rendijas: si lo hace por la rendija de la izquierda, el gato sobrevivirá; si pasa por la de la derecha, el gato morirá. Pero como estamos en el mundo cuántico, las cosas no quedan muy bien definidas y no hay forma de decir cuál es la rendija que ha escogido el electrón.

Cuando el observador mira, descubre que el electrón ha escogido ambas rendijas por igual.

En esta paradoja, el observador sólo sabrá cuál es el camino escogido por el electrón abriendo la caja y mirando si el gato está vivo o muerto. Hasta entonces, ambas opciones serán válidas, lo que significa, y aquí viene la parte asombrosa, que el gato está vivo y muerto al mismo tiempo. El hecho de abrir la caja determina su suerte, porque hace falta un observador para hacer que el electrón tenga un lugar definido en el espacio y el tiempo. Sin el acto del observador no hay resultado definido.

Durante décadas, la paradoja del gato de Schródinger ha sido tomada por un ingenioso truco mental, ya que los físicos no creen que la incertidumbre cuántica exista más allá del nivel de los electrones y fotones. Pero el clarividente parece indicar otra cosa ya que, en su visión, el futuro tiene dos sitios: aquí y más tarde. Él puede elegir en cuál va a participar utilizando simplemente el mismo 144 poder de observación que los físicos utilizan con un electrón.

Aquellos de nosotros que aceptamos un mundo más sencillo en el cual el futuro no tiene más que un sitio, el más tarde, mostramos nuestra preferencia personal y no obedecemos a ninguna ley de hierro. La utilidad del tiempo es que evita que todas las semillas de los acontecimientos futuros broten al mismo tiempo y es el tiempo el que dictamina que primero sucede una cosa y luego otra, sin que se solapen. No podemos ser niños y adultos al mismo tiempo, excepto a través de la clarividencia.

Está permitido que un acontecimiento fluya hacia el siguiente. Todos nosotros tenemos «sensaciones» que nos dicen cuándo alguna situación no va a resultar bien; en estos casos hemos convocado una forma diluida de clarividencia que permite tener una pista de lo que va a suceder luego.

¿La clarividencia es útil o no? ¿Deberíamos intentar desarrollarla o deberíamos ignorarla? Aquí no podemos dar ninguna respuesta porque nuestro ADN tiene que ser clarividente y no podríamos sobrevivir si nuestros genes no conocieran el futuro; la revelación de un embrión en el útero, mientras va evolucionando desde una sencilla célula hasta convertirse en miles de millones, necesita que el ADN prevea de forma precisa cuándo deberán desarrollarse las neuronas, las células cardíacas, el tejido muscular y cada una de las demás mutaciones especializadas necesarias para el desarrollo. Si las neuronas crecen el día que no debían, el día en que debían emerger los dedos, por ejemplo, el resultado será catastrófico. Por lo tanto, el óvulo fertilizado contiene un mapa del futuro impreso en tinta invisible.

Hay otras situaciones que no son tan claras. En general, la finalidad más elevada de la clarividencia sería darnos una visión de la mente de Dios, porque la mente divina podría no estar constreñida por el tiempo, y no reconoce el pasado, el presente o el futuro. Si decidimos tan a menudo el límite del tiempo, tenemos que responsabilizarnos de todo lo que supone esta decisión. En ciencia ficción son muy comunes las historias de temerarios viajeros del tiempo que se precipitan al desastre cuando irrumpen en el futuro o en el pasado. Como mínimo, se corre el riesgo de confundir sin esperanza el tiempo presente y el momento de la visión. Los maestros espirituales nos enseñan que vivir en el momento presente es lo ideal, si es que podemos alcanzarlo. El filósofo judío Filo, seguidor de Platón, escribió: «El concepto "hoy" significa una eternidad sin límites e inextinguible. Los períodos de meses y años y del tiempo en general son ideas del hombre, que calcula por medio de números; pero el verdadero nombre de la eternidad es "hoy".» Éste es el misterio fundamental de la clarividencia; cualquier momento, sea ahora o más tarde, es un portal a la misma eternidad.

Yo creo que los profetas también viven en un espacio expandido, y aunque tendemos a tener una fijación por su capacidad de prever acontecimientos, su verdadera función espiritual es la de ver más allá del tiempo. La capacidad de trascender el tiempo no es mística y cada cultura tiene sus creencias concretas sobre el tema. En la India, la profecía se ha organizado en un detallado sistema de astrología llamado jyotismo, de la raíz sánscrita jyoti, que significa «luz». La predicción del futuro significa literalmente «examinar lo que el futuro tiene que decir», y el verdadero astrólogo es aquel que evita todos los esquemas para atisbar directamente la luz del futuro.

