Renacimiento y evolución
1. El alma, tras residir temporalmente en el Espacio, renace en la condición humana, trayendo consigo la herencia, buena o mala, de su pasado. Reaparece entonces en la escena terrestre para pagar las deudas que contrajo, conquistar nuevas capacidades que facilitarán su ascenso y acelerar la marcha para el frente.
2. No se puede comprender que el Espíritu, destinado a la perfección, consiga realizar todo su progreso en una sólo existencia física. Los propios hechos del día a día rechazan tal idea. Debemos ver en la pluralidad de las vidas la condición necesaria de su educación y su progreso. Es a costa del propio esfuerzo, de sus luchas, de sus sufrimientos, que el se redime de su estado de ignorancia e inferioridad y se eleva, de escalón en escalón, a camino de las incontables moradas del Universo. Somos así, hoy, el resultado de las experiencias vividas en el pasado, como seremos, mañana, el producto de nuestras acciones de ahora.
3. Ni todas las almas tienen la misma edad, ni todas subieron con el mismo paso sus estadios evolutivos. Unas recorrieron un camino inmenso y se aproximaron ya al apogeo de los progresos terrestres; otras apenas comienzan su ciclo de evolución en el seno de la humanidad. Estas son las almas jóvenes, emanadas hace menos tiempo del Foco Eterno. Llegadas a la humanidad, tomarán lugar entre los pueblos salvajes o entre las razas bárbaras que pueblan los continentes atrasados, las regiones desiertas del globo. Y cuando, finalmente, penetran en nuestras civilizaciones, aún se dejan fácilmente conocer por la falta de desenvoltura, de forma, por su incapacidad para todas las cosas y, principalmente, por sus pasiones violentas.
Objetivo de las encarnaciones sucesivas
4. En el encadenamiento de nuestras estaciones terrestres, continúa a completarse la obra grandiosa de nuestra educación, la edificación de nuestra individualidad, de nuestra personalidad moral. Es por esa razón que el alma tiene que encarnar sucesivamente en los medios más diversos, en todas las condiciones sociales. Y pasando alternadamente por las pruebas de la pobreza y de la riqueza, por las experiencias de renuncia y de trabajo, es que ella irá comprendiendo la transitoriedad de los bienes materiales y desarrollando valores espirituales superiores.
5. Son necesarias las existencias de estudio, las misiones de dedicación, de caridad, por vías de las cuales se ilustra la inteligencia y el corazón se enriquece con la adquisición de nuevas calidades. Vendrán después las existencias de sacrificio por la familia, por la patria, por la humanidad, y pasaran, por descontado, existencias donde el orgullo y el egoísmo serán apagados a través de las pruebas dolorosas de rescate del pasado de errores.
Reencarnación y resurrección
6. La reencarnación o palingenesia formaba parte de los dogmas de los judíos, bajo el nombre de resurrección. Sólo los saduceos (secta judía formada alrededor del año 248 a.C., cuyo fundador fue Sadoc) cuya creencia era la de que todo acaba con la muerte, no creían en eso. Los judíos creían que un hombre que había vivido podía revivir, sin saber precisamente de qué manera el hecho podría darse. Designaban resurrección a lo que el Espiritismo llama reencarnación. Resurgir en un cuerpo que ya se halla con sus elementos dispersos o absorbidos es científicamente imposible. Reencarnación es la vuelta del Espíritu a la vida corpórea, pero en otro cuerpo formado especialmente para él y que nada tiene en común con el antiguo. La palabra resurrección podía así aplicarse a Lázaro, pero no a Elías, ni a los otros profetas.
7. Cuando Jesús dijo a Nicodemos: “En verdad, en verdad, te digo: Nadie puede ver el reino de Dios si no naciera de nuevo”, ante la extrañeza del senador de los judíos que no entendía como tal situación podría ocurrir, Jesús replicó como sorprendido: “¿Cómo puede eso hacerse? ¡Pues vaya! ¿Eres maestro en Israel e ignoras estas cosas? Te digo en verdad que no decimos sino lo que sabemos y que no damos testimonio, sino de lo que hemos visto. Sin embargo, no aceptas nuestro testimonio. Pero, si no creéis, cuando os hablo de las cosas de la Tierra, ¿cómo me creeréis, cuando os hablo de las cosas del cielo?”(Juan, 3:1 a 12). El Maestro quiso mostrar, con tales palabras, que la reencarnación era un hecho obvio, natural, inherente a la evolución del propio hombre.
Hay muchas moradas en la casa del Padre
8. No encarnamos y reencarnamos sólo en el planeta Tierra, sino en diferentes mundos. Las que aquí pasamos no son las primeras ni las últimas; son, sin embargo, de las más materiales y de las más distantes de la perfección, porque la encarnación en los diferentes mundos guarda relación con el grado evolutivo de esos mundos.
