INQUIETUDES ESPÍRITAS
1- Crisis moral
2.- Actitud filosófica del espírita
3.- Amar al Espiritismo
4.- Celos y envidias
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CRISIS MORAL
Los días actuales son de turbación y transición, la fe religiosa se entibia y las grandes líneas de la filosofía del porvenir son vislumbradas por muy pocos.
Es cierto que se han conseguido grandes progresos, la civilización moderna, prevista de grandes medios, ha transformado la faz de la Tierra, las distancias se han suprimido, y esto ha aproximado a los habitantes, todo se ha mejorado, los derechos han remplazado al privilegio y la libertad triunfa sobre el espíritu de rutina y el principio de la autoridad. Una gran batalla se mantiene entre el pasado, que no quiere morir y el porvenir, que se esfuerza por surgir en la vida. Todo esto hace que el mundo se agite y avance; grandes impulsos lo guían, en el recorrido camino, esto lleva al hombre a vislumbrar más maravillosas conquistas.
Los progresos materiales e intelectuales son de gran valía, en cambio el avance moral es nulo. Tanto es así, que parece que el mundo retrocede, la absorción del pensamiento humano, en la política, por las empresas industriales y financieras, etc., lo absorben, perjudicando sus intereses morales.
Es verdad que la civilización tiene aspectos magníficos, pero también presenta sombras. Ha mejorado en cierto modo las condiciones de la existencia, pero ha multiplicado las necesidades en su deseo por satisfacerlas; aguzando los apetitos y los deseos, ha fomentado el sensualismo y a aumentado la depravación. El amor, al placer, al lujo y a las riquezas se ha hecho cada vez más ardiente. Se quiere adquirir o se quiere poseer a toda costa.
La especulación vergonzosa es mantenida a plena luz. Proviniendo de ello el decaimiento de los caracteres y las conciencias, por ese culto fervoroso a la fortuna, ídolo cuyos altares han reemplazado a las divinidades derruidas.
La ciencia y la industria han centuplicado las riquezas de la humanidad; pero esas riquezas no se han aprovechado directamente más que a una reducida parte de sus miembros. La pobreza de los insignificantes sigue activa, y la fraternidad más que en los hechos se basa en discursos, en palabras que se las lleva el viento. El hambre existe aun, en las grandes ciudades, el trabajo de los obreros es aun un infierno.
Los vicios como la embriaguez, la prostitución, las drogas, el libertinaje, esparcen por todas partes sus venenos, empobrecen a las generaciones y agotan la fuente de la vida, en tanto que las hojas públicas siembran a porfía la injuria y la mentira y una literatura malsana excita los cerebros y debilita las almas.
Los suicidios en la actualidad se multiplican al estar el hombre falto de energías y de sentido moral se refugian en lo que creen es el fin, todo porque el hombre se ignora aun a si mismo. Sabe poco de las leyes del Universo y no sabe nada de las fuerzas que están en el. El conócete a ti mismo es ignorado, no se preocupa en saber de donde vino, hacia donde va, y para que está en este mundo.
Dos son las potencias que hacen caminar indeciso al hombre, por un lado las religiones, con su cortejo de errores y supersticiones, su espíritu de dominación y de intolerancia, pero también de consuelos, los cuales tiene origen en los débiles resplandores que han conservado de las verdades primordiales. Por otro lado la ciencia, que materialista en sus principios y en sus fines, con sus frías negaciones y su inclinación desmedida al individualismo, pero también con el prestigio de sus descubrimientos y de sus beneficios.
Estos dos campos, la religión sin pruebas y la ciencia sin ideal alguno, se desafían, se acercan y combaten sin poder vencerse, pues cada una de ellas responde a una necesidad imperiosa del hombre: la una habla a su corazón y la otra dirigiéndose a su espíritu y a su razón. Ambas están rodeadas de numerosas ruinas de numerosas esperanzas y de aspiraciones destruidas, y es así como los sentimientos generosos se debilitan y la división y el odio reemplazan a la benevolencia y a la concordia.
En esta confusión de ideas, la conciencia ha perdido su camino, velando lo justo y el bien. Es intolerable la situación moral de todos los desgraciados que se doblegan entre dos doctrinas que no ofrecen remedio a sus males, la nada y la otra un paraíso inaccesible o una eternidad de suplicios.
