domingo, 16 de junio de 2024

Ciencia y Espiritismo

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Mediumnidad y sintonía

2.- Ciencia y Espiritismo

3.- La Vida universal

4.- Hoy y mañana del hombre

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                            MEDIUMNIDAD Y SINTONÍA

Todos los que trabajan y palpitan en el campo de las enseñanzas de Jesús, desean parecerse a El. Sin embargo, el mundo entero reverencia al Enviado de Dios, cuya figura renace, día a día, de las cenizas del tiempo, indicando la bondad y la concordia, la tolerancia y la abnegación por mapas de la felicidad real, en el centro de cooperadores que se multiplican, en todas las naciones, con el paso de los siglos.

Hasta hoy, los fenómenos mediúmnicos que se desdoblaron al margen del apostolado de Cristo se definen como un conjunto de tesis discutibles, pero las enseñanzas y actitudes del Maestro constituyen el macizo de luz inatacable del Evangelio, amparando a los hombres y orientándoles el camino.

Mediúmnidad sin ejercicio en el bien es semejante al título profesional sin la función que le corresponde. Mediúmnidad no es pretexto para situarse la criatura en el fenómeno exterior o en el éxtasis inútil, a la manera del niño aturdido con el deslumbramiento de la fiesta vulgar.

Es, por encima de todo, camino de arduo trabajo en que el espíritu, llamado a servirla, necesita consagrar lo mejor de sus propias fuerzas para colaborar en el desarrollo del bien.

El médium, por ello, será vigilante cultor del progreso, asistiéndole la obligación de perfeccionarse incesantemente para reflejar con más seguridad la palabra o el consejo, el pensamiento o la sugerencia de la Vida Mayor.

No nos detengamos en la imposibilidad de ofrecer prodigios de grandeza de un instante al otro, pero no busquemos interrumpir el contrato de redención y de amor al que nos empeñamos.
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Tenemos que entender que somos invitados por el Cristo de Dios, a través de Allan Kardec, para comprender auxiliando y renovar amando e iluminando, instruyendo y bendiciendo en la edificación del Mundo Nuevo.

Es por eso que no siempre conseguiremos materializar amigos de la Vida Mayor para satisfacer la sed de verdad que tortura a muchos de nuestros compañeros en la Tierra, pero siempre podremos substanciar esa o aquella providencia susceptible de prodigarles tranquilidad y consolación.

No siempre sonorizaremos la voz de desencarnados queridos para reconforto de los que lloran de añoranza en el mundo; sin embargo, siempre podemos articular la frase calmante que les transmita ánimo y esperanza.

No siempre obtendremos el mensaje de determinados amigos que residen en el Más Allá, para la edificación inmediata de los que sufren en el Plano Físico; sin embargo, siempre podremos improvisar algún recurso con el que les restaures la energía y el buen ánimo.

No siempre lograremos la cura de ciertas enfermedades en el cuerpo de hermanos enfermos; sin embargo, siempre podremos mitigarles el corazón y aclararles el alma, con el apoyo fraterno, habilitándoles la mente para la cura espiritual.

No siempre evidenciaremos como un fenómeno, pero siempre podemos, en cualquier tiempo, ser el auxilio de quien necesite de amparo.

Médium quiere decir intérprete, medianero.

Y dar utilidad a la propia vida, transformándonos en socorro y bendición para los demás, es ser médium del Eterno Bien, bajo la inspiración del Espíritu de Jesucristo, privilegio que cada uno de nosotros puede disfrutar.

El médium puede traducir el mensaje del Señor, donde quiera que se encuentre, aprendiendo, amando, construyendo y sirviendo siempre, porque por encima de los médiums de esa o de aquella entidad espiritual, de ese o de aquel fenómeno que muchas veces espantan o conmueven, sin educar y sin edificar, permanecen la conciencia y el corazón consagrados al Supremo Bien, a través de los cuales el Señor se manifiesta, extendiendo para todos nosotros la bendición de la vida mejor.

El médium, para servir a Jesús de modo positivo y eficiente, en el campo de la Humanidad, necesita encariñarse a la instrucción, al conocimiento, a la preparación y a la propia mejoría, a fin de que sea filtro de luz y paz, elevación y engrandecimiento para la vida y para el camino de las criaturas.