9. La constitución del periespíritu está en función de la naturaleza de cada mundo, pasando por transformaciones sucesivas, haciéndose cada vez más etéreo, hasta la depuración completa, que es la condición de los Espíritus puros.
10. La encarnación, tal como ocurre en la Tierra, se observa también en los mundos inferiores. En los mundos superiores, sin embargo, donde impera el sentimiento de fraternidad, estando sus habitantes libres de las pasiones groseras que ocurren en mundos atrasados, los Espíritus gozan de una encarnación mucho más feliz y ningún temor tiene de la muerte.
11. La duración de la vida, en los diferentes mundos, guarda proporción con el grado de superioridad física y moral de cada uno. Mientras menos material es el cuerpo, menos sujeto a la vicisitudes que lo desorganizan. Mientras más puro el Espíritu, menos pasiones lo dominaran. Es esa una gracia de la Providencia, que de ese modo abrevia los sufrimientos de las criaturas a medida que ellas progresan.
Respuestas a las siguientes preguntas
1. ¿Las almas tienen la misma edad?
R.: Ni todas las almas tienen la misma edad, ni todas subieron con el mismo paso sus estadios evolutivos. Unas recorrieron un camino inmenso y se aproximaron ya al apogeo de los progresos terrestres; otras apenas comienzan el su ciclo de evolución en el seno de la humanidad. Estas son las almas jóvenes, emanadas hace menos tiempo del Foco Eterno. Llegadas a la humanidad, tomarán lugar entre los pueblos salvajes o entre las razas bárbaras que pueblan los continentes atrasados, las regiones desiertas del globo. Y cuando, finalmente, penetran en nuestras civilizaciones, aún se dejan fácilmente conocer por la falta de desenvoltura, de maneras, por su incapacidad para todas las cosas y, principalmente, por sus pasiones violentas.
2. ¿A qué se debe el progreso alcanzado por los Espíritus en su trayectoria evolutiva?
R.: A su propio esfuerzo, a la luchas, a los sufrimientos, a la vicisitudes que enfrenta. Es así que ellos se redimen de su estado de ignorancia e inferioridad y se elevan, de escalón en escalón, a camino de las incontables moradas del Universo. Podemos, por lo tanto, afirmar que somos hoy el resultado de las experiencias vividas en el pasado, como seremos, mañana, el producto de nuestras acciones de ahora.
3. ¿Hay diferencia de contenido entre los vocablos reencarnación y resurrección?
R.: Sí. La reencarnación formaba parte de los dogmas de los judíos bajo el nombre de resurrección. Sólo los saduceos, cuya creencia era a de que todo acaba con la muerte, no a aceptaban. Los judíos creían que un hombre que hube vivido en la Tierra podía revivir, sin saber precisamente de que manera el hecho podía darse. Designaban resurrección lo que el Espiritismo llama reencarnación. Resurgir en un cuerpo que ya se halla con sus elementos dispersos o absorbidos es científicamente imposible. La reencarnación es la vuelta del Espíritu a la vida corpórea, pero en otro cuerpo formado especialmente para él y que nada tiene de común con el antiguo. La palabra resurrección podía así aplicarse a Lázaro, pero no la Elías, ni a los otros profetas.
4. ¿Dónde cumplimos las diferentes existencias corpóreas indispensables a nuestro progreso?
R.: El Espiritismo enseña que no encarnamos y reencarnamos sólo en el planeta Tierra, más sí en diferentes mundos. Las que aquí pasamos no son las primeras ni las últimas; son, sin embargo, de las más materiales y de las más distantes de la perfección, porque la encarnación en los diferentes mundos guarda relación con el grado evolutivo de esos mundos.
5. ¿Existe diferencia entre encarnar en un planeta atrasado y encarnar en un planeta como Júpiter?
R.: La encarnación, tal como ocurre en la Tierra, se observa también en los mundos inferiores. En los mundos superiores, sin embargo, donde impera el sentimiento de fraternidad, estando sus habitantes libres de las pasiones groseras que ocurren en mundos atrasados, los Espíritus gozan de una encarnación mucho más feliz y ningún temor tiene de la muerte. Es lo que se da con los que viven en Júpiter, que es, según Kardec, un planeta muy superior al nuestro.
Bibliografia:
O Livro dos Espíritos, de Allan Kardec, itens 172 e 182.
O Evangelho segundo o Espiritismo, de Allan Kardec, cap. 4, itens 4, 16 e 24.
O problema do ser, do destino e da dor, de Léon Denis, págs. 163, 165, 166 e 167.
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