La familia, la enseñanza y la sociedad sienten esta confusión. La educación viril ha desaparecido, ni la ciencia ni la religión saben en la actualidad formar a las almas fuertes y bien armadas para las luchas de la vida.
Para solucionar esta crisis, es preciso que en todos se haga la luz, grandes y pequeños, ricos y pobres, hombres y mujeres y niños; es preciso que una nueva enseñanza popular venga a iluminar las almas acerca de su origen, de sus deberes y de su destino.
Solo las soluciones formuladas por enseñanza pueden servir de base a una educación viril y tornar a la humanidad verdaderamente fuerte y libre. Su importancia es capital, tanto para el individuo, como para la sociedad, cuyas instituciones y relaciones regularizaran.
Las nuevas concepciones del mundo y de la vida cuando penetran en el espíritu humano y se filtra poco a poco en todos los ambientes, el orden social, las instituciones y las costumbres lo sienten de inmediato.
Una sociedad sin esperanza, sin fe en el porvenir es como un hombre perdido en el desierto. Lo bueno es combatir la ignorancia y la superstición, es preciso reemplazarlas por creencia racionales. Para caminar con paso firme en la vida, para preservarse de los desfallecimientos y de las caídas, se necesita una fuerte convicción, una fe que eleve por encima del mundo material; se necesita ver la finalidad y tender directamente hacia ella. El arma más efectiva para esta lucha terrenal es tener una conciencia recta e iluminada.
Con la creencia en la nada, y de que con la muerte todo termina, es lógico que el ser solo procure el bienestar en la vida presente, solo mire el interés personal e ignore todo otro sentimiento. Si solo existe para el una existencia efímera, este se aprovecha de la vida presente, se dedica a los placeres y abandona los deberes y los sufrimientos… Esta es la postura materialista, y que está circulando en muchos hermanos a nuestro alrededor, produciendo estragos que se dejan sentir en una sociedad rica y muy desarrollada en el sentido del lujo y de los goces físicos.
Esto no debe desanimarnos, todo no está perdido. El alma humana tiene a veces sentimiento de su miseria, de la insuficiencia de la vida presente y de la necesidad del más allá. Vagamente, confusamente, cree, aspira a la justicia. Y el culto del recuerdo de los seres amados que están en la tumba, denotan un instinto incierto de la inmortalidad.
El hombre no es ateo, cree en la justicia inmanente, como cree en la libertad, ambas existen en las leyes terrenas y divinas. Este sentimiento, el más grande, el más hermoso, que se puede encontrar en el fondo del alma, ese sentimiento nos salvará. Bastará, para ello, que hagamos comprender a todos que esa noción grabada en nosotros es la ley misma del Universo, la que rige a todos los seres y a todos los mundos, y que por ella, el bien a de triunfar finalmente al mal y la vida ha de salir de la muerte.
El pueblo busca su realización al igual que aspira a la justicia, tanto en el terreno político como en el económico y en el principio de asociación. El poder popular ha comenzado a extender sobre el mundo una vasta red de asociaciones obreras, un agrupamiento socialista que abarca a todas las naciones, y que, bajo una única bandera, deja oír en todas partes las mismas llamadas, las mismas reivindicaciones. Es un espectáculo lleno de enseñanzas para el pensador, una obra plena de consecuencias para el porvenir.
Inspirada por las teorías materialistas y ateas, el alma se convertiría en un instrumento de destrucción, pues sus acciones se resolverían a través de la violencia, en revoluciones dolorosas. Contenida en los límites de la prudencia y de la moderación, puede hacer mucho por la felicidad de la humanidad.
La hora que atravesamos es de crisis y de renovación, el mundo está en fermentación; la corrupción aumenta, las sombras se extienden, el peligro es grande; pero no olvidemos que tras las sombras entrevemos la luz; tras el peligro vemos la salvación. Una sociedad no puede perecer. Es verdad que lleva en si elementos de descomposición, pero también lleva gérmenes de transformación y de reedificación. La descomposición anuncia la muerte, pero procede también al renacimiento. Puede ser también preludio de otra vida.
Para elevarse moralmente el hombre y detener esas dos corrientes de la superstición y el escepticismo que conducen a la esterilidad, es necesario que cree en si una concepción nueva del mundo y de la vida y apoyándose en el estudio de la naturaleza y de la conciencia; en la observación de los hechos, en los principios de la razón, fije la finalidad de la existencia y regularice su marcha hacia delante. Necesita una enseñanza de la que se deduzca un móvil de perfeccionamiento, una sanción moral y una certidumbre para el porvenir.
