INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Pasiones humanas: Odio y Perdón
2.- Desafíos de la existencia
3.- No le temáis a la muerte ( comunicado)
4.- Ley de Consecuencias
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PASIONES HUMANAS
Odio y perdón
Análisis psicológico y espiritual de este par de opuestos.
Diversos son los grados de manifestación del odio, esa pasión dañina en alto grado, que sólo anida en las almas pobres y ruines, al dar cabida en sí a esa pasión destructiva, por ignorancia de las consecuencias dañinas que habrá de ocasionarle. Porque el odio comienza por perturbar la tranquilidad de quien lo siente, por su acción perturbadora sobre las facultades del alma, cuyas vibraciones desequilibrantes afectan la mente y perjudican la salud, por la incidencia de esa vibración enconosa en los sistemas nerviosos y glandulares. Y, a más de dañar la salud de quien da cabida en sí al odio, le convierte en una persona amargada que, en sus relaciones de trabajo, negocios, etc., desbarata oportunidades de progreso por la actitud negativa del afectado y los errores que induce a cometer.
Conocéis ya la ley de las vibraciones, Por consiguiente, sois conscientes ya de que los pensamientos y sentimientos son vibraciones que contienen en sí una fuerza benéfica o maléfica, constructiva o destructiva, según su naturaleza. Y siendo el odio un sentimiento cargado de deseos de mal, es destructivo por su propia naturaleza enconosa. Por ello, cada sentimiento de odio es una vibración-fuerza, dañina en alto grado hacia quien se dirija, pero que actúa también contra el mismo que la emite. Y cuanto más odie una persona, más y más se envuelve en esas vibraciones intensamente negativas, desequilibrantes, que le atormentarán. Si pudieseis apreciar el aura de una persona vibrando en odio, os asombraría al verla envuelta en un halo negro, en forma de torbellino.
Y quien odia, no tiene paz en su mente ni en su alma, ya que ese sentimiento ponzoñoso produce una desarmonía psíquica mortificante, convirtiendo la vida del afectado en un tormento. Todas esas extrañas misantropías y neurastenias que a veces apreciamos en nuestras relaciones humanas, tienen por causa alguno o varios de esos estados pasionales de odios, rencores, malquerencias, etc., cuyo origen puede ser el egoísmo, envidia, celos, etc. que son sentimientos frecuentes en las almas mezquinas y ruines. Y cuanto más una persona odie a otra, más se une a ella psíquicamente. Y, ¡paradoja! cuanto más lejos la desee, cuanto más en ella piense, más la acerca (vibratoriamente); porque, la persona que odia atrae mentalmente hacia sí a la persona odiada, con la fuerza de su pensamiento, y su imagen no le deja vivir en paz, le sigue y le persigue como una sombra, porque ella misma la mantiene en su mente. Y aquí está el tormento. ¿Hasta cuándo? Hasta que deje de odiarla.
Puede que alguno, juzgando a la ligera ese fenómeno de la fuerza de atracción, por afinidad, del pensamiento os diga: vaya una ley rara. Pero, si se considera que esa ley de vibración y atracción no ha sido creada para ser vehículo de odio, sino de amor, para unir las almas que se aman y contribuir a su felicidad; comprenderá mejor. Cuando el sublime Maestro Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos”, no estaba enseñando tan solo moral, sino que también una psicoterapia para librarnos de los efectos destructores del odio. Porque, vivir odiando, no es vida; es un tormento.
Cuando una persona exclama: “Yo no le perdonaré lo que me hizo”; esa persona está cometiendo un gravísimo error, error que puede significarle muchos y muchos años de dolor. Porque, cada vez que se acuerda de ese acontecimiento, perjuicio u ofensa, está impregnando su alma con el magnetismo mórbido contenido en sus propias vibraciones de odio, que irán densificando y oscureciendo esa alma; además de que está fortaleciendo esa unión vibratoria con la persona odiada, quien al recibir el impacto de esas vibraciones de odio, percibe también (mentalmente) la figura de quien las envía, reaccionando también del mismo modo, con una andanada de odio, rencor o desprecio, según sea el caso. Y con esa actitud descabellada, ambas partes están destruyéndose mutuamente. ¿No os parece absurda esa actitud? Sin embargo, así acontece con harta frecuencia. Alguien dijo: “Si mis enemigos supiesen el daño que se hacen odiándome, no me odiarían”. Esta frase contiene una gran verdad que todos debieran conocer; y que contribuiría grandemente a liberar al mundo del odio, causa de ¡tantas desdichas!. Porque, aquel que odia está dando poder a su enemigo sobre su tranquilidad, sobre sus nervios, sobre su sueño, su presión sanguínea, su salud toda, y su propia personalidad. ¡Meditemos sobre esto!
