En la sociedad en la que vivimos, la muerte es aún encarada como tabú. Es así que, habitualmente, cuando muere alguien en la familia, las criaturas son apartadas bajo el pretexto de que no soportarían la tragedia. Todo aquello es demás para ella.
Algunos acostumbran a mandar a las criaturas a las casas de parientes y, para explicar la ausencia del que murió, inventan historias de que mama o papa o el hermanito se fue a hacer un largo viaje.
La criatura percibe que algo está errado. Especialmente si, en los días que se siguen, los parientes añaden variantes a la realidad, o entonces, buscan compensar la sentida ausencia, con presentes y mimos, evitando sus preguntas.
Ese tipo de comportamiento nos lleva a pensar que la muerte aun se constituye en un acontecimiento terrible, miedoso, del cual se busca preservar a la infancia.
Recordemos que, a través del tiempo, el hombre ha manifestado su terror a la muerte de varias formas. Los hebreos consideraban al cuerpo muerto como alguna cosa impura, que no podía ser tocada.
Los indios americanos hablaban de espíritus del mal, en el tránsito de la muerte, y los buscaban persiguiéndoles tirando flechas en el aire.
En la actualidad, a pesar de caracterizarnos con una despedida honrosa salva de honor en un funeral militar, no deja de ser algo semejante a un ritual indígena.
Incluso las piedras o los puñados de tierra que muchos enlutados acostumbran a arrojar en la cueva abierta, sobre la caja, traducen símbolos antiguos expresando el deseo de sepultar bien hondo lo que se fue y, con el, a los malos Espíritus.
Todo eso demuestra que el hombre no cambio mucho, aunque la tecnología este avanzada y la ciencia camine con pasos largos para descifrar innumerables enigmas de la vida.
Con todo, el Sublime Sembrador de la Verdad, en el paisaje bucólico de Galilea canto a la inmortalidad, hablándonos de la vida que nunca muere.
Al despedirse, en la célebre noche que antecedió a Su prisión, afirmó a los apóstoles reunidos. Voy a preparar un lugar para vosotros. Y después que Yo me hubiere ido os preparare el lugar, vendré nuevamente y os llevare conmigo, donde Yo este, que estéis vosotros también.
Es la palabra de Jesús para decirnos que la muerte no pasa de mera transición. Que muere el cuerpo más el Espíritu prosigue vivo, con todas sus virtudes, pasiones, amores conquistas.
Y el mismo nos afirma que en ese nuevo mundo, el espiritual, para donde nos dirigimos, no estaremos solos. Su amor nos aguarda con el cariño de los amigos que nos precedieron, de los afectos de esta y de otras vidas.
Morir es, en verdad, un gran reencuentro.
* * *
Algunas tribus de indios americanos acostumbraban a enterrar a sus parientes con todo lo que les pertenecía.
El objetivo era que, en la nueva vida que ellos no conseguían concebir como espiritual, continuasen felices, tomar su caballo, su ropa, su equipo de caza y pesca.
Sentimientos semejantes nutrían algunas comunidades griegas antiguas, encerrando en el túmulo joyas y vestimentas para que nada faltase al muerto.
Tenían así, la idea de la inmortalidad, fintándoles concebirla en su aspecto de espiritualidad.
Redacción de Momento Espirita
La existencia terrestre es un día laborioso.
El hombre es el labrador que recoge mas tarde lo que plantó. El niño es el amanecer.
Meimei
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