Esta concepción y esta enseñanza ya existen ya se vulgarizan todos los días. En medio de disputas y divagaciones de las escuelas, una voz se ha dejado oír: la de los Muertos. Desde el otro lado de la tumba, se han revelado más vivos que nunca; con sus instrucciones, ha caído el velo que ocultaba la vida futura. La enseñanza que nos han dado reconcilia todos los sistemas encontrados, y de las cenizas del pasado lacen brotar una llama nueva. En la filosofía de los Espíritus encontramos la doctrina oculta que abarca todas las edades. Esta doctrina las hace revivir; reúne los restos esparcidos y los adhiere unos a los otros con un poderoso cemento para reconstituir un monumento capaz de amparar a todos los pueblos y a todas las civilizaciones.
Esta doctrina puede transformar a pueblos y sociedades, llevando la claridad a todas partes donde existe la noche, haciendo que se funda con su calor todo el hielo y egoísmo de las almas, revelando a todos los hombres las leyes que les unen con los vínculos de una estrecha solidaridad. Gracias a ella, aprenderemos a obrar con una misma inteligencia y con un mismo corazón. Más conscientes de nuestra fuerza, avanzaremos con un paso más firme hacia nuestros destinos.
Que la paz y la luz, nos permita meditar en esta propuesta sublime que un día León Denis nos ofreció en su libro “Después de la Muerte” de cual he extraído el contenido de este trabajo para ayuda y esclarecimiento de los tiempos actuales.
- Merchita-
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LA ACTITUD FILOSÓFICA DEL ESPÍRITA
El espiritismo otorga una filosofía a quien lo comprende y asimila. Una filosofía es un cuestionamiento de las cosas básicas que nos suceden en la vida, y una búsqueda incesante de unos principios o valores en donde sustentar nuestro carácter.
Un espírita no es un Locke, ni un Husserl, ni inventa ni descubre nada que no haya sido ya dicho. La moral espírita se basa en las enseñanzas del rabí de Galilea, Jesús de Nazareth, o donde buenamente naciera, pues no es la vida pública o mística de Jesús lo que nos preocupa u ocupa. Ni si realmente existió o fue una fabulación, es un arduo trabajo que dejamos en manos de los historiadores serios, que no tienen interés especial en defender tal o cual postura, sino simplemente basarse en la lógica de los datos que se van descubriendo y en las sensatas comparaciones que los estudios ecdóticos y arqueológicos nos permiten. Nada nuevo hay en Jesús, dicen los investigadores, todo lo que él dice se halla de un modo u otro recogido en las escrituras hebreas, o de algún modo en tradiciones más antiguas, como las egipcias de las que también se alimentaron las tradiciones judías, etc. Este estudio es fascinante, pero nos aleja de nuestro cometido: la moral espírita.
Decíamos que las enseñanzas de Jesús son el óbice de nuestra moral como espíritas. Moral no siempre bien comprendida, y que ha llevado a fanatismos a lo largo de la historia, pues no debe de ser interpretada al pie de la letra. Para ello el Evangelio según el Espiritismo, da una cabal explicación de los pasajes más importantes de la moral de Cristo.
El verdadero espírita comprende la seriedad de las críticas que un Nietzsche arroja ante la melifluidad y apocamiento de algunas actitudes mal llamadas cristianas, pues pensadores de tal calibre intentan recuperar el pensamiento heleno, en su estado más puro. No haremos aquí una superficial opinión de las intrincadas y complejas opiniones del filósofo alemán, que merece toda nuestra admiración, por su valentía y por su gran capacidad para sobreponerse a una forma de pensar que reina sobre occidente desde prácticamente la caída del Imperio Romano.