Buscando nuestra posición de servidores fieles de la regeneración del mundo, empezando por nosotros mismos, por la renovación de los nuestros hábitos e impulsos, olvidemos la sombra y busquemos la luz, cada día, conscientes de que cualquier pausa más larga en la apreciación de los cuadros menos dignos que todavía nos cercan será nuestra probable inducción al estacionamiento indeterminado en la cárcel del desequilibrio y del sufrimiento.

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Y en razón de que cada criatura transporta consigo la experiencia que le perfecciona, la Sabiduría Divina concede a cada espíritu encarnado determinada tarea, que, en esencia, vale por en-sayo precioso, al frente del servicio que le competirá en el mañana eterno.
No basta erguir brazos ágiles, lanzar fraseología preciosa o provocar excesivo movimiento alrededor de tus días, porque hay muchas manos que operan en la extensión de la sombra, mucho verbo fastuoso en la explotación menos digna y mucho ruido vano, provocando, donde existe, tan solamente amargura y cansancio.

Ama el servicio que el Señor te confió, por más humilde que sea, y ofrécele tus mejores fuerzas, porque de lo que hoy haces bien en provecho de todos, retirarás mañana el justo alimento para la obra que te erguirá del insignificante esfuerzo terrestre hacia el trabajo espiritual.

Si Jesús no paró en contemplación inoperante, transitando en el servicio al prójimo, del Pesebre hasta la Cruz, que nadie espere la visita de los Mensajeros Divinos, paralizando las manos en la esperanza sin trabajo y en la fe sin obras.
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El perfeccionamiento de la mediúmnidad y la espiritualización renovadora son problemas de buena voluntad en la decisión de trabajar y en la cooperación, porque solamente buscando traer el Cielo al mundo, por nuestra aplicación al bien, es como descubriremos el camino verdadero que nos conducirá efectivamente hacia los Cielos.
Medita en los que recorren vagando sin hogar y honra tu reducto doméstico, cultivando dentro de él la bondad y la tolerancia, la comprensión y la gentileza en las directrices de cada día.

Piensa en los corazones cristalizados en la indiferencia, que viajan en el mundo a semejanza de huérfanos voluntarios y exalta la propia fe, traduciéndola en obras de humildad y amor, generosidad y perdón, para que la luz divina se alce como brújula en el camino.

Valora el trabajo que desarrollas, los amigos, los familiares, los recursos, los instantes de que dispones y te sentirás ahora rico de posibilidades para ampliar el tesoro de bendiciones con que serás dotado ahora, hoy y después.

Acordémonos de que la Tierra es sencillamente un escalón en nuestra escalada hacia las cimas resplandecientes de la vida y, despiertos a las oportunidades del servicio, avancemos hacia delante, aprendiendo y amando, auxiliando a los otros y renunciando a nosotros mismos, en la certidumbre de que, así, caminaremos del infortunio de ayer hacia la felicidad de mañana.

¡Si pretendes un título en la mediúmnidad que manifiesta en el mundo las revelaciones del Señor, no te fijes tan sólo en la técnica fenoménica; regocíjate con las oportunidades de servir, expresando buena voluntad en el socorro a todos los necesitados de la senda humana; y, renovando los sufridores y los ignorantes, los perturbados y los tristes, bajo el estandarte vivo de tu corazón abierto a la Humanidad, abrázalos como tu propia familia!

Después de eso, conserva la certeza de que vas hacia el frente y hacia lo alto, porque Jesús, el Divino Maestro, vendrá a tu encuentro, inundándote la jornada de esperanza, alegría y luz.

Amigo, si te sientes impresionado y tocó este mensaje tu corazón, divúlgalo, pensando que solo el conocimiento de las cosas, nos liberará de la ignorancia, y extendiendo el mensaje llegará a más corazones despertando sus inquietudes que siempre son los principios del despertar.

Realizado por M.C.R
Extraído del libro Mediúmnidad y sintonía de Francisco Cándido Xavier

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                               CIENCIA Y ESPIRITISMO                                                                             


Opinar “científicamente” no lleva necesariamente consigo tener la razón. En el mejor de los casos, se puede tener determinada inclinación para comprender la realidad del mundo de manera marcadamente científica o, en cambio, de manera espiritual; es más, las dos son complementarias y vehículos de progreso cuando son utilizados como instrumentos de bienestar y de paz. El error (uno de los más centenarios que aún arrastramos) surge cuando una trata de negar o desacreditar a la otra. 

