lunes, 3 de junio de 2024

La solidaridad necesaria

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Sugerencias espirituales

2.-Socorro y solución

3.- Los mundos regeneradores

4.- La solidaridad necesaria

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              SUGERENCIAS ESPIRITUALES

¿Cómo distinguir si un pensamiento que nos es sugerido procede de un Espíritu bueno o de uno malo?
- Estudiad el asunto.- Los Espíritus buenos sólo aconsejan el bien. A vosotros cabe distinguir.

. ¿Con qué propósitos los Espíritus imperfectos nos incitan al mal?
- Para haceros sufrir como ellos sufren.

. ¿Atenúa esto sus padecimientos?
- No, pero lo hacen por envidia de ver a seres más dichosos.

¿Qué clase de sufrimientos quieren que experimentemos?
- Los que resultan de ser de un orden inferior y alejado de Dios.

¿Por qué permite Dios que algunos Espíritus nos empujen al mal?
- Los Espíritus imperfectos son instrumentos destinados a probar la fe y constancia de los hombres en el bien. Tú, puesto que eres Espíritu, debes progresar en la ciencia de lo infinito, de ahí que pases por las pruebas del mal para llegar al bien. Nuestra misión consiste en ponerte en el bueno camino, y cuando actúan sobre ti malas influencias es porque tú las llamas con el deseo del mal, por cuanto los Espíritus inferiores acuden a ayudarte en el mal cuando tienes la voluntad de cometerlo: sólo pueden secundarte en el mal cuanto tú así lo quieres. Si sientes inclinación por el crimen tendrás a tu lado una nube de Espíritus que fomentarán en ti ese pensamiento. Pero habrá también a tu vera otros que tratarán de influir sobre ti para el bien, lo cual restablece el equilibrio y te deja dueño de escoger..

Así deja Dios librada a nuestra conciencia la elección de la ruta que debemos seguir, y la libertad de ceder a una u otra de las influencias opuestas que sobre nosotros se ejercen.


EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC.

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Socorro y solución

 

¡Aflicciones, crisis, pruebas, tentaciones!...

¡Cuántas veces habrás procurado ansiosamente el primero y seguro paso para salir de ellas!

Entretanto, una palanca mental existe, capaz de levantarte de cualquier postración, desde que dispongas a manejarla.

Ante todo, sin embargo, es forzoso que te libres de cualquier pensamiento de derrotismo e inconformidad.

No importa que hayas atravesado penosos desengaños, donde se te concentraban todas las esperanzas…

No importa que te veas al margen de los mejores amigos, de Espíritu relegado a la incomprensión…

No importa que ciclones de sufrimientos te hayan barrido lo íntimo del alma, arrebatándote temporalmente el incentivo de trabajo y la alegría de vivir…

No importa que estés bajo las consecuencias amargas de errores cometidos…

No importa que altos perjuicios te impongan espinoso recomenzar…

No importa que múltiples dificultades se acumulen alrededor de tus pasos, impulsándote el corazón en complicados laberintos…

Importa que te levantes en Espíritu, que aceptes el impositivo del propio reajuste para el equilibrio perfecto, que te olvides del mal, consagrándote al servicio del bien, y que bendigas todas las circunstancias de la Vida… Hecho eso, por más escabroso que sea el problema o más dolorosa la prueba, si accionas la palanca de la Fe viva en el sabio y amoroso poder que dirige el Universo, percibirás, de inesperado, que Dios siempre te ofrece socorro y solución.

Todos somos hijos de Dios y, en esa condición, de un modo o de otro, necesitamos todos nosotros del amparo Divino.

Meditando en eso, no tendremos ninguna dificultad para reconocer el imperativo del apoyo mutuo, en todos nuestros procesos de vivencia, ya que no comprendemos en Dios justicia sin bondad y no bondad sin justicia.

Por esa misma razón, es fácil observar la necesidad del ajustamiento entre socorro y cooperación.