Por ello, insensato es responder al odio con el odio, rencor o malquerencia hacia aquellos que, por lo que fuere, llegasen a odiarnos; y sí con amor, deseos de bien, ya que de este modo, esas vibraciones cargadas de energía psíquica negativa, no penetrarán en nosotros y rebotarán: porque el amor genera energía positiva, conformando un campo magnético de protección. Además de esos efectos perturbadores, con la actitud de odio y malquerencias resultantes, esas personas están conquistando un puesto en las zonas oscuras del astral inferior, al desencarnar.
¡Cuán frecuentemente es ver personas que, por ignorancia, son esclavas de esa y otras pasiones absurdas !.
¡He aquí, la necesidad de la divulgación de este conocimiento y otros conceptos de verdad! He aquí una oportunidad de progreso espiritual para vosotros, divulgando éstos y otros conceptos de verdad.
Pongamos en práctica esa maravillosa enseñanza del sublime Maestro: “Amad a vuestros enemigos”. Y con ello quebraréis el poder que sobre vosotros pudieran ejercer a través del odio o rencor. Puede que alguno diga: ¿Cómo puedo yo sentir amor por quien me ha hecho daño? Y yo os pregunto, hermanos muy queridos, ¿no habéis hecho sufrir alguna vez a alguien o causado daño en algún modo? ¿Y no querríais que ese error os fuese perdonado y olvidado? De cierto que sí. Entonces... Y ¿sabíais que sólo el amor es productor de perdón? Porque, quien ama, perdona; quien mantiene odio, no perdona. Quien ama y perdona, se engrandece; quien odia, se empequeñece.
Quien ama es comprensivo y perdona las ofensas, no dando cabida en su alma a sentimiento alguno de odio que pueda desarrollar un deseo de malquerencia, venganza o represalia, aun cuando en el momento del daño u ofensa perciba ese impacto. ¡Sólo las almas débiles y ruines albergan odio!
Pedid al sublime Maestro Jesús, con fervor, con verdadero deseo de perdonar y anhelo de superación, que os enseñe a perdonar, que os enseñe a amar a quien daño o agravio os haya hecho. Haced esto una y otra vez, muchas veces. Si así lo hacéis, con fe y humildad sentida; pronto comenzaréis a percibir que una sensación de paz y sosiego inunda todo vuestro ser. Esa es la señal de haber alcanzado la vibración de Amor del Cristo. Y un nuevo deseo de bien comenzaréis a sentir hacia la persona o personas que por error o falta de control de su emotividad, y aún por ruindad os haya causado ese agravio o daño. Y no os desaniméis si no conseguís de inmediato ese propósito digno. Perseverad, perseverad hasta que hayáis establecido la unión vibratoria con la Ley del Amor Universal, generadora de paz, de armonía, y liberadora del odio y su secuela de malquerencias y amarguras. Y la paz interna (mental-emocional) aumentará vuestra capacidad intelectual, vuestra alegría de vivir y ansia de progreso. Porque, un alma y una mente despojadas de odios, rencores y malquerencias, con ideales elevados, vibrando en amor fraterno, se exteriorizará en una personalidad más eficiente, ágil y realizadora.
Y cada vez que llegue a vuestra mente, en el comienzo, el recuerdo o imagen del motivo del agravio (que poco a poco irá desvaneciéndose) desechadlo y proyectad sobre esa persona vibraciones de amor, a modo de comprensión y deseos de bien; poniendo todo vuestro deseo de bien en ese sentimiento, para que esa vibración sea poderosa y le beneficie intensamente, con lo cual os beneficiaréis vosotros mismos.
