lunes, 28 de noviembre de 2011

Allan Kardec, ayer, hoy y siempre


   El día 3 de octubre de 1804, once del victimario del décimo tercer año del calendario republicano, nace en la Rua Salar 76, en Lyón, el admirable Juan Huss que recibe el nombre de Hipolyto León Denizard Rivail, más conocido con el seudónimo de Allan Kardec. 

     

    Sin ninguna duda, Allan Kardec está tan actual hoy, como en la ocasión en que iluminó los caminos de la humanidad, encendiendo la luz de la Codificación Espírita. Reverenciemos, pues, al Insigne Apóstol de la Fe Razonada, y rememorando la inolvidable afirmación: Fuera de la Caridad no hay Salvación, proclamemos sin rodeos: Fuera de Kardec no hay Espiritismo.

    Una gran responsabilidad recae sobre nosotros porque seguramente estuvimos presentes en aquella noche memorable de comienzo de siglo y nos comprometimos a construir la Nueva Era. Que no importen los obstáculos, ni los espinos; aquellos que tienen la meta no se detienen en las dificultades del camino.  Nadie alcanza la montaña sin pasar por el valle. Nadie alcanza la plenitud sin conocer las dificultades. Es el fuego que moldea los metales y exactamente el cincel que transforma la piedra y la dificultad que torna a los hombres dignos de sí mismos. Llevemos a nuestras casas los compromisos de estos días y recordemos que se conoce el verdadero Espírita por su transformación moral, por el esfuerzo que emprende para ser hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy. Y resolviendo nuestras dificultades démonos las manos para que todos sepan, por nuestros ejemplos, de la excelencia de la doctrina que abrazamos.  Que nuestras palabras profundas de conocimiento estén cimentadas por nuestros ejemplos de abnegación, de fraternidad entre nosotros, para que tengamos la capacidad de mantener fraternidad con los demás. Si no toleramos, si no nos ayudamos nosotros que tenemos el mismo ideal ¿cómo podremos servir y amar a aquellos que nos combaten? Fue exactamente lo que dijo Allan Kardec:  "Escribo esta nota diez años después de publicar El Libro de Los Espíritus, y lo que sufrí, los testimonios, las ingratitudes, las persecuciones gratuitas, fueron superiores a lo que yo podía imaginar. Amigos queridos de la Sociedad de Estudios Espiritas de París me persiguieron, me besaban y me agredían, decían que yo vivía de las obras del Espiritismo, sin recordar que yo las financiaba con mi dinero. Calumnias terribles fueron lanzadas contra mí, pero nunca me desanimé. Todo me lo advirtió el Espíritu de Verdad; pero lo que me predijo fue las alegrías, la felicidad de ver crecer la obra.  Y en aquellos días difíciles, cuando los dolores eran muy fuertes e insoportables, yo me elevaba por encima de la humanidad a través de la oración y desde allá veía la doctrina expandirse. Por eso bendigo todos los dolores, todas las dificultades, porque el bien suplanta el mal en todas las aflicciones. Espíritas, esta es nuestra hora de proclamar un mundo nuevo.  Estamos señalados por el pensamiento de Jesús para llevar a todos los rincones de la tierra la doctrina hecha luz, capaz de erradicar de la tierra las bases del mal. El consolador, que no solo enjuga las lágrimas, sino que extrae las raíces de los males que producen las lágrimas. No nos engañemos, esta es nuestra oportunidad superior, porque nosotros somos pequeños Dioses, tenemos la tarea de sembrar un mundo nuevo y ninguna disculpa valdrá para justificar nuestro fracaso".

    Allan Kardec estuvo y estará siempre presente en la conciencia moral de la humanidad, con su inmenso prestigio de sabio investigador de las realidades cósmicas, con su profundo sentido de humanidad, con su pureza moral, con su inagotable generosidad de sapiente que ofrece, con modestia, sus conocimientos a los hombres y pueblos, a los seres de todas las razas y condiciones sociales, para ayudarlos en sus desgracias y encaminarlos hacia los ideales del amor. Su luz, su voz, su fuerza intelectual y espiritual permanecerán en el mundo como la presencia de un consolador y de un guía, como la estrella polar que invita continuamente a todos a reencontrar el recto camino. La Doctrina Espiritista está enfocada a redimir el mundo desde el punto de vista moral y social, enfrentando triunfalmente los dogmatismos religiosos y materialistas que aún dominan en la sociedad actual, derrumbando el edificio milenario de las viejas supersticiones, y unificando a la especie humana en un abrazo de paz y fraternidad.

    En este momento la tarea de Allan Kardec está terminada y el día 31 de Marzo de 1869, cuando ya estaba preparado para trasladarse a Villa  Segür, un aneurisma le revienta el cuerpo, pero el ave de luz se libera y él pasa ahora a dirigir la obra desde el mundo espiritual.  Messier Luran tiene la oportunidad de decir en el momento de la exhumación cadavérica: “¡OH! vos que tenéis contacto con los ángeles, traernos las bendiciones de la inmortalidad. Velad  por nosotros que continuamos en las sombras de la amargura. Vos que concluiste con la tarea, cuidad de nosotros”.  
Juan Huss
                                                  
                                    ALLAN KARDEC, MAESTRO

 Hace más de un siglo dijiste la verdad de los siglos:
-La muerte es un ajado vestido que se deja.
Morir es renacer... progresar siempre... Y siempre
superar un estado más hondo de pureza.
Como a todos los sabios, te tuvieron por loco...
Y te llovían piedras...  

Dijiste que los muertos alternan con los vivos
y que, por ellos mismos aquí se manifiestan.
Pulverizaste el velo secular del misterio
que separaba el cielo clerical de la tierra.
Revelabas al hombre hacedor de sí mismo...
Y te llovían piedras...  

La verdad, en un puño bajaste de su trono
al implacable Dios de las penas eternas.
Dios solo puede ser Dios de Amor y Justicia,
y un mismo juez en todos: La voz de la conciencia.
Entre ciegos brillaba tu luz incomprendida...
Y te llovían piedras...  

Igualaste a los pobres y a los ricos, probando
que no hay Dios que por rezos o dádivas se venda;
que la hermandad del hombre es la ley de las leyes;
que cada cual cosecha, al final, lo que siembra:
Todos sin privilegios son hijos de sus obras...
Y te llovían piedras...  

Y el día más oscuro de la Historia de España
-celoso el Santo Oficio de tus obras maestras-,
por condenar tus libros, condenaba a la iglesia,
en un “auto de fe” –farsa de cruz y óleos-
el pueblo recogía, devoto, las cenizas...
Y aún te llovían piedras...

ALLAN KARDEC. Maestro sembrador de verdades
La nueva humanidad ya no deriva a ciegas.
Con el Espiritismo le has legado una brújula
de luz, que marca el norte del Amor y la Ciencia.
Y desde el cielo impar del Espíritu Puro...
Hoy te llueven las estrellas...

Tomado de la revista “La Colmena”- Marzo 1967 

( Ver el blog  elespiritadealbacete.blogspot.com )
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