Tanto en lo espiritual como lo científico, lo educativo deja de ser tal cuando se convierte en dogma inamovible, sistema cerrado en sí mismo y/o prejuicio. 

Como apuntó el genial psicólogo norteamericano William James, las personas comunes tienden a anular el valor espiritual de las vivencias de carácter religioso o metafísico, recurriendo a racionalizaciones mentales del tipo: “temperamento demasiado emocional”, “crisis de histeria”, “episodio esquizoide”, etc. Pero como él mismo decía; recurrir a una causa de tipo orgánico para refutar cualquier experiencia de tipo extra-física o transpersonal es totalmente arbitrario. 

Rotular o dar una nomenclatura científica a un síntoma de naturaleza espiritual, ni zanja el problema, ni sirve para explicarlo. 

La ciencia, para avanzar más plenamente, necesita integrar las experiencias místicas y los fenómenos paranormales inherentes al ser humano (algo, por otro lado, cada vez más evidente tras el descubrimiento de las partículas subatómicas y el principio de incertidumbre). 

Resulta cada vez más obvio que, inmersos en los albores del nuevo paradigma, que uno de los pasos imprescindibles para la ciencia (si es que realmente está interesada en ser medio de progreso) es flexibilizar posturas anquilosadas y prejuicios materialistas del todo inservibles para comprender la multidimensionalidad de la vida. 

Sin duda, el que a estas alturas de siglo y de milenio diga que los fenómenos mediúmnicos o parapsíquicos son rechazados por a ciencia, pecará no solamente de desinformado, sino que además estará cerrando filas a la verdad; eso sí, vanamente… 

La aparición de Espiritismo a mediados del s. XIX demostró la existencia del plano espiritual, la continuidad de la vida cuando cesa la actividad netamente biológica y los fenómenos de naturaleza metafísica (comprobados tras cientos de experiencias por parte de los más renombrados físicos, médicos e investigadores de la época). 

Los negadores sistemáticos (poco importa si desde el campo científico o del religioso) demostrarán estéril opinión en este asunto si ignoran la existencia de obras como “Las variedades de la experiencia religiosa” del Nóbel W. James o “Memorias, sueños y reflexiones” de Carl Jung, obras que por si solas, demuestran que la fenomenología paranormal y la experiencia mística ha sido estudiada y validada por la ciencia, por más que sectores ortodoxos de la misma prefieran la comodidad de la negación positivista. 

Hoy, los estados alterados de conciencia, las experiencias psi, los casos de casi-muerte, etc., son considerados por disciplinas científicas como la Psicología Transpersonal, La Antropología Cultural o la Física Cuántica (la misma física de las partículas habla de moléculas que aparecen y desaparecen). Oficialmente se pueden no aceptar ciertas cosas…pero extraoficialmente, hoy como ayer, los investigadores no cerrados al postulado mecanicista siguen investigando (algunos rompen el miedo al rechazo y el preconcepto y publican sus obras), comprobando de primera mano que existen mucho más de lo que la ciencia académica da por válido o no.

 Quien hoy niegue que el hombre es un ser trascendental, que existen otros parámetros de la realidad más allá de lo que captan nuestros sentidos, opina con libertad, sin duda… pero no con propiedad. 

Desafortunadamente para los negadores sistemáticos, no toda excitabilidad psíquica se debe a un cuadro paranoide o una personalidad neurótica; hay otras expresiones de la realidad más allá del psicoanálisis, entre otras cosas porque (pese a su incuestionable aportación e indudable talento), una de las limitaciones de Freud (que ni era psiquiatra ni tenía mucha experiencia con psicóticos) era, precisamente, esa tendencia suya de generalizar a partir de casos aislados. 

El problema de muchos especialistas es clasificar erradamente como patológicos ciertos juicios que están en desacuerdo con su sistema materialista de creencias (pasan por alto que esa actitud inconsciente de creerse un paradigma de la normalidad, fue denominado por el padre del psicoanálisis como inflamación del ego…) 

Resulta del todo inevitable reflexionar, desde el nuevo paradigma, que una cosa es la Ciencia y otra la opinión científica; y que a veces, no van unidas ambas. La ciencia verdadera es la que integra la realidad palpable por nuestros sentidos y también aquella que escapa a los mismos; no se limita a los descubrimientos eventuales, que, al fin y al cabo, ya estaban ahí, formaban parte de la realidad (aunque no estuvieran descubiertos). 