Cuanto más améis, más felices habréis de sentiros; ya que, la LEY que es Amor, os devolverá ese amor en felicidad. Si dais amor, afectos, alegrías, servicio desinteresado (que es amor en acción); eso mismo recibiréis en la proporción que deis y más aún. Pero, si dominados por una pasión, envidia, egoísmo o amor propio, causáis sufrimiento de algún modo o realizáis actos de venganza o cometéis alguna bajeza; iréis acumulando un karma doloroso, y esos mismos daños causados recibiréis en la proporción que hayáis causado o deseado; porque, la Ley es justa.
Retened en vuestra conciencia este axioma; la siembra es voluntaria; pero, la cosecha es obligatoria.
Ahora que ya conocéis las desventajas (algunas tan sólo) del odio, rencor, malquerencias y resentimientos; comprenderéis que, mantener esos enemigos, es un lujo que se paga muy caro. Y lo curioso es... sin disfrutarlo. Necesario es saber dar a conocer que, con la muerte del cuerpo físico no mueren las pasiones, antes al contrario, se intensifican; porque, están en la propia naturaleza psíquica que, al dejar la envoltura carnal continúa con los mismos pensamientos, sentimientos y tendencias que mantenía como humano, sin los atenuantes de la vida en la carne. De aquí que, un enemigo en el “otro lado” es mucho más peligroso.
Aquí apegados al plano físico, en nuestra propia atmósfera, se agitan millones y millones de almas de los que fallecieron cargados de pasiones. Son seres atrasados que, por sus bajas tendencias no pueden elevarse y deambulan imantados al ambiente en donde han vivido, e inciden o tratan de incidir con harta frecuencia, en la vida de los humanos; quienes, por falta de vigilancia sobre sus sentimientos y reacciones, pueden ser sus víctimas. Además de esos, existen otros seres de maldad y organizaciones maléficas, compuestas por seres desencarnados que continúan viviendo sus pasiones y tratan de arrastrar a los humanos hacia la maldad y el crimen. Son los demonios a que hacen referencia las iglesias del cristianismo. Y buscan continuar sus gamberradas y la acción de sus odios, rebeldías y maldad de todo género, influyendo en aquellas personas con sentimientos ruines, azuzando sus bajas pasiones. No obstante, esas fuerzas negativas nada podrán hacer en vosotros si no les dais cabida.
Las pasiones e imperfecciones humanas, son las puertas de entrada a esas influencias maléficas. No lo olvidéis. La venganza es un sentimiento de las almas ruines, que les liga con el ofensor o enemigo al pasar el umbral del Más Allá, ocasionando grandes sufrimientos. Y a más de eso, volviendo a ligarlo como humano, en alguna de las siguientes vidas planetarias.
Aquellos que, impregnados de creencias religiosas, manteniendo todavía conceptos dogmáticos apartados de la Verdad, y que obrando mal creen que, arrepintiéndose y confiando sus faltas y actos de maldad a los oídos de un confesor puedan quedar libres de esas deudas espirituales, o indultados por hombres que se atribuyen poderes divinos; están en un craso error. Ni el arrepentimiento, ni la confesión, ni la penitencia les darán el perdón; porque, el perdón no existe en lo espiritual. Existe la Ley justa de: a cada cual según sus obras ( Ley de Causa y Efecto). Y toda transgresión a la Ley del Amor, produce un desequilibrio en la sección espiritual del causante, cuyo equilibrio tendrá que ser restablecido por el mismo causante: ya por el amor, ya por el dolor. ¡No nos engañemos con espejismos!
Termino mi exposición y análisis, con una llamada a vuestra razón: Perdonad todo agravio y ofensa que os hagan y seréis los más gananciosos. ¡Engrandeceos con el perdón! ¡Perdonad siempre!.
SEBASTIAN DE ARAUCO
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DESAFÍOS DE LA EXISTENCIA
• En este artículo tomado de la Revista Espírita que trata el tema “Desafíos de la existencia”, no podría faltar en él una reflexión sobre la riqueza y la pobreza. Ambas representan tanto oportunidades de desarrollo de nuestras facultades como seres inmortales, como retos a los que nos tenemos que sobreponer para no contraer deudas mayores que las que ya cargamos. Por lo menos en este sentido son iguales: la riqueza y la pobreza son situaciones transitorias, auténticos desafíos existenciales que convocan al ser humano a vencerse a sí mismo. Es más, ambas son herramientas, ya que cada uno de nosotros recibirá su parte de riqueza o de pobreza según la necesidad de aprendizaje de su espíritu. Es precisamente para liberarnos de las deudas de existencias anteriores que recibimos, como préstamo divino, nuestra propia cuota de riqueza o de pobreza.