Reflexionar es de vital importancia para cualquier amante del conocimiento. No obstante el ya mencionado Evangelio según el Espiritismo, que no es un evangelio nuevo, en la parte introductora nos habla de la filosofía de Platón y Sócrates en su aspecto moral, dejando a un lado otras múltiples cuestiones de la filosofía de ambos. Por no decir, que en realidad hace hincapié en Sócrates, dejando a Platón a un lado, teniéndolo en cuenta como mero trasmisor del pensamiento del primero. Hablaríamos por tanto de los primeros libros de Platón, en donde la figura de Sócrates es claro relieve. Ahí se hace una comparación entre las ideas de los filósofos y las de Jesús, en temas que con el paso del tiempo han perdido su claridad, sea por ejemplo: la reencarnación, o la importancia de los “daímones” o espíritus familiares que se comunican con los que estamos en la materia física (encarnados). Al observar estas ideas, vemos que hay una línea clara y directa en el pensamiento moral, es la verdadera antorcha que no se ha de poner debajo del celemín. Se atisba la verdad, cuando Jesús decía yo soy el camino, hablaba de sus acciones, de sus enseñanzas, no de su persona. Es un oscuro complot teológico lo que con la figura del humilde carpintero se hizo después. Su mensaje embriagaba a las multitudes, en el “Sermón de la Montaña” única parte veraz de todos los evangelios según el prestigioso religioso T. de Chardin, Jesús hablaba a las multitudes, capaz de sugestionarlas hasta tal punto que cobraban sentido sus palabras “no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que viene de Dios”. De ahí la explicación que Kardec ofrece a los llamados milagros en la obra La Génesis. Los milagros y las profecías según el Espiritismo, de los panes y los peces que se multiplican, dando de comer a multitudes ingentes. Bien, Jesús inspirado por el Verbo (logos), el Espíritu Santo, o sencillamente el Espíritu hablaba lo que toda la humanidad ha escuchado por boca de sus diferentes profetas: paz y amor, esperanza y redención, justicia para el oprimido, verdad y libertad.
Este mensaje que irradia desde las toscas manos que redactaron los evangelios, sobrepasa en mucho las sutilezas que posteriormente Pablo de Tarso, o cualquier padre de la Iglesia fueron introduciendo al mensaje “original” de Jesús; dando lugar al cristianismo que conocemos, que seguramente no tenía mucho que ver con el que Jesús predicó. “Ahí dónde dos o tres estén en mi nombre, yo estaré con ellos”, dice en un pasaje. Esto es un acto de fe que nos liga a él. porque el espiritismo nos da la posibilidad de rastrear estos pasos de amor e indulgencia, nobleza y caridad auténtica (no de limosna) al prójimo. Muchos llamados santos o santas, no son más que mártires de ideas, pero en cambio otros, irradian una bondad y una fe en las clases más populares, que cuanto menos son de admirar.
Es un fenómeno antropológico ver el fervor de una población hacia su santo/a patrón/a. Supera la tradición y alcanza cotas de misticismo popular innato en el ser humano; igual era ir a venerar a Venus Generatrix que a la Virgen María. Solamente ha cambiado el nombre y la época.
¿Rige un Dios nuestro mundo, nuestro universo? Pregunta que golpea con dureza nuestra inteligencia. Hay preguntas tan hondas que superan la capacidad de cualquier respuesta. En el inicio del Libro de los Espíritus de Allan Kardec, ante la pregunta número 1 “¿Qué es Dios?”, los espíritus contestan “La inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas”. Respuesta bastante profunda y digna de meditación. Pero en la que no nos descollaremos, pues nos interesa llegar a otro lugar, dejándote caro/a lector/a que hagas propia tal pregunta y medites si tiene sentido o no para ti tal respuesta.
Somos poco más o menos que accidentes biológicos, empeñados en trascender a toda costa nuestra realidad material. Sería lógico pensar que tras la muerte todo se acaba. Pero es inquietante observar que todos los pueblos tienen su idea del “más allá”. No hay pueblos ateos. El ateísmo ha sido una reacción intelectual ante los excesos y fanatismos de la religión. En realidad los escépticos griegos, que constituían un modo de pensar en la Antigua Hélade, decían que “es posible que haya una verdad o principio de la naturaleza (arjé) pero desde luego no lo podemos llegar a conocer”. En el fondo algo así dice el espiritismo en su pregunta 14 del mentado Libro de los Espíritus, que por mucho que divaguemos no podemos llegar a comprender a Dios, que hay cosas más fundamentales que sí están a nuestro alcance y que nos competen más. En esa respuesta, que desisto copiar literal adrede, se hace un claro ataque a la fatua vanidad de quienes indagan sobre humo, y nos pone en alerta de nuestras conductas para con el prójimo. En realidad un espírita es igual a un escéptico griego, sabe qué hay una verdad, pero dada nuestra limitación, siempre está en constante búsqueda de certezas. Lo contrario es engullir dogmas e ideas preconcebidas: la muerte de todo pensamiento racional.