Por Juan Manuel Ruiz González- Para Zona Espírita                                                                 Publicado originalmente por la Asociación Espírita José Grosso (Córdoba – España)


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                                              LA VIDA UNIVERSAL                   

       Esa inmortalidad de las almas, que tiene como base el sistema del mundo físico, pareció imaginaria a  ciertos pensadores prejuiciosos; la calificaron irónicamente de inmortalidad viajera, y no comprendieron que sólo ella era verdadera ante el espectáculo de la Creación.

Sin embargo, se puede comprender toda su grandeza, incluso yo diría, toda su perfección.

Que las obras de Dios sean creadas para el pensamiento y la inteligencia; que los mundos sean moradas de seres que las contemplan y descubren en ellas, debajo del velo, el poder y la sabiduría de Aquel que las formó, son cuestiones que ya no nos ofrecen duda.


Lo que importa saber, no obstante, es que las almas que las pueblan sean solidarias.

De hecho, la inteligencia humana encuentra dificultad para considerar que esos globos radiantes que destellan en la inmensidad sean simples masas de materia inerte y sin vida.

Le cuesta pensar que en esas regiones distantes no haya magníficos crepúsculos y noches espléndidas, soles fecundos y días plenos de luz, valles y montañas donde las producciones múltiples de la naturaleza desarrollen toda su lujuriosa imponencia.

Le cuesta imaginar que el espectáculo divino con el cual el alma se robustece, tal como ocurre con su propia vida, carezca de existencia y de algún ser pensante que pueda conocerlo.

Con todo, a esta idea eminentemente acertada de la Creación, es preciso agregar la de la humanidad solidaria, y en eso consiste el misterio de la eternidad futura.

Una misma familia humana fue creada en la universalidad de los mundos, y a esos mundos han sido confiados los lazos de una fraternidad que aún no sabéis apreciar.

Esos astros que se armonizan en sus vastos sistemas están habitados por inteligencias que no son seres desconocidos unos de otros, sino seres que llevan en la frente las señales del mismo destino, que habrán de encontrarse temporariamente según sus funciones de vida, y que se encontrarán de nuevo según sus mutuas simpatías.

Es la gran familia de los Espíritus que pueblan las tierras celestes; es la gran irradiación del Espíritu divino que abarca la extensión de los cielos y que permanece como modelo primitivo y último de la perfección espiritual.

¿Por qué singular aberración se creyó que era necesario negar a la inmortalidad las vastas regiones del éter, para encerrarla en un límite inadmisible y en una dualidad absoluta?

El verdadero sistema del mundo, ¿debía entonces preceder a la verdadera doctrina dogmática, y la ciencia preceder a la teología?

¿Se extraviará esta última mientras establezca su base en la metafísica?

La respuesta es sencilla, y nos muestra que la nueva filosofía habrá de  instalarse triunfante sobre las ruinas de la antigua, porque su base se habrá erguido victoriosa sobre los antiguos errores.

Allan Kardec                               

La Génesis, los milagros y las predicciones según el Espiritismo( Publicado anteriormente por SEDE   

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                            HOY Y MAÑANA  DEL HOMBRE 

Consecuencia del ayer es el hoy en el espíritu humano. Su vida, como hemos dicho, es una labor comenzada en el principio y que ha de durarle hasta el fin ignoto de lo eterno. En ella empezándose por arrancar malezas, se termina por tejer guirnaldas. Quien es perezoso para la faena ruda, tarda en ser obrero de la delicadeza; más siendo su labor exclusivamente suya, no puede eximirse de operación alguna, y hoy empezará donde ayer terminó y mañana donde termine hoy. De aquí el que sea aspiración noble de todos los espíritus antes de empezar, cumplir como buenos obreros en la tarea del día; y si es cierto que no a todos les alcanzan las fuerzas para tanto, se debe, no a que la labor sea insoportable, sino a que, o bien quieren recuperar muchas de las jornadas perdidas, o bien se imponen mayor tarea de la que buenamente pueden desempeñar. De todos modos, el espíritu trabaja en su propiedad, y según sea la diligencia y la cordura que en el trabajo emplee, así serán los rendimientos que le ofrezca. Nadie es acreedor a más de lo que en justicia le pertenezca, y si en el orden material este axioma puede ser violado, en el orden moral puede asegurarse se cumple con estricta equidad. 