Podemos empezar a entender de qué forma esto funciona sólo por nuestro conocimiento de la realidad cuántica, porque es allí donde nace toda la luz. El tiempo y el espacio son intercambiables a nivel cuántico. Dónde estará una partícula y cuándo estará allí son cosas que van juntas. De esta forma la energía no está separada del espacio-tiempo y forma con ellos un tapiz. El astrólogo va más allá: descompone todo el cosmos en determinados tipos de energía que se aplican a la existencia humana. En el jyotismo, algunos planetas poseen energías positivas, como Júpiter y Venus, mientras que otros son generalmente perjudiciales, como Marte y el Sol.

Mientras estas energías interactúan, emergen modelos enormemente complejos. El jyotismo puede generar para cada persona hasta dieciséis cartas diferentes, que involucran los más mínimos movimientos de planetas; el tiempo puede ser subdividido en fracciones de un segundo para llegar a predicciones específicas sobre el futuro de alguien. Y como cada grado de cambio en los cuerpos celestes crea una nueva frecuencia de energía, el astrólogo debe memorizar varios miles de modelos individuales entre cada dos o tres planetas y a estos arreglos se les llama yogas, que significa literalmente «poner el yugo» a las estrellas.

Para sus seguidores, el jyotismo es una ciencia cuántica porque lo que se ve a nivel material -la rotación de los planetas en sus órbitas- disfraza un esquema más profundo en el que cada átomo y cada molécula están conectados. Al intercambiar energía, cada punto del universo susurra algo a 145 todos los demás puntos. Sin embargo, en este caso, la energía contiene información. Imaginemos una larga fila de personas que se transmiten en susurros un secreto de uno a otro. Si cada persona susurra un galimatías, no se transmitirá información, sólo energía pura. Pero si se expresa un secreto, la misma energía adquiere sentido, une al grupo por medio del conocimiento compartido, y este lazo invisible, aunque no se exprese con palabras, puede ser extremadamente poderoso. El jyotismo considera que el universo está unido secretamente sólo de esta manera y que cada intercambio de energía contiene alguna pista para futuros acontecimientos.

El concepto de información incrustada en la energía no es totalmente extraño fuera de la astrología, puesto que para un físico la información impregna toda la naturaleza. Las frecuencias específicas que hacen que la luz infrarroja sea distinta de la ultravioleta o los rayos gamma diferentes de las ondas de radio forman una especie de código cósmico. Los seres humanos sintonizan con este código y lo utilizan para sus propios fines y es la información incrustada en la energía la que nos permite construir generadores eléctricos, lámparas infrarrojas, radiofaros y otras muchas cosas. Sin esta información codificada, el universo sería una vibración aleatoria, una sopa cuántica de letras del alfabeto pero sin palabras.

El jyotismo asegura que la información codificada en la energía tiene un significado humano. En otras palabras, el futuro está deletreado en la luz. De hecho, los fotones le hablan al astrólogo, formando modelos exactos que emergerán a su debido tiempo como acontecimientos. Un antiguo maestro de astrología llamado Brighu dio una prueba sorprendente de esto. Hace miles de años, se sentó a trazar los gráficos que predecirían las vidas de las personas en el futuro, de aquellas que aún no habían nacido. Pero lo que es más sorprendente es que sólo trazó los gráficos de aquellas personas que en el futuro realmente mostrarían interés por su lectura. Si yo fuera a Benarés y visitara a un lector de Brighu, como se les llama, la prueba de su autenticidad sería que mi gráfico me estaría esperando, con todos los detalles, incluyendo el del minuto en que cruzaría el umbral de la puerta.

Todos los límites están hechos de conciencia y disueltos en conciencia. Poder cruzar el límite del tiempo o hablar el lenguaje de la luz nos dice que nuestras suposiciones más elementales están abiertas a elección, ya que la consciencia lo es todo. El momento actual está tan valorado por los maestros espirituales porque es el lugar en que puede centrarse la consciencia. El pasado y el futuro son distracciones que nos arrastran a un estado de abstracción mental que nunca estará libre. No podemos sumergirnos en una ilusión, pero puede suceder que podamos sumergirnos infinitamente en este momento, una vez que la consciencia desee expandirse. Al presente se le ha llamado «el eterno ahora» porque se renueva a sí mismo sin fin. Si nos damos cuenta de esto, tendremos abierta la puerta de la sabiduría. Cualquier tipo de pensamiento lineal está predestinado a quedar atrapado en la superficie de la vida, pero si percibimos nuestras mentes como multidimensionales nos acercamos a la mente de Dios, que es omnidimensional.

Cualquier tipo de pensamiento lineal está predestinado a quedar atrapado en la superficie de la vida, pero si percibimos nuestras mentes como multidimensionales nos acercamos a la mente de Dios, que es omnidimensional.


por Deepak Chopra de su libro Conocer a Dios

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