Son muchos los experimentos realizados por personas desinteresadas, estudiosas, que incluso se han jugado su prestigio científico, y cuyos puntos de partida eran totalmente opuestos a las manifestaciones espiritistas y son los que dan aval a lo que fundamenta nuestra creencia.
Muchas investigaciones pertenecen al pasado, entonces decir Espiritismo inspiraba entre respeto y temor, ambas cosas eran posibles. Después de la Segunda Guerra Mundial más bien burla e incredulidad, tal es el arma que se esgrime en la actualidad ante las ideas que una y otra vez acechan nuestra especie, en busca de quienes “tengan oídos para escuchar y ojos para ver”. Ahora ya no se llaman fenómenos espíritas, reciben otra nomenclatura, e incluso han huido de los laboratorios parapsicológicos, refugiándose en los lugares más insospechados, pero bajo el amparo de prestigiosos científicos, que de forma “fortuita” han tropezado con estas cuestiones de la pervivencia de la vida tras de la muerte. Son nombres anónimos, ante la gran masa, pero que vuelven a levantar los interrogantes que aparentemente se habían sepultado tras el intento de desprestigio de las viejas escuelas de la Metapsíquica de Richet, o del Espiritismo de Kardec. Estos fenómenos que se hallan fácilmente en cualquier cultura, presente o pasada, conservan una envoltura etnográfica que hace difícil para el observador desprevenido poder separar un principio que se da en todas estas manifestaciones, y que Kardec denominó mediumnidad, con los ritos y aparato sugestivo que acompañan a las mismas.
Allan Kardec en su obra El libro de los Médiums asentó la primera metodología y estudio serio sobre dicha facultad. A diferencia de los papiros egipcios u otros escritos mistéricos del pasado, Kardec usa el método científico, propio de nuestro tiempo, abandonando el simbólico-interpretativo o hermenéutico. Pues no se trata de un fenómeno nuevo, sino antiquísimo, pero que antes sólo era propicio para los iniciados.
Debe el espírita comprender y valorar su importante legado del pasado, pero sin anclarse en él, ni complacerse vacuamente. Avanzar siempre, como dijo el pensador León Denis “siempre adelante, siempre más lejos, siempre más alto”.
Art. tomado del Blog “Claro de Luna” de Myriel
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AMAR EL ESPIRITISMO
Para entregarnos real y profundamente a algo, tenemos que llegar a amarlo. Nos damos a nuestros hijos o a nuestros seres mas queridos, sin ningún tipo de oposición o medida. Para lograr darnos al espiritismo, tenemos igualmente que llegar a amarlo. Y para llegar a ese estadio, debemos conocerlo primeramente a través de la lectura; comprenderlo después, lo que logramos con el estudio profundo y la intima reflexión; hasta llegar finalmente a una vivencia del mismo, de una manera natural. Para ello, llevamos a la práctica todas las enseñanzas adquiridas, transformándolas en actos de amor en nuestro día a día. Amando, irradiamos una vibración que nos sintoniza con la espiritualidad mayor, que nos alienta, nos asiste y nos protege siempre, manteniéndonos alerta a la búsqueda de la necesidad, que muchas veces se encuentra donde menos lo esperamos. Hablar, escuchar, compartir, sonreír … hacer caridad sincera, esa que va mas allá de dar las migajas materiales que nos sobran, esa con la que abrimos sinceramente nuestros corazones.
¿Qué haríamos si viéramos a un ser muy querido por nosotros pasando calamidades?, haríamos todo lo que estuviera en nuestra mano por evitarle cualquier tipo de sufrimiento. ¿Y si pusiéramos mentalmente la cara de nuestros seres mas queridos a nuestros semejantes necesitados?…al fin y al cabo, ¿no somos todos hermanos planetarios, hijos del mismo padre?.
Debemos reconocer la obra de Dios en cada uno de ellos. Algunos disculpan su indiferencia pensando: están pagando su karma por la ley de causa y efecto, éstas pruebas son un aprendizaje para ellos, pero… ¿nos exime esto acaso, de darles asistencia?, ¿no serán igualmente pruebas para nosotros, si Dios los puso en nuestro camino?. No nos corresponde juzgar, nos corresponde amar… amar sin medida. A través de darnos a los demás, es como hallaremos el camino recto hacia nuestra transformación moral y es como llegaremos realmente a amar el espiritismo.
Por Alondra
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