En efecto; el cumplimiento moral de la ley de justicia, lo tenemos evidenciado en nosotros mismos; y si tendemos la mirada a nuestros semejantes, en ellos veremos también las huellas del implacable juez, acusador y verdugo que en nosotros funciona y del que no podemos separarnos jamás: la conciencia. ¿Qué importa la salud, qué la fortuna ni la gloria, si constantemente nos corroe el remordimiento? ¿Será nadie feliz, ni aun en medio de báquicos placeres, si esa voz misteriosa le acusa? ¿Conciliará el sueño mientras ella le atormente? No. Por eso el mayor de los castigos es el que nos proporcionamos sin flagelación alguna; por eso la mayor de las miserias es la miseria del alma. Podrán los Cresos ocultar sus desnudeces con sedas cuajadas de oro y pedrería; pero no podrán jamás reír con satisfacción mientras su proceder tenga armado el brazo vengador de la conciencia.

¡Y qué imparcial es en todos sus fallos’. ¡Con qué severidad recluye al delincuente! ¡Cómo le arroja y le fuerza!... No tiene penitenciarias de piedra con gruesas rejas y sendos candados; pero ¡ay! tiene a su mano el horror que inspira toda acción proterva, y propinando la dosis conveniente al que debe castigar, le ahuyenta de sus semejantes más dignos para mezclarle con los de su rango, le prepara a la reparación por medio del arrepentimiento, y le hace resarcir con creces la falta cometida, una vez arrepentido, mediante obras de verdadero desinterés y sacrificio. Sólo a este precio cesa en su enemistad; sólo a este precio le deja gozar del sol de la dicha. Aspirar a este goce es el objeto formal del espíritu. Su trabajo le redime; su amor le ensalza: con estas dos prendas de inestimable valía, la conciencia le abre las puertas del reino de la felicidad, en el cual, seguramente, no hay más que uno que puede penetrar sin llevar polvo en sus sandalias; pero no por esto nos está vedado a los demás su goce relativo, equiparado siempre con el polvo que llevemos en los pies. 

Así como el hoy es consecuencia natural del ayer, así el mañana lo será del hoy; un paso más en la escala de la vida, una operación más en la labor eterna, y ¡un nuevo motivo de júbilo o remordimiento! 

Empero con el mañana más o menos remoto, va adunada una nueva empresa para el espíritu: la de ser mentor de otro que no ha llegado a su grado de perfección. Sin dejar de cumplir su labor propia de jardinero, el que es guía de otro le instruye, le corrige, le ayuda, en una palabra; siendo motivos a su júbilo el que su auxiliado avance sin tropiezo, cumpla sin esfuerzo y con deleite y reconozca pronto los beneficios de la laboriosidad. Entonces protector y protegido se entrelazan con los indisolubles lazos de la gratitud y el cariño, y extendiendo sus benéficos efluvios a otros seres, repiten la labor para tener la satisfacción de repetir también los motivos de alborozos. De este modo se cumple la ley de solidaridad. 

Tales son el ayer, el hoy y el mañana en la vida eterna del espíritu 

Como hemos visto, sea cualquiera el modo con que este proceda, cumple con la ley; pero le es tanto más beneficioso adaptar en lo posible sus acciones a la bondad, la verdad y la belleza, cuanto que, según las adapte, mayores satisfacciones se proporciona y antes llega a la categoría de espíritu elevado. Por consiguiente, cumplirá mejor su misión quien mejor desarrolle el sentimiento, la inteligencia y la voluntad: el sentimiento para amar el bien por ser bien y objeto formal del espíritu, la inteligencia para darse cuenta de sí y de cuanto le rodea por ser el único medio de dirigir el sentimiento y la voluntad por seguros derroteros; y la voluntad para decidirse a practicar lo bueno y verdadero por ser lo único que redime al hombre. Este trino constituye a la vez una religión natural a la que todo espíritu debe rendir culto: la religión del amor, de la virtud y del bien, de que es síntesis Dios. 

-QUINTÍN LÓPEZ GÓMEZ-

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