En el capítulo VII de El Evangelio según el Espiritismo, el espíritu Lacordaire nos hace una interesante reflexión. Nos dice que puede haber gran diferencia entre el rico y el pobre cuando están vestidos, pero desnudos son sencillamente seres humanos. La química, nos dice el espíritu, no ha encontrado ninguna diferencia entre la sangre de uno y de otro. En la pregunta 803 de El Libro de los Espíritus, se nos dice que todos los hombres son iguales ante Dios. El cuerpo vuelve a la tumba, los bienes materiales se quedan en la tierra, pero el espíritu vive. Ricos y pobres, y todos los grados intermedios que hay entre estos dos extremos, antes o después entregamos la envoltura perecedera al polvo para penetrar la realidad espiritual que hayamos elaborado con nuestro patrimonio intelectual y moral. Finalmente nos encontramos con la verdad íntima que nos transfiere, sin necesidad de juicios exteriores, a nuestras propias conquistas. ¿Quién es el rico y quién es el pobre en este momento decisivo?
Desde el punto de vista que nos aporta la Doctrina Espírita, la igualdad absoluta de riquezas en la Tierra no es posible, ya que hay diversidad de facultades y de carácter. Cada ser se encuentra en un momento evolutivo distinto, necesitando pruebas y expiaciones particulares a su propia caminata. No debemos, sin embargo, pensar en la riqueza y en la pobreza como dádivas de Dios. Sería una gran equivocación pensar en Dios como si fuera un dispensador de bienes, escogiendo entre sus criaturas aquellas a quiénes entregará más propiedades. Somos nosotros mismos, con la forma como nos conducimos moralmente por la vida, quiénes atraemos a nuestras existencias físicas todos los recursos de los que dispondremos para nuestra evolución o la carencia de ellos. El codificador es sabio al hacer a los espíritus la pregunta 806, ¿La desigualdad de condiciones sociales es una ley natural? Nos dicen los espíritus: «No; es obra del hombre y no de Dios». Seamos conscientes, por tanto, que individualmente cada uno es responsable de su propia cuota de riqueza o de pobreza; de forma colectiva, somos todos responsables de las desigualdades que persisten en la sociedad y en el planeta.
Como desafíos existenciales, tanto la riqueza como la pobreza son pruebas duras y resbaladizas. La pobreza puede conducir a la murmuración contra Dios, la rebeldía contra las leyes perfectas y justas de la inteligencia cósmica, la desesperación y la falta de esperanza. ¡Qué difícil mantener la fe en un Dios justo cuando hay carencia de todo! La riqueza puede conducir a los excesos, la vanidad, el orgullo y el egoísmo. ¡Qué difícil sentir la necesidad de valores espirituales cuando no falta de nada! Sin embargo, tales vacilaciones sólo son obras de la ignorancia de las leyes naturales. Los que estamos instruidos por la Doctrina Espírita, sabemos que el rico de hoy puede ser el pobre de mañana; el pobre de ayer puede ser el rico de hoy. La reencarnación nos concede a cada uno lo que necesitamos y a la sociedad la manera de buscar el progreso colectivo. ç
Los hombres, sea cual sea su condición social, tienen por misión trabajar para la mejora material del globo. La misión del rico se traduce en ofrecer trabajo, estimular la ciencia, cultivar la cultura, repartir educación entre sus hermanos de humanidad. El pobre ofrece su mano de obra, trabajando con disciplina, aprovecha las oportunidades que se le ofrecen en el campo de la educación y de la cultura, lucha por trascender su condición materialmente inferior a través del esfuerzo honrado, pautado por principios morales y éticos. Ricos y pobres están llamados, como seres inmortales en transitorias experiencias corporales, a encontrar en la humildad el recurso divino que nos debe hacer agradecidos a la vida por todas y cada una de las oportunidades de aprendizaje que ella nos concede.