A fin de que el mecanismo del auxilio funcione con seguridad, entre aquel que necesita el amparo y aquel que puede ayudar, es indispensable que venga a surgir y fijarse el auxilio de aquellos otros que puedan ayudar más aún. El enfermo no prescinde del tacto y del entendimiento de quien lo asiste, a fin de que el médico disponga de campo adecuado a la actuación curativa.

Así ocurre en cuanto al socorro espiritual.

                                                                                                         Emmanuel. Espíritu.

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         Los mundos regeneradores


     Entre esas estrellas que resplandecen en la bóveda azulada del firmamento ¡cuántos mundos habrá, como el vuestro, destinados por el Señor a la expiación y la prueba! Con todo, también los hay más miserables, y mejores, así como los hay transitorios, que podemos denominar regeneradores.

   Cada torbellino planetario, al desplazarse en el espacio alrededor de un centro común, lleva consigo sus mundos primitivos, de destierro, de prueba, de regeneración y de felicidad.

   Se os ha hablado de esos mundos en los que es situada el alma recién nacida, cuando aún ignora el bien y el mal, pero con la posibilidad de marchar hacia Dios, dueña de sí misma, en posesión de su libre albedrío. Se os ha dicho también cuán amplias son las facultades de que ha sido dotada el alma para practicar el bien.

   Sin embargo, por desgracia, hay almas que sucumben, y dado que Dios no quiere aniquilarlas, les permite ir a esos mundos en los que, de encarnación en encarnación, se purifican y se regeneran, para regresar dignas de la gloria a la que están destinadas.

   Los mundos regeneradores sirven de transición entre los mundos de expiación y los mundos felices.

   El alma que se arrepiente encuentra en ellos la calma y el reposo, mientras concluye su purificación. No cabe duda de que en esos mundos el hombre aún se encuentra sujeto a las leyes que rigen la materia.

   La humanidad experimenta sensaciones y deseos como los vuestros, pero está liberada de las pasiones desordenadas de las que sois esclavos. En ella ya no existe el orgullo que hace callar al corazón, la envidia que lo tortura y el odio que lo ahoga. La palabra amor está escrita en todas las frentes. Una equidad plena rige las relaciones sociales. Todos reconocen a Dios y procuran dirigirse a Él mediante el cumplimiento de sus leyes.

   Con todo, en esos mundos aún no existe la perfecta felicidad, sino la aurora de la felicidad. El hombre todavía es de carne y, por eso mismo, está sujeto a vicisitudes de las cuales sólo están eximidos los seres completamente desmaterializados.

  Aún tiene que sufrir pruebas, pero sin las punzantes angustias de la expiación. Esos mundos, comparados con la Tierra, son muy felices, y muchos de vosotros estaríais satisfechos de quedaros allí, porque representan la calma después de la tempestad, la convalecencia después de una cruel enfermedad.

   En ellos, el hombre, menos absorbido por las cosas materiales, entrevé mejor que vosotros el porvenir; comprende que hay otros goces que el Señor promete a los que se hacen merecedores de ellos, cuando la muerte haya segado de nuevo sus cuerpos para darles la verdadera vida.

   Entonces, el alma libre sobrevolará todos los horizontes. Ya no tendrá sentidos materiales y groseros, sino los sentidos de un periespíritu puro y celestial, que aspira las emanaciones de Dios en los aromas del amor y la caridad que brotan de su seno.

  No obstante, por desgracia, en esos mundos el hombre todavía es falible, y el espíritu del mal no ha perdido completamente su dominio. No avanzar equivale a retroceder, y si el hombre no se mantiene firme en el camino del bien, puede volver a caer en los mundos de expiación, donde lo esperan nuevas y más terribles pruebas.

   Contemplad, pues, esa bóveda azulada, por la noche, a la hora del descanso y la oración. Entonces, ante esas innumerables esferas que brillan sobre vuestras cabezas, preguntaos cuáles son las que conducen a Dios, y rogadle que un mundo regenerado os abra su seno después de la expiación en la Tierra.

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