El valor es casi siempre algo relativo. Lo que tiene valor en la Tierra ya no lo tendrá en el plano espiritual. Lo que tiene valor para una persona puede serle totalmente indiferente a otra o a ella misma en otro momento existencial. ¿Cuántas veces cambiamos de idea respecto al valor de las cosas, situaciones y personas? ¿Quién no habrá pensado alguna vez, cómo pude actuar de aquella manera? Pero si digo que el valor es casi siempre algo relativo, es porque aún no está pautado en el amor, verdad imperecedera. Como todavía estamos muy distantes de pautar nuestros sistemas de valor en el amor, nos queda cambiar de ideas muchas veces. Hasta que el amor ajuste nuestra comprensión de lo que vale la propia vida, la vida del prójimo, la vida de los animales y de los vegetales, seremos peregrinos. Ora ricos, ora pobres, reencarnaremos para que aprendamos definitivamente que el único valor de la vida es amar.
-Janaina Minelli de Oliveira-
Revista espírita nº 12 de la FEE
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NO LE TEMÁIS A LA MUERTE
( Comunicado mediúmnico)
Buenas noches. Doy las gracias al Todopoderoso y al venerable Guía vuestro, que me ha permitido comunicarme con vosotros.
Teniendo una pequeña deuda que saldar en la Tierra, vine a ella en una materia predispuesta al cumplimiento de mi misión.
Como todo se cumple inexorablemente, amados hermanos, yo cumplí mi misión y antes de que supiera mentir y pecar, acabó mi vida y me incorporé nuevamente al campo inmenso de los espíritus.
Vengo solamente a deciros que no temáis a la muerte. A esta le podéis temer cuando no hayáis cumplido debidamente vuestro destino, no hayáis sido buenos, tengáis turbia vuestra conciencia, o cuando vuestra alma esté marchita por los males causados. Le podéis temer cuando la rectitud no haya guiado vuestros actos y no hayáis sabido mirar a las alturas, donde está la magnificencia de Dios. Podéis temer cuando no hayáis sido consecuentes con los demás, habiendo huido de la perfección que está al alcance de todos y en todas las latitudes- Podéis temer, cuando entenebrecida vuestra alma por las malas pasiones, tengáis que dar una cuenta severa y justa al Todopoderoso. Pero si os llega la muerte habiendo cumplido con vuestro deber y habiendo sido buenos, no le temáis; la transformación se realiza muy suavemente, poco dolorosa. Inmediatamente vienen vuestros hermanos espirituales a daros la mano, a sacaros de la tribulación momentánea y, en pocos minutos podéis ver el cuerpo que habéis dejado. Saber que siempre se deja con cariño, porque cuando la preparación está bien concebida y perfeccionada, se sabe que aquella materia, destinada ahora a descomponerse, ha servido para la purificación del espíritu, para su adelanto y para caminar más deprisa hacia la Luz. En ese trance concurren muchas circunstancias, muchos hechos, porque si al marcharnos estamos convencidos de que hemos sido buenos, esa transformación se lleva a cabo muy ligeramente, como hemos dicho: como si de una oscuridad intensa, pasásemos a una luminosidad inmensa en que la vista se confunde entre tantos rayos lumínicos. De ahí la gran impresión y sombro del espíritu, porque aunque anteriormente ya ha vivido esas impresiones espirituales, estas se adormecieron durante la última encarnación y al volver nuevamente a la Luz recobra su memoria anterior que hasta entonces no tenía la facultad de recordar.
De la mano de los Guías contempla las maravillas celestes, donde todo es armonía, precisión; donde todo se realiza con la exactitud de los números, donde todo está sujeto a invariables leyes sapientísimas, como hechas por Dios Todopoderoso. La inmensidad de fluidos distintos nos confunde; la maravillosa Creación universal tiene tal magnificencia, es tan portentosa, que por mucha lucidez que tenga el espíritu, quedamos anonadados y admirados, entrando en un éxtasis tan dulce y profundo, que nos confundimos con tales maravillas espirituales.
La convergencia de fluidos en maravillosa creación de movimientos, hace concebir que la Divinidad se nos presenta como luces de colores bellísimos que no se pueden expresar ni definir con la vista espiritual; movimientos ondulantes tan perfectos, magníficos y portentosos, que el espíritu en éxtasis contemplativo, eleva su pensamiento a las profundidades del espacio, donde moran Seres Superiores; allí los acordes de músicas celestes, pasan de lo divino a lo sublime y estático; todo es movimiento ondulatorio tan magnífico, que el espíritu, por mucho adelanto que tenga, no sabe definir, no sabe descifrar, ni sabe expresar la grandiosidad que vive y presencia.
Si vuestras flores son bellas; si exhalan olores admirables; si la esencia que las crea y desarrolla es prodigiosa, no podéis hacer parangón con la sublimidad de las flores espirituales. Los perfumes se condensan en mil fragancias, las figuras gráciles de sus pétalos se retuercen formando aureolas suntuosas, exhalando no solo finísimos olores, sino también Luz, Sabiduría infinita y Celestial.
Desde allí se puede observar como los mundos describen sus exactas trayectorias, moviéndose rápidamente por los espacios siderales; todo es grandeza, todo es Luz, todo es pensamiento divino. Allí el saber de todas las ciencias se concentra en una sola voluntad: la de Dios, exacto, bendito y poderoso. Los seres tienen distintas gradaciones, sus meditaciones y estudios profundos: allí el tiempo no se pierde porque no existe; la Luz no se apaga porque siempre existe; allí todo es buena voluntad, obediencia, trabajo, observación, estudio y virtud; todo es majestuoso y singular;; allí se ve a Dios por todas partes, en Sus grandes Creaciones, en Sus Luces. sus melodías y efluvios benditos que todo lo llenan y envuelven. Todo se condensa y todo se eleva, más aún, hacia arriba. donde está el poder universal , la Luz purísima y la Sabiduría sin límites: DIOS EXACTO Y EXCELSO.
Las escalas en el progreso de los seres son infinitas, según su sabiduría y su luz. Todos ansiamos ser un poco más buenos y perfectos, porque todos queremos ver la luz más cerca, de modo que nuestra alma emita pensamientos más nobles y sublimes, para identificarnos con la armonía universal.
El laboratorio inmenso de los fluidos solo Dios lo puede ver y definir, porque Él es el Creador.
Hermanos míos, os repito: No tengáis nunca miedo a la muerte, si sois buenos y perfectos. La perfección se alcanza con el desprendimiento, el sufrimiento, el estudio, la oración y la firme voluntad de emular al Divino Maestro. Tener siempre en el pensamiento al Sumo Hacedor. Todo se hace, todo se proyecta y todo se condensa con su Excelsa Voluntad.
Nada se pierde de lo bueno que hagáis. Lo llevaréis presente en el historial que presentéis al Creador. Saber que el que se marcha siendo bueno, está empezando a crear su felicidad. La felicidad se ansía tanto, porque cuando nos marchamos de la Tierra transidos de penas y sufrimientos, queremos elevarnos a lugares, a mundos, en donde no se padezca tanto, donde el pensamiento, la ciencia y el amor, sean la meta universal de todos los seres; donde el estómago no exija ni pida; donde todo sea luz, pensamiento elevado, abnegación, trabajo, sabiduría, humildad, filosofía y ciencia; en donde se perciba más próximo a Dios en todas sus manifestaciones, sintiéndonos así consolados y reconfortados.
Estudiar y estudiaros constantemente. Amaros mucho los unos a los otros, que es Ley establecida por el Creador. Elevar en todo momento vuestros pensamientos. Tener limpia vuestra alma. Mirar siempre hacia arriba, donde está la perfección y la luz. Apoyaros continuamente en la FE, la fe sentida, no hipócrita, sino la que embelesa el alma y hace al espíritu sublimarse y acercarse más a las gradas luminosas del excelso Padre.
Ser también consecuentes con los demás, No veáis defectos en nadie. Verlos primeramente en vosotros mismos. Corregiros para saber corregir a los demás. Amaos para saber amar y no juzguéis nunca porque todos seremos juzgados.
¡ Adelante hermanos !. La senda del bien es muy larga, estrecha y muy penosa de subir. No os bifurquéis hacia el mal, que aparentemente es amplio y atractivo; sufrir y llorar con resignación; las lágrimas no se pierden; los sufrimientos no son en balde, os hacen ascender en vuestro adelanto y perfección.
Pensar en JESUS, que todo lo dio por nosotros. Su alma sublime nos gobierna, nos orienta y nos regirá en las eternidades. Amar a todos como Dios ama a todos sus hijos.
Benditos de Él seáis y buenas noches tengáis en su nombre.
Firmado: Alejandrina ( hija del médium)
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LEY DE CONSECUENCIAS
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